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Mi rojo cielo por 1827kratSN

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—Te traje un regalo —Tsuna miraba interrogante el paquete que Fon le ofrecía, uno de los tres que tenía en brazos.

—No tenía por qué hacerlo.

—Pues quise hacerlo —rio bajito—. Cuando vi esto creí que te quedaría bien.

—¿Quedarme?

—Debes probártelo.

 

Tsuna dedujo que sería algún atuendo y por eso agradeció con una sonrisa antes de retirarse a su habitación dejando que su invitado bebiera el té en el cuarto que fue adecuado para que los niños practicaran tai chi. En soledad, apreció el contenido y se quedó prendado por la tela suave que formaba aquel regalo, tocándola un momento y sonriendo por los detalles que destacaban a simple vista. Se vistió sin prisa y al final se admiró en el espejo por largo rato pues no se reconocía a sí mismo.

 

—Me veo… —cuando volvió a la habitación en donde Fon lo esperaba sólo enrojeció.

—Radiante —el azabache extendió su mano para que Tsuna lo acompañase hasta el espejo dispuesto cerca de ellos—. Eso es poco.

 

Tsuna se miró una vez más bajo la luz de aquella mañana que ingresaba por las ventanas abiertas, y de nuevo se perdió en ese reflejo que no podía ser suyo. Llevaba puesto un qipao de color blanco adornado con flores negras en el borde que cubría sus rodillas y en el final de sus mangas abombadas y sueltas. El pantalón y el resto de la tela no tenía más que detalles pequeños difíciles de notar a simple vista… incluso sus zapatos blancos estaban acorde a aquel atuendo.

Brillaba como en antaño.

Se veía vivaz, radiante, iluminado por la tela que lo envolvía. Parecía que no estuviera roto por dentro. Daba una imagen de pureza y felicidad. No creyó que un simple traje pudiera hacerlo ver tan especial… O tal vez era la mirada brillante y dulce que lo tenía por objetivo. Fon estaba a su lado en ese reflejo, sonriéndole, haciéndolo sentir especial con sólo ese traje ajeno a su cultura.

Se sintió… pleno.

 

—Creo que me veo extraño —se giró cuando ya no quiso mirarse en el espejo y se alejó unos pasos hacia la ventana mientras jugaba con sus mangas.

—Yo creo que te ves especialmente… —sus labios se detuvieron porque de pronto su mente quedó en blanco.

—¿Qué? —Tsuna miró a su acompañante con extrañeza pues pocas eran las veces que Fon se quedaba sin palabras.

—No sé muy bien —sonrió, sintiéndose algo cohibido por la mirada achocolatada que cruzó con la suya—. No sé qué palabra sería adecuada para describirte.

—Yo creo que… —el castaño jugó con sus dedos antes de señalarse— me veo… algo ridículo.

—Claro que no.

—Es que… parece como si fuera el “yo” de antes y no…

—Yo creo que refleja tu alma, tu carisma, tu bondad y… tu muy completa habilidad paternal.

 

Y entonces, después de un largo silencio en donde sus miradas se conectaron, uno de ellos cedió. Tsuna empezó con una sonrisa y terminó riendo sin tapujos, carcajadas suaves que resonaron en la habitación y que embelesaron al azabache que simplemente se quedó en silencio. Una risa entonada por la vergüenza mezclada con lo divertido que estaba por la seriedad con la que fue halagado.

En cambio, Fon se quedó callado debido a su más nuevo descubrimiento.

Para el asiático la risa que expresaba aquel cielo renaciente fue lo más hermoso que escuchó en su segunda vida. Se quedó prendado por ese rostro sonrojado que brillaba en contraluz y por aquella persona que se dobló un poquito debido a la risa que deseaba detener. Se embelesó con la belleza de esa criatura que poco a poco volvía a ser feliz. Se quedó prendado de aquella imagen tan diferente a la que vio en aquel lejano día en el que Italia se bañó en sangre.

 

—Te ves… hermoso.

 

Se había acercado al castaño que seguía intentando contener sus suaves carcajadas, lo había hecho para apreciar mejor cada expresión de aquel cielo. Pero sin desearlo detuvo aquella suave melodía y se vio preso de esa mirada chocolate que le causó un leve escalofrío naciente desde la mitad de su espalda y ascendió por sus hombros.

 

—No…, no diga esas cosas —Tsuna aún estaba riendo y aun así se quedó mirando aquellos ojos marrones que ocasionalmente parecían rojizos.

—Pero es la verdad —elevó su mano derecha para acercarla a la mejilla que se tornaba rojiza y con cautela la unió a la piel ajena —. Esa es la palabra que te define justo ahora —sonrió con ternura a la vez que deslizó sus dedos hasta que su índice y medio tocaron la quijada del castaño.

—Yo… —se quedó paralizado al notar una similitud entre esa mirada y la que rememoraba en su amada Dayane—. Yo…

—No me equivoqué —Fon no pudo controlarse o detenerse y sus propias mejillas se tornaron de un tono rosa sutil—, te queda perfecto.

—Gracias…, Fon-san —respondió en automático.

—Cuando lo vi pensé en ti —rio bajito antes de separar sus manos de aquel cielo—. Yo asocié éste regalo con tu sonrisa.

 

Avergonzado, tanto como para no saber qué responder y sentir que sus mejillas se encendían sin control —y aun así no sentía que eso fuese malo, por el contrario, sintió que aquella vergüenza era algo bueno—, Tsuna se sintió feliz… y por eso sólo pudo reír, aunque intentó cubrir sus labios con sus manos.

 

—Lo siento.

—¿Por qué? —se extrañó Fon.

—Yo no…

 

Y rió, rió por la bajo, desviando su mirada hacia la ventana. Rió sinceramente. Y fue correspondido con una risita baja también. Fon reía a la par que él y ni siquiera sabían el motivo de esas carcajadas melódicas que englobaron esa habitación.

Rieron hasta que la puerta fue abierta y sus visitas llegaron.

Iemitsu y Nana llevaban de la mano a sus pequeños nietos, mismos que al reconocer a Fon y a su padre corrieron hacia ellos para saludar emocionados por el retorno de quien les hizo falta. Los abuelos detectaron en seguida el cambio en la vestimenta de su hijo, halagaron el buen gusto de Fon y al final se tomaron la tarea de colocar los dos qipaos más en los pequeños e hiperactivos cuerpecitos infantiles que emocionados miraban sus obsequios.

Un hermoso conjunto rosado pastel lleno de flores en los bordes para Ai y un conjunto azul con detalles en rojo para Taiki, quienes satisfechos se miraron en el espejo con una sutil sonrisa. Y entonces eran cuatro los usuarios de vestimenta china quienes se reían por lo extraños, pero simpáticos, que se veían.

Nana fue quien les tomó algunas fotos, Iemitsu quien se quedó callado mientras grababa las gracias de su pequeña nietecita. Todos hundidos en su pequeño mundito alejado de la mafia.

 

Juudaime —de nuevo la puerta se había abierto, pero en esa ocasión Tsunayoshi fue quien atendió.

—Hayato —le sonrió a su guardián—, ¿sucede algo?

—Yo… —el mencionado enrojeció tan rápido que Tsuna no pudo evitar reírse bajito— ¡Soy indigno de verlo así! —se cubrió los ojos con prisa.

—Hayato no exageres… es sólo un qipao —palmeó el hombro ajeno, pero sólo logró tensarlo más—. Hayato.

—Yo debo retirarme.

—¿Pero no tenías algo que decir?

—Ah, sí —descubrió uno de sus ojos para visualizar a su cielo y soltó su información—. El almuerzo está servido.

—Oh, lo olvidé. Bajaremos de inmediato.

 

Divertida fue la reacción de su tormenta e igual de divertida fue la reacción de su familia al verlo en aquel atuendo que no se cambió debido al tiempo y por la insistencia de su madre quien deseaba verlo un rato más con eso puesto. Decidió simplemente ignorar las bromas, los comentarios y las miradas que le dieron para seguir con su vida cotidiana. Además, no era la gran cosa.  

No esperó que ese simple atuendo desencadenara un par de problemas.

 

 

Bruma…

 

 

No lo previó, es más, ni siquiera en sus más locos sueños imaginó que aquello pasaría pues era una clara falta de respeto hacia su intimidad, estatus y a su privacidad. Por eso frunció su ceño en amenaza hacia aquel que le cubría la boca con una mano para que no protestara.

Fue una sorpresa, no se percató siquiera del intruso y por eso no pudo evitar que “ese” alguien se colara en su cama y lo aprisionara en ella. Se sintió estúpido por bajar la guardia, pero en realidad eso hacía cuando dormía sin pesadillas debido al cansancio y a su calmada mente.

Odió en extremo la intromisión de Kyoya en su habitación.

 

—¿Qué es lo que te pasa? —protestó con su voz autoritaria cuando la mano de su nube se separó de sus labios.

—¿Por qué te comportas así cuando ese carnívoro está cerca de ti?

—Vete ahora.

—No lo haré —Kyoya frunció el ceño—, me quedaré hasta que aceptes que estás jugando con todos aquí.

—No tengo ánimos para discutir esto, Kyoya… Vete ahora —entrecerró sus ojos en amenaza.

—Si tengo que recordarte lo que pasó entre nosotros…, lo haré —esa sutil sonrisa fue la gota que derramó el vaso.

 

Esa frase fue una amenaza real, Tsuna lo supo por su intuición que saltó agudamente causándole incluso un poco de vértigo, y por la ira impregnada en esos ojos azules que en el pasado parecieron reflejar su salvación. Apretó los labios, miró fijamente a su atacante y calmó la ira que nació desde su estómago.

 

—¿Vas a forzarme acaso? —su voz se agravó y sus dientes se apretaron.

—Lo haré —esa sonrisa torcida fue el preludio para la caricia pasada de tono que el cielo sintió en la piel desnuda de su abdomen.

—¿Me forzarás de nuevo como en aquella ocasión? —lo miró acusatoriamente antes de sujetar la mano que lo estaba acosando y la apretó con fuerza.

—No te quejaste —Kyoya se burló.

—¡Me quejé desde el inicio y a ti poco te importó, Kyoya! —empujó el pecho ajeno, pero instantáneamente sintió el cuerpo de su nube caer sobre sí para formar una prisión más reducida.

—Quieto —susurró cerca del oído derecho del castaño.

—Si no te alejas ahora mismo, voy a…

 

Encendió sus llamas, su mirada anaranjada era fría y aun así la nube sólo torció una sonrisa satisfecha por la negativa porque era bien sabido que a esa persona le gustaban los retos. Mientras más difícil era mejor. Tsuna iba a dejarle en claro a su guardián que ya no era aquella muñeca de porcelana desquebrajada por el dolor. Iba a pelear y a destrozarle el orgullo si fuese necesario.

 

—Todo el respeto que alguna vez te tuve, acaba de desaparecer…, Kyoya-kun.

—Hum —el mencionado se giró hacia la voz que nació desde la puerta del baño privado de su cielo—. No me equivoqué —frunció su ceño y sujetó su tonfa—, tú estabas aquí.

—Fon-san —Tsuna suspiró antes de apagar sus llamas pues entendió que tal vez esa horrible situación sólo fue una especie de prueba—, yo puedo resolver esto.

—Lo sé, Tsuna-kun —el rostro sereno del azabache adquirió una leve mueca de enfado pues apretó sus labios—, sin embargo, creo que por esta ocasión yo tomaré acciones.

—Te enseñaré a no meterte con las cosas ajenas, carnívoro —Hibari saltó lejos de esa cama posicionándose para la pelea en contra de su “copia”.

—¡Cosa! —Tsuna enfureció cuando procesó el significado de esa mísera palabra—. ¡¿Cómo que “cosa”?! —indignado era poco pues denigraron su ser a ser simplemente… —. Una cosa.

 

Fue entonces que un pequeño caos se dio en la habitación del jefe máximo de esa mafia. Una dada por tres individuos, dos de ellos peleando por la situación reciente y uno intentando calmar a todos porque era de madrugada y no era bueno despertar a más espectadores.

Lamentablemente un cielo fúrico no escuchaba razón.

La pelea de nube y cielo se salió de control y terminó en el pasillo. Dos personas furiosas intentando hacer valer su palabra por medio de violencia y un hombre sabio que olvidó su enfado y se enfocó en parar esa disputa. Cosas materiales fueron destrozadas hasta que tormenta y lluvia aparecieron en pijama para sostener a los contendientes.

En menos de quince minutos todos estaban despiertos en la mansión.

 

—Iré con los niños —suspiró Fon cuando al fin vio a esos dos alejados el uno del otro—. Por favor…, ya basta —les advirtió antes de encaminarse al cuarto de los infantes que seguramente estaban ansiosos y asustados por el ruido generado.

—¡Vuelve aquí! —exigió Kyoya al ver que su objetivo escapaba—. ¡Es a ti a quien morderé hasta la muerte!

—¡No más! —la voz de Tsuna resonó más fuerte de lo normal mientras en su frente fulguraba su llama de cielo— ¡Soporté tu insubordinación hasta ahora! ¡No más, Kyoya!

—Tú no debes meterte en este asunto… no cuando has sido el causante, herbívoro —pero fue sujeto con fuerza por Yamamoto para que no incitase a una pelea nuevamente.

—El causante —el castaño soltó una risa irónica antes de mirar a su nube—. No hables de causantes.

—Tú sabes que me per…

—Te irás de la mansión —entrecerró sus ojos y cortó aquella maldita frase—, ahora.

—No me ordenas nada, herbívoro.

—Te irás a la CEDEF y tomarás el mando de esta —miró a Hayato quien asintió a la orden—. Eso porque reconozco tu aporte, tu fuerza y te considero necesario en la familia…, pero también acepto que eres sólo un problema cuando de convivencia se trata.

—El problema es ese intruso —señaló con terquedad.

—Serás el asesor externo de Vongola y aportarás con misiones directas o decisiones importantes para la rama principal, pero a la mansión no vuelves…, Hibari Kyoya —su paciencia se había agotado.

—¡No me iré! —bufó molesto.

—Pues serás obligado.

—Si no quiero, no haré lo que dices.

—Si no quieres acatar mis órdenes, puedes dejar la familia —Tsuna hablaba muy en serio—. Eres libre de tomar la decisión que más te convenga.

—Me las pagarás, herbívoro… Tú y ese intruso.

 

Altercado que terminó cuando la nube decidió irse para no volver a mostrarse de nuevo frente a los miembros de la mansión pues aceptó el traslado a CEDEF. Estaba claro que no iba a dejar al castaño libre, su sola presencia denotaría influencias… No estaba dispuesto a perder lo que consideraba suyo.

No aceptaba que no podía perder algo que él mismo desechó hace tiempo.

Tsuna, por su parte, tuvo que lidiar con las consecuencias de esa noche. La primera fue que la mayoría de sus guardianes se enterara de que Fon visitaba su habitación durante las noches o que siquiera se quedaba a dormir en la mansión. Fue obvio que el primero en recriminarle ese fallo fue Reborn, pero ese asunto fue hasta predecible. Tsuna entonces tomó la decisión de parar con todo eso… dejar de lado su dependencia y volver a la rutina que llevaba antes de que Fon se ofreciera a ayudarlo con su insomnio. No tenía de otra.  

 

—Tuvo que pasar algo así para que yo… detuviera esto. Lo siento, Fon-san.

—No tienes por qué disculparte, Tsuna-kun —pero en esa ocasión no pudo sonreír ni detener su lengua—, pero ¿por qué no me dijiste que Kyoya atentaba contra tu integridad?

—Son cosas pasadas… y sinceramente no quiero hablar de eso.

—No es necesario que me digas algo en concreto —Fon calmó su ansiedad y rabia, respiró profundo y miró a su cielo—, porque con lo que escuché fue suficiente.

—Fon-san —el castaño no quería dejar las cosas a medias, no lo creía correcto, no después de todo el apoyo recibido de aquel hombre—, ¿recuerda que no pude revelar la causa de uno de mis intentos de suicidio?

—Creo que ahora me lo has dicho.

—Fui desechado como a un juguete roto —sonrió con tristeza—. Kyoya me desechó cuando se aburrió de lo que hacía conmigo.

—No puedo creer que él te hiciera eso —no podía contener su rabia, apretaba sus puños con sólo pensar en lo sufrido por Tsunayoshi.

—No pasa nada —le restó importancia, pero claramente era inútil.

—Sí pasa —Fon respiró profundo y se acomodó el cabello antes de seguir hablando—. Mientras te suceda algo, yo me sentiré responsable de eso.

—No pasa nada.

—Pero pasó antes y te ha dejado una marca —miró fijamente al castaño que obviamente había descendido un peldaño en esa escalera que simbolizaba su recuperación y renacimiento.

—Dolió —Tsuna forzó una sonrisa—, pero ahora ya no más.

—No me mientas, Tsuna-kun.

—No fue ni será la primera vez que me traten como a un juego que superar…, después de todo vivo en un mundo donde usas y te dejas usar para ganar guerras.

—No digas eso.

—Ambos sabemos que es la realidad.

—No dejes que jueguen así contigo de nuevo.

—No lo haré —sonrió con tristeza.

—No dejes que alguien te vuelva a quebrar —tomó las manos del castaño y las apretó—. No vuelvas a perder tu brillo, Tsuna.

 

El castaño jamás se esperó el abrazo cedido por aquella tormenta tan extraña, y sin embargo se sintió tan a gusto que correspondió al gesto y se atrevió a soltar un par de sollozos queditos porque al fin reveló aquello que lo había estado apuñalando por años.

Se sintió aliviado, protegido entre los brazos de esa persona que le acariciaba la espalda y los cabellos con ternura y devoción. Se sintió cálido y fuerte. Se sintió nuevamente aquel cielo fuerte del que incluso Nono estaba orgulloso.

 

—Gracias.

 

 

Revuelo…

 

 

Después de escuchar la frase dada por su antiguo compañero de maldición —misma que fue un «me alegra que tus visitas ya sólo sean diurnas»—, Fon no se esperó que tuviera mayores problemas en esa casa. Tal vez por eso su intento de secuestro lo tomó de sorpresa y no pudo defenderse de uno de los dos que quisieron vendarlo y amarrarlo.

Fue divertido, no lo iba a negar.

Pobre de Ryohei a quien pateó en una parte sensible por error pues con la venda no midió bien la dirección de su ataque. Se disculpó, y fue ahí donde calmadamente aceptó seguir a Mukuro —quien seguía riéndose por lo sucedido—, hacia la sala donde lo interrogaron por primera vez.

De nuevo se sintió amenazado, un tanto cohibido también, pero igual de ansioso que la vez pasada porque no estaba seguro de lo que iba a ocurrir.

 

—¿Sabes por qué estás aquí?

—Creo que vi esta película —rio bajito acompañado por Lambo quien formuló la interrogante.

—Sean serios —bufó Hayato mientras se quitaba los lentes de lectura.

—No seré serio con algo que me parece absurdo —Lambo se acomodó en su asiento y cruzó sus brazos—. Aquí todos sabemos lo que está pasando.

—Yo no —Fon habló sinceramente, él no tenía idea de lo que trataban ahí.

—Sin rodeos —Reborn tomó la palabra mientras se quitaba la fedora para mirar directamente a su “invitado”—, ¿qué intenciones tienes con dame-Tsuna?

—La misma que ustedes —les sonrió a todos—: cuidarlo y ayudarlo a superar su dolor.

—Lo diré de otra forma, kufufu —la niebla ignoró la advertencia de su pequeña Chrome y soltó la pregunta—, ¿que sientes por Tsunayoshi-kun?

 

Expectantes, cada miembro de esa pequeña sala se fijó en las reacciones del antiguo arcobaleno, quien hizo una mueca con su labio superior antes de mirar fijamente a quien le hizo la pregunta. Silencio un tanto largo hasta que Fon posara sus manos en la mesa y sonriera.

 

—Estoy completamente cautivado por Tsuna-kun. ¿A eso te referías?

—¡Lo sabía! ¡Al extremo!

—No es la respuesta que quiero —bufó Reborn—. Sé más explícito.

—Pues… no sé a qué te refieres —ladeó un poquito su cabeza de modo que su trenza cayó parcialmente sobre su hombro.

—Explica tu respuesta, dilo de una vez.

 

Y nuevamente un silencio extra mientras el interrogado meditaba las palabras a usar y agradecía con un leve movimiento de cabeza el té que Takeshi le sirvió. Bebió sin prisas, cerró sus ojos, respiró profundo, y antes de que Reborn le amenazara con el arma, habló.

 

—Su valor, su forma de luchar en pro de sus hijos, el amor que profesa por su familia, su modo férreo de superar las dificultades, su valor… todo eso me ha cautivado.

—No estás sólo cautivado —añadió Reborn.

—Lo hemos visto —Lambo había tardado un tiempo, pero en ese momento ya no consideraba a Fon como un intruso o un enemigo, por el contrario—, el cómo Tsuna-nii lo trata de forma especial, de cómo le sonríe y usted le corresponde.

—Del cariño con que se tratan y de lo bien que usted se lleva con los niños —añadió Ryohei—. De la extrema cercanía que tienen en asuntos tan pequeños como que usted se quede en la oficina cuando Sawada trabaja.

—De los regalos y las salidas —Chrome miró al asiático con un poquito de envidia, ella deseaba compartir más tiempo con su cielo—. De lo contento que se ve boss cuando regresan.

—De tus visitas a su recamara por las noches, muchas noches, kufufu.

—De los regalos —añadió Hayato— o del altercado del otro día con el friki de las peleas.

—Y de muchas cosas que sólo han hecho que Tsuna recupere su brillo y confianza —terminó Takeshi con una sonrisa ligera porque era de los muchos ahí que agradecían que su cielo volviera a despejarse.

 

Todos vieron como Fon parecía darse cuenta de todo lo mencionado mientras jugaba con su taza y mantenía sus labios apretados. Detallaron como algo se aclaró en ese hombre, algo que seguramente ni él mismo notó antes. Tarde entendieron que abrieron una puerta que quizá no querían abrir.

 

—Es obvio que estás completamente enamorado de dame-Tsuna —frunció el ceño.

 

Muchos entraron en pánico cuando la voz de Reborn resonó, muchos de los que se dieron cuenta que hasta ese punto Fon no estaba al tanto de lo que otros reconocían. Y sinceramente quisieron lanzarle algo al antiguo arcobaleno del sol, pero fue tarde… además querían seguir con vida un rato más para ver cómo terminaba aquello.

 

—Oh —Fon miró su taza antes de detallar los rostros pasmados de los guardianes.

—¿Sólo eso? —reclamó Reborn sin medir el tono de su voz— ¡Di algo más, maldición!

—Pues… entonces te diré… gracias —Fon sonrió.

—No bromees.

—Es en serio —bebió el resto de su té con calma antes de sonreír y encoger un poco sus hombros.

—Fon no juegues conmigo porque sabes que no me temblará la mano para asesi…

—Gracias porque ustedes me han abierto los ojos —sí, todos se sintieron muy estúpidos— y gracias a ti, Reborn… porque le has dado nombre a algo que yo no podía definir.

 

Reborn quiso golpearse contra una pared, quiso irse al infierno, quiso que la tierra se lo tragase porque primera vez había cometido una estupidez. Se dejó llevar por los celos, la furia, los deseos de mandar al diablo a Fon y soltó la frase más inapropiada en ese interrogatorio.

 

—Entonces puedo responderles con sinceridad.

—Ya no hace falta —Reborn intentó detenerlo. No quería escuchar eso.

—Yo estoy completamente enamorado de su cielo —Fon les sonrió con calma—. Eso es lo que siento.

—No —soltó Mukuro antes de ser secundado por Hayato y Reborn—. ¡No!

—No te saldrás con la tuya.

—No te llevarás a nuestro cielo.

—No, no, no.

—¿Él lo sabe? —la pregunta de Ryohei fue la más coherente y necesaria.

—No —Fon miró a los guardianes con diversión— pues yo me acabo de dar cuenta y Tsuna-kun… él debe ignorar mi sentir.

—Al menos eso —bufó Mukuro antes de sentarse correctamente en su silla.

—Y si les preocupa —Fon se relamió los labios y esperó a que el pánico invadiera a todos. Era divertido verlos casi al borde de un ataque de pánico—, sepan que yo no diré o repetiré lo que les acabo de decir —se ganó todas las miradas— porque no lo creo necesario.

—Está loco —afirmó Lambo pues hasta él creía que era estúpido no aprovecharse de algo como eso, de algo que Tsuna parecía compartir con aquel hombre.

—Yo no quiero preocupar a Tsuna-kun con asuntos ajenos a sus prioridades. No quiero cambiar la relación que tengo con él.

—¿Por qué?

—No lo sé con exactitud —fue sincero— pero me gustan las cosas como están ahora… Lo único nuevo es que al fin puedo darle un nombre a lo que se forjó en mí —el asiático se tocó el pecho instintivamente antes de darles una última mirada y levantarse—. Si eso es todo, me retiro… Debo ir a las clases de Tai-chi con los niños.

 

 

Continuará…

 

 

 

 

Notas finales:

 

Krat les trae actualización en honor a las fiestas que nos rodean uwu~

Así que: FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO AÑO NUEVO~

Y qué mejor que festejar con un poquito de romance y avance entre estos dos personajes que tanto amamos~. Espero les haya gustado el cap, aunque debo añadir que no describiré más del asunto con Kyoya porque es obvio que no les voy a amargar con el oscuro pasado de nuestro precioso atún en cuanto a mal de amores se refiere, suficiente con las insinuaciones dadas en este cap~

Muchas gracias por soportar las largas esperas~

Muchos besos y abrazos~

Los ama: Krat~


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