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50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego) por ErickDraven666

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Verdades que afloran
—No seguiré esperando a que Christian me llame, Alice… Siento que algo malo ha sucedido. —Después de haber estado esperando durante toda la noche alguna llamada o mensaje de parte de su novio y amante, Edward había decidido salir de la casa con toda la intención de ir hasta Seattle y averiguar qué demonios estaba pasando con la familia Grey y sobre todo con el magnate, quien había estado reacio a contestar sus llamadas. 
—Sí hubiese pasado algo malo yo ya lo habría visto, Eddy… pero no está pasando nada… ¿Quieres calmarte? —Acotó Alice escribiendo un nuevo capítulo de su fanfic, esperando a que Sam y Jacob volvieran de su retiro espiritual o algo por el estilo había entendido la vampiresa en la reunión del Consejo, donde a pesar de ser una de las criaturas frías y sedientas de sangre como las que repudiaban los Quileutes, había sido muy bien recibida, al igual que la imprima de Jacob.
—A lo mejor el wifi te quedo fallando después de la escapada con Sam… —Acotó Emmett, después de haberle quitado las llaves del Mercedes a Edward, arrojándoselas a Bella, la cual bajaba lentamente las escaleras, atrapándolas ágilmente— …Cuenta Alice… ya le raspaste el tótem al can y le sacudiste las pulgas con una buena revolcada. —Emmett comenzó a mover la pelvis como si follara, consiguiendo que su menuda hermana se cabreara tanto como lo estaba haciendo Edward ante sus juegos pesados.
—Yo no soy de esas… —Cerró la laptop de mala gana, tomando su celular— …Sam y yo vamos a esperar a que se calmen las cosas en el Consejo para hacer más formal nuestro compromiso. —Buscó el número telefónico de Mía, notificándole a Edward—. Llamaré a la hermana de Christian y verás que no está pasando nada. —Bella le entregó las llaves del auto a su hermano y antiguo novio, el cual agradeció su madurez, enfocando sus molestos ojos sobre la sonriente cara de Emmett, esperando a que la chica contestara—. ¡Hola, Mía!... ¿Cómo estás?... —Mientras Alice realizaba los saludos correspondientes, Bella recordó todas las veces en las que no había querido responder las llamadas de la hermosa y atolondrada muchacha, rogándole a la providencia para que no preguntara por ella— … Pues me alegra mucho que tu padre ya esté fuera de peligro. —Tanto Edward como Alice se vieron a las caras, pensando en que si Carrick se encontraba estable, ¿qué demonios tenía a Christian tan ocupado como para no poder contestar sus llamadas telefónicas?—. Dime algo… ¿Has visto a Christian?... es que he intentado contactarle pero no me responde el celular. —Todos pudieron escuchar claramente como Mía le notificaba que hasta su madre lo había estado llamando para decirle como seguía su padre, pero no les contestaba, acotando que ni siquiera había ido a trabajar—. ¡Oh vaya!... Que extraño… ¿No?... —mientras Alice siguió conversando con la estrafalaria muchacha, el celular de Edward sonó, sacándolo tan rápido del bolsillo de su pantalón que estuvo a punto de caer al suelo, atajándole ágilmente, percatándose de que se trataba de Christian.
—¡Hola!... ¿Christ? —El magnate le respondió que en efecto se trataba de él, usando un tono cortante, o eso sintió el vampiro ante el tono de voz que había empleado—. No sabes cuán preocupado me has tenido todo este tiempo… —Salió de la casa para poder tener una conversación privada con su pareja, mientras Alice intentaba culminar la suya con Mía, prometiéndole que iría a Seattle a penas terminara los asuntos pendientes que tenía en Forks.
—Perfecto… —Se dejó escuchar la voz de Mía por el auricular—. ¡Por cierto!... ¿Sabes si Bella está molesta conmigo?... Es que no ha querido responderme los mensajes y mucho menos las llamadas. —Alice observó el serio rostro de Isabella, la cual tomó asiento junto a Emmett, negándose a decir algo al respecto.
—Mmm… pues la verdad es que no sé nada sobre eso, Mía… Bella ha estado muy ocupada con los bebés, así que supongo que no lo ha hecho por eso. —Bella levantó su pulgar aprobando lo que su hermana había usado para cubrir su empeño de mantenerse alejada de la chica.
—¿Qué ocurrió hermanita?... ¿Acaso a la loquita no le gusta la almeja?... ¿o te la donó y resultó que la tenía peluda?... —Las impertinentes preguntas de Emmett le robaron a Bella una sonrisa, borrando el malhumorado semblante que había tenido la vampiresa desde su regreso, respondiéndole justo cuando Alice culminó la llamada.
—Digamos que Mía es una chica que no sabe lo quiere. —Bajó la mirada, mientras Edward siguió conversando con Christian en las afueras de la casa—. En el tiempo que estuve cuidándola me hizo sentir que deseaba algo, pero al final me demostró que le atrae Sawyer y la verdad es que el tipejo me cae de la patada. —Bella puso los ojos en blanco, mirando a Alice y luego a Emmett, intentando cambiar de tema—. Y cuéntame… ¿Qué has decidido con respecto a lo del divorcio? —Aquella inesperada pregunta cambió el semblante alegre y bonachón que siempre tenía el corpulento vampiro, mirando hacia donde Edward se paseaba de un lado a otro, discutiendo con Christian o eso pensaron todos al ver la cara de pocos amigos de su hermano.
—Mmm… pues… —Emmett rumió cual búfalo enojado, sin deseo alguno de responder la pregunta de su hermana adoptiva, recordando lo que había ocurrido el día anterior después de la inesperada jugada de Jasper, trayendo consigo los papeles del divorcio, poniéndolos a todos entre la espada y la pared.
 
Después de la huida de Rosalie y la dolorosa partida de Seth, Emmett decidió abandonar la casa por el resto de la tarde, pretendiendo ocultarse de todos en la hermosa cabaña en la que había pasado sus años junto a la persona que le había jurado serle fiel hasta que la muerte los separase, pero al llegar a la rupestre pero al mismo tiempo lujosa cabaña, la compañera que le había regalado una segunda oportunidad de vida se encontraba refugiada en el interior de sus cuatro paredes, asombrando al grandote.
—Lo siento… no pensé que vendrías aquí. —Emmett pretendió marcharse pero Rosalie se lo prohibió, tomándole de la mano.
—Te estaba esperando. —El serio vampiro miró sus manos entrelazadas y luego el apacible y calmó rostro de su esposa, la cual le sonrió dulcemente—. No me has permitido hablar contigo a solas desde lo sucedido. —Emmett apartó su mano de la de ella, caminando hacia la salida, lo que por supuesto hizo actuar a Rosalie, interponiéndose en su camino con un ágil y veloz movimiento.
—Yo no quiero hablar contigo, Rose.
—¿Por qué? —Preguntó la vampiresa, cruzándose de brazos—. Porque sabes que si me lo permites puedo llegar a cambiar tu reticencia a perdonarme… ¿cierto? —Emmett no podía comprender a qué demonios estaba jugando su mujer y mucho menos el cómo era posible que su descaro no tuviese un límite.
—Una vez te creí la mujer más extraordinaria del mundo, Rosalie… pero ahora solo te veo como una… —pretendió llamarle mujerzuela, pero si algo poseía Emmett era caballerosidad y por más que se lo mereciera, no le solitaria tal agravio a la mujer que una vez había amado como jamás lo había hecho… hasta ahora.
—¿Prostituta, hetaira? —Rosalie se encogió de hombro—. Llámame como quieras, Emmett… yo sé que aún me amas. —Posó sus manos sobre el fornido pecho del grandote, el cual retrocedió ante los inequívocos intentos de la vampiresa, logrando que su espalda pegara en contra de uno de los bordes del marco de la puerta, percatándose de como en la distancia, Jasper les observaba escondido entre las ramas de un frondoso árbol—. Todos tus gestos me lo transmiten. —Aferró el cuello de Emmett con ambas manos y plantó un apasionado beso en sus labios, consiguiendo que el corpulento vampiro le aferrara por su estrecha cintura, correspondiendo a aquel beso por el simple placer de hacerle daño a Jasper, más que por el deseo de sentir nuevamente los labios de la mujer que lo había traicionado, tomándola por ambos brazos, apartándola de él.
—¡Basta! —Exigió Emmett.
—¿Te das cuenta?... Aún sientes placer por mi. —A lo que Emmett respondió, contemplando como Jasper se arrojó desde lo alto de aquel árbol, observándolos a ambos con tanto odio que se pudo percibir en el ambiente.
—El único placer que he sentido es el de ver la cara de ese bastardo mientras me besabas. —Señaló a espadas de Rosalie, la cual volteó rápidamente para ver el iracundo rostro de su mellizo y amante, aquel que golpeó bruscamente el tronco de uno de los árboles aledaños, desperdigando trozo de corteza, madera y virutas por doquier, espetándole con odio desmedido.
—Vete al infierno, Rosalie. —La rubia no supo si ir tras de Jasper o demostrarle a Emmett que en realidad deseaba regresar con él, mirando a uno y luego al otro, sintiéndose completamente confundida.
—Será mejor que vayas con él, Rose… porque de mi parte ya no obtendrás nada. —Ella volvió a observar el colérico rostro de Jasper, mientras Emmett acotaba—. Los Clearwater son de armas tomar… ¿Sabes?... ten cuidado porque te podrías quedar sin el burro y sin el arriero. —Inconscientemente el grandote le había dado a entender que no solo Leah le podría llegar a robar el amor de Jasper, sino que al parecer, sus sentimientos hacía Seth habían hablado por si solos, demostrándole que su corazón estaba comenzando a inclinarse por el amor de un pequeño cachorro de lobo, sin preverlo, dejando a ambos amantes a solas, regresando hacía la casa de sus padres, en donde había estado jugando videojuegos con Edward intentando no solo matar el rato, sino tratando de olvidar lo sucedido.
 
— …Creo que es hora de firmar esos documentos. —Tanto Bella como Alice, felicitaron su decisión de terminar de una vez por todas con esa relación tóxica y sin futuro, siendo la menuda vampira quien buscara la documentación pertinente, mientras Isabella observaba el preocupado rostro de Edward, quien había concluido su acalorada discusión con el magnate, entrando nuevamente a la casa.
—Algo no está bien. —Comentó el intranquilo vampiro, paseándose de un lado a otro—. La voz de Christian sonaba extraña… como temeroso, preocupado… no sé con exactitud que pasa pero está actuando extraño.
—¿Más de lo normal? —preguntó el corpulento vampiro, tomando entre sus manos los papeles del divorcio que Alice le había entregado.
—Necesito ir a Seattle. —Subió a velocidad sobrehumana en busca de un par de mudas de ropa, mientras Emmett abrió los documentos que le separarían definitivamente de Rosalie, sintiendo que una parte de él seguía reacio a firmar, aferrándose a las únicas dos cosas que lo impulsaban a hacerlo, siendo Seth una de ellas y sobre todo su amor propio, valorándose como persona.
Garabateó su rúbrica con parsimonia sobre el documento, sintiendo cierta mezcolanza al hacerlo, ya que la última vez que había firmado un documento legal en el que aparecía tanto su nombre como el de Rosalie, había sido en su décima boda, complaciendo como siempre lo había hecho, cada uno de sus caprichos y deseos.
—Entréguenle esto al flaco malparido y díganle que si Rosalie se rehúsa a firmar que introduzca la demanda de divorcio con mi firma… yo ya no quiero seguir atado a una mujer que jamás valoró todo lo que hice por ella. —Por más fuerte que intentó ser, no pudo evitar demostrarle a sus hermanas lo mucho que aquello le seguía doliendo, abandonando rápidamente el salón principal para subir hasta su recámara, mientras Edward bajó a velocidad sobrehumana, pretendiendo abandonar la casa sin tan siquiera despedirse de sus hermanas.
—Por todos los cielos, Eddy… cálmate y cuéntanos que te dijo Christian antes de que te marches. —Y mientras Edward intentó resumirles en pocas palabras lo que el magnate le había dicho y sobre todo lo que le había hecho sentir en aquella conversación telefónica; Emmett comenzó a deshacerse de cada foto, de cada álbum de bodas y sobre todo intentando limpiar su memoria, aunque el corazón siguiera aferrado a un sentimiento que poco a poco se iría consumiendo hasta ser devorado no solo por la rabia y el dolor de la traición, sino por el pequeño aguijón de sensaciones que Seth había inyectado en su corazón, curando muy lentamente cada una de sus heridas.
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Minutos antes
—No pasa nada, Edward… —Acotó el magnate ante las insistentes preguntas del chico sobre su reticencia a responderle las llamadas—. Simplemente he estado ocupado. —Mientras el nervioso hombre trató de convencer a Edward, el experto que habían contratado intentaba corroborar si la documentación sacada de internet, así como los recortes de periódicos y la lista forense fuesen verdaderos, confirmándole tanto a Taylor como a Christian que cada uno de los documento era tan auténtico y veraz que era imposible dudar sobre su legitimidad, por más fallos que intentaran conseguirle.
—¿Tan ocupado como para ni siquiera contestarme los mensajes? —Christian suspiró mirando a Taylor, quien se encontraba conversando con el joven experto en falsificaciones, el cual le explicaba el por qué cada cosa era auténtica.
—Lo siento… entre lo de mi padre, el trabajo y… —Edward le interrumpió.
—Ni siquiera has ido a ver a tu padre, Christian… ya deja de mentirme. —Aquel reproche no resultó como el vampiro esperaba, ya que Christian reaccionó de la única forma en la que pudo hacerlo en aquel momento, asustando aún más al chico.
—El que debería de estar exigiendo eso soy yo… —Edward no supo que decir, manteniéndose en silencio mientras Christian era quien le reprochaba— …Ya deja de mentirme. —El magnate se mantuvo en silencio durante unos cuantos segundos esperando a que el chico reaccionara, pero lo único que obtuvo de él fue un susurro casi inaudible, manteniéndose callado—. ¿Sabes qué?... mejor no digas nada… tu silencio dice más que mil palabras.
—No sé a qué te refieres, Christ… estás actuando muy extraño y si no eres del todo claro en tus reproches no sabré que te tiene tan cabreado.
—Respóndeme tan solo una cosa, Edward. —El joven vampiro le preguntó que era, con un tono de escepticismo al hablar—. ¿Quién eres?... —No se escuchó absolutamente nada del otro lado de la línea, ni siquiera una respiración nerviosa y entrecortada, un enorme silencio se hizo presente y Christian supo de sobra que el joven vampiro le había estado engañando durante todo este tiempo, culminando la llamada sin tan siquiera esperar a que el chico pretendiera defenderse.
—¿Señor?... —La voz de Taylor sobresaltó al pensativo y petrificado hombre, el cual se dio cuenta ya tarde de lo que había hecho, demostrándole a su amante que sabía algo acerca de lo que él le estaba ocultando—. El joven Sherlock quiere decirle algo. —Christian tragó grueso, intentando calmar sus temores, acercándose al delgado  y pensativo joven de camisa a cuadros y pantalón de mezclilla, el cual acotó a continuación, al ver a Christian a su lado.
—No hay fallos en ninguna de las documentaciones que me han presentado, señor Christian… cada recorte, así como los archivos periodísticos sacados del internet son auténticos. —El chico comenzó a mostrárselos desde el computador, dando credibilidad a sus palabras—. Si estás personas aún viven deberían tener más de cien años. —Señaló la foto de Carlisle—. Él en particular debería tener más de trescientos años. —Comenzó a teclear sobre el computador de mesa a su izquierda, dejando la laptop a un lado, en donde por más pixeleada que se viera la imagen amplificada que el joven les mostraba, Christian pudo observar completamente horrorizado, el moribundo rostro de Edward, y junto a él, su padre adoptivo, en lo que parecía ser un pabellón de desahuciados—. Tengo acceso a la base de datos fisonómica que usan los de la Interpol y la CIA y el tal Carlisle Cullen ha sido encontrado en tres imágenes distintas. —Christian dejó de mirar la foto de Edward, enfocando sus ojos sobre una imagen que comenzó a cargarse rápidamente, la cual databa de la época Victoriana, dejando ver no solo el rostro de Carlisle, sino también el de Aro Vulturi, vistiendo ropa típica de la época.
—¡Elena!... —Soltó Christian en un quejido de total horror, al darse cuenta de que su mejor amiga estaba corriendo peligro junto a aquel italiano—. Debo llamarla, necesito saber cómo está. —Mientras el magnate buscó el número de Elena entre los contactos de su celular, Taylor le preguntó al joven experto a que pertenecía dicha imagen, escuchando la explicación del muchacho.
—Al parecer este cuadro pertenece a la Galería Nacional de Umbría, la cual queda en la tercera planta del famoso Palacio de los Priores de Perugia en Volterra. —La llamada había sido atendida justo cuando el joven Sherlock había dicho aquello, permitiéndole a la persona del otro lado de la línea escuchar claramente aquello, manteniéndose en silencio.
  —¡Hola!... ¡Hola, Elena!... soy yo, Christian. —Mientras el experto siguió analizando todo aquello en compañía de Taylor, el magnate siguió intentando obtener alguna respuesta, soltando a continuación—. Elena por favor… necesito que me escuches atentamente, debes abandonar Italia y regresar a Norteamérica lo antes posible, no sé qué demonios están ocultando estas personas pero al parecer tanto los Vulturi como los Cullen no son lo que parecen. —Una risita irónica y seseante se dejó escuchar del otro lado de la línea, respondiendo a los atropellados ruegos del magnate.
—il verità prevale sempre sulla bugia. [La verdad siempre prevalece por sobre la mentira] —Christian palideció al escuchar aquella voz con acento Italiano que reconoció al instante, buscando apoyo en una de las paredes laterales de aquel lugar, en donde no solo se encontraban Christian, Taylor y Sherlock, sino un equipo de expertos en habitaciones aledañas a esa, donde examinaban los objetos que ambos hombres habían llevado para la exhaustiva investigación, hurtándolas del cuarto de Edward en el pent-house del magnate—. Le daré tu recado a Elena, Christian… —El tembloroso hombre se desplomó sobre el suelo, cubriéndose la boca con la mano derecha mientras que con la izquierda intentó mantener el celular sobre su oreja— …Pero por ahora se encuentra indispuesta… digamos que ha tomado una reparadora siesta y como el mismísimo Jesús de Nazaret resucitará al tercer día para convertirse en la ama y señora de Volterra… o al menos eso esperamos todos. —Christian quería gritar al sentir una asfixiante impotencia carcomerle las entrañas, sintiendo que había perdido a su única y verdadera amiga, para siempre—. ¡Ciao ragazzo!... —Aro culminó la llamada, sin darle a Christian el tiempo a reaccionar, abandonando el celular sobre el suelo, comenzando a llorar.
—¿Señor?... —Taylor se acercó al tembloroso y lloroso caballero, el cual se abrazó a si mismo, meciéndose de adelante hacía atrás como lo hacían los autistas, tratando de no perder el juicio—. ¡Señor Grey!... ¿Qué sucede?
—La maté, Jason… maté a Elena… es mi culpa que ella se hubiese involucrado con estas personas, no me lo perdonaré nunca, nunca. —Lloró con mayor ahínco, apretando tan fuerte sus brazos, que comenzó a perder la sensibilidad en ellos.
—¿Pero por qué dice eso, señor Christian?... —Justo en aquel momento el experto en análisis forense y ADN entró a la habitación donde los tres hombres se encontraban, notificándole a Sherlock.
—El vaso conservador, y la pieza de ajedrez tienen ADN de sangre humana y de animal. —Tanto Taylor como Christian voltearon a verle, escuchando atentos al joven científico—. No hay modo de que la sangre humana pueda mezclarse con la de animal sin que se produzca una reacción hemolítica. —Taylor incitó a su jefe a ponerse de pie, escuchando atentamente la explicación del muchacho—. Los glóbulos rojos de ambas especies sucumbirían y sería una sangre con anemia de las más severa. —Miró a Christian preguntándole si ese vaso había sido usado para ingerir tal mezcla.
—No lo sé, eso creo. —El magnate recordó el día que habían estado jugando ajedrez en el balcón de la habitación de Edward, donde el chico degustaba algo dentro de aquel envase, creyendo que la mancha de sangre sobre la pieza de ajedrez era la de él joven estudiante de psicología—. Él lo usaba para beber una proteína o eso decía Edward. —Soltó aquello último mirando a Taylor—. Parecía disfrutar mucho de eso. —Comenzó a temblar de nuevo.
—Pues quien haya bebido esto ya debería de estar muerto. —Acotó el experto, sacudiendo el vaso—. De hecho, la persona que hizo la mezcla usó heparina en una dosis perfectamente equilibrada. —Le entregó los análisis de las muestras de aquellos dos objetos, los cuales tenían el mismo tipo de mezcla—. La heparina es un anticoagulante, eso le permite mantener la sangre en su estado líquido y en conjunto con la extracción de las plaquetas por medio del proceso de aféresis, le ofrece mayor tiempo de vida a la sangre, ya que las plaquetas solo viven cinco días fuera del cuerpo humano a una temperatura de veintidós grados centígrados. —Christian intentó asimilar todo aquello, pero entre lo ocurrido con la llamada, en conjunto con el nuevo hallazgo del cuadro de Aro y Carlisle que databa de la época Victoriana, al igual que la engorrosa explicación del experto hematólogo lo alteraron tanto que sus nervios sucumbieron por completo, y lo que ya venía haciendo meyas en la integridad física del desequilibrado hombre a causa de lo ocurrido con su padre, terminó de desmoronarse en su interior, cayendo al suelo sin que ninguno de los presentes pudiesen reaccionar a tiempo, golpeando su cabeza en contra de las baldosas, perdiendo por completo el conocimiento.
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Por más que Sam y Jacob intentaran concentrarse en lo que estaban tratando de conseguir, el aún líder de la manada no pudo dejar de pensar sobre lo ocurrido en la reservación delante del Consejo de la tribu, el cual solía ser presidido por el padre de Jacob, siendo el abuelo de Quil, el viejo Ateara quien siguiera siendo el cabecilla de las reuniones tribales, secundado por Sue al haber muerto su esposo Harry, y de tercero al mando el padre de Jared, seguido en rango por la abuela de Paul, siendo esta última la anciana que había hablado sobre la imprima del alfa.
—¿Intentamos de nuevo, Sam? —Preguntó Jacob dispuesto a transformarse  nuevamente en lobo y atacar al alfa y así obtener el liderazgo de la manada como se había acordado al finalizar el Consejo, ya que la votación fue a favor de Jacob al ser el descendiente de Ephraim Black, el primer líder de la tribu después del legendario Taha Aki.
—Dame un descanso, hermano. —Sam observó al joven encogerse de hombros como si aquello le diera igual, abotonándose nuevamente el bermudas que traía puesto, pretendiendo encuerarse antes de transformarse, mientras que el joven Uley sonrió ante el recuerdo de lo vivo junto a Alice, la cual no se amilanó ante nada ni ante nadie a pesar de haber estado a ciegas sin su don con tantos Quileutes juntos.
—Como quieras Sam… no tengo prisa. —Jacob comenzó a ejecutar la capoeira, un tipo de arte-marcial afro-brasileño, la cual el chico solía practicar, mientras Sam siguió pensando sobre lo ocurrido la noche de la cena con los Cullen, la cual habían tenido que abandonar gracias a que Jared le llamara y le notificara lo acaecido en la reservación.
 
Sam había arribado a la cena de los Cullen en la motocicleta que Bella había restaurado junto a Embry, Seth y Emmett, regalándosela al líder de la manada, regresando a la reservación en ella, llevándose a Alice consigo.
—¿Estás seguro que es buena idea que yo vaya? —preguntó Alice para aquel entonces, recibiendo la respuesta no verbal del apuesto Quileute, el cual tomó una de las manos con las que se aferraba a su musculoso dorso, besándola con dulzura.
Al llegar al punto de encuentro, Sam disminuyó la velocidad y se introdujo sigilosamente en el terreno de la reservación, ya que los demás lobos podrían llegar a olfatear a Alice y pretender atacarles.
—Hay lobos cerca… puedo olerlos. —Volteó a todos lados, justo cuando Sam frenó de golpe la moto, quedando frente a Jared, quien era más que un simple integrante de la tribu, siendo el posible fundador de una segunda manada, ya que él no recibía órdenes directas de Sam sino del viejo Quil, el cual se decía que era familiar indirecto tanto de los Ateara como de los descendientes del joven Jared.
—Sabía que vendrías con ella. —Miró a la vampiresa—. Te escoltaré a la reunión. —Comenzó a correr delante de ellos, transformándose en lobo al trote, mientras Sam encendió nuevamente la motocicleta, siguiéndole muy de cerca.
Al arribar a la enorme cueva de elevadas estalactitas y flameantes antorchas, Alice no dejó de mantener la boca abierta ante el asombro, ya que pensó que la reunión sería en la casa de alguno de los Quileutes, dejando atónita a la vampiresa ante el escenario místico que se mostró ante sus ojos, contemplando cada detalle dentro del cálido e iluminado lugar, el cual mostraba una enorme fogata presidiendo dicha reunión.
—Como lo supuse,  señor Ateara… el líder de la manada venía acompañado por una de ellos. —Señaló a Alice después de haber ocultado su desnudez detrás de unos short de jean, acercándose a su imprima, una jovencita de tan solo diez años, a la cual trataba como a su hermanita menor, saliendo de vez en cuando con la hermana de Jacob solo para aparentar delante de los locales, cuando su sola existencia le pertenecía a la chiquilla.
—¿Te atreviste a traer a una chupa sangre al consejo? —preguntó el anciano con voz temblorosa a causa del Parkinson que lo hostigaba.
—Pues imagino que esta reunión es precisamente por eso, viejo Quil… porque quieren destituirme como el líder de la manada por estar enamorado del enemigo. —El apuesto y musculoso joven de tez morena, bajó de la motocicleta, después de que Alice lo hiciera.
—Te hemos llamado porque aún no has comparecido ante el Consejo por la ruptura marital con Emily. —Sue señaló a la dulce y temerosa chica, la cual se encontraba abrazada de Paul.
—Es cierto. —Acotó Sam tomando la mano de Alice, acercándose a los jefes de la tribu, percatándose de como la abuela de Paul observaba a la vampiresa—. Y me disculpo por no haberme presentado antes. —Se excusó mirando a Emily y a Paul—. Pero veo que ya le han dado su bendición a la actual pareja, así que no creo que sea necesario…
— …Tú deber es hacer valer las leyes de la tribu, Sam… tuvimos que darles la bendición del casamiento porque Emily estaba siendo señalada por las familias como una adúltera, así que Quil dio por terminada tu relación con ella y les permitió contraer nupcias. —Interrumpió el padre de Jared, levantándose de su puesto.
—Pues te agradezco enormemente que hayan pensado primero en la reputación de Emily por sobre las leyes y reglas de la manada, Jonás… pero no te voy a permitir que me señales como el culpable de que esa relación jamás progresara ya que fuiste tú mismo en conjunto con Sue quienes me obligaron a casarme con ella tan solo porque creyeron que le había desgraciado la vida al marcarle la cara cuando todo este sufrimiento nos lo pudimos ahorrar, dejando que el destino hiciera lo que hizo, enamorar a Paul y a Emily. —Aunque Jared y Sam rivalizaban en cuanto a estatus familiar y jerarquía, apoyó las palabras del fornido Quileute, asintiendo ante lo antes dicho—. Así que si ese asunto está zanjado pasemos a lo que realmente nos ha reunido en la gran cueva sagrada. —Justo en aquel momento una loba blanca apareció, transformando su cuerpo lobezno en uno humano, dejando al descubierto su desnudez.
—Espero no haber llegado tarde. —Sue se incorporó rápidamente de su asiento, tomando uno de los cobertores que cubrían las improvisadas sillas, las cuales eran parte del follaje, entre troncos y rocas regadas por todos lados.
—¡Por todos los cielos, Leah!... pudiste haberte transformado afuera y vestirte antes de entrar. —Intentó cubrir el cuerpo de la descarada loba, la cual trató por todos los medios de prohibírselo.
—Déjame mamá… ¡Qué más da!... no creo que a alguno de estos viejos se les pueda endurecer el tótem. —Por supuesto aquello indignó a todos los ancianos del Consejo, siendo Paul y Jared quienes intentarán no reíle tal descaro a la joven, al estar junto a sus parejas, siendo Embry quien riera sin poder controlarse, dejando que tanto Sam como Alice se percataran de su presencia entre la concurrencia.
—Por todos los espíritus Leah… deja de ser tan irrespetuosa y comportante de una vez. —Su madre trató nuevamente de cubrir su desnudo cuerpo, percatándose de unos cuantos moretones sobre su aceitunada piel—. ¿Qué te pasó?... ¿Por qué tienes tantos moretones en el cuerpo, Leah?... —Zarandeó a la chica, la cual no hizo más que reír con socarronería, mirando la cara de todos los presentes.
—Digamos que tuve un encuentro cercano del tercer tipo con uno de nuestros enemigos. —Tomó el cobertor cubriéndose los hombros y por consiguiente todo su cuerpo para que su madre no siquiera preguntando, dándole una mirada furtiva a Sam, quien supo de sobra a lo que se refería la desvergonzada Quileutes—. Así que simplemente hago lo mismo que hace nuestro líder, fraternizar con el enemigo. —Sue volvió a exigirle una explicación, ya que se rehusaba a aceptar lo que su hija quería dar a entender, haciéndose la estúpida.
—Ya es suficiente, Leah. —Exigió Sam a sabiendas de que sí la joven Clearwater hablaba más de la cuenta se crearía un pandemónium en plena reunión tribal—. Toma asiento junto a Emily y solo habla cuando se te pida. —Leah le sacó la lengua a su alfa, enfocando sus ojos en Alice, sonriendo con malicia al ver como la menuda vampiresa le observaba, negando con la cabeza al haberse atrevido a acostarse con su ex esposo con el único deseo de lastimar a quienes le rodeaban.
—Mientras esperamos a que el beta de la manada haga acto de presencia, te exijo que dejes a tu… amiga… —El anciano miró a Alice con desdén, concluyendo sus existencias— …fuera de la reunión, ya que jamás hemos permitido que uno de los fríos sea testigo de lo que se habla aquí.
—Pues lo lamento pero no pienso dejarla afuera, si la traje fue porque quería presentarla ante el Consejo…
— …No pudiste venir a dar la cara por Emily, ¿pero tienes el valor de ir en contra de una orden directa del líder del Consejo por una bebedora de sangre? —preguntó el padre de Jared, señalando a Alice acusadoramente.
—Te exijo que la respetes, Jonás… su nombre es Alice. —Un barullo de susurros y cuchicheos se dejó escuchar entre cada uno de los presentes, sin que nadie, excepto Paul sé percatara de los intentos de su abuela por incorporarse de su asiento, apartándose de Emily para ayudar a la anciana.
—¡Ay ya, silencio!... —Gritó Leah haciéndole callar a todos—. Miren lo que han logrado, ya aburrieron a Santa. —Señaló a la anciana, la cual apuntó con su encorvado dedo índice hacía la fogata, exigiéndole en voz baja a su nieto que la acercara, dejándose escuchar en la distancia la moto de Jacob, poniendo a todos en sobre aviso ante su inminente llegada.
—Santa por favor, regresa a tu asiento. —Exigió el padre de Jared, pero la mujer siguió insistiendo en acercarse a la fogata, observando a Alice y a Sam, llamándoles con un ademán tembloroso de su mano, mientras que el estruendo de la motocicleta de Jacob les informó a todos de su llegada, siendo Seth el primero en bajar de la moto, seguido por Leila, la cual observó todo tal y como Alice lo había hecho, sobresaltándose al ver como todos los presentes se pusieron de pie, mostrando sus respetos hacía la imprima del beta, lo que por supuesto era su fe más sagrada, mientras la vampiresa parecía seguir reacia a acercarse a la encorvada anciana.
—¿Por qué todos me mira así? —preguntó Leila completamente asustada, abrazando a Jacob.
—Porque eres mi imprima, Leila… eres alguien importante para la tribu y muestran sus respetos poniéndose de pie ante ti. —La chica no pudo creer tanta atención ante su insignificante existencia, aferrándose con mayor fuerza a Jacob, el cual sonrió ante su timidez e inseguridad en sí misma.
—¿Sam?... —Llamó Paul la atención del alfa, después de que cada uno de los presentes tomara asiento, siendo Leah la única en haber permanecido sentada, ya que primero muerta antes que alabar como si fuese una diosa a la huevo sin sal de la loquita, como ella se refería despectivamente a la joven William—. La abuela quiere que te acerques. —El alfa aferró con mayor fuerza la mano de Alice, acercándola hasta donde se encontraba una de las mujeres más ancianas de la tribu, a la cual se le conocían poderes que no muchos tenían, como el don de la clarividencia.
—Aquí la tienes, Santa… tal y como lo predijiste. —Sam colocó a Alice frente a la pequeña mujer de trenzas platinadas y tocado típico de la tribu, adornado con un par de plumas moteadas—. Mi imprima. —Las voces volvieron a crear ecos que retumbaron en contra de las paredes de piedra, creando una cacofónica discordantes que iba y venía, repitiendo el cuchicheo de los incrédulos.
Aquello por supuesto no detuvo a la anciana, la cual extrajo del interior del bolsillo de su bata india un manojo de huesos y caracolas, las cuales pasó alrededor del cuerpo de Alice, mientras emitía un cántico indígena, entregándoselos a la patidifusa vampiresa, señalando la fogata.
—¿Qué hago?... —preguntó la joven inmortal, observando a Sam.
—Arrójalos al fuego. —Alice titubeos por unos segundos, sintiendo un miedo atroz de que no fuese ella quien la anciana o Sam creían, negando con la cabeza—. Vamos hermosa… Arrójalos. —La vampiresa tragó la ponzoña acumulada en su boca, suspirando para armarse de valor y arrojar al fuego aquel montón de parafernalia vudú o eso pensó la chica, ya que no conocía muy bien sobre las costumbres  y creencias de los Quileutes.
Las llamas de la enorme hoguera llegaron hasta las estalactitas de piedra que formaban el techo de la caverna, arrojando chispas y haces de luz por todos lados, los cuales crearon un espiral alrededor de Alice, estallando en diminutos destellos de luz, lo cual asombró a todos.
—¡No puede ser! —Exclamó el padre de Jared, incorporándose nuevamente de su asiento.
—Lo sabía. —Sam abrazó a Alice, alzándola del suelo, haciéndola girar como a una colegiala—. Eres mi imprima Alice. —La vampiresa sonrió satisfecha, aferrándose al cuello de su amado.
—¿Eso era importante para ti? —preguntó un poco intranquila ante su respuesta, ya que aunque había sentido temor de no serlo, tampoco importaba en su relación, ya que ellos se habían enamorado sin la magia de la imprimación o eso creía ella.
—En lo absoluto. —Sam dejó que los pequeños piececitos de Alice se posaran nuevamente sobre el suelo, mirándole a los ojos—. Pero era importante para ellos. —Al mostrar a cada uno de los presentes, fueron levantándose uno a uno de sus respectivos puestos, mostrándole a Alice el mismo respeto que le habían mostrado a Leila como la posible imprima del alfa de la manada, dejando a la extrovertida inmortal con la boca abierta.
—No, por favor… yo no… —pretendió exigirles a todos que se sentaran, pero la abuela de Paul soltó unas palabras en su idioma Quileute, mostrándola ante el Consejo como la imprima muerta y resucitada por la maldición de los fríos, aunque Alice no se enteró absolutamente de nada sino hasta el día siguiente, al estar a solas con Sam, preguntándole que había sido todo aquello.
—Así se hace Alice… demuéstrales a esta manada de vejestorios que la vagina de mármol también manda. —Las inesperadas e impertinentes palabras de Leah volvieron a alzar la voz de los presentes, los cuales no podían creer tanto descaro en una sola persona.
—¿Quieres medir tus palabras, hermana?... —preguntó Seth, encarándola, ya que después de haber ido a saludar a su madre, había tomado asiento junto a ella.
—Bien… ya te saliste con la tuya, Sam… bien jugado todo lo que te tenías tramado para salir librado de todo esto. —Espetó Paul, después de llevar de vuelta a la anciana a su respetivo puesto—. Pero la verdad es que muchos no estamos de acuerdo en que sigas siendo el líder de la manada. —Jacob negó con la cabeza al ver como Paul, a pesar de haberse ganado el privilegio de estar con Emily, quería más que solo quedarse con la ex esposa de su líder—. Te reto a que te batas en un duelo conmigo por el liderazgo de la manada. —Tanto Emily como la abuela de Paul le exigieron que no lo hiciera, pero el inconforme Quileutes comenzó a desabotonarse la camisa, con toda la intención de batirse en una pelea de garras y dientes por el liderazgo de la manada.
—¿Por qué no vas a meterle el bizcocho crudo a Emily en el horno a ver si le cocinas un bebé a tu mujercita y dejas de joder? —Tanto Sue como Paul le exigieron a Leah que no se metiera, siendo Jacob quien actuara, al ver como Sam le observaba.
—Tú no eres quien para exigir un duelo con el alfa de la manada por sobre el beta, Paul. —Aquello asombró enormemente al futuro cabecilla de la familia Lahote, ya que creyó que su mejor amigo lo apoyaría a él por sobre Sam.
—No te metas en esto Jacob, tú muy bien me habías dicho que no te importaba el liderazgo de la manada… pues a mí sí y reto a Sam a…
—Yo te reto a ti, Paul. —Aquello por supuesto asombró a todos menos a Sam, ya que él había hablado con Jacob previamente ante lo que pudiese llegar a pasar en alguna posible reunión tribal en su contra—. Si te gano, no solo dejarás de molestar a la manada… te irás definitivamente de ella. —El barullo ante la petición de Jacob se hizo presente en el lugar, siendo Leah la única que apoyara dicha moción—. Jared está creando su propia manada así que bien podrías ser parte de ella. —Jacob comenzó a desvestirse, exigiéndole a Leila que no se asustara ante lo que vería a continuación, transformándose en un enorme lobo de pelaje cobrizo, haciéndola gritar del susto.
—Tranquila Leila. —Le exigió Alice después de haber corrido a velocidad sobrehumana a socorrerla—. Todo va a estar bien. —Paul entró rápidamente en fase, comenzando una disputa que terminó en las afueras de la cueva, siendo Jacob quien ganara la contienda, obligando a Paul a abandonar la manada de Sam, regresando a la caverna con la única intención de calmar los sollozos y el terror de su imprima, al haber sido testigo de tal pelea de fieras.
—Que quede asentado que Paul ya no es parte de mi manada. —El molesto lobo tomó la mano de Emily, retirándose rápidamente de la reunión, a pesar de que era su deber el haberse quedado hasta el final.
—A pesar de todo lo ocurrido el Consejo sigue reacio a aceptar que el líder de la primera manada de esta generación sea alguien que se ha comprometido con una inmortal, ya que tememos que su relación perjudique las decisiones que pudieses llegar a tomar en el futuro. —No solo Leah comenzó a abuchear a los líderes del Consejo, tanto Jacob como Seth les hicieron saber su descontento, siendo el viejo Quil quien los hiciera callar, poniéndose de pie para dictaminar una sentencia—. El alfa y el beta deberán enfrentarse y quien gané tomará el liderazgo de la manada definitivamente y es mi última palabra… se cierra está reunión. —El prepotente anciano tomó un puño de arena, arrojándolo sobre la fogata intentando apagar las llamas, dejando por sentado que la reunión había concluido, acercándose al joven Black—. Espero que la próxima reunión sea para nombrarte líder, Jacob… y espero que traigas de una vez por todas a tus hijos ante el Consejo, ya que creemos que no sea buena idea que se críe junto a una chupasangre. —El serio y por demás molesto Quileute no dijo nada al respeto, abandonando rápidamente la cueva junto a su imprima, tal y como Sam lo había hecho junto a Alice, sin saber que sentir o que hacer ante toda aquella situación… hasta ahora.
 
—Estoy listo, Jacob. —Sam comenzó a desvestirse, induciendo al joven Black a hacer lo mismo.
—Bien… espero que esta sea la definitiva, Sam… ambos somos buenos batallando y esto parece que nos va a tomar días para resolverlo. —Habían intentado hacer trampa dejando que el otro ganara, pero la magia Quileute no era fácil de engañar, decidiendo enfrentarse por todas las de la ley, permitiéndole al destino decidir al azar, pero lo que ambos nativos no sabían, era que no existían los espíritus, ni el destino, ni el azar en sus vidas, tan solo un dios arrogante y prepotente llamado Klaus Mikaelson, que aunque no fuese omnipresente, poseía ojos en cada rincón del planeta, siendo Ethan Kavanagh, uno de sus informantes por parte de los metamórfos, observando las actividades de los Quileutes desde uno de los riscos más altos de Forks.
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Por más que Emmett hubiese intentado limpiar su recámara de los recuerdos dolorosos de un matrimonio fracasado, no pudo dejar de pensar en lo de la demanda de divorcio, ya que era imposible no hacerlo al haber decidido separarse definitivamente de la mujer que había jurado amar eternamente y por la que él creía que aún sentía algo, pero la realidad era que la costumbre a veces solía ser confundida como amor, cuando en realidad no lo era.
“Tal vez no debí titubear tanto y solo firmar el maldito papel antes de que Seth se fuera” No supo porque pensaba en eso, pero la realidad era que le importaba lo que el chico pensara sobre él, ya que le había dolido el dejarlo partir de aquel modo, como si su sola existencia no importara, cuando no hacía más que pensar en las interminables tardes de juego junto al rapaz y las largas noches junto a él mientras dormía, cuidando de que no se hiciera daño en las heridas—. “¡Bah… como si eso importara!”
Para Emmett importaba más de lo que él deseaba creer, ya que inconscientemente había llegado hasta donde Seth había quedado atrapado en la trampa para osos, dándose cuenta de ello al voltear hacia la izquierda y ver el risco por donde había bajado al pequeño lobo herido hasta la playa, percatándose de que había una pequeña niña de tan solo diez años de edad, jugando con unas cuantas muñecas Barbies.
—No, Stacy… no puedes saltar al risco, sólo los chicos lobos como Ken pueden saltar. —Emmett sonrió ante los infantiles juegos de la pequeña, la cual hizo brincar al muñeco, fingiendo saltar, pero el monigote se le soltó de las manos, cayendo al vacío—. Ken, no… —Se inclinó peligrosamente hacia adelante, afincando sus pequeñas manos en la orilla, lo que ocasionó un desprendimiento de la tierra, cayendo al igual que el muñeco, soltando un grito de desesperación.
 —No… —Gritó también Emmett arrojándose al vacío tras la niña, atrapándola en el aire, mientras intentaba aferrarse de las piedras y raíces que sobresalían de la boscosa pared de tierra con una de sus manos, consiguiendo detener la inminente caída.
—Auxilio… ayuda… —Gritó la niña, aferrándose al cuello del vampiro.
—Tranquila pequeña… todo va a estar bien… agárrate fuerte. —El corpulento vampiro comenzó a trepar velozmente el risco, saltando ágilmente hacía la cima, encontrándose frente a frente con Paul.
—¿Qué demonios haces tú aquí, maldito chupasangre? —Emmett se agachó para dejar a la llorosa niña en el suelo, observando como el descontrolado lobo comenzó a temblar a punto de entra en fase, siendo Jared quien apareciera al trote.
—¿Qué ha ocurrido? —preguntó el joven metamórfo, el cual se agachó al ver como la aterrada niña corrió a su encuentro, abrazándole con premura.
—Este infeliz pretendía robársela… ¿No es así? —El asombrado vampiro negó una y otra vez con la cabeza, ante la falsa acusación de Paul.
—No, no, no… yo no me quería robar a nadie… la niña se cayó y yo la salvé. —Jared le preguntó a la pequeña si eso era cierto, observando como su imprima asintió a su interrogante.
—¡Lo siento!… Ken se cayó e intenté rescatarlo pero… —La aún temblorosa niña comenzó a llorar nuevamente, abrazándose de quien por ahora, ejercía el papel de su hermano mayor.
—¿Y tú en donde demonios estabas? —preguntó Jared, después de tomar a la pequeña de cabellos cobrizos entre sus brazos, mirando retadoramente a Paul.
—Yo solo me descuidé por unos segundos… no pensé que se caería. —Señaló hacía donde se encontraban los otros juguetes—. Ella estaba sentada allí y yo solo me alejé un poco para no tener que orinar frente a ella. —Jared parecía querer matar a Paul con la mirada, exigiéndole que se apartara de su vista.
—¡Miren!… No quiero traer problemas entre ustedes… —Se acercó un poco a la pequeña, la cual no dejó de abrazar a Jared—. Ella solo se encuentra asustada, pero está bien. —Le acarició el cabello—. Yo solo pasaba por aquí porque me dirigía hacia la casa de los Clearwater, ya que no he sabido nada de mi amigo Seth… —Paul bufó por la nariz con cierto sarcasmo en su risita, alegando a continuación.
—Como si te fuésemos a dejar llegar a la casa de Sue como si nada, malnacido… tú y los tuyos no tienen permiso para entrar a la reservación, el hecho de que la supuesta imprima de Sam sea tu hermana, no te da derecho a entrar a nuestro territorio como se te dé la gana, no eres bienvenido aquí y…
—¡Oye, oye!... primero que nada más malnacido será tu abuelo, niñero de segunda, y por cierto… —Puso cara de asombro, preguntando a continuación—. ¿Cómo está eso de que Alice es la imprima de Sam?... Tengo entendido que los vampiros no podemos imprimarnos. —Al decir aquello la pequeña niña abrió desmesuradamente los ojos, preguntándole a Jared si él era uno de los que ellos llamaban “los fríos”.
—Así es, Renesmee… él es hermano de Alice… la novia del tío Sam. —La niña le sonrió dulcemente a Emmett, el cual correspondió del mismo modo infantil y sincero que la pequeña.
—Qué lindo y raro nombre tienes, Renesmee. —Jared le explicó que sus padres se lo habían puesto como una mezcla de los suyos, Renny y Esmeralda, los cuales murieron en un accidente de avión, dejando a la niña huérfana—. ¡Vaya!... Que mierda de vida… —La pequeña tornó el rostro triste y melancólico, escondiéndolo entre el cuello y el hombro de Jared, quien la acobijó entre sus grandes y fuertes brazos—. Pero Diosito te envió a tu guardián personal… ¿no? —Ella asintió y sonrió—. Pues no es tan mierda después de todo. —La niña rió por demás divertida, alegando que el vampiro era muy gracioso y para nada aterrador—. Gracias, princesita.
—Pues yo lo lamento por Nessie, Jared pero por más bien que le caiga “este” no pienso dejar que vaya con los Clearwater… Sue jamás nos lo perdonaría.
—Pues Paul tiene razón, Cullen… Lamentablemente no puedes ir a la casa de los Clearwater si no eres bienvenido. —Emmett asintió.
—Y lo entiendo… en verdad no quiero incomodar a nadie… si lo ven, díganle que Emmett lo está buscando. —Paul ignoró su petición, comenzando a recoger los juguetes de la niña, siendo Jared quien se acercara al vampiro, ofreciéndole la mano.
—Gracias por salvarla… no sé qué hubiese sido de mí, si ella hubiese muerto. —Le dio un beso en la mejilla a la pequeña. —Si de algo te sirve, tengo entendido que este año de colegiatura, Seth se rehusó a estudiar en el colegio de la reservación a causa del bullying que le hacían por sus gustos sexuales… ¡Ya sabes!... —Emmett asintió—. Así que está cursando el cuarto año en la secundaria de Forks con los cara pálidas. —Emmett estrechó su mano, agradeciendo enormemente la información.
—¡Por cierto!... van a tener que darme una membrecía o algo así… ya he salvado a dos de los suyos. —Jared sonrió, mientras que Paul bufó nuevamente por la nariz, mirándole de mala gana—. ¡Oye!... cuéntame lo de Alice… la enana desgraciada jamás me dice nada.
—Pues no seré yo quien te lo diga, Emmett. —Soltó la mano del grandote, dejando que su imprima se acercara al vampiro y depositara un dulce beso en su fría mejilla, notificándole a Jared que en efecto su piel estaba helada—. Gracias de nuevo. —Palmeó el hombro de Emmett, retirándose después de que la niña se despidiera del grandote, el cual se marchó en busca de su auto para ir a la secundaria de la ciudad, pensando no solo en la posibilidad de recuperar a su amigo, sino de sacarle información sobre lo de la imprimación entre Sam y su hermana, ya que según Jacob, los lobos jamás podrían llegar a imprimarse de un vampiro, aunque el mismísimo Klaus Mikaelson así lo quisiera.
 

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