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50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego) por ErickDraven666

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Capítulo 25

Seducción

Edward arrojó a Christian sobre su cama, logrando que el cuerpo del magnate quedara rebotando sobre el colchón con la botella en alzas, sonriendo al ver como el muchacho parecía un puma al asecho, gateando hasta quedar sobre el desinhibido y seductor magnate.

—Entonces así se siente estar del otro lado. —Edward sonrió, asintiendo a sus palabras.

—Y así se siente llevar el control. —Christian asintió levemente y por un segundo dejó entrever en su mente como aquel cambio de posición lo incomodaba un poco—. No te imagino con Elena. —Se acostó a su lado, demostrándole a Christian que no pretendía tomar el puesto de amo, sino que simplemente deseaba jugar con él un poco.

—Yo era tan solo un chiquillo y Elena era la experta, yo a duras penas había visto unos pechos… ¿Qué crees que podría hacer un jovencito de esa edad, sin ninguna experiencia y delante de una mujer que exudaba tanta dominación con tan solo mirarle? —Edward supo de sobra a que se refería Christian con aquella acotación, ya que con solo verla, el vampiro supo de sobra que la segura y desinhibida rubia era tan o más dominante de lo que podía llegar a ser su hermana Rosalie.

—¿No te dio miedo? —Christian asintió.

—Por supuesto… pero siempre fui de los que afrontan sus miedos… soy curioso por naturaleza. —Miró de arriba hacia abajo a Edward, depositando un seductor beso en su cuello después de abandonar la botella sobre la mesa de noche, derrumbando el poco control que ejerció el vampiro, dejando a su amo tomar nuevamente las riendas de todo—. Y tú mi querido, Edward… eres la caja de pandora. —Aquellas reveladoras palabras hicieron estremecer al vampiro, al sentir aquel cálido y delicioso aliento humano sobre su oreja.

—Dicen que es muy peligrosa. —acotó Edward entre jadeos.

—Me arriesgaré. —Mordisqueó el largo de su cuello, lamiendo de vez en cuando el lóbulo de su oreja, consiguiendo que el vampiro se estremeciera de gusto.

—Pensé que habías venido a buscarme. —Christian asintió, después de darle un fugaz beso en sus labios.

—Así es… pero apuesto toda mi fortuna a que no echaste ni un solo polvo en este departamento… ¿cierto? —El chico lo fulminó con la mirada—. Esa mirada me confirma que así es. —Besó su boca diligentemente, intentando como siempre de introducir su lengua, sin éxito alguno—. Mmm… es de mal augurio, abandonar un departamento sin haber tenido sexo aunque sea una vez. —Edward soltó una risotada, intentando controlar sus deseos hacia Christian, pero ya no había nada que controlar, sus cuerpos parecían dos magnetos atrayéndose entre sí, sin control alguno.

—¡Oh vamos!... No te imagino siendo supersticioso.

—Y no lo soy. —Comenzó a desabotonar su camisa, mirándole seductoramente—. Pero por si acaso, vamos a dejar en este departamento el mejor encuentro que pudo albergar en su interior… ¿Qué dices? —Edward bajó la mirada, asintiendo a su pregunta, desabrochando tímidamente su pantalón, pretendiendo subirse el suéter negro que traía puesto, pero el magnate se lo impidió, siendo él quien se lo quitara, arrojándolo al suelo, mientras devoraba al temeroso joven con la mirada—. Jamás imaginé llegar a sentir tanta curiosidad por un cuerpo masculino. —Besó el pálido pecho del muchacho, tal y como lo había hecho aquella noche en el velero, sin dejar de mirar el tímido, asombrado y al mismo tiempo excitado rostro de su amante, el cual cerró sus ojos lentamente, volteando la cabeza a otro lado.

—Ni yo… jamás pensé llegar a esto… yo ni siquiera… —Pensó en decir que él ni siquiera había tenido esos deseos hacia ninguna mujer, pero aquello sería contraproducente para él, aunque no delatara su virginidad delante del señor Grey—. Nunca sentí tanto deseo hacía mis ex novias como lo siento por ti… Christian. —Quiso explicarse mejor, para no delatarse.

—Me gusta saber eso. —Se incorporó sobre la cama, quitándose con un rápido movimiento de brazos la camisa de vestir que traía, la cual usó sin corbata ni saco, mostrándola con un look descuidado, al llevarla doblada en las mangas hasta los codos—. ¿Pero sabes lo que me gustaría saber justo ahora? —Edward negó con la cabeza aunque leyó en su mente lo que diría a continuación—. Saber cuánto me deseas —Recostó todo el peso de su cuerpo sobre el de Edward, logrando que el chico se estremeciera mirándole sugestivamente.

—Ya sabes cuánto, Christian.

—Demuéstramelo, Ed. —Unió su pecho al de Edward, aferrando el tímido rostro del muchacho con ambas manos, susurrándole tan cerca que sus bocas se rozaron al hablar—. Quiero que me hagas sentir cuanto me deseas… no quiero que me lo digas, demuéstrame con hechos cuanto me quieres sentir. —El vampiro posó sutilmente sus manos sobre la gruesa espalda del magnate, notando al acariciarle lo musculosa que era, intentando no ejercer mucha presión sobre esta o le haría daño a su amante.

Bajó lentamente hasta su cintura, mirando sugestivamente a Christian, posando sus ojos sobre los humedecidos labios del magnate, los cuales despedían un delicioso aroma a licor, el cual en conjunto con su aliento personal, era una mezcla perturbadoramente atrayente para Edward, al punto de la desesperación, aferrando sin pudor alguno las nalgas de su amante, mientras besaba sus atrayente labios.

“Allí estás pequeño Bribón” Pensó Christian refiriéndose de aquel modo al lado injurioso de Edward. “Te escudas detrás de ese rostro tímido e inocente, pero sé que estas deseoso porque te libere y demostrarme de lo que realmente eres capaz” Aquella aturdidora pero certera apreciación de parte de Christian consiguió que el vampiro se cohibiera, soltando sus duros y bien tornados glúteos—. ¡Oh no, pequeño rufián!… puedes huir pero no esconderte… yo sé muy bien lo que quieres y por más tímido que seas, sé que debajo de ese rostro mojigato y temeroso hay una bestia sedienta de lujuria animal. —Besó, relamió y mordisqueó los fríos pero adictivos labios de su amante, quien no pudo esconder las enormes ganas de entregarse en cuerpo y alma a Christian, a pesar del miedo que lo embargaba.

—Él no quiere huir, Christian… es solo que… —Bajó el rostro completamente avergonzado— …Teme hacerte daño. —El seductor magnate negó con la cabeza, besando sus labios, su mentón y su cuello, deteniéndose como de costumbre en su manzana de Adán para continuar su recorrido hasta el pálido pecho del muchacho, chupeteando sus duros y deliciosos pezones, aquellos que le invitaron a probarlos desvergonzadamente y sin pudor—. Para Christian… ¡Por favor!... detente —Rogó Edward—. No es lo mismo llamar al demonio que verlo llegar.

—Déjalo que venga, Ed… yo no le tengo miedo. —Dibujó un húmedo círculo alrededor del ombligo de su amante con la punta de su lengua, sin dejar de mirarle como lo hacía—. Si él es fuego yo soy hoguera. —Besó sonoramente su marca de nacimiento humana—. Si él es deseo yo soy el pecado.

—¿Y si él es el mismísimo demonio? —Preguntó Edward levantando la cara para verle.

—Pues yo seré el hades. —Jaló el pantalón del pasmado muchacho, dejando su empalmado sexo al descubierto tan cerca de su rostro que el deseoso hombre pudo percibir el aroma a deseo que expedía de él, incitándolo a hacer lo que ya había pensado ejecutar.

—No Christian… ¡Por favor!... no estoy listo para eso… —Pero el magnate no tuvo intención alguna de detenerse, siendo Edward quien truncara su intento de una posible felación, aferrándole el rostro con ambas manos—. He dicho que no estoy preparado para esto.

—¿Quién lo dice?... ¿mi reprimido sumiso o la lujuriosa bestia que duerme dentro de él?

—Lo dice el psicólogo. —Aquello hizo fruncir el ceño del ardiente magnate.

—Pues tengo algo guardado para él desde hace tiempo. —Se arrodilló sobre la cama, comenzando a quitarse la correa, exigiéndole al muchacho—. De espaldas, Edward. —El chico no supo que hacer, ya que pudo ver en los pensamientos de Christian que si se rehusaba lanzaría el primer correazo hacía su rostro, pensando que no era prudente cabrearlo demasiado y arruinar la velada, suspirando completamente resignado a recibir aquel castigo, no solo para controlar sus sombras, sino porque Edward sintió merecerlo al introducir al psicólogo en aquel momento de intimidad entre ellos.

Giró su cuerpo hacía su derecha, sintiendo como Christian colocó una de las almohadas sobre su vientre para levantar su derrier y darle mayor altitud a su duro, fibroso, aunque no muy prominente trasero, el cual él magnate ya había castigado con anterioridad con una tabla de madera, pero con la ropa puesta.

—¿Sabes porque te estoy castigando, cierto? —Edward afirmó saber el porque, notificándole que era gracias al haber involucrado al loquero en su momento de intimidad—. Perfecto… ¿Y sabes lo que tienes que hacer? —El vampiro asintió nuevamente, manteniendo su torso erguido al posar sus codos sobre la cama, intentando mirar a Christian por el rabillo del ojo.

—Debo contar cada azote hasta llegar a 10 —. Christian asintió más que satisfecho ante su respuesta, arrojando el primer correazo sobre los redondos glúteos del muchacho, consiguiendo que Edward se estremeciera—. Uno… —Jadeó sin poder ocultar lo mucho que aquello lo había excitado, esperando el segundo golpe, contando como se lo había exigido su amo, cada uno de ellos, recibiendo el castigo que él sintió merecer y que Christian no escatimó en entregarle gustoso—. Diez. —Los correazo habían concluido, pero tanto el amo como el esclavo apenas calentaban, siendo el desinhibido hombre de negocios quien acariciara el castigado trasero del muchacho, lo que no solo consiguió excitarle más de lo que ya se encontraba, Edward pudo sentir como su sexo humedeció la almohada, al haber dejado escapar un poco de pre-cum desde su glande.

—Ya que no me dejas jugar con Eduarcito, pues averiguaré a que sabe este pequeño bribón. —Christian se movió tan rápido que Edward no le dio tiempo a voltear y rehusarse al anilingus que el magnate comenzó a ejecutar en su virginal trasero, consiguiendo que el asombrado y al mismo tiempo estremecido chico le exigiera entre jadeos que se detuviera, pero los gemidos y la forma en la que el vampiro comenzó a mover su pelvis, era indicativo de que lo que Christian estaba haciendo le gustaba tanto que terminó recostando su torso sobre la cama, rindiéndose ante sus deseos.

“Te gusta, Edward… ¿Por qué te niegas a aceptar lo que es obvio?” Se dijo así mismo el vampiro, removiéndose intranquilo sobre las sabanas, mientras Christian parecía no querer darle paz a su trasero, nalgueándolo, y manoseándole sin dejar de saborear aquel delicioso orificio anal, el cual se frunció y volvió a distenderse, incitando cada vez más al magnate a ir más lejos, humedeciendo su dedo índice en su boca, empujándolo sobre la pequeña abertura, introduciéndolo por completo—. ¡Aahg!... No, Christ… Mmm… Cielos. —Primero se quejó, y hasta se negó un poco a la penetración, pero al comenzar a sentir el vaivén del pequeño intruso en su interior, volvió relajarse sobre la cama, estremeciéndose de placer.

 —¡Oh mi Dios!… este nene es un glotón… Mira cómo se traga gustoso mi dedo. —Extrajo e introdujo una y otra vez su índice, empujando en una de aquellas intromisiones tanto el índice como el dedo medio, consiguiendo que Edward volviera a curvar su espalda, girando su rostro para verle.

—Basta Christian… estás yendo muy lejos.

—Y aún no termino, pequeño… —Introdujo hasta el fondo ambos dedos masajeando con la punta de estos la próstata del vampiro, y aunque aquel órgano no tenía ninguna función en el mortuorio cuerpo del apuesto inmortal, consiguió que se excitara el doble de lo que ya estaba, jadeando sin poder controlar las fuertes oleadas de placer que lo embargaban, llevando su mano derecha hasta su pene, intentando masturbar el apretujado miembro debajo de la almohada, sintiendo como su amo se lo impidió—. ¡Oh no, pequeño!... Aquí soy yo quien da placer y lo prohíbe.

—Pues hazte cargo, Christian porque estoy a punto de enloquecer de tanto deseo contenido. —El magnate extrajo sus dedos del palpitante trasero, girando a Edward sobre la cama para hacerse un puesto entre sus piernas, notificándole al perturbado muchacho de un modo seductor y bastante seguro de sí mismo.

—No acabarás hasta que yo así lo decida, Edward. —El aludido quiso refutar sus arrogantes palabras, pero lo que Christian hizo a continuación lo dejó tan petrificado y aturdido que simplemente dejó escapar un fuerte jadeo, permitiéndole a su cuerpo estremecerse de tal forma que sintió que se desmayaría, algo completamente imposible en un inmortal.

—No puede ser. —Fue lo único que alcanzó a decir, desparramándose sobre la cama, entregándose al placer que aquella felación le entregó a su cuerpo, mientras que los dedos índices y medio de Christian volvieron a atacar su no tan virginal trasero, siendo la guinda del postre de lujuria, pasión y deseo que embargó a Edward, quien no pudo controlarse por mucho tiempo, percibiendo el arribo de un inminente orgasmo, notificándoselo a su amante pero al parecer Christian no iba a soltar su miembro hasta que el chico no eyacular en su boca, lo que por supuesto era contraproducente para un humano, ya que aunque ya Carlisle había investigado la posibilidad de procreación de los vampiros con los humanos, no sabían lo que podría ocasionar la ingesta de semen, temiendo que el líquido seminal tuviese ponzoña en su composición genética—. No Christian, detente.

El magnate ignoró por completo los ruegos del muchacho, quien tuvo que aferrarle de los cabellos para apartarlo del tenso y sensible pene, el cual comenzó a irrigar todo el rostro del calenturiento y deseoso hombre, aquel que tuvo que cerrar sus ojos, recibiendo el baño de semen que el tembloroso y convulso chico le entregó, tomando raudo las sábanas para limpiarle el rostro, pero el desvergonzado multimillonario comenzó a relamer sus labios con una socarrona y perversa sonrisa en ellos.

—No hagas eso, Christian.

—¿Por qué?... —Quiso saber el magnate, mirándole inquisidoramente a los ojos—. ¿Acaso sufres de alguna enfermedad contagiosa? —Edward negó con la cabeza—. Entonces no hay de qué preocuparse.

—Sabes que esa mujer experimentó conmigo y no sé lo que haya causado en mi sistema reproductivo. —Aquello preocupó un poco al magnate, quien comenzó a limpiar su rostro y su boca, mientras Edward recostó su cuerpo sobre la cama, sin dejar de sentir leves descargas eléctricas, producto de su reciente eyaculación.

—¿Carlisle no te ha hecho pruebas? —Edward asintió.

—Sí, pero no las suficientes como para confirmar que no hay peligro alguno. —Christian comenzó a sentirse un poco preocupado, recostándose junto a Edward—. Tú no has acabado aun… ¿cierto?

—Y creo que no lo haré. —Levantó el rostro para ver su flácido miembro—. Tú sí que sabes cómo matar la pasión, Ed. —Aquello consiguió que el vampiro sonriera.

—Tampoco es para tanto. —Se acomodó mejor sobre la cama, recostando su cabeza sobre el hombro de Christian—. Todo va a estar bien… pero cuando me niegue a algo, ¡por favor!… no te impongas… ¿quieres?

—Lo siento Edward, pero está en mi naturaleza ser dominante. —El chico puso los ojos en blanco.

—En fin… —Pensó nuevamente en la bolsa de transfusión en el fregadero, justo cuando Christian recordó la botella de Champagne que había dejado olvidada en la mesa de noche, bebiendo casi la mitad del espumante licor para poder alivianar el mal momento que había pasado sobre la posibilidad de haber ingerido semen adulterado—. ¿Nos vamos o nos quedamos? —Quiso saber el vampiro, recibiendo de parte de Christian un beso y un abrazo que lo incitó a recostarse más cerca de él, rodeando los abdominales del magnate con su brazo derecho.

—Quedémonos… el contrato que finiquité decía que el arriendo tiene vigencia hasta la semana entrante, así que podemos quedarnos una noche más. —Edward asintió complacido, ya que tenía que resolver lo de las bolsas de sangre en el congelador y el fregadero.

—Bien. —Christian siguió pensando en la posibilidad de haber podido contraer algo, mientras Edward contemplaba las diversas cicatrices sobre su pecho, restándole importancia a los temerosos pensamientos del magnate—. ¿Qué tipo de persona pudo haber sido capaz de marcar a un niño de ese modo? —Christian volteó el rostro para verle, percatándose de como el chico miraba su marcado pecho, observando nuevamente al techo, abrazando más fuerte a Edward, notificándole a continuación.

—El tipo de personas que no debería tener hijos. —Pasó sutilmente sus dedos por la rasposa superficie de su pecho, rememorando los diversos castigos que su padrastro le daba, mientras su madre simplemente se drogaba sin hacer nada al respecto.

—Déjame entrar en tus sombras, Christian. —El magnate volvió a verle, acariciando su rostro—. Déjame darle diversos matices de grises y hacerlos parte de mí. —Ambos se contemplaron a los ojos y por una fracción de segundos los dos pensaron en lo mismo, en el fuerte sentimiento que estaba naciendo entre ellos llamado amor, el cual parecía no querer ser nombrado por ninguno de los implicados, aunque estuviese arraigado por igual en sus corazones.

—Sigo sin saber que hacer contigo, Edward. —Acarició una de sus mejillas, mientras Edward se abrazó aún más a Christian sin dejar de mirarle.

—Tal vez podrías… —Se lo pensó por unos segundos y luego alegó a continuación, bajando la mirada—. Quererme un poco. —Se sintió un tanto estúpido al respecto, pero la respuesta del seductor magnate no se hizo esperar, dibujando en su rostro una amplia sonrisa.

—Ya lo hago, Edward… —Volvieron a mirarse el uno al otro y aunque no dijeron nada más, los dos supieron que aquello había sido bastante revelador para ambos, dejándolos tan solo en un “Te quiero”, rogando porque el “Te amo” llegase en el momento menos esperado, siendo el vampiro quien más lo ansiara.

 

Jacob no dejó de contemplar el techo grafiado del departamento de Anastasia, pensando en todo lo ocurrido esa noche, en la cual el joven Quileute le ofreció su hombro para que la despechada chica llorara todo lo que quisiera, pero entre copas, palabras de afecto, risas, llantos y más alcohol del que debían ingerir ambos, terminaron en la cama entregándose una noche de sexo desenfrenado en donde Anastasia parecía intentar olvidar el desplante que Jack le había hecho, mientras que Jacob le demostró tanto a la joven a su lado como a si mismo que ya no amaba a Bella.

“Aún no me puedo creer esto” Volteó a ver a la inconsciente mujer sobre la cama, la cual permaneció dormida junto a él. “Jamás creí que llegaríamos a esto” Pensó en el modo de cómo se fueron suscitando las cosas entre ambos aquella noche, en la que Anastasia le había pedido que le realizara un peinado, creyendo que Jacob en verdad era un estilista, tal y como decía su currículum personal, convirtiendo el pelo de la joven en un completo enredo. “En verdad me gustas, Ana” Apartó uno de los mechones de cabello que cubrió su rostro, sonriendo tontamente. “Temo tanto que despiertes y me digas que te arrepientes de lo que ha pasado está noche”

El joven lobo sintió cierto temor ante la incertidumbre de no saber cómo reaccionaría la hermosa muchacha después de lo ocurrido, incorporándose silenciosamente del colchón en busca de su ropa, dándole una última mirada a Anastasia, la cual se removió un poco sobre la cama, dejando su desnudo cuerpo al descubierto.

“No debí hacer esto… no debí aprovecharme de la situación” Suspiró. “Pero es que eres tan bella, Ana… tan deseable que no pude contener las ganas de hacerte mía” Suspiró nuevamente apartando con cierto pesar la mirada, saliendo al fin de la alcoba, comenzando a recoger sus pertenencias, vistiéndose con total diligencia, sin dejar de pensar en todo aquello, recordando cuando ambos llegaron al orgasmo, siendo Anastasia quien lo besara como si quisiera demostrarle a Jacob lo mucho que había disfrutado el encuentro sexual, por muy furtivo que fuera.

—¿Así que eres igual que todos? —La inesperada pregunta de Anastasia sobresaltó al joven Quileute, quien giró raudo su cabeza, observando a la somnolienta mujer recostada del marco de la puerta, envuelta entre las sabanas—. Tuviste lo que querías y simplemente te irás sin tan siquiera despedirte. —Jacob negó con la cabeza.

—No, Ana… te equivocas. —Terminó de abotonarse el pantalón, acercándose a ella con su camiseta en las manos—. Pensé en irme porque temo tus palabras de arrepentimiento. —La delgada mujer intentó encaminarse hasta el sofá sin caerse con las sábanas, las cuales arrastraban en el suelo.

—Pensé que el último beso que nos dimos te había demostrado cuanto me había gustado. —Se arrojó sobre él sofá, reorganizado las sábanas sobre el mueble.

—Lloraste tanto por Jack, que sentí que aún lo amabas.

—Y así es, Jake… iba a casarme con él, eso es algo que no se olvida de la noche a la mañana. —Jacob rodeó el sofá, acercándose a Anastasia—. Pero el muy cretino me traicionó y eso no pienso perdonárselo nunca.

—Me alegra escuchar eso, Ana… —Colocó uno de los mechones de cabello detrás de su oreja, acariciándole el rostro. —Ese bastardo no merece ni una sola de tus lágrimas. —Anastasia sonrió, observando como Jacob tomó asiento a su lado, rodeando los desnudos hombros de la muchacha con su brazo izquierdo, conteniéndola.

—Entonces no te vayas, Jacob. —Ambos se vieron a la cara, contemplándose mutuamente—. Porque si Bella y Jack despreciaron el amor que le profesábamos, no vale la pena arrepentirnos por lo que pasó esta noche. —Jacob asintió, depositando un pequeño beso en sus labios, consiguiendo que la chica se estremeciera entre sus cálidos brazos. —Dicen que las relaciones que comienzan con sexo duran poco. —Ana rememoró el corto tiempo que compartió con Christian, en donde solo hubo sexo sadomasoquista, bajando tristemente la mirada.

—Yo no lo creo. —Acotó Jacob aferrando el mentón de la triste muchacha, levantándole la cara—. Pero si así fuera… ¿Qué más da?... no quiero perder mi tiempo contigo en temores tontos e inseguridades mal sanas. —Ana le abrazó, consiguiendo que Jacob la tomará entre sus grandes y musculosos brazos, llevándola de vuelta a su recamara.

—Entonces no te vayas, Jacob. —El aludido asintió, entrando nuevamente en la recamara—. Quédate y demuéstrame que lo de ocurrió esta noche no fue solo un parche en nuestros maltrechos corazones y que a lo mejor puede llegar a haber un tal vez para nosotros. —El joven Quileute besó a la hermosa mujer de cabellos castaños, rememorando aquellos recurrentes sueños que solía tener en su adolescencia, en donde una mujer de cabellos castaños le esperaba al final de un puente que jamás logró cruzar, despertando antes de llegar a ella y así poder ver su rostro, creyendo en su momento que la mujer del sueño podría llegar a ser Bella, aunque se había equivocado.

“Debes ser tú, Ana” Pensó el chico, rememorando nuevamente aquel sueño del que poco recordaba y el cual ya no lo atormentada con tanta insistencia como ocurría en el pasado. “Quiero que seas tú, Anastasia” Recostó a la deseosa mujer sobre la cama, sin dejar de besarla, mientras ella correspondió gustosa a las muestras de afecto del apuesto Quileute, sin intención alguna de detener un segundo encuentro entre ellos, permitiéndole a Jacob dejar al descubierto su delgado pero deseos cuerpo, entregándose una vez más al candente joven de piel cobriza, el cual le demostró que la experiencia no siempre viene acompañada con la edad y que la pasión que alberga un lobo por su hembra, es más fuerte que cualquier experiencia antes vivida.

 

Riley siguió mirando al suelo sin decir absolutamente nada, mientras Victoria le explicaba los pros y los contra de tener a Bree en aquel lugar, ya que tanto Jack como la nueva inquilina que tenían podrían llegar a ser atacados por la neófita, la cual ya había despertado.

—Sé que te agrada la pequeña, Riley querido… pero eso no basta cuando la sed de sangre trastorna a un neófito, debes llevártela y encerrarla con los demás vampiros en el edificio abandonado.

—Pero mi señora… yo le juro que… —Jack interrumpió la negativa de Riley a aceptar que Bree se quedara encerrada como una bestia salvaje en aquel obscuro y asqueroso lugar.

—Ya intentó atacar a la chica la primera vez, Riley… nadie garantiza que no lo intentará de nuevo. —El apuesto vampiro miró con desdén al insufrible mortal, deseando arrancarle la cabeza, conteniéndose al saber que su ama y señora lo protegía.

—Yo doy fe de que no lo hará. —Espetó el chico, retándole con la mirada.

—No quiero arriesgarme, Riley… lo siento, pero debes deshacerte de Bree o llevarla a donde están los demás neófitos. —El vampiro comenzó a sentirse desesperado. Él la amaba, pero respetaba enormemente a su creadora, arrojándose a sus pies para implorarle que le diera una segunda oportunidad a la pequeña jovencita.

—Tenemos el arma perfecta para lastimar al bastardo del Grey, Victoria… No creo que debamos arriesgarnos a perderla por un simple capricho de Riley… si esa mocosa vuelve a atacar a…

—No la atacará. —Rugió el iracundo inmortal, mostrándole a Jack sus dientes, amenazante—. Si eso llega a ocurrir, yo mismo la mataré… lo juro.

—¿Y de que me sirve que la extermines cuando la incontrolable vampiresa ya ha matado a mi importante pieza de ajedrez?... de nada sirve un alfil caído en la contienda.

—Un alfil no puede ser más importante que la reina y mucho menos que un rey. —Espetó Riley levantándose del suelo, acercándose a Jack—. Y se supone que tú serás el rey de mi señora.

—Las piezas menores están para custodiar al rey. —Espetó Jack, sintiéndose apoyado por la vampiresa—. La respuesta es no, Riley… no puedes… —El iracundo vampiro aferró al engreído mortal por el cuello, alzándole en vilo.

—Yo no existo para cuidarte a ti, maldita bolsa de sangre… yo solo recibo órdenes de la reina. —Victoria aferró el brazo del enardecido vampiro, exigiéndole que se controlara y soltara al aterrado hombre, el cual se sacudió en el aire como una insignificante sanguijuela.

Después de unos segundos, Riley arrojó a Jack sobre el sofá, arrodillándose frente a Victoria, tomándola nuevamente de la mano, implorando una vez más para que no le apartaran de Bree, exigiéndole que comprendiera su amor por ella.

—¿La amas más que a mí, Riley? —El chico negó una y otra vez con la cabeza—. Si vuelve a portarse mal… ¿La mataras por mí? —El vampiro asintió, mirando de soslayo el petrificado rostro de Jack, el cual se acarició el apretón en el cuello—. Entonces dejaré que se quede, pero no le aceptaré un error más… o aprende a comportarse o la mataré yo misma. —Riley asintió más que complacido, besando la mano de su ama, agradeciéndole su total benevolencia—. Ahora retírate, necesito hablar con Jack.

El vampiro asintió, incorporándose del suelo, dándole una última mirada desdeñosa al cretino de Jack, comenzando a subir con parsimonia las escaleras, percatándose de como Bree pretendió escabullirse al cuarto de la nueva inquilina que tenían, corriendo a velocidad sobrehumana para detenerla, pero al llegar a la puerta, la neófita salió de la recamara, mientras la joven mortal en su interior le agradeció la ayuda prestada.

—¿Qué estabas haciendo Bree?... Te dije que no puedes acercarte a ella, la ama quiere que me deshaga de ti, temen que quieras volver a atacarla y si lo haces ella…

— …Me matará… lo sé, la escuché. —La hermosa joven de larga cabellera negra bajó la cabeza, encaminándose a su recamara, la cual compartía con el muchacho—. La chica me pidió que le prestara un suéter, dijo que tenía frio y simplemente quise… —Riley la estrechó entre sus brazos, besándole la frente.

—Sabía que podías controlarte, hermosa. —Le aferró el rostro con ambas manos, pretendiendo depositar un beso en sus pequeños y delicados labios, pero la menuda vampira se apartó de él, acercándose a la ventana—. ¿Qué ocurre, Bree?... ¿Por qué?... —La chica le interrumpió.

—¿La amas más que a mí, Riley? —Aquello tensó el cuerpo del muchacho—. Si es así ¿para qué me transformaste? —Preguntó sin dejar de ver por la ventana, el ir y venir de las personas que transitaban la calle, escuchando los pasos a sus espaldas, percibiendo la cercanía del cuerpo de Riley, quien respondió a continuación.

—No la amo como te amo a ti, Bree… a ella la veo como a una madre, pero tú eres mi futura pareja inmortal. —Besó la coronilla de la cabeza de la joven, abrazándola por la espalda.

—Pues parece que no le caigo muy bien a mi suegra. —Riley sonrió.

—Haz que cambie de parecer, Bree… solo debes pórtate bien y hacer lo que yo te diga, ya que… —Un estruendoso grito sobresaltó a ambos amantes, quienes corrieron a ver lo que estaba pasando, observando el rápido arribo de Victorias al cuarto de huéspedes, en donde la joven mortal parecía tener un ataque de ira, arrojando todo sin intención alguna de darle a un punto en específico, siendo Jack quien preguntara después de haber terminado de subir las escaleras con las piernas temblando.

—¿Qué demonios le pasa? —Miró a Bree creyendo que la chica había sido la causante de sus gritos, pero Victoria le notificó que la joven no tuvo nada que ver, exigiéndole que controlara a la loca—. Cálmate Leila… ¿Qué ocurre hermosa?... ¿hay algo que te esté molestando? —Preguntó Jack en un tono de voz dulce y condescendiente.

—Quiero ver a mi amo… quiero hablar con él y decirle que no puede hacerme esto… —Arrojó los cepillos de cabello que reposaban sobre la peinadora, los cuales por supuesto Jack consiguió esquivar, exigiéndole en un tono de voz zalamero y amable.

—Aún no es el momento, Leila… ya podrás recriminarle todo lo que quieras, pero por ahora debes quedarte con nosotros. —La desquiciada mujer comenzó a llorar, arrojándose en el suelo, mientras Victoria intentó no perder la calma con aquella demente, esperando a que Jack la controlara.

—El amo no pudo cambiarme por otro hombre, no pudo hacerme esto… no, no… me rehúso a creerlo. —Golpeó una y otra vez el suelo, consiguiendo que sus nudillos sangraran, lo que alteró a los tres vampiros que convivían en aquel departamento, siendo Riley quien tomara a Bree entre sus brazos, llevándosela lo más lejos que pudo de la esquizofrénica mujer, mientras que Jack intentó manipularle, arrodillándose junto a ella, atenazando sus ensangrentadas manos.

—Cálmate Leila… No es prudente que hagas eso delante de quienes viven con nosotros en esta casa.

—¿Por qué? —Quiso saber la perturbada mujer.

—Mmm… tú confórmate con saber que no es buena idea. —Miró a Victoria, la cual puso los ojos en blanco—. Ven… ya es tarde… será mejor que duermas. —Incitó a la joven a levantarse del suelo, llevándosela hasta su cama.

—En las noticias anunciaron que este sábado habrá una fiesta en casa de los padres de mi amo… ¿Por qué no vamos? —A lo que Victoria respondió, acercándose a la desequilibrada mujer.

—Por qué no es prudente, niña estúpida… ahora duérmete o te sedaré como lo hice anoche. —Victoria salió como alma que lleva al diablo de la habitación de la joven, demostrándole a Jack lo mucho que parecía detestar lo amable y dulce que él era con la muchacha, haciendo sentir seguro al cretino, al darse cuenta de como lo celaba.

Jack curó los nudillos de la llorosa joven que ambos secuaces habían logrado sacar del psiquiátrico de Seattle, asesinando a varios de los empleados y a unos cuantos enfermos recluidos, lo que las autoridades decidieron mantener en secreto, pero Garrett ya se había hecho una hipótesis sobre lo ocurrido, al ver las marcas en el cuello de los occisos que habían sido encontrados en la escena del crimen, atribuyéndole el delito a Victoria.

—Duerme Leila… mañana será otro día y prometo que las cosas mejoraran. —La joven se hizo un mohín sobre la cama, perdiéndose en las nebulosas de su desequilibrado cerebro, soñando con el día en que Christian volviera a buscarle y le expresara cuanto la amaba, haciéndola su esposa, sin saber que el corazón del magnate ya le pertenecía a una sola persona… a Edward Cullen.

Jack salió de la recamara, cerrando la puerta con cerrojo, guardándose la llave en el interior de uno de sus bolsillos, bajando con parsimonia las escaleras, observando el molesto rostro de Victoria contemplarle desde el sofá donde estaba.

—Me parece que esa fiesta es el momento propicio para soltar a la loca y que explote delante de todos la noticia de que Christian es un chupa vergas. —Victoria negó con la cabeza.

—Un poder mayor está en la ciudad y no es prudente ser vistos por ellos. —Jack preguntó bastante intrigado de quienes se trataba—. Tú solo confórmate con saber que no es el momento adecuado… tú sigue lavándole el cerebro a la loca y la usaremos en el lugar y en el momento preciso. —Jack asintió, sentándose a su lado.

—¿Estas celosa de Leila? —Victoria volteó a verle.

—¿Debería? —Jack negó con una socarrona sonrisa en sus labios—. Entonces no hagas preguntas idiotas, Jack… —Se incorporó del sofá, pretendiendo abandonar la sala, notificándole al divertido hombre antes de marcharse—. Soy la reina de corazones, Jack… no es bueno hacerme enojar… tu cabeza podría rodar y otro rey suplantaría tu lugar. —La irónica sonrisa del desagradable hombre se esfumó, dando paso a la inseguridad—. Diviértete con Leila en el país de los desquiciados… mientras que yo planeo nuestro próximo movimiento… Ya que tal parece que los lobos no escarmentaron con mi primer ultimátum. —El incómodo hombre preguntó que planeaba para ellos—. Pues parece que al alfa le da igual su mujercita, veremos si lastimando al beta, desisten de ayudar a los Cullen.

 

Muy temprano por la mañana, tanto Christian como Edward culminaron los preparativos para abandonar el pequeño departamento que había alojado al vampiro en Seattle, aquel que jamás pensó en dejar antes de culminar las clases y mucho menos ante una propuesta como la que el magnate le había planteado, pidiéndole amablemente que se quedara definitivamente con él en su lujoso pent-house.

—Ya están todas las maletas del joven Edward en el auto, señor Grey. —Christian asintió a la notificación de su guardaespaldas, agradeciendo su ayuda—. Los espero abajo. —Taylor salió del departamento, justo cuando Sam entró, entregándole a Edward una pequeña caja de terciopelo azul marino, notificándole a continuación.

—Eso te lo envió, Alice… —El vampiro asintió—. Y Emmett dice que tu encargo está a salvo en el hotel Paramount. —Edward sonrió, agradeciéndole toda la ayuda prestada y sobre todo su total discreción, al referirse de aquel modo tan peculiar al inconveniente del refrigerador lleno de bolsas de transfusión de sangre, las cuales Emmett recibió desde la oscura calle, atrapándola como todo un grandes ligas, mientras Edward las arrojaba desde el balcón, después de que Christian se durmiera, llevándoselas con él hasta el hotel Paramount—. Los esperamos abajo… con permiso.

—Sam parece hijo de Taylor. —Acotó Christian, acortando distancia entre ellos al estar a solas—. Muy servicial y discreto. —Edward asintió, percatándose de como Christian miró la pequeña caja entre sus manos—. Mmm… temo preguntar. —La enorme sonrisa del vampiro no se hizo esperar, notificándole a continuación, para asustarlo aún más.

—Es exactamente lo que temes que sea. —Christian abrió desmesuradamente los ojos, apartándose de él—. Es un anillo de compromiso. —El magnate palideció—. Pero tranquilo… no es para ti. —Aquello alivió y decepcionó en partes iguales el agitado corazón del acaudalado hombre de negocios, quien tomó la pequeña caja entre sus manos al ver como Edward se la entregaba—. Es para tu madre, es mi contribución para el evento de esta noche. —Christian abrió nuevamente sus expresivos ojos, destapando diligentemente la caja de terciopelo.

En su interior, un enorme anillo de oro blanco de 24 quilates, reposaba sobre un suave colchoncito de terciopelo blanco, el cual contrastaba con el color externo de la caja, y sobre él aro, millones de diminutos diamantes adornaba el frontal de la costosa joya de más de 100 años, haciéndola una obra incalculable.

—No puedo aceptar esto, Edward… es demasiado. —Christian pretendió devolverle el anillo pero el joven vampiro se lo prohibió.

—Ya dije que es mi aporte para la fiesta pro-fondos de tus padres. —Edward tomó su chaqueta de jean, la cual reposaba sobre el espaldar de unos de los sofás individual, pretendiendo abandonar el pequeño departamento, siendo Christian quien se lo prohibiera, aferrándole del brazo.

—Disculpa si te he ofendido. —El apuesto vampiro negó con la cabeza.

—Tranquilo… —Tomó de la mano a Christian,  demostrándole que no estaba enfadado—. Solo quiero ayudar, Alice parecía encantada de apoyar a Mía en todo y la vio tan preocupada por lo de las subastas que me lo notificó y recordé que tenía ese anillo, el cual ha pasado de generación tras generación… —Christian asintió, acomodándole el cuello de la chaqueta después de haberse guardado el anillo en el bolsillo—. Y ya que no pienso usarlo, pues me pareció que…

—¿Por qué no piensas usarlo? —Edward levantó la mirada, sin poder creer que Christian le hubiese hecho aquella pregunta.

—Pues… —Le miró un poco decepcionado, bajando levemente la cara—. Porque no… No sé… No creo que el matrimonio sea lo mío. —Christian sonrió con picardía, queriendo jugar un poco con el incómodo muchacho.

—¿El matrimonio no es lo tuyo? —Edward asintió, tomando su bolso repleto de libros, siendo lo único que Sam y Taylor habían dejado para que el muchacho fuese quien lo llevara—. ¡Oh vamos!... ¿Es en serio? —El serio joven volvió a asentir, saliendo del departamento después de tomar las llaves para dejarlas en la consejería—. Bueno… me alegra saber eso. —Aquello tensó a Edward, consiguiendo que frunciera cada vez más el ceño—. Yo tampoco estoy listo para un compromiso tan importante como ese.

El vampiro le observó desdeñosamente, mientras el magnate salió del departamento hacía el pasillo principal del tercer piso, gesticulado los brazos al hablar intentando hacerse el superado, pero Edward ya se había dado cuenta de la jugarreta que el odioso hombre quería hacerle, molestando al muchacho.

—¿Sabes?.... te hacía un chico tradicional, de esos que le gustan pedir matrimonio en un lugar romántico, con flores y velas. —Edward cerró la puerta principal con llave, encaminándose por el amplio pasillo—. De los que regalan chocolates y escriben poemas. —Christian comenzó a seguirle, percatándose de su serio semblante.

—De hecho lo era. —Pulsó el botón que llamaba el ascensor, esperando a que el artefacto mecánico subiera o bajara—. Hasta que me topé con un cretino al que detesté desde el preciso momento en que lo conocí. —Christian apretó los labios para no reír—. Cambió mis anhelos de romance por azotes y castigos, chocolates por consoladores anales y flores por fustas y látigos. —El divertido magnate no pudo contener sus carcajadas, observando como el molesto muchacho entró en el ascensor, esperando a que el entretenido hombre dejará de reír.

—¡Oh vaya!... esa no me la esperaba. —Volvió a reír, introduciéndose al fin en el estrecho compartimiento—. No tienes idea de lo mucho que me excita cuando te enfadas. —El magnate arrinconó a Edward dentro del ascensor, después de pulsar el botón que los trasladaría hasta la planta baja—. Me dan ganas de bajarte el pantalón aquí mismo y nalguearte. —Christian le miró muy seductoramente, pero no recibió una respuesta recíproca de parte del molesto joven, demostrándole al petulante hombre que no le había agradado en lo más mínimo que se burlara de su lado romántico.

—Y a mí a veces me dan ganas de arrancarte la lengua y metértela en… —La puerta del ascensor se abrió, consiguiendo que ambos hombres se apartaran el uno del otro, siendo Christian quien hablará entre dientes, notificándole a su insubordinado esclavo.

—Así que nos levantamos con el pie izquierdo… —Una dulce anciana de cabellos blancos, ojos pequeños y un poco regordeta entró al ascensor en compañía de su nieto adolescente y su novia, los cuales observaron a ambos hombres, siendo Edward quien les saludara amablemente, mientras Christian puso los ojos en blanco, impacientándose ante la lentitud de la señora para entrar, o eso percibió el vampiro.

“A veces no sé lo que me atrae de ti” Pensó Edward al ver lo petulante que podía llegar a hacer con la dulce ancianita, la cual no tenía la culpa de su deteriorado estado ante los años, pero lo que en verdad tenía molesto a Christian era el hecho de que el chico a su lado se hubiese molestado ante sus jugarretas, mostrándoselo al apuesto inmortal por medio de sus pensamientos.

“¿Qué puedo hacer para conseguir que cambies esa cara de perro?” Elucubró Christian, mirando a Edward por medio del reflejo de las plateadas puertas del ascensor, percatándose de lo molesto que en realidad estaba el muchacho, acercándose despreocupadamente hacia él, mirándose el calzado italiano que traía puesto, observando como las trenzas del zapato de cuero estaban desatándose, agachándose para atarlas nuevamente, incorporándose lentamente de su inclinada postura, comenzando a acariciar todo el largo de la pierna de Edward por sobre la tela del pantalón, consiguiendo que el chico se estremeciera, clavando sus asombrados ojos sobre el socarrón rostro de Christian, al sentir como el muy descarado terminó su recorrido apretándole una nalga.

—¿Christian?... ¡Basta! —Susurró el chico, pero el magnate no quiso detener sus lascivos actos, mirando al frente, al igual que lo hizo Edward, al ver como los tres humanos delante de ellos, voltearon para verles.

—Que calor hace aquí… este artefacto debería tener aire acondicionado… ¿No cree usted, doña? —La anciana asintió a las palabras de Christian, sonriéndole dulcemente, sin percatarse que detrás del par de caballeros, un calenturiento juego de manos ejecutado por el desvergonzado hombre de negocios, mantuvo a Edward aterrado, avergonzado y excitado por partes iguales, rogando porque el ascensor llegara a su destino, intentando contener una posible erección, apretando con fuerzas el bolso sobre su entrepierna.

Las puertas del ascensor al fin se abrieron, siendo la anciana la primera en salir con la ayuda de los dos jovencitos, quienes no veían la hora de estar a solas y comerse a besos, dándose de vez en cuando miradas furtivas detrás de la abuelita, mientras Christian siguió apretando el trasero de Edward, el cual permaneció inmóvil, esperando a que sus ex vecinos se perdieran de vista para salir del ascensor, pero justo en el momento en que el molesto y excitado vampiro pensó en huir, el magnate pulsó el botón del tercer piso, consiguiendo que el artefacto cerrara nuevamente sus puertas, subiendo hasta el piso indicado.

—Pero… ¿Qué haces, Christian? —El aludido le arrebató el bolso, dejándolo caer al suelo, abrazando al estupefacto vampiro, quien no se esperó aquel arrebato de parte del apuesto hombre a pesar de que podía leer su mente.

—¿Sabes lo que me haces sentir cuando te molestas conmigo? —Susurró a oídos del muchacho, quien se estremeció no solo ante su cálido aliento sobre su oreja, sino ante sus muestras de afecto, correspondiendo lentamente a su abrazo.

—No, no lo sé. —Fue su rápida y tímida respuesta, escuchando con atención lo que la mente del magnate ya le había mostrado en sus pensamientos.

—Me siento como un velero a la deriva… es como intentar volar a Charlie tango a ciegas, como si mis matices de grises, como tú bien lo dijiste se volvieran negros. —Edward le abrazó a pesar de que el ascensor se detuvo, abriéndose lentamente las puertas, percatándose de que no había nadie en el pasillo.

—Entonces no me hagas enfadar, Christian… porque si tú te sientes así cuando me molesto y te ignoro, yo me siento mucho peor cuando te burlas de mí. —Ambos se separaron un poco pero sin dejar de abrazarse, mirándose a las caras—. Es como si pisotearas mi forma de ser, mis sentimientos, mis…

—¿Tienes sentimientos hacía mí? —Edward se apartó por completo de Christian, pasando nerviosamente los dedos por su rebelde cabello, tomando raudo el bolso que el magnate había dejado caer al suelo, colocándolo sobre su hombro, pulsando nuevamente el botón de la planta baja, consiguiendo que el ascensor comenzará a descender.

—Bueno… tú y yo ya lo habíamos hablado, Christian… ¿Lo recuerdas? —preguntó un poco intranquilo al ver cómo había quedado expuesto delante del magnate—. Tú… tú preguntaste qué harías conmigo y yo respondí.

—Quererte… ¿eso te gusta Ed?... ¿te agrada saber lo que siento por ti? —Edward asintió bajando la mirada, sintiendo como Christian le tomó del mentón, levantándole la cara—. A mí también me gustaría saber lo que sientes por mí. —Ambos se miraron intensamente a los ojos, sin tan siquiera percatarse de que el ascensor se detuvo, abriéndose lentamente las puertas metálicas, siendo el tímido vampiro quien se apartara de él, mirando al Hall de la residencia en donde Edward había vivido, encontrándose con Sam y Taylor esperándoles, haciéndose los desentendidos .

—Será mejor irnos. —Fue lo único que pudo decir Edward, siendo el primero en abandonar el estrecho compartimiento, pretendiendo salir a las afueras del lugar, percatándose de que había una soleada mañana en Seattle. “¡Rayos!” —Exclamó internamente, pensando en el modo de llegar hasta el auto sin que se percataran del brillo de su piel, siendo Sam quien resolviera aquel inconveniente, abriendo diligentemente un paraguas sobre él.

—Señor Cullen… lo escolto hasta el auto. —Edward no supo que decir, y simplemente comenzó a caminar junto al elegante guardaespaldas, el cual había aceptado al fin usar traje como todas las escoltas de los Grey, viéndose extremadamente apuesto.

Sam le abrió la puerta, esperando a que el vampiro entrara, el cual le notificó en voz baja, mientras Christian rodeó el auto, para entrar del otro lado con la ayuda de Taylor.

—No tienes que hacer todo esto, Sam… no es necesario que… —El líder de la manada le interrumpió.

—Se supone que trabajo para ti, Edward… y mi deber es mantenerte a salvo, no solo de Victoria, sino de quedar en evidencia delante de ellos. —Señaló con una mueca tanto a Christian como a Taylor, quienes entraron al vehículo, esperando a que ambos hombres culminaran su privada conversación.

—Espero que todo esto termine pronto. —Sam asintió. —En verdad te lo agradezco mucho. —El joven trigueño no dijo nada, insistiendo para que el vampiro entrara al auto y así poder cerrar el paraguas.

Edward al fin entró, dejando que Sam cerrara su puerta, introduciéndose igual que todos en el interior del lujoso vehículo, después de cerrar el paraguas, colocándolo sobre el tablero del auto, notificándole a Taylor que podían marcharse, justo cuando el timbre del celular sobresaltó a Christian, sacándolo rápidamente de su bolsillo, leyendo el mensaje de su hermana Mía.

[Los Cullen han dado una importante donación, Christian… mamá está encantada y Carrick ya me ha entregado una invitación formal para invitarlos a todos… ¿No te parece genial?]

Christian alzó una de sus cejas, dándole una mirada furtiva a Edward, el cual se hizo el desentendido, aunque ya estuviese informado de la situación, esperando a que el magnate lo hiciera verbal, justo cuando Alice llegó al hotel Paramount, notificándoles a todos por medio de los intercomunicadores que está noche todos irían al banquete de beneficencia, escuchando aquella conversación por medio de los pensamientos de Sam, quien escuchó claramente las palabras de la vampiresa.

—Está confirmado. —Comentó Christian un poco desencajado al respecto—. Tu familia y la mía se conocerán. —Aquello no solo hizo voltear a Edward, Sam le miró sin poder creer que justo cuando Alice notificaba aquello por medio de los intercomunicadores, el magnate se lo dijera al joven a su lado—. Parece que tus padres dieron una jugosa contribución y los míos les enviarán invitaciones formales.

—No pareces muy feliz al respecto. —Comentó Edward, mientras Sam recibió de parte de Taylor, un manotazo en el hombro para que dejara de ver hacía atrás, intentando darles privacidad a ambos caballeros.

—No es que no me agrade la idea, Edward… es solo que… —Christian no supo cómo decirle al muchacho que no quería verlo llegar a la recepción junto a Bella, bajando la cara— …No tendremos mucha privacidad. —Fue la respuesta del magnate, quien también pensó en aquella posibilidad de no poder ir juntos, al estar ambas familias en el mismo lugar.

—Bueno, Christian… vayan o no mis padres, no tendremos privacidad, estaríamos rodeados de más de cien personas… así que lo mejor sería que me llevaras al hotel Paramount, ya que…

—No… —respondió rápidamente Christian, interrumpiéndole—. Quiero que estemos juntos, no me importa que tus padres y los míos estén en el mismo lugar, tampoco que vayamos a estar rodeados de personas, no me interesa que nos vean llegar justo, y me vale verga que… —Christian siguió despotricando a los cuatro vientos toda la rabia que sentía ante lo que estaba ocurriendo, comenzando a hiperventilarse, consiguiendo que Taylor aminorara la velocidad por si debía estacionarse de improvisto, siendo Edward quien intentará controlar aquel ataque de rabia y pánico que le había dado, exigiéndole que respirara por la nariz y lo expulsara por la boca, aferrándole la muñeca derecha para tomarle el pulso.

—Cálmate Christian, respira profundo, inhala… exhala…  —Edward percibió el cambio en sus palpitaciones, al igual que su sudoración fría, indicándole al vampiro que estaba bastante alterado como para que su presión arterial cambiará considerablemente.

—Es que no sé por qué tenemos que ocultarnos… —Sus ojos comenzaron a humedecerse—. Pensé que sería fácil esconder esto, Edward… pero no es así… ¿y sabes por qué? —Tanto Taylor como Sam se vieron a las caras, mirando nuevamente al frente, haciéndose los desentendidos.

—¿Por qué Christian? —preguntó el vampiro, sin dejar de aferrar su muñeca, sintiendo un poco de vergüenza al tener que hablar sobre eso delante de sus guardaespaldas.

—Porque sé que no podré tragarme la rabia que sentiré cuando te vea pasar el umbral de la mansión de mis padres tomado de la mano de Isabella. —Edward no pudo creer que  Christian estuviese haciendo verbal sus temores, y mucho menos delante de ambos hombres, quienes intentaron permanecer inmutables pero Taylor no pudo evitar pensar sobre lo que ocurriría si eso llegase a pasar, mientras Sam comenzó a escribirle a Alice, notificándole lo que estaba ocurriendo.

—Eso no va a pasar, Christian… ¿y sabes por qué? —El magnate negó con la cabeza, exigiéndole al muchacho que se lo explicara—. Porque Bella irá a la recepción como la nueva guardaespaldas de Mía. —Aquello sorprendió a Christian. —Tal parece que solo Sawyer y Bella soportan a la atolondrada de tu hermana.

—Pero…  ¿Desde cuándo Bella está haciendo de guardaespaldas de Mía?... ¿Por qué eso nunca se me fue notificando? —preguntó mirando a Taylor, el cual estuvo a punto de responder, siendo Edward quien lo hiciera.

—Eso es irrelevante ahora, Christian… lo verdaderamente importante ahora es ver que pretexto podríamos usar para ir juntos sin levantar sospechas. —El melancólico hombre asintió, observando como el chico se acercó a su oreja derecha, susurrándole al oído—. Además… Jamás le di a Bella un anillo de compromiso. —Justo en aquel momento, Taylor introdujo el auto en el sótano del lujoso edificio, mientras Christian contempló con una amplia sonrisa a Edward, el cual se recostó a su lado, intentando hacerse el desentendido, sin poder creer que hubiese dicho aquello, pero un repentino frenazo de parte de Taylor sobresaltó a todos los pasajeros, quienes se percataron de la presencia de Garrett en el estacionamiento, recostado de una de las dos patrullas que habían aparcado en el interior del sótano privado, esperando a los recién llegados, siendo Edward el primero en salir del auto seguido por Sam, mientras Taylor abrió la puerta de Christian, después de apagar el motor y abandonar su puesto de conductor.

—Dime que no es cierto lo que estás pensando… —Exigió Edward entre susurros intendibles al oído humano, observando como Garrett escupió el mondadientes que tenía entre los labios, masticándole despreocupadamente.

—Si lo estás viendo en mi cabeza es porque así es, Edward. —Garrett, arrugó la cara al percibir el olor de Sam, mirándole al rostro—. Debes ser uno de los canes de los que hablaba el mayor Whitlock… sí que apestan… ¿eh? —El líder de la manada lo fulminó con la mirada, siendo el magnate quien tomara la palabra.

—¿Puedo saber qué hace usted aquí, detective? —El policía enfocó sus ojos sobre el serio hombre, el cual esperó su respuesta, cruzándose de brazos.

—Pues esta vez sí estoy haciendo mi trabajo, señor Grey. —Aquello no solo incómodo a Christian, sino también a Edward, recordando el altercado que hubo entre ambos caballeros—. ¿Le suena el nombre de Leila Williams? —El magnate palideció al escuchar el nombre de una de sus ex sumisas.

—¿Qué… qué ocurre con ella? —preguntó bastante intranquilo.

—Es una ex suya… ¿cierto? —Los policías que habían escoltado a Garrett hasta aquel lugar permanecieron al margen, siendo tan solo uno de ellos quien tomara nota de todo lo que hablaban en aquella reunión.

—Si así es… ¿qué ocurre con ella?... ¿Se encuentra bien?... No me diga que se escapó del sanatorio. —Garrett alzó sugestivamente una de sus cejas, acercándose al magnate.

—Yo no diría que se escapó… creo que la palabra correcta es secuestro. —Aquello consiguió que los alterados nervios de Christian se dispararan, comenzando a temblar—. Anoche entraron al hospital psiquiátrico en donde usted recluyó a la señora Williams, hubieron muertos y todo indica que fue Victoria quien perpetró el incidente. —Tanto Taylor como Edward agarraron a Christian por ambos brazos al ver como se tambaleaba—. Investigamos y solo les faltaba Leila, no estaba entre los muertos así que decidimos investigar por qué Victoria quería secuestrarla y descubrimos que tenía que ver con su pasado.

—Quiere usar a Leila en mi contra. —Alegó Christian, intentando mantenerse en pie y no derrumbarse.

—Lo que me intriga es saber que trama Victoria con ella. —Todos elucubraron sobre lo que la pelirroja querría con todo este macabro y trabajado plan en su contra, haciéndose las mil hipótesis en su cabeza, siendo el mismo Christian quien alegara a continuación.

—Va a desprestigiarme… eso es lo que quiere… ella no quiere matarme, intenta destruir mi reputación… ¿pero por qué?... ¿qué le he hecho a esa maniática para que pretenda destruirme de ese modo? —A lo que Garrett respondió en un tono de voz relajado.

—A lo mejor no es solo ella, señor Grey. —Edward le exigió al policía que no dijera nada, pero Christian se soltó bruscamente del agarre de ambos hombres, exigiéndoles a todos que hablaran de una vez por todas, siendo el policía quien lo hiciera—. Jack Hyde es el secuaz de Victoria, señor Grey… y estoy casi seguro que esto lo está tramando él. —Christian volteó a ver a Edward, quien bajó la mirada.

—¿Tú lo sabias? —El vampiro asintió con desgano—. ¿Y por qué no me lo dijiste? —Edward no supo que decir, siendo Sam quien hablar.

—Edward solo intentó protegerle.

—¿Mintiéndome? —Gritó completamente exaltado.

—Bueno, bueno… luego se reprochan todo lo que les dé la gana… ahora necesito que hablemos en privado, señor Grey… así que si no existe inconveniente en que subamos a su pent-house mi colega y yo, le explicaré mi hipótesis sobre lo que ese par de ratas están planeando en contra de ustedes dos. —Christian asintió, señalando hacía el ascensor, siendo Garrett el primero en caminar hacía el artefacto mecánico, seguido de los demás implicados, siendo el magnate quien aferrara el brazo de su amante, espetándole en voz baja.

—¿Por qué no me dijiste lo de Jack? —Edward puso los ojos en blanco, notificándole que solo lo había hecho por su bien—. ¿Te das cuenta de lo que esto significa? —El chico negó con la cabeza, esperando si respuesta—. Anastasia puede estar corriendo peligro, Edward… ese bastardo solo quería quitármela pero ahora que no le sirve de nada, es capaz de hacerle daño. —A lo que Edward respondió, sintiendo por primera vez lo que Christian sentía ante el fantasma de Bella.

—No tienes por qué preocuparte por ella, Christian… todo está cubierto y alguien más la está cuidando. —Pretendió caminar hacía el ascensor, deteniéndose al sentir que si no hacía verbal sus sentimientos, se ahogaría en el profundo mar de los celos—. Tú vives molestándote porque me preocupo por Bella… —El magnate pudo percatarse del semblante triste y melancólico del muchacho, sintiéndose realmente miserable— …Pero tú me acabas de demostrar que te importa más lo que le pueda pasar a Anastasia, a lo que te pueda pasar a ti.

—No, Edward… malinterpretaste mis palabras, yo solo… —Pero el chico no le permitió explicarse, caminando rápidamente hacía el ascensor, escondiéndose detrás de todos los demás, esperando a que Christian subiera, siendo Taylor quien pulsara el botón que los trasladaría hasta el piso correspondiente, y mientras Edward contemplaba el suelo, Christian no pudo quitarle la mirada de encima, observando el agraciado y triste rostro de su amante, sintiéndose cada vez más miserable, pensando en el modo de reparar las cosas entre ellos, apretando en el interior de su bolsillo, la aterciopelada caja con el costoso anillo en su interior, rememorando las desinhibidas y al mismo tiempo tímidas palabras del muchacho que él tanto adoraba.

“Jamás le di a Bella un anillo de compromiso” Cerró sus ojos con pesar, ya que al fin había entendido lo que el chico había querido decir con eso, que quería algo más que solo sexo con él, y al mismo tiempo que había renunciado a tener una futura relación con una mujer, al entregar el anillo de su madre para la subasta, abriendo sus sentimientos hacía él. “Yo también quiero más que solo sexo, Edward… y pienso demostrártelo con creces” Y aunque Christian siguió atormentándose y pensando el modo de resarcir el daño ocasionado, el simple hecho de saberlo por medio de sus pensamientos le robó a Edward una enorme, amplia y sincera sonrisa de sus labios, sintiendo que con tan poco, ya le había perdonado.


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