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Mi rojo cielo por 1827kratSN

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Su cabeza dolía, sentía náuseas, le dolía la mitad del cuerpo, y aun así abrió los ojos. Mala idea, se topó con ciertas luces irritantes que sólo aumentaron su malestar; se quejó entre maldiciones antes de obligarse a adaptarse para finalmente diferenciar que estaba en algún lugar parecido a una enfermería. Miles de recuerdos sobre el ataque a su mansión le llegaron, sintió un escalofrío que le recorrió cada porción de su piel. Bufó antes de levantarse tan rápido como pudo, pero eso le ocasionó vértigo y se mareó. Soltó el aire y se apoyó en la persona que no lo dejó caer a un lado de la camilla. Todo le dio vueltas y aun así pronunció las palabras que se atoraron en su garganta antes de que perdiera la conciencia.

 

—Mis hijos —apretó los labios para no ceder ante las náuseas.

—Ellos están bien, pero tú, por otro lado —Tsuna se extrañó por escuchar la voz preocupada de su niebla mayor—, te ves terrible.

—Mukuro —parpadeó muchas veces antes de poder sentarse por sí solo y darle una rápida mirada al lugar—, ¿dónde están?

—Tranquilo —evitó que el castaño se quitara las sábanas de encima—, ellos no tienen ni un rasguño —palmeó levemente los hombros de su cielo—, pero no están aquí porque a ti apenas y acabaron de coserte la herida.

—¿Qué? —entonces Tsuna sintió cierto ardor que nació desde su ceja izquierda y se extendió por su frente hasta casi llegar a donde empezaban sus cabellos— Duele —intentó tocarse la zona, pero la mano de Mukuro lo detuvo.

—Has tenido peores días —verificó que la curación y los vendajes estuvieran en su lugar antes de mirar al castaño—, así que esto es despreciable, kufufu.

—¿Qué pasó? —solo ahí sintió la incomodidad sobre su ojo izquierdo de lo que suponía era una venda.

 

Mientras bebía un poco de agua junto con los antibióticos, se le fue informado todo lo que se perdió debido a su inconsciencia. Desde el procedimiento de Hibari y la CEDEF para capturar a la mayor parte de los enemigos y deshacerse de los restantes, hasta que los Simon hallaron a los que operaron los misiles y que se ubicaron en un pequeño campamento alejado de la mansión. También le dijeron que sabían cómo operaron los Furume, estaban informados de todos los asesinos a sueldo que fueron contratados por la misma familia en pro de ese ataque —información que Reborn obtuvo por su cuenta tras capturar a un par de ellos—. Y finalmente el cómo la mansión estaba ya libre de enemigos y que sus hijos y civiles descansaban en una sección adjunta mientras ayudaban a los demás heridos. Además, le dieron una cifra de dos números que representaban a los caídos en el lado de Vongola.

Nada le dolió más que eso.

Habían perdidos vidas de inocentes, de personas que trabajaron para él a pesar del riesgo que significaba servir a una mafia poderosa, quienes vio rondar su casa o pertenecer a su equipo de seguridad. No lo pensó mucho antes de ordenar que Vongola se hiciera cargo de todos los gastos mortuorios de sus caídos, así como asegurarle a la familia de los mismos un futuro sin problemas económicos. Al menos podía hacer eso.

 

—¿Y Fon-san?

 

A su mente llegó el recuerdo final antes de que todo se volviese negro. El asesino que lo atacó con una espada corta, esa mirada afilada y que prometía muerte, su intento por defenderse y la silueta de Fon quien se acercó corriendo hacia él. También recordaba haber escuchado un disparo y percibir el aroma de la sangre. Sintió miedo. No quería ni pensar en que Fon estuviera en la lista de muertos.

 

—Debes agradecerle luego —Mukuro habló con mala gana, incluso hizo una mueca de desagrado—. De no ser por él, hubieses tenido algo más que esa cortada en tu frente.

—¿Dónde está? —su cuerpo se relajó por las palabras de su niebla.

—Le están extirpando la bala… —tuvo que sostener los brazos del castaño para que no se forzara a moverse y lo silenció con su cercanía repentina—. Tranquilo, tranquilo, Tsunayoshi-kun… —sonrió antes de alejarse prudentemente del castaño—. Todo está bien con él, es un antiguo arcobaleno, ¿recuerdas? Seguro que ha pasado por peores.

—Ugh —sintió un dolor en sus costillas, seguramente era una de las secuelas de ese día nefasto. Suspiró—. Quiero un informe detallado de lo que ocurrió hoy.

—Yo recomendaría una cirugía también —Mukuro sonrió de lado—. No queremos que tu lindo rostro se vea desfigurado por esta horrible cicatriz —apuntó a la frente de su cielo—. Te traeremos al mejor cirujano plástico del planeta.

—No —arrugó su ceño a pesar del leve ardor en su herida—. Quiero que se quede así.

—Pero ¿por qué?

—Porque así recordarán su fallo —miró con seriedad a Mukuro—. No quiero réplicas… además, tengo que hablar con todos en cuanto sea posible.

 

Tsuna tenía un punto, uno dado por lo que vio y por su intuición. Fue por eso que, cuando se dio la reunión y los errores de cada uno salieron a flote, todos los guardianes e ingenieros bajaron sus cabezas admitiendo su culpa. Eran un equipo, si uno fallaba otro debía corregirlo, así que todos se veían involucrados.

Las cámaras activas durante el ataque dieron la prueba de que Reborn dejó vivo al sujeto que casi logra llegar a los primogénitos de Vongola. Mukuro abandonó su puesto durante cinco minutos por buscar a Chrome dando la oportunidad para que esos dos rubios ingresaran al perímetro de seguridad y ayudaran a quienes perseguían a los civiles. Hayato no se dio cuenta que algunos fallos en la documentación fueron dados por los infiltrados en sus filas y llevaban un largo tiempo sucediendo. Ninguno de ellos se dio cuenta que tenían traidores entre sus colabores, mismos que soltaron información clave para que el enemigo atacara a las zonas de seguridad que deberían ser secretas. Los Simon identificaron a más de una veintena de agentes dobles tras los correspondientes interrogatorios a todos los miembros de Vongola.

Fue un fallo total.

 

—Todos se han equivocado o me han desobedecido —suspiró—. Sus errores no son recientes tampoco.

—Lo sentimos.

—Pero también fue culpa mía pues decaí y dejé todo de lado desde que mi esposa falleció —miró a todos antes de palpar sutilmente las vendas que escondían el parche que cubría los puntos en su frente— y por eso he decidido que ésta herida de aquí… será un recordatorio para todos —los miró con seriedad—. Será una memoria viva que represente la consecuencia de todos esos fallos pequeños que desencadenaron en el ataque de los Furume.

—Compensaremos todo esto, juudaime.

—Lo sé —suspiró nuevamente antes de tamborilear con sus dedos en la mesa—, porque si algo así vuelve a ocurrir… tal vez más vidas se pierdan… —se relamió los labios—. No quiero perder a ninguno de ustedes. No quiero ver a mi familia caerse en pedazos. No quiero cargar con el peso de errores que no me corresponden.

—Eres el jefe y es tu deber cargar con eso —Reborn siempre solía animarlo. Ironía.

—Lo sé, y eso he hecho todos estos años… —miró al azabache fijamente—, pero ya estoy cansado —ignoró la mueca de muchos—. No soy de hierro —los miró a todos con tristeza—, yo también puedo trisarme y caer. Por eso les pido ayuda, porque no puedo más. El cielo que ustedes conocen se está desvaneciendo de poco en poco.

—No digas eso, Tsuna.

—Les hablo con sinceridad para crearles consciencia —se levantó con calma—. Mediten lo que les he dicho y empiecen con la reconstrucción de todo. Debemos recuperar nuestra fuerza lo más pronto posible o alguien se puede aprovechar de esta pequeña grieta.

 

El castaño caminó lejos de ellos, no los volteó a ver, les dio la señal de que no quería ser molestado por el momento. Dejó lo más importante para el último. Casi corrió a la sección donde sus hijos lo esperaban y al verlos no pudo hacer más que abrazarlos porque no se creía que estuvieran a salvo. Fueron tantas cosas, tantas amenazas superadas, tanto caos que… se quebró en cuanto los brazos de sus hijos lo rodearon. Sintió las lágrimas de sus dos pequeños mojar su pecho, les dio decenas de besos en sus cabecitas y sintió las caricias de sus padres poco después.

No pudo decir nada porque sus sollozos lo ahogaban.

Se dejó calmar por la cercanía de su familia, se hundió en el sonido de los hipidos y gimoteos, sacó todo el estrés que acumuló en ese día. No supo cuánto lloró, pero al final se sintió liviano. Sus hijos se quedaron dormidos en sus brazos, sus padres los tomaron bajo su cuidado cuando fue el momento, y Tsuna pudo retomar la posición de jefe porque tenía que ver a dos personas más.

 

—Estoy bien —la herida más grave de Fon se dio en el antebrazo, así que la venda y el sujetador del brazo no le sorprendieron—. Y me alegra ver que tú también estás bien, Tsuna-kun.

—No estaría vivo de no ser por usted —sonrió en correspondencia a Fon—. Gracias… —Tsunayoshi soltó una risita al ver a Enma aparecer por la puerta tras haberse colocado una bandita en la nariz. Algunas cosas no cambiaban—. Y gracias a ti también, Enma-kun.

—Yo solo acudí a tu llamado. No tengo tu intuición así que dependí de la llamada de Hibari-san. Lamento no haber llegado antes.

—Creo que… tenemos que hablar con más detalle de esto, Enma-kun.

—No por ahora —el pelirrojo se rascó la nuca antes de carraspear porque sentía un nudo en la garganta—. Hay algo más importante que debes saber.

 

Suspiró en muchas ocasiones mientras recorría los pasillos que aún estaban en pie y se dirigió a donde la última consecuencia de ese ataque lo esperaba. Tsuna se preparó mentalmente porque su intuición le gritaba que eso le iba a doler más de lo que dolió en otra ocasión. Y por eso primero fue a ver a sus dos niños que dormitaban en brazos de sus dos abuelos para darse valor. Se refugió en su familia una vez más… dependió de un día agotador de consuelos y disculpas por el mal rato.

 

—Nosotros los cuidamos —su madre no tenía ni una herida, era sorprendente—, tú tranquilo.

—Gracias, mamá —acarició la cabecita de sus hijos antes de mirar al rubio que tenía un brazo vendado y algunas banditas en todo el cuerpo—. Y gracias por ayudar en la defensa, papá.

—Es mi deber —Iemitsu había tomado un papel fundamental en la defensa de la mansión, por eso Tsuna lo abrazó pues no sabía qué decirle exactamente.

—Gracias —era extraño sentir que su apoyo esencial fue Iemitsu.

 

Estaba listo. Se encontró con Fon a medio camino, platicaron un poco más sobre ese día y fue así que Tsuna se enteró que al igual que él, el azabache tenía una herida que necesitó sutura, eso además de la herida de bala que afectó su brazo izquierdo, pero nada más. Tenían más cosas de lo que hablar, y a pesar de eso permanecieron en silencio mientras caminaban por el subsuelo hacia aquella área tan especial y restringida.

Se detuvieron a pocos pasos de su destino, y Tsuna no supo qué hacer.

 

—Nada de esto es tu culpa —la voz de Fon le causó un ligero dolor en el pecho—. Lo sabes, ¿verdad?

—Fon-san… —tragó duro— todo lo que ocurra en Vongola es mi culpa.

—Tsuna-kun, hay cosas que no se pueden evitar.

—Lo siento —miró al azabache con tristeza—, pero sus palabras ahora no me sirven de nada.

—Lamento no serte de utilidad —Fon quiso acariciarle la mejilla o hasta abrazarlo, pero se abstuvo porque no era adecuado en ese momento.

—Fon-san…, ¿puedo pedirle un favor?

—El que quieras.

—Quédese a mi lado —su voz perdió fuerza.

—Eso lo haría aun si no me lo pidieras, Tsuna-kun.

 

El castaño forzó una sonrisa antes de agachar su cabeza y respirar profundo. No podía escapar.

Ingresó al ala que fue ocupada por su esposa durante esos largos meses. Miró de frente a Enma y a Diana quienes lo esperaban con algunos documentos, notó que esos rostros estaban opacados por la tristeza y las lágrimas derramadas antes de ese encuentro. Nada de eso era buena señal y Tsuna quiso salir corriendo de ahí pero no pudo… tras de sí sintió la presencia de Fon y sinceramente no quería darle una visión patética de sí mismo otra vez.

Debía ser fuerte. No podía huir de esto.

Sin prisa, con miedo, y con sus manos temblando, se acercó a Enma quien de inmediato lo abrazó. Recibió el mismo trato por parte de Diana, pero con ella extendió el contacto por más tiempo y hasta se dio el trabajo de calmar el leve llanto que la rubia no pudo reprimir.

Su aire se fue por un momento cuando divisó la cama que hasta ese día acunó a su amada Dayane, sus ojos ardieron al verla tan serena como de costumbre, su corazón dolió más que en otras ocasiones. Era difícil aceptar que ella también pagó por sus fallos.

 

—Lo siento.

 

La voz de Enma rompió en llanto y después escuchó los sollozos de Diana aumentar una vez más. Tsuna tragó duro antes de limpiar sus lágrimas y acercarse a la camilla donde reposaba el cuerpo pálido de aquella rubiecita que le trajo los mejores años de su vida y le regaló aquel par de joyas que adoraba tanto. Sujetó la mano de su Dayane, sintió el frío toque, y un vacío se extendió desde el centro de su pecho. Deslizó sus dedos por las mejillas de su esposa y verificó que no había calor alguno.

La miró una vez más antes de que ella perdiera el último rastro de vida que le quedaba.

 

—¿Qué pasó? —logró pronunciar.

—Alguien la desconectó —respondió Enma tras carraspear.

—¿Quién? —no sabía siquiera cómo podía seguir hablando.

—No hay huellas…, pero es obvio que fueron los Furume.

 

Malditos fueran todos ellos. ¡Maldita fuera esa familia! Malditos los Furume que le acababan de quitar una porción de su vida. Malditos fueran. Malditos. Mil veces… malditos.

Pero pagaron caro.

Con el ataque de ese día firmaron su carta de despedida y en esos momentos Tsuna estaba seguro de que cada miembro de los Furume sufría en las manos de los Varia. Estaban siendo cazados de uno en uno… él mismo lo autorizó. Porque nadie se mete con Vongola y sigue en pie… Porque así se ganaba el respeto en el mundo de la mafia… Porque ellos no contaron con que el cielo de Vongola podía ser vengativo… Porque con alguien tenía que descargar su furia… Porque él debía dar a respetar el peso de su nombre y posición.

Había disfrutado de dar la orden.

Malditos infelices que quisieron quitarle a sus hijos, quienes al no poder cumplir con su objetivo se desviaron hasta esa sección y… le quitaron a Dayane. La habían desconectado por completo. Cada cable que la mantenía con vida, cada tubo o aparato fue arrancado y destrozado. La habían asesinado finalmente. Y no pudo evitarlo.

 

—Dayane —susurró en medio de sus lágrimas—. Lo siento —apretó la mano de su esposa entre las suyas tan fuerte como le fue posible—. Lo siento tanto —ahogó un grito, apretó los dientes, cerró los ojos. Jadeó desesperado.

—Tsuna-kun —Enma intentó decir algo, pero no supo qué y apretó los labios. Ni siquiera pudo dar un paso para acercarse.

—Lamento no haber estado contigo hasta el final —Tsuna acarició la mejilla de su esposa una última vez, la última porque ya no se sentía capaz de mirar su cuerpo de nuevo, no al saber que aquel cascarón vacío había perdido todo rastro de vida—. Perdóname —sollozó sintiendo que no podía respirar con facilidad.

 

Gritó. No lo soportó. Gritó con todas sus fuerzas antes de aferrarse al cuerpo inerte de la persona que amó. Tsuna lloró en medio de sus gritos desesperados porque no se sentía capaz de nada. Se dejó vencer por la impotencia y el dolor de esa pérdida. No pudo creer que Dayane estaba muerta hasta ese punto. No quiso creerlo y en el fondo siempre albergó una esperanza porque su esposa despertara… pero ahora ya no tenía nada.

Dayane había muerto. Su amada Dayane se había ido para siempre.

Dolía horrores. Y por eso lo dejaron llorar el tiempo que deseara.

Lo hizo hasta que sintió que ya no tenía más lágrimas que derramar.

Y después sólo hubo silencio.

Un silencio doloroso que representaba la resignación y despedida.

La última despedida de aquella persona que siempre sería considerada como su familia.

Fon se colocó junto a Tsuna cuando el castaño pareció casi desfallecer. Con un poco de duda le acarició la espalda con sutileza en un intento de consuelo mientras aquel cielo derramaba lágrimas inexistentes. No supo qué decir o hacer, sólo se quedó junto al castaño y también se despidió de aquella mujer a quien respetaba. Enma y Diana se unieron a su vigilia poco después. Y cuando sus lágrimas fueron derramadas por completo, se dieron consuelo mutuo antes de preparar a Dayane para su cremación.

No pudieron hacer más que eso.

 

 

Días…

 

 

—Su madre gustaba del mar —Tsuna sujetaba las manitos de sus hijos mientras apreciaban las aguas que mecían el yate donde se transportaban.

—¿Vinimos con ella a este mar? —Taiki miró a su padre y este asintió.

—Muchas —acarició los cabellos de sus dos niños y sonrió—. La última vez fue cuando Bella tenía sólo seis meses de edad.

—Mami —la pequeña señaló las luces que formaban parte del agua en movimiento— gusta.

—Le gustaba mucho y por eso la dejaremos aquí.

 

Habían decidido hacer ese pequeño viaje para cumplir con la voluntad de Diana y Dayane. Estaban sólo la familia cercana, nadie más, a excepción del capitán quien conducía su transporte. Diana, Enma, Leo, Nana, Iemitsu, Taiki, Isabella y Tsuna, sólo ellos y la urna que contenía parte de las cenizas de Dayane y de Ángelo; la otra parte se quedó en el lugar de reposo donde visitarían a sus familiares cada que desearan.

 

—Creo que aquí está bien —Diana acariciaba su pequeño vientre que crecía sin prisa—. La vista es bonita.

 

Estaban en medio del agua azulada, de lejos se veía la blanca arena de la playa y las casitas distribuidas de forma aleatoria en la zona, un par de islas pequeñas los rodeaban, y el verde bosque adornaba a las mismas. Era un paisaje que cualquiera desearía ver. Por eso detuvieron el yate ahí y verificaron la dirección del viento.

Cada uno tomó un poquito de aquellas cenizas en su mano cerrada y se acercó al borde del barco. Se miraron entre sí y contaron en retroceso desde cinco. Dejaron ir aquellas partículas que se elevaron en el aire y bailaron con la brisa. Repitieron el proceso hasta que no quedó nada en la pequeña urna de color negro… Y al final se abrazaron entre todos porque cumplieron con una de sus promesas.

 

—Mami vivirá en el mar —Bella miraba el agua con curiosidad.

—Lo hará —respondió Tsuna con una leve sonrisa.

—Eso es bueno —Taiki se unió a ellos antes de colocarle el sombrero a su hermana—, porque el mar llega a todos lados y seguramente mamá conocerá todo el mundo.

—Ella estará feliz entonces —Tsuna a veces se sorprendía de las palabras que sus hijos usaban—, porque ella siempre quiso viajar por todas partes.

—Volveremos a visitarla, ¿verdad?

—Cada que quieran.

 

Nadie lloró en ese día, no hizo falta porque ese pequeño acto no debía ser triste sino liberador. Cumplieron con el deseo de Dayane, la dejaron en el lugar que más le gustaba. Se despidieron del cuerpo físico y se quedaron con las más bonitas memorias y recuerdos. Entendieron que la despedida de un ser querido no debe ser un mal momento, por el contrario, tiene que ser un recuerdo que atesorar porque de esa forma también atesoraban el alma de su ser amado.

 

—¿Volvemos?

—¡Sí!

 

Y al dejar ir a su ser amado también se despidieron del dolor de aquella pérdida. Decidieron superar esa etapa difícil y abrirse paso a un camino nuevo. Entendieron que en honor a aquella vida que se fue, ellos debían vivir en plenitud la suya. No había nada más que eso.

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

Este es una especie final de etapa, Dayane se nos fue definitivamente, todo está tomando rumbo y bueno… era necesario.

Esperemos que mi inspiración siga latente y actualizaré jajajaj.

Krat los ama~

Besitos~


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