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Mi rojo cielo por 1827kratSN

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Lo limpió por fuera, pero no podía hacer nada en el interior del chico.

Por primera vez en años sintió impotencia.

Fon sentía un dolor en el inicio de su estómago causado por tan penosa visión. Tsuna tenía los ojos fijos en algo lejano, de ellos brotaban abundantes lágrimas, pero su expresión facial estaba serena como si fuera tan sólo un muñequito hueco. No sollozaba, no se quejaba, su voz era monótona, las manchas de sangre que bañaban su cuerpo eran numerosas, sus manos ya desnudas mostraban daños debido al uso del arma que no estaba acostumbrado a manipular, el traje estaba mojado en ciertas zonas, el cabello mantenía mechones rojos aún en evidencia de que acabó con sus enemigos y que en la mañana toda Italia se horrorizaría por la visión de doce cuerpos colgando en edificios alejados entre sí.

Italia se bañó en sangre.

No.

Tsunayoshi se bañó en sangre.

Era lamentable, lo peor era que el shock en el jefe de Vongola parecía ser más grande de lo que se podía ver. No sólo estaba fuera de sí, sino que estaba frío, sin vida en esa mirada, parecía que algo dentro de él se había quebrado o que algo ya estaba quebrado se terminó por quedar en pedazos minúsculos.

 

 

—Vamos a casa, Tsunayoshi

—No

—Insisto

—Debo hacer algo más antes

 

 

Fon vio al castaño levantarse lentamente mientras apreciaba en el horizonte unas tenues muestras de que el sol quería aparecer, pero para eso faltaba mucho aún. Se quedó en su lugar, permitiéndole al castaño tener su espacio, lo vigiló sin hacer nada raro que lo alterara. Escuchó leves susurros, pero no entendió nada. Él también cerró sus ojos para mentalizarse, para planear las palabras a usar, para eliminar esa sensación de acidez en su estómago o el dolor en su pecho.

No quería creer que el mismo joven radiante que conoció años atrás, se había vuelto aquella figura de cerámica con diversas grietas y ojos perdidos en la nada. No quería aceptar que la mafia fue lo suficientemente dura como marchitar aquella ingenua existencia. «Pobre muchacho» pensaba, sin embargo, se equivocaba en algo… Tsuna ya no era un muchacho, era un hombre hecho y derecho, con treinta años sobre sus hombros… era gracioso que se viera tan joven como Fon que apenas aparentaba los veinte ya que después de ser liberado de aquella maldición que lo mantenía en una figura infantil, debió crecer como cualquier persona normal haría. Tal vez era la herencia de la madre del castaño la que lo dotaba de longevidad pues Nana aparentaba juventud a pesar de que ya era una abuelita encantada con sus nietos.

Se distrajo demasiado tiempo. Cuando volvió en sí, ya era demasiado tarde.

 

 

—Tsunayoshi-kun —se adelantó dos pasos, pero se quedó quieto cuando el castaño empezó a caminar por el borde de ese edificio en especial

—Sabe lo que planeo hacer, ¿verdad? —Tsuna se detuvo en un borde agradable, debajo estaba la calle, algunos autos estacionados, un par de letreros que sobresalían y la visión de personas que parecían solamente hormigas sobre el asfalto

—Espera. Sé que ha sido duro, pero… lo que estás viendo no debería ser tu siguiente objetivo —el azabache dio dos pasos más, silentes, cautelosos

—Me gusta mucho este edificio —opinó mientras medía la altura, pero no podía dar un valor exacto, sólo sabía que eran veinte pisos de un hotel de cinco estrellas. Estaba bien ubicado

—¿Ya lo tenías elegido? —seguía acercándose, pero sentía que no estaba haciendo un progreso evidente y Tsuna ya se había detenido sobre el borde de esa terraza

—Sí

—¿No pensabas volver?

—Estaba claro que no

—¿Por qué tomaste una decisión como esta? —sentía ansiedad, pero se obligó a calmarse y no apresurar sus acciones.

—Porque no puedo más —lágrimas resbalaban por las mejillas teñidas de oscura suciedad y sangre propia y ajena, la que no pudo ser limpiada ni por el pañuelo de Fon

—¿Has pensado en los demás?

—Sí —Tsuna suspiraba antes de tragar con dificultad porque el nudo en su garganta a causa del llanto le impedía hacerlo normalmente— y eso sólo logra acrecentar este deseo

—No lo hagas, Tsunayoshi-kun —suplicó Fon

—Lo siento… pero diga lo que diga, no quiero dar marcha atrás —el castaño sólo veía el asfalto, nada más que eso

—¿Sabes por qué estoy aquí? —apresuró un poco sus pasos—. Mejor dicho, ¿sabes por quién?

—No me diga más —cerró sus ojos para dejar brotar las lágrimas acumuladas

—Ella te llamaba entre lágrimas

—¿Despertó? —elevó su mirada esperanzada, suplicante, dolida. Giró su cuerpo para enfrentar la mirada de Fon

—No me refiero a ella —apretó los labios porque sintió una punzada en su pecho al ver tanta angustia en esa mirada achocolatada—. Me refiero a tu hija

—¿Cómo está ella? —sus labios temblaron

—Necesita a su padre —Fon estiró su mano y dio dos pasos para acercarse—. Vamos, Tsunayoshi-kun… Regresemos a casa

—No más… Ya no puedo —retrocedió hasta que el borde de aquella terraza se sentía en la parte posterior de su zapato— Jamás podré verlos de nuevo… No puedo siquiera acercarme si estoy manchado de este rojo pútrido —elevó sus manos un momento, veía la sangre en ellas, era su mente jugando con él

—Tsunayoshi-kun, ¿quién más podría cuidar de tus hijos si no eres tú mismo?

—Tú lo harás —sonrió con una melancolía que partiría la cordura de quien sea— es mi último deseo

—¡Espera! —ya no podía ser prudente, se acercó con rapidez

—No lo haré —su voz tembló, pero pudo formar una pequeña sonrisa. Dio un paso hacia atrás.  

 

 

Libertad. Brisa. Paz.

Nadie podría juzgarlo, no deberían porque no sabían por lo que tuvo que pasar hasta ese momento. Cerró sus ojos antes de dejar a su peso guiarlo a una caída rápida. Dejó que la gravedad lo afectara y cayó hacia atrás. Sonrió en el último instante en que vio al ex arcobaleno de la tormenta, se despidió con ese sencillo gesto.

Mentiría si dijera que todo fue improvisado. No lo fue. Él lo planeó desde hace muchos años como una ruta fácil y directa que lo alejaría del dolor que se acrecentaba en su pecho. Cuando la soledad lo envolvía como un manto, cuando su vida poco le importaba, cuando cada amigo cercano se había alejado de él porque los hirió, incluso después de que superó ese problema volvía a ese sitio, se quedaba en esa terraza, miraba al suelo, sentía el vértigo, sonreía porque claramente sabía que dejarse caer desde ese lugar le proporcionaría una muerte rápida.

Suicida.

Cobarde.

Imbécil.

Muchos insultos dados por voces conocidas y desconocidas.

¿Y qué sabían ellos?

Tsuna llevaba la mayor parte de su vida luchando continuamente contra las miradas ajenas que no lo veían como un igual sino más como un estorbo e inútil. A veces creía que ese lado perdedor, patético, jamás se alejó de él, lo certificaba cada vez que algo salía mal, la vida se lo restregaba en la cara continuamente. Tal vez no tenía los problemas graves que otros enfrentaban; tal vez exageraba con respecto a su situación, pero, ¿qué más daba? Era su vida, él podía ver qué tan mal la estaba pasando.

Él decidió ya no luchar, ya no seguir, dejar todo en manos de alguien que fuese capaz. Por eso se lanzó al abismo, porque estaba seguro de que en ese mundo ya no era útil; ya nadie lo necesitaba; ya nadie debería necesitarlo porque sólo seguiría cometiendo errores que no beneficiarían a nadie y dañaría a muchos.

 

 

—¡Tsunayoshi!

 

 

Abrió momentáneamente sus ojos al escuchar esa voz llena de pánico. Estaba un poco desorientado pues el viento lo golpeaba desde la nuca y sus cabellos se mecían en torno a sus ojos, pero logró hallar el origen de ese ruido. Fue lo peor que pudo haber hecho. Caía inevitablemente, era el plan, pero no pensó que aquel hombre se lanzaría junto con él. Por primera vez vio como la expresión serena de Fon cambiaba por una mueca de terror mientras estiraba su mano e intentaba alcanzarlo. Amabilidad que no necesitaba en ese momento en donde deseaba estar solo

Debería volver a cerrar los ojos y ceder ante un descanso eterno.

Pero no pudo.

Su consciencia se lo impedía.

Tsuna forzó a su cuerpo a girarse y apreció que tal vez sólo cinco pisos lo separaban del suelo. Si estuviera cayendo solo, sería fácil ignorar el vértigo y el leve temor a la muerte, pero no era así. Escuchó su nombre una vez más y eso lo motivó a despertar de su leve letargo. Activó sus llamas y se dio impulso hasta elevarse a la altura del azabache a quien tomó de la muñeca y lo atrajo hasta su propio cuerpo. A tan solo diez metros del suelo logró soltar una gran cantidad de llamas de su mano derecha para frenar la velocidad de la caída y con rapidez tomar otra ruta.

Dolió. Sus músculos tensos se movieron por sí solos de forma que se acalambraron.

Mas, no midió bien la distancia, se impulsó más de lo debido aun sosteniendo a aquel asiático con fuerza para que no cayera. Traspasó la calle principal que daba a la entrada del hotel y se ubicó por encima de una fuente adornada por la estatua de una mujer que mantenía sus manos estiradas y de las cuales brotaba agua cristalina. Quiso evitar la estatua, pero no pudo, su cuerpo la golpeó de lleno y con él se llevó a Fon quien apenas pudo cubrirse el rostro para aminorar el daño del golpe. Fue un caos momentáneo, golpes duros, y una caída que generó una onda en el agua que reposaba en la parte inferior de la fuente

Tsuna vio sangre que se esparcía con rapidez en ese líquido transparente iluminado por luces amarillas, era como si hubiese usado un colorante. Manoteó un par de veces, pero entonces consideró que no sería malo dejarse caer al fondo de la fuente y admirar las distorsionadas imágenes manchadas de rojo mientras se quedaba sin aire. Dejó de intentar ascender para tomar aire, soltó las burbujas que se mantenían en su boca y tosió de modo que tragó un poco de agua. Ardía, seguramente por algo como cloro usado para mantener limpia el agua o algo así. No sabía, pero estaba bien, ¿o no?

No lo estaba. En el fondo lo sabía. Pero no quería aceptarlo.

 

 

—Tsuna —Fon apenas había podido sacar la cabeza fuera del agua, pero no revisó sus daños físicos, sino que se giró frenéticamente intentando hallar al castaño—. Tsunayoshi —La fuente era amplia, mas no profunda, así que la caída en el sector pudo ser fatal si es que se llegaba a golpear las baldosas del fondo— ¡Tsuna! —se desesperó al no verlo, así que se levantó para buscarlo

 

 

Con la ropa totalmente empapada que le impedía moverse bien, el agua que le llegaba a la cintura, el dolor en sus brazos, siguió buscando. Su corazón latía a mil, sus ojos ardían un poco, sentía un leve sabor a sangre en su lengua. Pero tenía otras prioridades. Fon vio a lo lejos una mancha rojiza que poco a poco se desvanecía y sin dudarlo se lanzó hasta allí. Metió las manos con desesperación y tiró del cuerpo que yacía en el fondo. Al tenerlo fuera le golpeó las mejillas pálidas, vio con horror como la sangre escurría de alguna zona de la cabeza, pero… tosía. En cuanto le dio el tercer golpecito en la mejilla, el castaño empezó a toser sin parar.

Aliviado, sólo pudo tomar al castaño en brazos y llevarlo al borde de la fuente para mantenerlo lejos del agua hasta que escupiera toda lo que había tragado mientras él le palmeaba la espalda para ayudar al proceso. Fon también respiraba dificultosamente, pero esbozó una sonrisa aliviada porque Tsunayoshi estaba respirando y no parecía tener heridas demasiado graves.

Aun temblaba un poco debido a que la adrenalina le recorría desde que saltó del edificio para intentar parar el salto del castaño. Debía admitir que nunca había estado así de asustado al ver a alguien lanzarse de un edificio tan alto, realmente, era la primera vez que frustraba un intento de suicidio. No lo había pensado mucho cuando saltó, y sólo en ese punto cuando estaba ya en el suelo y pudo elevar su cabeza para ver hacia la terraza de ese edificio, se dio cuenta de la locura que acababa de cometer.

No eran inmortales, pudieron morir de verdad.

 

 

—Tsunayoshi-kun… ¿estás bien? —jadeaba

—No debió saltar —aún tosía y carraspeaba la garganta para eliminar el ardor

—No debí, pero quise hacerlo —Fon se apartó el cabello del rostro

—¿Por qué? —se mantenía en el borde de la fuente mirando al suelo mojado por el agua que chorreaba de sus mangas y cabello… su sangre también se combinaba con eso

—No te iba a dejar morir así —soltó un suspiro aliviado—. Ahora vamos… tenemos que revisar esa herida en tu cabeza

—Déjelo así —Tsuna hablaba sin ganas, tampoco hacía un esfuerzo por moverse

—No puedo —Fon se levantó y salió de la fuente dando gracias al cielo que eran casi las seis de la mañana y no había personas circulando por ahí—. Vamos, te llevaré a la mansión

—Fon-san —sintió como sus brazos eran tirados para que se levantara

—Dime —no iba a regañarlo por esa estupidez, en ese momento sólo quería llevárselo de ahí

—No se lo cuente a nadie —su voz era apenas un susurro suplicante

—No lo haré —sonrió antes de pasar el brazo del castaño por su cuello y ayudarlo a caminar— pero a cambio de eso… debes platicar conmigo

—No quiero hablar —mantenía su cabeza agachada, sus piernas apenas si se movían con torpeza, estaba mareado

—Cuando estés mejor, cuando todo esto pase… me dirás por qué quisiste acabar con tu vida

—La respuesta a eso es simple —Tsuna no lo miró, sólo siguió dando pasos temblorosos—. No quiero volver a casa

—Tienes muchas personas que te esperan —Fon aun no entendía por qué llegaron a ese punto, quería saber.

—No es así —Tsuna soltó un leve gemido adolorido antes de sostener su costilla izquierda—. Ellos no me esperan

—Lo hacen… al igual que Dayane y tus hijos

—No los mencione… por favor —apretó los labios y sus párpados. De nuevo quiso empezar a llorar

—Están esperando por ti —susurró

—Es mi culpa —el castaño soltó una risita suave antes de morderse el labio inferior—. No podré volver a verlos a la cara

—Tsunayoshi-kun… puedes enmendar los errores que has cometido

—Tal vez… pero de mis manos no me quitaré la sangre que he derramado hoy

—¿Por qué lo hiciste?

—Porque me han quitado la poca estabilidad que me mantenía firme… porque quise vengarme… porque antes de irme quería quitarle los obstáculos a mi familia —no dudaba, pero se detenía para ahogar un sollozo

—No hables más, Tsunayoshi-kun… —Fon acarició la espalda de Tsuna para reconfortarlo un poquito—. Ahora deja que te lleva a casa

 

 

Logró hallar el transporte que el propio Enma le facilitó cuando abandonó la mansión Vongola. Con cuidado posó a Tsunayoshi en el asiento posterior e intentó cubrirlo con una frazada que le consiguieron, pero estaban completamente empapados así que no era de mucha ayuda.

Fon no dijo absolutamente nada, tampoco dio detalles a los guardianes Simon que estaban dentro del auto, respetó el silencio que Tsuna pidió. Pero era difícil ignorar la mirada vacía que el cielo de Vongola tenía.

¿Qué había pasado para que ese brillo se perdiera? Pero más importante que eso: ¿Qué podría hacer para que brillara de nuevo? No lo sabía, tampoco debía inmiscuirse demasiado puesto que no pertenecía a esa familia, mas, estaba seguro de que lo haría. Después de todo, estar juntos al borde de la muerte los había unido de alguna extraña forma

 

 

Silencio…

 

 

—¡Juudaime! —el auto de los Simon que ingresó y el informe de los guardias alertó a ciertos miembros de la mansión

—¡Tsuna-kun, estás helado!

—Llévenlo a la enfermería de inmediato. Fon también deberías ir

—Estoy bien, Reborn… sólo necesitaría que me prestasen ropa seca

 

 

Fon no dio detalles. No necesitó darlos porque antes de que Tsuna fuera trasladado a la enfermería exigió que no preguntaran nada, porque iba a dar detalles en cuanto le fuese posible. El castaño seguía actuando como un jefe, siendo prudente, serio, natural. Tal vez con los años aprendió a tomar su papel tan eficazmente que era automático.  

Se trataron las heridas pertinentes y se intentó recomponer la temperatura de ambos hombres antes de que pasaran a la hipotermia. Se les permitió quedarse en la enfermería y descansar un rato para después informar los acontecimientos suscitados en las últimas horas en las que el jefe estuvo ausente. El azabache miraba al castaño con disimulo, lo hizo hasta que todo estuvo en su orden “correcto”.

Se murmuraron muchas cosas mientras esperaban a que el jefe se pronunciara, pero todo concluyó en un silencio abrumador cuando todos los presentes apreciaban las noticias de la mañana donde imágenes censuradas detallaban la masacre dada: doce personas aun sin identificación que colgaban de varios edificios y causó el terror en toda Italia; doce cuerpos con símbolos de tortura y que los reportaron llamaron: una advertencia por parte de una red delincuencial. Pero que en realidad era otra cosa.

 

 

—¿Fuiste tú, dame-Tsuna? —Reborn rompió el silencio después de apagar las pantallas en donde se reproducía la grabación de los noticieros de ese país.

—Creo que la respuesta es obvia —sostenía su cabeza porque le punzaba las cienes, cerraba sus ojos momentáneamente mientras respiraba tan hondo como le fuese posible. Las vendas que rodeaban su herida le estorbaban

—¿Por qué, juudaime? —muchos no podían asimilarlo todavía

—Tsuna, diste la orden y nosotros la íbamos a cumplir —Takeshi fruncía el ceño, pero su mirada parecía llena de culpa—. No debías hacer eso

—Aunque hay que admitir que el Vongola tiene estilo, kufufu

—¡Cállate, al extremo!

—Concuerdo con Takeshi. Juudaime, usted no debió ensuciarse las manos, sino que debió dejarnos ese trabajo a nosotros.

—¿No les he torturado lo suficiente? —Tsuna no los miraba, mantenía su cabeza agachada, pero elevó su voz para imponer su puesto como jefe— ¿No les he obligado a mancharse las manos lo suficiente como para que me odien?

—Sawada, sabes que eso no es así —Ryohei cruzaba los brazos para disimular su malestar

—No me mientan —al fin elevó su mirada para revelar lo perdido y vacío que estaba—, porque puedo sentir su resentimiento latente —su tono opaco y recriminatorio hizo eco en la sala, poco le importara que los antiguos arcobalenos estuvieran presentes y nada tuvieran que ver en los problemas de su familia.

—Boss, no…

—¡Basta! —Tsuna hizo una mueca adolorida y apretó las vendas de su cabeza—. No quiero hablar más. Ya saben lo sucedido —pero los labios de muchos se separaron para protestar y los detuvo de inmediato—. Y en cuanto a mis heridas… Fon intentó detenerme en mi última tortura, quise negarme y terminó en esto

—Así es —el azabache asintió para confinar la mentira. No quería presionar al castaño, aunque claro, debía hablar con él después porque no podía ser que el cielo estuviera tan lleno de esos pensamientos nada aceptables y mintiera con tanta facilidad que hasta él mismo se la creyó por un momento

—Ahora —Tsunayoshi se levantó negando la ayuda de Hayato con un ligero movimiento de su mano—, quiero estar a solas. Cancelen mi itinerario para esta semana, manden al demonio a todo aquel que quiera saber de mí, de mis hijos o de mi esposa… excepto por Fon, Enma, Diana o mis padres… Y no interrumpan mi espera

—Deberías descansar, Tsunayoshi-kun —Fon se acercó y, ante la sorpresa de todos, Tsuna no negó el toque, por el contrario, se sostuvo del azabache para poder caminar fuera de esa sala

—No hasta saber qué pasó con mi familia —miró a Enma quien abría la puerta y le ofrecía guiar su camino. Ya tendría tiempo de hablar con él, disculparse y agradecerle.

 

 

Sólo había pasado un día y un poco más, pero su vida estaba por completo destrozada. Eso lo comprobó cuando a media tarde le informaron que su hijo menor no soportó la situación y pereció. Además, que su esposa permanecería en cuidados intensivos por tiempo indefinido. Tsuna no dijo nada mientras recibía las noticias, se limitó a mirar al vacío y dejar el tiempo pasar. Fon se mantuvo junto al castaño por pedido de Enma quien debió regresar a su mansión durante unas horas, en silencio porque sabía que no era prudente inmiscuirse en un dolor que él desconocía

 

 

—No dejen que mis hijos despierten —Tsuna dijo eso cuando los médicos informaron que volverían a sus labores pues se había instaurado un silencio de quince minutos—. Aun no

—Como ordene

—Permitan a Diana y a Enma ver a Dayane. Trasladen su cama a una sección sólo para ella

—Sí

—Taiki e Isabella dormirán en el mismo cuarto.

—Así será

—Preparen —Tsuna dudó— la cremación de los restos de… mi pequeño Ángelo

—Tsuna —susurró Fon antes de acariciarle el hombro como muestra de apoyo

—Quedan vetadas las entradas a esta sección —frunció levemente el ceño, pero no apartó el toque— trasladen lo necesario para una enfermería en la mansión porque no quiero que ellos entren aquí

—¿Existen excepciones?

—Diana, Leo, Fon, Enma, Iemitsu, Nana… Alex —se detuvo y abrió los ojos— perdón… ignoren lo último —No estaba bien, su mente no estaba bien, nada en su vida lo estaba.

—Nos encargaremos de todo —reverenció el médico en jefe—. No olvide tomar sus medicamentos y llamarnos si no se siente bien.

—Sólo requiero de silencio… y tiempo —masculló Tsuna antes de cederles la autorización para retirarse

—¿Quieres que me vaya? —añadió Fon cuando estuvieron solos

—No

 

 

De nuevo el silencio, pero en esa ocasión Fon hizo algo más. Rodeó al castaño con sus brazos y le cedió un cálido abrazo. No sabía qué más hacer. Sólo se prestó a escuchar los sollozos bajitos de lo que alguna vez fue el más brillante cielo de Vongola

 

 

Continuará…

 

 

Notas finales:

Krat los ama~

Dejen sus lágrimas aquí… ok no. Tranquis, tranquis, una bromita para matar la tensión

Nos veremos en el siguiente cap~

Bye-bye~


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