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Mi rojo cielo por 1827kratSN

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No quería enfrentar la realidad, no estaba listo y tal vez jamás lo estaría. Pero no podía simplemente extender indefinidamente el momento en el que tendría que enfrentar a sus hijos… pero al menos podía esperar un poco más

Fon había estado a su lado tras la dura noticia que recibió, Tsuna incluso se quedó dormido aun entre sollozos sintiéndose protegido entre aquellos brazos que lo rodeaban y las caricias sutiles en su espalda. Tal vez después se disculparía por su patética forma de actuar, pero en ese momento lo que más necesitaba era alguien que lo consolara tal y como el azabache hizo.

El ex arcobaleno de la tormenta se había ocupado de él, incluso lo había recostado en una de las camillas a disposición en la enfermería y había velado sus sueños hasta que Enma regresó. Tsuna no había dormido más de tres horas debido a las pesadillas que pudieron más que el cansancio, despertó agitado para encontrarse con dos pares de ojos que tenían muchas interrogantes pero que respetaron el silencio que se formó. Un silencio tan doloroso como cualquier herida física.

No hubo palabras después de eso, sólo abrazos, sonrisas melancólicas, apoyo silente y… nada más.

Tsuna necesitaba tiempo, compañía y agua. Ni siquiera quería comer, lo devolvía todo cuando llegaba a su estómago, apenas si consumía un par de galletas desabridas para que las medicinas permanecieran en su cuerpo y no dañaran su estómago. Así fueron los dos siguientes días en donde no salió del subsuelo. El cuerpo de Tsuna recién estaba asimilando el shock y según los médicos esos síntomas desaparecerían en unos días.

La mente a veces era el mayor enemigo de una persona y para eso no había una cura exacta, pero siempre habría alguien que podría menguar el problema.  

 

 

—Mi niño —fueron las palabras de una llorosa Nana que ingresó a la tercera mañana después del calvario.

—Mamá —fue el susurro del castaño antes de aferrarse a la cintura de su madre como si aún fuera un niño pequeño en busca de protección—. Mamá —sus sollozos se hicieron presentes al igual que las caricias cálidas de una madre comprensiva

—Todo estará bien —mentía, ella estaba consciente de eso, pero no sabía qué más hacer o decir porque los sollozos ahogados de su hijo mostraban cuán devastado estaba. Como madre desearía borrar ese dolor, pero no podía

—Les fallé —apenas y podía respirar a causa de sus lágrimas y gimoteos, pero reunió el suficiente aire como para decir aquello que lo estaba atormentando

—No lo hiciste —Nana besó los cabellos de su hijo y soltó sus propias lágrimas—. Todos saben que siempre has hecho todo lo posible por cuidarlos

—Pe… pero —sus labios temblaban, el escozor en sus ojos no se detenía

—A veces las cosas no se pueden controlar, los desastres llegan de improvisto y sin aviso

—Pero… —Tsuna quiso decirle que él causó todo eso, pero su madre no se merecía saber que su único hijo tenía sobre sus hombros centenas de vidas ya extintas

—Me contaron que… —la castaña sorbió su nariz antes de acariciar la espalda de su querido Tsu-kun—… que ella defendió… defendió a sus hijos… en el ataque

—Lo sé —gimoteó apretando sus párpados

—Entonces siéntete orgulloso por la valentía de Dayane

—Ángelo —susurró con la voz rota y su cuerpo temblando. Le dolía demasiado saber que su pequeño rubiecito abandonó la tierra sin que él siquiera pudiera arrullarlo entre sus brazos para que durmiera eternamente

—Lo sé —murmuró aguantando un sollozo—. Un ángel se nos ha ido… pero no podemos hacer nada para remediarlo

—Soy… un pésimo padre —apretó su agarre

—No lo eres, Tsu-kun —deslizó sus dedos por las hebras castañas de su niño e intentó peinarlas

—Ni siquiera —tragó con dificultad— Ni siquiera tengo el valor… para despertarlos —suspiró profundamente para ahogar un hipido.

—Está bien —elevó ese rostro demacrado por el insomnio y el llanto, besó esas mejillas tras limpiar cada pequeña lágrima—. Mamá te ayudará a reunir el valor necesario

—Perdón —sostuvo aquellas manos entre las suyas y suspiró

—No has hecho nada malo —lo abrazó con fuerza—. Nada —se aferró a su, por siempre, pequeño hijo

 

 

Pero era mentira. Tsuna había hecho decenas de cosas malas, y aunque fueran en pro del bienestar de miles, no dejaban de ser cosas malas.

Nana sabía que su hijo tenía un cargo importante en un círculo social riesgoso, seguramente Iemitsu le contó otra de esas estúpidas historias para justificarlo, pero Tsuna presentía que su madre ya sospechaba de qué trataba en realidad todo eso. Sin embargo, él jamás tuvo el valor de decirle la verdad porque no quería preocuparla, mas, su madre siempre acudía cuando él lo necesitaba. Era irónico que Tsuna haya llegado a comprender por qué su padre siempre decía mentira tras otra para justificar sus prolongados viajes y su ausencia en el hogar

Maldita la mafia que manchaba a quienes estuvieran enlazada con ella de una u otra forma.

Tsuna había hablado con Enma durante horas cuando al fin podía hacerlo sin derramar lágrimas, cuando al fin podía permanecer en calma. Le contó todo con detalle porque necesitaba sacarse, aunque sea un poco de ese peso que cargaba. Enma lo escuchó en silencio, sin juzgarlo porque mal o bien él también había hecho cosas parecidas debido a su posición como jefe de su familia mafiosa. Eran dos personas destinadas a mancharse de sangre ajena, no había nadie mejor para entenderse que entre sí.

Hubo disculpas, promesas, suspiros y al final una amistad que volvía a fortalecerse en base a desastres que superaban juntos.

Diana siempre estaba cerca de Enma, Tsuna la veía cada vez que sus pasos lo llevaban hasta el cuarto que ocupaba Dayane; hablaron de muchas cosas, se disculparon por otras más, se animaron y acompañaron en esa espera que ya casi no tenía esperanzas. Eran familia de alguna u otra forma así que actuaron como una: ayudándose y sin juzgarse.

Fon fue una compañía importante también, no sólo porque Tsuna lo veía como su nueva pequeña cuerda de salvamento, sino porque solía decir lo preciso en el momento en que Tsuna lo necesitaba. Sin preguntas profundas, compañía agradable, aura pacífica, era perfecto para esos momentos. Además, Fon tampoco parecía dispuesto a dejarlo solo

Hasta Iemitsu llegó con unas horas de diferencia con Nana, lo hizo para acompañar a su heredero y cumplir funciones que por años mantuvo olvidadas. A Tsuna no le sorprendió que llegara con la noticia de su renuncia definitiva a la CEDEF, lo vio venir desde hace tiempo porque Iemitsu solía decir que quería tiempo para compartir con su familia. Al menos lo estaba intentando. Tarde, pero lo hacía.

 

 

Hora…

 

 

Dos enormes ventanas de cristal daban la vista a una sola habitación cuando las persianas se abrían. Tsuna estaba parado enfrente de una de ellas, mirando a sus dos hijos que reposaban en las camillas, esperando algo desconocido. Enma se había ido a su casa hace un par de horas, dejando al castaño sumido en su silencio melancólico. Nana e Iemitsu se hallaban descansando en su habitación, aunque Tsuna presentía que su madre hacía más que sólo ver cómo estaban las cosas en la mansión. El resto de la familia no había dicho absolutamente nada y, cumpliendo con el pedido de su jefe, se limitaron a realizar sus funciones y ni siquiera pensar en poner un pie en el hospital subterráneo.

Desde el día de aquella masacre en Italia las misiones asignadas a los guardianes se habían cancelado porque nadie quería irse sin saber de su jefe y las visitas repentinas de los ex arcobalenos se mantenían. Todos estaban preocupados por el bienestar del cielo de Vongola. La misma Vongola estaba en un estado de espera e incertidumbre.

Sólo una persona perteneciente a ese negro círculo social no sufría de la angustiosa ignorancia, y era quien ocupaba la otra ventana que daba a la habitación de los dos Sawada menores.

 

 

—¿Cómo que ella lo envió, Fon-san? —habían pasado mucho tiempo en silencio, pero fue Tsuna quien quiso hablar de aquello que su mente trataba de entender desde hace días.

—Vine a verla junto con Enma —explicó mientras veía como la pequeña castaña se removía en su cama— ella lloraba entre sueños y te llamaba

—Isabella siempre ha dependido de mí —Tsuna deslizó sus dedos por el cristal y soltó un suspiro—. Ella… debió haber estado muy asustada

—Ella tal vez sentía que tú estabas en problemas

—Puede ser —no sonreía, ni siquiera intentaba hacerlo— después de todo… heredará la súper intuición de la familia

—Taiki también la heredará y seguramente será un buen líder a futuro —Fon lo miraba con cariño, comprendiendo la situación por la que el castaño pasaba

—No —suspiró profundamente—. No lo será —apretó los puños

—¿Por qué dices eso? —la negativa de Tsuna lo tomó por sorpresa, no sabía cómo reaccionar ante eso

—Debe imaginárselo, Fon-san —al fin lo miró, fijándose que, ante la luz, los ojos de fon tomaban un color más rojizo y el marrón casi ni se notaba—, después de lo que ha visto es deducible el por qué no quiero que mis hijos hereden esto

—¿Y si él decide hacerlo?

—Lo detendré

—Esta organización necesita un líder, Tsunayoshi-kun, lo necesitará en un futuro si es que se desea seguir con el legado de Timoteo, el de Giotto y el tuyo

—Suena razonable —frunció levemente el ceño— y aun así el sacrificio es demasiado grande

—El bien es aún mayor

—Lo sé —Tsuna se tocó el pecho— por eso he seguido con esto hasta ahora… porque sé que muchas personas dependen de mí

—Tsunayoshi-kun, ¿puedo preguntarte algo bastante específico y personal? —era hora de empezar con eso, lo creyó conveniente—. Tú…

—Depresión —detalló el reflejo de Fon en el cristal contiguo— eso es lo que tengo y el causante de lo que vio en esa noche… de lo que hubiese pasado si es que usted no intervenía

—Ya veo —estaba impresionado, mucho. Quería preguntar algo más, pero creía no sería adecuado

—Más o menos un año después de asumir el cargo —miró a Fon de refilón por un breve momento—. No es el primer intento que hago —guardó silencio y suspiró— Ninguno de mis guardianes lo sabe, tampoco Reborn… sólo lo sabían Dayane y Enma… aunque supongo que Diana también debe saberlo, eso creo

—¿Aprendiste a leer las mentes? ¿Te lo enseñó Reborn? —sonrió sutilmente por inercia porque todas las preguntas que rondaban su cabeza fueron respondidas

—No —suspiró al ver como su pequeña hija manoteaba al aire en señal de que despertaría pronto—. Es sólo mi intuición —silencio

—Despertará pronto —admiró como los ojitos de esa pequeña castaña se abrían dejando ver el lindo color caramelo—. Debes ir a verla

—No puedo —Tsuna apretó los dientes y agachó su cabeza. A pesar de la semana de preparación, del apoyo y fuerzas reunidas… sintió miedo de nuevo y deseaba huir una vez más

—Te necesita —se acercó hasta palmear levemente la espalda de Tsuna

—Todavía puedo ver la sangre en mis manos —miró su palma, sabía que no había nada en ellas, pero la sensación acuosa no se iba—. No tocaré a mi hija así —se mordió el labio y respiró agitadamente. Estaba perdiendo el control

—Yo sé muy bien lo que acarrea matar a un hombre —Fon se acercó al castaño y le acarició los cabellos—, sé que es duro y que la sensación de culpa no se va de un momento a otro y a veces las secuelas son para toda la vida. Pero debes saber que para ellos —apuntó a los niños, Taiki aun dormía— tú lo eres todo. Ellos no saben lo que hiciste, ellos lo único que tienen en cuenta es que eres su amado padre

—¿Me dice que debo ir y fingir que no pasó nada? —respiraba profundo para calmarse, apretaba sus párpados mientras se centraba sólo en las palabras del azabache

—Lo que digo es que Dayane no está aquí para ayudarte, así que debes ser maduro y afrontar la realidad.

—¿Por qué se quedó? —lo miró directamente a los ojos

—A acompañarte, para charlar un rato, servir de confidente —sonrió amablemente—. Soy la única persona que sabe lo que pasó esa noche, así que puedes decirme todo lo que te aqueja, así liberaras un poquito del peso que tienes encima

—No es su obligación

—Tal vez no —Fon empujó levemente al castaño para dirigirlo a la puerta—, pero quiero hacerlo

—Está bien —se resignó cuando tomó el pomo de la puerta. Era el momento.

 

 

Fon no pasó por alto la deplorable apariencia que tenía Tsuna, la que se dio por el cúmulo de estrés de esos interminables días. Podría ser que en ese instante el castaño pareciera solamente triste y no demostrara debilidad, pero su nariz y mejillas estaban rojizas, los ojos parcialmente hinchados y adornados por las bolsas causadas por la falta de descanso nocturno, además, el cansancio se expresaba en los hombros bajos. «Es normal. Ha pasado por mucho» se repetía mentalmente pues estaba enterado de la más dolorosa pérdida del castaño y de la poca diferencia en el estado de Dayane, mas no quiso comentarlo, ni siquiera expresarle pena porque tal vez eso lo destruiría un poco más de lo que ya estaba.

Se dio el lujo de ingresar junto con el castaño, pero se quedó parado junto a la puerta para no interrumpir. Su deber sólo fue darle un empujoncito para que se acercara a la pequeñita que lloraba bajito mientras restregaba sus ojos con los puños apretados. Vio las manos de Tsuna temblar, los movimientos dudosos, el cómo se acercó paso a paso, tan lento que parecía de nuevo aquel adolescente inseguro que a veces no sabía por qué su vida cambió tanto.

Sintió pena, pero trató de no demostrarlo y mantenerse de la misma forma que siempre: calmado, sereno, neutral. Sin embargo, después de un momento no pudo más que sonreír enternecido por la manera en que el castaño levantaba a la pequeña Isabella como si fuese un cristal, la besaba en la frente y la acunaba en su pecho para que la pequeña castaña llorase todo lo que quisiera.

¿Por qué el cielo tenía que sufrir de esa forma?

¿Por qué los niños deben enfrentar eso a tan temprana edad?

¿Por qué Tsuna decidió hacer justicia por mano propia?

¿Cuándo cambió tanto?

¿Por qué dejaron que Tsunayoshi cambiase tanto?

¿Por qué?

Fon tenía decenas de preguntas en la cabeza, pero no podía simplemente lanzarlas al aire porque no le incumbía. Él no pertenecía a esa familia ni a ninguna otra; era amigo de Reborn y algo parecido a un aliado de Vongola, sí, pero nada más. Sin embargo, quería saber, pero debía callarse para no tener problemas.

Llamó a Enma antes de ir con Tsuna en esa mañana, el pelirrojo no le dio detalles porque seguramente él tampoco conocía la historia entera a pesar del fuerte lazo que tenía con Tsuna o talvez le prometió a Tsuna no decir nada; lo único que supo decirle fue un: «cuídalo mientras yo no estoy porque él no debe estar solo en esto». Una petición muy extraña siendo que el castaño tenía a toda Vongola a su lado, aunque… ¿Por qué no estaban ellos ahí, cuidando de su cielo? ¿Por qué Tsuna no los quería cerca?

 

 

—¿Qué pasa, Bella? —la voz de Tsuna resonó en la habitación de modo que sacó de sus pensamientos al antiguo arcobaleno de la tormenta

—Mami —fue apenas un susurro, uno tan bajito que, de no ser por el silencio, Fon no habría escuchado

—Mami —el castaño se quedó callado entonces, cerrando sus ojos, suspirando profundamente para no quebrar su voz—. Ella… —miró a su hija, le acarició los largos y lisos cabellos castaños, prestó atención a la tristeza en esos ojitos acaramelados… pero no sabía qué decirle— Ella… —boqueaba

—Mami… vene —Isabella insistió aferrándose al pecho del castaño con sus manitas temblorosas y sus ojitos brillantes

—Ella… —Tsuna quería llorar de nuevo, pero no podía porque sus hijos necesitaban seguridad—. Ella… —intentó mentir… pero con sus hijos jamás lo hizo y sinceramente no quería hacerlo

—Dormida —Fon levantó su voz cuando creyó conveniente y se ganó la mirada de Tsuna—, ¿verdad?

—Sí —acarició la cabecita de su hija quien al ver a alguien más en la habitación se aferró más al pecho de su padre y se escondió ahí—. Mami… está dormida… ella dormirá por un tiempo y… —Tsuna carraspeó para quitarse el nudo de la garganta—. Ella no podrá venir a verlos

—¿Por qué no? —en la camilla adjunta los ojos de Taiki se abrieron lentamente, seguramente había fingido dormir desde hace un rato— ¿Por qué mamá no puede venir?

—Porque necesita reposo —Tsuna se dio fuerza para girar hacia la cama de su hijo y sonreírle de forma sutil

—¿Por qué no está aquí? —el pequeño rubio de cabellos tan lisos como los de su hermana debido a la herencia de su madre, tenía un brazo enyesado porque no sólo una bala lo había atravesado, sino que se lo había quebrado. Taiki sólo movía la cabeza, nada más, pero esperaba expectante por una respuesta— Mamá puede estar con nosotros a pesar de que esté dormida

—No puede —Tsuna apretó más a su hijita para acunarla en su pecho y se mordió el interior de su mejilla—. Necesita de un cuarto especial

—Yo la vi —los ojos chocolates del pequeño se aguaron casi de inmediato y su labio inferior tembló—. Papá… yo la vi caer —gimoteó antes de que sus lágrimas brotaran

—Lo siento —Tsuna no pudo más, lo intentó, pero no soportó eso. Sus mejillas se mojaron repentinamente y sus dientes rechinaron en un esfuerzo por impedir un sollozo—. Lo… Lo siento tanto

—Quiero a mamá —el rubio sollozó también mientras estiraba su mano hacia Tsuna— qui… quiero a mamá

—También la quiero aquí —su voz temblaba, su corazón se resquebrajaba más—, pero no se puede, Tai —tomó la manito de su hijo y la apretó mientras escuchaba como su hijita empezaba a llorar a todo pulmón.

 

 

Fon salió de ahí en silencio. Se alejó lentamente porque debía darles espacio, pero antes de salir de esa sección restringida pasó por una habitación lejana cuya ventana estaba oculta por las persianas cerradas. Preguntó su podía visitar a la paciente, claramente se lo negaron, pero al menos le permitieron admirarla detrás del cristal. La imagen fue dura a pesar de que él en su larga vida también vio pacientes con graves heridas en hospitales. Cables, tubos, respiración artificial, máquinas que hacían ruiditos y mostraban números, vendas, blancas sábanas que la cubrían lo suficiente. Suero, enfermeras.

No se quedó mucho tiempo, no le dieron información a pesar de que era de las pocas personas a excepción de los médicos con autorización para entrar. La situación no era agradable.

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

Krat acabó llorando mientras corregía el capítulo. Dios, había olvidado que dejé esto aquí.

Pero ya.

Fue necesario englobar los problemas para después ir revelando cosas y cediendo los pasos para que todo se encamine a la felicidad de nuestro querido cielo.

Krat cree que ya es suficiente dolor para sus lectores, así que… se despide mientras mentaliza en su cabeza el fluff del final para que no le agarre la melancolía.

Con mucho amor me despido.

Nos veremos en el siguiente capítulo.  


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