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Por esta vez por Ramz

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Notas del capitulo:

Inspirado en la imagen de su primer encuentro en su respectivo gaiden. Los derechos de Saint Seiya y todos sus derivados pertenecen al maestro Masami Kurumada y equipo. 


Nota de autora: Bien, es mi primer fic así que soy nueva en esta plataforma, pero veterana en lecturas. No se sorprendan si el fanfic me sale con un algún error raro. Sean, al igual, libres de corregir errores de cualquier tipo y depositar sus críticas. (°~°`) 


Me animé a crear una breve historia – en plena ruptura sentimental – a partir del gaiden de estos dos hermanos. Lo que en un principio iba a ser un one-shot salieron tres capítulos cortos. De igual forma, no creí conveniente publicar y como primer fanfic me desanimaban muchas cosas: ¿Qué si es bueno? ¿Qué si no? Como sea, al final me lancé a hacerlo, aunque a través de la lectura encontrarás varias situaciones que no terminen de encajar –  como empezar una idea y no acabar la otra – disculpen, sobre todo, aunque puse el mayor empeño posible. Por favor, sean bienvenidos y disfruten. (°^°)  

Sintió el ligero peso de su cuerpo contra el suyo. Tomó entre sus brazos la pequeña silueta del entonces Sísifo, dócil y sumiso. Lo contrajo para sí. El infante con nerviosa actitud correspondió el abrazo con sumo sonrojo. Se inclinó levemente para obsequiar un decente saludo y cabizbajo carraspeó su nombre. 
 
-Soy Sísifo... -La mirada del otro atenuó incierta sorpresa ante la contraria expresión adorable que gestaba el menor.

-Este pequeño de aquí - El patriarca Sage se aclaró la voz tras unos breves pasos hacia adelante - Es tu medio hermano. Está ahora a tu encargo, Ilias.  

Los suaves murmullos del viento susurraban contra las hojas de los cerezos, las cuales caían en un dulce baile entonado al ocaso. Cuyo placer no podía, Ilias, discernir si el encanto fue provocado por el romántico escenario que brotaba sobre ellos o por la cautivadora presencia de ojos tiernos y llorosos frente a él.  

Transcurrieron algunos años después. Los entrenamientos de Sísifo fueron calados por férreos esfuerzos, pero fue nada en contraste a su pelea por la sagrada armadura de sagitario. A pesar del victorioso resultado y pronta posesión, una fúnebre incógnita opacaba el glorioso resplandor del triunfo y carcomía sus entrañas. Sísifo pensó ser el peor arquero a los ojos de su hermano. La sombra más invisible para terceros, la envidia o tal vez, la influencia de ser sangre de la sangre coronada por la fuerza y gloria que nunca imaginaba galardonar. 

-Escucha al viento - Comenzó con una voz clara y firme. 

-Lo estoy escuchando - sugirió el segundo con cierto aire de desdén. Si su hermano hubiese abierto los ojos en ese preciso instante, hubiera visto a Sísifo en derrotado ánimo. Apretó con fuerzas el mango del arco y tensó la cuerda; disparo una única flecha preparada para la ocasión e insertó a tres hojas que descendían levemente por el aire. 

Frunció el ceño ante la frustrante y abnegada imagen del leonino, quien no pareció de disfrutar ni inmutarse del hecho. Casi le parecía imposible complacer a su hermano, pues cada perfeccionamiento en su técnica lucía el doble de sombrío.  

-Intuirlo rápido conduce a incorrectas soluciones. Será en vano el esfuerzo y poder que brote de tu cosmos si tu corazón alberga dudas. Entonces tu mano temblará al no poseer la absoluta confianza y tu prudencia desobedecerá rebelde a tu criterio.  

-Comprendo - Sísifo lo observó a lo lejos; Ilias, siempre con abatido semblante y brazos cruzados; la capa le cubría la mitad de su torso y la armadura dorada el resto. El reducido flequillo se meneaba al mismo ritmo con el que, danzaban las flores abatidas por la brisa. Sus facciones pintaban un afable rostro de brusco perfil y pronunciadas ojeras asomaban por debajo de las cordiales pestañas, como una clara alusión a su cansancio. 

-Sísifo. Acércate. -Le ordenó su hermano mientras allegando hacia él, jugueteaba nerviosamente con sus dedos. 

- ¿Eh? - En un parpadeo los aperlados orbes se abrieron paso sobre las acarameladas pupilas del otro. Poco sería la sorpresa de la magnanimidad que reflejaban sus cuencas; el natural paisaje que despertaba atento al profuso recuerdo del iris, y con la misma gracia, plasmaba una límpida nitidez. 

El súbito choque de ambas miradas fue suficiente para que, el menor, inmediatamente desviara el rostro con evidente enrojecimiento y nerviosismo. Fueron irracionales las sensaciones que hicieron eco en su latir y lo abandonaron tan rápido como invadieron su entero ser. 

Al verse expuesto ante tan arriesgada posición, camino discretamente hacia atrás, pero los entorpecidos pasos hubiesen provocado una devastadora caída sino fuera que, a causa del agarre del mayor, le limitó ir más allá de la desgraciada escena. Sopeso entonces en apreciarlo. 

Sin embargo, la lluvia que hizo repentino acto de presencia, esfumo sus sugestiones; sin pensarlo dos veces se refugiaron en la casa de sagitario. A pesar del ávido deseo de soledad de Sísifo, Ilias le persiguió en su camino. Ambos empapados se vieron obligados a retirar sus respectivas armaduras. La curiosa mirada del menor, ansiosa, se aventuró las zonas expuestas de su torso; cuyos aspectos sobre marcaban definidas líneas en los anchos hombros y espalda inferior. Había sido un completo error examinar detenidamente cada detalle, pues, fue más pronto que tarde que excedido de placer, despertaron sus bajos instintos.   

No había manera que inexplorados ojos no reflejaran lujuria; semejante belleza alteraba su estado a errantes cambios, y por ende, la posible tranquilidad se desvanecía de su mente. Cerró los ojos con el fin de terminar con la lasciva aflicción. Sin embargo, un bochornoso calor se almacenaba sobre sus labios.  

Inesperada calidez provenía de una toma de boca a boca con el leonino; lubricada de inocencia respondía a la semejanza de una pléyade que, olvidando el insignificante suelo infértil que pisaba lo elevaban sobre las nacaradas nubes sedosas. Finalmente interrumpiendo el beso con un coqueto brillo en la mirada y húmedos labios le respondió: 

-He visto como me miras - Retomó el significativo contacto, volviendo a provocar un respingo en su cuerpo y en un quejido en su voz. El miedo que desplegaba incómoda idolatría en su pecho, murió tan pronto como nació en el entrelace de sus manos. Continuó alimentando el pasional beso, que apenas brotaba con creces y fragante sutileza bajaba hacia su abdomen. Lamía con suma lentitud en forma de remolinos su piel. Las caricias del leonino viajaron directamente al cuello; acaramelada tez pronto se matizaría en atractivas tonalidades púrpuras que determinarían ante los demás, signos de posesión.

Terminando el fogoso recorrido de besos, Sísifo con lujuriosa actitud desplazaba su mano a la cabeza del otro; jugueteando en entrecortados toques la definida barbilla y la esclarecida melena del leonino. Mientras que Ilias, haciendo y dejándose hacer, con la otra mano exploraba el miembro del novicio.

Emitió un sollozo contenido mientras que, Ilias acariciaba la prominente erección, absorto en peculiares mimos. Brevemente, descendió hacia al miembro, quedando a su misma altura y posicionando su boca en completa atención sobre él. La calidez de su aliento estremecía los cinco sentidos del menor; soltando y bramando suaves quejidos, mientras que, retirando de la vestimenta íntima y pantalón de un golpe, gruñó un gemido mayor.  

Viró su mirada hacia dirección opuesta, ojeó rápidamente al espejo que se encontraba al costado y dio con su reflejo; el desordenado cabello le obsequiaba un toque lujurioso a su agitada apariencia y convergían con las sumisas expresiones de Ilias sobre su miembro erguido. En breve tiempo subió el dorso de su mano, cubriendo completamente su visión. 

-Te deseo - Su voz señaló el rasgo ronco y viril, propio de Leo. 

-Por favor. Hazme tuyo, Ilias - Sugirió sumergido en su propio delirio y oscuridad.  

Cuando comenzó el pleno punto culminante, se clarificó la voz de Ilias quien, en apenas palpables llamados, le nombraba. Al igual que el leonino, Sísifo no tardó en corresponder sus respuestas por el nombre del otro. Movimientos bruscos sacudían su cuerpo y decididamente retiró su brazo. Al abrir los ojos encontró a Ilias encima de él tocando su frente, la cual delataba cierto rubor y malsano aire lascivo. 

- ¿Qué sucede Sísifo? ¿Tienes fiebre? Estás completamente rojo y no parabas de llamarme. 

Entonces su mirada alertó a todas direcciones como le fuera posible leer, viraba sin encontrar gota alguna del hallazgo donde ambas pieles se unían en un ambicioso deseo. ¿Hasta qué punto comenzaba la ilusión y terminaba su realidad? 
Abrumado por el falso descubrimiento, su boca negó a exhalar palabras e Ilias con el magistral criterio señaló mentalmente lo que sus labios sellaron crípticamente. 

-Será mejor que me apresure a cumplir con los deberes del patriarca - Nervioso abandono el lugar con suma rapidez sin razón aparente, dejo a Sísifo en gran impacto de confusión. 

- ¿Qué fue lo que acabó de ocurrir? -Murmuró un invisible aullido al aire. Masajeándose sus sienes con las yemas de los dedos, fue después de algunos segundos que se percató del incidente. << ¡No!>> pensó mientras el pavor y el acaloramiento se elevaba por su tez. <<¡No!>> Un destacable bulto se definía sobre la vestimenta griega, cuyas telas facilitaban la vista. <<Lo vió. Lo escuchó todo. Es el infierno>> 


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