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Sálvate a ti mismo por Ilusion-Gris

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—¿Itachi ya confirmó? —Repitió Uzumaki en forma de pregunta para asegurarse de que lo escuchado por la boca del líder no fuese producto de su imaginación.

—Tenemos cuatro días—respondió con voz neutral y mirada inexpresiva—, preparen a Sasuke para irnos de aquí.

Los rostros de los presentes no reflejaron ninguna clase de emoción al recibir la información. Podría esperarse un poco de júbilo por parte de ellos, después de largos y crudos meses enfrentando desgracia tras desgracia, parecía que esta era la primera buena noticia que recibían; después de subsistir casi un año en tinieblas, por fin un rayo de luz lograba filtrarse.

Sin embargo, los allí reunidos no se precipitaron antes de tiempo, habían aprendido la lección, el peor error que podían cometer era cantar victoria cuando aún seguían varados en medio del desastre y con las escasas fuerzas que les restaban como mejor arma.

La mayoría de los sobrevivientes, rondaban los diecisiete a veinticuatro años de edad, y gracias a ellos era que niños, enfermos y personas mayores —una minoría— podían estar allí de pie. Ya que los jóvenes se arriesgaban a salir al exterior en busca de comida y medicamentos. Y también, la mayoría de los ellos, eran inmunes.

Orochimaru, el único científico que había sido dejado atrás —los otros se refugiaron junto a aquellas familias poderosas o habían muerto misteriosamente antes de que el virus apareciera—, encontró la forma de evitar la transformación a zombie.

Tras una serie de estudios, y con la ayuda del grupo de Kakashi que le proporcionaba todo lo que pedía para concretar la investigación, descubrió un factor importante que podía impedir que Ananké se propagase por el sistema nervioso.

La ausencia del miedo.

Desde antes de que se creara el virus, los ánimos y emociones de las masas no estaban en su mejor momento. Las tasas de suicidio incrementaban día a día, las personas diagnosticadas con trastornos mentales eran equivalentes a aquellas diagnosticadas con gripe. La humanidad en sí estaba en crisis. El miedo era parte de todos, un problema colectivo que acosaba incluso a los infantes.

De no existir el miedo, Ananké no lograría desestabilizarlos y su meta, un rotundo fracaso.

¿Cómo exterminar de raíz el miedo o la reacción natural del cuerpo y mente que asegura nuestra supervivencia?

De eliminarla estaríamos también perdiendo parte de nuestra consciencia. 

Orochimaru trabajó muy duro para encontrar una solución, mientras fuera la sociedad se desmoronaba hasta los cimientos, él se enfocó en revertir el mal.

Pero el mal ya estaba hecho y cuando lo consiguió, para la mayoría fue demasiado tarde.

La cura consistía en una operación en el cerebro y un tratamiento, que si no te destruía por completo, suprimía emociones negativas o cualquiera que fomentara el pánico. En niños y ancianos nunca funcionó, incluso, muchos jóvenes murieron al intentar someterse al cruel proceso. A estas alturas, no podía considerarse una cura del todo, ya que solo funcionaba en el 30% de las personas.

Aun así, muchos se arriesgaron, pocos lo consiguieron.

Aquellos que sobrevivieron, tenían la capacidad de controlar sus emociones para que su sistema nervioso parasimpático no se viera afectado y desarrollara su trabajo de mantener el correcto balance y armonía de cuerpo y mente.

Neji no mintió del todo, su prima decidió ser voluntaria en la investigación del científico, fue ella la primera en probar los resultados del arduo trabajo. Después Orochimaru consiguió perfeccionar el método, y los efectos secundarios disminuyeron para el resto.

Por ello, todos se mantenían fuertes, sin perder la cabeza, aunque personas como Deidara, poco a poco cedían ante el pánico y se volvían más propensos a que el virus Ananké surtiera efecto.

A pesar de que la operación se consideraba exitosa, todavía existía el riesgo de quebrarse en el peor de los escenarios.

Y también seguían pendientes y alertas ante el ataque de los muertos vivientes, eran inmunes, no se podían convertir, pero eso no significaba que los zombies los ignoraran. Quizá Ananké no los transformaba, pero seguían expuestos ante la locura de los que sí fueron afectados.

—¿Quién se encargará de custodiar a Sasuke durante el viaje? —cuestionó Hinata.

Neji ya estaba dando un paso al frente cuando una mano se interpuso en su camino para impedir que continuara.

—Yo lo haré —replicó Shikamaru.

—Neji se ha hecho cargo de él y ha demostrado que puede manejarlo… —El rubio salió en su defensa.

—Es nuestro prisionero y aquel que nos garantizará la entrada. No nuestro amigo —dijo lo último para recordarle al Hyuga que estaba haciendo mal su trabajo.

Todos habían notado como se había ablandado, desde el ataque que sufrió por parte de Deidara, lo trataba con suavidad y le había permitido ciertas libertades.

Nara no pretendía ser indiferente a la situación del azabache, solo que le preocupaban más los suyos que la comodidad y aprobación del chico.

En la actualidad ya no aplicaban las mismas reglas, el derecho y la libertad se habían distorsionado, para conseguir la supervivencia ya no estaba mal visto pasar por encima de los demás. Y no le importaba que Sasuke estuviese ahí en contra de su voluntad, siendo tratado como un animal o incluso peor, con tal de que permaneciera con ellos, no se tentaría el corazón en cortarle las piernas si con ello aseguraría su vida.

Sin embargo, Itachi quería completo a su hermano. No se había puesto en tela de juicio su integridad. Lo quería sano y salvo.

—No es mi amigo —habló lo más alto posible para que todos se enterasen, pero en los rostros ajenos se reflejó la incredulidad ante su confesión.

—Entonces no te importará que a partir de ahora Shikamaru se encargue de él. —La voz del líder resonó en fuerza, opacando y ahogando demás ruidos y protestas.

El aruñado entrecejo de Neji se frunció en conflicto. No le gustaba ni un poco la decisión que habían tomado.

La mano de Uzumaki se posó en su hombro, transmitiendo en el gesto que estaba de su lado, aunque por el momento lo mejor era aceptar la orden impuesta.

[…]

La noche antes de su partida estaba cargada de un sonido lejano y extraño, como una canción apagada y poco alentadora, que resonaba en los muros de concreto, en el suelo y los cristales del edificio en que se refugiaban.

Los que no podían conciliar el sueño miraban a la nada, perdidos en el pasado, refigurándose en los gratos recuerdos, en simples actos que ahora carecían de sentido, como esperar el autobús en una esquina, salir a comprar la cena, una visita a la abuela, una caricia y un beso íntimo, devolver una sonrisa, enfadarse por golpearse la punta del dedo con un mueble, despertar tarde y encontrar la comida en la mesa envuelta en papel plástico, asistir a un concierto, a la iglesia un domingo en navidad, escuchar música con audífonos mientras se hace ejercicio. Nada de eso tenía sentido, el futuro a veces parecía ser más aterrador. La vida un dolor, la muerte consuelo. 

Tenían miedo sin tenerlo, ya no sentían gran cosa, pero el fantasma de aquella emoción que alguna vez tuvieron seguía ahí, como piel muerta negándose a desprender.

No habían madres e hijos reunidos, hermanos, amigos, amantes, eran un grupo reducido de desconocidos que lo único que compartían era el terror a desaparecer sin dejar rastro, a perder el alma y todo sentido.

Con el tiempo se habían vuelto cercanos, unos más que otros, incluso llegando a realizar actos de valentía para protegerse entre ellos, pero aquel sentimiento, aquel dulce y puro sentimiento, se había corrompido del todo, los lazos que se formaron desde el momento en que el mundo se vino abajo no se comparaban a los que una vez tuvieron la oportunidad de experimentar.

Mientras algunos soñaban despiertos, Neji se escabulló al sótano.

Shikamaru lo vio pasar a su lado, pero no lo detuvo, sabía que impedirle ver al Uchiha ahora no representaba ninguna diferencia.

El castaño solo quería verlo antes de partir, no sabía lo que el mañana tenía deparado para ellos, quizá no volverían a verse, quién sabe, pensar y actuar como si fuese el último momento se había vuelto otro regalo del fin de los tiempos.

Aspiró el aire viciado del reducido espacio en el que mantenían a Sasuke, en el que él lo había metido.

No tenía gran cosa por decirle, no iría a disculparse ni a pedirle más favores. No se arrepentía.

—A primera hora partiremos —le anunció sin más motivo que tener algo por expulsar.

Porque dentro la melodía triste se apagaba del todo, y el silencio total era peor que un grito desgarrador o un lamento ahogado.

—¿Por qué no me sacas de aquí? Si lo haces te prometo que confiaré en ti —No estaba suplicando, sonó más a que le estaba ofreciendo una segunda oportunidad.

—Te necesitamos para que nos permitan ingresar con ellos… Y no es que a mí me interese sobrevivir —confesó resignado a que guardar tan celosamente sus secretos ya no tenía sentido a esta alturas.

—¿Entonces por qué lo haces? —Se incorporó del suelo y se acercó hasta Neji. Ya no sentía dolor, la medicina había extirpado todo daño que causó Deidara en su cuerpo.

Su rostro bañado por la escasa luz que se filtraba, la sangre seca de sus ropas como manchas oscuras, todo en conjunto haciéndolo lucir distante.

—Por Hinata —respondió perdiendo toda vitalidad en la voz—, es mi única familia, prometí cuidar de ella con mi propia vida…

Las comisuras de los labios de Sasuke se alzaron en una mueca inexplicable.

—Todas las promesas ya se rompieron, no tiene caso que te aferres a ambos extremos como si intentaras unirlas de nuevo —expresó con solemnidad.

Ya sabía que el chico no creía en nada ni nadie, ya lo sabía.

—Yo no rompo las promesas que realizo —intercaló la mirada con la del Uchiha sin ocultarle nada.

No esperó descubrir tanta determinación en los ojos perla.

—Eso es estúpido —declaró sin remordimientos, arremetiendo con sus palabras con rudeza.

—Prometí que te traería aquí, prometí que sobreviviría a la cura, prometí que cuidaría de Hinata… No he roto ninguna promesa.

En el rostro del azabache se deslizó cierta amargura hasta alcanzar su mirada.

—Dijiste que no me abandonarías, que no me dejarías atrás, que me protegerías con tu vida…

—Exacto, jamás lo prometí —lo interrumpió.

Asintió y apartó la mirada, sin decepción ni sorpresa, solo con cierta tristeza tiñendo su expresión.

—Pero… —deslizó la mano dentro de la jaula y alcanzó la contraria—, permíteme hacerte una promesa, Sasuke.

No impidió que sus dedos se entrelazaran con los suyos, aunque tampoco cooperó.

—Yo no creo en las promesas, esa palabra ni siquiera debería existir —admitió y retrocedió un paso, no lo suficiente para romper el enlace de sus manos.

No es que fuese un escéptico a toda muestra afecto, ni que desconfiara del mundo entero, o que la suspicacia se hubiese apoderado de su corazón, es solo que una vez creyó ciegamente en el amor, y este mismo amor le traicionó hasta quebrarlo.

Con cuidado haló del cuerpo de Sasuke, para que cuando soltara las palabras no se perdieran en el aire. Quería fundirlas y sellarlas en su piel de ser necesario.

—Prometo que no permitiré que te hagan de nuevo daño, aunque tenga que romper todas las demás promesas que hasta ahora he cuidado.

Ya había cumplido con su parte, ya no podía hacer más por Hinata que lo que ya había hecho, ahora era un cascarón vacío y sin utilidad.

No tenía más razones para seguir, solo continuaba como dejándose arrastrar por la corriente. Ahora que había conocido a Sasuke, se vislumbraba en su existencia una nueva razón para permanecer.

Al mirarlo, veía las heridas con claridad, siendo lamidas una y otra vez por el chico, sin permitir que sanasen, sin permitir que las curasen.

Quizá era egoísta de su parte buscar utilidad en la necesidad ajena, pero debía admitir que él también necesitaba un alma que entendiese la suya. Y hasta ahora Sasuke no había cuestionado su forma de actuar, no lo había rechazado del todo, tal vez solo era indiferencia, pero incluso aquello era mejor que desprecio.

Entre aquello que no tenía sentido, las muestras de afecto era lo principal.

Neji buscó los labios del joven, pegándose a las varillas todo lo que se le permitía.

Sintió la piel agrietada y reseca contra los suyos igual de marchitos.

Los rozó de forma dolorosa para ambos, pero poco a poco la sensación cedió a una de alivio cuando su lengua humedeció los delgados labios contrarios.

El cálido aliento terminó por suavizar la acción.

Sasuke correspondió, permitiendo que su voz se esfumara, su visión se apagara y su tacto explorara. Vibrando por dentro, rugiendo en protesta por más, y sofocando todo pensamiento que le dictaba que lo que hacía era una locura, pero la necesidad física era real, el anhelo por un abrazo siempre estuvo presente, en un rincón, escondido para no lastimar más, el deseo de una caricia nunca se extinguió. Era humano, seguía sintiendo, seguía añorando tocar a otra persona.

Y no era correcto, no cuando tenían el agua hasta el cuello y a punto de ahogarse, pero ya no les importaba.

Notas finales:

Mil gracias por leer.


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