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50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego) por ErickDraven666

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Capítulo 27

Rojo escarlata

Todos los Cullen esperaban la llegada de Edward, el cual se acercó a ellos con un rostro sombrío y desencajado, saludando a Esme, ya que la dulce y maternal mujer fue la primera en acortar distancia entre ellos, acobijando a su hijo entre sus brazos.

—Hola cariño… ya no debes preocuparte por nada, tu padre ha hablado con Aro y él le ha prometido que resolverá el problema de Victoria, siempre y cuando le probemos que es una amenaza para todos nosotros. —Edward parecía no estarle prestando mucha atención a las consoladoras palabras de su madre, notificándole tanto a ella como a su padre.

—No sé qué mentira te habrá dicho Aro, Carlisle...  pero esta noche pretende masacrar a las personas que adquieran sus joyas, no solo para recuperarlas... —Volteó a ver a Christian, quien saludó tanto a Rosalie como a Emmett, adulando el hermoso vestido de Prada color negro y blanco de la vampiresa, mientras Emmett acotaba jocosas acotaciones a cada una de las palabras que el magnate decía, haciéndoles sonreír a ambos— …Es su forma de demostrarnos que es él quien manda, quien pone las reglas y quien tiene el poder de asesinar a quienes les apetezca tan solo por diversión. —Esme volteó a ver a su esposo, el cual no podía creer lo que estaba escuchando.

—Pero él me dijo… —Edward le interrumpió.

—No importa lo que te haya dicho, está mintiendo… yo lo vi, pidió que las joyas se subastaran por partes, eso solo quiere decir que…

—…Va a matar a más de uno está noche. —Concluyó Alice a la acotación de su hermano, acercándose a ellos en compañía de Bella, la cual ya le había contado a la menuda vampiresa lo que había ocurrido en el salón de joyas. —. Jane intentó atacar a Edward delante de Christian, pero Bella lo impidió—. Les explicó lo que Jasper y ella habían estado practicando, entrenando a la vampiresa con su don.

—¿Qué vamos a hacer Carlisle? —preguntó Esme aferrando el brazo de su esposo.

—Rezar para que ninguno de los Grey adquiera una de sus joyas.

—Pues ese es precisamente el problema, padre… Christian se ha encaprichado en obtener el escudo Vulturi, y cuando él se mete algo en la cabeza no hay quien lo detenga. —Justo en aquel momento Christian se fue acercando a ellos en compañía de su madre, quien había interrumpido la conversación entre Rosalie, Emmett y su hijo, notificándole que debía ir a saludar a los padre del joven psicólogo, los cuales parecían haberse ganado el aprecio de la doctora Grey, ante tan suculenta donación para la subasta.

—¡Hola de nuevo!... Señor y señora Cullen… espero que la mesa que les hemos asignado junto a la nuestra sea de su agrado. —Ambos líderes asistieron sonriéndole amablemente a la elegante mujer de traje color verde olivo, agradeciéndole toda su amabilidad—. No tienen que darlas, es todo un placer para mí. —Volteó a ver a Edward—. ¡Hola querido!... que gusto volver a verte. —El aún temeroso y angustiado joven le saludó con un beso en la mejilla, agradeciéndole toda la atención y la amabilidad que había tenido con sus padres—. No agradezcas, soy yo quien debe darlas, no solo ante el maravilloso aporte que hicieron tus padres, sino también por la inesperada donación del señor Vulturi, el caballero italiano que ofreció sus costosas joyas antiguas; ya que me ha dicho que lo hizo por petición suya, doctor Cullen.

Todos los que habían escuchado aquella acotación de parte de la madre de Christian, elucubraron sobre lo que estaba pensado su padre y líder de Clan… Que Aro deseaba lo mismo que quería Victoria, exponerlos a todos delante de los humanos y así poder culparles de romper el tratado de permanecer en el anonimato, teniendo así la posibilidad de destruir su clan y quedarse con los hijos de Carlisle, Edward, Alice y de seguro también reclutarían a Bella, al descubrir el estupendo don que tenía.

—Aammm… sí, le comenté a mi amigo lo que ustedes hacían y estaba ansioso de ayudar. —Fue la simple y calmada respuesta de Carlisle, sonriendo amablemente, mientras su esposa aferró con mayor intensidad el brazo de su marido.

—Mi madre está encantada con el medallón, igual que yo. —Ambos se sonrieron—. Veré qué puedo hacer por ti, madre. —Le dio un beso en la mejilla a la sonriente mujer, la cual estaba encantada con el cambio de actitud de su hijo en estos últimos días.

—¡Por cierto querido!… ¿Ya conoces a los padres de tu psicólogo? —Señaló tanto a Carlisle como a Esme, esperando la acotación de su hijo.

—Al señor Cullen tuve el agrado de conocerle en mi empresa. —Ambos inclinaron sus cabezas en un gesto cortés—. Pero aún no había tenido el gusto de conocer a la madre de Edward. —Miró de refilón al apuesto vampiro, quien parecía estar buscando algo, ya que sus ojos observaban a todos lados—. Es un placer, señora Cullen. —Extendió su mano, pretendiendo tomar la de Esme, la cual, simplemente dejó que Christian tocara sus dedos, soltándolos rápidamente.

—Mucho gusto. —Soltó el brazo de su esposo y se encaminó hasta su asiento—. ¿Eddy, amor?... ¿puedes venir un momento? —No solo Carlisle se había dado cuenta del escueto saludo de la vampiresa, tanto Christian como Edward se percataron de lo seca que había sido la mujer, ignorándole por completo.

—Con permiso. —Edward se disculpó con los presentes, acercándose a su madre, sentándose junto a ella—. ¿Ocurre algo? —Esme le dio una mirada de refilón al magnate, el cual también la observaba disimuladamente, enfocando nuevamente sus ojos en Carlisle.

—¿Ese es tu paciente? —Edward asintió—. No parece sufrir de ningún desequilibrio mental. —El chico sonrió.

—Mamá… no todos los trastornos presentan síntomas que se puedan ver a simple vista… pero Christian sufre tanto de bipolaridad como de diversos desequilibrios más.

—¿Cómo el de verse tan arrogante y pomposo? —Edward sonrió ante aquello.

—Esme… Jamás pensé que tú podrías llegar a hacer una persona prejuiciosa. —La aludida puso los ojos en blanco, mirando al frente, observando como los encargados del audio probaban el micrófono del anfitrión que se encargaría de amenizar la velada, haciéndose la desentendida—. Christian es una buena persona a la que le han pasado cosas malas, mamá… él es como es porque usa ese escudo de prepotencia para protegerse, deberías darle una oportunidad y conocerlo mejor. —La sería mujer de vestido rosa pálido y pedrería fina siguió sin querer decir nada, escuchado como Christian llamó a su pequeño retoño—. Dame un momento, ¿sí? —Esme asintió, pensando mientras el muchacho se marchaba.

“Menos mal que solo estarán juntos el tiempo que duren sus estudios universitarios, no quiero a ese hombre todo el tiempo cerca de mi bebé, podría ser mala influencia para él” Edward bajó la cara, sintiendo una fuerte opresión en su pecho, al darse cuenta que su madre ya se había hecho un juicio errado de Christian, temiendo que ella se enterara de lo que había entre ambos, sintiendo que ella lo culparía a él de su desviación.

—¿Carrick?... —Llamó Christian al rubio hombre de antifaz de arlequín y smoking negro que conversaba con Carlisle, mostrándole al vampiro quien era su padre—. Te presento a Edward Cullen, mi nuevo terapeuta. —El carismático hombre le sonrió ampliamente al muchacho, mientras Carlisle se disculpó tanto con la señora Grey como con su  esposo, notificándoles que iría a hacerle compañía a su mujer.

—¿Así que eres tú quien ha hecho el cambio positivo en nuestro muchacho? —Aquello no solo sorprendió a Edward, tanto Christian como Grace, se vieron a las caras, alzando sus cejas en un gesto de asombro.

—Un gusto señor, Carrick. —Edward miró a Christian y luego a Grace, bajando la mirada—. Pues no sé qué tan positivo sea su cambio pero si ustedes se han dado cuenta de ello, me doy por bien pagado, ya que Christian será mi tesis universitaria y si lo estoy haciendo bien, quiere decir que me graduaré con honores. —Aquello hizo sonreír a Carrick, pero a Grace parecía no haberle hecho mucha gracia que el muchacho usará a su hijo como conejillo de india.

—Eso no lo sabía. —Acotó la sería e incómoda mujer—. Pensé que ya te habías recibido de doctor, no que… —Su esposo la tomó del brazo, intentando apartarla tanto de Christian como de Edward, argumentando a continuación.

—Querida, no incomodes a nuestros invitados VIP… los Cullen pasaron de ser una familia que no conocíamos a mis mejores amigos. —Christian no supo que decir y mucho menos como interpretar aquellas palabras, mientras que Edward quedó petrificado, al poder leer los pensamientos del señor Grey, el cual exteriormente parecía un hombre tranquilo, normal e incluso se podría decir que insulso, pero en su interior parecía vivir otra persona completamente distinta. “No te atravesar a molestar a los Cullen, querida Grace… Si nuestro pequeño pervertido quiere jugar con su doctorcito y ser su experimento, que lo haga, siempre y cuando sigan trayendo sus hermosas joyas para las subastas” Edward se sintió un poco asustado… ¿acaso el señor Grey sabía lo que estaba ocurriendo entre ellos?... ¿sería posible que el padre de Christian supiera sobre las perversiones de su hijo y jamás hubiese dicho nada?... ¿sería capaz el respetado señor Carrick de ser tan solo un hombre materialista?... si cada una de las interrogantes que Edward se formuló en su cabeza eran ciertas, a lo mejor Aro ya sabía sobre los gustos sexuales del magnate temiendo que el líder del clan Vulturi usara eso para desprestigiarlo delante de todos si él se disponía a truncar sus planes de recuperar las joyas y matar a quienes las adquirieran en el proceso.

—Aaamm… me parece que eso sonó muy interesado de tu parte, padre. —El aludido sonrió.

—Por supuesto que no hijo, simplemente quise hacer un chiste… sabes que todo aquel que contribuya para la beneficencia es nuestro nuevo mejor amigo. —Christian asintió. “Esos aretes de diamantes con el escudo Cullen tienen que ser míos, Carrick… please” Escuchó Edward desde la mente del inmutable hombre, de un modo bastante afeminado y para nada comparable a la voz que usaba el respetado abogado, sonando como una mujer en su interior, oyendo está vez otra completamente distinta a la primera. “Tranquila Katrina… voy a adquirir esos aretes a como dé lugar, pero sabes que debes compartirlos con Grace o se enojará con nosotros” Por más que el vampiro intentó permanecer serio no pudo, dejando escapar una ahogada sonrisa, intentando disimularla con una tos fingida.

—¿Estas bien? —Preguntó Christian, preocupado.

—Aaamm… sí… ¿Por qué no nos sentamos?... Creo que ya va a comenzar la subasta. —Los tres integrantes de la familia Greys, asistieron, dándole la razón al joven vampiro, el cual intentó analizar profesionalmente el extraño comportamiento de Carrick, quien parecía sufrir de una doble personalidad reprimida o eso percibió el analítico psicólogo.

—Ven… sentémonos aquí. —Señaló los dos puestos frente a Rosalie y Emmett, quienes saludaron a su hermano, ya que con el magnate ya habían estado hablando, recibiendo de parte de Emmett un apretón de manos y de su hermana una sonrisa de medio lado.

—¿Tu familia se sentará con la nuestra? —Christian asintió, mientras Edward trató de sentarse sin que las esferas se movieran más de la cuenta, intentando no levantar sospechas delante de su familia, buscando con la mirada la mesa de los Vulturi, percatándose que estaban a dos mesas de las de ellos, encontrándose no solo con las frías mirada de Aro y de Jane. Tanto Demetri como Alec los acompañaban, maquinando como iban a recuperar las joyas y deshacerse de los cuerpos de quienes las adquirirán, escuchando claramente la respuesta del guardia principal del clan italiano, mientras Christian respondió que aquello parecía haber sido idea de Mía y de Alice, asintiendo a sus palabras.

“Si uno de los Grey adquiere alguna de las joyas podríamos dejar su cuerpo en el hotel Paramount” Jane alegó que sería perfecto, haciendo sentir realmente enfermo a Edward, el cual percibió como su hermana Alice le aferró del brazo, después de tomar asiento a su lado.

“Cálmate, Edward… pudiste ver mis últimas visiones y no fueron del todo claras” El aturdido vampiro volteó a verle, susurrándole a su hermana.

—A lo mejor es culpa de los lobos. —Si de algo se había percatado Edward al salir del salón interno de la casa hacía donde se llevaría a cabo la subasta y la cena, era en la distribución de los lobos, asombrándose de tener allí hasta a Seth y a Embry, quienes en un principio fueron descartados por Sam para servir de guardaespaldas, pero tal parecía que tanto Rosalie como Jasper los habían introducido a la fiesta como meseros, doblando la guardia a favor de los Cullens y los Greys—. Tener a tantos de ellos cerca, hace que tus predicciones no sean certeras. —Christian llamó la atención de su sumiso, colocando una copa de vino tinto entre Alice y él, consiguiendo que la menuda vampiresa sonriera, tomando uno de los canapés para disimular, aunque estaba tan atenta como todos los demás de lo que hacían el magnate y su hermano.

—Gracias. —Fue lo único que dijo el vampiro después de tomar la copa que Christian le ofreció, mientras que los persistentes pensamientos de quienes los acompañaban, comenzaron a incomodarle.

“Es tan lindo, quiere que Eddy solo tenga ojos para él” Pensó Alice.

“¿Alcohol?... ¿le ofreció alcohol a un chico de diecisiete años?... esto es inaudito” Aunque Esme sabía que Edward tenía más de cien años, imaginó que Christian lo creía de diecisiete años, cuando en realidad se estaba haciendo pasar por un joven de veinte.

“Garrett tiene razón… Edward parece orbitar alrededor de Christian, se ven muy unidos, esto sin duda es más que una amistad” Carlisle volteó el rostro, intentando hacerse el desentendido, al ver como su hijo le miraba, indagando si Garrett en verdad lo había llamado para chismosearle lo que ocurría entre él y Christian o había sido tan solo una de sus impertinentes jugarretas.

“Si no lo estuviese viendo con mis propios ojos no lo creería” Pensó Jasper “Rose tenía razón, estos dos se la chupan mutuamente, que asco” Lo menos que Edward deseaba era escuchar aquello, ignorando por completo las odiosas palabr.as de su hermano, el cual estaba flanqueando el lado izquierdo de Rosalie, mientras Emmett resguardaba el derecho.

“Viéndolos bien hasta hacen buena pareja, los dos son como muñequitos de acción de Anakin Skywalker y Obi Wan Kenobi” Edward intentó no reír ante la infantil apreciación de su hermano Emmett, bebiendo de su copa de vino, después de haber brindado con Christian.

—¿Todo está bien? —preguntó el magnate, al ver la cara cabizbaja y de preocupación del muchacho, el cual negó con la cabeza—. ¿Ocurre algo malo?... ¿Todo está bien allí atrás? —Susurró Christian por lo bajo, pero Edward supo perfectamente que la mayoría de los inmortales en la mesa le habían escuchado.

—Todo bien allí… —Intentó no prestarle atención a los pensamientos de los demás, enfocándose solo en lo de los Vulturis al igual que en los de Christian— …pero hay algo de lo que quiero hablar… —Justo en aquel momento un risueño caballero de traje azul marino y corbata a juego subió al escenario con un antifaz que simulaba la mitad del rostro de un conejo, acomodándose las incómodas orejas que traía puestas.

—Buenas noches damas y caballeros, mi nombre es Franz Bransweing y seré su anfitrión está noche en donde el glamour, el lujo y la generosidad de cada uno de quienes han decidido venir esta noche a apoyar esta noble causa, parecen ir de la mano, en una velada que promete ser bastante divertida y llena de donaciones y subastas bastante sustanciosas. —Todos aplaudieron al carismático hombre, quien señaló la enorme pantalla detrás de él, la cual se encendió, dejando ver la primera joya a subastar, un juegos de aretes y gargantilla de la familia Di Paola, provenientes de Argentina, y radicados desde hacía más de diez años en los Estados Unidos—Para comenzar tenemos este hermoso y costosísimo juego de zarcillos y gargantilla a juego… —El anfitrión les notificó cuál de las familias había sido la donadora de tan maravillosas joyas, señalando hacía la mesa en donde se encontraban, dejando que los aplausos le agradecieran a los integrantes de aquella familia, su generosa colaboración.

—¿Christian?...

—¡Ahora no Edward!... hablaremos luego, vamos a disfrutar de la velada y luego seré todo tuyo—. Le guiñó un ojo, al temeroso y por demás avergonzado muchacho, quien escaneó rápidamente las mentes de cada uno de los integrantes de su familia, dando gracias a Dios de que ninguno se hubiese dado cuenta de eso y sobre todo el que no hubiesen logrado escuchar lo que el magnate había dicho, ante la fuerte voz del anfitrión de la noche.

—Con permiso… ahora vuelvo. —Notificó Alice incorporándose de su asiento, exigiéndole a quienes pretendía levantarse por cortesía que no lo hicieran, caminando elegantemente hacia la mesa de los Vulturis, preguntándoles si podía tomar asiento junto a ellos, lo que por supuesto no solo asombró a los líderes de Volterra, Edward miró a Emmett y luego a Carlisle, quienes se encogieron de hombros, notificándole mentalmente al consternado vampiro que no sabían lo que se estaba tramando la menuda vampira.

—Por supuesto, Alice querida… Per me è un che ci accompagni. —Tanto Sam como Jasper mantuvieron sus ojos enfocados en Alice, la cual comenzó a conversar amenamente con el líder italiano, mientras los tres vampiros que le acompañaban, observaron a todos lados, deteniendo su disimulado escaneo al encontrarse a cada uno de los lobos, lo que les hizo imaginar a todos que la pequeña vampira, les estaba notificando sobre su existencia y lo que hacían en Seattle.

“¿Qué estás haciendo, Alice?” —Pensó Carlisle, preocupándose por su hija, mientras Edward siguió escuchando la conversación, intentando mantener sus ojos enfocados en el anfitrión, quien había terminado con la primera subasta, comenzando con la segunda.

—¿Viniste a prevenirnos o a amenazarnos, Alice? —La vampiresa, negó con la cabeza, ofreciéndole su mano a Aro para que la tomara, consiguiendo que tanto Edward como Sam se tensaran, ya que ambos sabían que el líder tenía el don de leer la mente al tacto, siendo la misma Alice quien se lo notificara al joven Uley.

—Por supuesto que no, Aro… yo no soy quién para amenazarte, simplemente quiero que te des cuenta por ti mismo lo que pasaría si pretendieras comenzar una disputa entre clanes. —Todos miraron a Edward, esperando a que el chico dijera algo, siendo Rosalie quien les notificara a todos, sin que los Grey se dieran cuenta de lo que pasaba, ya que Grace estaba ensimismada en todo lo que pasaba en el escenario y Carrick parecía mantener una conversación con su diosa interior y su yo verdadero, soñando con probarse todas las joyas, aunque exteriormente el hombre mantuviese un semblante serio y refinado como siempre.

—Tranquilícense… Alice sabe lo que hace. —La relajada vampiresa desmoronó con los dedos un trozo de canapés, tratando de no dañarse la costosa manicura, mirando a su hermano Edward. “Solo debemos hacer lo posible porque ninguno de los Grey, compre las joyas de los Vulturis” —Edward asintió—. “Jasper y yo tenemos algo planeado, pero Christian es tu problema y si no lo quieres ver muerto, más te vale que te pongas creativo hermanito… o hasta aquí llega tu… “Amistad” con él” —Rosalie miró a su izquierda, notificándole a Jasper que estuviese atento a todo, ya que después de la segunda subasta vendría la de las joyas de los Cullen y después la de los Vulturi.

—A ver, Alice hermosa… demuéstrame de lo que son capaces esos indios. —Alice dejó que Aro tomara su mano, observando cómo Jane le notificó a Alec que estuviera atento a los dos jóvenes que se encontraban a su izquierda, enfocando sus ojos sobre los que se hallaban a su diestra, infundiendo su don sobre Sam y Leah, percatándose de como en efecto, Bella parecía mantener su escudo sobre ellos, mientras que el líder del clan siguió aferrando la mano de la vampiresa, soltándola bruscamente para notificarle a continuación—. No voy a detenerme en mis planes, Alice… tan solo vine por dos cosas. —La vampiresa asintió, siendo ella quien hiciera verbal lo que él tanto deseaba.

—Destruir el clan de tu amigo Carlisle y quedarte con sus hijos. —Aro asintió—. Pues espero que disfrutes de la decepción—. La chica se incorporó rápidamente de la mesa, y con un ágil movimiento de brazos y piernas, terminó con las manos sobre el suelo y su pie derecho plantándole un descomunal bofetón al líder italiano, el cual cayó bruscamente sobre la tarima del escenario, destrozando no solo la enorme pantalla del plasma, sino también al pobre hombre que hacía de anfitrión, acabando con su vida.

Por supuesto los gritos de los presentes comenzaron a saturar el salón de fiesta, mientras que los lobos empezaron a evacuar a la gente, siendo Bella la que ayudara a sacarlos a todos en compañía de Taylor y de Sawyer, intentando resguardarlos del enfrentamiento que se avecinaba entre ambos bandos, ya que Carlisle se había puesto en pie, incitando a los demás integrantes de su familia a tomar posición de ataque.

—Malditos sean. —Espetó el iracundo italiano, levantándose del suelo—. Yo soy Aro Vulturi y no existe Clan que pueda detenerme. —Miró a cada uno de sus guardias, quienes ya se habían arrojado a la batalla, pretendiendo acabar con la vida de los Grey, los cuales comenzaron a huir del destrozado lugar, siendo Edward y Esme los que intentaran sacarlos del salón, mientras los demás integrantes del clan Cullen se dispusieron a pelear en contra de Demetri, pero Alec ya había comenzado a paralizar al resto de ellos con su densa neblina negra, consiguiendo que los lobos se transformaran casi al mismo tiempo, siendo Sam quien acabara con la vida del peligroso vampiro con la ayuda de Bella y Carlisle.

—¡Noooo!... —gritó Jane completamente desconsolada, enfocando sus demoniacos ojos en Bella, arrojándose violentamente sobre la vampiresa, logrando que el escudo de protección cayera, concentrando todo su dolor y todo su odio sobre los lobos, los cuales comenzaron a aullar y a chillar, revolándose sobre el suelo.

—Tú vendrás conmigo, Alice. —Le ordenó Aro a la menuda chica, aferrándola por el cuello, siendo Jasper quien se arrojara sobre el iracundo italiano, comenzando entre ellos una batalla campal, mientras que Rosalie y Emmett trataban de arrancarle la cabeza a Demetri, y Edward se dispuso a entrar en la batalla junto a su madre, después de haber sacado a todos los Greys del salón, golpeando bruscamente a Jane hasta conseguir que dejara de infundir su don sobre los lobos, los cuales terminaron arrojándose sobre la menuda rubia, culminando por completo con su vida.

—Malditos perros… —vociferó Demetri, arrojando tanto a Emmett como a Rosalie a un lado, extrayendo de su gabardina de cuero un par de dagas gemelas de doble hoja, pretendiendo apuñalar con esta tanto a Sam como a Leah, siendo Edward quien se arrojara sobre el exaltado vampiro, recibiendo las dos puñaladas, lo cual por supuesto no le mataría, pero si le detendría por unos minutos, cayendo al suelo—. Los mataré a todos. —Sacó el par de dagas del interior del torso del vampiro, mientras Aro siguió en su empeño de llevarse a Alice consigo, después de haberse deshecho de Jasper, arrojándolo estrepitosamente en contra del escenario, consiguiendo que el ex soldado cayera violentamente sobre la tarima.

—No dejaré que te lleves a mi hija, Aro. —Carlisle se arrojó sobre su ex amigo, en compañía de Esme y de Embry, mientras que Edward intentó reponerse del ataque de Demetri, el cual luchó como todo un guerrero cercenando no solo la vida de Leah sino también la de su pequeño hermano, hasta que un mal movimiento dejó sus defensas bajas, lo que Rosalie y Emmett aprovecharon a su favor para aferrarlo por ambos brazos, a la espera de que Edward le diera la estocada final, arrancándole la cabeza con la ayuda de Bella, mientras que Rose y su esposo desmembraron las extremidades superiores del vampiro, acabando con su vida.

—Ríndete Aro… no tienes más guardias que te apoyen. —Le exigió Edward, pero el iracundo inmortal siguió luchando en contra de los líderes del clan Cullen, los cuales no le iba a permitir que se llevara a la menuda chica, aquella que logró golpearlo nuevamente con un ágil movimiento de piernas, corriendo hasta donde se encontraba su esposo, el cual la mantuvo en resguardo entre sus brazos.

—¡Nunca!… no me detendré hasta acabar con todos ustedes. —Un estruendoso golpe se dejó escuchar entre los ventanales del salón, alertando a los Cullen ante una nueva amenaza, observando no solo el arribo de Félix a la enorme mansión, sino también el de Santiago, quien corrió a socorrer a su amo y señor, llevándose por delante a todo aquel que osase lastimarle, mientras que Félix aferró por el hocico a Sam, pretendiendo desprenderle las fauces, pero Bella fue lo suficientemente astuta y fuerte como para arrojarlo al suelo con una maniobra que Jasper le había enseñado, logrando que tanto la neófita como el lobo terminaran desmembrando al grotesco vampiro, siendo Emmett quien culminara con la vida del guardia Vulturi, mientras que Aro siguió sin poder creer que cada uno de los integrantes de su clan habían sido exterminados, pretendiendo huir de aquel lugar.

—Dijiste que no pensabas huir, Aro. —gritó Carlisle, retando al temeroso vampiro—. Pues ahora no te dejaremos ir, ni yo… ni todos aquellos que perdieron algo o a alguien por culpa de tus desalmadas leyes, las cuales solo benefician a una sola persona… a ti. —Desde los ventanales rotos comenzaron a invadir el lugar un grupo selecto de vampiros de todas las razas, egipcios, romaníes, ingleses, y hasta de las etnias más antiguas de la selva amazónica, culminando no solo con la vida de Santiago, sino también con la de Aro, desmembrando en un millón de pedazos al líder del clan más temido por todos los demás vampiros existentes en el mundo, o eso creían todos.

—¿Mi señor? —La voz de Jane trajo de vuelta la ensimismada mente de Aro, el cual soltó apremiante la mano de Alice, observando como la menuda vampira se puso de pie con total elegancia, mirándole con una socarrona sonrisa en sus labios, al saber que había logrado asustar tanto al italiano con su fingida predicción de los acontecimientos que se suscitarían ante su terquedad, notificándole en un tono de voz, calmo y relajado.

—Ahora todo depende de ti, Aro… ya sé con cuantos vampiros cuentas tú, pero… ¿Sabrás tú con cuantos vampiros y lobos contamos nosotros? —Alice se alejó a paso lento y elegante, dejando a Aro petrificado en su puesto, mientras Edward sonrió al ver la cara de terror del vampiro, aquel que miró a todos lados, sin poder creer que aquel lugar estuviese infectado de inmortales de cada uno de los rincones el mundo, demostrándole que su ley, no era muy bien vista entre los suyos y que podría llegar a haber una sublevación en contra de sus leyes.

—No sé si besarte, aplaudirte o simplemente darte un Óscar, Alice. —La vampiresa sonrió ante las aduladoras palabras de su hermano Edward, el cual susurró aquello en su oído, después de que la astuta clarividente tomara asiento a su lado, demostrándoles a todos el suficiente autocontrol mental que poseía como para hacerle creer aquella mentira al vampiro, pues no solo le había inventado una posible sublevación y un gran número de vampiros inexistentes que apostaban por los Cullen, sino que también tuvo la suficiente destreza para no dejarle ver al inmortal que tanto Jasper como Rosalie mantenían un interés entre ellos, manteniendo a salvo a la familia ante una posible represaría en su contra, pudiendo vengarse al notificarle a Emmett lo que estaba pasando entre los hermanos Hale, con la única finalidad de hacerle daño a los Cullen y separarlos, algo bastante contraproducente para el clan Olympic ya que unidos eran imparables.

—Puedes hacer ambas cosas, si eso te hace feliz… pero debes darle las gracias a los lobos… si ellos no estuviesen aquí, yo no hubiese podido controlar tan bien mi falsa visión. —Edward se percató desde la mente de la vampira, que ella habría podido ser atacada por alguna certera premonición, pero al estar tan rodeada de lobos pudo controlar su mente al punto de mentirle al mismísimo Aro Vulturi—. Dime algo… ¿en que está pensando? —A lo que Edward respondió después de erguirse un poco, ya que al estar tan cerca de Alice, su cuerpo se curvó y las correas comenzaron a rechinar, sintiendo que estaban a punto de romperse.

—Está preocupado, mira a Carlisle y piensa que nuestro padre estuvo planeando esto al saber que vendría esta noche hasta Seattle… teme salir y que los vampiros que él cree que están afuera, hayan matado a Santiago y a Félix. —Alice sonrió por demás divertida, mientras la subasta siguió su curso como si nada estuviese pasando, en donde el gran anfitrión siguió amenizando la velada, subastando esta vez las joyas de los Cullen.

—Perfecto. —Fue la acotación que soltó la divertida chica, escuchando claramente como su hermano Edward le preguntó entre dientes, como se había enterado de la existencia de Santiago y Félix en las afueras de la mansión Grey—. Sam los olfateó, mientras tú estabas viendo la exhibición con Christian, él y sus muchachos decidieron recorrer todo el lugar y asegurarse de que no hubiesen más vampiros entre los invitados, solo estaban ellos dos, así que usé eso a mi favor. —Edward agradeció enormemente todo lo que su hermana había hecho tanto por los Greys como por ellos mismos, escuchando las exigencias mentales de su hermana—. “Ahora es tu turno, Edward… porque si bien pude llegar a asustar a Aro con esto, no creo que desista de asesinar a quienes adquieran sus joyas, así que más te vale que hagas hasta lo imposible porque Christian no obtenga el medallón de Marcus” —Si algo recordaba perfectamente la vampiresa era aquel medallón sobre el pecho del más anciano de los líderes del clan Vulturi, aquel que parecía estar hastiado por completo de la inmortalidad, dejándoselo ver a Edward el día en que había ido a Volterra con la única finalidad de enlistarse como un guardia más de los Vulturis, al no querer volver nunca más con su familia, siendo Cayo quien le exigiera a su hermano Aro que lo echara, ya que no confiaba en lo más mínimo en aquel joven, pero la realidad era que el rubio vampiro se percató de la creciente admiración que sentía el líder italiano por el chico, odiándole profundamente, pues Cayo parecía sufrir de celos enfermizos por su hermano Aro, demostrándole al joven estudiante de psicología, que el vampiro sufría de lo que se conocía en la psiquiatría como complejo de Edipo.

—Vendidos al señor Grey por quince mil dólares. —Tanto el fuerte golpe del maso del anfitrión , así como la carantona de aplausos de parte de todos los invitados, trajeron de vuelta al pensativo vampiro, quien elucubró acerca de sus precipitadas decisiones, ya que ahora que lo pensaba bien, aquello de enlistarse había sido una completa locura de su parte—. Sin duda serán un estupendo regalo para su esposa, señor Grey. —Todos miraron al rubio y calmo hombre, el cual le dio un tierno beso a su esposa, complaciéndola enormemente, mientras que la diosa que anidaba en el interior del respetado hombre, parecía no estar muy de acuerdo con la acotación del anfitrión.

“En tus sueños, estúpido… esos aretes son míos, míos y de nadie más… se verán hermosos con los nuevos zapatos de tacones que se compró Mía, los cuales pienso usar a penas la niña de papá los suelte” El otro yo del señor Carrick, el cuerdo y caballeroso esposo que era en su exterior comenzó a retar a la otra persona que vivía dentro de él, la cual parecía ser más diva que Alice y Mía juntas.

—Esta subasta sí que dejará buenos dividendo, señores… lo cual serán donados a tres fundaciones de niños discapacitados. —Los aplausos irrumpieron nuevamente, mientras el anfitrión bebió un poco de su copa, intentando humedecer su garganta y proseguir con las subastas—. Ahora lo que todos han estado esperando… —En la pantalla detrás del elocuente caballero se dejó apreciar toda la colección de joyas Vulturi, tensando a cada uno de los integrantes de la familia Cullen, siendo Jasper el primero en hacer su rápida jugada, levantando su copa mientras buscaba a Embry con la mirada, consiguiendo que el chico se acercara diligentemente a llenársela, siendo Rosalie la única en escuchar lo que su adorado mellizo le decía al muchacho en el oído.

—Ya es hora… lo harán tal y como lo acordamos… ¿Está claro? —Embry asintió—. Dile a los demás lobos… si todo sale bien prometo darles sus galletas de perros y su paseo matutinos. —Aquello hizo sonreír a Rosalie, mientras que el molesto joven lo fulminó con la mirada—. Estoy bromeando hombre… anda, ve y todos irán a Disney como lo prometí. —Edward volteó a ver a Rosalie, quien le notificó a su hermano mentalmente, al darse cuenta de su cara de asombro.

“No somos las basuras que todos creen que somos… si los chicos hacen todo como lo planeamos, Jasper, Emmett, Alice y yo llevaremos a los lobitos a Disney” Edward volteó a ver a Alice, quien simplemente desató su servilleta, colocándola sobre su regazo, sin decir ni una sola palabras.

—Pero antes de subastar el hermoso medallón Vulturi, que todos ansían, ¿qué les parece si comenzamos con la maravillosa gargantilla de rubíes? —Edward pudo percatarse por medio de los pensamientos de Aro, que aquello había pertenecido a la difunta Sulpicia Vulturi, quien había muerto a manos de unos cuantos licántropos en una de sus visitas a París, la capital mundial de los hombres lobos, en donde el líder italiano comenzó a armar una revuelta en contra de las manadas de aquel lugar, pero había alguien mucho más poderoso que Aro liderándolas y manteniéndolas tal y como se encontraban justo ahora, gobernando toda Francia—. Comenzaremos con cinco mil dólares. —Carrick fue el primero en levantar su mano, mostrando interés por la antigua gargantilla—. El señor Grey ofrece cinco mil, ¿alguien ofrece seis mil?

—Seis mil dólares. —La voz de Elena llamó la atención de todos, y sobre todo la de Edward, quien negó una y otra vez con la cabeza.

“Elena, no… por favor…tú no” El alterado vampiro comenzó a sentirse realmente preocupado, ya que los muchachos solo estaban adiestrados para impedir que los Greys obtuvieran su boleto hacia la muerte a manos de Aro y sus guardias, pero nada le garantizaba a Elena aquella ayuda.

—La hermosa rubia de traje negro ofrece seis mil, ¿alguien da siete mil? —Las ofertas iban y venían, pero Elena parecía estar decidida a obtener la hermosa gargantilla, ofertando nuevamente entre las tantas que ya habían hecho.

—Ofrezco quince mil dólares. —Edward volteó a ver a Christian, el cual sonrió al ver lo competitiva que era su amiga, igual que él.

—Quince mil dólares, señores… ¿alguien ofrece dieciséis mil quinientos? —Edward miró a Alice, la cual parecía estar teniendo una de sus predicciones, aunque eran algo confusas a causa de la presencia de los lobos—. Dieciséis mil quinientos a la una, dieciséis mil quinientos a las dos…

—Oferta, Alice… ¡por favor! —Pero la aturdida vampiresa parecía intentar concentrarse en las visiones que iban y venían en su cabeza, en donde la pequeña inmortal veía a Elena Lincoln con los ojos rojos y bañada en sangre—. ¿Alice? —Pero el golpe del maso y la estruendosa voz de Franz sentenciando el desenlace final de aquella subasta, detuvieron no solo la premonición de la vampiresa, sino el corazón de Edward, el cual sintió una fuerte opresión en su pecho—. “No, no, no… Elena… ¿Por qué?” Christian se percató del aterrado rostro de su amante, aferrándole de la pierna.

—¿Ocurre algo?... Estas más pálido de lo normal, Edward… ¿Todo bien allí atrás? —Miró su entrepierna.

—Sí, todo bien. —Levantó la mirada para contemplar el triunfal y maléfico rostro de Aro, pero de lo que el vampiro no se había percatado hasta ahora, era que mientras se hacía la subasta, tanto Elena como Aro parecían retarse con la mirada, concentrándose no solo en percibir los pensamientos de Aro sino también los de Elena, la cual parecía sentirse atraída por el enigmático extranjero.

—¿Mi señor? —Llamó Jane la atención de su amo—. Prometo traer de regreso la gargantilla de nuestra difunta ama, Sulpicia… le prometo que… —Aro la interrumpió.

—Yo me encargaré de eso, pequeña. —En la mente de Aro había curiosidad, si bien siguió pensando en recuperar aquel valioso recuerdo de su esposa, no pudo evitar sentir cierta empatía por la despampanante rubia, la cual no le quitó los ojos de encima, recibiendo de parte de una de las anfitrionas, los números de cuenta donde debía depositar el dinero.

—¿Por qué no hiciste nada, Alice? —Preguntó Edward mientras la pugna continuaba, subastando está vez un hermoso anillo de caballeros, siendo nuevamente Carrick quien ofertara de primero, comenzando la lucha por obtener la  joya.

—Cálmate, hermanito… no va a pasar nada malo. —Ambos comenzaron a discutir sobre aquella apreciación de los hechos, sin percatarse de como Seth y Embry, usaban los más sucios trucos para que los invitados levantaran la mano, justo cuando el anfitrión preguntaba si alguien más a parte de los Greys, ofrecía más por aquel anillo.

—El señor de saco rojo, ofrece trece mil, ¿alguien más ofrece catorce?

—Catorce mil dólares. —Ofertó Elliot, sorprendiéndolos a todos, y deteniendo la disputa entre Alice y Edward.

—¡Wow!... ¿alguien ofrece quince?... ¿nadie? —Franz miró a su alrededor, aferrando el mazo para dictar la sentencia final de aquella subasta—. Catorce mil a la una, Catorce mil a las dos. —Seth vertió una de las copas que traía en su charola sobre un elegante anciano, el cual se incorporó rápidamente de su asiento—. Quince mil dólares señores. —Jasper y Rosalie rieron por demás divertidos al ver como los chicos trataban de hacer su trabajo y ganarse el paseo a Disney con todos los gastos pagados, y aunque a Emmett no le divertía ponerlos en aprietos, tampoco le incomodó, ya que a él solo le importaba la posibilidad de darle a su nuevo amigo uno de los mejores días de su vida en aquel lugar.

Seth se disculpó con el caballero, apartándose rápidamente de él, después de dar una mirada furtiva hacía la mesa que compartían los Cullens con los Greys, en donde Emmett asintió y Jasper alzó su pulgar como muestra de aprobación, mientras el anfitrión sentenciaba que el anillo le pertenecía al pobre sexagenario manchado de vino tinto de pie a cabezas.

—¿Te estás divirtiendo? —preguntó Christian, consiguiendo que Edward alzará con cierta ironía una de día cejas.

—No tienes ni la más remota idea. —La subasta de las joyas Vulturi siguió, la cual no solo había mantenido a Edward alterado, Bella tuvo que ofrecer una fuerte suma de dinero por el collar de Jane, ya que Mía había hecho acto de presencia en el salón, ofertando por el pequeño dije de oro y rubíes, el cual guindaba de una costosísima cadena de oro italiano de veinticuatro quilates.

—Vendido a la hermosa mujer de smoking, por veinte mil dólares. —Mía aplaudió complacida de que su nueva amiga y escolta obtuviera la joya, mientras que la señora Grace parecía estar tan molesta como Jane al darse cuenta de que los Cullen pretendían quitarles todas las joyas Vulturi, ya que por más esfuerzos que hicieran el par de rapaces, no siempre lograban su objetivo, siendo los Cullens quienes ofertaran, quitándoles la posibilidad a los Greys de obtener alguno de los valiosos objetos.

—Ahora lo que todos estuvieron esperando… el hermoso medallón Vulturi de oro macizo, y rubíes, el cual está valorado en miles de dólares… —Se hizo una pausa, en donde todos los Cullen miraron a Edward, aquel que simplemente suspiró, intentando calmar sus nervios y actuar con claridad y cordura—. Comenzaremos la subasta con veinte mil dólares. —Todos alzaron sus cejas, siendo el magnate el primero en levantar la mano—. El cotizado soltero Christian Grey ofrece los primeros veinte mil, ¿alguien ofrece veintidós mil? —Las ofertas comenzaron por doquier pero el competitivo hombre de negocios las mejoraba a cada tanto, robándoselas a los mejores postores.

—Veintiséis mil. —Acotó Christian, subiendo la apuesta.

—Veintiséis mil… ¡Wow!... ¿alguien ofrece veintisiete? —Todos se miraron las caras, esperando que alguien mejorara aquella cantidad. —¿Nadie?... —pregunto tomando el mazo— …veintisiete mil a la una, veintisiete mil a las dos.

—Ofrezco treinta mil dólares. —La voz de Edward resonó por todo el salón, consiguiendo que Christian le mirara.

—¡Treinta mil, señoras y señores!... esto es increíble… no creo que alguien pueda mejorar esa oferta.

—Ofrezco treinta y dos mil dólares. —Las fuertes exclamaciones de asombro de los presentes atiborraron el lugar con su discordante cacofonía, siendo Edward quien refutara la oferta del magnate.

—Treinta y cinco mil. —Los aplausos irrumpieron en el lujoso salón de fiesta, en donde un variopinto de máscaras se alzaron por doquier, dándole al lugar un aire misterioso y enigmático.

—Treinta y cinco mil dólares, damas y caballeros… esto es una guerra campal. —Christian no pudo controlar su ira, aferrando bruscamente a Edward del brazo.

—¿Qué mierda pretenden tú y tu familia, Edward?... —El chico observó de mala gana la mano del magnate sobre su antebrazo, fulminándolo con la mirada.

—No pretendemos nada, Christian… aprende a ser un buen perdedor. —Pero aquello en vez de calmar al magnate, lo incitó aún más, soltando odiosamente al muchacho.

—Ofrezco treinta y ocho mil dólares.

—Cuarenta. —Notificó Edward sin pretendió alguna de detenerse, ya que aunque Christian fuese un cretino vanidoso que no se diera cuenta de lo que el vampiro intentaba hacer, él no se detendría hasta obtener el medallón y mantener a salvo su vida.

—¡Cuarenta mil dólares mis estimados invitados, esto sin duda se llama generosidad! —En realidad era una guerra de egos que parecía no tener fin, y aunque Edward lo hacía con toda la intención de resguardar la vida de su amante, no podía dejar de disfrutar el retar a su amo.

—Detente de una buena vez, Edward o juro que voy a azotarte hasta que te orines en el suelo por insurrecto. —El orgulloso vampiro miró fijamente al anfitrión, rogando porque diera el veredicto final, pero tal parecía que Christian no iba a detenerse en su empeño de obtener el medallón Vulturi, logrando que Edward se jugara el as que tenía bajo la manga, y el cual no deseaba usar, susurrándole al magnate, justo cuando él pretendió ofertar más de cuarenta mil dólares.

—Usted puede azotarme todo lo que quiera, mi señor… pero de lo único que se apoderará está noche será de mi trasero y de las enormes ganas que tengo porque me coja y me chupe el miembro. —Ni en sus más locos pensamientos, Edward imaginó decir cosas tan vulgares como esa, y aunque se había jurado jamás darle el gusto al magnate, el solo pensar en perder a Christian lo trastornó tanto que no se lo pensó dos veces para soltar tan soeces palabras.

Por supuesto Christian reaccionó de la forma en la que el vampiro esperaba, volteando a verle con aquel brillo en sus ojos, el cual demostraba todo el deseo y la lujuria que lo había apresado, dejándole ver a su amante todo el asombro que su rostro pudo reflejar a pesar del antifaz que traía puesto, anhelando el poder tomarlo del brazo y azotarlo allí mismo delante de todos sobre la mesa.

—Vendido por cuarenta mil dólares al simpático joven de antifaz azul y plateado. —Los aplausos se apoderaron nuevamente del lugar, mientras Christian no pudo dejar de observar a Edward, el cual sintió que a cada minuto su vergüenza aumentaba, al igual que su excitación ante lo dicho—Esta noche no pudo ser más extraordinaria señores… hemos sobrepasado la suma estimada y aún no hemos terminado…—El anfitrión esperó a que los aplausos cesaran, para proseguir con las acotaciones finales—. Me informan que hay una joya que llegó al último momento, un hermoso anillo octogonal de oro blanco, adornado con una piedra de ágata azul, donado por la familia Mikaelson, enviado desde Nueva Orleans. —Franz siguió hablando y amenizando la velada, mientras que los meseros comenzaron a servir más champagne y a llenar las mesas con suculentos platillos, siendo Christian quien se incorporara de su puesto, notificándole al inerte chico.

—Te espero arriba, cerca de las escaleras… —Edward ni siquiera le miró, no necesitó hacerlo para saber que a Christian se lo estaba llevando el diablo, y aunque la sangre le hervía fue lo suficientemente cortés como para disculparse con todos los presentes, acercándose a su madre para excusarse con ella por no haber podido obtener el escudo que a ella tanto le había gustado, recibiendo de parte de la maternal mujer, un sonoro beso y un fuerte abrazo, restándole importancia a aquello.

—No le hagas caso. —Acotó Alice, viendo como Christian se marchaba—. Se le pasará. —Edward simplemente suspiró, buscando con la mirada a los Vulturi, pero los cuatro integrantes del Clan italiano se habían marchado, volteando la cara en busca de Elena, pero la despampanante rubia tampoco estaba.

—Van a matarla. —Notificó Edward, incorporándose rápidamente de su puesto, siendo su madre quien lo interceptara, preguntándole en un tono de reproche.

—¡Cariño!… ¿Por qué ese hombre es tan odioso contigo?... No sé qué te estaba diciendo, el ruido constante y los aplausos me impidieron escuchar… —Edward dio gracias a Dios por ello— …pero sus gestos y su cara pocos amable me indicaron que estaba muy enojado. —El consternado chico siguió buscando a Elena con la mirada, intentando leer la mente de los presentes, pero eran demasiados invitados como para abarcarlos a todos—. Está bien que sea tu paciente, pero no creo que le debas permitir el que te trate de ese modo… yo creo que…

—¿Mamá?... En verdad no quiero sonar grosero contigo pero necesito averiguar algo muy importante… ahora vuelvo. —Abrazó y besó a su madre, retirándose a paso rápido del salón, olfateando no solo el perfume de Elena, sino el efluvio de Aro, saliendo rápidamente de la lujosa mansión, percatándose de como una lujosa limosina negra trasladaría a Aro, a Jane y a Elena, mientras que un BMW llevaba en su interior a Félix, Demetri y Santiago, los cuales escoltaban a su amo—. No…  —pretendió correr tras ellos pero Sam fue lo suficiente rápido y fuerte como para detenerlo, exigiéndole a continuación.

—Acabo de llamar a Jacob. —Edward volteó a verle, algo consternado—. El departamento de Anastasia está cerca del de Elena… así que le pedí que fuera a darle un vistazo. —El aturdido vampiro negó con la cabeza.

—Jacob no podrá protegerla él solo, Sam… son cinco Vulturis en contra de un lobo. —A lo que Sam argumentó, rodeando los hombros del vampiro, llevándoselo nuevamente al interior de la mansión.

—Le pregunté a Alice y me ha jurado que no la matarán. —Era la primera vez que Edward no estaba muy seguro de las predicciones de su hermana, ya que sus visiones no eran del todo certeras cerca de los lobos y con los Vulturi jamás se sabía a ciencia cierta qué ocurriría—. Tranquilízate Edward, yo confío en Alice y sé que Jacob hará muy bien su trabajo. Si los chupasangres italianos pretenden algo malo con la socia del señor Grey, él sabrá que hacer. —Al decir aquello, Sam señaló hacía la segunda planta, en donde Christian observaba los cuadros que adornaban el descanso de las escaleras, esperando al muchacho—. Ve a ver que le sucede antes de que le prenda fuego a la casa. —Edward sonrió—. La señora Lincoln estará bien, tú encárgate de tu paciente. —Sam le palmeó la espalda al vampiro, incitándolo a subir, retirándose a paso lento, pensando en cómo lograr hablar nuevamente con Alice a solas, sin que nadie los viera.

—Pensé que el arte abstracto no era lo tuyo. —Comentó el chico después de subir las escaleras, intentando comenzar una conversación civilizada con Christian.

—Me gusta perderme en las nebulosas de lo que según quiso plasmar el autor, cuando tengo ganas de matar gente. —Aquello hizo sonreír levemente al vampiro.

—Lo siento mucho, Christian… sé que querías complacer a Grace pero es que mi madre también… —El magnate le interrumpió, acercándose rápidamente a él, después de observar hacía la planta baja, percatándose de que no había nadie.

—Dime algo, Edward. —Lo tomó por el rostro, mirándole tan cerca que sus pestañas casi pudieron rozarse—. ¿Lo que dijiste fue solo para que bajara mis defensas y te dejara ganar o en verdad lo deseas? —El chico intentó bajar la cara, pero Christian se lo impidió—. Contéstame. —Exigió el magnate.

—Ambas cosas. —Bajó la mirada—. Es que tú no entiendes Christian… yo solo quería… —El magnate no le permitió decir una palabras más, encaminando a Edward por el pasillo que daba a las recamaras, introduciendo al vampiro en una de las tantas alcobas, colocándole el cerrojo a la puerta— …pero… ¿Qué haces Christ? —El joven inmortal no había terminado de formular la pregunta cuando el magnate apresó sus labios con los suyos, abrazándole con una necesidad desmedida de sentirle y que el tembloroso muchacho lo sintiera a él en cuerpo y alma.

—No sabes cuánto tiempo he esperado por esto… ya no podía soportarlo más. —Tal parecía que la rabia del magnate se había esfumado o simplemente había sido a causa del creciente deseo que sentía por él muchacho, olvidándose por completo de la guerra campal que se había suscitado en el salón de subastas.

—Y yo Christ… —respondió Edward entre jadeos, aferrándole del saco—. Lamento mucho haberte sacado de casillas, yo solo… —Pero el deseoso hombre no le permitió una disculpa más, besando con hambre desmedida sus deliciosos labios, comenzando a desabotonarle la camisa.

—Ya no importa, Edward. —Le arrebató el saco a tirones, desanudándole el corbatín del smoking, dejando su torso lleno de correas de cuero y hebillas al descubierto—. Solo quiero hacerte mío aquí y ahora. —Se apartó de Edward para admirarle—. Quítate el pantalón. —El excitado joven no puso objeción alguna, desabotonándose la prenda inferior, descalzándose los zapatos, mientras Christian comenzó a hurgar entre las gavetas, extrayendo de una de ellas un condón y un amarre para cables o tirrap, exigiéndole apremiante—. Date la vuelta nene.

El corazón de Edward parecía haber revivido. Por más que el muchacho creyera que era solo una apreciación suya, de vez en cuando podía percibir un golpeteo insistentes en su interior, lo cual era indicativo de que seguía con vida y que a lo mejor, era cierto lo que su padre siempre le decía, que a pesar de todo aún existía un alma dentro de él, la cual deseaba ser parte de la de Christian, transformándose en almas gemelas.

—¿Qué haces? —preguntó el chico a pesar de saber lo que su amo pretendía.

—Tu solo preocuparte por una sola cosa. —Edward preguntó lo que su mente ya sabía, deseando escucharlo de los labios de su amante—. De obedecer a tu amo en todo y prometo entregarte el mejor orgasmo de tu vida. —Ató con los amarres para cables las muñecas del vampiro, el cual dejó que su amo y señor lo doblegara a su voluntad, arrojándolo sobre la confortable cama individual, recostando el pecho del muchacho sobre el colchón, dejando sus piernas dobladas, plantándole la primera nalgada, la cual consiguió que las esferas vibraran en su interior, arrebatándole al chico unos muy sonoros jadeos y unas cuantas exclamaciones.

—¡Oh por todos los cielos!... —Se estremeció sobre la cama, recibiendo la segunda nalgada, la cual no solo hizo vibrar nuevamente las esferas en su interior, sino que golpearan su próstata, logrando que el vampiro expulsara involuntariamente un chorro de semen, gimiendo de puro placer—. Esto es irreal, Christian… no puedes hacer esto con mi cuerpo y decir que está bien, porque no lo está. —Una tercera nalgada consiguió que el chico rugiera como bestia salvaje, rogándole a su amo— Follame por favor. —Dos nalgadas más lo sacaron de control, gritando justo cuando Christian lo aferró de los cabellos, deseando escucharle mientras veía su cara, a pesar de que ambos mantuvieron sus máscaras puestas—. Cógeme, Christian… te lo suplico.

Aquello era música para los oídos del pervertido magnate, el cual apartó el trozo de cuero que cubría la entrada anal del chico, tomando el cordón que unía las tres esferas, jalándola con delicadeza para extraer una a una las metálicas bolas que mantuvieron a Edward tan excitando, jadeando y gimiendo cada vez que una salía de su cavidad anal con cierta dificultad, permitiéndole no solo a Christian disfrutar de aquel espectáculo, sino que el tímido vampiro pudo observar por medio de la mente de su amante como la piel de su trasero se expandía y volvía a contraerse cada vez que una de las esferas salía por completo del abusado agujero.

—Listo… la última. —No solo Edward dio gracias a Dios porque aquel perturbador y excitante momento terminara, Christian tenía las bolas azules al intentar soportar tanta tensión y tantas ganas de fornicar como las que sentía justo ahora, quitándose rápidamente el pantalón, tomando el condón que había conseguido en uno de los gaveteros, colocándoselo diligentemente después de comprobar su fecha de caducidad—. No sabes cuánto tiempo he estado deseando esto, Edward.

—Y yo. —Se avergonzó tanto el tímido muchacho, que simplemente escondió su rostro entre las sábanas, a la espera de lo que ambos habían estado postergando, fornicar por todas las de ley, siendo Christian quien hiciera los honores, posándose detrás del excitado vampiro, el cual esperó deseoso a que el magnate lo hiciera suyo.

Empujó lentamente la punta de su pene sobre el estrecho agujero, el cual comenzó poco a poco a ceder, engullendo por completo el cavernoso y venoso sexo del magnate, aquel que soltó un jadeo ahogado muy parecido al que Edward había emitido, estremeciéndose de gusto al sentir como su palpitante trasero parecía estar deseando más castigo del que ya había recibido, agitándose debajo de la pelvis de su amante.

—No te apresures, Edward… solo intento que tu delicioso culo se aclimate al intruso que tiene dentro, porque lo que pienso entregarle es sexo duro y sin compasión. —Le aferró de las correas que rodeaban su torso, dándole la primera estocada, embistiéndole con fuerza—. Aun no sé hacer el amor, pero mientras aprendo te cogeré muy duro. —Comenzó a mover su pelvis de un modo desquiciado, robándole a Edward unos fuertes y perturbadores gemidos, los cuales pudieron llegar a ser escuchados fuera de aquella recamara, siendo Christian quien lo hiciera callar, apretando con fuerza su cabeza en contra de las sábanas—. Me fascina oírte gritar, pero no es prudente que nos descubran.

Siguió embistiendo sin pudor alguno el, no tan virginal trasero del muchacho, el cual se encontraba tan embargado de tanto placer, que simplemente dejó que su cuerpo sintiera y expresara lo que quisiera, acabando copioso dentro de su ropa interior de cuero, sintiéndose deliciosamente impúdico ante aquello, recibiendo de parte de Christian un par de nalgadas más, las cuales parecían estarle doliendo más al magnate que al vampiro, aunque no se detuvo ante ello.

—No te di permiso a acabar, Edward. —Sacó la correa con la que sostuvo su pantalón, azotándolo con el accesorio de cuero, escuchando las disculpas de su esclavo.

—Lo siento mucho, mi señor… pero ya no podía contener más mis ganas de acabar. —jadeó y jadeo, recibiendo el castigo de parte de su amo, sin que el susodicho detuviera las fuertes embestidas que le daba al por demás abusado orificio anal, percibiendo como una fuerte oleada de placer se apodero de todo su ser, eyaculando dentro del preservativo, sin dejar de empujar una y otra vez su sexo en contra del trasero del muchacho, hasta que el flácido miembro escapó del interior del agujero, consiguiendo que Christian se detuviera, temblando incontrolablemente.

—Jamás he acabado tan rico como ahora. —Se desplomó junto a Edward, el cual intentó ponerse de medio lado, aunque los amarres se lo dificultaban—. Creo que no leí las letras pequeñas que traías de contraindicación. —El vampiro sonrió, manteniendo su cabeza agachas, a sabiendas de lo que diría—. Eres adictivamente peligroso, Ed… y creo que no hay antídoto para eso. —Aquello hizo sonreír aún más al vampiro.

—Creo que yo tampoco leí las letras pequeñas del contrato. —Christian se estiró para tomar unas tijeras que reposaban sobre la mesita de noche, cortando los amarres, sin dejar de estar atento a lo que su sumiso le decía—. No sabía que lo hipotético al convertirse en real, resultaría tan… —Bajó aún más la cara— …tan delicioso. —Aquello complació enormemente al caballero.

—¿Qué vamos a hacer ahora, Edward?... ya estamos hasta el cuello de agua y la verdad es que no quiero detenerme.

—Ni yo… —Alegó Edward, acomodándose mejor sobre la cama, después de haber sido liberado—. Pero aún tengo miedo.

—Igual yo… —Acarició la mejilla del muchacho—. Pero seguiré nadando y nadando hasta lograr llegar a la orilla y ver qué es lo que pasa.

—Y yo nadaré a tu lado, Christian… y lucharé porque ninguno de los dos nos ahoguemos en el mar de las preocupaciones. —Ambos se abrazaron lo suficientemente fuerte como para demostrarse cuanto se querían y se deseaban, quedándose así por unos segundos, hasta que un fuerte golpe sobre la puerta, los sobresaltó a ambos, escuchando la estruendosa voz de Mía.

—Christian… si estas allí mamá te está buscando… ya van a encender los fuegos artificiales. —El magnate suspiró, notificándole a su hermana, mientras Edward era el primero en levantarse de la cama.

—Bajo en unos minutos. —Se incorporó de la cama, y sin dejar de estar atento a lo que Edward hacía, se subió el pantalón, colocándose nuevamente la correa, reorganizando todo su atuendo, tal y como el chico lo hacía, limpiándose el pegote de semen en el interior del bóxer de cuero, pensando en toda la locura que se había suscitado en aquella fiesta, dando gracias a dios que a pesar de todo, las cosas habían salido mejor de lo que se había imaginado.

—Estoy listo. —Notificó el vampiro, dejando que Christian viera sus fachas, acortando distancia entre él y el muchacho, desanudando su desalineado corbatín, anudándoselo de nuevo.

—Ahora si está listo. —Besó levemente los labios de Edward, apartándose de él antes de que el hambre sexual regresara y no pudiera detenerse—. Saldré yo primero, esperas unos segundos y luego bajas tú… los fuegos artificiales se contemplaran desde el jardín, te espero allá. —El vampiro asintió, observando como el seductor magnate abandonó la habitación, dejando al apuesto inmortal a solas, quien comenzó a hacer tiempo mirando todo el lugar, percatándose de que aquella recamara había pertenecido a Christian en su época de adolescente.

Ella… —Susurró el nombre de la madre del magnate, al ver la foto sobre una cartelera informativa de corcho, atiborrada de notas, exámenes y cosas que en su momento fueron importantes para aquel hombre—. Sus ojos son tan tristes como los tuyos, Christian. —Sacó su teléfono celular, tomándole una foto al recorte del periódico, guardándose el teléfono en el bolsillo, saliendo de la habitación después de husmear por el pasillo, por si alguien venia.

Bajó las escaleras y salió de la lujosa mansión, sin poder dejar de rememorar el momento exacto en el que Christian lo había llevado al sublime orgasmo que lo estremeció por completo, sonriendo tontamente mientras zigzagueaba por los hermosos arbustos del jardín, abriéndose paso entre la gente que esperaba ansiosa los fuegos artificiales, en donde los Cullens y Los Greys eran los que precedían aquel grupo de personas.

—¡Oh cariño!... al fin llegas. —Alegó Esme tomándole de la mano—. Pensé que te habías enfrentado a los Vulturi, estaba muy preocupada… —La madre adoptiva del vampiros siguió hablando sobre lo que la mantuvo pensativa, mientras que Christian ya se había dado cuenta del arribo de Edward, tomando una de las tantas copas de champagne que iban y venían sobre las charolas de los meseros, acercándose despreocupadamente hacia el muchacho, posándose a su lado mientras bebía de su trago, conversando amenamente con Grace, la cual se encontraba junto a él.

—Todo te quedó perfecto, madre… en verdad te luciste. —Depositó un tierno beso sobre la frente de la sonriente mujer, mientras que Edward leyó en la mente de Carrick, como la diva Katrina discutía internamente con el verdadero yo del reconocido abogado, exigiéndole que reclamara toda la gloria como suya, al haber sido ella la autora de toda la magnificencia de aquella fiesta.

—Gracias querido, pero de no haber sido por tu padre y los Cullens, esto no habría sido posible. —Justo en aquel momento Seth pasó frente a ellos, siendo Christian quien tomara una de las copas para entregárselas a Edward, el cual esbozó una sonrisa hacia el chico, disimulando el conocerse, agradeciéndole tanto al muchacho como al magnate por el trago.

—Entonces brindemos por los Cullen. —Alzó su copa, incitando a los demás a hacerlo—. Porque la relación de ambas familias se extienda a través del tiempo.

—¡Por los Cullen! —Soltaron al unísono todos los Greys, siendo Mía quien abrazara a Bella y a Alice, mientras los demás tintinearon sus copas en contra de las de los demás, siendo Christian y Edward quienes chocaran las suyas.

—Brindo por ti y tu estupenda familia. —Y aunque Christian ya se había dado cuenta de que la madre de su sumiso no le agradaba él en lo más mínimo, le regaló una sincera sonrisa a la hermosa mujer que se encontraba junto a Edward, la cual no tuvo pretensión alguna de soltar la mano de su hijo.

Los fuegos artificiales comenzaron a iluminar el firmamento con su variado colorido y resonar constante de la pólvora y los químicos al contacto con la mecha encendida, creando una majestuosa visión que ensimismó a cada uno de los presentes, alzando sus rostros hacia el firmamento, iluminando sus ojos con la pirotecnia y la luna llena, lo que por supuesto Christian aprovecho a su favor para entrelazar sus dedos con los de Edward, el cual volteó a verle rápidamente, percatándose de como el magnate señaló al cielo con su copa, incitando al chico a ser discreto, logrando que el temeroso muchacho mirara nuevamente al frente, dejando que Christian jugueteara con sus dedos.

“Estoy irrevocablemente enamorado de ti, Christian” Pensó Edward deseando gritarlo a los cuatro vientos, sintiendo que su corazón estaba a punto de estalla ante tanta dicha, mientras Christian dejó que sus pensamientos le demostraran al muchacho que no era el único en sentir como él sentía, elucubrando acerca de sus sentimientos.

“Aunque yo sea el amo, eres tú quien me tiene a sus pies… mi tímido, irreverente y adorable muchacho” Los fuegos artificiales culminaron, pero los corazones de ambos hombres siguieron ardiendo y palpitando con tanta intensidad, que por primera vez en sus vidas, sintieron temor de perderse el uno en el otro, al punto de la desesperación.


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