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50 Juegos de Codicia y Poder (Ego contra Ego) por ErickDraven666

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Capítulo 7

El aprendizaje

De regreso en el cuarto rojo, tanto Christian como Edward intentaron mantenerse calmos, pero la realidad era que uno de ellos estaba bastante ansioso, mientras que el otro un poco avergonzado y temeroso de lo que pudiese exigirle como sumiso, su amo y señor, el cual aunque solo tenía poder sobre él los fines de semana, Edward sabía que el magnate era un hombre al que le gustaba tener el poder de todo y de todos, donde, cuando y el día que él quisiera, demostrándoselo con toda aquella puesta en escena de todopoderoso, la cual había ejecutado en el helipuerto de Portland.

—Entra, Edward —le exigió Christian después de despojarse de su saco negro y su corbata, abandonando ambas prendas de vestir sobre la cama—. La señora Jones ya no está en casa, si es eso lo que te preocupa. —El serio vampiro dejó de mirar los alrededores de la casa, introduciéndose nuevamente en la peculiar alcoba.

—No buscaba a la señora Jones —mintió, ya que precisamente era eso lo que hacía, ver si la ama de llaves se encontraba aún en casa—. Solo creí escuchar ruidos. —Christian no le dio importancia a su explicación, desasiéndose de los gemelos que adornaban los puños de su camisa, guardándolos en el bolsillo de su pantalón, mientras Edward cerraba la puerta, quitándose lentamente el sobretodo gris.

—¿Recuerdas la primera regla que te di en esta habitación? —Edward asintió.

—Jamás debo ver a mi Amo de un modo retador, sino con total sumisión, manteniendo la cabeza agacha. —Aquello último Christian no lo había hecho verbal en su momento, pero Edward lo había leído en su mente, recordando que lo había visto en sus pensamientos, al ver la cara de asombro del magnate.

—Exactamente, Edward… me impresionas. —El chico no dijo absolutamente nada, acercándose nuevamente al escaparate que mostraba diversos artefactos de tortura y sumisión, mientras Christian le observaba—. ¿Hay algo enfrente de ti que no sepas lo que es, y desees saber? —preguntó remangándose las mangas de su costosa camisa blanca.

—Pues la verdad es que no conozco la mayoría de las cosas, salvo los látigos y las mordazas, pero… —Tomó una barra de metal, la cual tenía dos correas de cuero en cada extremo—… me intriga bastante saber para qué diablos es esto. —Christian sonrió de medio lado, acercándose a Edward para quitarle el peculiar artefacto.

—Esto es una barra extensora —explicó el magnate, tomando a Edward del brazo, exigiéndole que tomara asiento a orillas de la cama, mientras proseguía con su enseñanza—. Esto tiene muchas funciones. —Después de que consiguiera que el joven vampiro tomara asiento casi a empujones, Christian se inclinó frente a él, ordenándole que se deshiciera de sus zapatos.

—¿No puedes explicármelo sin usarla? —Christian negó con la cabeza.

—Un buen profesor da la teoría y la práctica al mismo tiempo. —Aquello consiguió que Edward pusiera los ojos en blanco, recibiendo de Christian un golpe seco y rápido con la barra extensora en su pierna—. Otra regla en este cuarto es que no puedes hacer ese maldito gesto arrogante.

—¿Cuál? —preguntó el chico un poco molesto, sobándose el golpe, no porque le doliera, sino porque si no lo hacía, levantaría sospechas, ya que el golpe había sido fuerte.

—Ese de poner los ojos en blanco. —El impertérrito joven se deshizo al fin de sus zapatos, intentando no hacer algún gesto de hastío, ya que al parecer, al magnate le irritaba—. Separa un poco tus pies —le exigió a Edward, contemplando cómo alzó irónicamente la ceja, recibiendo de Christian otro golpe con la barra.

—¿Qué?... —Volvió a preguntar, esta vez un poco más molesto.

—La ceja —espetó Christian.

—¿Qué con mis cejas?... ¿tampoco te gustan?... pues no me las pienso depilar, lo siento. —Edward frunció el ceño, recibiendo de Christian otro varazo con el artefacto de tortura, consiguiendo que a Edward se le zafara el monstruo, el cual tomó la barra extensora, arrojándola a un lado.

—Tal parece que tú y yo no vamos a progresar esta noche. —Se incorporó sacando su celular del bolsillo, realizando una llamada, mientras Edward intentó controlar su mal genio.

“Cálmate Edward… No lo mates… aún no… lo necesitas para tu tesis”. Suspiró como si necesitara llenar sus pulmones de aire, cerrando los ojos, escuchando hablar al magnate.

—¿Joe?… Sí, habla Christian Grey, ¿puedes enviar a alguien desde el helipuerto hasta mi pent-house a recoger a Charlie Tango? —Edward abrió los ojos desmesuradamente, buscando la barra extensora, arrojándose al suelo de rodillas, llamando la atención de su amo, al halar como un crío por los faldones de la camisa a Christian, el cual volteó a verle contemplándole con una socarrona sonrisa de medio lado, acotando a continuación—. Aaamm… pensándolo bien… lo regresaré yo mismo mañana… buenas noches, Joe y disculpa las molestias. —Culminó la llamada, guardándose el celular nuevamente en el bolsillo, tomando la barra entre sus manos—. Bien… ya sé por dónde doblegarte.

Si bien era cierto que la familia Cullen tenía tanta o más fortuna que Christian, ellos carecían de lo que Grey alardeaba, de arrogancia y deseos de demostrarle a todo el mundo el poder monetario que poseía, sin deseo alguno de escatimar en gastos a la hora de darse todos los gustos que jamás le dieron de niño, adquiriendo costosos autos y toda la ostentosidad que derrochaba a granel, aunque Edward no sabía que la familia del magnate también ejecutaba fiestas de beneficencia y diversas aportaciones a entidades públicas, al igual que lo hacían los Cullen.

—Como voy a disfrutar estrellar tu Charlie Tango en contra de tu maldita torre de Grey Enterprises Holdings, inc. —Susurró Edward por lo bajo.

—¿Cómo has dicho? —preguntó Christian agachándose un poco, consiguiendo que Edward le mirara de soslayo.

—Nada… —Miró nuevamente al piso, al darse cuenta por medio de sus pensamientos, de cómo Christian pensó en atestarle otro porrazo por verle de aquel modo tan prepotente.

—Bien… de pie. —Edward hizo un gesto incrédulo, exigiéndole mentalmente a Christian que se decidiera de una buena vez, si lo prefería de rodillas y sentado, sin pretensión alguna de hacerlo verbal, ya que de por sí, Christian ya había visto el gesto odioso que el muchacho había ejecutado, notificándole a continuación—. Sé que es difícil para ti controlar tu ira, me he percatado de que posees un temperamento explosivo.

—Yo no… —Christian le retó con la barra, exigiéndole que se callara y tomara asiento, mirándole retadoramente.

—Siéntate, Edward. —El chico lo hizo tan bruscamente, que la cama rechinó como si un elefante se hubiese subido a ella, sobresaltando a Christian, quien no pudo creer de donde había sacado tanta fuerza aquel desgarbado muchacho, pensando en que a lo mejor, era la cama la que estaba fallando—. Separa los pies. —El joven estudiante de psicología acató la orden, dejando que Christian comenzara a colocar las correas en sus tobillos, exigiéndole al muchacho—. Ahora recuéstate sobre la cama. —Se incorporó de su inclinada postura, introduciendo ambas manos dentro de sus bolsillos, observando cómo Edward le miraba.

—¿Es en serio? —Christian no respondió, simplemente se apartó de él en busca de una de sus fustas, señalando con esta la cama, sin hacer ningún tipo de gesto.

—Recuéstate… no me hagas repetir dos veces una orden, esclavo. —Aquella palabrita estaba comenzando a irritar al vampiro, pero se contuvo con todas sus fuerzas, así como solía hacerlo con Bella, cuando deseaba beber de su perturbadora sangre.

A Edward no le quedó más remedio que recostarse sobre la cama, apartando a un lado tanto el saco de Christian como su sobretodo, dejando sus pies sobre el suelo, mirando las diversas cadenas y poleas que adornaban el techo, de lo cual el vampiro no se había percatado hasta ahora, señalándoles.

—¿Y esas para qué son? —Christian sonrió, dejando que sus pensamientos le mostraran varios momentos en donde mantuvo a sus sumisas suspendidas en el aire, después de ejecutar el bondage sobre sus cuerpos desnudos, amordazándolas y vendándolas para mantenerlas a su merced.

—Pues sirven para muchas cosas. —Aquello lo dijo tomando entre sus manos la barra que le había colocado en los pies a Edward, levantándolas con un poco de esfuerzo, ya que Edward era bastante pesado para que un humano lo levantara con facilidad—. Vaya… para ser delgado pesas bastante. —Edward intentó contener las ganas de mover bruscamente sus piernas, y conseguir que Christian golpeara con fuerza su espalda en contra de la pared, intentando no reír ante aquella posibilidad de verlo caer nuevamente de culo en el suelo, como lo había conseguido su hermana en la oficina del magnate—. Esta belleza que vez aquí. —Señaló la barra—. Tiene mucho que ver con esas bellezas de arriba. —Apuntó con su dedo índice las poleas y las cadenas en el techo.

—Ilústrame, ¡oh, amo y señor del látigo!… —Edward no había terminado de soltar aquel sarcasmo, el cual solo pretendió ser un poco gracioso y cortar la tensión del incómodo momento, cuando Christian ya le había atestado un fustazo por un costado, sorprendiendo al vampiro, aquel que, aunque no le dolió, si lo sacó de contexto—. ¡Oye, oye!… yo solo quería ser gracioso.

—Tú no estás aquí para servirme de bufón, Edward… eres mi esclavo y lo único que quiero de ti es…

—… Mi completa sumisión… lo sé, lo sé… lo siento, es solo que… —Se lo pensó por unos segundos y luego argumentó—. Estoy un poco nervioso. —Aquello hizo sonreír a Christian, el cual se sintió bastante complacido ante su sincera respuesta.

—Me alegra saberlo. —Christian le miró fijamente a los ojos, consiguiendo que el apuesto y tímido muchacho, enfocara los suyos hacia otro lado—. ¿Estás listo para ver cómo funciona esta cosa? —Edward asintió, contemplando un punto específico en la pared, sin la más mínima intención de mirarle al rostro, pero lo que vino a continuación, consiguió completamente lo contrario.

Christian aferró con ambas manos la barra, girándola y halándola hacia los extremos opuestos, consiguiendo que el tubo de acero se expandiera unos cincuenta centímetros más de lo normal, separando aún más las piernas de Edward, quien no pudo evitar mirarle, dejando que su boca se abriera ante el asombro, ya que en ningún momento Christian había dejado escapar algún pensamiento que le indicara lo que aquella cosa conseguía.

—¿Tienes una leve idea de lo que un amo, puede hacerle a su sumisa suspendida en el aire con este pequeño juguetico en sus tobillos? —preguntó Christian bastante entretenido, al ver la cara de asombro de Edward, el cual comenzó a percibir aquel hormigueo de vergüenza en su rostro.

—Aaammm… no creo necesitar un manual para imaginármelo. —El pícaro y por demás divertido multimillonario sonrió, manteniendo la barra sobre su pecho, mirando a Edward recostado sobre la cama, con la cabeza en alzas, intentando permanecer calmo.

—Ilústrame tú a mí, ahora… amo y señor del sarcasmo y la arrogancia. —Edward no podían entender por qué simplemente no le pateaba la cara o lo ahorcaba con la barra extensora después de entorchársela en el cuello como si fuese un collar para perros, hasta arrancarle la cabeza.

—Aamm… pues… tú eres el amo. —Edward miró a otro lado.

—Pero yo quiero saber lo que tú te imaginaste. —Al decir aquello Christian pensó en una de sus sumisas, Leila Williams, a la cual le encantaba el bondage y sobre todo que Christian la suspendiera con aquella barra en tus tobillos, llegando al orgasmo tan solo con sexo oral, vibradores y diversos castigos en sus partes íntimas, aquellos que la llevaban al límite del placer.

—Mmm… no sé… ¿usar la boca? —Aquella pregunta parecía haberla hecho un niño de diez años, el cual se estaba muriendo de vergüenza, consiguiendo que Christian soltara una risita burlona—. ¿Ahora qué demonios dije? —preguntó una vez más Edward, en un tono despectivo.

—¿En serio has tenido sexo alguna vez, Edward? —El aludido lo fulminó con la mirada.

—No veo por qué  no me crees —espetó.

—Bueno… “usar la boca”, es sin duda un término que yo no usaría para excitar a alguien. —Christian dejó la barra a orillas de la cama, consiguiendo que Edward flexionara las rodillas, ya que el apuesto multimillonario, a pesar de tener buena condición física se estaba cansando.

—Imagino cuál usarías tú. —Edward se cruzó de brazos.

—Dila, Edward. —Pero el tímido vampiro no diría aquella desvergonzada palabra, y mucho menos lo haría como Christian la diría—. Es una orden.

—Pues puedes matarme a palos si quieres, pero no la pienso decir. —El tranquilo y sonriente multimillonario simplemente se apartó de él, halando unas cuantas cadenas que guindaban de las paredes, las cuales consiguieron que las que estaban arriba de la cama descendieran, hasta tocar al vampiro—. ¿Qué vas a hacer? —preguntó Edward levantando su torso al apoyar sus codos sobre la cama, observando cómo Christian comenzó a enganchar las cadenas a la barra que tenía en los tobillos, sin dejar de verle a la cara.

—¿Tú no y que lees la mente? —preguntó con ironía—. Pues léelo en mis pensamientos. —Edward vio en la perturbadora mente del magnate que pretendía suspenderlo de cabeza y darle de azotes hasta que lo dijera.

—No voy a decirlo, Christian. —El divertido hombre de negocios terminó de enganchar los dos amarres a la barra, comenzando a halar las cadenas que ayudaban a subirle por medio de las poleas, alzando las piernas del molesto vampiro, el cual simplemente dejó que el odioso hombre lo hiciera, cruzándose de brazos.

Christian siguió halando y halando las cadenas hasta dejarlo completamente suspendido en el aire con las piernas separadas y con cara de molestia masiva, de lo cual el sonriente hombre de negocios se percató, al tener que rodear la cama para verle.

—Dilo, Edward… —Pero el serio y ceñudo muchacho no quiso decir absolutamente nada, recibiendo de parte de Christian la orden de despojarse de su camisa, lo cual cumplió sin chistar, dejando que su amo comenzara a azotar su espalda, percatándose con total asombro de cómo el chico ni se inmutaba—. Esto no puede ser —acotó al darse cuenta de cómo la fusta terminó rota y la espalda del vampiro intacta—. Me lleva el demonio. —Aferró el brazo de Edward para girar su cuerpo y ver con la ayuda de la luz de la lámpara, como la espalda no estaba ni levemente enrojecida—. Así que es cierto… tienes mucha tolerancia al dolor. —Edward no dijo nada—. Bien… vamos a jugar rudo. —Se apartó de él y buscó entre los diversos juguetes de tortura un látigo, con puntas de metal—. Te daré una nueva oportunidad de que lo digas, esclavo.

—No lo haré —espetó Edward. —Sé que te refieres a haces sexo oral, ¿te parece complaciente esa respuesta? —Christian negó con la cabeza.

—Quiero que lo digas lo más vulgar posible. —Pero Edward jamás había usado alguna palabra tan soez como la que Christian pretendía que él dijera, rehusándose a hacerlo.

—Jamás… —Al decir aquello, el apuesto multimillonario alzó su brazo, lanzando el primer azote a su esclavo, consiguiendo que el asombrado vampiro gritara, al sentir que las puntas de acero al golpear su piel, soltaban descargas eléctricas.

—Aaagr… no… —Rugió, intentando contenerse.

—Dilo, Edward… —Pero el irritado vampiro le miró desde su precaria posición, negando con la cabeza, logrando que Christian volviera a lanzarle un certero azote en la espalda, consiguiendo un nuevo grito y un rugido de dolor ante la descarga—. Dilo.

—No… —espetó el molesto vampiro, observando por medio de su visión periférica como Christian pretendió darle un tercer azote, girando su cuerpo hacia su izquierda para detener el golpe, consiguiendo que las correas de cuero que sostenían sus tobillos se reventaran, cayendo precipitadamente sobre la cama, la cual quedó en el suelo con las cuatro patas destrozadas, yéndose todo aquel momento entre el amo y el esclavo a la mierda.

—Por todos los cielos, Edward… ¿te encuentras bien? —Christian arrojó a un lado el látigo, pretendiendo ayudarle, pero el molesto vampiro ya se había incorporado del suelo, notificándole a Christian de mala gana.

—Llévate tu maldito helicóptero, no pienso decirlo, Christian… y es mi última respuesta. —El aún asombrado multimillonario se dio cuenta de que a pesar de la caída el chico estaba perfectamente bien y con su rabia intacta, la cual parecía haberse intensificado ante el porrazo que se había dado, levantando la mirada para percatarse de cómo la barra extensora se encontraba arriba y las correas en los tobillos de Edward—. Soy un caballero, no me gustan las vulgaridades y… —Pretendió marcharse, pero Christian le aferró del brazo, comenzando a examinarle—. ¿Qué haces? —preguntó Edward intentó quitarse las manos del temeroso hombre de encima, pero aquello parecía ser inútil.

—Llamaré a mi médico personal. —Sacó su celular.

—No, no, no… estoy bien… en serio… no pasó nada. —Pero Christian parecía no querer dar su brazo a torcer, teniendo que arrebatarle el celular de las manos con un rápido movimiento—. No me gusta que los extraños me toquen, ya te dije que solo dejo que mi padre me examine.

—Entonces llamaremos a tu padre. —Le arrebató nuevamente el celular.

—No, por favor, a mi padre no. —Se aterró Edward ya que, si Carlisle venía a verle, ¿qué demonios le iba a decir a su padre?... Pues el jefe de la familia Cullen, no sabía con exactitud cómo estaba realizando su hijo la dichosa tesis universitaria—. Estoy bien, Christian, te lo juro.

—Déjame revisarte. —Edward volvió a poner los ojos en blanco, y aunque a Christian aquel gesto le dio en la madre, se lo dejó pasar ante la preocupación que lo embargaba—. Por favor. —El joven frente a él asintió extendiendo los brazos, dejando que el serio multimillonario lo examinara por todos lados, preguntándole si se había golpeado la cabeza.

—No… el colchón amortiguó la caída. —Christian asintió.

—Sigo creyendo que debería revisarte un médico, pero si tú dices que estás bien. —Edward asintió intentando regalarle una afable sonrisa para que dejara de preocuparse—. Entonces será mejor que nos vayamos a dormir. —El aliviado vampiro agradeció enormemente que el hombre frente a él cediera y quisiera retirarse a dormir—. Mañana dejaré que lleves a Charlie Tango de vuelta a Portland… ¿Está bien? —Por más que lo intentó Edward no pudo ocultar su dicha ante aquello—. Te lo has ganado y luego te llevaré a que conozcas a alguien. —El joven Cullen se dio cuenta de quien se trataba al ver en la mente de Christian el rostro de una mujer rubia y despampanante.

—¿Conoceré a la ama de mi amo? —Christian alzó una ceja, sin poder entender aún cómo el muchacho a veces le atinaba a adivinar sus planes, sin creer aun que el chico pudiese leer la mente.

—Ex ama… pero sí… así es… quiero presentarte a Elena. —Edward asintió.

—Pues será un placer conocerla. —Christian no podía estar más complacido, ya que con Anastasia jamás pudo conseguir que la insegura y celosa muchacha y su mejor amiga, congeniaran—. Ahora a dormir. —Edward miró su reloj de pulso percatándose que eran más de la una de la madrugada, anhelando comenzar una nueva conversación con sus hermanos por alguna de las aplicaciones del teléfono, deseando saber cómo estaba Bella.

—Buenas noches, Edward… —Se despidió Christian después de entregarle su camisa y su chaqueta, recogiendo de igual modo su saco y su corbata.

—Buenas noches… —Pretendió tutearlo, pero sintió que Christian no había quedado del todo satisfecho ante aquel nuevo intento fallido de demostrarle al muchacho sobre su mundo sadomasoquista, llamándole muy respetuosamente—… Amo, hasta mañana. —Se encaminó hasta su recamara, después de ponerse nuevamente los zapatos, despojándose de las correa que aún apresaban sus tobillos, arrojándolas sobre la cama, observando por medio de su don, como Christian le miró bastante complacido, fantaseando con las posibles torturas que le podía llegar a hacer a un joven con tan buen aguante para el dolor como lo era aquel muchacho.

Edward entró en su recamara, dejando que Christian intentara organizar su cuarto de tortura y ver por qué había fallado de aquel modo tanto la barra extensora como la cama, sin poder dar con el problema, ya que al multimillonario no le cabía en la cabeza que un joven tan flaco y enfermizo, tuviese tanta fuerza como para romper algo tan difícil de dañar.

El agraciado vampiro tomó su celular, marcando el número de celular de Alice, esperando a que su hermana tomara la llamada, pero la chica parecía estar ocupada, ya que el teléfono siguió repicando hasta caer la contestadora.

—¡Qué raro!… —exclamó Edward marcando esta vez al celular de Emmett, el cual respondió al cuarto repique, notificándole a su hermano, sin tan siquiera saludarle.

—Bella ha despertado hermano y no está nada feliz… te llamo luego… —Varios golpes de muebles destrozados y vidrios rotos preocuparon al asombrado vampiro, el cual comenzó a llamar la atención de su hermano, pero el corpulento inmortal ya había culminado la llamada, dejando a Edward completamente perplejo y sin saber qué hacer, mirando inerte la pantalla de su celular.

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—¿Bella?... Cálmate, hija mía… no hay por qué alterarse de ese modo —le exigió Carlisle a la ofuscada neófita, la cual los miró a todos con aquellos irreales ojos escarlatas, haciéndola ver más terrorífica de lo que ya se veía, ante la furia que le embargaba.

—Quiero salir… —gritó la alterada vampiresa, arrojando el nuevo traste que había logrado conseguir, estrellándole en contra de una de las paredes de vidrio—. Quiero ver a mis hijos. —Tanto Carlisle como su esposa negaron con la cabeza.

—Aún es muy pronto para que los veas, Bella querida —le notificó Esme en un tono gentil, intentando calmarle—. Puedes descontrolarte y lastimarlos.

—No lo haré —rugió la nueva inmortal, la cual vestía uno de los hermosos trajes de Rosalie, aquella que espetó de mala gana.

—Todo esto es culpa de Edward, si él no hubiese tenido la extraordinaria idea de transformarla, esto no estaría pasando.

—Ya cállate, Rosalie. —Le exigió Alice de mala gana—. Esto no es culpa de nadie, Edward solo pretendía ayudarle.

—Pues yo apoyo a Rosalie —espetó Jasper, intentando defender a su adorada hermana melliza—. Edward solo sabe traernos problemas, primero con los nómadas en el claro cuando jugábamos béisbol, luego con los Vulturi y ahora con los lobos… yo creo que…

—No nos interesa lo que tú creas, Jasper —espetó Emmett de mala gana, señalando a su hermano—. Para ustedes siempre es Edward el culpable, pero la verdad es que nuestro hermano siempre ha estado allí para todos nosotros en las buenas y en las malas.

—¿Y en dónde está ahora, Emmett? —espetó su esposa cruzándose de brazos—. Porque después de lo que hizo volvió a Seattle a seguir su vida como si nada, mientras que nosotros tenemos que lidiar con esta loca. —Rosalie señaló al rincón donde Bella había estado agazapada, percatándose de que ya no estaba—. ¿A dónde se fue? —Todos comenzaron a buscarle, olfateando el lugar, siendo Jasper quien la hallara.

—Está debajo del piano. —Al decir aquello, Bella se levantó, estrellando el piano de Edward en contra de la pared de vidrio, destrozando tanto los cristales como el piano, el cual quedó hecho añicos.

—Nooo… el piano de mi Eddy, no… —gritó Esme cubriéndose el rostro, mientras que Rosalie sonreía maliciosamente.

—Se lo tiene bien merecido, es su culpa y me alegra que destrozara su estúpido piano. —Bella se escapó por el orificio que había hecho con el piano, consiguiendo que tanto Alice como Emmett e incluso Carlisle la siguieran, mientras que Jasper y Rosalie se quedaron mirando los destrozos, siendo Esme quien hablara.

—La próxima vez que digas algo en contra de tu hermano delante de mí, Rosalie… voy a olvidar lo mucho que te amo, y juro que te voltearé la cara de una bofetada.

—Pero, Esme… —pretendió refutar Jasper, como el buen lamebotas de su hermana.

—Y tú, Jasper… —Señaló retadoramente a su otro hijo—. Debes siempre apoyar a tu esposa por sobre las malcriadeces de tu hermana. —El asombrado vampiro pretendió refutar una vez más sus palabras, pero Esme no le permitió hablar, apretando bruscamente el hombro del muchacho—. No poseo dones que me muestren lo que ocurre a mi alrededor… el único don que tengo es el de ser madre y con ese no hay quien pueda. —Los miró a ambos—. Son demasiado obvios y la verdad es que no sé cuánto más podrá disimular Alice lo que pasa entre ustedes.

—No sé a qué te refieres, Esme —contestó su hija.

—¡Oh, sí!... Sí lo sabes… —Miró a Rosalie y luego a Jasper, el cual ya se había percatado de los sentimientos de rabia y molestia de su madre ante lo que estaba sucediendo entre ambos—. Solo les diré dos cosas. —Ambos bajaron la mirada—. A Ana y a George Bolena los decapitaron. —Esme al fin soltó a Jasper, pretendiendo seguir a los demás integrantes de su familia, siendo Rosalie quien la encarara, mientras Jasper le pidió entre susurros que se calmara.

—¿Acaso serás tú quien lo haga… Esme? —La aludida volteó a verle, parada en el orificio que Bella había hecho con el piano, negando con la cabeza mientras le notificaba a su malhumorada hija.

—No, Rosalie… Yo solo soy Elizabeth Howard —alegó dando alusión a la madre de Ana Bolena—. Y aunque sé que Jane Rochford sabe lo que ocurre, ella jamás hará nada en contra de George. —Jasper bajó la cabeza al ser señalado y ante la acotación de su madre, al usar el nombre de la esposa de George Bolena, para hacer alusión a que Alice lo sabía—. Pero mi infantil hijo Enrique VIII a pesar de ser muy dulce y amoroso, sé que puede llegar a ser todo un demonio si se entera del jueguito incestuoso entre ustedes dos y lo más seguro es que sea él quien termine siendo su juez, jurado y verdugo y sé perfectamente que Carlisle no hará nada para apoyarles.

Esme comenzó a correr detrás de los demás, mientras que Rosalie arrojó violentamente el único mueble que había quedado en pie, ante la rabia que la embargaba, maldiciendo y despotricando a los cuatro vientos toda la ira que sentía al haber sido descubierta por su madre, quien siempre había sido la mejor mujer del mundo para ella.

—Aaaaggrr… esto no puede estar pasando, maldición. —Jasper le abrazó por detrás, intentando contener su ira por medio de su don, susurrándole dulcemente al oído.

—Cálmate, hermana… esta vez la historia será diferente… eso te lo juro. —Rosalie percibió el repentino alivio que le causó el don de su dulce hermano, dejándose abrazar, suspirando lentamente—. Tú solo cálmate y haz lo que yo hago. —Su melliza le preguntó qué era eso que él hacía—. Manipúlala, hazle creer que se equivoca, invita a Emmett a un viaje y consigue que Esme se dé cuenta que está viendo fantasmas en donde no los hay. —Rosalie sonrió más que satisfecha.

—¿Te han dicho que eres el hermano perfecto? —Jasper negó con la cabeza, alegando en un tono bastante envidioso que para los demás miembros de la familia, el perfecto siempre era Edward—. Pues se equivocan… Tú eres el mejor hermano del mundo. —Se giró y abrazó con todas sus fuerzas a su adorado mellizo, depositando un sonoro beso en su mejilla—. Te adoro.

—Y yo a ti… Ana… —Ella sonrió complacida.

—Ahora tú iras detrás de ellos y los apoyarás con el problema de Bella. —Jasper asintió—. Mientras que yo me encargo de organizar todo para el viaje. —Rosalie comenzó a recoger todo el destrozo lo mejor que pudo, dejando que su hermano se marchara, pensando sobre cual de las agencias turísticas contactaría para que organizarían un viaje para Emmett y ella a Vancouver—. Unos cuantos días alejados de todos y regresaremos renovados, conseguiré que todo quede olvidado. —Subió las escaleras con una enorme sonrisa de satisfacción, al saber que al final, siempre se salía con las suyas.

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Los tres integrantes de la familia Cullen ya habían pasado los límites entre su territorio y el de los lobos, temiendo un enfrentamiento entre Paul y Emmett, quienes se odiaban a muerte, retándose constantemente al traspasar de vez en cuando las fronteras de cada territorio en búsqueda de pleitos.

—¿Carlisle? —llamó Alice a su padre, al sentir que un par de lobos le seguían.

—Sigue corriendo, Alice, no pierdas el rastro de Bella por nada del mundo. —Carlisle se detuvo para interceptar a los dos lobos que le seguían, esperándoles con la mano extendida, consiguiendo que ambos se detuvieran—. Lamento mucho la intromisión en su territorio, pero estamos intentando atrapar a Bella, ha despertado y pretende ir a ver a los bebés. —Ambos lobos, uno de pelaje café y el otro grisáceo con el pecho blanco se miraron a las caras, hablándose entre sí, escuchando a un tercer lobo aproximándose por un costado, saliendo rápidamente de fase.

—¿Entonces el nuevo vampiro que tiene a mis muchachos agitados es Bella? —preguntó Sam, saliendo de entre las sombras completamente desnudo, lo que por supuesto no incomodó en lo más mínimo al doctor Cullen, quien estaba más que acostumbrado a ver cuerpos desnudos de todo tipo a causa de su profesión.

—En efecto, Bella está molesta y no pudimos controlarla. —El corpulento hombre se acercó a sus muchachos, notificándoles a ambos.

—Seth, Embry… díganle a los demás integrantes de la manada de quien se trata. —Ambos lobos asintieron—. Si Bella quiere ver a sus hijos, entonces hay que ir directo al punto de encuentro, doctor Cullen. —Señaló hacia uno de los costados—. A la casa Black. —Carlisle asintió y después de que los muchachos salieran a todo galope hacia la casa de Jacob, Sam se transformó al trote, corriendo en compañía del vampiro, percatándose de cómo a la distancia, Emmett y Paul parecían estar peleándose como era de costumbre, siendo el enorme lobo negro quien los detuviera, notificándole al molesto Quileute lo que estaba sucediendo con Bella, mientras Carlisle le exigía a su atolondrado hijo que se calmara y pensara en su nueva hermana.

Los cuatro comenzaron a correr hasta la casa de Jacob y su padre, sin que Emmett y Paul dejaran de empujarse y mostrarse los dientes amenazadoramente durante todo el camino, siendo Carlisle y Sam, quienes intentaran mantenerlos a raya, pero al llegar a su destino, Sam saltó tan rápido sobre uno de los lobos que pretendió atacar a Alice que no fue sino hasta que ambos animales rodaron aparatosamente por el amplio terreno boscoso que todos se dieron cuenta de lo que estaba pasado.

Al parecer Quil, otro de los tantos lobos de la manada, intentó atacar a Alice, la cual solo pretendió entrar a la casa Black para notificarle lo ocurrido a Jacob, siendo interceptada por el monstruoso animal, aquel que no pudo atacarle ante la rápida puesta en escena del lobo alfa.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Carlisle, aferrando a Alice por el brazo, ayudándole a levantarse.

—Sí, estoy bien. —Miró a su padre y luego a ambos lobos pelear a la distancia, percatándose de cómo Paul y Emmett se maldecían con la mirada, esperando a que el otro atacara y así comenzar una nueva disputa.

—¿Qué demonios ocurre aquí? —preguntó Billy empujando su silla de ruedas, mientras que más atrás Jacob salió con uno de los bebés en brazos, el cual comenzó a removerse entre sus brazos.

—Bella ha despertado y creemos que viene para acá —notificó Carlisle, saludando a Billy con un apretón de manos—. De hecho pensé que ya estaría aquí, le perdimos el rastro al ser interceptados por tus muchachos, Billy. —El serio hombre asintió cruzándose de brazos, siendo Jacob quien hablara.

—Pues más le vale que se mantenga alejada de mis hijos o juro que… —El llanto del otro bebé alertó a Jacob, volteando a ver al interior de la casa, encontrándose con una hermosa pero al mismo tiempo peligrosa Isabella Swan, la cual mantuvo entre sus brazos al pequeñín, mientras Jacob sostenía a la beba—. ¿Bella?... Suéltalo. —El tenso muchacho pretendió entrar, pero Bella saltó como una gata hacia atrás sobre la mesa, agazapándose con el lloroso niño en sus brazos.

—¿Bella?... Hija… —llamó Esme a la chica, arribando al fin al lugar, siendo escoltada por Leah, para que nadie la atacara—. Estás asustando al bebito, pequeña… baja de allí. —Nadie habló, todos estaban a la expectativa de lo que la alterada neófita haría con el pequeño, al cual observó detenidamente, comenzando a olfatearle.

—No… —soltó Jacob, tan asustando que no lo pensó dos veces para entregarle la pequeña niña a su padre, aquella que se había quedado nuevamente dormida a pesar del barullo—. Suelta a Jake, Bella… ahora… —La vampiresa le rugió.

—Él se llamará Anthony, Jacob, y si te atreves a ponerle tu asqueroso nombre, juro que voy a arrancarte tu maloliente cabeza. —Volvió a rugir, consiguiendo que el niño se alterara aún más—. No, no llores, Anthony… mami está aquí… soy mamá, bebé… —Le dio un dulce beso en la mejilla, lo cual tensó a todos, ya que ella podría llegar a saborearle e incluso olfatearle y descontrolarse, pero lo que nadie sabía era que el olor de la sangre de sus hijos no le apetecía en lo más mínimo, ya que ambos gemelos poseían el gen Quileute, repeliendo un posible ataque a manos de su sedienta madre.

La disputa en las afueras había terminado y tanto Sam como Quil, al igual que Emmett y Paul, miraron inertes la escena, a la espera de tener que hacer algo en contra de la descontrolada muchacha, la cual bajó de la mesa, sentándose sobre esta, sin dejar de ver con ojos maternales al pequeño niño, aquel que dejó de llorar mirando a su madre, o eso creyó Bella.

—Al parecer Isabella no siente deseos de beber de los niños —notificó Jasper apartando a los dos lobos que se encontraban en la puerta con total arrogancia, introduciéndose en la pequeña casa, tratando de infundir su don sobre Bella, al igual que en cada uno de los presentes, para calmar las aguas—. Para ella son tan apestosos como cada uno de ustedes. —Aquello lo dijo en un tono odioso y con toda la intención de incomodar a los presentes, siendo Paul el primero en pretender hablar, ya que todos habían salido de fase y se encontraban en la puerta completamente desnudos, siendo Alice la única entre ellos con ropa, ya que hasta Leah estaba en cueros, intentando cubrir sus partes íntimas con las manos.

—No hablemos de peste, que ustedes son tan nauseabundos como…

—Ya basta, Paul —le exigió Sam al muchacho—. Lo único que importa ahora son los niños. —Alice no pudo evitar mirar ensimismada a aquel Quileute, no ante su desnudez o su porte gallardo y masculino, sino al darse cuenta de que poseía un corazón noble y encantador, poniendo como prioridad a los pequeñines.

—Es una ricura… ¿No es así? —La voz de Leah a espaldas de Alice, la sobresaltó, apartando rápidamente sus ojos de Sam—. Él es sin duda el mejor hombre del mundo. —La menuda vampira no dijo nada, mirando a su esposo, el cual la observó escrutadoramente, mientras Carlisle y Esme se acercaban a Bella.

—Míralo, Esme. —La aludida le sonrió, asintiendo a su petición, contemplando al pequeño—. Es tan hermoso, tan frágil… —Carlisle le observó por unos segundos sacando una pequeña linterna de su bolsillo como buen médico, alumbrando los ojitos del pequeño, percatándose de que no los cerraba ante la luz—. ¿Qué ocurre? —preguntó Bella un poco asustada al ver la cara de preocupación del galeno.

—Lo que me temía. —Se apartó tanto de Bella como del niño, notificándole a ambos padres. —El niño es ciego. —Todos abrieron desmesuradamente los ojos.

—No puede ser —exclamó Jacob—. ¿Pero qué lo pudo haber provocado? —A lo que Bella, después de entregarle el niño a su nueva madre adoptiva, espetó rugiéndole a Jacob amenazadoramente.

—Tus malditos perros le hicieron esto a mi bebé. —Miró a cada uno de los implicados en el juego de pelota donde uno de ellos le había atestado un pelotazo en el vientre, siendo el niño quien recibiera el golpe, quedando ciego—. ¿Quién fue? —Ninguno de los presentes dijo absolutamente nada, siendo Jasper el único en saber quién había sido, a causa de sus sentimientos de culpabilidad y arrepentimiento.

—¿Qué harías con el sarnoso que dejó a tu hijo ciego, hermanita? —Por supuesto Jasper dijo aquello último con cierto sarcasmo, siendo Carlisle y Esme quien lo reprendieran, exigiéndole que no dijera nada, dejándose escuchar la rápida respuesta de Bella.

—Voy a hacerle lo mismo que él le hizo a mi hijo. —Sin duda Jasper deseaba contemplar aquello, al ser bastante perverso y amante del sufrimiento de los demás, anhelando ver lo que la neófita le haría al asqueroso can, ya que detestaba tener que lidiar a diario con aquellos indeseables perros, notificándole sin ningún ápice de condolencia.

—Mmm… Lo siento mucho, perro… —Miró a Quil, el cual palideció al verse expuesto— … pero será mejor que corras. —Jasper no había terminado de decir aquello cuando el joven Quileute salió como alma que lleva al diablo, mientras que todos los presentes, menos Jasper, al igual que quienes mantuvieron a los bebés en brazos, intentaron detener a Bella a toda costa, recibiendo de parte de la furiosa neófita todo tipo de ataques, golpes, fracturas, mordiscos y empujones que terminaron dejando a un gran número de cuerpos maltrechos en el suelo y varios inmuebles destrozados ante la ira inmensurable de una vampira sedienta de venganza, la cual salió tras el aterrado muchacho, aquel que logró transformase en lobo en las afueras de la sencilla vivienda ante los ojo atónitos de Charlie, quien había arribado al territorio de los Black, para ver cómo estaban sus nietos y preguntar por el paradero de su hija.

—¿Pero qué demonios? —Salió de la patrulla, extrayendo rápidamente su arma de reglamento, apuntándole al grotesco lobo frente a él, siendo su mejor amigo Billy quien le exigiera con un tono de voz alterado.

—No, Charlie… no lo mates, es Quil. —El aludido no podía entender lo que estaba sucediendo, levantando la cara para ver a su mejor amigo, pero sus ojos se enfocaron rápidamente en Bella, la cual se veía completamente diferente y más hermosa que nunca.

—¿Hija?... Al fin te encuentro. —Bella le reconoció, incluso su corazón y sus sentimientos le decían lo mucho que había extrañado a aquel hombre, pero su garganta quemaba como las mismas brazas del infierno, comenzando a echarse para atrás.

—Vete, papá… no te me acerques. —La alterada neófita apretó su garganta, intentando contener las ganas de hincarle el diente a su propio progenitor.

—Que alguien me explique qué demonios ocurre aquí —exigió el aturdido hombre, siendo Carlisle y Billy quienes le pidieran al jefe de policía que entrara a la casa, pero Bella ya se había percatado de la cobarde huida por parte de Quil, saltando desde el pórtico de los Black, hasta caer sobre la patrulla, consiguiendo aboyar la latonería del capó, arrojándose desde aquel punto sobre el aterrado lobo, fracturándole unas cuantas costillas ante el apretón.

—Bella… no… —Jacob se transformó casi al segundo, siendo escoltado por Sam y Emmett, los cuales intentaron quitársela de encima antes de que lo matara, bajo la mirada atónita de Charlie, quien aún no podía entender todo lo que estaba ocurriendo.

—Vayamos adentro, Charlie… hay mucho que contar. —Carlisle se llevó casi a rastras al perplejo policía, quitándole el rifle que traían entre sus temblorosas manos, mientras que los lobos, en compañía de los vampiros, trataron de que Bella se calmara y soltara de una buena vez al maltrecho lobo.

—Voy a arrancarte los ojos, maldito saco de pulgas. —grito Bella, mientras que un sonido persistente se dejó escuchar en la distancia, siendo Jasper el único en prestarle de ello, contemplando toda la escena desde la puerta, levantando poco a poco el rostro al ver como los árboles comenzaron a agitarse por el viento, percatándose con total asombro del arribo de un helicóptero EC135 blanco, el cual se tambaleaba peligrosamente por todo el terreno, intentando conseguir un lugar abierto y plano para aterrizar sin problemas.

—¿Pero quién diablos es ese? —se preguntó a sí mismo Jasper, sin saber a ciencia cierta de quién se trataba, ya que la nave se encontraba lo suficientemente lejos como para poder percibir los sentimientos del piloto, y mucho menos ante las diversas emociones de los presentes, los cuales poco a poco abandonaron su constante lucha en contra de Bella, para admirar el imponente helicóptero, aquel que logró aterrizar al fin, comenzando a aminorar la velocidad con la que giraban sus enormes hélices, dejando ver de una vez por todas a su conductor.

—¡Edward!... —Alice corrió al encuentro de su hermano, mientras que Jasper, como era costumbre, sintió aquella envidia que le carcomía las entrañas, al ver la puesta en escena de su hermano “El favorito de todos” según él, aquel que siempre conseguía opacarle—. Gracias a Dios que llegaste. —La menuda y sonriente vampiresa se arrojó sobre él, consiguiendo que el chico le atrapara, exigiéndole que se bajara y ayudara a detener a Bella de una vez por todas, observando como un saco de pelos de color cobrizo aterrizó enfrente de ellos, aullando ante los golpes y el dolor que lo apresaba, ya que Bella había logrado fracturarle unos cuantos huesos—. Creo que es Jacob. —Alice lo miró como si intentara adivinar cuál de los lobos era, sin impórtale el sufrimiento del pobre Quileute, el cual poco a poco comenzó a salir de fase—. Sí, en efecto es Jake… —Lo ignoró por completo corriendo hasta donde se encontraba Bella, intentando mantenerla entretenida para que los demás Quileutes huyeran y se llevaran consigo al maltrecho lobo llamado Quil, el cual tenía toda la cara ensangrentada.

—Auxilio —gritó Jacob completamente adolorido y amoratado, intentando contener sus lágrimas y la frustración que lo embargaba, siendo Edward quien lo mirara sin hacer nada por él, notificándole después de inclinarse para verle a la cara.

—Te dije que Bella no se quedaría de brazos cruzados. —Sonrió con malicia—. Lo siento, Jacob… Pero ustedes se lo buscaron, una neófita recién dada a luz es más peligrosa que una leona recién parida. —Se levantó y caminó hacia donde Emmett intentaba contener a Bella, mientras Sam la amenazaba entre rugidos y mordidas para mantenerla a raya.

—¿Bella? —La chica volteó rápidamente el rostro, contemplando los ambarinos ojos de su nuevo hermano adoptivo, el cual extendió los brazos hasta ella, consiguiendo que la alterada joven se zafara del abrazo de oso de Emmett, corriendo hacía el recién llegado—. Mi Bella, ya no es tan frágil. —Al decir aquello la chica le abrazó con tanta fuerza, que le crujieron los huesos, logrando que Edward se quejara ante el fuerte apretón—. ¡Aaauch!... No, sin duda ya no es frágil. —Le dio un dulce beso en la mejilla, apartándola un poco de él para verle a la cara—. Mírate, Isabella… ahora eres una de nosotros, tal y como lo deseabas. —Ella asintió, sonriéndole con dulzura dejando que Edward le acariciara el rostro, siendo Emmett el que rompiera el mágico encuentro.

—Tú sí que sabes hacer entradas a lo grande, men. —Edward sonrió, volteando a ver a su hermano, el cual estaba siendo constantemente admirado por los ojos de un pequeño lobo gris con pecho blanco, que lo observaba detenidamente sin que el monstruoso vampiro se percatara de ello—. ¿De dónde robaste ese juguetico? —Señaló el helicóptero, consiguiendo que cada uno de los que aún se encontraban enteros y sin un rasguño, voltearan a ver al hermoso e imponerte Charlie Tango, escuchando atentos la respuesta del vampiro.

—Me lo prestó un amigo —mintió, ya que la realidad era completamente distinta y Edward no se lo pensó dos veces para hurtar el monumental armatoste de acero y llevárselo a Forks, sin el consentimiento de su dueño.

—¿Acaso se lo estás mamando? —Tanto Alice como Bella abrieron desmesuradamente los ojos ante la impropia pregunta de Emmett, consiguiendo que Edward cubriera avergonzadamente su rostro exigiéndole que no fuese tan vulgar y soez al hablar delante de las chicas—. Pero para que te presten una cosa como esa, es para que por lo menos se lo estés chupando, hermano. —Alice le atestó un manotazo, exigiéndole que no dijera aquellas vulgaridades, lo que por supuesto hizo sonreír al inmenso lobo negro, aunque nadie se percató de ello, al estar en su forma lobezna, pensando que Alice parecía una hadita inocente e inmadura, admirándole por mantener después de tantos años de vida, aquella dulzura innata.

—Mmm… digamos que entre él y yo hay un convenio —alegó al fin Edward, dándole una mirada furtiva a Alice, quien sabía perfectamente lo que estaba surgiendo entre el magnate de Seattle y su apuesto hermano, abrazando al recién llegado por un costado, mientras Bella lo hacía por el otro.

—Lo dicho, se lo estás mamando, hermano. —Edward no pudo evitar sonreír, al recordar justamente su último encuentro de sumisión con Christian, en donde el magnate le había exigido que dijera aquella impropia palabra, para referirse al sexo oral, en su “hipotéticos” juego.

—Ya déjate de tonterías, Emmett. —Edward soltó a ambas chicas para abrazar a su hermano, al que había extrañado como siempre lo hacía, ya que el atolondrado e infantil vampiro, era sin duda su hermano predilecto, pues Jasper era un poco seco y distante con él, desde que había comenzado el perturbador juego con su melliza, enterándose de todo aquello mucho antes de que todos lo hicieran, gracias a su don—. Los extrañé mucho.

—Y nosotros a ti, hermano —notificó Emmett levantándole del suelo ante el fuerte abrazo que le dio a Edward—. ¿Qué te parece como se ve la Soplabella de vampira? —Tanto Alice como Edward no pudieron creer que su atolondrado hermano dijera eso delante de la chica, ya que aquello era el apodo que él le había puesto, llamándole con eso, zorra chupapollas.

—¿Soplabella? —preguntó la aludida, un tanto perdida, siendo Alice quien le pidiera a Emmett que no hablara más de la cuenta, intentando cambiar de tema, exigiéndole a Jasper que se acercara para que saludara a su hermano, lo que por supuesto incomodó al serio vampiro, aquel que se acercó con cierto desgano, estrechando la mano del recién llegado.

—¡Vaya!... Sí que te estás divirtiendo en Seattle, hermanito. —El aludido asintió, leyendo en la mente de Jasper lo mucho que le envidiaba, lo que por supuesto no había sido así hasta que Rosalie consiguió envenenarlo en contra de todos y sobre todo de Edward—. Mientras nosotros intentamos limpiar los errores de tus nefastas decisiones… —Señaló a Bella—… tú andas paseando en helicóptero.

—¡Jasper, por favor!… —exclamó Alice, siendo Emmett el primero en saltar a defender a su hermano, diciendo lo que pensaba, sin importarle nada.

—Ya deja la envidia, flaco… Ve a limpiarle las botas a Rosalie con la lengua y deja de joder a nuestro hermano. —El molesto vampiro pensó en refutar las odiosas palabras de Emmett, pero Esme ya se había percatado de la presencia de su amado Edward, corriendo hasta él para saludarle.

—¡Oh, por todos los cielos!... cuando escuché el helicóptero pensé que eran los refuerzos de la policía. —Todos menos Jasper comenzaron a reír, mirando a su alrededor al percatarse de cómo los Quileutes ya se habían marchado, siendo Sam y Seth los únicos en permanecer cerca por si acaso, mientras que Leah arrastró a Jacob hasta la casa para que le doctor Cullen le ayudara—. ¿Qué demonios haces tú aquí y en un helicóptero? —preguntó Esme bastante asombrada, sin dejar de ver a su hijo.

—Mmm… larga historia, mamá. —Edward se echó un poco para atrás, buscando a Bella, abrazándole con fuerza—. Pero como bien dijo Jasper, los dejé con todos estos problemas y vine a ver qué podía hacer por ustedes. —Bella le volvió a abrazar, mientras Esme no le soltaba por nada del mundo la mano.

—Te agradezco lo que hiciste por mí, Edward… en verdad gracias. —El vampiro asintió a la palabras de Bella, depositando un dulce beso en su frente, sintiendo como el celular comenzó a vibrar, siendo Alice quien le comentara, al saber de quién se trataba.

—¡Upsh!... creo que habrá una fuerte tormenta de reproches y gritos. —Se apartó de su hermano, llevándose consigo a Jasper, quien no le quitó los ojos de encima a Edward, el cual simplemente sonrió, disculpándose con los presentes, y así poder apartarse lo suficiente de la reunión para atender la llamada lejos de los oídos sobrenaturales de quienes les rodeaban, pulsando el botón de contestar sin deseo alguno de decir nada, dejando que fuese Christian quien hablara.

—Edward Anthony Mason Cullen… ¿Qué diablos ha pasado por tu cabeza como para tomar a Charlie Tango y llevártelo como si fuese una simple bicicleta? —El joven intentó no reír, ya que eso lo cabrearía el doble de lo que ya estaba, pero aquello de llamarle por su nombre completo le había causado la suficiente gracia como para apartar el celular de su boca, aguantándose una posible carcajada.

—Aamm… Lo siento, Christian… déjame explicarte. —Pero el iracundo multimillonario no le dejó decir absolutamente nada a su favor, soltando una retahíla de regaños, insultos y brabuconas que lo hacía parecer un padre molesto con su hijo, al llevarse el auto sin su consentimiento, despotricando a los cuatro vientos toda la rabia que lo embargaba—. Cálmate, Christian… por favor… te va a dar algo.

—Al que le va a pasar algo va a ser a ti, Edward… dime en dónde estás y mandaré por ti y por Charlie Tango, si es que aún está en disposición para volar. —Aquello sorprendió gratamente al joven vampiro, ya que pensó que su rabia era a causa de haberse llevado el armatoste sin su permiso, pero tal parecía que su molestia era por algo más—. No tienes ni la más mínima imaginación de lo que pudiste llegar a ocasionar al volar el helicóptero sin tener un cronograma de vuelos y el monitoreo desde el helipuerto, Edward… pudiste haber chocado con alguien más, además… no creo que tengas entrenamiento sobre como volar un helicóptero.

Por supuesto que Edward jamás había piloteado un helicóptero, pero sí un Stinson SB-1 Detroiter de los años 30, lo cual era un monoplano de cuatro puestos, ya que el apuesto muchacho siempre había deseado pertenecer a la milicia norteamericana y pilotear una de aquellas naves, en los años donde el rebelde vampiro había regresado con su nueva familia, Esme y Carlisle, después de haberles abandonado ante la temporada de consumir de sangre humana, rehusándose a seguir las costumbres y leyes de sus padres, teniendo que retomarlas.

—No, pero te vi hacerlo, y me pareció muy sencillo y la verdad es que… —Christian volvió a alterarse y a despotricar toda la rabia y la preocupación que lo embargaba, justo cuando Bella se acercó a Edward manteniendo una distancia considerable entre ambos, mirándole tímidamente—… Por todos los cielos, Christian… ya cálmate… volveré dentro de unas cuantas horas —le exigió un poco molesto el muchacho.

—No te muevas de donde estás, Edward… le pediré al helipuerto que rastree a Charlie Tango… no tienes permiso de pilotearlo de nuevo, ¿me has entendido? —Bella fue acercándose poco a poco a Edward, quien le sonrió dulcemente, notificándole a Christian antes de culminar la llamada.

—Solo dame tres horas y estaré de regreso en menos de lo que canta un gallo. —El iracundo multimillonario pretendió refutar sus palabras, exigiéndole una vez más el que no fuese a pilotear nuevamente el helicóptero, pero Edward ya había culminado la llamada, apagando su celular—. Te seré sincero y quiero que tú seas sincera conmigo, Bella. —La chica asintió—. ¿Qué sientes por mí ahora que eres vampira? —Desde que él había arribado a Forks, sus sentimientos hacia ella eran completamente lo opuesto a lo que había sentido cuando era humana, ya no la amaba, no existía atracción física y mucho menos deseo sexual por ella, ocurriendo lo mismo que había pasado con Rosalie, a la cual habían transformado para que fuera su pareja de vida, pero no hubo química entre ellos.

—Te quiero mucho, Edward. —El aludido no dijo nada, mirándola fijamente a los ojos, tratando de leer su mente, pero al parecer, nada había cambiado con respecto a aquella situación—. Pero solo eso… No estoy atraída hacia ti. —Bajó la cara tornando el rostro serio.

—Está bien, Bella… no te sientas mal, yo tampoco siento atracción hacia ti y siento lo mismo que siento por Alice, un inmenso amor de hermanos. —Ambos se abrazaron, dejando que la hermosa vampiresa recostara el rostro en su pecho—. Todo estará bien… —Le acarició el cabello—. Y creo que ya Jacob entendió que no es bueno que te aleje de los niños. —Ambos rieron, apartándose para verse a la cara—. Te luce muy bien la ropa de Rosalie, creo que es tu estilo. —La chica sonrió modelándole el atuendo, consiguiendo que Edward se percatara de un manchón de sangre en uno de los bolsillos del pantalón—. ¿Y esto? —Pensó que la habían herido, pero aquello sería completamente imposible, observando como la chica introdujo su mano en el pequeño recoveco, extrayendo lo que había dentro de él.

—Anthony nació ciego, Edward. —Aquello sorprendió al vampiro—. Fue culpa de Quil, él fue el que arrojó la pelota con tanta fuerza que le desprendió las corneas a mi bebé. —Aquello hizo sentir un irrefrenable odio a Edward, deseando arrancarle la cabeza al culpable de la ceguera del pequeñín, pero al ver como Bella le mostró lo que escondía entre sus manos, sonrió más que satisfecho—. Ojos por ojos… ¿no?... Si él dejó ciego a mi bebé, pues yo lo dejo ciego a él. —Arrojó el par de ojos al suelo, pisoteándolos como si fuesen tan solo un par de bolas de estiércol, acercándose a Edward.

—Me gusta lo que he creado. —Apartó uno de los mechones de cabello que caían sobre el hermoso rostro de la joven—. Una Bella peligrosa y de temer, ya no tengo que protegerte más. —Ella asintió—. Vayamos a cazar, debes estar sedienta. —La joven asintió nuevamente apretándose la garganta—. Demuéstrame qué tipo de vampiresa eres, Isabella.

Ambos corrieron por el extenso bosque, dejando a Charlie Tango en el claro que daba a la casa Black, siendo Alice y Jasper los únicos en regresar a su destrozada vivienda, mientras que los líderes del Clan Olympic en compañía de su hijo Emmett permanecieron en aquel lugar, intentando resolver todos los inconvenientes con los Quileutes, contándole al padre de Bella la verdad sobre ambas razas, mientras un preocupado, iracundo y alterado Christian, pensaba el modo de llegar a Forks, antes de que Edward cometiera una nueva locura.

Notas finales:

Nota del autor: Me he percatado de que la mayoría de quienes están leyendo el Fanfic de 50 sombras, no se han leído los libros y tampoco han visto las películas.

Para mí es un poco frustrante porque a lo mejor lo que ustedes creen que yo me he inventado es algo que en verdad existe en la historia original, mientras que lo que es propio de mi autoría, a lo mejor ustedes crean que es parte de los libros de E. James.

Sé que no necesito hacer mucho énfasis en los datos sobre Crepúsculo, ya que la mayoría por lo menos han visto las películas aunque no se hayan leído los libros originales, pero el saber que mis lectores no están familiarizados con 50 sombras a pesar de lo mucho que les está gustando la trama, es un poco preocupante para mí, ya que suelo investigar a fondo e intentar fusionar ambas historias a la perfección y parece que lo único que consigo son comentarios de síguele, actualiza pronto y quiero esto o aquello como si fuera algo tan fácil de escribir.

Voy a aclarar varios puntos con mis adorados lectores, soy un hombre lo suficientemente mayor como para que la mayoría me llame “papá pitufo” (como solían llamarme en los foros cariñosamente) al ser el mayor de todo los usuarios. Trabajo y tengo un hijo al que hay que darle tiempo de calidad, ya que tiene Asperger y son chicos que requieren MUCHO amor y atención… También se de antemano que sus exigencias a que siga no es un: “sigue escribiendo PERRO” XDDDD… ni mucho menos, pero existen otros usuarios (Y ustedes saben muy bien quienes son) que han incluso creado un vínculo de amistad conmigo tanto en Facebook como en wattpad, gracias a sus extraordinarios comentarios, y no hablo de chuparme las medias, hablo de las risas que me sacan en cada puteada, en cada comentario de lo que sintieron al leer cierto párrafo, que han ido conquistándome gratamente, ya que soy (como se han dado cuenta) un poco… Mmm… duro (sincero) se podría decir, y a muchos jóvenes de esta web no les agrada, por eso mismo, porque son jovencitos (no todos pero si la mayoría) y no se dan cuenta de que del otro lado del computador, está un escritor ya publicado con 6 libros en su haber y que lo que yo les regalo a todos es solo un pasatiempo mío, el cual disfruto compartiéndolos con cada uno de ustedes.

Mi punto en este post es el siguiente:

Primero… Jamás se tomen en serio mis puteadas, aunque crean que sí, ya que soy regañón por naturaleza (Los papás somos así) y a los 15 minutos ya lo he olvidado, así que no se lo tomen a pecho.

Lo segundo es que sé que muchos no saben expresar lo que sienten al leerme, eso es completamente entendible, pero también deberían pensar lo que yo siento cuando me lanzo por ejemplo un párrafo que amerita “el premio Nobel de literatura” (XDDDDD… si, ya sé… me fui a la verga) y ustedes me preguntan si los calzones de Sam son negros o grises cuando no tiene relevancia, ya que para mí es realmente frustrante.

Tercero… Quisiera actualizarles cada día, pero lamentablemente no puedo… así que espero su paciencia y total comprensión.

Y para finalizar intentaré poner de ahora en adelante ciertas notas al final de cada capítulo, explicándoles que detalles son auténticos de E. James para que se percaten de cuáles son los recursos que estoy usando de la historia original y cuales son míos, ya que por ejemplo en dos de las tres plataformas en donde lo estoy subiendo, alguien me comentó que le encantaba lo del helicóptero y como le había nombrado, como si aquello me lo hubiese inventando yo cuando en realidad “Charlie Tango” es creación de E. James, siendo una de las escenas más emblemáticas de 50 sombras, así como también la entrevista que se hicieron Edward y Christian en su despacho, siendo ese el momento exacto en el que Anastasia y Christian se conocieron, intentando hacerlo más entretenido y menos cliché, como lo hizo la escritora.

Las conversaciones que Christian tiene con su pene, al igual que el cuarto rojo y todo lo que hay en él es obra de E. James, el cuadro de Trouton que Christian tiene en su oficina, el cual Edward estudio a la perfección también está en el libro más NO, la interpretación del mismo a ojos del vampiro.

El trauma psicológico con su madre, la constante preocupación de Christian por los demás, la fijación por las morenas, las cuales le recuerdan a su madre, el contrato de sumisión y las clausulas en él, lo de definir el sexo convencional como “sexo vainilla”, su empeño porque las personas a su lado coman, las marcas de sus autos, el modelo de helicóptero que es Charlie Tango, el empeño de mantener contacto por medio de mensajes con su sumis@, el correr religiosamente todas la mañanas, y como en el caso de este nuevo capítulo, la escena de la barra extensora, (lo cual cambie bastante) son pequeños detalles que yo he tomado para enfatizar que la historia en verdad proviene de la original y no me invento esa cosas que aunque irrelevante para ustedes dan el punto exacto de autentificación de los personajes de E. James o Crepúsculo.

Por lo demás, todo es mío, la trama que conllevan, los momentos jocosos así como también la historia que voy creando con ellos, los emparejamientos entre personajes, y todo lo demás es enteramente mío, esperando que sea del agrado de todos; y en cuanto un pequeño comentario sobre que yo me inventé que 50 sombras fue en su momento un Fanfic de Crepúsculo… Señores, lean… eso lo dijo la propia autora y cito:

La trilogía de Cincuenta sombras fue desarrollada a partir de un fanfiction de Crepúsculo titulado originalmente Master of the Universe (Amo del Universo) y publicado por episodios en los sitios web de fanfiction bajo el seudónimo de "Snowqueen's Icedragon". El relato contaba con personajes que llevaban los nombres de los personajes que Stephenie Meyer creó para Crepúsculo, Edward Cullen y Bella Swan. Después de que surgieran varios comentarios acerca de la naturaleza sexual del material, James eliminó la historia de los sitios web de fanfiction y la publicó en su propia página web, FiftyShades.com. Más tarde volvió a escribir Master of the Universe como un relato original, en el que renombró los personajes principales con los nombres Christian Grey y Anastasia Steele, y lo eliminó de su sitio web antes de su publicación. En una entrevista para MTV, Meyer comentó sobre la serie, lo siguiente: «en realidad no es mi género, no es lo mío… Pero bueno, lo está haciendo bien. ¡Es genial!»

Sin más a que hacer alusión se despide de ustedes, su amado y odiado escritor… Erick Martínez, esperando poder seguir con las actualizaciones y en cada una de ellas ir dejando pequeños fragmentos de lo que es original y lo que no en la historia… Saludos a todos.


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