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50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego) por ErickDraven666

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Quietud momentánea
La mente de Edward se encontraba saturada de información nueva sobre los inmortales, no solo lo perturbaba la existencia de Klaus, sino el saber que los Vulturi eran tan solo una pantomima de lo que realmente era la realeza vampírica, terminando sus angustiosas elucubraciones al rememorar el caos que había ocasionado Victoria y el saber que la imprimación se podía romper, fue información que le costaba procesar en una sola noche, haciendo lo que realmente le pareció correcto antes de regresar al pent-house, visitar el departamento de Elena, la cual simplemente le notificó que todo estaba bien desde el balcón, imaginando que Aro aún se encontraba en aquel lugar.
“Todo este tiempo le hemos temido al vampiro equivocado” Pensó Edward caminando por la solitaria calle, dejando a su familia y a los lobos reunidos en el hotel Paramount, permitiéndoles que ellos mismos decidieran que hacer con el problema que se les avecinaba con Emmett, siendo Jasper quien decidiera alejarse por un tiempo de la familia, pidiéndole a Rosalie que se marchara con él, sin que ella le diera una respuesta concluyente, manteniéndole a su lado.
—¿En dónde podrás estar, hermano? —Por unos segundo Edward pensó en que lo mejor era ir a buscar a Emmett pero al ver desde la acera de enfrente como Christian se paseaba de un lado a otro en el balcón de su recámara, supo que no era prudente hacer esperar al magnate más de lo debido, temiendo por la salud mental de su paciente.
Cruzó la calle, arribando al edificio por la puerta principal, saludando despreocupadamente tanto a Taylor como a Sawyer, los cuales se vieron las caras.
—El señor Christian está furioso, señor Edward. —Comentó malsanamente el joven guardaespaldas, recibiendo de parte de Taylor una reprimenda.
—Imagino que así es, Sawyer. —Respondió Edward de lo más calmado—. Si comienzan a llover vísceras y fustas por todos lados llamen a las autoridades, de lo contrario no les recomiendo que se acerquen. —Se introdujo en el interior del ascensor, notificándole a Taylor antes de pulsar el botón—. ¡Por cierto!... creo que a partir de mañana solo trabajarán para ti los habituales guardaespaldas de siempre… Sam y los demás muchachos se irán.
—¿Por qué? —preguntó la mano derecha de Christian, justo cuando Edward pulsó el botón que daba al piso del pent-house.
—Porque la pesadilla ha terminado… Victoria ya no nos molestará nunca más. —Las puertas del ascensor se cerraron, dándole al vampiro un poco de paz antes de la tormenta que se le avecinaba a causa de la posible irá que estaba embargando el corazón de Christian—. “Solo espero que por lo menos intentes comprender mis acciones antes de que tu irracional forma de ser mande todo a la mierda” Rogó el muchacho, temiendo que el magnate ni siquiera le dejara explicarse.
Entró al pent-house, escuchando el tintinear de una cucharilla en el interior de una taza de porcelana fina, introduciéndose cautelosamente en la cocina, encontrando a Gail preparando un poco de té.
—¿Eso es para Christian? —La pobre mujer pegó un respingón de padre y señor nuestro, posando una de sus manos sobre su pecho, sonriendo nerviosamente.
—Joven Edward… me ha asustado. —Asistió a la pregunta del chico—. Así es joven, no ha querido dormir por más que lo ha intentado, sus nervios están al borde del abismo. —Eso no sonaba para nada bien, pidiéndole a la hacendosa mujer que le permitiera llevarle el té, tomando la elegante taza—. Espero que al tenerle de regreso, se calme un poco. —Edward rogó porque así fuera, subiendo con parsimonia las escaleras, después de haber abandonado la cocina, encaminándose por el amplio salón, percatándose de que el piano tenía la tapa que resguardaba el teclado abierta.
“Estuviste tocando” Sonrió al darse cuenta de que por lo menos había puesto de su parte para calmar sus ansias, tocando un poco de música. “Lamento tanto haberte hecho a un lado, Christian, pero fue mejor así” El solo imaginar que Klaus le pudiese haber hecho al magnate lo que le hizo a Charlie, habría sido más que suficiente para que hubiese habido una confrontación entre él y el poderoso inmortal, empeorando las cosas.
En el interior de la recámara se percibía la sombra del cuerpo de Christian, yendo y viniendo en el balcón, acercándose lentamente hasta donde se encontraba el pensativo y preocupado hombre, leyendo en su mente todas las locas divagaciones que pasaron por su cabeza, imaginando a Edward hasta en brazos del tal José, el fotógrafo de la universidad, haciendo sonreír al vampiro.
—Espero que un poco de té calme tus nervios y me permitas darte una explicación. —Christian detuvo el ir y venir de sus pasos, mirando a Edward como si intentase asimilar que al fin había llegado, manteniendo una posición sumisa y predispuesta al diálogo.
—Al fin regresas. —El vampiro asintió, ofreciéndole la taza de té, pero el magnate se apartó de él, ignorando sus amables intenciones—. En verdad quiero escucharte y tener un juicio razonable para entender tus actos de esta noche. —Se sentó a orillas de la cama, en donde Edward pudo apreciar la presencia de una fusta sobre las sábanas—. Me drogas y te escapas en la madrugada después de que tuviste una transfusión de sangre a causa de una baja de plaquetas. —El vampiro abandonó la taza de té sobre la peinadora, cruzándose de brazos.
—Yo no te drogué, Christian. —El aludido apretó con una de sus manos la fusta que reposaba amenazante sobre la cama.
—Aún no tienes permiso para hablar y defenderte, Anthony. —Aquello no pintaba nada bien, ya que cuando Edward dejaba de ser Ed, Eddy o nene para convertirse en Anthony, era porque las cosas se estaban poniendo negras para el muchacho, y aunque aquello no tenía que preocuparle, no pudo dejar de sentir temor ante una posible represaría verbal, ya que aunque Christian no podía lastimarle físicamente, si podía herirle con sus crueles palabras
—Lo siento… continúa. —Exigió Edward, bajando la cara.
—Pusiste un comprimido triturado de clonazepan en mi jugo de naranja… Eso en mi idioma se le dice drogar a alguien en contra de su voluntad.
—Yo solo quería que no te involucraras en… —La fusta abandonó tan rápido la posición de reposo sobre la cama, que no fue sino hasta que Christian la alzó en vilo que Edward se percató de sus intenciones— …por favor Christian, déjame explicarte. —La mano del magnate temblaba, aun en alzas— …Victoria había secuestrado a alguien muy importante y nos retó a todos a ir por ella.
—¿Quién? —preguntó el colérico hombre, manteniendo la fusta levantada.
—No puedo decírtelo. —Christian se levantó, pretendiendo darle el primer fustazo, el cual fue detenido por el muchacho, aun a sabiendas de que aquello lo cabrearía—. Si te lo digo te alterarás más de lo que ya estás.
—Ya no puedo alterarme más de lo que estoy, suelta la maldita fusta, Edward. —Pero el joven no le soltó.
—¡Por favor, Christian!... vamos a hablar. —Pero el magnate era testarudo y no soltaría la fusta, si Edward no la soltaba primero.
—No creo nada de lo que me estás diciendo… ¿A dónde fuiste y con quién andabas, Edward?... contesta. —El vampiro vio en la mente de Christian que los celos lo estaban devorando internamente, ya que cada una de sus elucubraciones era tan descabellada como la primera, pensando en que a lo mejor no había salido con José, sino con Bella, reviviendo la pasión entre ellos.
—Te estoy diciendo la verdad, Christian. —Pero el magnate quería pruebas y no simples palabras vacías, levantando la otra mano para atestarle un bofetón, lo que por supuesto Edward no detuvo, al ver que el magnate no daría su brazo a torcer, golpeando con fuerza el rostro del muchacho.
El intenso dolor que comenzó a extenderse por cada hueso y cada músculo de la aporreada mano, hizo gritar a Christian al punto de la desesperación, soltando no solo la fusta, sino unas cuantas palabrotas, apretándose con la mano buena la atrofiada.
—Me lleva la puta madre que me parió… Aaagr… ¿Qué mierda tienes en la cara?... ¿concreto? —Siguió despotricando a los cuatro vientos, la rabia y el dolor que lo embargaba, tomando asiento sobre la cama, sin dejar de apretarse la mano.
—Déjame revisarte, Christian. —Pero el orgulloso y malhumorado hombre intentó apartarse de él sin éxito alguno—. Déjate de malacrianzas conmigo, Christian… deja que te revise. —El adolorido hombre le permitió revisar su mano, corroborado de que no hubiesen fractura—. Solo te lastimaste los tendones… déjame colocarte un desinflamatorio en spray y vendarte la mano. —Al pretender levantarse, Christian le aferró del brazo.
—Dime la verdad, Edward. —El chico aun en cuclillas junto a él, le miró a los ojos—. ¿Con quién fuiste a verte está noche? —Edward suspiró pesadamente.
—Con Victoria, Chris.
—No me mientas.
—No te miento, rey. —Aquella insignificante palabra de tres letras desarmaba a Christian de un modo devastador—. Te diré la verdad pero necesito que estés calmado. —Se incorporó de su inclinada postura, en busca de la caja de primeros auxilios que se encontraba en el baño del magnate, extrayendo una venda y el spray que el apuesto hombre usaba después de sus carreras matutinas, para distender los músculos.
Poco a poco el muchacho le fue contando lo acaecido en las adyacencias de aquel completo empresarial abandonado, omitiendo por supuesto todo lo que pudiese delatar la condición inmortal de los Cullen y la lobezna de los Quileutes, teniendo que explicarle que la pelirroja había involucrado a Elena en toda su venganza.
—No, no puede ser… ¿esa maldita se atrevió a tocar a Elena?... —Edward culminó el vendaje de la mano, tomando asiento a su lado.
—Ella está bien, Chris… está en su casa, sana y salva. —Le notificó que Garrett tuvo que recurrir a la violencia con Jack, terminando con su vida.
—¿Y Victoria? —Preguntó bastante intranquilo.
—Digamos que Jacob obtuvo su venganza—. Bajó la mirada.
—¿Esta muerta? —Edward asintió.
Por supuesto Christian no supo que sentir, por un lado una enorme paz anidó en su pecho al saber que aquella película de terror ya había terminado, pero por otro lado sintió pena y cierta tristeza al imaginar a Jacob en problemas con las autoridades, lo que por supuesto hizo sonreír a Edward, al ver la preocupación en su mente.
—Garrett va a ayudar a Jacob con eso, dirá que fue por defensa propia y todo quedará resuelto. —En realidad el caso se cerraría de otro modo, ya que al haber tantos cuerpos calcinados y desmembrados, Garrett pensó en un accidente en la siderúrgica cercana al lugar, la cual explotó ante una mala praxis de los implicados ocultos en aquel lugar, matándoles a todos.
—Me alegra escuchar eso. —Christian miró su mano vendada, sin poder creer que mientras él se rebanaba los sesos en posibles escenarios de infidelidad, Edward se estaba debatiendo a muerte con Victoria para salvar la vida de Elena—. Lo siento mucho, Edward. —Le abrazó con premura—. Fui tan estúpido al pensar que podrías estarme siendo infiel, pero… ¿Qué puedo pensar yo si me drogas y te escapas en la madrugada sin decir nada? —Edward correspondió a su abrazo.
—Que intento resolver el problema en que te metí a ti y a tus seres queridos, al haber traído a esa demente a Seattle. —Ambos se apartaron un poco, siendo Christian quien posara su frente sobre la de Edward.
—Pero ya todo terminó, nene… —Aquello hizo sonreír a Edward— …No sabes la paz que me da el saber que tenemos una preocupación menos. —El vampiro asintió, aunque las palabras que Victoria le había dicho sobre una posible documentación dentro de Grey Enterprise Holding, inc. era algo que lo preocupaba demasiado.
—Si, bueno… por lo menos ustedes no tendrán de qué preocuparse. —Christian le miró un poco intrigado.
—¿Hay algo que les sigue molestando a ustedes? —Edward asintió.
—La maldita no sé pudo ir sin hacernos daño. —Aquello sobresaltó a Christian, quien preguntó quien había salido lastimado—. Emmett… la muy desgraciada destapó la olla podrida entre Jasper y Rosalie. —Aquello asombró tanto al magnate, que se olvidó por completo del dolor en su mano, y aunque en realidad había sido Klaus el causante de todo, Edward omitió por completo su existencia en aquella historia—. Mis hermanos casi se matan entre sí… mi familia se está desmoronando, Christian. —El magante le abrazó de nuevo.
—No digas eso, Edward… esa disputa se veía venir, fue mejor así por el bien de todos, créeme… no hay nada más horrible que vivir una mentira—. Aquello hizo sentir peor al joven vampiro, ya que las mentiras que él le había dicho a Christian no se podían contar con los dedos, sumándoles las de está noche.
—Igual creo que no fue ni el modo, ni el momento propicio para ello. —Christian asintió.
—En eso te apoyo, Ed… pero sigo creyendo que fue lo mejor. —Se levantó de la cama, incitando al joven a hacer lo mismo—. Esperemos que logren solventar sus problemas y sus diferencias, pero ahora tú y yo debemos descansar—. Edward asintió, notificándole que tomaría una ducha rápida—. Nada de duchas apresuradas, tú y yo necesitamos lo mismo. —Le tomó del brazo, encaminándole hasta el cuarto de baño—. Estaba a punto de tomar un baño caliente de espuma y esencias aromáticas a ver si así me relajaba—. Señaló la tina llena de agua y espuma, comenzando a desabotonarse el pijama, a la velocidad en la que le permitía la venda en su mano.
—¿Quieres que te ayude? —Christian asintió con una amplia sonrisa, dejando que Edward lo desvistiera—. No se tú, pero esto se me está haciendo costumbre.
—¿Qué cosa? —preguntó el magnate un poco intrigado.
—Vivir contigo, tener estas disputas maritales y luego reconciliarnos. —Christian sonrió, dejando que su pantalón cayera al suelo, junto con su camisa—. No sé qué ocurrirá cuando me gradúe. —pretendió bajar la mirada, pero Christian se lo prohibió.
—Seguiremos juntos, discutiendo por todo y reconciliándonos. —Aquello hizo sonreír enormemente a Edward.
—¿En serio? —Christian asintió, depositando un tierno beso en sus labios.
—Yo así lo quiero… ¿Tú no? —Edward volvió a asentir.
—Aunque si no discutimos tanto sería mucho mejor. —Christian comenzó a hacer muecas irónicas con la boca, alzando una de sus cejas, introduciéndose en la bañera después de haberse deshecho por completo de su ropa.
—Mmm… si no discutiéramos, no habría reconciliación… ¿no te parece? —Edward comenzó a desvestirse, introduciéndose junto a Christian en la enorme tina, haciéndose un puesto a su lado.
—Preferiría que nos lleváramos bien siempre, pero… —Se lo pensó por unos segundos y luego argumentó— …Supongo que sería aburrido para ti. —Christian puso los ojos en blanco.
—Como si no fuera divertido para ti discutir conmigo, llevarme la contraria y cabrearme cada vez que tienes la posibilidad de hacerlo. —Edward rió, tomando un poco de espuma, pretendiendo embadurnársela en el pecho, lo que por supuesto consiguió una rápida acción negativa por parte de Christian, rehusándose a ello—. Tal y como lo estás haciendo justo ahora. —Apartó la mano del chico, tomando uno de los frascos de gel de ducha, destapándole para dejar caer un hilo del azulado y espeso líquido sobre su hombro, comenzando a dibujar una línea por todo el costado de su pecho hasta su abdomen, subiendo por el otro lado de su tórax, hasta llegar a su otro hombro—. Estos son mis limites, Edward… tú pusiste los tuyos y ahora yo pongo los míos.
—Estas en tu derecho, pero no me parece justo. —Christian preguntó el por qué—. Porque mis límites fueron impuestos por mí ante mi timidez, pero tus límites los impones por culpa de alguien más, por lo que te hicieron.
—Pues tómalo o déjalo, Edward. —El aludido aferró la esponja de baño que reposaba a un costado de la tina, humedeciéndola para borrar los límites, aunque el gel ya se había escurrido por la húmeda piel del magnate.
—Lo tomó, pero no creas que me daré por vencido. —Christian no pudo dejar de observar el molesto rostros de Edward, admirando lo guapo que era el muchacho, haciendo sentir un poco incómodo al vampiro ante sus pensamientos.
—¿No te darás por vencido con qué? —preguntó al darse cuenta de como el muchacho le esquivaba la mirada, al recostarse nuevamente a su lado, posando su cabeza sobre el hombro del magnate.
—Quiero a Christian Grey al cien por ciento, no me conformaré con migajas… no ahora que se terminó este infierno llamado Victoria. —El magnate no supo ni como reaccionar a eso, simplemente dejó que su corazón se llenara de sensaciones nuevas para con el muchacho, aferrándole del rostro, para verle directo a los ojos.
—Quiero ser tuyo al cien por ciento, Edward… Y ruego a Dios por que ahora que Victoria se convirtió tan solo en un mal recuerdo, tú y yo podamos darle un nombre a esto. —Edward no supo que decir, bajando la mirada—. No es que importe el nombre en sí, es que debemos presentarlo al mundo y lamentablemente la sociedad necesita de etiquetas para entender lo que no pueden comprender.
—¿Noviazgo? —Christian apartó sus manos del avergonzado rostro de Edward, el cual alzó la mirada para ver el semblante serio del magnate.
—¿Así quiere llamarlo? —Por un segundo Edward temió haber metido la pata, pero los pensamientos del acaudalado hombre de negocios, le demostraron lo que el caballero en verdad quería decir con aquellas palabras—. Porqué si es así más te vale que te comprometas en serio y dejes de jugar con mi puta paciencia y te enseries, porque no pienso soportar… —Christian pretendió exigirle que dejara sus juegos pesados con el tal José, cabreado al multimillonario con sus insinuaciones y sus chocancias delante del fotógrafo o de cualquier otra persona, pero Edward no le permitió decir una palabras más, sellando con un beso la promesa no verbal de que así sería de ahora en adelante.
—Lo prometo, Chris… —Edward rodeó la cintura del magnate por debajo de sus límites, posando la cabeza una vez más sobre su hombro—. No volveré a cabrearte con mis indirectas y mis chocancias. —Y aunque ninguno de los dos argumentó algo más a aquellas palabras, ambos sintieron que por primera vez en mucho tiempo, comenzaba una nueva etapa en sus vidas y en su relación, que implicaba algo más que solo sexo y pasión, agregando una porción importante a la pócima que habían estado creando juntos, mezclando sentimientos que jamás creyeron anidar en su interior, llamando al último ingrediente realmente importante… “Amor”.
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Por más lejos que pretendiera huir, Emmett sintió que no podía escapar de aquel sentimiento, de aquel oprimente dolor en su corazón, el cual albergaba tanta desilusión, traición y engaño que parecía quemar tanto en su interior que era imposible de soportar.
Los rugidos que a cada tanto irrumpían desgarrando sus cuerdas vocales, eran muestra fehaciente de aquel sufrimiento que se adhería a él como el metal fundido, quemándole las entrañas y destrozándole el alma no solo al corpulento y abatido vampiro, sino al pequeño lobo gris que lo miraba desde la distancia, escondiéndose entre los frondosos árboles que flanqueaban las fronteras de Canadá con los Estados Unidos, ya que ambos habían corrido tanto como para llegar hasta aquel desolado y frío lugar.
“Todos me vieron la cara de imbécil, todos son cómplices de lo que ese par de sabandijas me hicieron, los odio… los odio a todos” Un nuevo rugido junto a varios puñetazos incesantes sobre la corteza de un enorme pino, le siguió demostrando a Seth, que no era prudente acercarse a su amigo por más que lo deseara.
“Quisiera abrazarte y decirte que aquí estoy, grandote… que tu amigo incondicional te apoya y aunque hayas dicho tantas malas palabras para alejarme, seguiré aquí porque te amo” El pequeño y sucio lobo gris comenzó a llorar, sin dejar de observar como Emmett destrozaba la corteza de aquel grueso árbol, desperdigando pedazos de madera y virutas por todos lados.
“Sabia que ambos se querían pero no hasta ese extremo… sucios, malditos depravados de mierda, hijos de un camión repleto de putas” En otra ocasión aquello le hubiese hecho reír a más de uno pero esta vez no había nadie que riera sus ocurrencias, ni ovacionara su buen sentido del humor y mucho menos le incitara a seguir con sus jodas; tan solo se encontraban acompañándole aquel dolor punzante y agonizante que carcomía sus entrañas y su pequeño, incondicional y peludo amigo, espetándole al muchacho al escucharle gemir como perro chiguagüeño—. Sé que estas allí, enano de mierda… quiero que te vayas y dejes de seguirme o juro que voy a darte la paliza de tu vida. —Por supuesto aquello no asustó en lo más mínimo al chico, ya que estaba decidido a no abandonarle por nada del mundo—. Que te vayas Seth… Quiero que me dejes solo. —Espetó nuevamente el colérico vampiro, volteando a verle de mala gana, percatándose de como el lobo negó una y otra vez con la cabeza.
“No voy a abandonarte, estúpido cabeza dura” Pensó el lobito, mirándole retadoramente, después de haberse erguido sobre sus cuatro patas lobeznas.
—Pues tú te lo buscaste. —Amenazó el iracundo vampiro, pretendiendo atacarle, pero el chico era lo bastante astuto como para evitarlo y así no tener que llegar a un enfrentamiento—. Ven aquí saco de pulgas, ¿ahora si vas a huir? —Preguntó Emmett correteando al sudoroso y sucio lobo, el cual derrapó sobre el boscoso y húmedo terreno fronterizo, corriendo está vez hacía donde se encontraba su perseguidor, quien se detuvo al ver como aquella locomotora de pelos y dientes pretendía arrojarse sobre él, cayendo abruptamente sobre el lodoso suelo, recibiendo de parte del chico un lametón juguetón, apartándose rápidamente de su amigo—. Aagr... maldito tapete con patas, me has babeado. —pretendió limpiarse la boca con las manos, pero estas olían a sudor de lobo, al haber intentado quitárselo de encima—. Pfsh… agr… que asco, hiedes a culo sudado maldito perro sarnoso. —Aquello hizo reír a Seth, aunque el malhumorado vampiro no se percató de ello.
“Allí está el Emmett que yo conozco, el ocurrente y divertido vampiro, el ser más auténtico del mundo” Pensó el chico, saltando de un lado a otro, como suelen hacer los canes a la espera de que su amo lance la pelota o una vara de madera para ir por ella.
—No estoy de humor para tus juegos, Seth y mucho menos para soportar tus babosadas, quiero que me dejes solo, maldición. —Emmett comenzó a arrojarle piedras al muchacho, el cual esquivó cada una de ellas histriónicamente, saltando nuevamente de un lado a otro, moviendo la cola alegremente, a la espera de un nuevo lanzamiento—. Me lleva la que trajo… ¿Eres estúpido o qué?... he dicho que no quiero jugar, quiero putear, maldecir, escupir fuego por la boca, insultar hasta a Dios, a ver si me cae un puto rayo encima y me muero de una vez por todas. —Se levantó del suelo, intentando sacudirse tanto el lodo como las hojas secas que se le habían adherido a la ropa, comenzando a caminar hacía el pequeño riachuelo de agua clara que pasaba por un sendero de piedras, intentando limpiarse toda la mugre de encima, al igual que la baba de lobo en su cara.
“Sigue puteando, grandote… no me importa cuantos insultos me des, no voy a abandonarte, no ahora que tanto necesitas de un amigo” Mientras Emmett intentaba asearse lo mejor que pudo en aquel caudal de agua limpia, Seth maquinaba su nueva jugarreta, corriendo impetuosamente hacía donde se encontraba su amigo, pretendiendo arrojarlo al interior del estanque natural de agua, pero el agudo oído vampírico de Emmett, escuchó perfectamente sus pisadas sobre el suelo, apartándose rápidamente de su camino, consiguiendo que el atolondrado chiquillo cayera en el interior del riachuelo, empapándose de pie a cabeza.
—Ja… —Emmett rió con ironía—. ¿Creíste que me arrojarías al agua, saco de pulgas? —Negó con la cabeza—. Soy más astuto que tú, enano… No vas a poder… —Pero antes de que el corpulento inmortal alardeara sobre sus habilidades y destrezas, Seth ya se había incorporado de su abrupta caída, sacudiendo enérgicamente el agua que su denso pelaje había absorbido, bañando de pie a cabeza al estupefacto vampiro—. Eres un pedazo de… —Emmett se arrojó sobre él chico, revolcándolo en el agua, jalándole la cola y el pelo, haciéndole chillar, consiguiendo que el lobo le mordiera—. Aauch… maldito apestoso, vas a ver cuantos pares son tres botas, voy a romperte la mandarina en gajos.
Siguieron peleando y batallando entre ellos, sin que ninguno de los dos se lastimara realmente, siendo Seth el primero en percatarse de ello, lengüeteando nuevamente el malhumorado rostros de su amigo.
—Qué no me babosees, asqueroso perro callejero. —Emmett le empujó, consiguiendo que el empapado lobo cayera a un lado—. Sé lo que intentas hacer, enano… pero eso no servirá de nada. —Se limpió nuevamente la cara, comenzando a salir del interior del frío riachuelo, sacudiéndose la ropa de mala gana—. Aléjate de mí, Seth… no soy un buen amigo en estos momentos, solo quiero maldecir y odiar a todo el mundo.
Comenzó a caminar, apartándose del triste muchacho, el cual lo único que pretendía hacer era alegrarle la vida a su amigo, pero entendía que algo como lo que había pasado, sería difícil de olvidar, saliendo de fase mientras le seguía.
—Entiendo lo que sientes, Emmett.
—Tú no entiendes nada, jamás te has enamorado. —Espetó el vampiro de mala gana.
—Te equivocas. —Si algo estaba claro para el chico, eran sus sentimientos hacía Emmett—. Claro que me he enamorado y sé perfectamente bien lo que sé siente amar a alguien que ama a otra persona. —El corpulento vampiro se detuvo, volteando para esperarle a continuación.
—Más te vale que no estés hablando de mí, porque… —Miró la desnudez del muchacho— …¡Oh, vamos!... ¿Es en serio?... —Señaló la entrepierna del muchacho—. ¿Qué coño es eso, un mondadientes? —Seth miró su hombría, la cual se encontraba encogida ante el frío que hacía y el baño de agua helada que se había dado hacía tan solo unos segundos.
—¡Oye!... no te burles… ¿Qué le puedes pedir al pobre con este clima y después de un baño de agua fría? —preguntó Seth de mala gana, siguiendo a su amigo, ya que el vampiro había retomado su andar.
—¡Que tenga un poco de dignidad y muestre su cabeza sin capucha!... Que vergüenza de pipe tienes, viejo. —Aquello por supuesto le robó a Seth unas cuantas carcajadas.
—Lo siento, mi pene es humano, no es inmortal o resistente al frío. —El chico comenzó a correr detrás de Emmett para alcanzarle, ya que el aún molesto vampiro había comenzado a caminar cada vez más rápido.
—Como sea… ya no me sigas, enano… es en serio… quiero estar solo. —El vampiro siguió caminando por un largo rato, intentando escuchar las pisadas a su espalda, pero tan solo un profundo silencio le demostró al vampiro que el chico había decidido al fin dejarle solo, sintiéndose más miserable de lo que ya se sentía, al darse cuenta de que su único amigo, había desistido con él y su débil empeño por hacerle sentir bien. “Así es mejor”.
Pensó, aunque no pudo dejar de sentir un enorme vacío en su interior, no solo ante la traición de su esposa y la de toda su familia, sino al saber que ni la persona que le había jurado amistad sincera le había sido fiel, bajando la cara.
“Todos son una cuerda de hipócritas, todos me han mentido una y otra vez” Lo que más detestaba Emmett de todo eso era que por más que doliera no podría desahogarse llorando, teniendo que tragarse todo aquel sufrimiento que lo estaba consumiendo. “Es obvio que a nadie le importas, Emmett… solo eres un grandote bruto y sin talento” El vampiro pensó en los dones de sus hermanos, aquellos que los hacían realmente excepcionales. “¿A quién le va a importar los sentimientos de un idiota sin dones y sin cerebro que lo único que sabe es decir puras bufonadas y estupideces para que todos se rían” Suspiró sintiéndose cada vez más miserable, recostándose de un enorme árbol de roble, desplomándose en el suelo.
—¿Cómo Rosalie no va a cambiarme por Jasper? —Se abrazó así mismo encogiéndose de hombros—. Él es apuesto y su don debe ayudarle mucho. —Recostó su cabeza hacía atrás observando el nublado cielo entre las copas de los árboles—. Es inteligente, astuto y… —Un pesado bulto cayó junto a Emmett, llamando considerablemente su atención, observando como un pequeño ciervo yacía ya sin vida sobre el suelo, y junto a él, Seth echado sobre sus cuatro patas, mirándole tiernamente desde abajo, relamiéndose el hocico, transformado nuevamente en lobo.
Por supuesto Emmett no supo que hacer y mucho menos que sentir al ver como se había equivocado en sus suposiciones sobre el muchacho, el cual lo había dejado a solas por unos minutos para buscarle un animal donde hincar los colmillos y saciar su sed de sangre.
—No me dejaras solo aunque te rompa la madre… ¿cierto? —Seth negó con la cabeza, moviendo su cola de un lado a otro, mientras Emmett suspiraba resignado—. Que más da… —Tomó al ciervo por el cuello, clavándole los dientes en la yugular, mientras que Seth desprendió una de las jugosas y carnosas piernas del animal, intentando igual que el vampiro de calmar su hambre animal, sin dejar de observar a su amigo.
“Nadie es más guapo, astuto e inteligente que tú, Emmett… si esa superficial y tonta rubia no supo apreciarte, yo sí lo haré… porque nadie vale lo que tu vales, mi grandote” Pensó el chico, mientras Emmett calmaba no solo su rabia, sino también su sed de sangre, permitiéndole a Seth alimentar no solo su hambre, sino también su amor por el corpulento vampiro que lo había cautivado como nadie más lo había hecho en su corta y promiscua vida, sabiendo que él era el indicado.
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En el pent-house del hotel Paramount, se mantuvo una extensa conversación en el transcurso de la mañana, después de la contienda que se había suscitado en horas de la madrugada en las afueras de la ciudad, en donde se debelaron muchas incógnitas y verdades ocultas, entre ellas el rostro del verdadero amo y señor de los vampiros, el cual también era el de lo los lobos, convirtiendo a Klaus Mikaelson en el ser más peligroso del mundo.
—¿Cuándo pensabas decírnoslo, Garrett? —Retó Carlisle a su amigo, mientras curaba al padre de Bella, el cual se mantuvo inerte sobre el sofá, esperando a que el doctor Cullen hiciera su trabajo.
—Ya te dije que no hay nada que temer, Carlisle… Klaus no es más que un hibrido engreído y petulante que solo le gusta que lo alaben y lo adulen como si fuese un maldito emperador.
—Pues eso es lo que parece ser, Garrett. —Acotó Sam—. Nos puso a todos a comer de su mano. —Señaló a cada uno de los presentes—. Ni siquiera yo podía moverme si él no lo ordenaba primero.
—Hemos estado creyendo todo este tiempo que los Vulturi eran los amos y señores de nuestro mundo cuando en realidad no eran más que los segundo al mando.
—Te equivocas, Alice. —Interrumpió Garrett, las palabras de la pitonisa—. Alistair y yo somos los segundos al mando junto a Benjamín, después de los Mikaelson—. Se paseó de un lado al otro del salón, observando a todos los presentes, entre ellos, la pareja imprimada de Jacob y Leila, al igual que al joven Embry, el cual había vuelto de su ronda por la casa de los Greys—. Es por eso que los Vulturi nos odian, porque saben que Al. y yo contamos con el privilegio de ser los únicos a los que Niklaus no les lava el cerebro.
—¿Y como están tan seguros de eso? —preguntó Bella.
—Porque le juramos lealtad absoluta y él a su vez nos juró que jamás limpiaría nuestras mentes. —Carlisle terminó de curar a Charlie, notificándole que estaría completamente curado en unos días, incorporándose de su asiento.
—No me agrada ese vampiro. —Acotó el líder del clan Cullen.
—Ni a mí. —Comentó Sam—. Miren lo que le ha hecho a Leah. —Señaló a la joven Quileute, la cual se encontraba en el amplio balcón del pent-house, observando el horizonte, completamente absorta en sus pensamientos o eso creyó el alfa de la manada—. Rompió su imprimación con Jack, eso es algo que jamás pensamos que pudiese suceder. —Todos miraron a la pensativa loba.
—Eso me tiene bastante asustado. —Acotó Jacob mirando a su imprima—. No quiero dejar de sentir lo que siento por ti, Leila.
—Ni yo, Jacob… me sentiría perdida de nuevo si tú me abandonas. —Mientras el joven Black y la señorita Williams se devoraban a besos, Alice se acercó sigilosamente hasta donde Leah contemplaba la ciudad, preguntándole en voz baja.
—¿Te encuentras bien? —Leah miró a Alice y luego al beta de la manada, el cual abrazó con todas sus fuerzas a su imprima.
—Comparada con ellos, si. —Alice se sorprendió al escuchar no solo aquella calmada y sincera respuesta, sino el tono de voz que uso la chica, aquel que no había cambiado, escuchándose como era costumbre, odiosa y altanera—. Si pudiera agradecerle al tal Klaus lo que hizo por mi, lo haría… no tienes ni la más remota idea de lo que se siente estar a merced de la imprimación. —Alice no supo que decir al respecto, bajando la mirada—. Sentir que mataría hasta a los míos por esa sabandija asquerosa del tal Jack es algo que realmente me ha perturbado. —Mientras todos imaginaban que Leah sentía un vacío y cierto pesar en su corazón, la realidad era completamente distinta, perdiéndose en sus pensamientos ante la sola idea de haberse podido imprimar y arruinar por completo su vida.
—Me alegra que no estés sufriendo por eso… todos creen que…
— …Estoy destrozada internamente. —Ironizó Leah, gesticulando los brazos—. Para nada querida. —Se acercó a la menuda vampira, aferrándole del brazo—. ¡Por cierto!... ¿Supiste que Sam le dio su libertad a Emily? —El cambio de tema asombró a la vampiresa, ya que estaba acostumbrada a predecir lo que las personas a su alrededor dirían, pero al estar rodeada de lobos, su don fallaba.
—Sí… eso le escuché decir a Jacob el otro día. —respondió Alice, haciéndose la desentendida—. Me alegro que Emily pueda disfrutar de su libertad, es horrible estar atada a alguien que no te quiere.
—Exacto… y ya que la olla podrida entre la rubia y el soldadito de plomo se destapó, tú ya no necesitas fingir que no te gusta, Sam. —Señaló a su alfa, el cual siguió conversando en la sala de pent-house, sin tan siquiera percatarse de la conversación entre ambas féminas.
—No se de que me hablas, Leah.
—¡Oh vamos!... a otro perro con ese hueso, querida, yo sé que desde que viste ese tótem indio entre sus piernas, tú vagina de porcelana fina está deseando que Sam rompa toda la vajilla. —Si Alice hubiese sido humana, el rubor en su rostro hubiese llegado a alcanzar un color amoratado ante tanta vergüenza.
—No digas esas cosas, Leah. —Intentó apartarse de Leah, pero la chica la interceptó, justo cuando Jasper salió de la recámara que había estado compartiendo con su esposa, aunque solo la usaban para guardar tanto sus cosas como las apariencias.
—No digo nada que no sea cierto, Alice. —La loba volteó a ver a Jasper, quien se acercó a su padre con una maleta en cada mano—. Tú misma lo has dicho, no hay nada peor que fingir que amas a alguien que no te ama. —Alice bajó la mirada—. Y aunque me cueste decirlo, quiero ver feliz a mi alfa y sé que tú, hadita del shippeo puedes hacerlo inmensamente feliz. —Sonrió con socarronería, apartándose de la menuda vampira, contemplando nuevamente la ciudad, pensando en donde podría estar su hermano, mientras Alice observaba a Jasper, para luego enfocar sus ojos en Sam, el cual no le quitó los ojos de encima al mayor Whitlock.
—Me voy. —Notificó el vampiro abandonando las maletas en el suelo—. Rosalie está abajo, aun no sé si se irá contigo o conmigo, Carlisle. —Su padre no dijo nada, siendo Sam quien hablara.
—Tal parece que te quedaste sin el becerro y sin el amarre… eso en mi idioma se llama Karma, mayor. —Jasper lo miró de mala gana, siendo Alice quien hablara.
—No puedo ver las decisiones de Rosalie, pero estoy segura que ella lo único que quiere es encontrar primero a Emmett e intentar resolverlo de la mejor manera posible. —A lo que Jacob alegó.
—¿Por qué no pensó eso antes?..  Se hubiese ahorrado todo este show y la rabia del grandote. —Sé levantó de su asiento—. Y no es que me importe mucho lo que este sintiendo tu hermano, pero si hay algo en lo que jamás estaré de acuerdo es en la infidelidad. —Miró a la joven Clearwater—. Porqué aunque me haya acostado con Leah, eso fue antes de lo de Bella y con Anastasia fue después de mi relación con ella y antes de Leila, así que la verdad es que tanto tú como la vampiresa me dan asco—. La joven Williams se levantó de su asiento para abrazarle e intentar calmarle—. Así que no me vengan con que quieren arreglar las cosas, ella sabe lo que puede perder sin Emmett y sus millones, así que no creo en que… —Jasper le interrumpió.
— …¿Emmett y sus millones?... ¿de qué hablas idiota?... Rosalie recibió hace poco una herencia, así que ella no necesita del dinero de Emmett…
—Pues tal parece que la rubia con o sin herencia esta pensando seriamente en volver con Emmett, porque si no se va contigo es por algo. —Alegó Sam, encarándole.
—Para empezar ustedes son los menos indicados para señalarme. —Espeto el enajenado vampiro, mirando a ambos lobos—. Pero si lo que les carcome es el cotilleo les cuento que a diferencia de Alice, Rosalie sí piensa en su futuro. —Miró de arriba hacía abajo a Sam, de un modo despectivo—. Primero muerta que andar con un pata en el suelo. —El alfa de la manada le rugió, mientras el mayor Whitlock le mostró sus dientes, amenazante.
—¡Wow, wow!... —Exclamó Garrett, interponiéndose entre ambos enemigos—. Muy entretenida la telenovela pero no creo que sea el lugar para romperse la madre, ya habrá oportunidad de hacerlo en Forks donde hay hectáreas de bosques para que ustedes se den la paliza de sus vidas, mientras tanto vamos a calmarnos por el bien de todos. —El policial pulsó el botón que llamaba al ascensor, mientras acotaba—. Y con todo respeto, mayor… déjeme decirle que el amor es incomprable y no entiende de razones, no se detiene a pensar que le conviene y que no, es caprichoso y aunque sean de mundos opuestos y el cosmos conspire en contra de dos amantes, siempre ganará el amor, sobre todo cuando este es verdadero, así que vaya y hable con la señora Rosalie y pídale que se sincere con usted—. Introdujo las maletas en el ascensor, esperando a que el vampiro entrara en el aparato mecánico y se retirara de una vez por todas.
—Adiós Alice. —Por mas que quisiera llorar, la vampiresa no podía expresar lo que aquella despedida le causaba—. Sé que te hice esperar mucho tiempo en aquella cafetería, para nada. —Ambos bajaron las miradas—. Lamento no haber sido lo que esperabas. —A lo que Alice respondió.
—Fuiste todo lo que yo esperaba, Jasper… pero a lo mejor yo no era lo que tú buscabas, sino lo que necesitabas en aquel momento. —Se acercó al vampiro—. Fue mala mía al intentar adelantar las cosas entre nosotros. —Abrazó a su esposo, mirando a Sam—. Espero los documentos de divorcio de tu parte. —Le soltó tomándole de las manos—. Espero que Rosalie en verdad te haga feliz. —Soltó sus manos apartándose de él, saliendo nuevamente hacia el balcón en donde Leah se encontraba mirando toda la ciudad de Seattle, perdiéndose en sus pensamientos, mientras Jasper entró al fin en el ascensor, marchándose del pent-house.
—Bueno… yo iré a tomar una siesta. —Acotó Jacob, tomando a Leila entre sus brazos.
—Y yo… estoy muerto de cansancio. —Argumentó Embry mirando a su alfa—. Me despiertan cuando decidan regresar a Forks. —Sam asintió.
—Yo me retiro. —Notificó Carlisle, mirándoles a todos—. Debo contarle todo lo ocurrido a Esme y sé de sobra que se preocupará mucho por Emmett. —Se acercó a su mejor amigo para despedirse de él con un fuerte abrazo—. Gracias por todo amigo mío. —Garrett correspondió a su abrazo.
—No tienes que darlas, Carlisle… haría cualquier cosa por ti. —Garrett se percató de como Charlie les observaba—. Nos veremos pronto. —Argumento a su despedida, soltando al fin a su amigo.
—Seguro que si. —Palmeó su hombro, volteando a ver Bella—. ¿Tú y Charlie regresaran luego? —La vampira asintió, mientras Sam había comenzado a apartarse de ellos, acercándose al balcón.
—Nos quedamos, las hermanas de Jacob viene para acá está misma tarde, así que esperaremos a los gemelos aquí y luego regresaremos a Forks. —Carlisle asintió.
—Me parece perfecto… entonces los esperaremos en casa. —Le dio un beso a Bella y un apretón de manos a Charlie, dándole una última mirada a su hija Alice, después de introducirse en el ascensor, el cual había sido llamado por su amigo, Garrett. “Espero que todo vaya mucho mejor de ahora en adelante para ti, mi niña” pensó el apuesto líder, quien siempre sintió que Alice era quien más sufría, al saberlo todo y tragarse su dolor por el bien de los demás.
—Bueno… —Acotó Garrett tratando de cortar el silencio que reinó en el salón del pent-house, juntando sus manos en un fuerte palmazo para intentar llamar la atención de todos, pero ante la ausencia de Carlisle, Jacob, Leila y Embry, los que quedaban en el salón parecían no querer darle importancia a lo que el vampiro tuviese que decir, salvo Bella y su padre— …Emm… será mejor que me vaya. —Se resignó al fin.
—Le acompaño, teniente. —Aquello sorprendió a Garrett—. Siento que estamos sobrando. —Charlie miró hacía el balcón, en donde Leah ya se había percatado de la presencia de su alfa, retirándose sigilosamente, tomando a Bella por el brazo, cotilleando con ella sobre lo que podría estar pasando entre Sam y Alice, mientras ambos hombres entraban al ascensor, siendo Charlie quien pulsara el botón que daba a la planta baja—. Debo agradecerle enormemente lo que hizo por mí.
—No sheriff, soy yo quien debe agradecer lo que hiciste, si hubieses tenido miedo cuando Klaus clavó sus colmillos en tu cuello, todo se habría ido a la mierda. —Charlie preguntó el porqué de ello—. Porque Niklaus se alimenta del miedo y si lo hubiese sentido en ti, no se habría detenido hasta matarte y hubiese habido una confrontación…
— …Entre Bella y el vampiro extranjero… ¡Sí, lo sé! —Concluyó Charlie creyendo que sería eso lo que Garrett diría, saliendo del ascensor al llegar a su destino.
—No Charlie, entre Klaus y yo. —Aquello asombró al sheriff—. Por más que le  exigiera que se detuviera no lo haría si hubiese habido temor en ti. —El policía pueblerino bajó la mirada, caminando por el lobby del hotel, escuchando a Garrett—. Eres un hombre de temple, eso le agrada a Klaus, siente admiración por las personas como tú y siente que los cobardes deben tener una muerte cruel y despiadada.
—Pues no se ni que decir, no es algo que yo intente dominar, teniente… es algo…
— …natural, eso se nota a kilómetros, sheriff y no solo Klaus siente admiración hacía usted por eso. —Garrett acortó distancia entre ellos, logrando que Charlie se incomodara tanto que terminó apartándose tan rápido del vampiro que tropezó a una mujer que pasaba a su lado.
—¡Oh, disculpe!... en verdad lo siento. —Se disculpó al ver la cara de pocos amigos de la odiosa mujer, la cual se apartó rápidamente de ellos.
—Lástima que no seas lo suficientemente valiente como para abandonar ese closet en donde está enclaustrado, sheriff. —Alegó Garrett al ver como su cercanía y los impropios comentarios sacaron al policía de contexto.
—No es temor, es sentido común. —Garrett alzó una de sus cejas—. Yo ya estoy viejo para eso, mi tiempo y el de Billy expiró y no creo que…
—No, no, no… ¡Corrección!... el tiempo de Billy ya expiró, en eso estamos de acuerdo, pero usted tiene toda una vida por delante.
—Voy a cumplir cincuenta años, teniente.
—Y yo más de trescientos años y aun sigo mamando vergas como cuando tenía veinte. —Aquello ruborizó tanto a Charlie que Garrett sintió deseos de hincarle el diente al percibir el olor de su sangre cubrir toda su cara—. No me venga a mi con eso de la edad… la homosexualidad no tiene estatus social, ni sexo, ni edad, así como el amor. —Charlie comenzó a chitarle, exigiéndole que no hablara tan alto—. A la verga todos, jefe Swan. —Se acercó aún más al temeroso policía—. Usted no le debe nada a ninguna de las personas que ve aquí. —Señaló a todos en el lobby—. Y la única persona que realmente debe importarle lo que pueda decir de usted pertenece a la comunidad gay, así que deje de esconderse e inventar excusas absurdas y dese una oportunidad en la vida.
Y mientras Garrett intentaba demostrarle a Charlie que aún tenía tiempo de reencontrarse consigo mismo, su sexualidad y la posibilidad de un nuevo amor en su vida, Sam intentaba hacer lo mismo con Alice en el balcón del pent-house, en el cual habían pasado tantos días junto con el resto de la manada y del clan Cullen, siendo la primera vez que disfrutaran del lugar a solas.
—Entonces pronto serás una mujer legalmente soltera. —Soltó Sam intentando romper el silencio que se había hecho entre ambos en el balcón.
—Igual que tú. —Comentó Alice como quien no quiere la cosa.
—Aunque ella y yo debemos presentarnos ante el consejo, Sí… estamos divorciados… Emily y yo ya decidimos separarnos y ellos deberán aceptarlo.
—¿Y que si no lo aceptan? —A lo que Sam respondió sin pensarlo dos veces.
—Renunciaré a ser el líder de la manada. —Alice negó con la cabeza—. Jacob es un Black, es descendiente directo de Taha aki, y al estar imprimado le da más estatus en la manada, así que por mí, Jake puede tomar mi lugar.
—Pero la manada es importante para ti. —Acotó Alice, asombrada ante su decisión.
—Ahora existe algo más importante para mí. —La vampira abrió progresivamente los ojos a la espera de lo que el apuesto Quileute diría—. Saber si el hijo de Voldemort termina matando a su propio padre y se casa con su amor imposible o si tus locas historia terminan en una boda entre Draco y Harry donde Hermione es la madrina y Lupin el padrino. —Aquello hizo reír tanto a Alice que tuvo que cubrirse la boca, riendo incontrolablemente ante las ocurrencias del lobo.
—Eres un tonto, Sam. —Alegó la vampiresa sin poder controlar su infantil risa—. Acabas de destrozar el final de mi fanfic. —Sam se encogió de hombros.
—Pues aquí la reina del shippeo eres tú, linda. —Volteó a verle sin dejar de mantener sus codos sobre el barandal del balcón y su cuerpo de frente, contemplándole con una socarrona sonrisa.
—Me gustaría tanto que los comentarios que me dejen en las plataformas donde subo los capítulos fuesen tan buenos y ocurrentes como los que tú me das mientras leemos. —Se acercó un poco a Sam, el cual mantuvo tanto su postura como sus ojos puestos en ella, sin mover ni un solo musculo—. Ya no escribo solo por diversión… ¿sabes?... —Aquello asombró al Quileute.
—¿Ah no? —Alice negó con la cabeza.
—Solo deseo terminar un nuevo capítulo y mostrártelo con el único anhelo de saber lo que dirás al respecto. —Sam abandonó su postura relajada, posándose frente a la vampiresa.
—¿Tan importante me he vuelto para ti? —Alice asintió.
—De que me sirve tener millones de comentarios donde solo me exigen que continúe porque les gusta, cuando tú me explicas el porque te gusta lo que escribo, el porque debo seguirle y me dices detalladamente que hace mi trabajo tan especial. —Alice bajó la cara con cierta timidez, lo que por supuesto atraía enormemente al corpulento Quileute, ya que no podía comprender el porque alguien con tantos años vividos y con una mente tan imaginativa para el shippeo, podía ser tan adorablemente tímida—. Uno solo de tus comentarios vale más que miles de alguien más. —El corazón de Sam le demostró a la vampiresa lo mucho que sus palabras le complacieron, acortando tanto la distancia que los separaba que Alice no tuvo otra opción que recostar su hermoso y delicado rostro sobre el duro, cálido y musculoso pecho del Quileute, sintiéndose por primera vez en su vida, protegida y al mismo tiempo indefensa.
—¡Ay, Alice!... No sé ni que decir al respecto. —Sí algo caracterizaba a Sam era el no saber decir palabras elegantes o rebuscadas para enamorar a una chica, solamente solía ser él mismo, rogando por que eso fuese más que suficiente—. Eres lo que fui a buscar aquella tarde en la que nos topamos en el bosque mientras escribías. —Alice levantó la cara, mirándole un poco malhumorada, al recordar lo que ella había visto esa tarde… fornicar a un par de lobos desvergonzados, a la espera de que el apuesto lobo dijese algo que compensara aquel infame recuerdo—. Un poco de felicidad. —Aunque complacida ante sus palabras no fue suficiente para ella.
—Creo que estabas siendo muy feliz sobre Leah. —Acotó Alice, pretendiendo apartarse de él, pero Sam se lo prohibió.
—Una felicidad efímera. —Sam se sorprendió de haber recordado aquella palabra de uno de los escritos de la vampiresa, recordando la explicación de Alice ante la pregunta que le había hecho, sobre el significado de la misma—. Una felicidad que se esfumaba cuando llegaba a mi casa y debía seguir fingiendo que todo estaba bien entre Emily y yo. —Tomó a Alice entre sus brazos, rodeando la diminuta cintura de la chica entre sus gruesos y bien torneados brazos—. Pero tú, Alice… pareces ser la felicidad absoluta.
—¿Por qué?... ¿Qué te hace creer que puedo ser quien te haga feliz?... a lo mejor nos equivoquemos, a lo mejor estamos adelantándonos a los acontecimientos y terminemos equivocándonos de nuevo, a lo mejor… —Sam no le permitió expresar un temor más, robándole lo que tanto había deseado obtener de los labios de la vampiresa, plasmando en forma de beso lo que el agraciado Quileute quería expresar con palabras, sin encontrar las adecuadas para explicarle cuanto la amaba y lo que sería capaz para disipar sus temores.
“No tener la certeza de lo que realmente pasará, es nuestra mejor defensa” Pensó Sam, manteniendo a Alice de puntillas, ya que el líder licántropo era mucho más alto que ella, teniendo casi que cargarla, mientras sus bocas materializaban el anhelo del otro por plasmarse en los labios ajenos, devorándose con premura a pesar de tantos temores acuestas y un pasado que seguía atormentándoles.
Los labios de Alice fueron los primeros en abandonar aquel beso que se había postergado por tanto tiempo, ya que Sam no deseaba volver a hacerle infiel a Emily con alguien más y Alice no quería pagarle con la misma moneda con la que Jasper le había pagado durante tantos años, siéndole infiel aunque se lo mereciera.
—Esto fue mucho mejor de lo que me imaginé. —Comentó Sam con la respiración entrecortada, sin intención alguna de soltar a Alice.
—Sin duda superó todas mis expectativas. —Aquello hizo sonreír a Sam—. ¿Y sabes que fue lo mejor de todo? —El apuesto Quileute negó con la cabeza—. Que no lo vi venir… —Sam besó nuevamente los delicados aunque fríos labios de la vampiresa, la cual se encontraba fascinada ante el calor corporal de aquel hombre— …Porque junto a ti, Sam… no tengo premoniciones, así que eres la única persona que realmente puede sorprenderme. —A lo que el fascinado lobo alegó, acobijándola entre sus brazos.
—Y solo tú logras sorprenderme con tus giros inesperados. —Alice sonrió, esperando su alegato—. Jamás pensé que Lupin pudiese quedarse con Hermione. —Ella lo abrazó con todas sus fuerzas, intentando por supuesto el no hacerle daño, pero lo que Sam le había dicho la había llenado tanto de sensaciones nuevas hacía el lobo, no porque en realidad así fuera, ya que la historia que ella escribía aún no había terminado, sino al utilizar el ejemplo de un amor imposible entre dos razas rivales, transformando la ficción en realidad.
—Te amo, Remus… —Expresó Alice manteniendo su dulce rostro sobre el cálido pecho del metamorfo.
—Y yo a usted, señorita Granger… Más que a la mismísima luna. —Y mientras el sol se abría pasó entre las nubes de la mañana, bañando el aterciopelado y diamantado rostro de Alice, haciéndole brillar, Sam recibió aquella agradable y cálida caricia del astro rey, mientras su cuerpo se aclimataba a la fría temperatura corporal de su amada inmortal.
 
Notas finales: Hola mis fieles seguidores... Una de mis colegas, la señorita Elygweasley excelente escritora de Slash y literatura LGBT a creado un grupo en Facebook para todos los amantes del género fanfic.
Favor seguir las reglas y esperamos que crezca el grupo.
 
https://m.facebook.com/groups/fanficverse/
 

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