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ONÉSIME; straight to hell. por canneloni

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Notas del capitulo:

¡Hola de nuevo! Me tardé un poco, pero aquí está el nuevo cápitulo.

Ahora, las cosas se ponen algo tensas para Télesphore.

Es sólo el comienzo de sus desgracias.

Bueno, a leer.

El cocinero, un hombre ya de cuarenta y nueve años, levemente canoso y alto entró por la puerta. No era muy musculoso, pero tampoco era delgado. Una barba de candado adornaba su mentón, ojos dilatados por el deseo.
Caminó cuidadosamente hasta la cama del durmiente chico, secando sus sudorosas manos con su delantal blanco. Apreció morbosamente la piel desnuda del pequeño, amando como sus rodillas y sus hombros tomaban un tono rosita que quedaba perfecto con su pálida y lechosa piel. Observó embobado su rostro, enternecido por las adorables pequitas que recorrían suavemente el puente de la pequeña y respingada nariz y sus pómulos. Tan bonita cara, con esos pequeños pero carnosos labios cereza; cejas bien formadas y largas pestañas de ese tono rubio pálido que era resultaba casi imperceptible, pero se veía hermoso.  
Acarició una de las desnudas piernas, sintiendo lo suaves que eran y lo blanditas que se sentían.


— Cual seda…


Murmuró, agradeciendo que el chico no se fuera a despertar. Tentando su suerte, subió su mano hasta la entrepierna del muchacho, acariciando el pequeño miembro sobre la blanca tela de las pantys. Excitado, liberó su propia erección palpitante.
Ya decidido y perdido por la lujuria, volteó delicadamente al muchacho, dejándolo boca abajo. Bajó sus pantys y levantó su sweater, observando enternecido los hoyuelos de Venus en su espalda baja. Pero sus ojos bajaron a sus gorditas y redondeadas nalgas, también de esa leve coloración rosita pálido. Las separó con sus manos, observando extasiado la entrada rosada.


— Tienes un buen culo, eh… Todo en ti es perfecto.


Balbuceó, restregando su pene entre las nalgas del chico. No se animaba a penetrarlo, sabía que con eso quizás se daría cuenta la mañana siguiente.
Sostuvo entre sus grandes manos las anchas caderas, acariciando a veces la fina cintura. Continúo con las embestidas por un buen tiempo, eyaculando múltiples veces. Ya satisfecho, lo limpió con cuidado, intentando no dejar rastro. Con ya todo listo, le colocó las pantys nuevamente y admiró la maravillosa curva que se creaba con sus voluptuosas nalgas. Lo tapó refunfuñando por tener que cortar tal vista, pero se calló al ver al chiquillo moverse. Decidió mejor irse, ya con su ganancia.
Salió de la alcoba del adolescente totalmente satisfecho, apretando en sus bolsillos su celular con las fotos del culo del chico cubierto de semen. Material que aún no sabía si se guardaría para sí mismo o si lo subiría a internet.

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Télesphore se despertó sintiéndose incómodo, percibiendo un aroma peculiar en el aire. Olfateó su sweater y notó una mancha blanca en la parte de abajo del mismo. Semen, dedujo.


— Pero si yo no me…


No terminó de hablar, pues notó cierta humedad en sus sábanas. Estaba tapado por cobijas, cosa rara pues él no se había tapado la otra noche. Confundido y bastante angustiado, caminó hasta su espejo de cuerpo completo, notando marcas de dedos en su cadera y cintura. Horrorizado, bajó sus pantys y, contorsionándose de tal manera que pudiera ver sus nalgas, vio lo que no quería ver. Enrojecido, estaba enrojecido con marcas de manos.
Alguien lo había tocado de noche.
Enseguida pensó en su mayordomo. Pero al hombre supuestamente le carcomía la conciencia. ¿Por qué haría esto ahora, si no había hecho nada hace un mes? ¿Cómo no se despertó?
La sopa, pensó. Cuando tomó la sopa sintió mucho sueño. Fue el cocinero quien hizo la sopa, el mismo hombre al que más de una ves lo atrapó mirándolo de forma pervertida. Él debió de haberle echado algo a su sopa.
“Adam también pudo hacerlo, fue él quien trajo el plato.” Dijo su conciencia. Es verdad, pudo ser tanto el cocinero como Adam, el mayordomo. Sería mejor tener cuidado con esos dos de ahora en adelante, no tomaría ni bebería nada que no haya hecho él mismo o que haya visto preparar.


— Mierda… — Sollozó asqueado. ¿Por qué no se despertó, más allá de lo que le hubieran puesto? Diablos, se sentía sucio.


Se dirigió cual flecha a su ostentoso baño personal, llorando silenciosamente. Refregó las lágrimas traicioneras con cizaña, a la vez que se refregaba el cuerpo violentamente. No importaba qué hiciera, no sentía que la suciedad se fuera. Golpeó la pared de la ducha con rabia, sintiendo el agua caer por su cabello. Agradeció que el maldito no lo haya penetrado, allí no sabría qué hacer. Se alivió al no sentir ese tan característico dolor allí abajo que él conocía tan bien.
Lloró, lamentándose de su suerte.
¿Cuándo terminaría todo esto?

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