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Mi rojo cielo por 1827kratSN

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La mañana los sacudía lentamente por medio de los sonidos naturales de su hogar; las aves empezaban a cantar, el cielo se aclaraba, a lo lejos se escuchaba el silbar del viento y el crujido de algunas hojas arrancadas suavemente. Le gustaba eso, siempre le gustó, y por eso amaba los lugares apartados de la ciudad donde podía hallar la paz que necesitaba. Por eso le compartió su pequeño lugar preferido al amor de su vida.

Se aferraba al cuerpo ajeno con dulzura, sonriendo aún con los ojos cerrados cuando lo escuchó suspirar, se acercó lentamente mientras pestañeaba para terminar de despertar y se acurrucó en la espalda desnuda de aquel castaño. Le besó un omóplato y ascendió poco a poco con roces mariposas hasta besar la zona cercana al oído de quien empezó a reírse quedito. Sonrió antes de abrazarlo por completo y besarle la mejilla en el primer saludo de ese día.

 

—Aun no me he cepillado los dientes —se quejaba Tsuna entre murmullos mientras se giraba.

—No importa —sonreía enternecido por esa voz somnolienta.

 

Lo besaba con dulzura, rozando sus labios varias veces y riéndose por el sonido dado entre sus pieles al separarse. Se abrazaban antes de rodar suavemente por su cama mientras se besaban con un poco más de necesidad, deslizando sus dedos por la piel ajena, y secreteaban sus travesuras mientras ganaban fuerzas para levantarse. Se miraban un rato antes de retarse a que el otro fuera el primero en poner un pie fuera de esa cálida cama. Fon era quien perdía, pero siempre tiraba de aquel brazo que intentaba hallar la cobija para esconderse un rato más, levantaba ese cuerpo, lo cargaba, besaba esos labios una vez más y entre risas lo conducía a la ducha de su habitación.

Agua tibia para despertarse, chorritos que llenaban la tina donde ambos aun peleaban en modo de broma mientras se besaban. Un juego que solían compartir ocasionalmente los fines de semana, cuando los dos menores de la casa tenían que despertar más tarde. Era su pequeño momento privado en el que disfrutaban de enredarse en besos y caricias, a veces incluso terminaban haciendo algo más, pero al final siempre debían retomar compostura para vivir su diaria realidad.

Realidad de varios años.

Dulce realidad.

 

—Buenos días, mami y papi —sonreía entre sus palabras cantarinas. Era la más jovencita del hogar, una adorable muchachita de doce años quien aún usaba su pijama de panditas—, ¿se están besando de nuevo? —tenía los ojos cubiertos con sus manos y reía.

—No —alargó la vocal—. Ya puedes mirarnos —reía Tsuna mientras colocaba todo en la mesa.

—Hubiese mirado igual.

 

Isabella canturreaba al sentarse en su lugar favorito en la mesa, la que tenía vista hacia la ventana de la cocina y con ello al gran árbol que reposaba en su enorme jardín natural y sin cerca. Porque todo a su alrededor era verde prado, árboles nativos, flores salvajes y naturaleza casi virgen.

 

—Por cierto —meneó sus dedos antes de tomar un trocito de pan—, ya llamé a Taiki. Se estaba quejando en el baño porque se golpeó el dedo del pie con algo —rió entre dientes.

—Aún sigue dormido —Fon tomó su lugar también—, y pensar que antes era quien madrugaba.

—No me critiquen —el adolescente llegaba aun restregando sus ojos y bostezando—. Estoy creciendo y necesito doce horas de sueño —alborotaba un poco más sus rubios cabellos al rascarse la cabeza.

—Sí, claro —canturreaba la castaña mientras bebía su jugo.

 

Habían sido seis años muy felices en medio de los campos alejados de Nueva Zelanda, un país apartado de todo —semejante a como lo era Japón en la antigüedad—, tranquilo, sin mafias existentes, con personas amables; un sitio que estaba cerca de todo y de nada a la vez. Habían terminado ahí para esconderse de todos, para vivir un cuento de hadas y escapar de casa. Había sido la locura más grande, pero también la más hermosa. Tsuna adoraba su vida en ese lugar, de la paz que consiguió en medio de ese paraíso.

Era gracioso porque entendió lo que Giotto hizo en su propia época.

Sus hijos crecieron sin peligro alguno, siendo niños normales que asistían a una escuela normal del pueblo, forjando amistades y ayudando en lo que se podía en casa. Se alejaron de la maldad del mundo para forjarse una vida basada en valores y entrenamiento físico en pro de defensa al prójimo y autoprotección. Se criaron en un hogar lleno de amor y aceptación. Aprendieron todo lo que debían aprender y en ese momento reflejaban la dulzura dada por esos años calmos.

 

—Papi, la fecha ya mismo se acerca —comentó Isabella cuando lavaba los platos junto a Tsuna.

—Tan rápido —se exaltó y por poco suelta un vaso.

—Sí —la castaña reía bajito—. Sucede cada mes, papi.

—Cierto —criar a una hija fue duro, especialmente en esas épocas, pero Tsuna pudo sobrellevarlo mejor de lo esperado—. Entonces… ¿quieres ir a algún lado?

—A la ciudad para comprar algunas cosas —sonrió animada porque sus padres e incluso Taiki la mimaban mucho más en esas fechas—, y para comer una crepa con mucho chocolate.

—Sabes… Creo que no iremos a la ciudad —Tsuna acababa de recordar algo.

—¿Si no a dónde iremos?

—Olvidé decirles —suspiró pesadamente.

—¿Qué cosa? —su intuición saltó, pero no en alarma, sino en emoción.

—Olvidé decirles que… —se rascó la mejilla y sonrió nervioso—, ellos nos encontraron.

—¡No puede ser! —Bella elevó sus manos animada y preocupada a la vez.

 

Sabían que ese día llegaría tarde o temprano, así que no fue sorpresa, aunque sí causó un pequeño lio porque tanto Taiki como Isabella querían volver a esa ciudad, a la mansión y añoraban volver a ver a sus abuelos y tíos. Su familia. Así era siempre, cada dos años para ser exactos, donde les llegaba una carta sellada que contenía una invitación para un festejo simple y familiar. Vongola solía inventarse cada excusa para obtener lo que deseaban…, pero hasta ese punto Tsuna siempre logró escapar junto a sus captores quienes no querían volverlo a ver tomando el mando de esa mafia.

 

—¿Crees que quieran matarme de nuevo?

—Sí —Tsuna reía junto con Fon—, después de todo…

—Te llevaste al tesoro de Vongola —completaba Taiki mientras arrastraba su maleta de viaje, mismo que no duraría más de tres días.

—Qué osado —segundaba Bella quien arrastraba algo un poco más grande que su hermano—. Pero es encantador.

—Tío Reborn te va a querer disparar, papá Fon~ —canturreaba el rubio mientras salía de casa.

—Y tía Dayane me va a querer trenzar el cabello con flores —festejaba Bella.

—Skull hará burla —comentaba Tsuna mientras salía de su hogar.

—Y tu padre querrá planearnos un nuevo intento de boda —rio Fon.

—No cambiará —suspiró el castaño—. Nunca cambia.

 

Fon se divertía con eso, no lo negaba, porque él era el llamado “traidor” al que todos querían cazar para obtener venganza. Era un juego de tres días que terminaba cuando se llevaba al cielo de nuevo y se repetía un ciclo extraño con el que todos estaban felices. Porque Tsuna ahora brillaba plenamente y los niños crecían sin mancha, y a todos les gustaba eso.

Iemitsu tuvo razón en esa ocasión y Fon agradecía el haberle hecho caso.

 

Llévatelo lejos.

—No puedo simplemente hacerlo, porque él es Vongola y…

—Hay una forma —sonrió Iemitsu—, una que antes no pude escoger porque en ese tiempo había más de un heredero para la sucesión, y sinceramente pelearme con los hijos de Nono no estaba en mis planes… Pero después pasó todo eso y bueno… —suspiró—. Como sea. Hay una forma y…

—¿Qué quiere decirme?

—Quiero que Tsuna sea feliz y para eso tiene que dejar el mando de Vongola —hablaba en serio—. Mi pequeño atún tiene que irse lejos de este mundo…, y alguien tiene que reemplazarlo.

—¿Usted lo hará?

—Llevo la sangre de Giotto también —ladeó su sonrisa—, y creo que es hora de tomar ese lugar.

—No creo que los demás estén de acuerdo con eso.

—Por eso lo secuestrarás y cuando ya estés lejos —ondeó su mano despreocupadamente—, me encargaré de lo demás.

—Iemitsu-san, esto es arriesgado… Demasiado arriesgado.

—Arriesgado es ver a mi hijo al borde del colapso y a mis nietos en peligro constante. Y no estoy dispuesto a extender ese sufrimiento.

—Tengo que hablarlo con Tsuna —se negaba a hacer algo a espaldas de su cielo.

—Oye, hay un reemplazo para el décimo —se señaló—. Haré mi mejor esfuerzo hasta que mis nietos hayan tenido una vida feliz y lleguen a la edad suficiente para que tomen el mando de esta familia. Yo confío en que los prepararás bien para ese día.

—Pero estaríamos…

—¡No lo pienses! —golpeó el hombro ajeno—. ¿Quieres ver feliz a mi hijo o no?

—Lo quiero.

—Entonces aprovecha que hay una oportunidad y tómala. Confío en que lo cuidarás como es debido…, con tu propia vida si es necesario.

 

Había valido la pena, siempre lo valdría. Lo supo mientras veía a Isabella correr arrastrando su maleta por el aeropuerto, dando vueltas y ondeando su falda; cuando Taiki bostezaba y se estiraba lo más que podía antes de tomar una pose más seria y altiva cuando pasaba junto a las turistas que llegaban a Italia junto a él; o cuando Tsuna tarareaba una tonada nostálgica y entrelazaba sus dedos con mayor entusiasmo.

Si su familia era feliz, cualquier locura valdría la pena.

Pasaron por la ciudad primero, recorrieron las plazas y centros comerciales. Tsuna desapareció con Bella por un rato mientras él y Taiki escogían un recuerdo que se llevarían cuando regresaran a Nueva Zelanda. Se distrajeron lo suficiente como para que su pequeño viaje a la mansión fuera en el tiempo exacto para llegar en el almuerzo. Se preparaban para enfrentar su realidad.

 

—Yo entro primero —entusiasta y traviesa, Bella era siempre la primera en pasar por aquella puerta.

—Va a armar un escándalo —los tres varones esperaron con paciencia hasta que un grito retumbara, cosa que pasó a los tres minutos exactos—. Y ya está —sonrió Tsuna.

—Fue Hayato, ¿verdad? —Taiki suspiró antes de reír—. Bella puede ser muy cruel a veces.

 

Una gran bienvenida dada por quien tomó el puesto como jefe temporal hasta que el nuevo sucesor estuviese listo, había que reconocer que Iemitsu de verdad hizo su mejor esfuerzo para no dejar caer a Vongola. Abrazos y besos por parte de una abuela entusiasmada que estaba feliz por ver a su único hijo, a su yerno y a sus nietos. Miradas reprochadoras de quienes aún no aceptaban que su cielo hubiese sido secuestrado. Pero también hubo muchas risas cuando las cosas se calmaron y tomaron su sendero.

Así era siempre.

Y el proceso se repitió durante años.

Pero en algún punto debía cambiar.

 

 

Sucesión…

 

 

—¿Me besas? —cada que estaba ansioso, ese era su pedido, porque sentir los labios de Fon sobre los suyos ablandaba su corazón y su razón.

—Si lo hago ahora… —Fon observó a su alrededor, los guardianes siempre lo mantenían en la mira por precaución—, podríamos causar problemas.

—No me importa —Tsuna se aferró al brazo de Fon—. Sólo quiero…

—Tranquilo —sonrió antes de besarle la mejilla—. Todo saldrá bien.

—¿Cuál de los dos? —cerró sus ojos y suspiró profundo.

—Quien sea…, será tan grande como lo fuiste tú.

—Quiero un maldito beso, Fon —y sí, cuando el cielo quería un beso, lo demás le importaba muy poco.

 

La reunión en esa ocasión fue inaplazable porque sus vidas tenían que retomar el sendero correcto, aunque este fuera difícil y estuviera lleno de obstáculos. Y por eso se dio un lapso de un año en donde los herederos residirían en Italia para aprender todo lo que se perdieron de Vongola. Porque tenían que ser considerados aptos y, por consiguiente, en la fecha correcta, tenían que ser evaluados para saber quién tomaría el rol como décimo primer jefe de Vongola.

Fue el año más solitario para Tsuna quien volvió a Nueva Zelanda junto con Fon, solo ellos dos, impedidos de intervenir en la vida de Isabella y Taiki, obligados a esperar hasta la fecha en que se dictaría al sucesor. Fue un cambio drástico pero necesario, pero a la vez no fue tan malo. Porque Tsunayoshi pudo tomar junto a Fon el rol de un matrimonio estable como lo debieron tener desde el inicio. Y si bien jamás se casaron ni tuvieron planes de hacerlo, portaban un anillo de plata en símbolo de su relación y eso les bastó. En ese año, sin los herederos rondando la casa, pudieron vivir el noviazgo que aplazaron porque así lo desearon.

Y ahora estaban ahí, admirando a sus dos hijos que recibían las críticas positivas y negativas de guardianes, aliados, antiguos arcobalenos y todos los que desearon ser partícipe de ese evento. Tsuna estaba orgulloso de sus dos hijos quienes, con la frente en alto, enfrentaban ese duro momento, porque uno de ellos tomaría en sus hombros el peso de toda una organización mafiosa que lideraba el poder de los bajos mundos.

 

—Se igualan en habilidades e inteligencia, así que la decisión será difícil.

—Tengo algo que decir —la voz femenina de Isabella tomó un toque serio—, ¿puedo? —recorrió con su mirada a todos los presentes.

—Puedes —aceptó Iemitsu como líder de los presentes.

—Taiki, hermano mío —la castaña sonrió con dulzura al ver a su rubio hermano quien no entendía nada de eso—, te patearé el trasero en este momento —rio a viva voz junto a otros.

—Ni te creas —frunció el ceño fingiendo estar molesto por aquella frasecita.

—Hablo en sentido figurado, hermano —Bella carraspeó para tomar de nuevo compostura—. Tú y yo sabemos que hay dudas en tu corazón.

—No es verdad —habló con seriedad.

—Yo no te quiero ver siendo infeliz —sonrió—. No tienes que abandonar, a quien elegiste para amar —se tocó el pecho.

—¿Acabas de rimar? —miró a su hermana con una ceja elevada.

—Oye, me costó pensarlo. ¡Al menos aprécialo! —rio bajito.

—No lo hagas, Bella —Taiki lo entendió. Entendió lo que su hermana menor intentaba hacer.

—Yo, Isabella Sawada —miró a todos los presentes—, quiero tomar el puesto como nueva heredera de Vongola para que mi hermano, Taiki Sawada, pueda vivir feliz con Nina “de apellido desconocido por el momento” —sonrió divertida—, de quien se enamoró en este año.

—Ay, por dios —Taiki se cubrió el rostro y respiró—, deja de decir tonterías.

—Hermano —suspiró dramáticamente—, has cuidado de mí desde que tengo memoria… Es momento de que yo cuide de ti y de tu felicidad ahora.

—Bella… cállate —rio bajito—. Eres una…

—Quiero que seas feliz —elevó un poco más su voz—, así como papá y mamá lo fueron… y como papá y papá Fon ahora lo son —sonrió y encogió sus hombros—. Quiero que no pongas a Nina en segundo lugar y que te des la oportunidad de ser feliz.

—¿De eso hablabas la otra vez? —suspiró el rubio antes de negar—. Y ¿si sabes que estamos en frente de un consejo que… nos juzga? —señaló a los presentes con su cabeza—. ¿En serio?

—Sí, sí, y sí, estoy consciente —sonrió—. Por eso lo digo ahora, porque así tendrás más miradas que te harán recapacitar.

—Bella, ¡estás loca!

—Honraré a mamá y cuidaré de los tesoros que ella dejó —la castaña se tocó el pecho—. Por eso… quiero tomar el mando de Vongola y dejarte a ti en trabajos segundarios —sonrió.

—No le hagan caso, está loca —miró a todos antes de señalar a su castaña hermana por unos segundos antes de ponerse de pie y tocarse el pecho—. Yo, Taiki Sawada, quiero tomar el mando como décimo primer jefe de esta poderosa mafia.

—Ahorrémonos la batalla por los anillos, Taiki —continuó Bella.

—Claro que no.

—Sabes que Nina es el amor de tu vida y te ama.

—Eso no viene al caso.

—Sabes que tomar el mando significará alejarte de Nina por unos años preciados —se levantó sin prisa.

—¡Bella, ya basta!

—Sabes que Nina no quiere verte en peligro —se posó junto a su hermano para estar a la par.

—Eso es bajo —murmuró en protesta.

—¡Nina está embarazada y necesita de ti! —lanzó su última carta.

—¡Bella! —protestó.

—Oh sí, baby —miró a su padre—. ¡Sorpresa, papi! ¡Vas a ser abuelo!

—¡Taiki! —Tsuna no pudo evitar levantarse de su asiento, aunque más de eso no pudo decir.

—Oh por dios —suspiró Reborn—. ¿No le enseñaste a tu hijo sobre métodos…?

—Lo hizo —respondió Fon quien palmeaba suavemente la espalda del castaño que estaba en algo parecido a un shock.

—Déjame cuidar de mi sobrinito y ser la madrina de la boda~ —añadió Bella con ímpetu mientras miraba a su hermano.

—No podrás con el cargo —protestó el rubio.

—Puedo hacerlo —sonrió triunfal—. Puedo con esto y más. Yo cuidaré de tu legado, el de papá, de mamá, de los abuelos —tomó el rostro de su hermano entre sus manos—. Puedo y voy a cuidar de todos.

—Quiero la pelea por la sucesión —Taiki levantó la mano.

—No sé —Skull rio antes de guiñarle un ojo a la traviesa que consintió desde niña—, alguien que ha tenido un noviazgo a escondidas —miró a sus compañeros en ese consejo— y que además embarazó a la chica sin haberse casado… —negó antes de chasquear su lengua—. Me suena a muy irresponsable.

—Lo dejé solo por un año —suspiró Tsuna antes de frotar sus sienes—. Taiki…, por dios.

—Definitivamente no, no es nada responsable ni digno de un jefe mafioso —acotaron algunos, incluyendo a un divertido Lambo que estaba feliz de la vida grabado todo para la posteridad—. Entonces ya decidimos.

 

Isabella no mintió, ella estaba enterada de todo lo que acontecía en la vida de su hermano, y para sorpresa de muchos, lo averiguó todo ella sola. A sus dieciocho años, esa niña tenía una intuición envidiable, fuerza de voluntad equiparada a los mejores descendientes, y carisma sin igual. Era perfecta, todos lo reconocieron, y por eso le cedieron el cargo sin problema alguno. Aunque un defecto sí tenía, uno que fue heredado por su madre: su caprichosa personalidad. Por eso la boda de su hermano se realizó antes que su fecha de posesión, porque quería que la fiesta fuera especial y personal, quería que Taiki y Nina tuvieran su pequeño tiempo de apogeo y calma antes de que todo lo demás se diera. Ella lo quiso así, y así se hizo.

 

—Tengo un regalo para ti —Tsuna miraba a su hijo vestido de blanco, le quedaba bien el blanco.

—Papá… —suspiró antes de sonreír—, no es necesario.

—No estoy enfadado si es lo que crees —sonrió antes de acercarse para acomodar el cabello de su hijo—. No tanto —no habían podido hablar de ese tema antes, pero no tenía importancia.

—Lamento el no habértelo dicho antes que a los demás, papá… —siseó—, pero era el plan hasta que tu hija…

—Taiki —rio suavemente antes de tomarlo de las manos—, sólo escucha.

—Está bien.

—Tu madre fue la mujer que más amé en esta vida —Tsuna sonrió antes de colocar una cajita en manos del rubio—, y por eso, para que ustedes dos sean tan felices como tu madre y yo lo fuimos en antaño…, te cedo este recuerdo.

—Papá —Taiki miró la cajita y jadeó—no… ¡no puedo!

—Tu madre dijo que se los daría a su hijo o hija que se casara primero —sonrió—. Y el afortunado eres tú.

—Pero es tu anillo de bodas —sus manos temblaron, recordaba esos anillos.

—Y el de tu madre —señaló el anillo más delgado—, así que espero cuides de tu esposa y tus hijos con empeño… tal y como ella lo hizo.

—Lo haré.

 

Nina era una chica risueña, dulce, de cabellos negros y ojos azules muy hermosos, quien se presentó de manera muy avergonzada y quien pidió perdón por ocultarse hasta ese punto. Tsuna rio en esa ocasión y volvió a hacerlo cuando vio a la muchacha y al padre de esta llorando antes de que empezara la tonada con la que la novia ingresaría a la pequeña capilla para casarse. Sintió ternura por esa muchacha y por su hijo quien parecía una estatua por lo tenso que estaba.

Entrelazó su mano con la de Fon, quien observaba todo con detalle minucioso mientras sonreía. Era divertido ver a aquel azabache como un padre orgulloso de su primer hijo, porque Taiki y bella eran los hijos de Fon, aunque no compartieran sangre. Todos ellos eran una familia. Sintió un beso en su mano y sonrió antes de poner atención a la ceremonia católica que su hijo planeó para complacer a su esposa y a la mayoría de asistentes.

 

—Lo que se hace por amor —suspiró.

—A ti te secuestró mamá Fon —canturreó Bella quien se había robado un bocadito de la mesa—, así que eres el menos indicado para decir eso, papi.

—No sé con qué locura me saldrás después, Bella.

—Ya lo verás, muajaja.

 

Tsuna creía firmemente que Fon sabía lo que Bella se traía entre manos, pero incluso con chantajes y besitos —muchos—, no pudo hacer que su novio se lo contara, así que tuvo que esperar. Esperar en medio de sus días “dulces” antes de que viera a su hija heredar ese cargo. Fue bueno tener a Fon quien lo distraía con caricias y sonrisas.

Vio a su hija mostrarse madura, serena, altiva, cuando fue presentada como la sucesora de Vongola. La vio sonreír cuando recibía los anillos y los encendía con sus llamas de un naranja muy puro y brillante. La escuchó recitar un discurso improvisado que causó euforia. Se vio orgulloso de la pequeña que cuidó con esmero junto con Fon.

 

—La voy a extrañar —susurró Fon al juntar su cabeza con la de Tsuna mientras bailaban junto con todos los demás asistentes a la ceremonia.

—Yo también —sonrió mientras giraba a la par que Fon—, pero es algo que ella escogió.

—¿Quieres volver a vivir aquí?

—No —negó antes de reírse—, porque mi ciclo aquí terminó desde hace mucho y es hora de que Bella crezca sola, aunque siempre estará acompañada por la familia que ella misma formó.

—Yo me rendiré ante lo que mi cielo quiera —galantemente reverenció al castaño.

—¿Gracias? —sonrió antes de besar a Fon.

—¿De nada? —rio a la par que el castaño.

—¿Sabes lo que nos va a anunciar Isabella en la siguiente reunión?

—No.

—Mentiroso.

—Sólo no quiero arruinar la sorpresa.

 

“Esa” reunión se dio una semana después de la fiesta de sucesión y todos estaban intrigados. La castaña heredera reunió a sus guardianes actuales, a los antiguos líderes, representantes de sus aliados más cercanos y confiables —se incluía Leo que estaba feliz de la vida viendo el caos que sus primos armaron en menos de tres meses—, siempre manteniendo un misticismo muy particular.

Bella habló de sus proyectos, unos muy creativos como incluir en sus empresas asociadas a pequeños proyectos ambientales, y sus ambiciones a futuro que incluían a sus aliados, todo mientras reafirmaba su idea de mantener la utopía que su padre intentó instaurar. Ella quería hacer del mundo un lugar tranquilo para que su sobrino y sus propios hijos pudieran gozar sin miedo.

 

—Hablas de hijos como si ya hubieses elegido a tu compañero de vida —añadió Iemitsu muy intrigado por ese asunto.

—Y es que ya lo elegí.

 

Tsuna se atoró con su bebida como era tradición, Fon lo ayudó al golpearle la espalda suavemente mientras reía por la travesura de su hija, pues Bella esperó al momento exacto para decir eso. Muchos estaban sorprendidos, otros listos para desafiar al idiota cabeza hueca que quería adueñarse de la joven heredera, muchos planeaban ya averiguar todo sobre el involucrado si tan solo supieran el nombre.

 

—¿Y quién es? —Leo le chantó leña al fuego, tal y como aprendió de su madre.

—Bella, si es el infeliz de ese restaurante chino… —acotó Taiki que estaba siendo considerado por Kyoya como su sucesor en la CEDEF—. Lo voy a…

—No. No —sonrió—. Es más, se los voy a presentar… —miró su reloj—. Debe estar por llegar.

—¿En serio? —Tsuna carraspeó— ¿Quién es?

—Quiero presentarles —la castaña miró su reloj otra vez— a mi futuro esposo —asintió—, que llegará en cinco… cuatro…

 

Todos miraron la puerta mientras Bella terminaba con la cuenta, pero no vieron a nadie pasar por aquella entrada de madera. Escucharon la excusa de la castaña que decía haber adelantado la cuenta, la misma que empezó de nuevo, pero en esa ocasión desde el número diez. Hasta parecía una broma.

 

—Esta vez sí es —Bella carraspeó—. Cinco… cuatro…

—Tengo tu antojo vespertino aquí, princesa —la voz de alguien interrumpió la cuenta pues resonó incluso antes de que la puerta fuese abierta—, pero mira que pedir pastel de chocolate selva negra… Qué empalagoso —el mencionado miraba el contenido de la bolsa con distracción mientras hacía una mueca.

—¡Ahí está! —Bella apuntó al recién llegado y sonrió—. ¡Les dije que lo conocían!

—Ah… pero si es… —Taiki se dejó caer en su asiento mientras Leo empezó a reír cubriéndose la boca con sus manos.

—Hum… No sabía que estaban en reunión —el de cabellos violáceos miró a todos—. Lamento interrumpir —se relamió el labio superior—. Vuelvo después —ondeó su mano en despedida.

—¡No te vayas, Skull! —Bella rio suavemente—. Es más, estaba hablando de ti.

—Tú… —segundaron muchos de los asistentes.

—¿De mí? —Skull sonrió—. Lo sé, soy objeto de pláticas eternas por mi magnificencia —se burló—, pero ya… en serio. Vuelvo luego, Bella.

—Es digno de aprobación.

—¡Claro que no!

—¿Aprobación de qué? —añadió Skull sin entender por qué muchos lo miraban asesinamente.

—Él va a ser mi futuro esposo —Bella juntó sus manos al levantarse de su asiento.

—¿Tu qué? —Skull la miró con incredulidad.

—¡No! —Taiki estalló—. Él no…

—¡Bella! —exigieron los guardianes de la misma—. Te lleva como… ¡muchos años!

—Pero nos amamos —canturreó la castaña.

—¿Que yo qué? —Skull soltó la cajita del postre y señaló a Bella—, ¿me lo repites?

—Vamos a casarnos y seremos felices —canturreó.

—¡Estás loca! —sí, al fin reaccionó a tantas tonterías.

—Pero por ti, bebé —le guiñó un ojo.

—¡Te llevo como cien años encima! —agitó sus manos.

—No exageres, Skull.

—Si supieras —murmuró antes de dar un paso hacia tras—. Como sea… —ondeó sus manos antes de apuntar a la castaña jefa de Vongola—. NO.

—Yo sé que me amas —sonrió antes de empezar a caminar hacia Skull.

—¡Aléjate de mí! —retrocedió más.

—Skull espera, ¡no huyas!

—¡No debí consentirte tanto! —empezó a correr.

—¡Skull, vuelve aquí!

—¡Jamás! —es más, pensaba perderse en el infierno si era necesario—. ¡Me devuelvo con los Carcassa!

 

La líder salió detrás de Skull, los guardianes la siguieron, muchos otros persiguieron al grupo, fue una locura de la cual no participaron algunos. Fon bebía su té con calma, Tsuna suspiraba antes de negar, Iemitsu y Reborn se miraban entre ellos con duda porque no podía ser todo así de normal.

 

—En serio ellos… —Reborn señaló la puerta por donde corrieron casi todos.

—Sí —señaló Fon entre risas—. Al menos Bella sí… Tal vez le cueste un poco —hizo una mueca graciosa—, pero Skull cederá.

—Y lo aceptarán así —Reborn no podía entender la calma de esos dos—, ¿sin más?

—No —Tsuna sonrió sutilmente—, al menos no por ahora… Digamos que fingiremos ser padres celosos, ¿verdad Fon?

—Creo que Taiki se te adelantó —rio al escuchar de lejos la voz del mencionado que gritaba una amenaza.

—¿No se les hace raro eso? —Reborn elevó su ceja derecha.

—En Vongola todo es raro —acotó Tsuna y nadie pudo contradecirlo.

 

 

Paz…

 

 

Caminaban tomados de las manos, transitando por ese sendero empedrado que los dirigía a su casa, llevaban sus pertenencias a cuestas, se reían en medio de sus recuerdos y reproches. Respiraban la brisa otoñal y sentían un leve frío por la brisa de la época. Tenían sus manos entrelazadas como siempre que salían juntos. Volvían a su casa, la cual ya sería sólo de ellos dos y de nadie más.

 

—¿Eres feliz, Fon? —preguntó cuando atravesó la puerta de su hogar.

—Mucho —habló sin dudar.

—Yo igual —sonreía al sentarse en la sala.

—Los vas a extrañar mucho —se ubicó junto al castaño.

—Sí —sonrió dando un vistazo a los cuadros que protegían muchas fotografías familiares—, pero pasará.

—Ahora somos sólo los dos.

—Lo sé… y es bueno.

—¿Por qué lo dices?

—Porque me gusta estar contigo.

—¿Me besas?

—Cada que quieras —reía antes de acercarse al otro para juntar sus labios.

 

Tsuna aún recordaba aquella mañana cuando Fon lo despertó sólo para pedirle ser partícipe de una locura, aún sonreía divertido por el recuerdo de su voz entablando una afirmativa, aún recuerda cómo tomó a sus hijos y se dejó “secuestrar”. Aún recuerda claramente la adrenalina, la ansiedad y luego esa sensación de miedo entremezclado con felicidad.

Y cada vez que recuerda todo eso, su mente recita un: «hice lo correcto».

Porque el estar junto a esa persona era lo mejor que pudo pasarle, porque esos años llenos de calma fueron los mejores, porque cumplió su sueño de tener una vida normal junto a su pequeña familia, porque adoró escapar de todo lo que le hacía daño, porque no pudo haber sido más amado.

 

—¿Alguna vez te arrepentiste de haberte enamorado de mí?

—Jamás.

—¿Alguna vez te arrepentiste de convertirte en el traidor de Vongola?

—No.

—¿Te arrepientes de algo?

—Sólo de una cosa

—¿Cuál?

—De no haberte besado cuando te probaste por primera vez el qipao blanco que te regalé.

—¿Por qué? —rio ante ese recuerdo que ni él tenía muy claro.

—Porque ante mí vi un ángel, y no me arriesgué a probar el sabor de esa pureza.

—A veces dices cosas muy cursis.

—Lo hago —sonrió—, porque tus mejillas se vuelven de un bonito color.

—Yo te amo, Fon.

—Yo te amo más, mi más bello cielo.

 

FIN

 

 

Notas finales:

 

Subo el capítulo que corresponde al epílogo de esta historia en medio de felicidad y tristeza. Felicidad porque esta historia fue hermosa y pude darle el toque encantador que deseaba. Y tristeza porque detrás de mi dedicación hay dolor debido a la crueldad humana.

Cuiden de la vida de aquellos seres inocentes. Es el único consejo que les puedo dar.

Krat espera con todo el corazón que les haya gustado este final.

No es una pareja conocida, ni siquiera yo me la planteaba hasta antes de que me pidieran un fic de estos dos, pero les he dedicado tiempo porque tienen potencial, demasiado potencial. Espero en un futuro pueda hacer más cosas, más fics con las parejas menos populares para así cederle felicidad a quienes lo deseen.

En fin. Les he cedido lo mejor que he tenido para esta historia y agradezco mucho a quienes me siguieron hasta este momento. Gracias. De verdad muchas gracias. Los adoro a todos.

Muchos besos.

Muchos abrazos.

Muchos dulces y chocolates.

Krat los ama~


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