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Mi rojo cielo por 1827kratSN

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Pasos resonantes entre los pasillos inferiores en donde la enfermería —equipada casi al mismo nivel que un hospital—, se instaló estratégicamente para que evitara daños causados en la parte superior de la mansión. La usaban con frecuencia debido a las misiones numerosas, de modo que no tuvieran el riesgo de que el enemigo intentase un atentado cuando los subordinados de Vongola estuvieran en condiciones vulnerables y en medio de civiles. Actividad por parte de médicos especializados en diferentes áreas que arribaban según la emergencia del caso y enfermeras que mantenían todo en perfecto estado para cuando se necesitara.

Pero en ese día el movimiento no era causado por el arribo de heridos debido a una misión de alto riesgo, sino de algo más particular y mucho más importante, al menos para su líder.  

Jadeos desesperados, temblor en los dedos, sudor que resbalaba por su sien o instaurado en las manos debido a la ansiedad, al miedo. La mirada aguada porque el shock inicial no se había ido y sus emociones florecían sin control. Estaba solo porque salió corriendo del auto apenas llegó a la mansión. Tenía náuseas, incluso parecía alucinar ocasionalmente porque lo que le informaron no podía ser verdad. Se negaba a que fuera verdad.

Se sentía olvidado, desdichado y sólo pudo soltar un par de palabras cuando llegó a la sección indicada.

 

 

—¿Por qué?

—Juudaime —una respuesta básica, una mirada culpable, una reverencia que fue la puñalada final—. No pudimos hacer nada —cerró sus ojos y apretó los puños

—Lo sentimos —acompañó Yamamoto en esa muestra de respeto

—No —su voz salió aguda, temblorosa, sus piernas se tensaron, sus hombros bajaron— ¡NO! —Tsuna dejó de mirar a sus dos guardianes, mano derecha e izquierda respectivamente. Respiró hondo, se mordió el labio. Lo negaba. Intentó pasar a esa sala en donde varios hombres y mujeres de batas blancas y mascarillas corrían de un lado al otro, pero no lo dejaron— ¡No puede!

—Tsuna, cálmate —la lluvia intentó proporcionar paz, pero bien sabía que era inútil—. No puedes entrar… Ellos están haciendo su trabajo ahora mismo

—¡DAYANE! —gritó con desespero estirando su mano hacia algo que no lograría alcanzar. Empujó con todas sus fuerzas, maldijo entre dientes, apartó a quienes le impedían avanzar

—¡Juudaime! —lo sujetaba con fuerza junto con Takeshi— ¡Por favor!

—¡A un lado! ¡Quítense! ¡Apártate de mi camino!

—¡Tsuna! —dolía ver a su jefe así— ¡Cálmate!

—¡Dayane!

 

 

Esa misma mañana Tsunayoshi se había despedido de su esposa y sus tres hijos porque él tenía una reunión que atender, cosa que no llevaría más de tres horas pero que les juró reduciría a dos. Les dio un beso a cada uno, a los cuatro, incluyendo al pequeño vientre que acunaba a su segundo hijo varón. Les prometió que llegaría al lugar pactado para su salida semanal en cuanto le fuese posible, y que, como pago por no poder estar con ellos desde el inicio, los llevaría a comer cualquier cosa que desearan. Asignó a dos de sus guardianes como guardaespaldas hasta que su pequeña familia cursaran el trayecto habitual hasta un amplio parque en donde se reunirían con Enma, Diana y el pequeño Leo para un picnic.

Pero algo salió mal. Muy mal.

Su intuición no dejó de saltar desde el punto en donde cursaba medio camino hacia la reunión, pero fue convencido para que no dejara eso de lado y cumpliera. Jamás pensó que odiaría tanto las palabras: «Esto es importante para Vongola. Su familia puede esperar un poco».

Le dijeron que confiara en sus guardianes, ¿y para qué? Para que en ese momento viera las luces rojas que dictaban que la sala se encontraba en medio de una cirugía, para que las enfermeras no le dejasen pasar a ver a sus dos hijos heridos… para que le dijeran que los atacaron de sorpresa y separaron a los custodios de tal forma que su familia fuera blanco fácil.

¡Para eso!

Malnacidos.

Maldita fuera su decisión. Malditos fueran los que impidieron que mandara al diablo la reunión y volviera con su familia. Maldito fuera el destino. Maldito el documento que firmó. Malditos los enemigos. Maldita la venganza. Maldita la forma tan cobarde que usaron para desmoralizarlo. Maldito él mismo porque no siguió sus instintos… Maldita la hora en que confió en ellos.

 

 

—¿Quién fue? —su voz estaba más grave de lo normal, su mirada se ocultaba detrás de la mano que colocó sobre sus ojos— ¡Respondan! —su orden resonó por las paredes y se incrustó en el pecho de los presentes como si fuera un puñal

—Tú sabes quien fue, dame-Tsuna —Sólo había bastado que Tsuna se calmara lo suficiente como para que los reuniera a todos los presentes en esa sala de reuniones, ya presentía aquello

—Ahora —su voz tembló por eso se tomó un par de segundos para respirar hondo y seguir—, quiero que me digan: ¿por qué lo permitieron?

—Juudaime, no hubo oportunidad. La explosión nos alejó del auto, estábamos en medio del camino, los enemigos nos superaban en número. Yamamoto y yo no… —miró a su jefe y su voz se cortó porque al fin la mirada de Tsuna se mostró y reflejó lo dolido y fúrico que estaba—. Yo…

—No hay excusa —fría mirada, rasgada, pupilas casi inexistentes, su ceño fruncido, su rostro marcado por algo que ninguno de los presentes había visto hasta ese momento— ¡No la hay! —golpeó la mesa con su palma izquierda

—Tsuna, nosotros en serio peleamos, pero cuando llegamos al auto el daño estaba hecho —no podían despegar la mirada de la temblorosa mano que los señalaba

—Entonces responde, Takeshi —golpeó la mesa con ambas manos, elevó el rostro, sus ojos adornados por las venas oculares que se marcaban debido a la ira—. ¿Por qué no veo heridas considerables en ustedes?

—Cálmate, Tsunayoshi-kun —Mukuro se sorprendió porque jamás escuchó ese nivel de resentimiento en ese cielo

—Mukuro —apretó los dientes— ¡cierra el pico!

—Reconsidera lo que dices. Te arrepentirás después —Reborn miraba a su alumno en una faceta que nunca vio antes, ni cuando discutieron la última vez tras una masacre digna de una mafia pasó por algo así

—¡No me digas que me calme! No me digas que me calle… No hables —ignoró la mueca de Reborn quien aparentaba los veinte años, y siguió—. Quiero saber por qué

—No hay excusa, juudaime

 

 

Silencio. Nadie se esperó eso después de que su jefe estallara en furia y palabras cortantes, pero fue así. Un tortuoso silencio en donde vieron a su cielo elevarse, erguirse, acomodarse la corbata, mirarlos con odio desmedido, apretar los dientes, maldecir en susurros y rasgar la mesa con las uñas con tal fuerza que un leve sonido los incomodó.

 

 

—Sabemos quiénes son… —Tsuna se mordió el interior de las mejillas con tanta fuerza que saboreó su propia sangre— y los quiero a cada uno de ellos

—Tsuna —intentó protestar Takeshi

—Los quiero en la sala de torturas en el subsuelo dos de la base Este —firmeza en cada sílaba, una orden que no recibiría siquiera una contra

—Juudaime…

—¡Los quiero vivo a todos! —exigió sin dar oportunidad a ese reclamo

—¿Y qué harás con ellos, Vongola?

—¿Eso importa? —los miró de refilón antes de apretar los labios y seguir—. Sólo les estoy dando una orden

—¿Te vengarás de ellos? ¿Asesinarás a los últimos miembros de esa familia escueta y sin chiste? ¿Te ensuciarás las manos en vano? —Reborn bufó molesto— ¿Qué clase de broma es esa?

—Arreglaré su fallo —el castaño los miró a todos, incluso a Reborn— porque el informe dictaba que la familia desapareció por completo… pero no, Hayato dijo que reconoció a dos miembros… Yamamoto lo verificó… y yo les digo a ustedes —esta vez se enfocó en Mukuro y en Hibari quien se mantenía alejado como siempre—, ¿por qué mintieron?

—Estaban muertos —Hibari cruzó sus brazos y enfrentó esa mirada oscurecida por la ira

—¡MENTIRA! —pateó su silla, apretó sus puños— Tengo una esposa en medio de una cirugía, a mi hijo mayor con una herida de bala, a mi pequeña sedada porque no dejaba de gritar debido al shock, a mi último hijo de cinco meses y medio en una incubadora y con menos del cincuenta por ciento de esperanzas de vida —Tsuna respiró hondo para que su voz no se quebrara y el llanto ganara la partida—… eso me basta para saber que ustedes fallaron en la operación

—No te desquites con nosotros, herbívoro… porque sabes que no es nuestra culpa que esos dos se hayan fingido muertos o algo por el estilo

—Eso no me soluciona nada, Kyoya —una lágrima se le escapó porque ni siquiera había asimilado bien los sucesos consecutivos en ese día que aún no se terminaba— ¡Nada!

—Te dará un infarto, Sawada —Ryohei acaba de entrar pues se había quedado ayudando en la sala de los heridos, pero se dio el lujo de matar el ambiente tenso que había en la sala de reuniones—. Cálmate

—Ryohei

—No sé de ella —respondió a sabiendas de lo que el castaño quería—, pero Taiki y Bella están bien… y el más pequeño, aún están adecuándolo en la incubadora

 

 

Miradas, palabras, murmullos. Un caos que no detenía el temblor de las manos de su cielo quien parecía querer colapsar en cualquier momento. Tsuna no sólo había estallado en furia e histeria, sino que de cierta forma los encaró a todos echándoles en cara que fueron los culpables de la tragedia que lo sacudía. Nunca esperaron pasar ese día o escuchar esas palabras… mas, no se quejaban porque imaginaban el desastre que era la mente del castaño

 

 

—Italia se bañará con la sangre de mis enemigos —Tsuna cerró los ojos al decir eso porque ya no soportaba una mirada más

—Estás tomando decisiones apresuradas

—Es una orden

—Cálmate. Piensa con claridad, Tsuna

—Quiero a mis enemigos dispuestos en dos días… caso contrario lo contaré como un fallo más

—Juudaime, por favor, pare

—De ser así no haré nada, pero perderán la confianza reconstruida en estos últimos años

—Dame-Tsuna

—Es todo por ahora —no los escuchó, no quería hacerlo—. Si me necesitan, estaré en la sala de espera por los resultados de mi esposa

 

 

No era fácil cargar con el odio de muchas familias enemigas. No fue fácil aceptar la propuesta de Dayane cuando ella expresó sus intenciones sinceras por ser su compañera de vida. No era fácil lidiar con la culpa que volvía a embargarlo después de esa orden… y por eso, volvió a tomar una decisión apresurada en su vida.

 

 

Duele…

 

 

Ni hao, Reborn —un saludo sencillo seguido por otros más complejos

—¿Para qué nos has llamado, kora?

—Te ves terrible, senpai

—¿Qué sucedió? —la única mujer que hasta ese momento llegó, miró con interés a Reborn, pero no podía descifrar si lo que veía era furia o culpa, tal vez las dos cosas.

—Necesito su ayuda para hallar a los culpables de la caída de nuestro cielo

—¿Qué sucedió?

 

 

Eran casi las seis de la tarde y aun así llegaron a la mansión para cumplir un pedido que el propio Reborn expresó. A pesar de que no se llevaban demasiado bien entre ellos, el simple hecho de que el asesino los contactara y que, a más de eso, usara la palabra “cielo”, fue suficiente motivación.

Fueron informados con detalles exactos sobre lo acontecido en ese día y de la pésima forma en que se lo tomó Tsunayoshi; se miraron entre todos porque no pensaron que el muchacho llegara tan lejos. Suspiraron con cansancio porque era una orden del jefe de la mafia líder, además no les haría daño torturar a quienes se atrevieron a dañar a tan bellos niños que brillaban con pureza y dulzura. Cada arcobaleno solía visitar la mansión para ver de lejos el progreso de Vongola, en especial del hijo mayor porque era una lucecita parpadeante, viva imagen de Tsuna, y tenían altas expectativas para que se convirtiera en el siguiente cielo, por eso ese ataque lo tomaron personal.

Con motivación, instrumentos a disposición, información en progreso y disponibilidad de infinidad de recursos, se vieron libres de planificar su búsqueda y captura. Se designó una zona de búsqueda rápida y varios subordinados de Vongola en conjunto con los guardianes —quienes apenas se estaban recuperando del shock que su jefe les ocasionó—, para liderar. Así de rápido y eficiente. Estaban listos para partir a media mañana del siguiente día. Sólo debían esperar el equipo apropiado para la misión de recolección y la información proporcionada por las innumerables cámaras dispuestas en la ciudad.

Tenían unas horas de descanso, sabrían aprovecharlas cada uno a su forma.

 

 

—¿Cómo está? —tal vez se guiaba por sus corazonadas, pero a veces acertaban

—Fon-san —Enma salió de la sección de espera hacia un pasillo casi solitario—, bienvenido y… no está bien —suspiró

—Debe ser duro para el joven Tsunayoshi —miró a la puerta cerrada detrás del líder Simon y suspiró. Creyó entender esa mirada rojiza y opaca

—Es demasiado para él. No se lo merece —Enma se limpió un par de lágrimas que aun caían por sus mejillas pues le dolía no haber podido hacer nada por su cuñada ya que se enteró del incidente hasta después de un tiempo cuando él mismo llamó a Dayane para verificar si es que estaban cerca—. Tsuna… está destrozado

—¿Te parece si tomo tu lugar? —con su mano señaló aquella puerta que lo separaba del castaño

—No hace falta, Fon-san —emitió una sonrisa forzada, opacada por la melancolía

—Insisto

—Si usted está aquí sólo significa que empezaron a planear la búsqueda —Enma sonrió sutilmente debido a la eficacia innecesaria— y si Tsuna lo ve, sólo se alterará más y su ansiedad ascenderá a un nivel peligroso. Por eso, le pido no entre allí

—No es bueno que esté solo en estos momentos

—Lo sé, pero no quiero que vea a alguien que no sea de su confianza. Espero me entienda, Fon

—Ya veo —el azabache suspiró profundamente

—Pero si quiere puede acompañarme a ver a los niños, así matamos un poco el tiempo

—¿A dónde fue? —lo miró con comprensión—Te prometo que no se lo diré a nadie, Enma

—A caminar —dijo encaminándose a la zona en donde sus sobrinos eran atendidos

—Si espero el tiempo suficiente, ¿me lo dirás?

—Si se lo digo… —Enma se mordió el labio inferior mientras analizaba sus opciones— ¿no juzgará a Tsuna-kun y lo cuidará de lejos?

—¿Hablas de que no se lo diga a nadie más?

—Sí

—Trato hecho

—Gracias, Fon-san

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

Me di cuenta que el capítulo estaba demasiado largo y lo corté. XD no pude evitarlo, no quiero hacerlos tediosos.

Muchas gracias por leer esta cosita~

Besos y abrazos

Los ama: Krat~ 


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