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50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego) por ErickDraven666

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Capítulo 24

Contratiempos

El fin de semana estaba próximo a llegar y con él todos los problemas que se les venían encima tanto a Edward como a Christian, quienes habían tenido una larga conversación con sus guardaespaldas personales, los cuales no tuvieron inconveniente alguno en guardarles el secreto a ambos, pero Sam ya le había explicado a Edward cómo funcionaba la unión mental entre los lobos y si el líder de la manada debía transformarse para salvar a cualquiera de los implicados en aquel conflicto, lo haría sin pensar en las consecuencias, rogando porque si aquello ocurriera, él pudiese sumergirse en lo pensamientos de lo que estuviese sucediendo en aquel momento y no en lo que ahora sabía, dejando escapar algo impropio sobre lo que estaba pasando entre el vampiro y el magnate.

—En verdad te agradezco que hayas apoyado a mi hermano en todo esto, Edward esta tan confundido y temeroso que no logra entender lo que realmente está pasando entre Christian y él. —Acotó Alice, tratando de lidiar con toda la paquetería que traía entre los brazos, mientras Sam intentó mantener los suyos en equilibrio para que no se cayeran al suelo.

—La verdad es que cuando salí del camarote, jamás pensé en encontrarme con una escena como esa. —Alice sonrió, señalando con una mueca la camioneta que Emmett había rentado para ir a Seattle, la cual Carlisle prefirió comprar, ya que sería muy necesaria para alguna otra ocasión, dejando que sus hijos la usaran—. Aún tenía sueño pero las ganas de mear me estaban matando. —La menuda vampiresa soltó una risotada, introduciendo todas las bolsas en el interior de la camioneta, después de que Sam abriera la puerta corrediza, intentando no hacer un desastre en la acera—. Pero no sé a dónde diablos se me fueron las ganas, yo no quería ni respirar, sentí que estaba sobrando en aquel momento pero el don de tu hermano me delató.

—¿Qué pensaste? —preguntó Alice ayudando al corpulento Quileute a introducir los paquetes que él traía, organizándolos por tamaños.

—Pues pensé en ti y en que sin duda estarías saltando de dicha al ver a tu hermano shippeando en el barco—. La chica soltó una risita jocosa y aniñada, cubriéndose tímidamente la boca, disfrutando que Sam usara la palabra Shippeo en vez de maricón, gay o alguna otra etiqueta—. Es en serio, no te rías… apuesto a que tú eres feliz sabiendo que Edward es un shippeador. —Alice asintió sin dejar de sonreír.

—Pues debo admitir que sí. —Sam puso los ojos en blanco, cerrando la puerta lateral de la camioneta, abriéndole la del asiento del copiloto, para que la chica subiera, ya que ninguno de sus hermanos quiso saber nada acerca de las compras masivas que la vampiresa haría para aquella fiesta, de la cual aún no habían sido invitados, pero según Alice, así sería—. Carlisle y yo sabíamos que Edward tenía ese tipo de inclinaciones, solo que él no se daba cuenta y siempre intentó darle a Esme lo que ella quería, verlo con alguna chica. —Sam asintió cerrando la puerta después de que Alice tomara asiento. Rodeó el lujoso auto y tomó asiento a su lado, arrancando al fin el vehículo.

—Bueno Alice, no debes apresurarlo… deja que él solo vaya conociéndose así mismo. —La pequeña vampirita volteó a verle con una socarrona sonrisa.

—¡Vaya!... Jamás creí que el señor Me-rio-de-todos-los-shippeos estuviese aprendiendo a ser tolerante.

—Siempre he sido tolerante, Alice… son Jacob y Paul los homofóbicos, yo ya sabía desde hacía mucho tiempo atrás que Seth era Gay, en la reservación tenemos escuela conjunta, somos pocos, así que nos dan clase a todos en un mismo salón y Seth jamás le gustaba estar cerca de nosotros cuando estábamos en la clase de deportes… son cosas de las que uno se va dando cuenta con el tiempo. —Alice asintió, sin dejar de mirar a Sam, quien conducía perfectamente la camioneta, incluso mucho mejor de lo que lo hacía Emmett.

—Me alegra que tú seas su líder y no Jacob, o Paul. —Sam sonrió.

—Jacob tiene el poder para destronarme, pero no lo hará… no le gusta tener responsabilidades, ya vez… tanto luchar en contra de Bella y ahora deja que hasta tus padres cuiden a sus hijos, a él le gusta la libertad… —Volteó a ver a Alice, después de detener la camioneta en uno de los semáforos en rojo—. Espero que algún día logre imprimarse de alguien y comprenda lo que es realmente amar incondicionalmente a una persona, lo que conlleva a tener una responsabilidad muy grande. —La vampiresa asintió, esperando a que el corpulento y apuesto hombre a su lado prosiguiera—. Imprimarse es el sentimiento más fuerte que podemos tener nosotros los lobos hacia el ser amado, aquel ser que el cosmos une a ti por medio de un vínculo sagrado, uno que nadie puede romper, salvo la muerte. —Alice bajó la cara pensando en todo aquello, mientras Sam hizo andar nuevamente el auto, virando hacía la izquierda, recordando que había desactivado su intercomunicador, encendiendo tan solo el audio, manteniendo el micrófono apagado.

—Hablas como si ya supieras que se siente estar imprimado. —Sam sonrió.

—Jamás lo he estado, si así fuera no me despegaría nunca de ella. Hay varios imprimados en la reservación y lo he vivido por medio de la conexión mental —La chica volvió a bajar la mirada, colocándose de igual modo en la que lo había hecho Sam, su intercomunicador en la oreja—. Emily fue un error en mi vida, y sé que puede sonar cruel, Alice… pero tú más que nadie debe saber lo que es estar junto a alguien que no te ama. —La dulce chica no dijo nada, pero el semblante triste y melancólico, dijo más que mil palabras—. Ella solo me teme y yo siento lastima por ella, es verdad… me asusté cuando la creí muerta, pero solo porque su familia me hubiese echado toda la culpa encima. —Justo en aquel momento se escuchó la voz de Embry por el intercomunicador, notificando que había perdido a Mía en el centro comercial, la cual no le gustaba ser vigilada.

—Te lo dije Ojo de halcón… esa es una maldita perra… no la soporto, deja que la pelirroja la encuentre y la haga mierda. —Espetó Leah por el intercomunicador, consiguiendo que Sam suspirara y Alice le exigiera de mala gana, después de activar su micrófono.

—No le hagas caso a Nébula, Ojo de halcón… y encuéntrala. —Embry maldijo en voz baja, alegando que odiaba cuidar a alguien que no deseaba que lo hiciera, siendo Bella quien se comunicara con el grupo.

—Estoy en el centro comercial donde supuestamente están ustedes, Ojo de halcón… déjamelo a mí yo la encontraré. —Alice le agradeció a su hermana la ayuda prestada, a pesar de haber tenido una confrontación con ella al no querer aceptar que la menuda vampiresa comprara la ropa que usaría en la fiesta, pretendiendo imponerse por sobre los gustos de Bella.

Alice apagó nuevamente su micrófono, mirando en silencio el camino, pensando en todo lo que Sam le había estado diciendo y sobre todo lo que se habían estado escribiendo por mensaje de texto, acotando a continuación, intentando retomar la conversación.

—¿Por eso accediste a que Paul la cuidara? —Sam asintió.

—Él la ama y sé que ella le corresponde.

—¿Y porque no simplemente se divorcian y ya? —El corpulento Quileute volvió a detener el auto en uno de los tantos semáforos de la ciudad, mirando irónicamente a Alice.

—¿Por qué no te divorcias tú de Jasper? —A lo que Alice simplemente sonrió, bajando una vez más la mirada.

—Es complicado.

—Pues mi vida también lo es… lo único que me liberaría de ella, seria imprimarme o que Paul dé el paso para retarme por ella. —Alice alzó la cara bastante sorprendida. —Los Quileutes respetamos la imprimación como los católicos a la santísima trinidad, es nuestra fe más sagrada.

—Entonces ruego a Dios que consigas tú imprima, ya que no quiero que estés atado a una mujer que no te ama. —Dijo aquello, tornando el rostro triste y cabizbajo, ya que Alice había comenzado a despertar sentimientos hacia el apuesto muchacho.

—Eso jamás pasará. —Alice volteó a verle, pasando de hito en hito la mirada—. En nuestra tribu hay mujeres que son clarividentes, ellas ven el futuro por medio de los espíritus. —La intrigada chica asintió, esperando a que Sam prosiguiera con su historia, observando como el joven echo a andar nuevamente el auto—. La más anciana de todas predijo el mío, me dijo que yo jamás me imprimaría. —Alice alzó una de sus cejas en un gesto de asombro—. Qué mi imprima había nacido mucho antes que yo y que ya había muerto. —El joven giró nuevamente el auto, estacionándose en la acera que daba al hotel Paramount, concluyendo su historia—. Lo que jamás entendí de su predicción fue una sola cosa... hasta ahora —El chico bajó de la camioneta, dejando a Alice deseosa de saber que era y ya que la chica no podía ver el futuro a su lado, la intriga la estaba devorando internamente, bajando rauda del lujoso vehículo, esperando a que Sam rodeara el auto y abriera la puerta corrediza trasera, preguntándole al corpulento hombre apenas se dejó ver.

—¿Qué fue?... ¿Qué te dijo la adivina? —A lo que Sam respondió después de abrir la puerta y tomar una gran cantidad de paquetes.

—Me dijo que aun después de muerta la conocería pero que aun así no podría estar con ella. —Comenzó a caminar, apartándose de la intrigada vampira, la cual tomó un gran número de paquetes, exigiéndole al valet del hotel que trajera el resto, siguiendo rápidamente a Sam, preguntándole justo cuando el chico pulsó el botón del ascensor, para que este bajara.

—¿No le preguntaste porque no podrías estar con ella? —A lo que Sam respondió después de asentir, acercándose a la menuda e interesada vampiresa.

—Porque ella a pesar de estar muerta, seguía con vida… que estaba maldita para mí al ser mi enemiga natural. —Alice abrió desmesuradamente los ojos, sin creerle ni una sola palabra, observando como Sam entró al ascensor, después de que sus ocupantes abandonaran el estrecho lugar—. ¿Vienes? —La vampiresa entró al fin, pulsando como pudo el botón que daba a su piso, después de que el valet hubiese dejado en el suelo del ascensor, el resto de los paquetes, notificándoles que el auto había sido llevado al estacionamiento.

—¿Por qué eres tan cruel? —preguntó Alice, mirando con el ceño fruncido el reflejo de Sam sobre las plateadas puertas del ascensor. —¿Por qué has inventado esa historia?... Porque sabes que me gustas… ¿cierto?... pues eso no te da derecho a… —Sam le interrumpió.

—No estoy inventando nada, Alice… la vidente aún vive y puedo llevarte con ella cuando gustes. —La chica no dejo de verle con rabia, a pesar de sentirse un poco apenada—. Me lo dijo tal cual te lo estoy contando. —El ascensor al fin se detuvo, abriéndose en el piso correspondiente al pent-house rentado, concluyendo su alegato—. Yo jamás dije que pudieras ser tú, Alice… —Se acercó a la vampiresa, al ver que no había nadie en el recibidor del pent-house— …Pero gracias por corroborarme que te gusto. —Se acercó a ella y depositó un cálido beso en su mejilla, logrando que la chica se estremeciera, cerrando los ojos al escuchar el leve susurro en su oído—. Tú también me gustas, Alice y deseo con todas mis fuerzas que seas tú mi imprima jamás hallada… ¿Y sabes porque?

—¿Por qué? —preguntó tímidamente, apartándose un poco del corpulento hombre para verle.

—Porque cada día me enamoro más de ti. —Tanto Alice como Sam se vieron fijamente a las caras, rememorando la noche anterior en la que Edward le había exigido que los acompañara a desencallar el velero del magnate junto a Taylor, pasando toda la noche conversando con Alice por mensajería de texto, ya que la vampiresa les había comprado teléfonos celulares a todos, manteniendo comunicación con el resto del grupo por medio de los intercomunicadores, mientras tenía una privada conversación con el líder de la manada, arrojándose indirectas durante toda la guardia nocturna.

—No digas esas cosas... —Alice pretendió apartarse de Sam, pero el apuesto hombre frente a ella se lo impidió, dejando caer al suelo toda la paquetería que traía, aferrándola de ambos brazos—. ¿Por qué no me contaste nada de esto anoche? —A lo que Sam respondió, sin dejar de mirarle fijamente a los ojos.

—Porque lo recordé justo anoche mientras hablábamos, pero no quise decirte nada por textos justamente porque quería comentártelo en persona para que no creyeras que te estaba tomando el pelo—. Alice bajó la mirada—. Aunque creo que no valió la pena. —Se apartó de ella y comenzó a recoger la paquetería, justo cuando Leah se percató de su llegada, corriendo a ayudarles con las compras, deseando ver lo que Alice había adquirido para ella.

Los tres abandonaron al mismo tiempo el ascensor, mientras Leah comenzó a abrir los paquetes, sin tan siquiera percatarse de lo que estaba sucediendo entre Sam y la pequeña vampiresa, la cual se apartó de ellos al dejar todas las compras en el sofá grande, pretendiendo refugiarse en una de las tantas habitaciones, sintiendo como la cálida mano de Sam le atenazó el brazo, consiguiendo que Alice volteara a verle, cruzando su mirada nuevamente con la del líder de la manada.

—Dime que me equivoco, Alice… dime que si valió la pena el que me lo haya callado hasta ahora. —Los dos se contemplaron el uno al otro, justo cuando Alice se percató de la presencia de Jasper y Rosalie, quienes salieron de una de las habitaciones, siendo el delgado inmortal quien enfocara su dura y odiosa mirada hacia ellos, mientras que la rubia simplemente se acercó a la paquetería que Leah estaba regando por todo el salón, buscando lo que su hermana había comprado para ella, tratando de no dañar su reciente manicura.

—Te equivocas, Sam… —Aquello consiguió que el aludido soltara su brazo, sintiendo como el doloroso aguijón de la decepción, se clavó en su corazón, a la espera de la estocada final de parte de la dulce muchacha—. No valió la pena… valió mucho más que la pena… —Sam sintió como su corazón comenzó a latir nuevamente regalándole una dulce sonrisa—. Y aunque yo no sea tu “posible” imprima ya perdida… quiero que sepas que… —Contempló a Jasper por sobre el hombro de Sam, percatándose de como su esposo la retaba con la mirada— …Desearía que así fuera con todo mi corazón. —Le sonrió coquetamente, introduciéndose al fin en su recamara, sin dejar de ver a ambos hombres, uno observándola con desprecio y el otro con una mirada cargada de entera devoción y amor por ella o eso quiso creer Alice, la cual cerró al fin la puerta, recostándose sobre la cama, sintiendo que por una vez en su vida, la felicidad le estaba comenzando a sonreír.

 

Minutos antes

Rosalie no pudo dejar de ver el ensimismado rostro de Jasper, el cual intentaba por todos los medios de mantener el pulso lo más derecho posible, al tratar de pintar las uñas de su hermana, tal y como ella se lo había pedido, a pesar de que el machista vampiro sintiera que aquello solo eran cosas de mujeres, dándole el gusto a su melliza tan solo por el amor que le profesaba.

—Esto es más difícil de lo que pensé… ni un vampiro con tanta precisión puede pintar a la perfección en un espacio tan pequeño. —Acotó Jasper, acomodándose mejor sobre la cama en donde ambos habían estado conversando y en donde Jasper solo había conseguido unas cuantas caricias de parte de su hermana y un pequeño y fugaz beso en la comisura de los labios, ya que aunque para muchos ellos ya habían consumado el acto carnal, en realidad ambos hermanos adoptivos no habían dado aquel definitivo paso entre ellos, siendo Rosalie la que se negara, mientras Jasper lo esperaba con ansias.

—No sabes cuánto me excita verte pintándome las uñas, mi querido Jas. —Aquello consiguió una socarrona sonrisa de parte del delgado y apuesto vampiro de cabellos dorado, pretendiendo acercar su rostro al de Rosalie, la cual detuvo su apresurado beso, posando tres dedos sobre los seductores labios de su hermano, negando con la cabeza—. No mellizo… debes ganarte cada uno de mis besos. —Jasper arrugó la cara.

—¿Y que hace Emmett para ganárselos? —Ella sonrió más que complacida, al ver lo celoso que era su adorado Jasper.

—Él es legalmente mi esposo, él puede obtener todo lo que desee de mí y más. —El molesto vampiro introdujo el pincel dentro del frasco de esmalte, arrojándolo sobre la cama, incorporándose rápidamente del confortable colchón.

—Pues dile a él que venga a pintarte las uñas a ver si se atreve. —Rosalie atrapó el esmalte color fucsia, el cual estuvo a punto de caer de la cama y estrellarse en contra del suelo.

—Para empezar, Emmett no tiene por qué pintarme las uñas. —Jasper volteó a verle de mala gana.

—¿Y yo sí? —Ella asintió sin desvergüenza alguna—. ¿Por qué Rose?... ¿Por qué yo si debo humillarme para obtener tu amor y Emmett simplemente tiene todo en bandeja de plata? —A lo que la rubia y seductora mujer alejó, después de rodear la cama, acercándose a su hermano adoptivo.

—Porque fui yo quien decidió casarse con él, porque fui yo quien quiso tomar a Emmett como esposo creyendo que él era el indicado, fue mi culpa haber enamorado al hombre incorrecto. —Jasper le dio la espalda, cruzándose de brazos—. Me equivoque… —Abrazó de espaldas al ofuscado vampiro, depositando un calenturiento beso debajo del lóbulo de su oreja, estremeciendo todo el cuerpo de su hermano—. Y deseo cambiar las cosas, pero quiero hacerlo bien. —Jasper siguió dándole la espalda a la vampiresa, aunque lo que deseaba era tomarla entre sus brazos y demostrarle en un fogoso beso cuando la amaba y la deseaba.

—Entonces dile, Rosalie… dile lo que existe entre nosotros. —La vampiresa negó una vez más con la cabeza, posándose frente a su ficticio mellizo.

—No le diré nada, Jas… dejaré que las cosas sigan su curso. —A lo que Jasper preguntó porque lo hacía—. Este juego de Ana y George Bolena me excita demasiado. —Acarició el apuesto rostro de su amante.

—¿Entonces eso es lo que soy para ti, Rosalie?... un simple juego de seducción. —La hermosa rubia sonrió, negando nuevamente con la cabeza ante su pregunta.

—Tú eres el indicado, Jasper querido… pero lamentablemente eres muy impaciente. —El enamorado vampiro bajo la cabeza completamente avergonzado—. Vengo de una época en la que el matrimonio era muy importante y aunque todos crean que ya hemos intimado, solo tú y yo sabemos que no es así. —El serio inmortal asintió—. ¿Acaso crees que soy una mujer de una sola noche? —Jasper negó rápidamente con la cabeza.

—Claro que no, Rosalie… tú eres una mujer para siempre, para amarla eternamente y besar el suelo por donde pisas.

—Entonces deja tu lado lujurioso fuera de todo esto y demuéstrame que en verdad eres el hombre que yo merezco a mi lado. —Le entregó el pequeño frasco de esmalte, tomando nuevamente asiento sobre la cama, incitando a Jasper a sentarse a su lado—. Si yo le digo a Emmett que ya no lo amo y que estoy interesado en ti, él te saltará encima y querrá matarte creyéndote el único culpable de todo porque seré yo quien esté siendo sincera con él. —El vampiro destapó nuevamente el esmalte, intentando terminar la ardua labor que la vampiresa le había impuesto como prueba—. Pero si él se entera por boca de alguien más, y sé que así será, Emmett no te odiara solo a ti, sino que su odio será dividido en un cincuenta por ciento para cada uno.

—¿Y eso que?... —preguntó Jasper, terminando al fin su ardua labor de manicurista por conveniencia—. Yo prefiero tener todo su odio, siempre y cuando tenga también todo tu amor. —Aquello complació tanto a Rosalie que no pudo evitar regalarle un beso en donde ambos hermanos se demostraron cuanto se amaban a pesar de todos los obstáculos en su contra—. Rose… —Susurró Jasper por lo bajo, intentando contener su lado animal, el cual deseaba tomarla entre sus brazos y hacerla suya.

—No sabes cuánto me ha complacido tu respuesta, Jasper… Y ese es justo el amor que quiero demostrarte, en donde mientras yo quiero que compartamos el odio que Emmett y toda nuestra familia volcara sobre nosotros, tú quieres cargar con todos los pesares para mantenerme feliz y a salvo. —Ambos se sonrieron, abrazándose con todas sus fuerzas, deseando llorar ante lo mucho que estaban sufriendo, pagando todo su dolor y frustración con los lobos o con cualquiera que osase interponerse entre ellos, demostrándoles al mundo que no siempre el ser más cruel es aquel que menos sufre y que al contrario, su dolor suelen canalizarlo con odio y desprecio a quienes pueden expresar libremente su amor ante el mundo—. Te amo Jasper.

—Y yo te amo a ti, Rose… mi hermosa y perfecta Rosalie. —El ascensor del pent-house les notifico a ambos que alguien había llegado al lugar, apartándose el uno del otro con deseos de quedarse abrazados eternamente, siendo Rosalie la que se levantara de la cama, agradeciéndole a su adorado hermano lo que había hecho por sus uñas a pesar de su negativa a hacer cosas poco masculinas.

Ambos salieron de la recamara, observando tanto a Alice como a Sam arribar al pent-house, enfrascados en lo que parecía ser una intensa conversación entre ellos, ya que Jasper pudo sentir tanto los fuertes sentimientos del corpulento Quileute por su esposa, mientras que Alice parecía estar ahogada entre diversas emociones por el joven metamorfo, quien le sonrió dulcemente a la menuda vampiresa. Jasper intentó escuchar la conversación pero tanto las carcajadas de Seth y Emmett en el cuarto conjunto junto al estruendoso sonido de la consola de videojuegos, así como el rechinar de las bolsas que Leah abrió rápidamente no le permitieron escuchar muy bien lo que ambos se susurraban, aunque el vampiro supo de sobra que aquel lobo pretendía a su mujer.

“No te la voy a poner fácil, maldito perro” Acotó Jasper para sí mismo, dándole una fugaz mirada a Rosalie, para luego encaminarse hasta el balcón, mirando al horizonte. “El hecho de que ya no ame a Alice como solía hacerlo, no quiere decir que dejaré que ella meta la pata con un mugroso como tú” Jasper siempre sintió que Alice debía de aspirar a un hombre más culto y elegante que él mismo, viendo a Sam como la mugre debajo de sus zapatos, pero lo que el odioso y arrogante vampiro no sabe es que el amor verdadero no conoce de estatus social y que la felicidad suele conseguirse hasta con el ser más insignificante del planeta, siempre y cuando ese alguien sepa hacerte sentir especial… eternamente.

 

A pesar de que Seth ya se había recuperado del todo, tanto su hermana Leah como Emmett, decidieron no enviarlo a patrullar por los momentos, exigiéndole que se quedara en el pent-house, lo que el jovencito agradeció enormemente, ya que en aquel lujoso lugar se sentía a gusto.

Si bien Seth jamás fue un chico interesado en toda su vida, siempre soñó con cosas modernas como todos los adolescentes. Celulares, Tablet y consolas de videojuegos eran sus aspiraciones, pero los Clearwater no tenían el dinero suficiente para ese tipo de lujos y mucho menos después de la muerte de Harry, quien había sido el único sustento de la familia.

—No te metas por allí maldito enano coño de tu madre… —Gritó Emmett consiguiendo que Seth no pudiese evitar soltar una risotada, intentando que el personaje del videojuego de Resident Evil se introdujera donde él quería y no en donde Emmett le exigía—. Allí te van a acorralar los zombis pedazo de tapete con patas… sal de allí.

—Déjame jugar a mi modo, Emmett… no me jodas. —Alegó Seth sin dejar de sonreír.

—Ojala te salga un maldito zombi violador y te inyecte el virus T por el ojete del culo. —Aquello fue la gota que derramó el vaso, consiguiendo que Seth soltara el control de mando, desternillándose de las risas, cayendo al suelo—. Pero… ¡mira lo que haces, mocoso! —El corpulento y jocoso vampiro se apoderó del control del Ibox, intentado salvar el juego—. Así se juega… ¿vez?... —Tiroteó a todos y cada uno de los zombis que intentaban atacarle de un modo profesional.

—No puedo contigo, Emmett… no puedo parar de reír… lo siento, es que nunca tuve uno de estos, estoy aprendiendo, tenme paciencia… ¿quieres? —Emmett asintió poniendo el juego en pausa, tomando al chicuelo por el brazo, subiéndolo nuevamente a la cama.

—Ya, ya… tampoco es para que te orines sobre el colchón cada vez que suelto una de mis mamadas. —Seth sonrió, bajando la cara.

—A mí me causa gracia todo lo que dices… perdón si eso te incomoda. —Siguió con la cabeza agacha.

—Lo siento enano… claro que puedes reírte si quieres… perdón… es que me apasiono con estas cosas, por eso ninguno de mis hermanos le gusta jugar conmigo. —Emmett sonrió entregándole nuevamente el control—. Jasper termina con la cara más amargada de lo normal y Edward se marcha antes de terminar un partido de Mortal Kombat, a causa de que siempre termino cayéndole a trompadas a él en vez de a su personaje. —Seth sonrió, aunque un poco más calmado, por si el corpulento vampiro volvía a molestarse—. Anda… juega como te dé la gana, no diré nada.

Seth retomó el juego en donde el vampiro lo había dejado pausado, intentando ser tan bueno como su amigo, aunque se le dificultaba, ya que todo eso era nuevo para él y se estaba aclimatando a la tecnología que se le había negado, gracias a su condición económica y su linaje indígena, aquel que siempre intentaban llevar las tradiciones como lo hicieron en el pasado.

—¿Te vas a volver a meter en donde mismo? —Seth puso los ojos en blanco, dejando el control del Ibox sobre la cama—. ¡Pero cachorro, no te enojes, solo te estoy diciendo que ya te metiste allí. —El chico sonrió con desgano.

—No soy bueno para esto, Emm. —A lo que el corpulento vampiro acotó.

—Entonces tendré que arrojar ese Ibox a la basura. —El chico abrió desmesuradamente los ojos, preguntándole porque haría algo así—. Porque yo ya tengo uno en mi casa, este lo compre solo para jugar contigo acá en Seattle y pensaba regalártelo—. El jovencito dejó caer su mandíbula por inercia, mirando completamente perplejo a su adorado tormento.

—¿Hablas en serio? —Emmet asintió.

—Claro hombre… pero si no lo quieres. —Emmett no había terminado de decir aquello, cuando el rapaz se arrojó sobre él, consiguiendo que ambos se fueran al demonio, rodando por la cama, hasta caer al suelo en un precipitado e inesperado arrebato de parte del pequeño lobo—. Pero ¿te pica el culo, mocoso del demonio?… me vas a causar un trauma cerebral. —Ambos rieron, no solo ante las improbabilidad de aquello, sino también por las vulgaridades de Emmett, quedando en una posición bastante precaria, en donde Seth intentó incorporarse, pero al tener al musculoso y enorme vampiro encima, se le dificultó demasiado, alzando rápidamente la mirada, al ver como Emmett intentó aferrarse de la peinadora para levantarse, destrozando uno de los laterales—. Mierda… Alice me va a matar.

El vampiro quedó a gatas sobre el pequeño chico, y aunque pesaba bastante, Seth no se quejó en lo absoluto, tratando de controlar sus sentimientos hacía él, pero su calenturiento cuerpo no pudo evitar excitarse, cerrando sus ojos al sentir como su pene se endureció debajo del trasero de su amigo, el cual se incorporó tan rápido, que terminó destrozando el taburete frente a la peinadora.

—Pedazo de puto, mal pario… ¿acabas de tener una erección? —Seth se levantó tan rápido como lo había hecho Emmett, negando una y otra vez con la cabeza, completamente avergonzado.

—Lo siento mucho, Emm… juro que no fue mi intención, es algo que no puedo controlar.

—Ya veo…. ¡eh! —Acotó el vampiro sacudiéndose una y otra vez las nalgas, como si con aquello pudiese quitarse la extraña sensación que le dejo el endurecimiento del pene del muchacho sobre su trasero—. Más te vale que te controles, Seth… entiendo que yo pueda gustarte, lo acepto y lo afronto..  ya lo hablamos y todo quedó claro, pero no voy a permitirte…

—…Y lo entiendo Emmett… estás en todo tu derecho de molestarte… lo lamento, en verdad te pido disculpas. —El por demás alterado muchacho comenzó a llorar—. Lo siento mucho, en serio lo lamento… —Gimoteó y lloró, frotándose enérgicamente los ojos.

—Bueno, bueno… ya enano, tampoco voy a fusilarte por eso. —Emmett se acercó al lloroso muchacho, palmeándole la espalda—. Se que es difícil resistir esas cosas, mi socio no puede ver unas tetotas porque se pone firme y dispuesto a la batalla. —Aquello hizo sonreír al chico, quien detuvo sus gimoteos, sentándose nuevamente sobre la cama, justo cuando Jasper entró a la habitación, preguntándole el porque de tanto ruido viendo los destrozos—. Aammm… estábamos jugando Resident Evil, men. —El delgado y odioso vampiro miró al muchacho y luego a su hermano, escaneando nuevamente la alcoba, espetándoles a continuación.

—¿Y vas perdiendo o algo así? —Señaló tanto el taburete como la peinadora, esperando una respuesta de su hermano, siendo Seth quien respondiera.

—Emmett se apasiona tanto al jugar que de la emoción causó todo esto. —Jasper observó con desgano al pequeño Quileute, percibiendo los sentimientos encontrados del excitado y avergonzado jovenzuelo, volteando a ver su hermano, notificándole a continuación.

—Si Alice se llega a enterar que destrozaste el mobiliario del hotel te va a matar. —Intentó hacerse el desentendido, aunque él sabía que el chico se encontraba bastante excitado y avergonzado al mismo tiempo.

—No le digas nada, hermano… iré a comprar uno igualito pero no…

—Ya sé que rompiste la peinadora, Emmett… —Gritó Alice desde su recamara, consiguiendo las risas de Seth y una ceja en alzas de parte de Jasper, quien le notificó al corpulento vampiro, el cual cubrió su rostro con ambas manos.

—Solo tu crees que puedes ocultarle algo a Alice, es como pretender que a tu amigo le gusten las chicas. —Aquello incómodo tanto a Seth que el chico se incorporó rápidamente de la cama, notificándole a Emmett que iría a comer algo, pretendiendo abandonar la recámara, siendo interceptado por Jasper—. Es como intentar ocultar una erección, es difícil… ¿Cierto? —Miró la entrepierna del muchacho, el cual intentó ocultar lo obvio, escabulléndose por un costado, entre Jasper y el marco de la puerta, huyendo de aquel lugar.

—Deja al mocoso en paz, Jasper. —Le exigió Emmett a su hermano, después de apagar tanto el Ibox como el televisor, acercándose al serio vampiro.

—¿Sigues alimentando los sentimientos de ese chico?... pensé que aquí el desviado era Edward… pero jamás pensé que tú… —Emmett no le permitió seguir con sus acusaciones, aferrando a su hermano por el cuello con tanta rapidez que a Jasper no le dio tiempo de percibir los sentimientos de irá en su contra, vaticinando una posible represalia de parte del molesto vampiro.

—No te equivoques conmigo, Jasper. —Tanto Rosalie como Leah detuvieron su exhaustiva requisa de paquetes, mirando lo que estaba pasando entre ambos hermanos—. Y me importa un guevo lo que pienses de mí, pero si te voy a exigir algo… —Acercó el petrificado rostro de su hermano al suyo, consiguiendo que su esposa se acercará a ambos para detener una posible contienda entre ellos— …No vuelvas a llamar a Ed, desviado… porque si él es complicado para las relaciones sentimentales, eso es su problema y tú no eres quien para etiquetarlo. —Lo arrojó con todas sus fuerzas en contra del sofá, justo cuando Alice salió de su recámara y Sam abandonó la suya ante el estruendoso impacto en contra del mobiliario, lo cual quedó completamente destrozado.

—¡Emmett! —Gritó Rosalie pretendiendo retarle, pero el corpulento y malhumorado vampiro abandonó el pent-house después de colocarse el intercomunicador en su oído, sin decir nada más al respecto, dejándolos a todos completamente pasmados.

 

Bella estacionó su motocicleta en el centro comercial Pacific Place, en el cual Christian y Edward habían adquirido el juego de ajedrez, y en donde ahora Mía pretendía dejar todas sus tarjetas de crédito en blanco, enloqueciendo ante la variedad de calzados y ropa en las diversas tiendas, adquiriendo hasta lo que no había ido a comprar.

Encontró a Embry en la puerta principal del lujoso centro comercial, paseándose de un lado a otro, notificándole a la recién llegada neófita, los últimos acontecimientos.

—Esa chica es un dolor de cabezas… al fin la conseguí y ¿sabes lo que me dijo?... —Bella esperó a que el muchacho respondiera su retórica pregunta, acomodándose la chaqueta de cuero que traía puesta, la cual dejaba ver tan solo una pequeña parte de la blusa transparente que vestía, en donde se podía apreciar la carencia de brazier, mostrando tan solo la pálida piel de la división de sus senos, siendo la chaqueta la que cubriera el resto de ellos—. “Si no vas a ayudarme con mis compras será mejor que te vayas”… yo no estoy aquí para ser su sirviente, que se vaya a la mierda… —Abandonó el centro comercial, despotricando a los cuatro vientos todo el odio que sentía hacía la señorita Grey, dejando a Bella en aquel lugar, sin tan siquiera decirle donde demonios estaba Mía, escuchando desde el intercomunicador la voz de Alice, preguntando a continuación.

—¿Alguien sabe donde diablos está Jacob?... no sabemos nada de él desde ayer. —Bella comenzó a caminar por el amplio centro comercial, respondiéndole a Alice.

—Anoche lo llevé al departamento de Anastasia… le dije que necesitaría la moto hoy y me pidió que lo llevará hasta allá, así que imagino que se quedó en su departamento. —Los silbidos y los malos comentarios por parte de los que se encontraban conectados a sus intercomunicadores no se hizo esperar, siendo Emmett quien acotara a continuación.

—¡Uhy!... Ese Jake sí que no pierde tiempo..  a rey muerto rey puesto… ¿No? —Algunos rieron y otros simplemente alegaron que era un desgraciado al pedirle a Bella que lo llevará a ver a Ana.

—A mi eso me tiene sin cuidado… anoche hablamos sobre eso y la verdad es que quedó muy claro que entre nosotros no existe un tal vez, a mi me gustan las chicas y ya no pienso ocultarlo bajo una relación hetero y él quiere rehacer su vida, y yo no soy quien para prohibírselo, porque ya estamos divorciados. —Y así era, Jasper había logrado la disolución de aquel matrimonio, regresándoles su soltería y la posibilidad de que ambos rehicieran su vida.

—Así se habla, hermanita. —Acotó Alice—. No existe nada peor que estar atado a alguien si esa persona ya no te ama—. Bella supo de sobra que su hermana lo decía por Jasper, quien se rehusaba a darle el divorcio, como si temiera o esperara algo para dar el paso definitivo.

Bella subió por las escaleras eléctricas, olfateando todo el centro comercial, pero era mejor no respirar en un lugar lleno de humanos, ya que ella aún no tenía el suficiente autocontrol como para arriesgarse, percibiendo una gran variedad de olores humanos, lo cual le hizo cerrar los ojos para intentar controlarse, deteniendo su caminar después de haber terminado de subir las escaleras.

“¡Vamos Bella!... tu puedes hacer esto” Sintió una cálida mano posarse sobre su hombro derecho, abriendo rápidamente los ojos, apartándose de la mujer que se había acercado peligrosamente a ella, percibiendo el delicioso aroma de su sangre.

—¿Te encuentras bien?... —Mía Grey se encontraba justo enfrente de ella, cargando un gran número de bolsas, posando sus expresivos y preocupados ojos sobre Bella, la cual intentó aguantar la respiración, asintiendo a su pregunta.

—Sí… estoy bien. —Respondió Isabella por lo bajo.

—¿No estarás embarazada?... —La intranquila vampira sonrió con desgano.

—No, no lo creo.

—Una amiga mía creía que no estaba embarazada, alegaba que sus mareos eran solo producto de la estricta dieta que llevaba, pero se equivocó… estaba esperando un bebé... ¿Estas segura? —Bella asintió sin dejar de sonreír, escuchando por medio del intercomunicador como Alice le notificaba que ella era el objetivo a cuidar, al reconocer su voz.

—Estoy segura. —Intentó oler nuevamente el efluvio de la chica, percatándose de como en efecto parecía ser bastante fuerte y atrayente para ella. “Demonios… no puede ser” Pensó justo en el momento en el que había conocido a Edward, recordando la cara de psicópata que el muchacho había puesto ante lo que su sangre despertaba en él. “Estoy pagando todo lo que te hice sufrir, Edward… y me lo merezco, esto es insufrible” Relamió sus labios, intentando contener sus enormes ansias de hincarle el diente, pero tal parecía que la hermosa neófita, no se percataba de cómo estaba observando a Mía, siendo justamente la atolondrada muchacha, quien se lo notificara.

—Yo creo que lo tuyo es hambre… me estas mirando como si yo fuera un hot dog y créeme, soy comestible y sé que soy deliciosa… pero el canibalismo no está muy bien visto en Norteamérica. —Aquello hizo reír a Bella.

—Sí, debe ser hambre. —La aun intranquila vampiresa no había terminado de decir aquello cuando Mía la tomó del brazo, llevándosela consigo hacía uno de los cafés del centro comercial, pretendiendo pedir comida para la asombrada neófita, la cual se rehusó a ello, notificándole a continuación después de apagar su intercomunicador—. Estoy bien, en serio… no necesito que compres nada, estoy tomando medicamentos y debe ser una reacción a ellos, ya comí... gracias —Mintió tratando de zafarse del agarre de la insistente muchacha, la cual comenzó a caminar nuevamente por uno de los extensos pasillos del centro comercial, sin pretensión alguna de soltar a Bella.

—A lo mejor necesitas algo de dulce o solo sea calor… ven… entremos a esta tienda, el aire acondicionado aquí esta para congelarte las entrañas. —Bella jamás pensó que la chica era todo un torbellino, recordando las insistentes quejas de parte de Leah, al igual que las de Embry, siendo Sam el único que no hablaba mal de la muchacha, imaginando que se debía a la apacible y calmada forma de ser del apuesto Quileute—. Mira esta blusa… ¿no es linda? —La desinhibida joven señaló una prenda de encajes negros y tela translucida del mismo color, mirando a Bella—. Es tu estilo. —Contempló a la sonriente vampira, quien aún no podía creer lo confianzuda que era aquella mujer, siendo blanco fácil para Victoria.

—Sí, es linda. —Acotó Bella.

—¿Por qué no te la pruebas?... ¡ven!... —Tomó tanto a Bella como a la costosa prenda, llevándoselas hasta los probadores. —Anda… te debe quedar estupenda. —Por alguna extraña razón Bella deseó olfatear nuevamente a la muchacha, sintiendo como el ardor en su garganta se intensificó al punto de la desesperación, apartándose rápidamente de ella—. Vamos no seas tímida… aquí no cobran por probarse la ropa… ¡ven!... yo te ayudo. —Mía dejó el arsenal de bolsas que traía encima sobre el suelo, exigiéndole a una de las vendedoras que se lo cuidara, entrando junto con Bella al pequeño probador.

—¿Por qué eres así? —preguntó Bella realmente preocupada.

—¿Así como?... ¿loca?... ¿acomedida?... ¿Confianzuda?... —Bella asintió en la última acotación—. O bueno… me agrada la gente, ¿a ti no? —A lo que la vampiresa respondió, intentando apartarse un poco de ella aunque el compartimiento era bastante estrecho como para que dos personas cupieran al mismo tiempo.

—Depende de las personas. —Mía le preguntó a qué tipo de personas detestaba, posándose detrás de Bella para quitarle la chaqueta negra de cuero que llevaba puesta—. No me gustan las personas que humillan a los demás, tampoco las que hacen sentir menos a otros por su estatus social y sobre todo odio a los hombres machistas que desean ver a las mujeres en chancletas y pariéndoles hijos para mantenerlas atadas en la casa.

—¡Amén hermana!… abajo las cadenas de la tiranía machista y retrógrada, las mujeres somos más que un criadero de bebés o una sirvienta. —Aquello consiguió que Bella riera a carcajadas, dejando que la atolondrada chica le quitara la chaqueta—. Yo jamás le lavaría los calzones a un hombre… ¡qué asco! —Rodeó a Bella, posándose nuevamente frente a ella—. Es más divertido quitárselos y ponérselos de sombrero mientras te los follas… ya sabes, siempre hay que pensar de este modo… —Puso cara de erudita—. “Ellos jamás te follan… eres tú quien te los tiras a ellos” —Bella apretó sus seductores labios color vinotinto, los cuales la vampiresa había delineado con un lápiz de ojos negro, difuminando ambos colores—.Sin duda eres una activista en contra del machismo, no traes brazier… eso es muy cool.

Tomó la blusa que había extraído del aparador, quitándole el gancho donde se exhibía, extendiéndoselo a Bella, la cual no sabía si tomarlo o no, siendo Mía quien la incitará a agarrar la prenda, pidiéndole nuevamente que se la probara.

Bella extrajo su translucida blusa de su torso, después de colocarse de espaldas a Mía, quien sonrió al ver lo tímida que era para desvestirse hasta en frente de alguien de su mismo sexo, desabotonando la elegante y al mismo tiempo reveladora prenda, colocándosela con un ágil movimiento de brazos, abotonándosela poco a poco, posándose frente a Mía, la cual comenzó a dar saltos de júbilo, tomando a Bella por los hombros para colocarla frente al espejo.

—Te lo dije… esa blusa tiene tu estilo, mira lo hermosa que te queda. —Bella sonrió admirándose así misma en el espejo, asintiendo a las palabras de Mía.

—Debo admitir que me gusta… si, tenías razón… es mi estilo… —Se posó de un lado y luego del otro, colocándose nuevamente de frente.

—Tengo buen ojo para deducir los gustos de cada persona… es como un don. —Bella sonrió al imaginar tontamente a Mía transformada en una vampiresa, alegando que su don consistía en deducir los gustos de cada persona, como si aquello sirviera de algo en alguna posible contienda—. Pero falta algo, no sé. —Observó el reflejo de Bella en el espejo, alzando una de sus cejas, sonriendo con picardía—. Ya sé. —Hizo girar a la divertida neófita, la cual por primera vez en su vida sentía agrado hacia alguien que quería ayudarle a escoger su ropa, ya que, aunque la chica había sido la que escogiera la blusa, siempre estuvo interesada en sus gustos propios, sin intención alguna de imponérsele como lo hacía Alice—. De que sirve una blusa con transparencias si no vamos a mostrar nuestra feminidad. —Sacudió sus hombros, consiguiendo que sus pequeños pero definidos pechos se movieran sugestivamente, incitando a Isabella a verlos.

“Es linda… Un poco loca pero linda, sin duda… tiene algo, un no sé que, que es atrayente” Pensó, mientras observaba a la estrafalaria chica buscar algo dentro de su costoso bolso, sacando una brocha y una pequeña caja redonda.

—Aquí está… —zarandeó ambas cosas frente a Bella, abandonando nuevamente su bolso en la encimera de la esquina.

—No me gusta usar mucho maquillaje, solo destaco los labios. —Mía sonrió.

—No te vamos a maquillar el rostro. —Bella alzó una de sus cejas, sin saber que tramaba la atolondrada muchacha, hasta que la desinhibida chica levantó sin tan siquiera preguntar la blusa de la vampiresa, la cual abrió desmesuradamente los ojos, observando como Mía destapó el pequeño rubor, impregnado la brocha profesional con el polvo rosa oscuro, pintando pequeños círculos sobre los pezones de Isabella, quien mantuvo tanto los ojos como la boca abierta, sin poder creer lo que la chica estaba haciendo—. Un poquito de rubor en tus pezones y se notarán más entre la semitransparencia del encaje. —Maquilló el otro pezón, frotando de igual modo la brocha sobre la delicada y erógena piel, consiguiendo que ambos pezones se endurecieran, logrando que Mía sonriera—. ¡Uhy!... Estos traviesos les gusta juguetear. —Le dio un par de brochazos más, apartándose de Bella, la cual sintió tanta vergüenza ante lo que estaba sucediendo, que simplemente volteó el rostro a un lado, sintiéndose apenada—. Listos… quedaron más que deseables.

Mía soltó una carcajada, tomando nuevamente su bolso para guardar sus utensilios de maquillaje, mientras Bella bajó rápidamente el faldón de su blusa, cubriéndose los senos, sin poder creer que aquella experiencia no solo la hubiese excitado, sino cautivado por partes iguales.

“Es tan única” La contempló por el reflejo que devolvía el espejo, ayudándose con su visión vampiros para detallar cada parte de ella, sus ojos, sus labios y su rubia cabellera, sin poder creer aún que una chica como ella le pudiese llegar a atraer tanto.

—¡Uhy!... ahora si se notan esos pequeños traviesos. —Señaló los pezones de Bella—. Tienes bonitos pechos… Eemm… —Mía intentó recordar algo—. ¿Me dijiste tu nombre? —Bella negó con la cabeza.

—No, porque no me has dejado ni hablar. —Mía rió tontamente, disculpándose con ella—. Mi nombre es Isabella, pero todos me dicen Bella. —La estrafalaria chica estudió a la hermosa vampiresa, la cual mostraba su cabello corto peinado de medio lado, dejando caer unos flequillos sobre su rostro.

—Me recuerdas a alguien… Mmm… no sé, el color de tus ojos creo… —Se acercó a la vampiresa, la cual intentó permanecer lejos de ellos y sin respirar, pero Mía la observaba insistentemente, alegando tan rápido y con tanto ahínco que sobresaltó a Bella ante su estridente voz—. Los Cullen… solo ellos tienen los ojos de ese color tan peculiar. —Bella sonrió—. ¿Acaso tienes algo que ver con ellos? —La vampiresa asintió.

—Soy la última adquisición de la familia Cullen, fui adoptada hace un par de meses atrás. —Mía comenzó a dar saltitos de emoción, arrojándose sobre la calmada y taciturna vampiresa, la cual era todo lo contrario a lo que era aquel torbellino de expresiones corporales llamado Mía Grey, quien intentó hacer bailar y saltar a Bella, pero la seria y relajada inmortal se rehusó a comportarse de aquel modo, aunque por alguna extraña razón, todas y cada una de sus loqueteras y ocurrencias la hacían sonreír sinceramente.

—Si, si, si… lo sabía… —Mía incitó a Bella a salir al fin del estrecho compartimiento, lo que la hizo sentir un poco más relajada, ya que el estar tan cerca de ella y haberla metido en aquel predicamento en el que la chica la había puesto, la estaban excitando demasiado, despertando no solo su sed de sangre sino también sus recién adquiridos deseos sexuales, aquellos que siempre estuvieron presentes pero que jamás habían sido tan intensos hasta transformarse en una vampiresa—. Todos los Cullen son muy lindos, en serio… el señor/Papá/Cullen parece tener buen ojo para sus prospectos de adopción. —Bella no dijo nada, siguiendo a la muchacha, la cual pretendió entregarle a la cajera su tarjeta de crédito, pero Bella fue lo suficientemente rápida como para prohibírselo, entregándole a la empleada la suya.

—Yo pagaré la blusa, Mia… pero gracias por el gesto —La chica asintió, pretendiendo encaminarse hasta donde había dejado todas sus bolsas, deteniéndose abruptamente al darse cuenta de algo en lo que no había caído hasta ahora.

—Jamás te dije mi nombre… ¿Cómo es que sabes como me llamo? —A lo que Bella respondió, después de notificarle a la cajera que se llevaría la blusa puesta, pidiéndole amablemente que empacar en la bolsa la que ella había traído.

—Un pajarito me lo dijo. —Mía la observó un poco extrañada, intentando recoger cada uno de los paquetes, justo cuando Sawyer entró en la tienda departamental en donde ambas mujeres compraban, notificándole a Taylor por medio de su intercomunicador, que había dado con el paradero de la señorita Grey.

—¡Oh… Sawyer, querido!… ¿puedes ayudarme con esto? —El diligente guardaespaldas asintió, comenzando a recoger los paquetes, siendo Mía quien empezara a verle el trasero al apuesto agente de seguridad, notificándole a Bella entre dientes—. Es tan lindo… y tiene un trasero muy deseable, lástima que sea uno de los guardaespaldas de mi hermano. —Bella miró al apuesto hombre, quien salió rápidamente de la tienda, después de darle una escrutadora ojeada a Bella, haciéndose el desentendido, pero la vampiresa ya se había percatado de su desvergonzada mirada, poniendo mala cara.

—Para mi no es más que otro prospecto de hombre que después del matrimonio se transformará en una bola de manteca inservible, el cual termina convirtiéndose en un ser maltratador o un padre mediocre. —Mía observó a Bella sin poder creer que aquella chica parecía odiar a los hombres, aunque la realidad era que después de la experiencia que había tenido con Jacob, se había hecho una errónea idea del género masculino, imaginando que todos podrían llegar a ser tan patanes y machistas como su ex esposo.

—¡Oye!... apoyo mucho los ideales de libertad e independencia femenina, pero no odio a los hombres.

—Ni yo. —Acotó Bella—. Es solo que yo ya perdí completamente el interés por ellos. —Mía abrió tantos sus ojos como su boca en un gesto de asombro.

—¿Eres lesbiana?

—Preferiría ser llamada gay u homosexual, la palabra lesbiana es bastante despectiva, no sé porque la detesto pero así es, y no me gusta.

—¡Oh!… lo siento, no quise molestarte. —Bella negó con la cabeza.

—No te preocupes, Mía… no lo sabías y no podías predecir mi reacción, ya que… —La alocada rubia gritó tan repentinamente que sobresaltó no solo a Bella, Sawyer, quien venía de regreso por los demás paquetes golpeó su espalda en contra de una de las vitrinas, sacando su arma, apuntándola a todos lados, mientras Mía preguntaba.

—¿Te das cuenta de lo que ha pasado? —Las empleadas de la tienda gritaron al ver al hombre armado, consiguiendo que tanto Mía como Bella voltearan a ver lo que ambas mujeres observaban con tanto terror, siendo la desubicada chica quien acotara en un tono despreocupado—. Guarda esa arma, Sawyer… ¿Te volviste loco?

—Pero si fue usted la que me ha asustado con semejante grito, señorita Grey. —La atolondrada y desinteresada chica se encogió de hombros, exigiéndole al hombre que se alivianara y dejará de ser menos estreñido, mirando nuevamente a Bella, preguntándole una vez más si se había dado cuenta de lo que había pasado en el probador.

—Mmm… No… —respondió la vampiresa con un dejó de incredulidad en su rostro.

—He tenido mi primera experiencia lésbica. —Abrazó a Isabella, quien miró tanto a Sawyer como a las empleadas de la tienda, las cuales habían escuchado claramente lo que la joven había alegado, logrando que las únicas clientas en la tienda asomaran sus curiosos rostros por sobre las puertas de los probadores, mirando fijamente a ambas féminas—. Miré tus pechos, los maquillé, los excité y hasta los adulé… ¿No es grandioso? —Bella no supo si reír, avergonzarse más de lo que ya estaba o simplemente corresponder a aquel efusivo abrazo.

—¿Señorita, Grey?... será mejor irnos. —Acotó Sawyer, tratando de zafar de aquel incómodo momento, siendo el primero en abandonar la tienda con la paquetería de la sonriente muchacha, la cual parecía seguir fascinada con su primera experiencia homosexual, tomando a Bella del brazo, saliendo junto con ella de la prestigiosa tienda, comentándole a continuación.

—Mi hermano y el tuyo se conocen. —Bella supo de sobra de quienes hablaba Mía, sonriendo al saber que no solo se conocían, sino que entre ellos estaba surgiendo más que una relación médico/paciente, la cual poco a poco fue transformándose en algo más—. Edward es adorable… no sé como un chico tan dulce puede soportar al cascarrabias de mi hermano Christian. —La chica siguió hablando y hablando sin dejarle a Bella decir absolutamente nada, asintiendo a cada acotación que la extrovertida chica soltaba, sonriendo con otras tantas, estudiando cada uno de sus gestos, sin poder creer que aquel torbellino hecho mujer le agradara tanto.

Desde el intercomunicador de Bella se dejó escuchar la discusión entre Alice, Leah, Sam y Embry, los cuales parecían no querer decidirse sobre quien cuidaría a Mía de ahora en adelante, mientras Sawyer le preguntaba a su jefe si él seria quien cuidara a la señorita Grey el resto de lo que quedaba de día o si alguno de los agentes de los Cullen vendría por ella, escuchando claramente la acotación de Taylor desde el intercomunicador del apuesto guardaespaldas.

—Según tengo entendido, el joven Uley enviará a alguien para protegerla. —Sawyer le notificó que esperaría unos minutos a que su relevo llegara, justo cuando Mía después de seguir hablando sin parar, le preguntó nuevamente a la vampiresa como supo su nombre, escuchando la inesperada respuesta de Bella.

—Porque soy su nueva escolta, señorita Mía. —Bella extendió su mano hacía la pasmada joven, mientras que Sawyer no pudo creer que la hermosa mujer frente a él fuese la nueva guardaespaldas de la atolondrada muchacha, la cual no duró por mucho tiempo en estado catatónico, soltando el más agudo grito que sus cuerdas bucales pudieron permitirle, saltando sobre la sería e impertérrita vampiresa, quien de no haber contado con fuerza sobre humana para sostenerla a ambos, hubiese caído al suelo y junto con ella la alocada rubia.

—Si, si, si… serás mi escolta… es genial, nos divertirnos mucho juntas… hablaremos mal de los hombres y haremos que las empleadas de las tiendas nos maldigan por hacerles sacar toda la ropa para no comprarles nada. —Bella no pudo evitar reír ante sus locas ocurrencias, asintiendo a sus palabras—. ¿Has tenido experiencias con hombres? —Bella asintió—. Entonces nos reiremos de los pitos de nuestros ex… una vez tuve un novio que tenía un dedo meñique por pene, en serio… me daba pena ajena, pero nunca había visto un pene tan pequeño en un hombre tan grande.

Siguió y siguió hablando sin parar, pretendiendo arrastrar a Isabella nuevamente al interior del centro comercial, exigiéndole al guardaespaldas en un tono de voz despreocupado.

—Puedes irte, Sawyer… Bella y yo seguiremos comprando y haciéndonos grandes amigas. —Ambas se vieron a las caras, y mientras Mía la observó con ojos de admiración ante el orgullo de la vampiresa por su sexualidad, Bella la contemplaba con una mirada cargada de interés y cierto agrado hacía la extrovertida, estrafalaria, pero al mismo tiempo encantadora mujer.

 

Edward no pudo dejar de pensar en Christian durante el resto del día sin él. Desde su arribo al muelle de Seattle, ambos hombres no hicieron más que rogar porque sus días pasaran rápido, Edward en sus clases universitarias y Christian en sus largas juntas empresariales, mensajeándose cada vez que podían, mientras los dos se enteraban sobre los últimos acontecimientos en la ciudad, siendo Alice quien le notificará a su hermano lo que se les avecinaba, preocupando enormemente al vampiro.

“Aun no puedo creer todo lo que está pasando” —Edward no solo pensaba en la premonición de Alice sobre aquella fiesta, rememoró los momentos íntimos junto a Christian sin poder creer que ambos hubiesen llegado al fin al acto sexual, entregándose más que un simple y ya no tan hipotético juego de sumisión, en donde los dos caballeros pretendieron ser más arrogantes que sus egos, pero cuando el amor y la pasión van de la mano, no existe prepotencia ni egoísmo que valga ante los fuertes y recién arraigados sentimientos de aquel par de hombres.

Por primera vez en su vida Edward se sintió atrasado con todos los trabajos que debía entregar y los reportes que tenía que redactar, pensando aun si iba a seguir con la tesis de Christian o debía empezar una nueva desde cero, sintiéndose cada vez más preocupado ante su futuro como psicólogo, pero él estaba decidido a aceptar la propuesta del magnate, quien le ofreció finiquitar el arrendamiento de su departamento para que el apuesta vampiro pudiese mudarse definitivamente con él, a su pent-house particular.

“No lo pensaste dos veces para acceder, Edward… te has vuelto un chico fácil” Aquello no le molestó al vampiro, ya que sonreía ante la sola idea de mudarse definitivamente con el magnate, sin pensar en las consecuencias. “Tal vez estamos yendo muy rápido” Pensó al terminar de introducir su última prenda de vestir dentro de una de sus maletas, dejando las otras ya preparadas a un lado de la puerta. “Mi familia comenzará a sospechar, harán preguntas… tal vez Esme se enteré y…” Comenzó a sentir miedo ante lo que su madre pudiese decir de todo eso, cerrando rápidamente la maleta, tomando su teléfono celular, escribiéndole un mensaje a Christian.

[¿No crees que si me mudo contigo comenzarán las habladurías?]

Envió el mensaje, percatándose de que tenía uno de parte de Bella, en donde la joven le notificaba lo agradable que le parecía Mía Grey, asombrando enormemente al vampiro, quien por supuesto había pasado todo el día sin escuchar el intercomunicador que los conectaba a todos, enterándose de aquello por medio de los mensajes de su hermana.

Respondió el mensaje de Bella, comentándole que se encontraba gratamente asombrado de que le agradara la extrovertida muchacha, sintiendo la vibración de su teléfono, indicándole la llegada de un nuevo mensaje, abriéndolo rápidamente.

[Ya lo hacen, Edward… ¿Qué más da?... que lo sigan haciendo]

El preocupado vampiro suspiró pesadamente, sentándose a orillas de la cama, respondiéndole apremiante.

[Tu relajada postura en todo esto me tiene anonadado… no sé si alegrarme por ello o preocuparme por los dos]

Envió el mensaje un poco molesto por su respuesta, aunque él había tenido más culpa que Christian, al alimentarle aquel deseo al magnate, sin poder entender aun que pudo haber detonado todo aquello entre ellos, ya que al principio se habían odiado mutuamente.

[Sabía que te pondrías a pensar mucho en las consecuencias de nuestros locos actos, tengo algo para acallar tus culpas y llevarte al lado oscuro]

Edward no supo si preocuparse aún más o reír ante su jocosa y al mismo tiempo seductora respuesta.

[¿Ah, sí?... ¿y puedo saber de qué se trata?]

Preguntó Edward en un rápido tecleo sobre la pantalla táctil, levantándose de la cama para ir en busca de una de sus bolsas de sangre, sacando una del refrigerador, introduciéndola rápidamente en el microonda, justo cuando un nuevo mensaje instantáneo de parte de Christian llegó a su Android, abriéndolo apremiante.

[Justo ahora estoy enviando un paquete a tu departamento, el cual no escatimará esfuerzos para conseguir derrumbar todos tus miedos, envolviéndote nuevamente en mis sombras, despertando en ti a aquel joven lujurioso que me masturbó de lo más rico en el velero, entregándome una noche que sé que tanto tú como yo jamás olvidaremos]

El timbre del microonda sobresaltó al vampiro, el cual aún no podía entender cómo era posible que Christian lograra desestabilizarlo de aquel modo, con tan solo un simple mensaje, abriendo lentamente el aparato calórico, extrayendo la cálida bolsa, comenzando a beber diligentemente de ella, justo cuando el timbre de la puerta anunció la llegada de aquel paquete, abandonando la bolsa de sangre a medio ingerir dentro del fregadero, corriendo para abrir la puerta del pequeño pero confortable departamento, quedándose con la boca abierta y los ojos fijos en el agraciado rostro de Christian, quien sonrió con socarronería al ver cómo había logrado sorprender a Edward, introduciéndose en el cálido salón, después de mostrarle lo que traía en ambas manos… una botella de champagne y un par de copas de cristal.

—Heme aquí… todo un paquete de seducción, de sombras y de deseo… —Se pavoneó a sus anchas, mientras Edward cerró con parsimonia la puerta, sin poder creer que Christian había decidido ir hasta su departamento— …Las copas y el champagne son opcionales, vienen con el paquete. —Se acercó al aun asombrado vampiro, el cual recordó que tenía una bolsa de sangre en el fregadero, dándole una mirada furtiva a la cocina—. Pero yo te recomiendo que uses todo. —Besó la comisura de sus labios, estremeciendo a Edward no solo ante aquel insinuoso beso, sino al saber que podría llegar a percibir el sabor de la sangre—. Ya que el paquete no se vende por separado. —Le sonrió, dándole otro beso, esta vez en sus hermosos labios color cereza, los cuales delataban la ingesta del vital líquido sanguinolento.

—¿Cómo sabías donde vivía? —Christian alzó una de sus cejas en un gesto irónico y mordaz, gesticulando los brazos.

—Christian Grey puede conseguir lo que sea… Ed… ¿aún no te queda claro? —Aquello hizo incomodar al vampiro, preguntándole si él era parte de ese englobamiento de artículos inalcanzables pero adquiribles a cualquier precio—. No Edward… —Se acercó al chico, destapando la botella de Champagne, después de entregarle ambas copas al serio muchacho—. Tú eres algo que yo no buscaba pero encontré. —Sirvió el espumante líquido en ambos envases de cristal, dejando la botella en la mesa central del salón, tomando una de las copas que Edward sostuvo con desgano, tintineándola en contra de la que el molesto chico mantuvo en su mano—. Brindo por ti… Edward Cullen, por entrar a mi vida y volcarla de un modo irreversible. —Bebió de su copa hasta la mitad, observando como Edward le miraba sin pretensión alguna de beber de la suya.

—Eso de irreversible sonó como sí no te pudieses llegar a librar nunca más de mí. —Christian volvió a beber de su copa de champagne, llenándola nuevamente con el espumante líquido, incitando a Edward a beber de la suya.

—Pues eso espero. —Acotó el magnate, quien observó como el chico simplemente humedeció sus labios, sin deseos de tomar de aquel costoso licor—. Porque lo que soy yo ya no puedo dejar de pensar en ti, me has tenido lelo todo el mugroso día, así que coopera un poco conmigo y bébete la maldita copa Edward… hoy es viernes y no quiero usar al amo para obligarte. —El joven inmortal volvió a mirar a la cocina, pensando en cómo deshacerse de la bolsa de trasfusión que se encontraba en el fregadero, percatándose de cómo Christian le arrebató la copa, posando ambas junto a la botella, pretendiendo cargar al vampiro como solía hacerlo con sus sumisas, pero no pudo ni siquiera moverlo de su puesto, haciendo sonreír a Edward. —Maldita sea no puedes ser tan pesado… ¿Qué demonios les inyectaba Victoria?... ¿titanio? —Intentó alzarlo sobre sus hombros como un simple saco de patatas pero no pudo más que arrugarle el pantalón, escuchando las risas del muchacho.

—No lograras levantarme, Christian. —El aludido miró con el ceño fruncido al entretenido vampiro, acercándose a paso lento e insinuoso hacia él, susurrándole a escasos centímetros de su rostro.

—Puedo follarte donde sea, Ed… puede ser en el sofá, en el suelo… donde tú quieras el punto es… —Besó nuevamente sus adictivos labios, consiguiendo de parte de Edward una respuesta positiva, correspondiendo a sus muestras de afecto— …Qué en donde sea que te tome siempre vas a decir mi nombre al final de un inminente orgasmo y querrás más y más y más de mí…

Volvió a besar los delgados pero deliciosos labios del muchacho, apartándose nuevamente de él, tomando ambas copas entre sus manos, entregándole la suya a Edward, quien bebió de un solo trago todo el contenido de la espumante bebida, sintiendo un inmenso calor recorrer desde su garganta, hasta lo más profundo de todo su cuerpo, arrebatándole la copa a su amo, arrojando ambas a su espalda, siendo el predispuesto vampiro quien arrojara a Christian sobre sus hombros, pretendiendo llevarlo hasta su recamara, para luego solventar el problema de la bolsa de sangre, sintiendo como el magnate se estiró sobre él para tomar la botella de champagne, acotando con una socarrona sonrisa de medio lado.

—Creo que esta noche será en la cama… —Ambos sonrieron, y aunque Edward seguía siendo el más tímido de aquella relación, supo por unos segundos lo que se sentía llevar el control de la situación, mientras Christian probó en brazos del apuesto sumiso, lo que se sentía ser subyugado.


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