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50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego) por ErickDraven666

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Capítulo 23

Ilusiones

El frio viento de la mañana acarició el pétreo y agraciado rostro de Edward, quien contempló la hermosa vista que se materializó ante sus ojos, en donde un majestuoso amanecer se dibujó en el horizonte, y aunque el cielo estaba plagado de nubes y el clima amenazaba con lluvia, se pudo apreciar la insistencia del sol por salir desde el ocaso, pintando las grisáceas nubes en tonos ocre y lavanda, creando matices que se difuminaban en el cielo.

Volteó hacia proa, observando a Taylor atar las cuerdas de las velas frontales a la escota de foque del enorme velero, tratando de llevar el curso al frente, utilizando el viento a su favor para guiarles.

“Jamás pensé en huir de todo este problema junto a Christian” Pensó Edward, consiguiendo que aquel fuerte hormigueo que solía denotar vergüenza, aflorara en sus mejillas, haciéndole sentir comezón. “Y mucho menos dejar que pasara lo que pasó anoche” Cubrió su rostro al sentir tanto pudor en su interior, que no pudo evitar estremecerse, sintiéndose vulnerable. “Ya no puedo seguir ocultándomelo… me gusta este arrogante y engreído hombre” Suspiró, bajando la mirada, contemplando la línea recta que dibujaba el velero sobre el agua, la cual se desvaneció en la distancia, dejando las aguas agitadas a su paso.

—Buenos días, joven Edward. —El vampiro volteó a ver a Taylor, quien al fin se había dado cuenta de su presencia en popa, admirando el paisaje.

—Buen día, Taylor. —El chico volteó a verle, regalándole una amable sonrisa.

—Hace frío, joven. —Acotó, observando que el muchacho solo vestía un delgado suéter gris.

—Si… aunque estoy bien… me gusta el frio, estoy acostumbrado a ello. —Taylor asintió, preguntándole por su jefe—. Aun duerme. —Volteó nuevamente el rostro al darse cuenta de los pensamientos del guardaespaldas, quien al parecer había logrado escuchar algo, ya que las delgadas paredes del bote, parecían haber dejado al descubierto lo que había ocurrido entre él y Christian.

—Sam y yo ya desayunamos. —Edward asintió a su acotación, manteniendo su postura de espaldas al guardaespaldas y de frente al mar—. Dejamos la mesa servida para ustedes dos, cuando gusten.

—Gracias Taylor. —Acotó Edward, girando la cara, manteniendo su postura frente al mar—. ¡Por cierto!... ¿En dónde está Sam? —A lo que el acomedido hombre respondió que había estado toda la noche de guardia, mientras él descansaba para cubrirlo en la mañana—. ¡Genial!… —Soltó por lo bajo, y aunque para Taylor aquello solo había sonado como una acotación de aceptación a su pregunta, en realidad había sido una irónica exclamación ante sus sospechas de que Sam también les hubiese podido escuchar, sintiéndose verdaderamente avergonzado, cerrando sus ojos mientras rememoraba la extraña, perturbadora y al mismo tiempo extraordinaria noche que había pasado junto a Christian, en su camarote.

Mientras Sam y Taylor decidían cuál de los dos haría guardia primero, Christian y Edward discutían sobre donde dormiría cada uno, ya que como era costumbre, jamás se ponían de acuerdo en algo, en cuanto a estar juntos y a solas se refería.

—Ya te dije que el sofá me parece muy cómodo para mí, Christian.

—Y yo ya te dije que sobre mi cadáver vas a dormir en ese incómodo mueble cuando hay una cama extra grande en donde ambos cabemos sin problemas. —La acotación de Christian consiguió que Edward pusiera los ojos en blanco—. No entiendo cuál es tu problema, si anoche dormimos juntos—. El joven vampiro se acercó a la puerta del camarote, abriéndola rápidamente, para corroborar que ninguno de los dos acompañantes estuviese cerca, cerrándola nuevamente, exigiéndole al ofuscado hombre.

—Pues precisamente por eso no quiero dormir nuevamente contigo, “señor  brazos de tentáculos”. —Susurró por lo bajo, acercándose a Christian, mientras gesticulaba sus extremidades superiores, haciendo sonreír a su compañero de camarote—. ¿Crees que quiero dormir con alguien que no puede mantener sus manos quietas? —Christian se cruzó de brazos, apretando los labios para no sonreír, ya que aquello le estaba divirtiendo de lo lindo—. Lo siento pero no.

—Así que me tienes miedo… ¿eh? —Edward negó con la cabeza.

—No es miedo, Christian… es tener un poco de sentido común. —El magnate bufó por la nariz, negando con la cabeza.

—¿Qué tiene que ver el sentido común con el deseo? —Aquello consiguió una mirada incrédula por parte de Edward.

—¿Te estás escuchando, Christian? —El aludido asintió a la pregunta del muchacho—. ¿Te das cuenta que acabas de afirmar que sientes deseos hacía mí? —El caballero volvió a asentir.

—¿Es que acaso eso es novedad para ti, Edward? —El chico no supo que decir, observando como el magnate caminó hacía el sofá en busca de las sábanas y las almohadas que el joven psicólogo había puesto en aquel pequeño mueble de dos plazas—. Creí que era más que obvio, “señor reprimido”. —Aquello consiguió que Edward se molestara—. Y no dejaré que quieras hacerme sentir que soy el único que lo siente, porque se que “tú” lo deseas más que yo. —Edward negó con la cabeza.

—Te equivocas. —Christian se acercó al enorme colchón, arrojando toda la lencería de cama sobre el mobiliario, justo cuando Edward la tomó nuevamente para llevarla de vuelta al sofá, consiguiendo que el molesto magnate se la arrebatada de mala gana—. Yo no… —pretendió refutar las palabras del magnate, pero al ver cómo le arrebató tanto el cobertor como las almohadas, le espetó completamente exaltado—. Basta Christian, no voy a dormir contigo… no puedes obligarme. —El imponente hombre aferró con fuerzas el pálido e Iracundo rostro del muchacho, depositando sin consentimiento previo un inesperado y brusco beso, lo cual consiguió en el alterado muchacho el efecto deseado, soltando toda la lencería de cama, aquella que cayó al suelo—. “Hijo de perra”. Pensó Edward sin poder apartar sus temblorosos labios de los del magnate, el cual por más patán, arrogante y engreído que fuera, siempre conseguía desarmar al tímido muchacho y hacerlo sentir vulnerable entre sus brazos.

“Siempre te niegas, Edward… pero no puedes engañar a tu boca, la mía ya sabe cuánto te gustan mis besos y sé que si me dejas, tu cuerpo pediría más y más de lo que quiero entregarle” El vampiro pensó en apartarlo y espetarle lo mucho que detestaba su arrogancia, pero un par de golpes en la puerta detuvieron no solo aquel hambriento beso, sino las ganas de Edward de retomar la disputa, apartándose rápidamente de Christian, limpiando sus delgados y deseosos labios, mientras que el magnate hizo lo mismo con los suyos, sin quitarle los ojos de encima al muchacho—. Pase.

Taylor entró al camarote principal, mirando a Edward alejarse lo más que pudo de su jefe, sin deseo alguno de mirar hacia la puerta, dándole la espalda a ambos, mientras Christian recogió las sábanas que el muchacho había dejado caer al suelo, preguntándole a su guardaespaldas si se le ofrecía algo.

—Solo quería notificarles a ambos que Sam se quedará de guardia mientras yo descanso un poco, señor Grey. —Christian asintió, dándole de igual modo la espalda, acomodando la cama—. ¿Se les ofrece algo más antes de que me vaya a dormir? —Edward negó con la cabeza, mirando por una de las ventanillas del camarote, siendo Christian quien acotara a continuación.

—Nada más, Jasón… muchas gracias por todo… descansa. —Taylor agradeció los deseos de su jefe, deseándoles buenas noches a ambos, consiguiendo una respuesta amable y sincronizada de parte de los dos caballeros, los cuales se vieron las caras, volteando nuevamente el rostro a otro lado, intentando ignorarse.

—Hasta mañana. —Cerró la puerta elucubrando acerca de lo que podía estar pasando en aquel momento entre ambos caballeros, haciendo sentir a Edward mucho más incómodo de lo que ya estaba ante toda aquella situación.

—¿Crees que Taylor no sospecha lo que pasa entre tú y yo? —Preguntó Edward volteando a ver a Christian, quien había terminado de ordenar la cama.

—Yo no le pago para que sospeche de mí, Edward… le pago para que sea discreto, así que si sabe algo espero que se lo siga callando como lo ha venido haciendo hasta ahora. —El malhumorado vampiro se acercó al odioso hombre, notificándole en un tono de voz bajo, pero firme.

—Pues si a ti no te incomoda a mi sí. —Christian cruzó nuevamente los brazos, encarando a Edward—. No quiero que mi familia se enteré de esto.

—¿Qué se enteren de qué Edward? —El molesto vampiro le miró un poco escéptico ante su pregunta—. Ponle un nombre a esta situación, etiquétalo…  vamos. —Insistió Christian—. Tal parece que necesitas ponerle un nombre a lo que ocurre.

—No te entiendo, Christian. —El aludido aferró a Edward por ambos brazos mirándole fijamente a los ojos.

—Yo tampoco quiero que se sepa lo que está pasando entre tú y yo, ¿y sabes porque? —Edward negó con la cabeza, tragando grueso ante la cercanía del magnate, ya que tanto la calidez de su aliento, así como el olor de su sangre, lo mantuvieron un poco exaltado—. Porque no quiero a un montón de entrometidos intentando analizar, etiquetar o nombrar lo que está pasando entre nosotros, cuando ni yo mismo sé lo que es. —Edward pasó de hito en hito la mirada, sin dejar de temblar ante lo que Christian le estaba diciendo—. Y mientras tú juegas a probar etiquetas, nombres médicos o simples suposiciones teóricas, yo quiero irme por la práctica y sacarme de dudas en vez de esperar a que otros me señalen y le pongan nombres incómodos y poco éticos a lo que está surgiendo entre nosotros.

—Yo tampoco, pero… —Christian le interrumpió con un fugaz beso.

—Pero nada Ed. estamos a kilómetros de distancia de todos a los que tememos decirles lo que nos está sucediendo, solo nos acompañan Sam y Taylor y sus opiniones son irrelevantes para mí. —El joven vampiro suspiro, bajando la mirada—. Deja el miedo atrás, yo lo dejé hoy en el salón de juntas después de enfrentar a Victoria. —Edward sonrió—. Recostémonos de una maldita vez… el día ha sido largo y tedioso, y lo único que deseo es dejar de discutir y descansar. —Comenzó a desvestirse, logrando que el tímido muchacho mirara hacía otro lado, quitándose tan solo el delgado suéter que traía puesto al igual que los zapatos casuales, dejándose puesto los pantalones y la camiseta blanca que vestía debajo de su sudadera, percatándose de como el desinhibido hombre apagó la luz del camarote, introduciéndose entre las sábanas, mirando el techo a la espera de que Edward decidiera recostarse a su lado.

“Sé que no te quedarás tranquilo” Pensó, sentándose del otro lado de la cama, suspirando para controlar sus nervios. “Y no sé si le temo más a tus intentos o a mis pobres y débiles negativas” Se introdujo en la cama, sintiendo como Christian se puso de medio lado, intentando mirar el agraciado rostro del muchacho con la poca luz que se colaba desde afuera, sobresaltándolo.

—¿Te crees el único aquí con temores? —Edward volteó a verle, sin responder a su pregunta—  Yo también tengo infinidad de temores acerca de esto pero la diferencia es que yo afronto mis miedos, Edward y me gusta averiguar el porqué de las cosas. —El tímido vampiro giró su cuerpo, quedando frente a Christian—. Yo quiero saber qué es lo que me ha hecho caer en este desliz contigo.

—¿Desliz? —preguntó Edward un poco desilusionado—. ¿Eso es lo que es para ti?

—Es una forma de decirlo, Edward… aún no sé cómo llamarlo. —Aferró la fría mano del muchacho, consiguiendo que Edward se tensara—. Ponerle nombre ahora sería como llamar a Mía cuerda y a Alice sensata, esperando que con solo llamarlas de aquel modo se haga realidad. —El chico asintió.

—Entiendo… pero yo necesito saberlo, Christian… necesito creer que no es solo deseo sexual… no te pido que te pongas cursi o me digas que me amas, es demasiado pronto para eso, pero necesito que… —El magnate le interrumpió, besando nuevamente sus labios.

—Solo te diré una cosa, Ed. —El tembloroso vampiro no podía dejar de estremecerse en cada beso que el magnate le entregaba por muy pequeño y fugaz que fuera—. No sé si hay amor, pero cada vez que te imagino cerca de Isabella o de José, me dan ganas de romperle la madre al primer individuo que se cruza en mi camino ante la rabia que me embarga. —Aquello hizo sonreír a Edward—. ¿Crees que eso sea suficiente para ti, por ahora? —El vampiro asintió por demás complacido, aferrando con mayor ahínco la mano del magnate.

—Lo es, es más que suficiente. —Ambos se contemplaron fijamente a los ojos, siendo Christian quien soltara la mano del ensimismado muchacho para acariciar su pétreo rostro, acercándose lentamente a él, susurrándole a escasos centímetros de su boca.

—Sé que el fin de semana aún no llega, pero quiero… —Calló por unos instantes, rectificando sus palabras— … más bien necesito concluir lo que dejamos inconcluso anoche gracias a la intervención del señor Clonazepan, el cual me dejó knock out y fuera de contienda.

—Pero Christian… no creo que… —El magnate no le permitió una negativa más, besándole como lo había hecho por primera vez dentro del ascensor del pent-house, consiguiendo con aquel intenso y profundo beso que Edward se mantuviera callado y con las defensas bajas, permitiéndole a Christian avanzar, acercando su cálido y ya excitado cuerpo al del tembloroso y tímido muchacho—. Christ… detente.

—Pssth… —Chitó el magnate, después de apartar sus labios de los del muchacho, posando su dedo índice sobre la boca del temeroso joven, insistiéndole que se callara—. Sabes que adoro tu elocuencia, tu perfecto léxico y tu forma única de dialogar pero ahora te ruego… o mejor dicho, te exijo que te calles por todos los cielos. —Subió la impoluta camiseta del muchacho, dejando su pálido torso al descubierto, mirándole con una particular curiosidad, acariciando su pecho plano y masculino, deseando analizar porque después de tanto tiempo de mantener relaciones sexuales con mujeres, le atraía tanto aquel delgado y poco corpulento hombre.

—Siento miedo de lo que podamos sentir el uno por el otro al final de todo esto. —Acotó Edward.

—Yo siento más temor ante la incertidumbre de no saber lo que realmente está surgiendo entre tú y yo. —Besó la pálida piel del muchacho, entre ambos pectorales, observando la mirada tímida y al mismo tiempo asombrada del chico, el cual no podía creer aun lo que estaba sucediendo—. ¿Te gusta? —preguntó besándole en el mismo lugar, recibiendo de parte de Edward un leve asentamiento de cabeza y un ahogado jadeo, lo cual le dio carta blanca al magnate para que prosiguiera con sus desinhibidas atenciones, mordisqueando, lamiendo y jugueteando despreocupadamente con los pezones del tembloroso joven, quien se estremeció de gusto ante la calidez y la humedad de aquella boca, deseando más de ella.

“¡Por todos los cielos!... esto no puede ser tan rico, no puede estarme gustando tanto” Exclamó internamente el consternado vampiro, negando una y otra vez con la cabeza, manteniendo los ojos cerrados y la espalda curva ante aquellos impúdicos, desvergonzados y sonoros chupetones que le dio el magnate, quien no dejó de mantener la mirada en alza, deleitándose con aquel tímido pero al mismo tiempo excitado rostro, mostrándoselo al mismo Edward por medio de sus pensamientos, haciéndole sentir más avergonzado de lo que ya estaba—. Deja de mirarme de ese modo, por favor.

—¿De qué modo? —preguntó Christian, aferrándole por las muñecas, consiguiendo que Edward abriera los ojos, al sentir como el magnate le jaloneaba para que se sentara.

—No sé… como lo haces… me incomoda. —Edward se incorporó ante la insistencia de Christian, observando como el caballero frente a él sonreía ante su tonta e infantil respuesta, quitándole la camiseta.

—Solo te estoy estudiando, Ed. —El chico bajó rápidamente los brazos, al sentirse desnudo frente al magnate, pretendiendo cruzarse de brazos, pero Christian atenazó nuevamente sus muñecas, prohibiéndole que se cubriera, recostándose lentamente sobre el pasmado joven, tratando de que este se acostara una vez más sobre la cama—. Y debo admitir que me gustan cada uno de tus gesto, tus muecas, cada forma de mirarme, de asombrarte ante lo que ocurre… —Besó de nuevo sus labios, mordisqueándoles con total desvergüenza— …Sentir como a pesar de tu temperatura corporal, tu piel se eriza, se estremece y todo tu ser cambia considerablemente. —Edward no supo a qué se refería el magnate, hasta que lo vio en su mente—. “Tu olor cambia, te transformas en un arma de seducción masiva y me haces desearte cada vez más y más”

Edward no comprendía como Christian percibía todo eso en él, ya que el muchacho no intentaba ser seductor y mucho menos provocativo, pero al recordar lo que una vez Carlisle le había explicado a sus hijos sobre el arma más letal de un inmortal, se imaginó que era algo involuntario en él, atribuyéndoselo a su condición de depredador y arma de doble filo.

—¿Por qué los mortales nos buscan tanto?... es decir… si yo fuera uno de ellos le huiría al peligro, pero pareciera que más bien les atraemos. —Acotó Emmett en aquella conversación que tuvieron una de las tantas noches en las que solían reunirse en familia.

—Es por lo que somos, Emmett. —Alegó Carlisle—. Nos convertimos en el depredador más letal del mundo porque podemos camuflarnos entre las presas, ya que somos iguales físicamente a ellas. —Tanto Jasper como Rosalie, asintieron en aquel entonces—. Y no conforme con eso, somos atrayentes, enigmáticos, deseables… nuestra condición vampírica nos transformó en lo que los mortales más ansían, para algunos podemos oler al ser que una vez amaron y perdieron, para otros a flores del jardín de los recuerdos más arraigados en su subconsciente, y para todos ellos olemos a deseo, a anhelo a necesidad de seguirnos, de amarnos, y es por eso que somos tan peligrosos, ya que atraemos a la presa hacia nosotros, mientras que con los demás depredadores es al revés, la presa suele huir del peligro, lo que no pasa con los humanos.

Aquello perturbó tanto a Edward, que estuvo a punto de detener los incesantes besos que Christian plasmaba por todo su cuello, deteniéndose de vez en cuando sobre su manzana de Adam, enfatizándolos en aquella zona, como si quisiera demostrarse así mismo que estaba intentando conquistar a un hombre, acariciando de igual modo todo el abdomen del muchacho, el cual mostraba un leve pero definido camino de vellos púbicos hasta su entrepierna.

“No pensaste nunca que te pudiesen llegar a gustar los hombres” Christian se apartó un poco de su amante, mirándole a la cara. “No Christian, no te gustan los hombres… te gusta él… te gusta Edward y solo lo deseas a él” Aquello tumbó nuevamente todas las posibles defensas del vampiro en contra de los deseos de su amo, dejando que el hombre volviese a atacar todo el largo de su cuello con una carantona de besos que consiguió en el chico el efecto deseado que anhelaba Christian, el cual sintió como un prominente pene comenzó a materializarse entre los pliegues de su pantalón, chocando con su ya predispuesta y dura hombría.

—¿Te gusta, Ed?... —preguntó sutilmente el magnate al oído del muchacho—. Tus gemidos me dicen mucho, pero a veces no es suficiente para alguien como yo. —Edward no pudo dejar de sentir tantas cosas por Christian, deseaba besarlo, morderlo y plasmarse en él de un modo en el que no pudiese olvidarle jamás y sobre todo de la forma más desinhibida que su avergonzado ser le pudiese permitir entregarse, sin temor a nada, pero el vampiro supo de sobra que si perdía el control, podría llegar a hacerle mucho daño, apretando con fuerza las sabanas.

—Me gusta, Christ. —Aquello complació enormemente al magnate, quien lo atrajo hacía su cuerpo después de colocarse de medio lado sobre la cama, sin que ambos hombres pudiesen dejar de mirarse, siendo Edward como siempre ocurría, quien cortara el contacto visual entre él y su amante, observando las diversas cicatrices que aquel hombre mostraba sobre su pecho, pretendiendo tocar una de ellas, pero Christian fue lo suficientemente rápido como para aferra su mano, negando levemente con la cabeza.

—¡No, por favor! —Exclamó Christian por lo bajo.

—Lo siento.

—Está bien, Ed… yo quisiera permitírtelo, pero…

—No, no… está bien Christian… entiendo que las personas tengan sus límites… yo los tengo. —El apuesto hombre junto a Edward sonrió con cierta picardía, alzando una de sus cejas.

—Eso me imaginé. —Edward sonrió tímidamente bajando la mirada.

—Lo siento, Christian… pero no creo poder complacerte en todo. —El aludido mantuvo la mano de Edward aferrada entre la suya, apretándola con firmeza—. Así que el que tú tengas tus límites me deja a mí imponer libremente los míos, sin temor a una negativa de tu parte—. Christian se removió un poco incómodo sobre la cama.

—Mmm… me parece justo… —Incitó a Edward a levantar la cabeza, para que le viera a los ojos—. Dígame sus límites señor tildo-todas-las-clausulas-fuertes-del-contrato. —Aquello consiguió una risita irónica de parte del vampiro.

—Lo hice porque todo era hipotético, Christian.

—Pues ya no es tan hipotético… ¿no es así Edwarcito? —preguntó Christian, mirando la entrepierna del muchacho, consiguiendo una carcajada de su parte, enterrando su avergonzado rostro sobre la almohada—. Y el señor Christiancito lo corrobora… ¿No es cierto compañero? —Justo cuando el magnate alegó aquello, Edward apartó su apenado rostro de la almohada, observando como Christian sacó su duro, venoso y cavernoso miembro de su pantalón de pretina, bajando tanto la elástica tela como el bóxer que lo resguardaba, consiguiendo que Edward palideciera más de la cuenta.

—¡Oh por Dios!... —Volteó el rostro a otro lado completamente avergonzado.

—Mírame, Edward… me excita que me miren, que me admiren… que me vean con ojos de deseo.

—A mí no. —Intentó con todas sus fuerzas no mirar hacia abajo pero se le dificultaba enormemente, percibiendo el olor a deseo que emana del cuerpo de Christian.

—Lo sé… y eso hace que desee mirarte desnudo. —Tanto las palabras como el movimiento de la mano del magnate hacia el botón de su pantalón, consiguieron de parte de Edward una respuesta negativa, aferrando el brazo de Christian—Vamos, Ed… coopera un poco… ¿quieres?... ya estamos aquí y…

—Dije que tengo mis límites—Christian puso los ojos en blanco.

—¿Y tus límites son “mírame pero no me toques”?... ¡Oh vamos!... es como pedirme que lama un filete pero que no me lo coma. —Edward supo de sobra a que se refería Christian, ya que de ese mismo modo se sentía él al besarle y no poder hincarle el diente.

—Oh… bueno… sería lo mejor. —Christian negó con la cabeza—. Pero se que te negarás así que no, no son precisamente mis límites. —. El magnate le exigió que le dijera de una buena vez cuales eran sus límites, sin dejar de aferra la pletina del pantalón, a la espera de poder desabotonarle—. No quiero… —El chico no sabía cómo hacerle saber que no deseaba ser penetrado, soltando en voz baja y con la cabeza agacha— …No quiero que entres. —Christian alzó una de sus cejas.

—¿Qué no entre?... ¿qué no entre a donde, Edward? —El chico se cubrió la cara.

—Tu sabes...  allí… no quiero que estés dentro de mí.

—¿No quieres que te coja?... ¿es eso? —Edward enterró su avergonzado rostro en la almohada, haciendo sonreír a Christian—. ¡Vamos Ed!… ¿en serio te da vergüenza que diga eso? —El chico asintió—. Ok, ok… no habrá penetración, ¿alguna otra cosa?... Mmm… mamadas…

—¡Por todos los cielos Christian!... ¿Podrías ser menos explícito? —El aludido soltó una risotada.

—Cierto que el señor reprimido no le gustan las palabras fuertes…  ok… Mmm… —Rectificó— …¿Habrá sexo oral?

—Definitivamente, no. —Acotó el vampiro mirándole ceñudo, al igual que lo hacía Christian ante su respuesta.

—¿Es en serio o me estas tomando el pelo? —Edward pretendió incorporarse de la cama, pero Christian se lo prohibió, halándole del pantalón, atrayéndole aún más hacia su cuerpo—. Ok, Ed. No habrá penetración, ni tampoco sexo oral, pero yo aún no sé cómo tener sexo por medio del chacra y la verdad es que no creo que la metafísica haya creado el sexo astral o algo por el estilo, así que explícame cómo diablos quieres intimar conmigo si no quieres esas dos cosas. —Edward no supo que decir, bajando nuevamente la mirada, observando como el duro miembro de Christian estaba comenzado a perder su firmeza.

—No sé… podríamos solo… —Se lo pensó por unos segundos y luego argumentó— …explorarnos. —Se sintió un poco estúpido al respecto, pretendiendo cubrir nuevamente su cara con la almohada, pero Christian ya había aferrado la mano del joven psicólogo, posándola sobre su pene, robándole a Edward un jadeo y una exclamación que el magnate no supo cómo interpretar—. ¡Por amor a Dios, no! —El consternado caballero soltó rápidamente la mano del chico, pero para su sorpresa, el joven estudiante no apartó la suya de su erguido miembro, acariciando la suave piel del glande, consiguiendo con aquella simple caricia que Christian se excitara al punto de dejar escapar un poco de pre-cum, lo cual humedeció los temblorosos dedos de su amante.

—De eso justamente estoy hablando. —Edward no podía entender porque sus dedos no podían dejar de acariciar la punta del pene del magnate, pero tal parecía agradarle—. No hay forma de hacer esto sin tocarnos. —Ambos bajaron al mismo tiempo la mirada, observando como la mano de Edward parecía no importarle en lo más mínimo lo impropio de la situación, y muchos menos incomodarle lo húmedo que se sentía aquella caricia, deseando sentir más de aquel suave, lubricado y duro miembro masculino, el cual por supuesto, no era el suyo.

—Yo… —Edward titubeo un poco, pero al pretender apartar su mano del miembro viril de Christian, este ya había atenazado nuevamente el botón de su pantalón, desabotonando rápidamente la prenda que resguardaba el pene del muchacho, bajando lentamente la cremallera ante los ojos atónitos del pasmado inmortal, quien permaneció con su mano sobre el duro pero al mismo tiempo frágil miembro humano, temiendo descontrolarse y causarle mucho daño, intentando mantenerse calmado ante lo que Christian estaba a punto de hacer, percibiendo como tironeó de sus prendas inferiores hasta dejar aquel pálido, largo y duro pene inmortal al descubierto.

—¡Oh vaya! —Edward simplemente cerró sus ojos ante la vergüenza que lo embargaba, observando por medio de la mente del magnate, como el desvergonzado hombre contempló aquel prominente pene, comentando jocosamente—. Diez y medio… ¿eh?... yo diría que calzas del once. —Edward no pudo evitar soltar una risa nerviosa, sin dejar de mantener los ojos cerrados, pero al sentir la inesperada y cálida caricia sobre su frío y pálido miembro masculino, no pudo mantener más aquella postura rígida y neutral, estremeciéndose sobre la cama, abriendo rápidamente los ojos para contemplar el desvergonzado, petulante y al mismo tiempo deseoso rostro del magnate, el cual comenzó a masturbar sin pudor alguno a su amante, incitándole con la otra mano a que hiciera lo mismo sobre su sensible, calenturiento y prominente pene.

—Esto no puede ser real, no puede estar pasando… tú y yo somos… —Christian no deseaba escuchar una negativa más de la boca de su amante, acallando sus quejas y cualquier reticencia de su parte con un nuevo beso, el cual le demostró a Edward lo mucho que el magnate lo deseaba, al mordisquear, chupar y cubrir cada recovecos de sus delgados pero deliciosos labios con los suyos, consiguiendo del muchacho, lo que estaba anhelando, que respondiera tanto a aquel beso como a las caricias que le daba, recibiendo el mismo trato que Christian le daba al pene de Edward sobre su propio miembro viril.

—Así se hace, Ed… Mmm… si, así se acaricia un pene… imagina que es el tuyo… —Susurró Christian tan cerca del rostro del vampiro, que en cada palabra rosaba los labios del muchacho al hablar— …tócame en donde te gustaría ser tocado, acaríciame como te gustaría que yo lo hiciera y entrégate sin temor, sin vergüenza y sin juzgarte a ti mismo ya que él único que puede hacerlo es tu amo y él no tiene nada malo que decir en contra de lo que nos estamos ofreciendo el uno al otro. —Christian no había terminado de decir aquello cuando Edward ya estaba acariciando los suaves testículos del magnate, lo que logró robarle varios gemidos de gusto al desinhibido hombre, el cual no tenía problema alguno de expresar lo que sentía ante aquello—. Mmm… si, si… así… sigue nene… sigue así.

Ambos hombres de medio lado sobre la cama explotaban sus miembros, Edward con todo el temor del mundo de hacerle daño y Christian anhelando plasmar en el del chico todo el deseo que lo embargaba, cubriendo con expertas caricias toda la longitud de su hombría, siendo Edward el único de los dos en no saber que diantres hacer para retribuir tan delicioso éxtasis de placer que estremecía y humedecía la punta de su largo pene, odiándose internamente al ser tan mojigato.

—Aférralo por completo, Ed. Así… como yo lo hago con el tuyo. —Exigió Christian al sentir que las caricias del muchacho parecían un poco tímidas y sin un punto fijo como las del magnate, quien intensificaba cada roce de sus dedos tanto en el glande como en el pequeño rastrillo que unía la punta del pene con la piel del prepucio, justo en donde a él le gustaba ser tocado, imaginando que todos los penes eran iguales o sentían lo mismo.

—No sé lo que hago. —Acotó tímidamente el muchacho.

—Solo has lo que yo haga, Ed. —El aludido asintió, sin poder ver a Christian a la cara, observando como el magnate intentó cubrir todo su pene con la mano derecha, incitando con su mano izquierda a que el vampiro hiciera lo mismo con el suyo, comenzando a mover su pelvis al sentir como el asustado e inexperto joven arropó con sus dedos el grueso y empalmado sexo, incitándole con aquel movimiento a que lo acariciara, le frotara y le hiciera sentir placer, llevándolo a la culminación.

Los dos se deseaban intensamente, y aunque ninguno supo aún por qué habían despertado tantas cosas entre ellos, no quisieron detener sus impúdicas y constantes caricias sobre el miembro del otro, así como sus sonoros jadeos y sus hambrientos besos, los que de vez en cuando surgían ante los intensos gemidos que Edward dejaba escapar de su garganta, incitando a Christian a acallarlos o a simplemente ahogarlos entre besos, bebiéndolos de la boca ajena, haciéndolos suyos.

—Christian… —Logró decir el extasiado joven, cada vez que el magnate liberaba sus labios, atacando frenéticamente su cuello sin dejar de masturbarle.

—Me gusta esto Edward… me gustas tú, y ya no quiero callármelo. —Si el vampiro hubiese podido llorar lo hubiese hecho justo en aquel momento, dejando escapar aquel chillido ahogado que solía emitir cada vez que deseaba llorar, asustando al magnate—. ¿Te estoy haciendo daño? —Edward negó con la cabeza, manteniendo sus ojos cerrados, soltando el palpitante pene de su amante para aferrarle del cuello con ambas manos, besándolo como si necesitara con desmedido anhelo el sentirlo junto a él, causándole daño tanto con sus manos como con la fuerza con la que había pretendido besarle, rompiéndole el labio inferior—. ¡Aagh… Edward, detente! —Al escuchar sus súplicas y sentir el delicioso sabor de la sangre de Christian, el vampiro se detuvo de ipso facto, mirándole completamente aterrado.

—Déjame revisarte. —Christian pretendió decirle que todo estaba bien, pero el aterrado rostro del muchacho le hizo callar, permitiéndole que viera por sí mismo que no había sido tan grave—. ¿Te duele? —El magnate negó con la cabeza, pero el chico temió ante la posibilidad de haberle mordido y por consiguiente infectado con su ponzoña—. No me mientas, Christian.

—No te estoy mintiendo, Edward… solo fue el choque violento de ambas bocas lo que ocasionó que me lastimara el labio, nada más… ¿a qué le temes? —El chico no supo que responder y simplemente bajo la cabeza.

—A nada… es solo que siempre temo hacerte daño… evito descontrolarme pero tu logras desestabilizarme por completo y faltar a mi empeño por protegerte hasta de mí mismo. —Aquello hizo sonreír a Christian.

—Y te lo agradezco, nene… —Era la segunda vez que Christian le llamaba de aquel modo, sin saber que sentir o que decir al respeto, ignorando aquella tonta pero al mismo tiempo agradable muestra de afecto—. Pero ya paso y no quiero que tus miedos nos arruinen el momento. —Ambos se vieron a las caras, bajando progresivamente sus ojos hacía el sexo ajeno, deseando retomar las caricias sobre el cuerpo del otro, pero Edward supo que no disfrutaría al cien por ciento de aquella primera experiencia con Christian si no hacía algo al respecto, exigiéndole a su amo y señor con el tono de voz más implorante que pudo haber usado, intentando conseguir una respuesta positiva de su parte.

—Áteme, mi señor. —Christian miró completamente pasmado aquel dulce, implorante y sumiso rostro rogándole que lo atara, despertando en su cuerpo un mar de sentimientos que lo consumieron por completo.

—¿Cómo has dicho? —preguntó Christian queriendo escuchar nuevamente aquel ruego que lo había excitado el doble de lo que ya estaba, observado como Edward se inclinó para tomar del suelo la corbata que el magnate había dejado abandonada al desvestirse en su camarote, después comenzar la tonta discusión acerca de donde dormirían.

—Quiero que me ate, no estaré tranquilo si no mantiene poder sobre mí… soy fuerte y puedo hacerle mucho daño pero usted es el amo… demuéstreme que puede domar a la bestia que hay dentro de mí. —Christian no pudo evitar que una segunda descarga de pre-cum escapara de su deseoso y tenso pene, ante las palabras que Edward había acotado, desestabilizando por completo al magnate—. ¡Por favor, Christian…  átame! —Volvió a exigir, entregándole no solo la corbata, sino toda su confianza en él, al colocar ambas muñecas frente a su amante, incitándole una vez más a amordazarle.

“Y luego me preguntas por qué siento cosas impropias por ti, Edward… eres el ser más maravilloso del mundo” Pensó tomando rápidamente la corbata, entrelazándolas entre ambas muñecas, mientras Edward intentó no sonreír ante sus pensamientos, ya que aquellos lo hicieron sentir realmente querido por el magnate—. Ahora estás a mi merced, Edward. —Alegó Christian después de apretar el último nudo, alzando ambos brazos por sobre la cabeza de su sumiso, incitándole a recostarse nuevamente sobre el colchón, atando el sobrante de la corbata al barandal o espaldar de la cama, pretendiendo mantenerlo bajo sus dominios, y aunque Edward supo de sobra que aquello no lo detendría, si lo haría el poder mental y psicológico que ahora Christian infringía sobre el apuesto muchacho, aquel poder del que Elena les había hablado el día en el que el joven prospecto y ella se habían conocido.

“Demuéstrale que el amor de un amo va más allá de una fusta y que al final, aunque tú decidas abrir las cadenas, se encontrará tan sumergido en su amo y señor que su esclavitud solo estará en su mente”

—Pensé que no querrías a tu amo en nuestra primera vez de sexo convencional. —preguntó el magnate, mientras Edward siguió pensando en las palabras de Elena, respondiéndole al apuesto hombre frente a él.

—El amo es parte de ti, Christ… decir que te quiero solo a ti y no al amo es como pretender que solo desees a tu sumiso y no al irreverente psicólogo que te saca tanto de quicio. —Christian puso los ojos en blanco.

—A ese más que a mi sumiso es al que quiero nalguear y amordazar. —Aquello hizo sonreír a Edward—. Pero en efecto, que sería de mí sin las divertidas disputas con el irrespetuoso, egocéntrico y obstante estudiante de psicología

—¡Oye!... tampoco es para tanto. —Edward pretendió refutar sus odiosas palabras, pero Christian ya se había apoderado nuevamente de su boca, acallando cualquier queja de su parte, percibiendo como el duro y palpitante pene de su amante aprisionó el suyo, al recostarse sobre el semidesnudo cuerpo del vampiro, quien mantuvo sus pantalones a la altura de sus muslos, mientras que los de Christian se encontraban en sus rodillas, comenzando a patalear para quitárselos por completo, colocando sus piernas a cada lado de las de Edward, moviendo enérgicamente su pelvis sobre el erizado vello púbico del muchacho, el cual no podía creer lo placentero que podría llegar a sentirse aquel impropio momento para él, aunque para Christian era lo más excitante y calenturienta que pudo imaginar entre ambos, ante los límites impuestos por el tímido muchacho.

—¡Oh mi Dios! —Exclamó el excitado vampiro, a lo que Christian respondió con una blasfemia, sin dejar de frotar su pene sobre el de Edward.

—Sé que puedo parecer un Dios, pero no… solo soy tu amo y señor. —En otro momento aquello hubiese incomodando al muchacho, pero ante las oleadas de placer que lo embargaban, simplemente decidió no decir nada, dejando que su garganta expresara por medio de sus incesantes jadeos, lo que sus impropias palabras así como sus incesantes movimientos sobre su cuerpo causaron en él, intentando contenerse y no acabar antes de que Christian lo hiciera.

—Esto me gusta… —Jadeo y gimió una y otra vez sin control—. Me gusta mucho. —Christian aferró su mentón con fuerzas, intentando clavar sus dedos en el pétreo rostro del muchacho, susurrándole al oído después de morder y lengüetear desvergonzadamente su oreja.

—Quiero que acabes justo cuando tu amo lo haga. —Edward abrió los ojos, mirándole fijamente al rostro, mientras Christian siguió aquel vaivén de sus caderas, consiguiendo con aquella fricción que tanto el pene del chico como el del magnate estuviesen tan erectos y deseoso que dolía.

—Pero Christian.

—No hay peros cuando tu amo te exige algo, Edward. —El chico simplemente asintió, cerrando nuevamente los ojos, concentrándose no solo en su placer personal, sino en el de su amo, ya que, aunque no poseía el don de Jasper, el leer la mente del magnate le daba cierta ventaja sobre él, logrando ver los lujuriosos pensamientos de su amante, aquel que estaba al igual que Edward tratando de conseguir la culminación plena y satisfactoria. “Vamos Ed… esto no es nada en comparación con las cosas que deseo hacerte, pero si con tan poco logras excitarme de este modo, no quiero imaginarme cuando seas mío al cien por ciento”

Christian le mostró a Edward diversas posiciones en las que el magnate se lo imaginó penetrándole con fuerza en contra de la pared sin pudor alguno, haciéndole gemir y gritar ante el placer que aquel hombre deseaba entregarle, logrando con aquella grafica imagen mental que ambos amantes comenzaran a sentir la proximidad del clímax total, siendo el joven vampiro quien tratara de ahogar sus sonoros jadeos ante el orgasmo que lo embargaba al darse cuenta de cómo Taylor parecía estar despierto en el camarote conjunto, intentando ignorar los gemidos que se colaban entre las delgadas paredes, siendo Christian quien dejara escapar los más fuertes rugidos desde lo más profundo de su garganta, buscando la boca de su amante para robarle los gritos que había estado intentando acallar, soltándolos dentro de aquel beso que se entregaron el uno al otro, en donde ambos hombres disfrutaron al unísono de la culminación plena.

—Esto no puede estar pasando. —Alegó Edward después de poder liberarse de aquel hambriento beso, sintiéndose tan mareado ante el placer que lo embargaba, que no pudo más que dejarse vencer por lo que estaba sintiendo por su amante, susurrando más para sí mismo que para Christian—. Me gusta. —El chico deseó expresarle lo mucho que le gustaba lo que estaba sintiendo, pero el asombrado magnate entendió algo completamente diferente, respondiéndole a continuación.

—Tú también me gustas, Edward. —El chico no supo cómo reaccionar, sintiendo como Christian se deslizó por uno de sus costados, cayendo a su lado sobre la cama, comenzando a desatar la corbata que mantuvo al vampiro maniatado, mientras el tímido y sumiso muchacho, no dejó de mirarle, completamente embobado.

“No puede ser que, le guste” Pensó sin saber cómo sentirse al respecto. “Di algo Edward” Se incitó así mismo a desmentir lo que Christian había escuchado pero tal parecía que su corazón no deseaba engañarse más, dejando que tanto el magnate como sus sentimientos expresaran lo que ambos sentían, preguntándole tontamente mientras el caballero a su lado limpiaba su embadurnado pene.

—¿Y ahora qué? —Christian no supo a qué se refería el muchacho hasta que el chico atenazó raudo las sabanas, echándoselas encima para poder subirse rápidamente el pantalón, argumentando a continuación—. ¿Qué sueles hacer después de… —Pensó en decir “hacer el amor” pero sabía que Christian le diría que él no hacia el amor— …de tener sexo? —Se hizo un mohín sobre la cama, consiguiendo que el magnate le observara con una dulce sonrisa, la cual le demostró al chico que la forma en la que se lo había preguntado lo había cautivado.

—¿Qué sueles hacer tú después de tener sexo? —Quiso saber Christian, ya que él seguía sintiendo que Edward le mentía con respecto a su virginidad.

—Mmm… no sé… eso depende de la otra persona y sus hábitos sexuales. —El sonriente multimillonario imitó la postura de Edward sobre el colchón, notificándole muy cerca del rostro.

—Si fueras una de mis sumisas y estuviésemos en el cuarto rojo lo que haría sería llevarte entre mis brazos hasta tu recamara y yo me iría a la mía. —Aquello consiguió una mueca bastante inusual en Edward, quien no supo si reír, hacerse el desentendido o simplemente morirse de la vergüenza con tan solo imaginarse aquello—. Pero… —Christian se lo pensó por unos segundos y después de bajar la mirada tímidamente, alegó— …Como eres más que solo mi sumiso y hay solo un camarote disponible, yo creo que simplemente debemos dormir y esperar para ver a que nuevos acontecimientos nos enfrentaremos mañana. —Edward asintió.

—Me parece perfecto. —Ambos se vieron a las caras y aunque ninguno de los dos argumentó algo más al respecto, no tuvieron que hacerlo, todo lo demás se lo dijeron con la mirada que se dieron, siendo Edward quien cortara la visión entre ellos ante la vergüenza que solía embargarle, bajando lentamente la mirada, consiguiendo que Christian uniera su frente a la suya—. ¿Esto se podría catalogar como sexo Vainilla? —Aquella tímida y al mismo tiempo infantil pregunta de parte de Edward, consiguió que Christian soltara una risotada, abrazándole con todas sus fuerzas.

—Sí, Ed… esto es sexo vainilla, sin duda alguna. —Edward no opuso resistencia alguna ante aquel abrazo, sonriendo al igual que lo hacía Christian, quien fue quedándose profundamente dormido.

Edward no pudo dejar de rememorar aquel orgasmo, aquellos besos y sobre todo cada una de las palabras que ambos se dijeron, sin poder creer aún que su sexualidad siempre había pertenecido a aquella a la que su propio padre lo catalogaba, siendo Esme quien se resistiera a creer que así era.

“No quiero etiquetarme, pero Carlisle tenía razón, soy gay y no puedo ocultármelo” Justo en aquel momento el enorme y lujoso velero pasó por una villa abandonada, la cual comenzó a mostrarse en todo su esplendor frente al pensativo muchacho, logrando sumergir al vampiro en recuerdos infantiles de una memoria que creyó perdida junto a su humanidad, rememorando su antigua casa en Chicago, Illinois en el año de 1910, cuando Edward contaba con tan solo nueve años de edad, imaginando a su madre biológica Elizabeth, contemplarle desde un hermoso balcón de barandales en madera tallada y pilares de mármol, exigiéndole que no se ensuciara ya que su padre llegaría pronto a casa y el imponente hombre detestaba verlo sucio y marginado como los niños pobres de la ciudad.

—Buenos días, Edward. —La voz de Christian a sus espaldas lo hizo saltar de golpe, sin poder creer que se había sumergido tanto en aquel recuerdo como para no escuchar u olfatear al magnate.

—Hola… —Giró raudo sobre sus pies, aferrándose del barandal del velero—. No… no te escuché llegar. —Christian le sonrió, pretendiendo acomodarle su cobrizo cabello, el cual se arremolinó a causa del viento, consiguiendo que el vampiro se apartara un poco de él, mirando hacia donde se encontraba Taylor dándoles la espalda—. No hagas eso.

—¿Por qué no? —Por más que se resistió, Edward no pudo apartar a Christian de él, intentando aplacar su rebelde cabello—. Ya te dije que no me importa lo que Taylor piense. —Volteó a ver a su guardaespaldas—. Es más… si quieres lo llamamos y le preguntamos a ver si así…

—No, no… por favor… no lo hagas. —Interrumpió Edward, su inaceptable propuesta—. Solo trata de ser un poco discreto… ¿sí? —Christian asintió, volteando a ver lo que mantuvo al chico tan ensimismado en sus pensamientos, percatándose de la hermosa casa abandonada en la villa, mirando nuevamente al muchacho.

—Dicen que esa casa es de una pobre viuda que sigue esperando a su amor, el cual murió en la guerra. —Edward volteó a verle a sabiendas de que todo aquello se lo estaba inventando.

—No juegues conmigo tan solo porque soy un joven romántico, se nota a simple vista que esa casa esta deshabitada—. Christian sonrió, observando como el chico volvió a mirar hacia aquel lugar, aunque ya no se pudiese distinguir la casa, la cual se perdió de vista entre los árboles que la flanqueaban—. Por unos segundos me hizo rememorar mi niñez. —Aquello incomodó un poco a Christian, ya que la suya había sido bastante traumática y no deseaba enterarse de que Edward había corrido con la misma suerte—. Vi a mi madre en ese hermoso balcón esperando el regreso de mi padre mientras yo jugaba en el patio, fue algo que creí haber olvidado. —El serio e inmutable magnate, siguió mirándole a la espera de un desenlace fatalista como el suyo, haciendo sonreír a Edward, quien volteó a verle, notificándole dulcemente—.  Ella estaba perdidamente enamorada de él, deseaba que yo permaneciera pulcro e impecable para su regreso.

—¿Si no te golpeaba? —Edward sonrió nuevamente negando una y otra vez con la cabeza.

—No Christ… solo quería que yo le demostrara a mi padre lo bien portado que era su hijo. —Se recostó de proa, mirando al horizonte—Esa tarde él regresó con flores para ella y una barra de chocolate para mí. —Miró a Christian, quien se encontraba aun esperando el fatídico desenlace de toda aquella historia, escuchando nuevamente hablar al vampiro—. Yo había aprendido a tocar la sonata de invierno de Beethoven y mi madre deseaba que yo la tocara esa tarde para él, temí tanto equivocarme.

—¿Por qué?... si no lo hacías bien te hubiese reprendido… ¿cierto? —Edward soltó una risita irónica, negando nuevamente con la cabeza.

—No Christian… temí equivocarme porque la había estado practicando día y noche antes de su regreso de aquel viaje a la capital, mi padre era un muy reconocido abogado gubernamental y solía viajar mucho. —Christian asintió sintiéndose un poco avergonzado, al darse cuenta de que esperaba cierta similitud con su historia, pero al parecer se había equivocado—. Cuando pude tocarla para él las manos me sudaban pero no tuve ningún fallo y mi padre, quien había sido quien me impulsara a tomar clases de piano se sintió muy complacido con mi pulcra ejecución.

—¿Qué edad tenías? —Quiso saber el magnate.

—Nueve años. —Christian se sorprendió.

—¿Tenías tan solo nueve años y ya sabias tocar la sonata de invierno? —Edward asintió.

—De hecho sé tocar las cuatro estaciones. —Aquello sorprendió aún más a Christian—. Ejecuto cualquier música que me pidan, pero prefiero tocar mis propias canciones. —El magnate acortó distancia entre él y el chico, el cual volvió a voltear hacia donde se encontraba Taylor, quien giró raudo su cara al ver como ambos hombres se juntaban.

—Tocaras algo que sea de tu autoría solo para mí. —Edward asintió, apartándose nuevamente de quien ahora él consideraba su amante.

—Taylor nos está viendo. —Christian se apartó del muchacho, volteando a ver a su guardaespaldas, el cual le notificó a su jefe, intentando sonar relajado y despreocupado.

—Señor Grey… abajo en la cocina del barco, Sam y yo dejamos un sustancioso desayuno para usted y el joven Edward. —El magnate asintió, agradeciéndole su total amabilidad, incitando a su tímido sumiso a bajar con él hacia la cocina, acotando mientras bajaban que allí estarían mucho más a gusto y menos temerosos, aunque el vampiro pudo leer en la mente del aquel hombre, que aquello lo había dicho con toda la intención de darles más privacidad debajo del velero y así no fuesen tan obvios delante de él.

Llegaron al lugar, siendo Christian quien destapara todas las charolas, observando los deliciosos cruasanes de jamón y queso, junto a la jarra de café y el pote de mantequilla de maní, aun destapado, exigiéndole al muchacho que tomara asiento, sirviéndole de todo en un pequeño plato.

—¿Cuál de tus composiciones tocarías para mí? —Quiso saber el magnate, tratando de retomar la conversación que mantuvieron en proa, comenzando a degustar del desayuno.

—Ninguna de ellas. —Acotó Edward, tomando uno de los cruasanes, masticándole con parsimonia a la espera del desagradable sabor de la comida humana, de lo cual aún no podía acostumbrarse, percatándose de como Christian le miró bastante asombrado—. Quiero escribir la respuesta a tu sonata. —El magnate detuvo la ingesta de comida, mirándole ensimismado—. La que nombramos cincuenta sombras. —A lo que el entusiasmado hombre preguntó, dejando al descubierto lo mucho que aquella respuesta le había agradado.

—¿Y cómo se llamaría? —Edward le sirvió a Christian una taza de café, entregándosela en sus manos, consiguiendo con aquel gesto poder tocarle los dedos, respondiéndole sin dejar de verse a la cara.

—Cincuenta sombras más oscuras. —Una de las comisuras de los labios de Christian se estiró en una mueca que pretendía ser una sonrisa maliciosa, pero termino por convertirse en un gesto lo bastante seductor, que Edward no pudo evitar desear besarle, aunque como siempre ocurría, simplemente se lo calló para sí mismo, soltando las manos del apuesto multimillonario, el cual acotó a continuación, después de sacar su teléfono celular del bolsillo.

—Me gusta. —Edward sonrió tímidamente, retomando la ingesta de comida, pensando si alguna vez tendría el tiempo para escribir la sonata prometida, ya que con lo que estaba pasando con Victoria, tanto la vida de Edward como la de Christian, parecían no tener paz, volteando a ver a su acompañante, quien palideció ante el mensaje que estaba leyendo en su celular, perteneciente a su hermana Mía.

[Código rojo, hermanito… se aproxima una catástrofe de magnitudes insospechadas, por favor… llama cuando puedas]

A Christian le bajó la presión y Edward estuvo a punto de atragantarse con el bocado de comida, el cual se quedó atorado en su esófago, observando al magnate realizar la llamada, escuchando la alterada voz de Mía del otro lado de la línea, notificarle a su hermano.

—¡Por todos los cielos, Christian!... ¿En dónde diablos te has metido?... Mamá nos trae de los cabellos con lo de la fiesta de beneficencia del sábado que viene, no han donado suficientes joyas para la subasta y las pocas que hay son de dudosa legitimidad, no conforme con eso, los pegotes que nos pusiste como guardaespaldas nos están enloqueciendo… ¿En realidad son necesarios?... es decir… no me quejo cuando el papacito de Sam me cuida, es colirio para mis ojos pero está chica… Leah, en verdad es detestable… ¿puedes creer que solo porque le pedí que llevara mis paquetes hasta el auto me llamó parásito?... Le dije que se largara, según Sawyer enviarán a otra persona… en fin, decía que las joyas no son suficientes… —Mía siguió y siguió despotricando por el celular todo lo que la estaba enloqueciendo, explicando que su código rojo de alerta era porque no conseguía los zapatos perfectos para su vestido y que si Grace y Carrick no lograban conseguir joyas que en verdad llamarán la atención de los multimillonarios que las deseaban adquirir, la fiesta pro-fondos que solían organizar los Grey todos los años, se iría al caño.

—Ni puedo creer esto… —Espetó Christian por lo bajo, cubriéndose el rostro por demás avergonzado, mientras Edward sonreía sin dejar de escuchar las loqueteras de Mía, la cual parecía una locomotora fuera de control, hablando y hablando sin permitirle a sus pulmones el alivio de respirar, siendo Christian quien la hiciera callar—. ¡Ya basta Mía!… estamos en peligro y tanto tú como mi madre parecen no entenderlo… No creo que sea buena idea que Grace y Carrick den esa fiesta. —El molesto magnate comenzó a discutir con su hermana, la cual parecía no querer entender el peligro que todos corrían, exigiéndole al iracundo hombre que regresara de donde fuese que estuviese, justo cuando Edward sintió vibrar su celular en el interior de su bolsillo, sacándole rápidamente para leer el mensaje de Alice.

[Dile a Christian que yo ayudaré a Mía en todo, que deje de discutir con ella… se acerca un peligro mucho mayor que Victoria y necesitamos estar involucrados en esa fiesta Edward, o todo terminará en sangre y muerte]

Aquella acotación de parte de Alice ensombreció tanto el rostro de Edward, que Christian pudo darse cuenta de su cambio de humor, notificándole a su hermana que llamaría luego, culminando con el incesante parloteo de la muchacha.

—¿Qué ocurre, Ed? —Preguntó Christian arrodillándose frente al muchacho para verle a la cara—. Habla por amor a dios, ¿pasó algo malo? —Edward pretendió actuar normal, pero al darse cuenta de como el magnate se había percatado de su cambio de ánimos, simplemente lo mantuvo por unos segundos más, notificándole al asustado hombre.

—Se viene una hecatombe. —Christian le exigió que se explicara, observando como el muchacho comenzó a sonreír, argumentando a continuación—. Alice y Mía se unirán para ayudar a tus padres a organizar la fiesta de gala pro-fondos y creo que los Cullen estaremos invitados. —El magnate abrió desmesuradamente los ojos.

—Seremos ridiculizado en público, Edward… —Intentó decir aquello seriamente, aunque se le dificultaba, siguiéndole la joda al muchacho—. Mis padres y los tuyos nos obligarán a ir y ellas dos se encargarán de dejarnos en ridículo delante de la alta alcurnia americana. —El chico no pudo evitar soltar una carcajada, y aunque aún seguía preguntándose cual sería aquel mal mayor que se acercaba por sobre el de Victoria, intentó mantener su amplia sonrisa y el buen sentido del humor intacto, logrando que Christian no se percatara de lo que realmente estaba sucediendo—. Le diré a Taylor que fije curso al infinito y más allá… no pienso volver a Seattle antes del sábado. —Edward se incorporó de su asiento, incitando a Christian a levantarse de su inclinada postura sobre el suelo.

—Creo que eso será imposible, pero… iré a donde tú quieras ir. —Aquello consiguió que Christian le aferra del rostro, mirándole fijamente a los ojos, susurrándole dulcemente.

—¿Qué voy a hacer contigo, Edward? —El chico simplemente se encogió de hombros, pretendiendo bajar la cabeza, pero Christian no se lo permitió, besando una y otra vez sus labios, siendo el avergonzado vampiro quien se percatara del intruso que los observaba a su izquierda, apartándose rápidamente del magnate, volteando a ver a Sam, el cual pretendió marcharse antes de ser visto, deteniendo su infructífera huida, al darse cuenta que había sido descubierto.

—Lo siento, no fue mi intención molestar. —Se introdujo nuevamente en su camarote, cerrando rápidamente la puerta, mientras que Christian y Edward cubrieron sus rostros completamente avergonzados.

—Esto no puede estar pasando. —Acotó Christian, frotándose la frente.

—Hablaré con él. —Christian asintió,  notificándole al muchacho.

—Ve… yo iré a hablar con Taylor… tenemos que mantenerlo en secreto lo más que podamos. —Edward asintió, ya que ambos temían por lo mismo, por el que dirán y sobre todo, las posibles etiquetas que todos les pondrían a una situación que ellos aún estaban experimentando y que no sabían cómo llamar, deseando que los demás no miraran aquello con malos ojos y sobre todo que sus familias aceptaran lo que poco a poco estaba naciendo entre el apuesto vampiro y el enigmático y seductor hombre de negocios.


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