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50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego) por ErickDraven666

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Capítulo 4

El espionaje

Edward escuchó atento una de las tantas clases que debía ver aquel lunes, el cual comenzó con una llamada de Emmett a las tres de la madrugada, notificándole a su hermano como estaban las cosas en Forks y sobre todo, los últimos acontecimientos con los lobos, lo cual, era de lo único que el atolondrado vampiro sabía hablar, quejándose de todos los Quileutes, aunque aquella vez, una de sus tantas historias con ellos, había sido a cerca de un jovencito de la manada que estuvo a punto de morir a causa de un cazador furtivo.

Más tarde Jasper había llamado a su hermano a eso de las cuatro y media de la madrugada, notificándole que en el transcurso de la mañana, llegaría a su correo lo que le había pedido; averiguar todo lo relacionado con Christian Grey y su familia.

El profesor de aquella clase, hablaba sobre los diferentes traumas que podían aflorar durante la infancia, elucubrando nuevamente acerca del magnate, imaginando que todos sus problemas mentales podrían provenir de una niñez traumada, al recordar los pensamientos que Christian tenía constantemente con su difunta madre.

Edward no recordaba muy bien a la suya, hacía más de cien años de su muerte, manteniendo guardado en su subconsciente pequeños fragmentos de su madre Elizabeth y de su padre Edward, con el cual tenía poca comunicación debido a su carrera de abogado, aquella que le había dado a su hijo la oportunidad de estudiar en buenos colegios y haber disfrutado de un profesor particular de música.

Pero Christian parecía haber salido de una familia pobre y disfuncional, ya que mientras dormía, el vampiro pudo husmear un poco en su inconsciencia, percatándose del intranquilo sueño que padecía, a causa de diversas pesadillas que lo agobiaban, a pesar de haber visto tan solo el final de una de ellas, ya que el magnate había despertado sobresaltado esa mañana del domingo, teniendo que regresar a su alcoba y hacerse el dormido.

“¿Qué te hicieron, Christian” Pensó, jugando inconscientemente con el lápiz de grafito que giraba entre sus dedos, escuchando al profesor llamar la atención de uno de los estudiantes, el cual se disculpó con el docente, retomando compostura. “¿Qué pudieron haber hecho contigo para que ahora te gusten esas cosas tan extrañas que te existan?” Por un momento pensó en violación infantil, pero imaginó que más que gustarle el sexo con violencia lo odiaría, aunque muchos afirmaban que el trastorno del rey del pop, Michael Jackson, de quien aseguraban que era un pedófilo, había sido consecuencia de los abusos sexuales padecidos a temprana edad, repitiendo aquel patrón de conducta en su adultez. “No creo que ese sea tu caso” Elucubró sobre aquel asunto, sintiendo como el Android vibró dentro del bolsillo de su pantalón, sacándolo rápidamente.

[No intento presionarte, solo quiero saber si has estado leyendo el contrato]

Edward sonrió dejando el celular sobre el soporte de madera frente a él, donde tenía abierta una libreta de apuntes, y sobre esta, el contrato que Christian le había dado ayer antes de volver a su departamento, observado los tildes que había colocado sobre la hoja, accediendo a varias cláusulas menores, siendo la de los actos sexuales y los límites entre el amo y su sumiso, lo que lo mantuvieron pensativo a pesar de ser solo un juego “hipotético”, respondiéndole al multimillonario.

[Una que otra clausula me ha parecido inofensiva, las demás temo echarles una hojeada y terminar con un derrame cerebral]

Por alguna extraña razón Edward lo imaginó sonriendo, sin poder tener la certeza de ello, ya que lo más seguro era que el acaudalado hombre de negocios, fuese de esos que jamás habían usado las caritas de los emoticones, respondiendo tan solo lo que pensaban sin hacer visibles por medio de mensajes de texto, sus acciones o sentimientos.

[¿Puedo saber cuál de ellas ya has tildado en conformidad?]

Por supuesto el joven vampiro no se equivocó, ya que él era igual con las personas con las que no tenía confianza, usando los emoticones tan solo con Alice y con Emmett, ya que Jasper era tan o más hermético que el propio Christian y su mal genio. Buscó las cláusulas que había aceptado, tomándole una foto a la primera, enviándoselas al magnate.

“El sumiso estará disponible a partir de todos los viernes después de haber firmado el contrato con el amo hasta el domingo por la noche. (Acordar horas previamente) El sumiso deberá prestar sus servicios al amo cuando él así lo disponga, durante los tres días correspondientes, mientras que entre semana, quedará sujeto a un acuerdo previo entre ambas partes, horas o días antes al encuentro”.

El vampiro siguió leyendo el contrato, tachando lo de la comida, y el tener que adaptarse a un régimen alimenticio especifico, al igual que acceder a dormir cuando el cretino del Grey se lo impusiera, negándose rotundamente a tener que ver el techo de una alcoba solo o en compañía de aquel hombre o peor aún, tener que fingir que dormía.

[Perfecto… vamos progresando… ¿cuál es la que menos te ha agradado?]

Edward tomó una captura de las dos cosas a las que había tachado con una equis, no solo en el recuadro correspondiente sino también sobre las letras, enfocándose nuevamente en el profesor, quien siguió dando la clase a la que el vampiro, a pesar de estar conversando con Christian por teléfono, le estaba prestando atención.

Un nuevo mensaje consiguió que Edward enfocara sus ambarinos ojos sobre el Android, ya que el peculiar color miel de sus iris había vuelto gracias a la ingesta de un feroz perro callejero, el cual estuvo a punto de atacar a una anciana, siendo Edward quien acabara con la vida del animal, aquel que de todos modos moriría ante la letal enfermedad de la rabia.

[Pues deberás entregarme todo un reporte médico para que yo desista de ambas clausula, de lo contrario no estarán a discusión]

Edward frunció el ceño, escribiéndole a Carlisle para exigirle uno de sus formularios médicos en blanco, con su firma y sello, tanto personal como del hospital de Forks, notificándole que lo necesitaba para su tesis, prometiéndole una explicación luego.

El celular volvió a vibrar, justo cuando Edward tildó algunas cláusulas, tachando varias cosas que no le gustaban de ella, accediendo a otra, como en el caso de la ropa, donde exigía usar solo atuendos aprobados por Christian, sintiendo que aquel jueguito suyo de dominación se excedía de controlador, dándole gracias a Dios de que no necesitaba respirar, ya que si a Christian le daba la gana de que el muchacho no respirara, el vampiro no tendría problemas en acatar aquella exigencia.

Se percató de que lo que había llegado a su celular no era un mensaje instantáneo sino un correo de parte de su hermano Jasper, enviándole un pequeño informe acerca de Christian Grey, el cual comenzó a leer después de haber descargado el archivo.

Nombre completo: Christian Trevelyan Grey

Fecha de nacimiento: 18 de Julio de 1983

Ciudad de nacimiento: Detroit.

Estudios: Asistió brevemente a la Universidad de Harvard, donde sus estudios inconclusos fueron sobre Política y Economía.

Ocupación actual: Presidente CEO de Grey Enterprises Holdings, inc.

Hobbies: Navegar, volar y tocar el piano (practicante del BDSM)

Madre biológica: Ella (Apellido desconocido) murió por sobredosis de drogas, la doctora Grace Trevelyan Grey fue la facultativa que recibió a Christian en urgencias del hospital donde fue llevada su difunta madre, con la que aquel niño había pasado cuatro días con el cadáver antes de ser descubierto.

Infancia: Traumática, entre las adicciones de su madre y un padrastro abusivo, el chico presentó diversos problemas psicológicos y de conducta en su adolescencia.

Mejor amiga y amante: Elena Lincoln, quien fue la proveedora de los $100.000 con los que Christian comenzó su enorme emporio financiero.

Ultima relación amorosa: Anastasia Rose Steele.

Familia Adoptiva:

Madre: Grace T. Grey

Padre: Carrick Grey

Hermanos: Elliot y Mía Grey

Edward terminó de leer, mirando al frente sin decir ni una sola palabra, pensando en todo lo que había leído, elucubrando sobre alguna de las similitudes que él y Christian tenían como que ambos eran adoptados y poseían fortunas muy similares, leyendo nuevamente los nombres de los padres adoptivos del magnate, soltando una risotada al darse cuenta que hasta los nombres eran algo parecido al igual que las carreras, aunque en el caso del multimillonario, la doctora era su madre, mientras que en el caso de Edward, Carlisle era quien ejercía la medicina.

Una secuencia de disparos fotográficos hizo voltear al serio vampiro hacía su flanco izquierdo, observando unas gradas más abajo de donde el joven estudiante escuchaba la clase de psiquiatría, al impertinente camarógrafo que había estado acosándole con su cámara, aquel que giró raudo su rostro hacia otro lado, haciéndose el desentendido.

“Voy a tener que deshacerme de ti, muchacho” Pensó Edward por demás molesto, fulminándole con la mirada, observando cómo escondió su cámara profesional dentro del bolso, justo cuando el profesor agradeció la concurrencia del alumnado, exigiéndoles para una próxima clase, un reporte detallado de algún trauma de la infancia de cualquier persona que conocieran y su respectivo análisis al respeto.

Por unos segundos Edward pensó en Christian, pero era muy pronto para preguntarle sobre aquel asunto, aunque bien podrían acordar los días de terapia, en los que el joven vampiro pudiese ir construyendo su tesis y al mismo tiempo ayudar al multimillonario.

—Feliz comienzo de semana, jóvenes… hasta el próximo lunes. —El profesor no había terminado de decir aquello, cuando Edward ya había tomado sus pertenencias, guardando el teléfono celular en el bolsillo de sus jeans, colocándose el bolso sobre el hombro, bajando raudo y en silencio, pasándole por un costado al fastidioso fotógrafo, quien comenzó a ayudar a una chica a recoger los apuntes que habían caído al suelo o mejor dicho, que Edward había golpeado adrede, para poder introducir la mano dentro del bolso del joven latino sin que se diera cuenta, hurtando su cámara.

Salió sin ser detectado del salón, escondiendo la cámara en su bolso, encaminándose a la cafetería, pensando en que a lo mejor el fotógrafo seria su próxima víctima, sintiéndose ansioso y al mismo tiempo culpable por partes iguales, ante aquel pensamiento.

Entró a la cafetería, tomando asiento en una de las mesas pequeñas del fondo, desperdigando sobre esta los cuadernos y los libros que había estado aferrando con el brazo izquierdo, percatándose nuevamente de la presencia del contrato de Christian, el cual se rehusaba a perderse entre sus apuntes.

Sacó nuevamente su teléfono celular, encontrándose con la pregunta de Jasper, sobre si había recibido la información y un nuevo mensaje de Christian, preguntándole si estaba en clases o no, tipeando rápidamente su respuesta.

[Lo estaba, ahora estoy en la cafetería y no podrás decidir lo que comeré, así que ni te atrevas a sugerirme algo]

Quiso jugar un poco con la paciencia del acaudalado hombre de negocios, imaginando que aquello lo cabrearía, tomando nuevamente el contrato, disponiéndose al fin a leer una de las partes engorrosas de todo aquel asunto.

¿Acepta el Sumiso lo siguiente?

Bondage con cuerda

Bondage con cinta adhesiva

Bondage con muñequeras

Otros tipos de bondage de cuero

Bondage con esposas y grilletes

¿Acepta el Sumiso los siguientes tipos de bondage?

Manos al frente

Muñecas con tobillos

Tobillos

A objetos, muebles, etc.

Barras separadoras

Manos a la espalda

Suspensión

Rodillas

¿Acepta el Sumiso que se le venden los ojos?

¿Acepta el Sumiso que se le amordace?

Edward no pudo evitar reír, apretando sus labios con ambas manos, ante aquel estúpido documento, imaginando a Christian sintiéndose importante y completamente orgullos de redactar aquella idiotez, pensando que si alguien más estuviera leyendo con él dicho contrato, de seguro lo tildaría a él, de ser más estúpido que el señor Grey, al perder su tiempo en aquel jueguito de poder y dominación.

“¿Así que te gusta jugar rudo y sin miedo, Christian?” Se preguntó mentalmente el vampiro, como si el perturbado hombre de negocios fuese a responderle, comenzando a tildar casi todo como aceptable. “Bien… juguemos… veamos que tienes que mostrarme, -hipotéticamente- hablando” Algunas las omitió por supuesto, ya que eran demasiado oscuras y asquerosas, imaginando que solo estaban en el contrato para probar al muchacho y ver qué nivel de perversión o de inocencia habría en él.

Respondió rápidamente el mensaje de Jasper, agradeciéndole toda la información pertinente, notificándole que solo le faltó informarle sobre su sabor favorito de helados, intentando bromear con su odioso y seco hermano, encontrándose con un nuevo mensaje instantáneo de parte de Christian, el cual decía:

[Pues si ese contrato estuviese firmado no solo te haría comer lo que se me diera la gana, también te hubiese dado unos cuantos azotes por impertinente]

El asombrado vampiro abrió la boca ante aquella respuesta, deseando tenerlo cerca y soltarle los más fuertes improperios, pero aquello seria demostrarle que no estaba acto para seguirle el paso, así que el apuesto estudiante de psicología prefirió continuar con el juego bajo sus mismos términos, respondiéndole apremiante.

[Hoy es lunes, y aunque el contrato estuviese firmado no podrías hacer nada para castigarme u obligarme porque solo podrás tener acceso a mí, los fines de semana]

Envió rápidamente su mensaje, recibiendo esta vez no solo la respuesta de Jasper sino la de Carlisle, riendo ante el corto mensaje de su hermano, quien envió una sola palabra, la cual consiguió las risas del vampiro.

[Es vainilla]

No pudo ni siquiera imaginar a Jasper averiguando aquella tontería, pero no se había equivocado, a Christian parecía gustarle la vainilla o eso imaginó, al comparar el sexo común y silvestre con aquel simple sabor de helado, leyendo sin dejar de reír, la respuesta de Carlisle.

[Lo tendrás para mañana en la mañana, Edward… Me alegra que hayas aceptado el caso del señor Grey, sé que te ayudará mucho con tu tesis]

Envió al final de su respuesta una carita abrazándose a sí misma, lo que hizo sonreír a Edward ante las muestras de cariño de su padre, recibiendo un nuevo mensaje, esta vez de parte de Alice, justo cuando el joven latino, entró a la cafetería viendo a todos lados.

[No vayas a matarlo, hermano… devuélvele la cámara y conversa con el muchacho, no es una persona mala, solo un poco atolondrado]

Allí estaba Alice, metiendo sus narices o mejor dicho su don premonitorio en donde no debía, elucubrando sobre cuándo comenzaría su hermana a meterse en el acuerdo entre Christian y él, imaginando que de algún modo u otro ella ya lo sabía pero no se atrevía a decírselo, a pesar de haberle comprado los tenis, informándole que los necesitaría en el futuro, mostrándole a Edward una mañana lluviosa, acompañando al multimillonario a ejercitase.

[Lo pensaré, hermana]

Fue la odiosa y corta respuesta del vampiro, observando como el muchacho ya se había percatado de su presencia, acercándose a paso rápido y decidido hacía él, mientras Edward comenzó a leer despreocupadamente, esperado a que el joven fotógrafo se acercara, leyendo en su mente lo que venía a espetarle de mala gana.

—Devuélveme mi cámara. —Edward levantó la cara, alzado una ceja, mirándole extrañado.

—No sé de qué me hablas. —Respondió el vampiro.

—Hurtaste mi cámara, yo lo sé. —Edward enfocó sus ojos sobre el contrato, haciéndose el desentendido—. Mira… lo admito, te molesté y lo siento, pero es que cuando sonreíste no pude evitarlo, tus gestos, tus acciones y tu rostro, son tan perfectos que la cámara cobra vida por si sola y se lanza sobre ti. —El incomodo vampiro levantó nuevamente la mirada.

—El único que va a ser lanzado por una de las ventanas de la cafetería vas a ser tú si no me dejas en paz. —Pero aquello no asustó al muchacho, tomando asiento del otro lado de la mesa, dejando su bolso en el espaldar de la silla.

—Mira, lo siento en verdad, sé que no debo acosarte como lo he estado haciendo, pero juro que es por una buena causa. —Edward recibió un nuevo mensaje de parte de Alice, con una carita triste y dos manitas unidas, como si le estuviese implorando que lo escuchara, dejando el teléfono a un lado después de enviar un emoticón enojado—. Hay una institución de niños con problemas auditivos que está comenzando su ayuda humanitaria y mi amiga y yo hemos estado consiguiendo los fondos para que dicha fundación comience. —El serio vampiro cerró su libreta de apuntes y los libros, recostándose de su asiento, permitiéndole hablar—. Pensé en poner mi granito de arena con una exposición fotográfica, y todo lo recaudado ira a dicha fundación, por favor… solo te pido que me des tu permiso para usar las fotos.

Edward sabía que el joven no mentía al ver en su mente el centro de apoyo, el cual estaba en muy mal estado, percatándose de igual modo del número de niños que se encontraban en aquel lugar y las personas que conformaban el grupo de apoyo, bajando la mirada.

—Bien… —Soltó justo cuando un nuevo mensaje llegó, ignorándole por completo—. Te daré permiso. —El joven latino sonrió, observando cómo Edward tomó su bolso, extrayendo de él la cámara fotográfica—. Pero para una próxima vez, no acoses de ese modo a las personas, primero pregúntales antes de cabrearlas. —Dejó la cámara sobre la mesa—Te puedes retirar. —El aun molesto vampiro enfocó nuevamente sus ojos sobre el contrato, después de abrir nuevamente la libreta donde lo tenía, esperando a que el joven se marchara.

“Sí, sí, sí… no puedo creerlo, al fin lo conseguí… solo falta obtener su número de teléfono y estaré realizado” Edward intentó contener su mal humor, ignorando aquel pensamiento, respondiéndole al muchacho, justo cuando comenzó a formular la pregunta—. Podrías darme tú…

—No… —Respondió sin tan siquiera verle a la cara.

—¡Oh vamos!... Es para invitarte a la presentación. —Edward levantó una vez más la mirada, clavando sus desdeñosos ojos sobre el fotógrafo.

—No necesitas mi teléfono, imagino que vez clases en esta universal. —El joven negó con la cabeza.

—Solo hago reportajes para esta universidad y también llevo el dominio de las redes sociales, ya sabes… de algo hay que comer hasta convertirme en un fotógrafo famoso. —Edward asintió—. No me presente como debía, un gusto… José Rodríguez. —Aquello le confirmó a Edward su descendencia latina.

—Imagino que no me tengo que presentarme. —Respondió el impertérrito vampiro, estrechando la mano que el joven le ofrecía. —Ya tienes tu cámara y tu permiso, ahora déjame estudiar. —Enfocó nuevamente sus ojos en los apuntes sobre la mesa, escuchando lo que el entrometido muchacho preguntó a continuación, percatándose desde sus pensamientos, como observaba el sello del contrato que Christian le había entregado.

—¿Conoces al señor Grey? —Edward cerró rápidamente la libreta donde tenía resguardado el contrato, mirando con el ceño fruncido al muchacho.

—Eso no te incumbe. —El sonriente joven guardó su cámara, antes de que a Edward se le revolviera nuevamente el páncreas, pagando la rabia con su instrumento de trabajo.

—Es solo que el señor Grey es muy rico y si lo conoces me gustaría que me ayudaras a llevarlo a la exhibición fotográfica. —Edward tomó su teléfono celular, haciéndose el desentendido, viendo el mensaje de Alice, lo cual era solo una carita arrojándole un beso.

—No prometo nada. —Fue la respuesta del serio e imperturbable vampiro.

—Yo lo conocí hace tiempo, le hice una sesión de fotos pero el cretino ni siquiera tuvo el tupe de darme una carta de recomendación… Imagino que al haber terminado su relación con mi mejor amiga, el señor Grey le dio igual ayudarme en mi carrera fotográfica. —Al decir aquello, José pensó en la dichosa amiga, dejando que el asombrado vampiro se percatara del rostro de la fulana, preguntándole amablemente.

—¿Tu amiga tiene nombre? —El joven asintió.

—Ana, su nombre es Anastasia. —Edward no pudo creer lo pequeña que era la ciudad de Seattle, permitiéndole conocer al mejor amigo de la última sumisa de Christian, imaginando que debía cambiar su forma de ser y llevarse bien con el muchacho por un bien común—. Bueno… me retiro, ya no te quiero importunar más. —Pero Edward no iba a permitir que aquel joven se fuera sin contarle sobre su amiga y la relación que había tenido con Christian Grey, ofreciéndole amablemente.

—¿Quieres tomarte un café? —José aceptó encantado, sentándose nuevamente frente a Edward, quien pidió un par de capuchinos, pensando el modo de deshacerse del suyo, justo cuando un nuevo mensaje de parte de Christian, consiguió que Edward sintiera una enorme vergüenza y al mismo tiempo la dicha de no poder ruborizarse ante semejante respuesta.

[No necesito castigarte hoy, Edward… suelo ser muy paciente cuando quiero, y mis castigos los analizo con cautela, por ahora puedes ser todo lo prepotente que quieras pero tarde o temprano una de mis tablas de madera le demostrara a tu virginal trasero cuando debe permanecer cerrada tu boca]

 

Después de haber luchado en contra de su creciente enfado, ante la impertinente y atorrante respuesta de Edward, Christian envió el mensaje instantáneo que logró desahogar la molestia que aquello le había causado, jurándose que haría hasta lo imposible por bajarle los aires de grandeza al muchachito, así tuviese que llegar a medidas extremas.

Dejó el celular a un lado, intentando analizar los últimos promedios del índice bursátil, calculando las acciones de varias empresas, las cuales había adquirido en los últimos meses, percatándose de que cada una de ellas se había transformado en una enorme cifra de dinero con varios ceros de mas, engordando las cuentas bancarias del acaudalando multimillonario, aquel que comenzó a ejecutar varias llamadas, vendiendo unas cuantas e invirtiendo lo ganado en otras, monopolizando el mercado de divisas.

—Señor Grey, Taylor se encuentra en la recepción. —Notificó su secretaria particular desde el intercomunicador.

—Hazlo pasar. —Observó su celular, percatándose de que no hubo ninguna respuesta de parte de Edward, sintiéndose satisfecho—. Así me gusta, callado y respetuoso. —sonrió más que complacido, observando el arribo de Taylor, quien traía en sus manos un sobre de manila, dejándolo sobre el escritorio.

—Buenos días señor Grey, lo que me pidió. —Christian tomó el sobre, sacando el resumido reporte de la investigación que había hecho la mano derecha del magnate sobre Edward, leyendo a continuación, después de exigirle a Taylor que se sentara.

Nombre completo: Edward Anthony Masen Cullen

Fecha de nacimiento: 20 de Junio de 1991

Ciudad de nacimiento: Chicago, Illinois.

Estudios: posee varios títulos en medicina, actualmente estudia psicología en la universidad privada católica de Seattle.

Ocupación actual: Estudiante.

Hobbies: Tocar el piano, viajar e ir de caza.

Padres biológicos: Elizabeth Masen y Edward Masen.

Infancia: Feliz… Vivió en Chicago con ambos padres, hasta que fallecieron a causa de una enfermedad terminal, siendo luego adoptado por los Cullen, heredero de la fortuna de los Masen (Fecha de adopción: no encontrada)(Datos sobre la muerte de sus padres: No encontrados)

Última relación amorosa: Isabella Marie Swan Black (actualmente casada)

Familia Adoptiva:

Madre: Esme Anne Cullen

Padre: Carlisle Cullen

Hermanos:

Jasper Hale Cullen y Mary Alice Brandon Cullen (esposos)

Emmett McCarty Cullen y Rosalie Lillian Hale Cullen (esposos)

Levantó la mirada, dejando el rostro cabizbajo, sosteniendo el documento con ambas manos, arrojándolo rápidamente sobre el escritorio, cruzándose de brazos.

—¿Esto es todo? —preguntó Christian en un tono de voz que denotó insatisfacción.

—Lo siento señor, me dio poco tiempo para conseguir la información y al parecer la familia Cullen posee registros inconclusos sobre sus vidas. —Aquello dejó pensativo al multimillonario, elucubrando sobre que podrían estar ocultando los Cullen y porque—. Puedo intentar averiguar más a fondo sobre ellos y su pasado, pero me tomará más tiempo, cada vez que tenga algo nuevo se lo haré saber… ¿Le parece? —Asintió.

—Perfecto. —El celular de Christian vibró sobre el escritorio, tomándole raudo al ver cómo comenzó a rodar por la liza superficie de madera—. Mantenme informado… puedes retirarte, Taylor. —El hombre de negocios, abrió el mensaje de texto de Edward, sintiendo que la reciente ira que se había ido, volvió ante su respuesta.

[Suelo soportar el dolor de un modo en el que no tienes ni idea, Christian… acabo de tildar en tu contratito el nivel de tolerancia más alto… espero tu mejor golpe]

Lo peor no fue la respuesta, sino el estúpido emoticón sonriendo de medio lado, tal y como Edward solía hacerlo inconscientemente, siendo aquel gesto el que más le irritara del muchacho, así como lo era que Anastasia pusiera los ojos en blanco.

—¿Tiene planes para almorzar, señor? —A Christian estaba que se lo llevaba el diablo de la rabia, respondiéndole lo más calmado que pudo, dejando el celular sobre la mesa.

—No… aun no… te llamo luego si decido algo en concreto… —El hombre de traje y corbata asintió, pretendiendo retirarse de la oficina, observando la creciente ira que parecía estar embargando al magnate, el cual tomó nuevamente el celular en sus manos, pretendiendo responder—. Disculpe que me entrometa en sus asuntos personales, señor Grey… —El aludido levantó la mirada— …pero, ¿A qué viene su necesidad de saber a cerca de la vida de ese muchacho?... Usted solo manda a investigar a sus sumisas. —Christian enfocó sus ojos en el celular, respondiendo el mensaje del joven estudiante de psicología.

[De mucho carece, quien alardea demasiado… Veamos qué tan tolerante eres, Anthony… solo firma el contrato y deja de hacerte el prepotente conmigo]

Christian ya imaginaba la cara de Edward al leer aquello, preguntándose cómo diablos había obtenido su segundo nombre, demostrándole que con él no se jugaba, dejándole claro que todo lo que quisiera saber del joven estudiante lo conseguiría sin problema alguno, ya que para Grey, todo era adquirible.

—Flynn me ha traído a este chico para que sea mi nuevo terapeuta. —Alegó Christian a la pregunta de Taylor, quien había estado esperando a que el serio hombre de negocios respondiera aquel mensaje—. Y a la vez el chiquillo obtiene su diplomado en psicología, gracias a mi aporte a la ciencia, al servirle de conejillo de india—. Notificó aquello último con cierta ironía.

—¿Y porque se prestó para eso? —preguntó extrañado el empleado de confianza del magnate.

—Porque me gusta ayudar, Taylor… sabes lo humanitario que soy. —Christian sonrió con cierta ironía.

—Creo más en su orgullo, señor Grey… —El aludido sonrió, esta vez con mayor ahínco, sin ocultar el agrado hacia las palabras de Taylor.

—Me conoces bien, Jason… —Enfocó sus ojos en el computador, abriendo su correo personal—. Todos creen conocerme y sobre todo pretenden ayudarme con… mi supuesto problemita mental. —Miró de soslayo a Taylor, quien sonrió manteniendo la manilla de la puerta aferrada, esperando la acotación de su jefe—. Pero yo les voy a demostrar quién es Christian Grey y cuál es mi verdadero problema mental. —El empleado del acaudalado hombre de negocios pensó que el único problema que tenía su jefe era su arrogancia y su elevado ego, mientras Christian pensó que su único mal era el disfrutar al máximo de su sexualidad, comenzando a responder su correspondencia virtual—. Puedes retirarte, Taylor.

La mano derecha de Christian asintió, retirándose al fin de la oficina presidencial de Grey Enterprises Holdings, inc., justo cuando el teléfono celular del multimillonario volvió a vibrar, intentando hacerse el desentendido, aunque se moría de ganas por saber lo que el odioso chico había respondido, tomando el aparato sin dejar de leer su correspondencia, negando con la cabeza, ante un nuevo correo electrónico, insistiéndole al señor Grey a asistir a un evento de caridad como todos los meses lo hacían, rechazando una vez más la invitación, leyendo la respuesta de Edward.

[No alardeo, Trevelyan… Y para confirmártelo iré justo ahora a tu oficina a entregarte el contrato ya firmado]

Christian no supo qué hacer; por un lado estaba aquella precipitada decisión suya de ir hasta allá y entregarle el contrato ya firmado sin discutir las clausulas en las que no estaban de acuerdo y por el otro su arrogante respuesta, demostrándole que él también conocía su segundo nombre o más bien, el otro apellido que el multimillonario ocultaba, al ser realmente vergonzosos, aunque muchos se confundían creyendo que Trevelyan era un nombre, ya que Grey era el apellido de su padre, teniendo que ser el primero en su documentación legal y no el de su madre Grace.

La puerta se abrió precipitadamente, dejando ver el molesto rostro de Mía, discutiendo con Andrea, la secretaria de Christian, quien se disculpó con su apuesto jefe, notificándole que como siempre, no pudo evitar que la señorita Grey entrara de aquel modo, mientras la chica zarandeó de un brazo a otro su bolso, sin dejar de hablar como una locomotora fuera de borda.

—No entiendo porque siempre debo esperar a que me anuncies con mi hermano, si ya sabes quién soy y él sabe quién soy y todos sabemos quiénes somos, niña… me incomoda que deba esperar afuera mientras tú le informas que yo he llegado como si esto fuera el palacio de Buckingham y yo tuviera que hacer una cita previa para ver al príncipe Christian II de la bienaventuranza palacios y de castilla. —El aludido intentó no reír ante el estrafalario nombre que le había inventado, para hacerle entender a la pobre asistente que estaba cansada de lo mismo.

—Lo siento señorita Mía, son órdenes del señor Grey… yo solo hago mi trabajo. —La joven rubia miro de soslayo a Christian, quien enfocó sus ojos sobre el computador, eliminando toda la basura que no le importaba, incluyendo la invitación a un evento de recaudación de fondos para una nueva casa hogar de niños sordo mudos, imaginando que era otra treta de algún buitre para tomar ventaja de su bondadoso bolsillo.

—Pues dile que conmigo esa regla no aplica, Christian. —Exigió la atolondrada hermana del magnate, arrojando su costoso bolso sobre una de las sillas, tomando asiento en la otra. —Dile… —Le pidió nuevamente al impertérrito hombre, el cual respondió uno que otro mensaje, recordando que Edward iría a verle, sin saber cómo deshacerse de su inesperada hermana.

—Puedes retirarte, Andrea. —Ordenó Christian, enviando sus respuestas… esperando a que la joven se marchara, notificándole a su hermana—. ¿Podrías tan siquiera tocar la puerta antes de entrar? —Mía cruzó tanto sus brazos como las piernas, fulminando a su hermano con la mirada. —Yo podría estar ocupado en alguna reunión.

—Tus reuniones son en el salón de juntas.

—Podrían estarme entrevistando. —respondió, apartando sus ojos del computador, tomando su teléfono celular, recostándose del espaldar de su confortable silla ejecutiva.

—Las entrevistas normalmente las das en el salón VIP o en casa, no en tú oficina.

—Pues así conocí a Anastasia, y fue aquí donde me entrevistó. —Mía rodó los ojos de mala gana.

—Pues más a mi favor, si algo así se llegase a repetir aquí tienes a tu hermana que te salvará de otra Anastasia, taruga que te pueda romper el corazón. —Christian suspiró, ya que discutir con Mía era más estresante que lidiar con un bufe de abogados o con todos los elitistas de Wall Street, sobre el mercado financiero, enfocándose en su celular, respondiéndole a Edward, mientras la muchacha siguió hablando sin parar, despotricando en contra de Ana, al haber dejado a su amado hermano por un pata en el suelo.

[¿Podemos discutirlo más tarde?... en estos momentos me encuentro ocupado en una reunión importante y no creo poder atenderte]

—¿Me estas escuchando, Christian? —El magnate asintió, poniendo los ojos en blanco.

—Es difícil no hacerlo, Mía… hablas y hablas sin tan siquiera permitirle a tus pulmones tener el alivio de disfrutar de una bocanada de aire fresco. —Ella intentó no reír a su odiosa respuesta, enfocando sus curiosos ojos sobre el sobre de manila y su contenido, tomándole rápidamente, sin que el asombrado hombre de negocios pudiese reaccionar a tiempo para impedirlo—. Te he dicho que no toques mis cosas, Mía… entrégame eso.

Pero como siempre ocurría con la inmadura chica, ignoró por completo sus exigencias, leyendo a viva voz el contenido, justo cuando un nuevo mensaje de parte de Edward entró a su celular, notificándole que estaba justo ahora subiendo por el elevador, logrado que Christian se levantara rápidamente de su asiento, intentando quitarle el documento, consiguiendo que Mía se incorporara del suyo, pretendiendo alejarse de él, sin dejar su entretenida lectura.

—Nombre… Edward Anthony Masen Cullen… fecha de nacimiento… veinte de Junio de mil novecientos noventa y uno… ¡Uhi!… tiene veinte años. —Apartó sus ojos del documento, mirando a su hermano, sin dejar de huir de él, mientras Christian intentó alcanzarla—. ¿Es lindo? —El molesto hombre detuvo su persecución, fulminándola con la mirada.

—Yo que voy a saber si un hombre es apuesto o no, Mía… ¡Por favor!... entrégame eso. —Pretendió arrebatarle la hoja, pero Mía fue más rápida que su hermano, apartándola de él.

—¡Oh vamos!...esa tontería de que un hombre no ve a otro caballero apuesto es una estupidez machista y retrograda… claro que puedes darte cuenta si es apuesto o no, sino… ¿cómo creer que existe la envidia y la competencia entre ustedes por conseguir la atención de la mujer deseada?... Esos días de apostar a ver qué macho orina más lejos que el otro para ver qué tan largo es su pito quedaron atrás… ahora se observan escrutadoramente, se ven sus defectos y virtudes, así que dime… ¿Es lindo? —Christian no supo si reír o molestarse con su hermana más de lo que estaba, conteniendo su creciente ira en contra de la estrafalaria chica, la cual aún esperaba su respuesta.

—Si me entregas el documento te respondo. —El magnate detestaba tener que seguirle sus tontos juegos infantiles a su hermana, rebajándose a su nivel mental, el cual parecía el de una niña de diez años.

—Dime primero y te lo entrego. —Christian pudo sentir como su paciencia estaba por llegar a su límite, acercándose rápidamente sobre la risueña muchacha, la cual escapó de las garras de su iracundo hermano, corriendo hacia la puerta de la oficina presidencial, lo que ocasionó que Christian le siguiera, aferrándola con fuerzas del brazo, justo cuando la joven abrió la puerta, revotando en contra de la pared de concreto que era Edward, aquel que por supuesto ni se movió ante el impacto, siendo Mía quien cayera precipitadamente sobre su hermano, aquel que termino sentado de culo en el suelo—. Por todos los cielos Mía… mira lo que has hecho… —Fulminó a la hilarante chica, quien no pudo dejar de reír—. ¿Cuándo vas a madurar? —Le gritó tan alterado que pudo conseguir que la divertida muchacha calmara sus impertinentes carcajadas.

—¡Oh por todos los cielos, señor Grey… ¿Se encuentra usted bien? —preguntó Andrea, pretendiendo entrar a la oficina, siendo Edward quien lo hiciera primero, ofreciéndole la mano al iracundo hombre en el suelo, para ayudarle a levantarse sin pretensión alguna de reír ante lo que estaba ocurriendo, aunque lo deseaba.

—¿Crees que estoy bien? —Aferró la mano de Edward, percatándose de aquella peculiar temperatura corporal del muchacho, restándole importancia ante su creciente ira—. Gracias a las estupideces de mi infantil hermana he quedado en ridículo. —Se levantó, mirando a los ojos al sonriente pero tranquilo muchacho, ruborizándose ante la vergüenza que lo embargaba a causa de la precipitada caída que su hermana había perpetrado, sin quererlo—. Gracias. —Edward asintió, soltando la mano de Christian, quien se acercó raudo a Mía, arrebatándole al fin el documento.

—Lo siento hermano. —Edward volteó a ver a la joven de cabellos oscuros, al escuchar cómo se refería a Christian, siendo parte de su familia—. Solo quiero que te diviertas un poco, después de lo de Ana, tu solo vives con esa cara de perro buldó…

—Ya es suficiente de tus impertinencias, Mía. —Sentenció su hermano, tratando de hacerle callar y que no hablara más de la cuenta, pero lo que Christian no sabía era que Edward había conseguido bastante información sobre aquella relación entre él y la joven Steele, gracias al bocazas del mejor amigo de la tal Ana, siendo esta vez Andrea quien hablara.

—Venía a notificarle que el joven Edward, había llegado, señor. —Mía, observó con ojos curiosos al chico, sonriendo ampliamente, señalándole.

—Él es Edward, el del informe. —A Christian se le bajó al tensión al verse expuesto delante del chico, el cual sonrió, no solo ante las impertinentes palabras de la muchacha, sino al darse cuenta tanto en el rostro del magnate como en su mente, lo avergonzado que estaba del comportamiento de su hermana—. Si es lindo… ¿Por qué te costaba tanto decírmelo? —Dejó de mirar el acalorado rostro de su hermano, enfocando sus vivaces ojos sobre el vampiro—. Le pregunté si eras lindo y no me quería decir… pero lo eres, eres muy bello.

—Gracias. —respondió Edward sintiéndose un poco avergonzado ante las desinhibidas palabras de Mía—. Tú también eres muy hermosa.

—¡Oh vaya!... Muchas gracias. —Christian caminó al sillón donde Mía había arrojado su bolso, tomándolo rápidamente—. ¿Trabajaras para mi hermano? —preguntó la chica, señalando a quien le entregaba de mala gana su bolso, aferrándola del brazo.

—De hecho ya trabajo para él. —Mía se sorprendió ante aquello, luchando en contra de su molesto hermano, quien intentaba sacarla de su oficina lo más amablemente posible—. Soy su nuevo terapeuta.

—¿Edward? —Llamó Christian la atención del joven vampiro, negando con la cabeza, al ver cómo le observaba—. No es bueno darle demasiada información a mi hermana, como te habrás dado cuenta es lo bastante impertinente y entrometida como para darle más tela que cortar a su perturbada y maquinadora cabecita. —El chico asintió, apartándose un poco de la puerta al ver como el disgustado hombre de negocios, se llevó casi arrastras a su hermana, quien se aferró de la puerta, preguntándole al risueño estudiante de psicología.

—¿En serio?... ¿haces terapias familiares?... Mi familia dice que estoy un poco loca… ¿Me harías un espacio en tu agenda? —Christian no pudo creer lo que escuchaba y mucho menos Edward, intentando no reír ante lo gracioso de todo aquel asunto, percatándose desde la inmadura mente de la chica, como parecía estar interesada en él, no solo por su atractivo, sino porque sentía que había escuchado aquel apellido en algún otro lugar, tratando de recordar de dónde.

—Adiós Mía… despídete de Edward. —Christian batalló para que la chica soltara la puerta, siendo Andrea quien sostuviera la manilla, mientras el ya cansado multimillonario, la tomó entre sus brazos, escuchándose desde el pasillo principal, la acotación de la atolondrada muchacha.

—¡Cullen!... Sabía que había escuchado ese apellido, eres familia de Alice Cullen… ¿cierto? —Edward salió al pasillo, donde varios de los empleados del acaudalado hombre contemplaron el bochornoso espectáculo, mirando a Mía.

—Sí, así es… Alice es mi hermana. —Christian soltó a la inquieta joven, la cual batalló para que le soltara—. ¿De dónde conoces a Alice? —Edward pudo ver desde la mente de la sonriente muchacha, el momento en el que ella y Alice se habían conocido en una prestigiosa zapatería, imaginando que había sido donde su hermana adquirió los tenis que le había regalado.

—Alice es adorable, me dijo que nos volveríamos a ver y mira que pequeño es el mundo… su hermano es el nuevo terapeuta del mío. —La joven volteó a ver a Christian, quien les ordenó a todos los mirones que siguieran con sus respetivos trabajos—. ¿Qué paso con Flynn? —preguntó—. Bueno, no importa… ahora tienes a Edward y él es mucho más atractivo que el otro loquero—. Christian dejó escapar pesadamente el aire de sus pulmones, apretándose el tabique nasal, intentando controlarse con su hermana—. En fin… me voy antes de que a Chris. le dé una hemorragia cerebral. —Palmeó la espalda del incomodo hombre, quien le dio una mirada de soslayo a Edward, enfocando nuevamente sus grises ojos sobre la muchacha—. Fue un placer Eddy… nos vemos. —Se despidió con un gesto de mano, dándole un sonoro y efusivo beso a su hermano, retirándose al fin de las instalaciones de Grey Enterprises Holdings, inc.

Edward se acercó a Christian, extendiendo su brazo hacia él, entregándole el dichoso contrato, observando como el aun molesto millonario intentó calmarse, tomando rápidamente el documento, señalando con este a su oficina, lo que por supuesto el joven vampiro supo entender sin palabras lo que el ruborizado hombre quería.

Caminó hasta el despacho de Christian, sin decir ni una sola palabra, dándole una rápida mirada de soslayo a Andrea, la cual observó nerviosa el iracundo rostro de su jefe, sin saber si hacer verbal su pregunta o simplemente limitarse a que el silencioso hombre fuese quien hablara.

—¿Podrías traerle un vaso con agua al señor Grey? —preguntó Edward, siendo Christian quien hablara.

—Mejor tráigame un Whisky doble. —Andrea asintió retirándose para buscar lo que le habían ordenado, mientras Christian y Edward entraron nuevamente a la oficina, tomando asiento, uno en su silla ejecutiva y el otro frente al escritorio, dejando su bolso en el otro asiento, estudiando las facciones de aquel hombre que parecía estar buscando el modo de controlar su molestia tan solo por una sola cosa… el amor que él sentía por su hermana a pesar de lo irritable que era.

—A lo mejor no es el momento de discutir esto. —Acotó Edward—. Si quieres podríamos dejarlo para luego. —Christian asintió.

—Debo leerlo con calma, ver que has aceptado y que no y conversarlo. —Edward le confirmó que sin duda era lo mejor, ya que con aquel mal rato de seguro Christian no tenía cabeza para nada y mucho menos ánimos de discutir sobre el acuerdo entre ambos—. No debiste venir sin mi aprobación. —El sonriente vampiro asintió.

—Lo se… lo siento, solo quería retarte… —Bajó la cara—. Creo que esto será complicado. —Levantó nuevamente la mirada—. Ambos somos muy obstinados y no creo tener potencial para ser un sumiso, pero lo intentaré por un bien común. —Christian asintió—. Yo obtengo mi tesis y tú, pues… Terapia gratuita. —Christian sonrió, ablandando un poco su malhumorado rostro.

—Espero darte mucho más que una tesis, Edward. —Su tono de voz sonó calmo y condescendiente, sin intención alguna de sonar déspota a pesar de lo que dijo—. Quiero enseñarte mi mundo, mi forma de ser, el hombre que nadie conoce. —Edward le observó, dejando que los pensamientos de Christian hablaran por si solos, percatándose de que no solo hablaba sobre sus deseos y gustos sexuales, también quería enseñarle al joven psicólogo que él era más que solo un multimillonario apuesto, aunque parecía disfrutar de la guerra entre egos que había entre ambos.

—Pues me parece perfecto, Christian. —El joven vampiro no pudo evitar sentir cierta empatía por el empresario, el cual guardó dentro de uno de los archivadores, tanto el contrato como la información que Taylor había conseguido para él, a cerca de Edward—. Me retiro. —Se levantó.

—¿Ya almorzaste? —Edward asintió, mintiéndole al aun avergonzado y molesto hombre, justo cuando Andrea tocó a la puerta, entrando con el vaso de Whisky que Christian había exigido, entregándoselo al magnate—. Bueno… será en otra oportunidad. —Bebió del vaso de licor, mientras Edward no supo cómo interpretar aquello o a lo mejor, no quería darse cuenta de que Christian parecía querer invitarle a almorzar.

—De seguro tienes mejores compañías que la mía para disfrutar de un almuerzo. —Andrea salió de la oficina, siendo Edward quien le siguiera, después de tomar su bolso, deteniéndose en la puerta—. ¡Y por cierto!… No sientas vergüenza por lo que hizo tu hermana. —Christian puso los ojos en blanco—. La mía suele ser igual de impertinente que la tuya y Emmett pues… —Alzó una ceja. —Tiene la edad mental de un niño de diez, así que no eres el único que tiene que lidiar con una peculiar familia.

—Genial… —Acotó el magnate—. Y lo peor de todo es que parece que ya se conocen. —Ambos rieron y justo en aquel momento, ambos se contemplaron sin decir ni una palabra, tan solo regalándose una afable sonrisa.

—Prepárate, porque seremos avergonzados durante el proceso. —Christian asintió a las palabras de Edward—. Y si crees que lo peor fue la caída que tuviste, espera a que ambas estén juntas y cerca de nosotros. —El rostro del multimillonario era todo un poema, poniendo los ojos en blanco, alzando irónicamente una ceja, mordiéndose el labio inferior.

—Ya veremos qué pasa, Anthony. —Apretó los labios y miró el sonriente pero al mismo tiempo severo rostro de Edward, quien respondió antes de marcharse.

—Ya veremos qué pasa… Hasta pronto, Trevelyan. —El apuesto vampiro le guiño un ojo, mientras Christian bebió nuevamente de su vaso de Whisky, observando como el afable muchacho se retiró a paso lento de su oficina, cerrando silenciosamente la puerta, dejando a solas a un calmo, sonriente y al mismo tiempo aturdido hombre de negocios, quien aún no podía creer lo agradable, simpático y transigente que podía llegar a hacer aquel joven, sintiendo que a pesar de todo aquel juego de orgullo y poder, Edward podría llegar a convertirse en su “único” y primer mejor amigo.

Notas finales:

Gracias por sus amables comentarios... desearía actualizar a diario, pero soy una persona en extremo ocupada, así que espero su paciencia, ya que no puedo escribir a diario y menos como intento hacerlo, con total pulcritud y elocuencia gramatical. Para aquellas personas que no se percatan de mi nombre, soy un chico, ya que no todas las personas que escriben fanfic son mujeres... Un abrazo a tod@s


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