II
"Blue clear sky"
―Tengo miedo, lo admito ―le dije soltando un suspiro cansado y agachando un poco la cabeza, como consecuencia un mechón de mi cabello teñido de rosa salmón cayó por mi cara y me entró en el ojo. Lo aparte como si nada, en otros casos me habría quejado pero hay que respetar un momento serio ―más bien hay que cuidarse cuando Sandy esta seria―.
―Igual yo Patricio, no confío en ese tipo... ―su rostro tenía una mueca intimidante, casi siempre la tiene así que no me sorprendería si duerme con la misma cara―. Bob es demasiado ingenuo y confiado, ese muchacho podría ser narcotraficante y él ni siquiera se enteraría.
¡Oh! Si alguien pasa por la azotea y nos ve pensaría que estamos planeando un atentado o el homicidio de algún estudiante que nos cae mal.
O que somos novios... Qué asco. Jamás pasará eso, ¡Nunca! Bob siempre nos anda diciendo que somos el uno para el otro pero la verdad no es así, entiendo que él quiera que yo sea feliz... ¡Ya me canse de decirle que hay otros métodos para alcanzar la felicidad!
Ah, espera. Él lo hace por molestar, ¿no?
― ¡Patricio Etoile!
― ¡Wahh! ...¿Eh?
― ¿Estabas en Marte o qué? ¡Concéntrate!
―Ok, ok. Como diga señorita Cheeks.
Ella me observó aparentemente molesta por un momento con sus ojos marrones entrecerrados y sus largas pestañas tan rizadas como las de Bob le daban un aire adorable. En conjunto, su semblante era el de un lindo soldado analizando el terreno.
―Wey... ―me removí un poco incómodo en mi sitio―. No sé si me estas clavando navajas en tu mente pero así me voy sintiendo.
―En otras palabras: quieres que deje de mirarte.
―S―Si, por favor.
― ¡Jajaja! ¡Eres tan tierno!
¿¡Qué!?
― ¡No te burles! ¿Cómo te sentirías tú si alguien se te quede mirando?
―Capaz y me valga verg*.
―Tsk, boba.
―¡Hasta tus insultos son tiernos!
Y así nos desviamos del tema de conversación inicial... Nos pusimos a bromear y hablar de cosas absurdas. Perdimos unas dos clases pero en mi opinión ese tiempo no se desperdició, además, no es como si nos afectara mucho. Después de todo somos unos nerds, ella más que yo.
[…]
A los trece años Bob Evans le preguntó a su única familia en ese momento, su madre, cómo se crearon los niños. Bob era una especie de genio con varios conocimientos que no muchos a su edad tendrían, y sin embargo, era todo un ignorante en cuanto a ese tipo de temas.
Pudo haberlo buscado en internet, pero su madre hace años le dijo que ese tema debían hablarlo entre ellos. El lindo rubio se preguntaba cuándo llegaría ese momento, pues ella siempre terminaba aplazándolo.
No fue sino hasta que cumplió los trece que decidió volver a insistirle en hablar del tema.
―Mira cariño ―le dijo dulcemente acariciando las doradas hebras de su ángel―, cuando dos personas se quieren muchísimo, la abeja introduce el aguijón en la flor...
―Mami, ¿Qué tiene que ver la polinización con los niños?
―Hmm... ―¡Demonios! Su deseo de conservar la inocencia de su pequeño era cada vez más difícil de cumplir. Miró los ojos azul claro, tan vivos y llenos de curiosidad, adornados por pestañas largas y rizadas de un tono rubio y algunas pecas en sus mejillas sonrosadas, entonces se le ocurrió una forma de distraerlo―.. Te pareces tanto a tu padre... ¿Aún lo recuerdas, no? Él era tan curioso...
―Lo recuerdo... ¿Podemos seguir con el tema, por favor? ―intento no sonar muy ¿exigente? o no hacerle pensar a su madre que no le agradaba tocar el tema de su padre. De hecho, era todo lo contrario. Su memoria era tan buena, que incluso aún podía recordar el tacto de las manos llenas de cicatrices de su querido padre acariciando su cabello. A veces ese era su único consuelo cuando se ponía melancólico.
El problema es el brillo nostálgico en los ojos de su madre. "Una mujer tan hermosa e increíble no debería lucir triste", era lo que pensaba Bob.
―Claro ―a la mujer se le estaban acabando las ideas, un poco desesperada invento rápidamente un plan―. Primero vamos por un helado de chicle ¡Sé cuánto te gustan!
―¡SI!
El plan funcionó.
Un año después conoció a quienes serían sus mejores amigos: una chica de cabello castaño claro llamada Sandy, y un extrovertido chico de cabello oscuro y ojos verdes llamado Patricio.
Digamos que ambos estaban informados del tema y no duraron en compartir sus conocimientos.
Estuvo un poco impactado al inicio, luego lo añadió a su biblioteca mental y siguió con su vida. Aunque nunca entendió del todo porqué a su madre le costó tanto decirle (Porque sí, al final terminó de aplazar el tema y se lo dijo a los dieciocho, él simuló no saber nada para no meter en problemas a sus amigos).
¡Ok, por ahora es suficiente del pasado!
El rubio salió de la ducha con gotas de agua deslizándose por su piel, ligeramente menos bronceada que la de Patricio. Una toalla estaba enrollada en su cintura dejando a la vista su pecho, el abdomen marcado, brazos fuertes que invitan a los demás a buscar refugio entre la protección que brindan... En resumen: Se podía contemplar su anatomía.
Comenzó a vestirse tranquilamente, tenía clases en una hora y la universidad le quedaba cerca así que no había prisas.
Unos quince minutos después ya estaba afuera de su apartamento caminando a la universidad, con unos auriculares negros en sus oídos. La música suave y las baladas románticas le encantaban, y no se avergonzaba de ello. Desde que las chicas lo supieron empezaron a recomendarle canciones y hablar de ellas con él, ¡Era tan agradable tener cosas en común con sus compañeros! Tanto como la brisa fría de la mañana acariciándole las mejillas, al mismo tiempo que la calidez del sol hacía acto de presencia contagiándole la calidez a su corazón.
Definitivamente, es muy cursi este hombre.
Ya andaba cerca de la entrada cuando captó el sonido de un fuerte motor, se giró quitándose los auriculares y mostró su brillante dentadura sin darse cuenta.
Vladislav llegó en una Bajaj Rouser 200 Ns verde militar, se detuvo para quitarse el casco cerrado color negro y peinar hacia atrás su cabello con los dedos, probablemente lo hizo inconscientemente.
Algunos estudiantes que vieron la escena no pudieron evitar soltar un suspiro, entre esos estaba Bob.
―Qué lindo... ―susurró.
¡Hey! No piensen nada raro.
Un hombre puede admitir que alguien de su mismo sexo es guapo y no significa que es homosexual, mucho menos significa estar enamorándose de esa persona.
El de ojos azules quedo embobado, su mente en blanco se dedicó sólo a verlo, mientras el más bajo se bajaba de su vehículo e inspeccionaba el entorno.
El rubí resplandeciente y el cielo despejado se toparon apenas un segundo, Bob ensanchó su sonrisa dispuesto a irse al quedar satisfecha su vista.
― ¡Evans! ―escuchó ser llamado antes de darse media vuelta.
Bajando de una camioneta negra estaba uno de sus maestros preferidos: el señor Plankton.
―Buenos días Sheldon ―le dijo con confianza cuando lo tuvo frente a él.
―Buenos días Bob, ¿Listo para la prueba?
―Por supuesto.
―Me alegra escucharlo, ojalá también lo estén tus compañeros ―soltó un suspiro.
―No te preocupes, seguramente se esforzaron estudiando ―trató de consolarlo, sabía que la profesión de maestro era muy estresante―. Además, no creo que tengan dudas del tema, pues eres muy bueno explicando.
―Me halagas querido, ¿Vamos?
―Vamos.
Vladislov ya se encontraba dentro del edificio cuando el rubio intentó buscarlo con la mirada, se rindió y pasó un brazo sobre el hombro del maestro, quien tenía su misma altura e imitó su gesto amistoso.
Entraron al lugar hablando de cosas triviales, riéndose entre ellos de vez en cuando como buen casi padrastro e hijo.