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50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego) por ErickDraven666

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Verdades que duelen
 
La disputa entre los padres de Christian había tomado un color de hormiga y una temperatura tan elevada que hasta Bella pudo sentir el calor de aquella contienda marital, a pesar de estar en la habitación de Mía, acompañándola mientras su hermano solventaba dicha discusión.
—No sé en qué momento todo se fue a la mierda con mis padres. —Acotó la estrafalaria chica, la cual traía puesto un atuendo poco inusual, aunque lo bastante llamativo como darse cuenta de lo costoso que había sido el adquirirlo—. En unos segundos habíamos terminado de cenar y al rato comenzaron a llover gritos, improperios y ropa de mujer por todos lados, incluyendo uno de mis hermosos pares de zapato. —Mía señaló hacía un rincón los costosos tacones de marca, acotando a continuación—. No sabía que mi madre usaba mis cosas. —Se puso a pensar y a analizar aquello—. Lo raro es que los pies de mamá son dos tallas más pequeños que los míos… mis zapatos le deben quedar como unos esquíes. —Bella intentó no sonreír ante sus ocurrencias.
—Todo debe tener una explicación, Mía… no te preocupes por eso. —Pero la realidad era que Bella podía escuchar claramente la disputa que se suscitaba en la alcoba principal, imaginando lo que la chica pudiese pensar de todo aquello, intentando cambiar el tema de conversión, mientras Christian trataba de calmar los ánimos, exigiéndole a su madre.
—Con esos gritos no vas a conseguir que Carrick salga del baño, Grace. —La ofuscada mujer se paseó cual leona al acecho frente de la puerta que daba al cuarto de baño, espetando a continuación.
—Ya no puedo soportarlo más, Christian… he venido callándome todo este problema con tu padre, pero son demasiados años lidiando con su trastorno y por más que lo ame mi paciencia tiene un límite y la poca cordura que me queda está siendo superada por…
—Trastorno tiene tu retoño, querida… Yo soy real. —Se escuchó una voz afeminada desde el interior del cuarto de baño, lo que por supuesto asombró enormemente al magnate—. Ya cállate, Katrina… no empeores más las cosas. —Argumentó la voz de Carrick, a las palabras de la enigmática mujer.
—¿Hay alguien en el baño con Carrick? —preguntó Christian extrañado.
—Ella es el problema, querido. —Grace comenzó a llorar, señalando una y otra vez hacia el cuarto de baño—. Katrina es alguien a quien yo creí haber erradicado de la vida de tu padre… pero al parecer no fue así. —Christian no supo ni que decir al respecto ya que por un lado estaba su preocupación por lo que había ocurrido en Forks y por el otro, todo este conflicto entre sus padres, sumándole a todo eso lo que aquella voz femenina había dicho sobre él, llamándolo trastornado—. El doctor Flynn realizó un arduo trabajo en conjunto conmigo para que esa mujer desapareciera de la vida de tu padre pero al parecer… —Unos cuantos golpes se escucharon sobre la puerta, interrumpiendo a la ofuscada pediatra.
—No pueden erradicarme de la vida de Carrick, Grace… y eso es porque el único modo de deshacerse de mí es exterminándonos a ambos. —Grace volvió a llorar desconsoladamente, arrojándose a los brazos de su hijo—. Entonces seré yo quien lo haga, Katrina… terminaré con todo esto de una buena vez y para siempre. —Se pudo escuchar desde el interior del baño, no solo la voz de Carrick, sino diversos utensilios que caían de las repisas, como si buscaran algo en ellas.
—¿Carrick?... Querido no lo hagas… abre la puerta. —Exigió su esposa, apartándose de su hijo, golpeando insistentemente la superficie de madera.
—¿Mamá?... —Llamó Christian bastante preocupado ante lo que estaba sucediendo—. Explícame de una buena vez ¿Qué demonios está ocurriendo? —Pero justo en aquel momento, la única persona que se pudo percatar de lo que el perturbado hombre estaba haciendo, había sido Isabella, tensándose ante el fuerte olor a sangre, mientras que Mía parloteaba sin cesar, sin tan siquiera darse cuenta de lo que estaba sucediendo en la alcoba de sus padres.
—…Así mismo como lo estás escuchando, Bella… la ofrecida de Leah se acostó con el buenote de Sawyer… Yo escuché claramente cuando él se lo dijo a otro de los guardaespaldas… —Se cruzó de brazos, indignada—. ¿Puedes creerlo? —Aunque Bella le estaba prestando atención, el intenso olor a sangre no pudo dejar de mantenerla en un estado febril y bastante turbado.
—Lo siento, Mía, pero debo salir de aquí. —Se incorporó rápidamente de la cama, donde había permanecido sentada, caminando hacia la puerta para salir lo más rápido que pudo de la lujosa recámara, conteniendo la respiración al sentir el intenso olor de la sangre, golpear sus fosas nasales.
—Pero Bella… si acabas de llegar. —Y mientras Isabella trató de abandonar la casa, Mía intentó hacer todo lo posible para convencerla de que se quedara, Christian golpeó insistentemente la puerta con unas cuantas patadas karatecas, hasta lograr que la cerradura cediera y la puerta se abriera violentamente, dejando ver el consternado rostro de Carrick, completamente maquillado y usando una peluca rubia, lo que en conjunto con el vestido, las joyas de mujer y los zapatos de tacón, dejaron ver lo que su padre había estado ocultándoles durante tanto tiempo.
—Lo siento mucho, Christian… No quería que me vieras de este modo. —Pero lo que realmente llamó la atención del magnate no fue toda la estrafalaria ropa femenina, sino el reguero de sangre que recorrió desde el lavamanos hasta el suelo, en donde una afilada navaja de afeitar le demostró tanto a su esposa como a su hijo, lo que Carrick había hecho, intentando quitarse la vida.
—Pero papá… ¿Qué demonios has hecho?... ¿Elliot?... —gritó completamente fuera de sí, atajando a su travestido padre antes de que este impactara en contra del suelo, al ver el reguero de sangre que había ocasionado al cortarse las muñecas.
—¿Carrick?... ¡No!... —gritó Grace completamente alterada, ayudando a Christian a llevar al maltrecho hombre hasta la cama, justo cuando Elliot entró en la recamara, viendo la deplorable escena.
—Pero… ¿Qué mierda? —Elliot No solo observó el reguero de sangre, sino el disfraz de su padre, sintiéndose mal al haberse encerrado en su recamara para tener una vídeo llamada con Kate, ignorando toda la disputa de sus padres, creyendo que era una más de las que siempre tenían.
—Llama a nuestro médico de cabecera y también a Flynn. —El chico no pudo dejar de ver a su travestido padre, sobresaltándose al recibir de parte de su hermano mayor, un repentino grito—. ¡AHORA ELLIOT… MUÉVETE! —El aludido corrió a llamar a los galenos, mientras que Mía siguió intentando convencer a Bella para que se quedara, sin percatarse de nada.
—Lo siento, guapa… pero en verdad debo irme. —Al abrir la puerta principal de la lujosa mansión Grey, Bella se encontró de frente con Sawyer, el cual preguntó que ocurría, escuchando los gritos de Christian—. Creo que necesitan un médico… deberías ir a ayudarles en vez de estar contándoles a tus compañeros acerca de tus conquistas. —Aquello hizo sonreír al apuesto guardaespaldas, el cual preguntó si sus reproches eran por su amiga Leah, o si por el contrario eran celos de su parte—. Sí… en efecto siento celos. —Mía cubrió su asombrada boca ante sus palabras, mientras que Sawyer volvió a sonreír como el patán que era—. Celos de que una mujer tan extraordinaria como Mía sienta curiosidad y deseos por un imbécil como tú y no se dé cuenta de quien la ama en realidad. —Lo aferró por el cuello, levantando sus pies del suelo, asombrando no solo a la joven Grey, sino también al asustado guardaespaldas—. No es hombre el que alardea de sus conquistas… un verdadero hombre es aquel que resguarda la reputación de una mujer por sobre su ego de macho semental. —Lo arrojó al interior de la casa, logrando que el chico cayera violentamente sobre el suelo, deslizándose hasta golpear la cabeza en contra del comienzo de las escaleras que subían en espiral hacía la segunda planta.
—¡Bella!... —Susurró Mía por lo bajo, al darse cuenta que Isabella se le había declarado.
—No digas nada, Mía… hablamos luego… solo quería saber si estabas bien. —Acarició el rostro de la estrafalaria chica, la cual no dijo ni hizo absolutamente nada—. Es una lastima que te gusten los patanes. —Le abrazó y luego de mirar despectivamente al maltrecho guardaespaldas, abandonó la casa de los Grey, rumbo a Forks, corriendo a velocidad sobrehumana, intentando mitigar con el ejercicio toda la rabia que la embargaba, mientras que un nuevo grito por parte de Grace sobresaltó a Mía, la cual corrió hacía las escaleras, subiendo lo más rápido que pudo hasta el segundo piso, deteniéndose al ver el deplorable escenario que se mostró ante sus ojos, donde un reguero de sangre, le demostró a la pasmada chica que la disputa entre sus padres se había ido a la mierda, gritando al ver como intentaban revivir a Carrick, al cual le habían arrancado la peluca, intentando devolverle su aspecto habitual, antes de que los galenos hicieran acto de presencia, pero los nervios de Mía no pudieron soportar tanto, desplomándose en el suelo, siendo Elliot, quien después de haber hecho las respectivas llamadas, tomara a Mía entre sus brazos, llorando al ver como su perfecta familia, se desmoronaba ante sus ojos.
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La mañana había llegado, y con ella los anhelos de Garrett ante el deseo de volver a ver a su amado Sheriff, el cual le había dado permiso para visitarle en la Comandancia, después de haberlo acompañado hasta su casa, disfrutando gratamente de su compañía, recordando, al igual que el hermético policía lo hacía, del recorrido en auto hasta su casa.
—Diga algo, teniente… me asusta cuando está tan callado. —Garrett no pudo evitar reír ante aquello.
—Pensé que le temía más a lo que pudiese decir que a lo que pudiera estar callando. —Aquello por supuesto incómodo al introvertido jefe de policía.
—Es mucho mejor para mi salud mental que vaya soltando perdigones que acumule todo lo que tiene dentro y me arroje de improvisto una bomba nuclear. —Garrett no podía estar más fascinado con aquel hombre y sus ocurrencias, creyéndolo el ser más entretenido del mundo, aunque para el mismo sheriff su sola existencia era más insulsa y monótona que la de una amiba.
—¿Cómo ha ido sobrellevando la muerte de torosentado? —Charlie tornó el rostro serio, mirando al frente sin deseo alguno de responder a su pregunta, pero Garrett no necesitó del don del mayor Whitlock para saber lo que sentía—. Sé que estoy pisando terreno vetado…
—Sí sabe que es así… ¿Para qué pregunta? —Soltó en un tono serio y malhumorado, acelerando el auto para llegar lo más pronto posible, dándole a entender a Garrett que era mejor permanecer callado a pesar de la insistencia de Charlie para que hablara.
Al llegar a su destino, Charlie descendió de la patrulla ya estacionada, colocándole la alarma al vehículo justo cuando el teniente bajó, observando la pequeña y sencilla casa donde su adorado tormento vivía, acercándose al aún serio policía.
—Pensé que la beca Cullen que se había ganado su hija, había ayudado al padre biológico de la nueva adquisición de Carlisle. —Charlie introdujo la llave en la cerradura, volteando a ver a Garrett de mala gana—. No me mal interprete, sheriff… sé que usted no es una persona materialista… pero conozco a mi amigo Carlisle y sé muy bien que él querría poner al padre de su nueva hija adoptiva en el Taj Mahal. —Charlie abrió la puerta, girando su cuerpo para encararle en la entrada.
—Estoy bien con lo que tengo, teniente… y sí… en efecto Bella me dijo que el doctor Cullen quería cambiar mi humilde vivienda por otra más lujosa, pero yo no necesito una mansión fría y sin recuerdos familiares… prefiero quedarme aquí en mi casa, donde aún se respira calor humano, y en donde los recuerdos son los adornos más valiosos que un hombre como yo puede llegar a poseer… eso es algo que no se compra. —Garrett aplaudió sus sinceras y certeras palabras, acortando distancia entre él y Charlie, lo que por supuesto logró que el policía pueblerino diera un paso hacía atrás, colocando una mano sobre el marco de madera y la otra en la puerta.
—Sabía que Carlisle no iba a permitir eso. —Se acercó un poco más a él. —Pero también sabía que usted se negaría. —Miró al interior de la casa, a lo que sus ojos pudieron apreciar, encontrándose con unos apliques en la pared que simulaban pescados disecados y entre ellos una caña de pescar reposaba sobre unos soportes cual sable para un samurái—. Si estás paredes hablaran, dirían mucho de usted... ¿cierto? —Se acercó un poco más, percatándose de como Charlie permaneció en su puesto, con toda la intención de darle a entender que no le daría permiso para entrar—. ¿Le gusta pescar? —El sheriff no respondió, simplemente le observó, argumentando a continuación.
—Gracias por acompañarme, teniente… no creo que el mayor Whitlock sea tan idiota como para lastimarme después de lo que mi hija le hizo al joven Quil. —Garrett preguntó que había sido—. Le sacó los dos ojos al chico. —El policía citadino abrió asombrado tanto su boca como sus ojos—. Jamás apoyé su actuar en contra del joven Ateara, pero mi hija es de armas tomar y si el mayor sabe lo que le conviene, no se aparecerá por acá. —Garrett asintió.
—¿Entonces eso quiere decir que no me dejará pasar? —Charlie asintió.
—Así es… buenas noches teniente. —El jefe de policía pretendió entrar en la confortable casa y cerrarle la puerta en la cara al teniente, pero el vampiro se lo prohibió, posando su pie izquierdo entre el marco y la puerta.
—Quiero volver a verlo, sheriff. —El corazón de Charlie se aceleró tanto que Garrett pudo darse cuenta de lo alterado que se había puesto el jefe de policía, el cual le miró de mala gana, a pesar de que su corazón no pudo ocultar lo que sentía.
—¿A qué está jugando teniente? —Preguntó Charlie haciéndose el indignado.
—No juego a nada sheriff… ¿Y usted? —El aludido miró fijamente los ambarinos ojos del apuesto ex soldado, el cual se acercó un poco más al tembloroso policía.
—Sí entra pensaré lo peor de usted… Ya que no le he dado permiso a ello. —Aquello hizo sonreír a Garrett, quien se apartó un poco del tenso hombre.
—No entraré hasta que usted no me lo permita, sheriff. —Realizó una reverencia como las que Niklaus le solía exigir a su lacayo, el cual terminaba por mostrarle el dedo medio a modo de grosería, ganándose de parte del atorrante híbrido alguna buena reprimenda—. Que tenga buenas noches, sheriff. —Señaló al frondoso árbol que flanqueaba la casa—. Si no le importa me quedaré un rato por aquí… ya sabe… por si al mayor se le cruzan los cables. —Hizo el gesto de dibujar círculos alrededor de su oreja, llamando loco a Jasper.
—Como guste… pero no llame mucho la atención. —Garrett asintió. —Buenas noches teniente. —Volvió a desearle el impertérrito policía, y antes de que el vampiro terminara de quitar el pie de la entrada, el jefe Swan cerró la puerta, recostándose del lado interno de la superficie de madera.
Charlie no pudo entender como aquel irritante hombre lo hacía sentir tan turbado, tan vulnerable y lleno de sensaciones que ni en su adolescencia había experimentado junto a Billy, el cual siempre había sido el más enclosado de los dos, logrando que al final, el joven cadete de la escuela de policía le tuviese miedo a su propia sexualidad.
Entró a la cocina y bebió un enorme vaso con agua, tratando de mitigar aquel sudor frío, así como el constante palpitar de su corazón, subiendo hasta su recámara, abandonando el vaso a medio beber sobre la mesa de noche, asomándose sigilosamente entre las cortinas de la ventana, percatándose de como en efecto el teniente permaneció de pie junto al árbol, observando a todos lados.
“Es policía y aún así no sabe pasar desapercibido” Miró a su alrededor las casas aledañas, corroborando que no hubiesen vecinos despiertos, cerrando lentamente la ventana semi-abierta, llamando la atención del vampiro, el cual miró había arriba, justo cuando Charlie se ocultó, sintiéndose realmente estúpido al actuar de aquel modo tan infantil, tomando su celular, marcando el número del policía citadino, al cual jamás había llamado por su línea personal, usando la de la Comandancia
—¿Qué tengo que hacer para que se retire del frente de mi casa, teniente? —El vampiro miró nuevamente hacía la ventana que daba hacía la recámara del jefe Swan, esperando a que diera la cara.
—Solo quiero resguardar su vida, sheriff.
—Pues ya le dije que el mayor no se acercará a mi casa si sabe lo que le conviene. —Garrett rió.
—Sé que es capaz de llenarle el culo de monedas al mayor Whitlock con la Shotgun, como si fuese una máquina tragamonedas, pero prefiero quedarme y cuidarlo, ya que… —Charlie le interrumpió.
—¿Sí lo invito a ir mañana a la Comandancia, abandonaría el frente de mi casa? —Garrett siguió mirando insistentemente hacía arriba, mientras Charlie le observaba entre las cortinas, resguardándose en la oscuridad.
—Sí… eso me encantaría. —Argumentó el vampiro con una pícara sonrisa.
—Bien… entonces váyase ahora, por favor… los vecinos pueden verlo y llamar a las autoridades. —Garrett rió nuevamente.
—Nosotros somos la autoridad, sheriff… pero esta bien… me retiro, no sin antes permitirme verlo antes de partir. —Para Charlie aquello era la gota que derramó el vaso de su paciencia llamándole, igualado, impertinente y atrevido, todo en una misma frase—. Vamos… solo quiero que se asome y saber que esta usted bien. —Charlie dejó escapar el aire en sus pulmones, resignándose a darle el gusto al vampiro, apartando lentamente la cortina que cubría la ventana—. ¡Silencio! ¿Qué resplandor se abre paso a través de aquella ventana? ¡Es el Oriente, y el sheriff es el sol! ¡Surge, esplendido sol, y mata a la envidiosa luna, lánguida y pálida de sentimiento porque usted le ha aventajado en hermosura! ¡No le sirva, que es envidiosa! Su tocado de vestal es enfermizo y amarillento, y no son sino bufones los que lo usan, ¡Deséchelo! ¡Es mi vida, es mi amor el que aparece!… Hablad… más nada quiero escuchar; por favor ¡Hablad!... —Se le escuchó recitar del otro lado de la línea.
—Ya sabía yo que saldría con una tarugada como esa. —Charlie extrajo uno de los revólveres que reposaban sobre sus caderas, echando el martillo de la recámara hacía atrás, para que el vampiro lo escuchara—. Le voy a dar cinco minutos para que se retire del frente de mi casa, teniente… o le juro que armaré todo un espectáculo. —Abrió la ventana, sacando por está el revólver, apuntándole al vampiro.
—Se que no lo hará, sheriff, pero esta bien… no quiero cabrearlo… me retiro… que descanse. —Culminó la llamada, despidiéndose del ofuscado policía con un gesto de mano, apartándose de su campo visual, dejando al jefe de policía temblando, intentando controlar sus nervios.
—Es tan irritante… tan impertinente… —Charlie dejó ambos revólveres sobre el sillón de la esquina, comenzando a cambiarse de ropa, aseando sus dientes antes de dormir, sin dejar de insultar mentalmente al vampiro, recostándose al fin sobre la cama, introduciéndose entre las sábanas, rememorando una y otra vez la cita literaria que el vampiro había recitado tan perfectamente bien, recordando los días en los que su corazón latía por Billy Black, el cual detestaba todas aquellas idioteces románticas que a Charlie tanto le gustaba en el pasado, haciéndose un mohín sobre la cama, sin poder dejar de pensar en ello.
Y mientras el reservado policía seguía intentando buscarle todos los defectos posibles al teniente, el vampiro había subido al techo de la casa, dándole el gusto al jefe Swan de abandonar el frente de su casa, resguardando su vida desde lo alto de la pequeña casa, contemplando la luna llena, sin dejar de sentirse cautivado por aquel hombre, rogando porque la mañana se llevara consigo a la envidiosa luna y el astro rey le permitiera volver a ver aquellos pequeños e inexpresivos ojos color café, los cuales lo tenían completamente enamorado.
Tocaron enérgicamente a la puerta de la oficina principal de la Comandancia de policía, llamando la atención del serio y malhumorado policía, el cual había llegado tarde a su trabajo, gracias al empeño de su mente de permanecer constantemente pensando en lo ocurrido con el insoportable vampiro, espetando a continuación.
—Pase. —Probó el desabrido café que había sobrado en el interior de un pequeño termo, arrugando la cara.
—Buenos días jefe… —Saludó Garrett entrando de lo más campante al recinto privado que el serio policía tenía en aquel lugar, dejando sobre el escritorio un vaso de Capuchino y un paquete con el logo del Cinnamon roll cake, de la ciudad de Forks.
—¿Qué hace usted aquí? —preguntó en un tono bastante malhumorado, logrando que la esplendida sonrisa que Garrett blandía con gran entusiasmo se esfumara.
—Pues usted me invitó… ¿Lo recuerda? —Charlie suspiró pesadamente, tomando asiento frente a su escritorio.
—Pensé que mi enfado de anoche ante sus impertinentes palabras, le había dado a entender que mi invitación había sido revocada. —Intentó beber un poco más del insípido café de la oficina, demostrándole al vampiro que aquello estaba insufrible.
—Pues no me lo pareció. —Abrió la bolsa y extrajo de esta un par de roles de canela glaseado, levantando la boquilla de la tapa del capuchino, acercando todo aquello al serio policía—. Acepte esto como una disculpa de mi parte. —Tomó el vaso plástico que contenía el asqueroso café negro, arrojándolo a la papelera.
—No debió molestarse.
—No es molestia, sheriff. —Garrett tomó asiento frente al ceñudo policía.
—No acostumbro a comer dulce tan temprano. —El vampiro hizo un gesto irónico ante aquello.
 —Sé nota por su cara de estreñido. —Aquello molestó aún más al jefe de policía. —No se moleste sheriff porque sabe que tengo razón—. Señaló el inesperado desayuno—. Cómaselo, a lo mejor eso es lo que le hace falta en las mañanas, azúcar… para que endulce un poco su vida. —Miró hacía el archivador que había en la esquina, el cual se encontraba abierto y repleto de lo que parecía ser casos sin archivar, completamente desordenados—. ¿Quiere que le ayude con eso mientras usted desayuna? —Por supuesto Garrett no esperó una respuesta afirmativa por parte del aún molesto caballero, el cual pensó en negarse, pero al ver como el vampiro movió ágilmente sus manos, decidió dejar que lo ayudara, ya que ni él y mucho menos la recién graduada cadete que tenia como secretaria habían podido ordenar aquel desastre.
—Las carpetas amarillas son los casos sin resolver y las…
—…marrones los ya resueltos… eso lo sé sheriff… en Seattle usamos el mismo método para archivar los casos. —Sacó a velocidad abismal el gran número de carpetas, ordenadores primero por color y luego por fechas, para culminar la irrealizable proeza, archivándoles por orden alfabético, sin que el pasmado jefe de policía pudiese apartar la vista del arduo trabajo que ejecutaba Garrett, dándole un trago a su cálido, cremoso y delicioso capuchino.
“Mmm… esto si es un café decente” Pensó disfrutando del delicioso sabor a café y leche descremada, perfectamente mezclados y endulzados en su punto justo, arriesgándose a probar el meloso roll de canela, degustando el placentero bizcocho.
—¿Rico?… —preguntó el vampiro, dándole una mirada de refilón, percatándose de la cara de éxtasis del sheriff.
—Debo admitir que está muy bueno. —Tragó y probó otro trozo, el cual acompañó con un sorbo de capuchino—. Como dije, no acostumbro a comer tanto dulce en las mañanas pero no creo que por una vez me haga daño. —Siguió comiendo, mientras Garrett comenzó a introducir a velocidad sobrehumana cada una de las carpetas en el archivero, con una amplia sonrisa de satisfacción.
—Me alegra que lo esté disfrutando. —Siguió organizando todo, mientras Charlie disfrutaba del segundo roll de canela glaseado—. Y cuénteme algo, sheriff… —El aludido bebió un gran trago de capuchino, a la espera de alguna de sus impertinencias—. ¿Soñó conmigo anoche? —Charlie frunció el ceño, mirándole de mala gana.
—La pregunta correcta sería si tuve pesadillas con usted. —Garrett soltó una risotada, demostrándole al jefe de policía que aquello más que cabrearlo le causaba hilaridad.
—Pues si por lo menos logré estar en sus pesadillas me doy por satisfecho. —Charlie terminó de comerse el par de bizcochos, justo cuando Garrett culminó su trabajo, dejando el archivero impecable y completamente funcional, volteando a verle—. Espero haber sido el héroe y no él villano. —Se acercó al policía pueblerino, estirando su mano hacía él, lo que por supuesto activó las alertas del temeroso hombre, quien intentó apartarse rápidamente de él—. Tranquilo jefe, solo quería limpiarle el mostacho. —Señaló su propio bigote, justo donde el de Charlie tenia embadurnado un poco de glaseado—. Tiene dulce aquí, sheriff. —El policía limpió bruscamente su mostacho, apartándose del vampiro para revisar el trabajo realizado, sin poder dejar de temblar ante su repentina cercanía.
—¡Wow!... En realidad que esto ha sido toda una proeza… la señorita Stuart y yo hemos intentando organizarlo sin éxito alguno. —Mientras Charlie revisó el archivero, Garrett se deshizo de los sobrantes del desayuno, arrojando todo a la basura—. Muchas gracias, teniente… no tenía que hacerlo. —Vio su escritorio limpio—. Tampoco tiene porque limpiar nada, deje de… —Pero Garrett se movió tan rápido que no fue sino hasta que su espalda golpeó el archivero, que Charlie se dio cuenta del reducido espacio que había entre él y el vampiro.
—Deje de decirme lo que puedo o no hacer, sheriff. —La mano derecha del vampiro reposó sobre el archivero, mientras que la otra aferró de la chaqueta al paralizado policía—. Si vine hasta acá a traerle el desayuno y a querer ayudarle es porque me nace, porque me hace feliz. 
—¿Por qué? —preguntó Charlie con un hilo de voz, tratando de permanecer inmóvil, ya que cualquier movimiento conseguiría que sus cuerpos se tocaran.
—Eso es obvio, sheriff… —Agachó un poco más la cabeza, ya que Charlie era un poco más bajo que él—. Porque me gusta. —Aquello consiguió que el temeroso hombre tragara grueso, bajando la mirada.
—Yo… yo no estoy en campaña publicitaria, teniente… —Aferró al vampiro por los hombros, intentando quitárselo de encima, aunque aquello era como intentar mover una pared de concreto.
—Se que no, jefe… y también sé de sobra que se encuentra de luto pero…. —Se apartó un poco de él, al sentir la fuerte reticencia del policía a quedarse encerrado entre el archivador y su cuerpo, argumentando a continuación— …dese una oportunidad, sheriff… Billy está muerto y usted vivo… y por muy cruel que eso suene es la triste realidad. —Charlie al fin pudo apartarse de él, intentando controlar sus temblores—. Sé que no soy el mejor de los partidos, pero si usted me permite que yo le demuestre lo que siento por usted, sé que… —Charlie le interrumpió
—Sé lo que usted realmente quiere. —Garrett alzó una de sus cejas—. Quiere un acostón… ¿cierto? —El semblante del vampiro pasó de incrédulo a irritado en cuestión de segundos—. Y está bien… yo acepto siempre y cuando usted no le diga a nadie lo que pasó entre Billy y yo… ¡Por favor!... necesito que me guarde el secreto, se lo suplico. —Garrett no pudo creer lo que sus oídos escuchaban—. ¿Cuándo se irá?
—Estaré aquí hasta este fin de semana. —Respondió más por amabilidad que por deseos de seguir escuchando las hirientes palabras del jefe de policía.
—Este domingo estaré en casa… puede ir cuando guste y yo haré todo lo posible por complacerlo, pero debe prometerme que después de eso dejará de molestarme… —Garrett negó una y otra vez con la cabeza.
—Es que justamente es ese el problema, sheriff… —Acortó nuevamente la distancia entre ellos, aferrándole de las muñecas—. Que yo no quiero un simple acostón con usted. —Charlie abrió los ojos hasta donde sus párpados se lo permitieron, observando fijamente al vampiro—. Que Dios no os permita tocar vuestros labios antes de que logre tocar vuestro corazón… —Aquel palpitante órgano al que Garrett hizo referencia en su cita, se agitó tanto que la arritmia cardíaca de la que estaba padeciendo el jefe de policía le mareo al punto de la desesperación, sin pretensión alguna de luchar para que el vampiro le soltara a sabiendas de que se caería— …Y antes de que pueda conquistar vuestro cuerpo espero que me permita conquistar vuestra alma. —La nueva cita literaria de Shakespeare, dejó a Charlie en un estado catatónico tal, que Garrett tuvo que incitarle a tomar asiento en su confortable silla, soltando al fin sus muñecas, justo cuando tocaron a la puerta.
—Pase. —Ordenó Charlie casi por inercia, permitiéndole a sus párpados agitar vigorosamente sus pestañas, tratando de espabilarse, dejando escapar un suspiro largo y evidente.
—Jefe Swan… disculpe que lo moleste. —La joven cadete que le servía de secretaria miró a al sheriff y luego a Garrett, el cual ya se había apartado de Charlie— …pero los muchachos lograron atrapar al ladrón de bancos que las autoridades californianas han estado persiguiendo por todo Estados Unidos, señor. —Aquello asombró gratamente a ambos policías, ya que en Seattle también se había dado la alerta sobre su captura.
—¿En dónde lo tienen? —Preguntó Charlie, tomando sus armas de reglamento, colocándolas en el interior de sus revolverás.
—En el cuarto de interrogatorios… la policía de California viene para acá. —Charlie le notificó a la joven cadete que iría enseguida hasta allá, logrando que se retirara de su oficina, dejando la puerta entreabierta.
—Al fin algo importante sucede en mi jurisdicción. —Comentó Charlie acomodándose las revolverás, subiendo la cremallera de su chamarra, encaminándose hasta la puerta.
—Permítame estar en el interrogatorio, sheriff… ¡Por favor! —A lo que Charlie acotó.
—Por supuesto… no esperaba menos de usted, teniente. —Aquello hizo sonreír gratamente al vampiro, el cual se acercó a la puerta para salir en compañía del jefe de policía, pero el caballero en la puerta se interpuso en su camino, exigiéndole en voz baja y después de percatarse de que no hubiese nadie cerca—. Siempre y cuando me prometa primero dejar las citas Shakespearianas a un lado. —Garrett sonrió.
—Así que el sheriff sabe de donde vienen las citas que he hecho. —Charlie asintió un poco avergonzado—. Pues prometo no hacer ninguna durante el interrogatorio, pero no le prometo nada, después de eso. —Ambos se vieron fijamente a los ojos, siendo Charlie quien rompiera la conexión visual entre ellos.
—Pues me doy por satisfecho… andando. —Y mientras Garrett sonreía abiertamente ante los pequeños progresos que tenia con el hermético policía, Charlie lo hacía internamente ante la respuesta que el vampiro le había dado a su ofrecimiento de acostarse con él a cambio de su silencio, haciéndole sentir extremadamente especial.
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Alice, Edward, Emmett y Seth se encontraban jugando “UNO”, sentados en el suelo alrededor de la mesa de la sala, conversando de todo un poco, intentando pasarla bien aunque para el apuesto vampiro de cabellos cobrizos, era bastante preocupante que Christian y Bella no respondieran a sus llamadas o mensajes.
—Cálmate hermanito… si hubiese pasado algo malo, Bella ya hubiese llamado. —Edward sonrió con desgano, lanzando una nueva carta, esperando a que Seth jugara.
—Si… supongo. —Acotó el chico no muy convencido—. ¿En serio no puedes ver nada? —Le preguntó a la pitonisa bastante preocupado, revisando nuevamente su celular.
—Ya cálmate viejo… si hubiese pasado algo, el loquito ya hubiese llamado. —Aquello hizo reír a Seth y cabrear a Edward, el cual le exigió que no le llamara de aquel modo—. Es solo de cariño, hombre… —Emmett arrojó su carta, la cual era un mas cuatro, mirando a Alice. —Agarra cuatro cartas enana coño de madre. —La aludida le sacó la lengua arrojando otra carta idéntica a esa.
—Lo siento, pero creo que será Eddy quien deba tomar ocho cartas. —El preocupado vampiro los fulminó a ambos con la mirada, tomando del montón ocho cartas, siendo Seth quien le preguntara a la vampiresa que color predominaba—. Azul. —Mientras el juego seguía, Edward se fue sincerando tanto con sus hermanos como con el joven Clearwater, el cual disfrutaba de una enorme malteada de chocolate, en compañía de las personas que le habían abierto las puertas de su casa.
—Yo ya me olía que el ricachón te estaba pegando contra la pared viejo… nadie presta un helicóptero así como así. —Tanto Seth como Alice rieron ante las impertinencias de Emmett, siendo Edward el único cabreado.
—Para cuando yo traje el helicóptero a Forks, entre Christian y yo no había nada. —Emmett alzó con ironía una de sus cejas.
—Bueno, bueno… pero tenían un hipotético juego que terminó en no tan hipotéticas mamadas y en no tan presuntuosas cogidas. —Edward le propinó un zape a su hermano, el cual soltó una risotada.
—Ya deja de incomodar a Edward, tarado y concéntrate en el juego que estamos ganándote. —Pero a Emmett le entretenía mucho el cotilleo, preguntándole a su hermana que había sucedido en la reunión del consejo tribal, acotando que tanto Jacob como Leila e incluso Seth no habían querido soltar prenda sobre lo ocurrido—. Pues si ni siquiera Seth ha querido decirte nada, no seré yo quien lo haga. —La menuda vampiresa miró a Edward, quien ya había visto en la mente de su hermana lo que había sucedido.
—No te sientas mal por lo que pasó, Alice… Sam te ama y lo ha demostrado con creces… —Ella sonrió abrazando a su adorado hermano.
—Gracias Eddy. —Alice arrojó una nueva carta, cambiando el turno de Edward, permitiéndole a Emmett realizar su jugada, pero justo en aquel momento la puerta de la cocina se abrió, y la disputa entre Rosalie y Jasper parecía ser eterna, ya que durante toda la mañana el ex confederado había estado encarando a su melliza, la cual no deseaba hablar con él.
—No me interesa lo que tengas que mostrarnos a Emmett y a mi, Jasper… lo que hiciste no tiene perdón alguno… —Emmett arrojó de mala gana su carta, mirando de refilón la escena, siendo Seth quien los observara descaradamente— …Así que más te vale que desaparezcas de mi vista o juro que… —Jasper le interrumpió.
—Ya te dije que lo que pasó entre esa mujerzuela y yo fue un simple desliz sin importancia.
—¡Oye!... mujerzuela será tu abuela, maldito desgraciado. —Espetó Seth, fulminando al rubio vampiro con la mirada, el cual lo ignoró por completo.
—Al fin tengo bajo mi poder lo que había estado esperando. —Sacó del interior de su chaqueta de cuero un sobre de manila, arrojándolo sobre la mesa donde jugaban, culminando así con la entretenida partida, al desperdigar las cartas por todos lados—. Tengo los papeles del divorcio tanto de Alice y mío como los tuyos con Emmett. —Todos quedaron inertes ante aquello, viendo el sobre como si aquello tuviese en su interior un peligroso explosivo—. Es solo cuestión de que todos firmemos y culminemos con nuestras falsas relaciones de una vez por todas y para siempre. —Cada uno de los implicados en el juego abandonaron su respectivo manojo de cartas sobre la mesa, incorporándose del suelo.
—No puedo creer que estés haciendo esto, Jasper… justo tú, el más descarado de todo, vienes aquí y destruyes nuestros pequeños momentos de felicidad por tú maldito egoísmo. —El mayor Whitlock soltó una ironía carcajada.
—No me hagas reír, Edward… el burro hablando de orejas… —No solo en el rostro de Edward se comenzó a vislumbrar un atisbo de ira, Emmett sintió que en cualquier momento le daría la paliza de su vida al idiota de su hermano— …Eres el más egoísta de todos, cada cosa que hemos hecho en Seattle ha sido por ti, hermano… por tú maldito empeño de andar enredado con humanos. —Seth aferró la mano del grandote, la cual había cerrado en un puño, deseando estampárselo en la cara a Jasper—. Debes verlos como lo que son, Edward… simple ganado. —Justo en aquel momento, Leila bajó las escaleras en compañía de Esme, la cual observó retadoramente a su hijo más problemático.
—Es horrible lo que has dicho, Jasper. —Acotó Leila—. No somos solo ganado, somos seres pensantes, con vidas propias, con sentimientos … tú más que nadie debería saberlo. —El hastiado vampiro le volteó los ojos de mala gana, acotando a continuación.
—Solo firma, Rose… y cásate conmigo. —La hermosa rubia no dejó de mirar a su mellizo con cara de circunstancia, volteando a ver a cada uno de sus hermanos, enfocando sus ojos en el serio rostro de Emmett, quien no dejó de mirar a su esposa, a la espera de que ella al fin decidiera que hacer, mientras Seth se comía las uñas de los nervios.
—Yo… —Miró el sobre sin saber que hacer o que decir, ya que por un lado estaba su inmenso cariño hacía Emmett y por el otro la pasión que despertaba Jasper con su temperamento y su forma cruel y única de ser, aunque lo ocurrido anoche con Leah había llegado al límite de su tolerancia o eso sintió ella en aquel momento.
—Yo firmaré. —La voz dulce y cantarina de Alice llamó la atención de todos—. Ya no quiero seguir atada a un hombre tan odioso como tú. —Extrajo la documentación pertinente, apartando la de Rosalie y Emmett a un lado, firmando la que tenia su nombre junto al de Jasper.
Por supuesto aquello complació no solo a Jasper, Esme y Leila sonrieron ante la decisión de la menuda chica, quien terminó de estampar su rúbrica sobre los papeles de divorcio, ofreciéndole el bolígrafo que había tomado de la mesa a su futuro ex esposo, sonriéndole con la amabilidad que el mayor no se merecía.
—Listo… ahora tú. —Jasper tomó sin miramientos el bolígrafo, firmando de igual modo el divorcio, mientras Rosalie y Emmett siguieron viéndose fijamente a los ojos, sin saber que hacer, siendo Seth quien preguntara en voz baja.
—Vas a firmar… ¿cierto? —Aquello consiguió que las insistentes miradas que ambos esposos se daban se rompieran, observando al pequeño rapaz.
—Sí, claro… después de que Rosalie lo haga. —Jasper culminó el garabateado de su firma, sonriendo más que satisfecho, ofreciéndole el bolígrafo a su amada melliza—. Las damas primero. —Argumentó Emmett al gesto de Jasper, incitándola a firmar, pero la desconcertada rubia simplemente negó una y otra vez con la cabeza, huyendo por la puerta principal de la casa, dejando a todos pasmados.
—Rosie… ROSALIE… MALDICIÓN, NO ME HAGAS ESTO. —Gritó Jasper pretendiendo correr tras ella, pero justo en aquel momento la camioneta perteneciente a Bella y la cual la vampiresa había dejado abandonada en la casa Black, apareció de entre los árboles, deteniendo las intenciones del vampiro al ver de quienes se trataba.
—¿Mí mamá? —Preguntó Seth, al ver a su progenitora y a su hermana conduciendo el horrendo armatoste rojo, siendo Sue la primera en bajar de la camioneta, exigiéndole a su hijo.
—Sube al auto, Seth… nos vamos a casa. —El chico negó una y otra vez con la cabeza, rehusándose a ello—. Ya estás bien y no pienso permitirte que te quedes a vivir con los chupasangre. —Aquello molestó a todos los vampiros presentes, siendo Esme quien hablara por todos ellos para no traer conflictos innecesarios con los Clearwater.
—A nosotros no nos molesta tener a Seth aquí, señora Sue… es más, creo que a su hijo le encanta estar con mi familia. —A lo que la odiosa mujer respondió, mientras Leah y Jasper cruzaban miradas, siendo Jasper quien volteara rápidamente hacia otro lado.
—Mi hijo tiene que estar con los suyos. —Seth se escondió detrás del grandote, rogándole que no le permitiera llevárselo.
—No creo que este sea el modo de llevarse al chico, Sue… Sam le permitía…
—Sam ya no tiene ni voz, ni voto en todo esto, Leila, así que será mejor que no te metas. —A lo que Leah alegó, saliendo de la camioneta.
—Mamá… más te vale que no te metas con la imprima de nuestro posible… —Un rápido celaje detuvo las palabras de Leah, apareciendo frente a la casa.
—Lamento mucho la interrupción. —Acotó Bella, arribando de improvisto—. ¿Edward?... ven conmigo, tenemos que hablar. —Tomó a su preocupado hermano por el brazo, llevándoselo lejos de aquel lugar y así poder contarle lo que estaba ocurriendo con la familia de Christian.
—No me hagas entrar a buscarte, Seth. —El chico comenzó a llorar, siendo Emmett quien se arrodillara frente a él, aferrándole por los hombros.
—Debes ir con tu madre, Seth. —El chico lloró aún más—. Sé que tú crees que quedándote aquí habrá un posible “tal vez” pero no será así… ¿entiendes? —El chico lloró con mayor ahínco, negando con la cabeza—. Escúchame viejo… te aprecio mucho, como amigo… pero no te veré de otro modo, porque…
— …Porque aun sientes cosas por tú esposa… ¿cierto? —Emmett negó con la cabeza—. Yo sé que no es solo cariño lo que sientes por mí… me he dado cuenta de como me miras mientras me hago el dormido—. El corpulento vampiro abrió desmesuradamente los ojos, al escuchar aquello, ya que no sabía que el chico fingía dormir cuando él le cuidaba—. No dejes que me lleven, Emmett… ¡por favor! —Pero el desconcertado vampiro simplemente bajó la cara, sin saber que decir—. Te odio… —El pequeño rapaz comenzó a golpear una y otra vez al musculoso inmortal, lastimándose las manos, siendo Leila quien interfiriera en aquel arranque de ira, apartándolo del pasmado vampiro, el cual simplemente le miró sin tan siquiera defenderse, enmudeciendo por completo—. Te odio, te odio… —Miró tanto a su madre como a su hermana, espetándoles a continuación—. Los odio a todos. —Y dicho aquello se transformó en lobo, perdiéndose entre los árboles, mientras su madre le llamaba con insistencia.
 —Ya déjalo mamá… ¿no te das cuenta que eres una persona asfixiante?... Si te traje hasta acá fue solo por tú exasperante insistencia. —La molesta mujer fulminó a su irrespetuosa hija con la mirada, mientras que la despreocupada chica subió a la camioneta, exigiéndole a la mujer que subiera, sin dejar de mirar a Jasper, el cual se hizo el desentendido, pero los sentimientos que la loba emanaba hacía él eran fuertes y difíciles de ignorar.
Sue subió al fin a la camioneta, esperando a que su hija arrancara el destartalado vehículo, mientras Emmett salió de la casa por la puerta trasera, sin deseo alguno de escuchar nada más al respecto sobre sus sentimientos tanto hacía el chico como hacía su esposa, deseando largarse como lo había planeado en un principio, pero al ver la negativa de Rosalie al final, le hizo sentir al grandote una pequeña esperanza de recuperarla, sin saber si era más por sentido común y deseos de eliminar por completo cualquier atisbo de cariño hacía el pequeño lobito que había cautivado su corazón, o si en realidad aun sentía algo por ella.
Y mientras que Rosalie y Emmett se autoconvencían así mismos de sus recién adquiridos sentimientos por el otro, Alice y Jasper eran los únicos en estar seguros de que no había vuelta atrás en su decisión de divorciarse, siendo el mayor Whitlock, el único sin un futuro cierto, ya que su amada Rosalie seguía sumergida en un océano profundo de dudas y desconciertos.
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Eran más de las seis de la tarde en Seattle, y después de haber internado a Carrick en la mejor clínica de la ciudad, Christian se animó a darle una visita a su empresa, antes de decidir si volvería a Forks junto a Edward o regresaría a su casa para apoyar a su destruida madre, a la cual tuvieron que sedar después del intentó de suicidio de su esposo, y el repentino desmayo de su hermana Mía.
—¿Esto es todo? —Preguntó Christian, terminando de firmar los últimos documentos que requerían de su rúbrica, entregándoselos a Andrea, la cual asintió.
—Sí señor Grey… eso es todo. —Christian agradeció que no hubiese nada más, ya que no tenia cabeza para leer un contrato o un permiso más, pensando seriamente sobre lo ocurrido con su padre, mientras la hermosa secretaria le entregaba su celular—. Tenga señor Grey, ya está completamente cargado. —El magnate agradeció toda su colaboración, encendiendo rápidamente el aparato, percatándose de como comenzaron a llegar una gran cantidad de mensajes y notificaciones de llamadas perdidas, al igual que otras que indicaban mensajes en el buzón de voz, percatándose de que todas eran de Edward.
—Puedes retirarte, Andrea. —Le exigió al ver como la chica permaneció de pie frente a su escritorio.
—Aammm… sí… lo siento señor… con permiso… —La extraña actitud de su secretaria alertó al magnate, preguntándole si había algo más que no quería decirle—. Mmm… pues… —Se lo pensó por unos segundos y luego argumentó a continuación—. Sé que a lo mejor usted no tiene cabeza para otra cosa que nos sea su familia en estos momentos, señor Grey, pero encontré esto en los archivos sobre el proyecto de la reconstrucción de Ballard. —Andrea le entregó a su jefe una carpeta marrón, la cual Christian aferró con cierto temor, sobresaltándose al escuchar su teléfono repicar con insistencia.
—La revisaré, Andrea… muchas gracias. —La joven asintió, retirándose a paso lento de la oficina, justo cuando Christian contestó la llamada, a sabiendas de quien se trataba—. Sé que he sido todo un desgraciado al no contestar ninguna de tus llamas y tampoco tus mensajes, pero… —Edward le interrumpió.
—¿Tu padre se encuentra bien? —Aquella acotación asombró a Christian.
—Aamm… sí, ya está fuera de peligro. —Por unos segundos pensó en que a lo mejor Edward había hablado con Taylor, recordando algo que había olvidado por completo, que Bella le había acompañado—. Supongo que te enteraste por medio de Isabella. —Edward le afirmó que así era—. Es extraño porque no la recordé hasta ahora… pensé que se había marchado ante de lo ocurrido.
—Eso es completamente irrelevante ahora, Christian. —Intentó Edward salir de aquel predicamento, ya que lo que menos pretendía comentarle al magnate, era sobre el descontrol del que había sido partícipe su hermana adoptiva, al oler la sangre de su padre—. Lo verdaderamente importante ahora es ver como podemos ayudar a Carrick. —Christian le afirmó que tenía razón, abriendo despreocupadamente la carpeta, encontrando en su interior un variopinto de recortes de periódico, al igual que varios artículos periodísticos encontrados en la web, los cuales habían sido impresos y archivados junto a los demás.
“¿Qué demonios es esto?” Pensó Christian, haciendo un reguero sobre el escritorio, intentando asimilar lo que veía.
—Te dije que tú padre ocultaba cosas… se notaba en su empeño por hacer fiestas de máscaras, esas cosas son de mujer… y pude darme cuenta de su timidez y dejar que tú madre tome las decisiones importantes… —Se hizo una leve pausa y luego prosiguió—. Según por lo que me contó Bella, Carrick parece estar padeciendo de una doble personalidad por represión. —Mientras Edward hablaba, Christian revisó uno a uno los trozos de periódicos tanto genuinos como los impresión de internet, percatándose de como en cada uno aparecía, no solo Edward, sino todos los integrantes de la familia Cullen en diferentes lugares, siendo uno en particular el que llamara considerablemente la atención de Christian.
Un letrero de “Desaparecido durante servicio militar” de un tal mayor Jasper Whitlock, atrajo su interés, percatándose no solo de la similitud con el odioso hermano de Edward, sino también de la fecha del cartel.
“1890” Christian siguió sin entender que demonios observaban sus ojos, contemplando esta vez el agraciado rostro de Edward en lo que parecía ser un evento teatral, usando un traje de vestir de los años treinta, junto a una boina bastante inusual para la época actual, leyendo mentalmente el encabezado del recorte—. “Teatro Ziegfeld de Broadway, presenta por última vez la famosa obra musical, Oklahoma” —Christian sintió que alguien le estaba jugando una broma pesada, creando un montaje de Edward en el cierre de la reconocida obra teatral de 1943, siendo completamente imposible que el chico hubiese estado en aquel lugar y verse igual de joven que ahora.
—Tal vez sería bueno que el doctor Flynn lo tratase, pero si tú quieres yo podría… —Christian le interrumpió.
—Eeemm… ¿Edward?... Mi madre me está llamando por el teléfono de la oficina, a lo mejor pasó algo con mi padre… ¿Qué te parece si hablamos luego? —Por supuesto Edward jamás escuchó repicar el teléfono local, sintiéndose un poco inquieto al respecto.
—Ok… —Fue lo único que el joven vampiro pudo decir, sintiéndose bastante preocupado—. ¿Todo bien? —Preguntó con cierta duda.
—Todo bien… solo hablaré un momento con mi madre y te devuelvo la llamada… ¿Vale?
—Vale… —Aceptó al fin a culminar con la conversación—. Te amo, Christian. —Al decir aquello el magnate sacó uno de los recortes en el que se pudo apreciar la foto de Rosalie, en donde se alegaba que la hermosa rubia había muerto, sin poder dar con el paradero de su cuerpo, viendo la fecha del recorte del periódico, el cual era de 1933.
—Y yo… —Dijo casi por inercia, culminando la llamada sin esperar respuesta alguna de parte del muchacho, llamando rápidamente a su secretaria por el intercomunicador—. ¿Andrea?... dile a Taylor que suba, por favor… y cuando este aquí, quiero que tú vengas con él. —La chica le afirmó que así lo haría, cortando la comunicación con su jefe, el cual siguió analizando cada recorte e impresión, percatándose de que había un registro forense de 1918, en donde aparecían todos los fallecidos por la gripe española, en el que al parecer, alguien se había tomado la tarea de remarcar con resaltador dos nombres en particular, leyéndolos en su mente—. “Elizabeth Masen” “Edward Anthony Masen” —Debajo de aquel interminable listado de difuntos había una firma que había sido cerrada en un círculo con marcador rojo, desequilibrando por completo la poca calma que intentó mantener el magnate, sin éxito alguno—  Doctor Carlisle Cullen, médico a cargo del pabellón tres del hospital de Chicago, Illinois. —Christian se incorporó tan rápido de su asiento, que terminó trastabillando y cayendo al suelo, cubriéndose la boca, sin poder asimilar lo que estaba viendo.
—¿Señor? —Llamó Taylor a su jefe, abriendo rápidamente la puerta de la oficina, acercándose al psicótico caballero, el cual no dejó de señalar los recortes y documentos sobre su escritorio, temblando sin control alguno.
—Di… dime que eso es una maldita broma pesada… —Las manos le temblaban al igual que la voz, la cual se escuchó entrecortada y bastante alterada—. ¿Dime que todo esto tiene una explicación? —Mientras Andrea intentó ayudar a su jefe a incorporarse del suelo, Taylor tomó el registro forense, leyéndolo exhaustivamente, mirando a Christian.
—¿Cómo llegó esto aquí? —Miró a Andrea, la cual había logrado que el magnate se incorporara de su repentina caída.
—Esa era una de las tantas carpetas que repartimos el día de la reunión con los accionistas a cargo de la restauración de las adyacencias de la localidad de Ballard. —Taylor asintió para que continuara—. Esa fue la reunión del atentado de la pelirroja psicópata… ¿Lo recuerda? —Christian asintió, acercándose temeroso a su propio escritorio, sin deseo alguno de seguir viendo un recorte o documento que lo alterara más de lo que ya estaba—. Solemos guardar las copias y ver que se puede reutilizar, tal y como usted nos exigió que lo hiciéramos, ya que usted siempre ha estado en contra de la tala de árboles y…
—Ve al grano, Andrea… ¡Por favor! —Le exigió Christian, comenzando a perder la compostura intentando mantenerla, pero lo cierto era que entre lo que había pasado en Forks, en conjunto con lo de su padre, al igual que la inesperada revelación de aquella irreal documentación, Christian ya había perdido por completo la calma y la poca cordura que le quedaba.
—Pues revisando una a una las carpetas que se usaron ese día, encontré esa con todo lo que tenía dentro. —Taylor tomó uno de los recortes más pequeños en donde se podía apreciar a Emmett Cullen posando en la foto junto a un Oso muerto, leyendo mentalmente el encabezado del artículo periodístico, impreso de la internet.
“Joven cazador de Tennessee estuvo a punto de perder la vida a manos de un enorme oso grizzli” —El traje de cazador del bonachón hermano de Edward, demostraba la veracidad del año del recorte de periódico, el cual mostraba claramente que databa del año 1935, el mismo año en el que Rosalie había encontrado a Emmett antes de que este falleciera desangrado a causa del ataque de un monumental Oso, lo que por supuesto ninguno de los dos sabía.
—¿Existe algún modo de probar si toda esta documentación es real? —Preguntó Christian tomando al azar uno de los tantos papeles apilados sobre su escritorio.
—Por supuesto, señor… ahora mismo me pondré a investigar la veracidad de estos recortes. —Taylor comenzó a reorganizarlos dentro de la carpeta, quitándole de la mano el que su jefe había tomado, percatándose de que se trataba de una foto real, la cual parecía haber sido restaurada, en donde se pudo apreciar a Carlisle y a Esme juntos en su boda, volteando la foto en blanco y negro, observando la dedicatoria.
—Recuperé la foto que tanto habías amado de nuestra boda… Espero que te haya gustado el obsequio. —Leyó en voz alta, llamando la atención del magnate—. A cien años de nuestro matrimonio… te amaré eternamente, Esme. —Taylor miró el pasmado rostro de su jefe, el cual le arrancó la foto, leyendo él mismo la dedicatoria, dejándola caer al suelo.
—¿Cien años?... —Negó una y otra vez con la cabeza, mirando a Andrea—. ¿Quién más ha visto esto? —Preguntó encimándosele a la asustada muchacha.
—Nadie más, señor… solo yo… y ahora ustedes. —Aquello calmó un poco los descontrolados nervios de Christian.
—Pues más te vale que siga así, Andrea porque de lo contrario…
—¿Señor?... —Llamó Taylor la atención de su jefe, dándole a entender con la mirada que no era buena idea amenazar a una empleada.
—Retírate. —Le exigió el consternado hombre, apartándose de ella.
—Esta demás que le diga que puede confiar plenamente en mí, señor. —La joven salió rápidamente de la oficina, mientras Taylor recogió la foto que Christian había dejado caer al suelo, guardándola en el interior de la carpeta con el resto de las evidencias.
—¿Qué crees que puedan ser los Cullen? —Preguntó sin ni siquiera mirar a su guardaespaldas, observando fijamente la carpeta.
—No lo sé, señor… todo lo que pueda decir sin pruebas puede sonar muy descabellado de mi parte. —Christian asintió.
—Entonces ve y tráeme respuestas… investígalos a todos, extrae los vídeos de seguridad de ese día de la reunión, busca cualquier evidencia que me indique que demonios está pasando aquí y sobre todo si Edward ha sido capaz de mentirme con lo del suero y los experimentos nazis de Victoria. —Taylor asintió nuevamente, pretendiendo marcharse, pero el alterado hombre de negocios le siguió, acotando a continuación—. Mejor me iré contigo, ya no tengo nada más que hacer aquí. —Tomó sus cosas y se encaminó junto a su mano derecha hacía los ascensores, sin dejar de hablar—. Revisaré su habitación, veré si consigo algo que me explique lo que Victoria quería darme a entender. —Taylor preguntó que era—. Que los Cullen no son lo que parecen ser.
Y mientras Christian sacaba sus propias conclusiones, Taylor ya tenía en la mente una hipótesis de lo que podrían llegar a ser la familia de Edward, pero si se lo decía a su jefe sin pruebas, de seguro las carcajadas de incredulidad de su patrón se escucharían hasta Forks, ante el solo nombramiento de la palabra “inmortal” en su teoría sobre los hechos.
 

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