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Mi rojo cielo por 1827kratSN

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El silencio en el auto se extendió hasta que llegaron al hotel en donde se hospedaban. Tsuna se mantenía jugando con sus dedos y el anillo que le fue heredado por Nono, no miraba a nadie, no se fijaba en el tiempo o el camino, tampoco se mostraba dispuesto a dormir. Sus guardianes no sabían qué hacer para que eso terminara porque se estaban ahogando en ese ambiente hostil.

 

—Tsuna —Yamamoto se decidió a hablar, pero no recibió respuesta—. Tsuna, ¿estás bien?

—Vongola —Mukuro lo intentó también, pero la mirada de su cielo jamás se encontró con la suya—. Vamos, Tsunayoshi-kun —tocó el hombro contrario y en respuesta recibió un manotazo instantáneo.

 

Sorprendidos, ambos guardianes se quedaron de nuevo en silencio a la espera de cualquier cosa, pero no hubo nada más que un suspiro prolongado y una disculpa que sonaba casi automática. No entendían lo sucedido, pero en serio se estaban desesperando y por más desconsiderado que fuera insistieron en saber la razón de aquella actitud.

 

—Los Yasen son un peligro —se atrevió a decir mientras dejaba de jugar con sus dedos—. Pongan más atención a sus pasos.

—Necesitamos más que eso, Tsunayoshi-kun.

—Es algo mío —apretó sus labios en muestra de que se negaba a hablar.

—Si quieres que cuidemos más de ti y de la familia tendrás que ser más claro, abrirte más y confiar en nosotros —acotó Mukuro enfadado por la actitud del castaño.

—Es de forma literal —susurró de forma que no fue escuchado en totalidad.

—Tsuna, queremos saber por qué te pusiste tan mal después de ver a ese hombre… No queremos que algo malo te pase. Confía en nosotros… por favor —suplicó la lluvia, sintiéndose estúpido por decir aquello cuando la relación que en ese momento tenía con el castaño pendía de un hilo.

—No soy digno de confianza —dijo al fin, levantando su cabeza y mirando la entrada de su habitación—. Estoy cansado —cortó las palabras de Takeshi—, hablaremos cuando el avión esté listo para partir.

—Tienes dos horas entonces —resignado a la negativa, el azabache forzó una sutil sonrisa—, come un poco, Tsuna

 

¿Comer? Tsuna lo que menos quería en ese instante era siquiera respirar.

Ese hombre de ojos azules —en una tonalidad parecida al iris de su adorada Dayane—, le trajo decenas de recuerdos que últimamente se obligó a ahogar, y también le hizo entender por qué debía odiarlo. Cualquier persona que se atreviera a tener hijos con quien fuera, ofreciendo un amor fingido y un futuro ideal, sólo hasta obtener a su heredero varón y que decidía desaparecer la evidencia de sus intentos fallidos, merecía ser considerado escoria, como lo definiría Xanxus.

Tsuna bien sabía que el encuentro le afectaría, pero tenía que hacerlo porque retrasarlo más ya no se podía. Sus negocios rozaban, sus aliados a veces eran compartidos, tenían una tregua silente que debía ser verificada, además, ambos estaban involucrados de cierta forma porque mal o bien eran familia política o algo por el estilo.

 

—Dayane —susurró mientras se sentaba en medio de esa habitación y empezaba a tener esa sensación de asfixia—, tenías razón… no necesitabas conocer a tu padre.

 

En medio de su desespero, Tsuna sacó su celular, miró la pantalla mientras se obligaba a respirar pausadamente y ahogar las náuseas que lo invadían. Recordó entonces aquel día cuando en medio de un paseo en un parque cualquiera, cuando el invierno les calaba los huesos, él le contó a Dayane sobre su verdadero cargo en Vongola y en respuesta Dayane le contó sobre aquella parte de su familia que no conoció porque su madre huyó antes de que todas terminasen muertas. Sí. Fue el mismo día en donde entre ellos ya no había secretos y en el cual Dayane se decidió a proponerle matrimonio.

Cuanta dulzura y tristeza en un mismo recuerdo.

 

—¿Tsuna-kun? —fue la voz que le respondió cuando, en medio de su desesperación, llamó a sus hijos.

—Fon-san —soltó el aire y cerró sus ojos con fuerza—… debe ser muy tarde, lamento molestarlo… tal vez me equivoqué de número.

—No te equivocaste —calmado, percibiendo el tono extraño que el castaño usaba al hablar—. Nana-san ha ido a la cocina y me ha dejado el celular, ella esperaba tu llamada.

—Ya veo —se apretó el pecho con fuerza y jadeó.

—¿Estás bien?

—En realidad no… y por eso me alegra que no fuera mamá la que me contestó —jadeó un tanto fuerte e intentó cubrir su boca, pero eso lo hizo sentir mucho peor.

—Tsuna-kun, respira poco a poco —Fon identificó claramente lo que pasaba—. No entres en pánico, sólo céntrate en mi voz.

—No… —su garganta se sentía seca y cerrada— puedo —susurró intentando guardar compostura mientras se encogía hasta abrazar sus rodillas y apretaba el teléfono con fuerza.

—Tsuna-kun —Fon respiró profundo—, imita mi respiración… Cuenta hasta cinco e inhala —escuchaba los sonidos del otro lado—, ahora cuenta hasta cinco y exhala.

—Sí —murmuró apenas.

—Sigue haciéndolo mientras me escuchas, ¿está bien?

 

Fon mantuvo la calma mientras le susurraba indicaciones al castaño para que éste no se asfixiara o desmayara en medio de esa crisis de ansiedad. Lo mantenía centrado en sus palabras y suaves respiraciones mientras que intercalaba menciones sobre Taiki e Isabella, reía a veces, pero siempre intentando que el castaño del otro lado lo imitara; habló sobre Nana, los anillos, Iemitsu, Lambo, Chrome, de todo lo que se le ocurriera. Lo entretuvo tanto como fue necesario hasta que Tsuna se calmó y empezó a respirar con normalidad.

 

—¿Podría pedirle un poco de su tiempo cuando retorne a Italia? —aliviado y recostado en el suelo en medio de su habitación, Tsuna se dio el lujo de cerrar sus ojos.

—Cuanto desees —fue la sincera respuesta de Fon.

—Gracias —suspiró aliviado porque en serio necesitaba sacarse esa espina que le hacía daño.

—Ahora te pondré a tu madre, Tsuna-kun… Cuídate mucho y recuerda que tus hijos te esperan.

 

 

Cambios…

 

 

Lo malo de esas reuniones fuera del país era que no podía escapar del itinerario, ni siquiera pudo aceptar la propuesta de Enma y viajar con él hacia Italia. ¡Iban al mismo lugar, por dios! Pero no, tenía que usar el avión de Vongola y Enma el de los Simon. Odiaba eso, pero lo aceptaba en silencio porque eran los protocolos. Ya planearían una reunión después pues tenían mucho de qué hablar.

 

—Lo siento —estaban ya en el avión y Tsuna intentaba por tercera vez dormir, cuando escuchó aquellas palabras y abrió los ojos con lentitud hasta toparse con la mirada de Takeshi.

—Tranquilo —sonrió débilmente—, no estaba dormido.

—No me refería a eso —se acomodó mejor en el asiento frente al del castaño.

—¿Entonces? —se sentó de mejor forma, entrelazando sus manos por sobre su regazo y admirando a su lluvia quien mordía su labio inferior— Takeshi… puedes decirme cualquier cosa y no me molestaré —alentó pues no sería la primera vez que alguno de sus guardianes decidía confesarle un destrozo del que no enviaron un informe.

—Yo jamás quise realmente culparte por eso —soltó elevando un poco más su voz debido a la ansiedad que lo embargó hasta ese punto.

—Uh —el castaño apartó la mirada y suspiró—. El tema quedó zanjado hace mucho tiempo, no tenemos que retomarlo.

—Debemos —insistió Yamamoto con algo de duda.

—No hay necesidad.

—Tu comportamiento de hoy —Takeshi apretó sus puños— me demostró que la confianza que nos teníamos cuando íbamos a la preparatoria se esfumó por mi causa y que no puedo vivir con eso.

—Yo te perdoné hace mucho —curvó sus labios en una fingida sonrisa.

—Pero yo no me he logrado perdonar —miró a Tsuna a los ojos—, porque jamás lo hablé contigo, jamás dije algo para justificarme… sólo me aparté.

—Hubiese sido más doloroso para todos si me hubieras echado en cara todo lo que sentías —intentó seguir sonriendo, pero sólo hizo una mueca y soltó un suspiro—. Pero no te preocupes, eso ya pasó.

—Yo te odiaba —la voz del azabache tembló al decir aquello, incluso tuvo que carraspear poco después.

—Lo merecía —soltó una risa forzada—, es el peso de mis actos y aprendí a sobrellevarlo.

—Tsuna… perdóname.

—Haru te reconfortó cuando yo no tuve el valor de hacerlo. No me debes pedir perdón a mí, sino que debes agradecérselo a ella.

—Tsuna —insistió con las manos temblándole un poco—, yo cometí el error de buscar un culpable para el dolor de mi conciencia… pero no eras tú al que debía dirigir ese odio, sino a toda la suciedad que yo tuve que eliminar.

—En mi nombre. Eliminaste a mucha gente en mi nombre —lo miró con seriedad siendo un método que aprendió a usar para crear una muralla con la que soportar su propio dolor—. Yo tuve la culpa de las pesadillas que te azotaban a media noche, de que recordaras los ojos de tus víctimas cada que pestañeabas, de tu depresión y tus problemas de salud posteriores a toda la sangre derramada… —aún se estremecía al recordarlo—. Yo me hago responsable y acepto tu odio, Takeshi.

—Yo no te odio más —escuchar aquellas palabras causaron que su pecho se estrujara y entendió claramente que callar todos esos años fue su peor error.

—Pues deberías —Tsuna apretó los dientes— porque te seguiré pidiendo que hagas horrores en mi nombre, porque soy el jefe de esta familia, porque puedo pedirte que cedas tu vida en pro de algo que yo creo más importante que tu existencia.

—Tú no eres así, Tsuna. No harías algo así —cada palabra dicha, aquella mirada gélida, esa forma tan fría de hablar de su amigo, dolió.

—Lo haría, Takeshi —sus labios temblaron—, y es por eso que debes seguir odiándome y culpándome por todo lo malo que te pase.

—No lo hago más, ni lo haré —Yamamoto respiró profundo—. Soy tu amigo y yo decidí seguirte con todos los problemas que eso acarreara.

—¿Por qué?

—Porque no quería que te mancharas de sangre, quería protegerte… y en vez de eso te destruí un poco… perdí tu confianza, me alejé cuando me necesitabas, no supe parar las acciones de Hibari y al final te vi al borde de la muerte en…

—Detente —pidió respirando profundo para no recordar cosas que le afectaran y volvieran a darle un ataque de ansiedad—. No digas más, Takeshi.

—Perdón.

—Cuando ni siquiera me mirabas me dolió mucho —confesó—, pero como dije, yo acepté las consecuencias de mis actos, Takeshi… No me pidas perdón por algo que yo mismo causé.

—Quiero volver a como éramos antes —suspiró profundo, tragándose el nudo de su garganta.

—Pero eso no se puede —susurró—, porque tú me sigues odiando a pesar de que no lo admitas, porque Haru no me habla desde su boda… porque soy la razón por la que tú y Ryohei no deseen tener hijos y de esa forma les he generado una infelicidad que no se puede remediar.

—Eso es un asunto aparte —se peinó los cabellos con desesperación.

—No lo es —Tsuna cerró sus ojos y se tragó su amargura—. Yo los he condenado a una vida en la mafia y a un peligro constante.

—Tú sólo querías el bienestar ajeno.

—¡Y he sacrificado la paz que ustedes adoraban! —sentía que estaba perdiendo el control y tuvo que volver a acompasar su respiración.

—Tú has sacrificado más que eso —apretó los labios y sintió compasión por Tsuna, cosa que se vio reflejada en sus ojos.

—Y les infundí un miedo más grande —lo miró a los ojos—. Ustedes vieron como asesinaron a mi esposa… ustedes tienen miedo de que a Hana y a Haru, o incluso hasta Kyoko, les pase lo mismo… Admítelo.

—Es cierto, pero…

—Takeshi —respiró hondo— yo aún te considero mi amigo, pero no podemos retomar la confianza que destruimos debido a la lejanía que se impuso entre nosotros… y es mejor así, porque mientras menos sepas estarás más a salvo.

—Entonces no nos contarás qué pasó con ese tal Akim Petrov, ¿verdad? —Mukuro se hallaba parado cerca de ellos—. Vaya que el jefe sabe guardar secretos, kufufu.

—Mukuro, cállate —desafío Takeshi.

—Mukuro tiene razón —sonrió Tsuna antes de levantarse de su asiento en ese avión y respirar hondo—. Guardo secretos que no compartiré a menos que sea de una importancia alarmante.

—Tsuna.

—Buscaré algo para beber… regreso luego —quería estar solo, pero en ese avión no le era posible, al menos hasta que aterrizaran.

—¿Quieres que te consuele, Tsunayoshi-kun?

—¡Mukuro! —regañó Takeshi.

—Ya no tienes esos derechos —respondió Tsuna y siguió con su camino sin mirar a sus guardianes—, ni volverás a tenerlos jamás, Mukuro.

 

Tsuna se alejó tanto como pudo, incluso se encerró en uno de los baños del avión en un intento por refugiarse de su alrededor y evitar que las voces que lo culpaban de las desgracias de su familia lo ahogasen.

Ya no tenía dosis de antidepresivos, Shamal no quería cederle las cantidades que quería y las redujo a la mitad con la excusa de evitar una adicción. No podía confiar en alguien más para ser su proveedor y tuvo que empezar a recurrir a métodos de auto protección como susurrar la letra completa de una canción que Dayane solía cantar cuando estaba feliz, la repetía hasta recobrar compostura.

Pero la culpa seguía ahí. No se iba y su pecho se estrujaba dolorosamente.

Él era el responsable del peligro que rodeaba a toda su familia, él era el causante de que Takeshi y Ryohei se negaran a acrecentar su familia por miedo a que en alguna oportunidad secuestraran a sus hijos o algo peor, él era el culpable de que la mirada de Haru se hubiese vuelto fría, él era el responsable de que sus hijos perdieran a su madre, él era el causante de que los Yasen siguieran existiendo y todo debido a su temor por un enfrentamiento en donde su esposa o su cuñada fuera descubiertas, él era…

 

—Soy Tsunayoshi Sawada —repetía en voz baja mientras respiraba pausadamente y cerraba sus ojos—, hijo de Nana e Iemitsu, sucesor de Timoteo, décimo jefe de la familia Vongola, la más grande mafia en el mundo, el neo primo Vongola, quien reformó a la familia hasta devolverla a sus orígenes… Yo protejo, pero para eso… a veces debo destruir.

 

 

Calma…

 

 

La risita de los dos pequeños de la casa auguraba la llegada del jefe de familia. Nana e Iemitsu se les unían poco después, todos en un pequeño estallido de grititos ahogados y saludos efusivos. Besos, reproches, exigencias de algún juego, el retorno de los objetos de Tsuna, las historias de su hijita a través de dibujos, las terapias con la psicóloga, la retomada rutina, incluso tuvo que saludar al final a Fon quien tranquilamente lo esperó en la sala mientras bebía té.

 

—Lamento los problemas.

—No es nada —Fon se sintió aliviado al ver a Tsuna sonreír con sinceridad y calma.

—Supongo que el viaje a su casa a altas horas de la noche y el retorno hacia aquí fue horrible, me disculpo por eso.

—En realidad —el azabache sonrió—, dormí aquí.

—Oh, ¿en serio? —Tsuna estaba realmente sorprendido porque, en general, la sobreprotección de sus guardianes se derivaba en que sólo personas muy cercanas se quedaran en la mansión.

—Nana no dejó que me fuera tan tarde, así que acepté la oferta. Y debo admitir que adoré ayudar a los niños a levantarse esta mañana.

—Espero no le hayan dado tanto trabajo, Fon-san —sonrió al imaginar el ajetreo de esa mañana.

—Ninguno… pues me gustan los niños.

—No sé qué debería hacer para agradecerle todo lo que ha hecho por nosotros.

—Tal vez con una plática amena, un té de limón con miel, o unas galletas de coco… Eso me bastaría —sonrió divertido.

—Tendrá eso y tal vez un poco más, se lo prometo.

—¿Tus hijos nos acompañarán?

—No —sonrió antes de rascar su mejilla—. Taiki tiene tutorías de inglés e Isabella irá con sus abuelos a comprar ropa.

—Es una pena.

—Tal vez la próxima vez podamos seguir su consejo y llevarlos de paseo en auto.

—Tengo una pregunta —Fon elevó una ceja—, ¿cómo irán tus padres a la ciudad para comparar la ropa de Isabella?

—En bicicleta —Tsuna rió bajito de la misma forma que hizo cuando le dijeron la idea—, y yo no fui el de la idea —soltó una carcajada—, aunque supongo que es del estilo de Ryohei.

—Oh, tu sol será el custodio de hoy —eso le aliviaba de cierta forma.  

 

Tsunayoshi admitía que estar con Fon era como escapar de sus problemas por unos gloriosos diez años, tenía esa sensación y por eso posponía todo con tal de salir a caminar en compañía de aquel hombre. No tenía que ocultarle detalles específicos sobre sus pesares actuales, es más, quería decirle todo lo que le afectaba y desahogarse cuanto podía, porque al final sabía que no iba a ser juzgado o traicionado, y para saber eso ni siquiera era necesario acudir a su intuición… bastaba con mirarlo a los ojos, escucharlo reconfortarlo o animarlo a hablar.

Tomaron el té en medio del jardín trasero, en la parte más alejada de la mansión, en un pequeño claro entre algunos árboles en donde las cámaras los filmaban sólo de espaldas y sus palabras quedarían entre ellos. Tsuna le contó del viaje, la plática con Takeshi, el dolor de escucharlo y darse cuenta que su amistad jamás podría volver a ser la misma, y al final le contó sobre los Yasen y su relación con Diana y Dayane, incluso le dijo del día en que él y Dayane revelaron el más importante de sus secretos y con eso se relató también sobre la proposición apresurada de Dayane.

 

—¿Por qué la aceptaste en ese entonces?

—Porque llevábamos un tiempo de salir a pasear y el cariño que le tenía era enorme.

—Pienso que eso no era suficiente como para empezar un noviazgo siquiera —Fon era sincero, diciendo sin temor lo que pensaba—, mucho menos una relación destinada al matrimonio.

—Dayane obtenía lo que quería casi siempre —Tsuna rió bajito al decir eso—, podía ser muy persuasiva cuando quería.

—Pero tú pudiste negarte hasta el final pues fuiste entrenado para no ceder ante presiones o chantajes.

—No quise hacerlo… —admitió tras dar un suspiro— porque el amor que ella me ofrecía era sincero y yo necesitaba de algo de color en mi vida.

—Te enamoraste de ella después, con el tiempo —sonrió Fon— eso es bello de cierta forma, pero triste también.

—¿Por qué triste?

—Porque ella debió sentirse presionada por tratar de conquistarte y que le correspondieras.

—Es cierto y me disculpé muchas veces por eso.

—Tengo una duda nuevamente —Fon acomodó un mechón que se meció con la brisa—. Tus hijos, ¿fueron planeados?

—Por Dayane —Tsuna soltó una risita que le correspondieron al instante—. Jamás le negué nada… Ella quería una familia grande y yo dejé esas cuestiones en sus manos.

—Escuché de alguien, que tener hijos en medio de una mafia es algo que pocos hacen.

—Al inicio yo también me negué… incluso me negué a la presión de Reborn —Tsuna torció sus labios ante el recuerdo.

—No sabía que él te presionó.

—Lo hizo —suspiró— en realidad me presionó en muchas otras cosas también.

—Entonces… —no quería ahondar en temas delicados— Dayane logró convencerte de tenerlos.

—Y sinceramente fue lo mejor que me ha pasado —Tsuna retomó su alegría inicial.

—Ahora desearía haberle agradecido a Dayane por hacerte feliz.

—¿Eh? —miró al mayor con intriga—, ¿a qué se refiere?

—Agradecerle por hacer que sonrieras, por darte dicha en medio de la miseria, por muchas cosas más —sonrió—. Ahora me arrepiento de no haberla tratado más.

 

A veces pocas palabras eran suficientes para expresar dolor, alegría o comprensión. Tsuna se quedó repitiendo las palabras y la conversación que tuvo con Fon por un rato, también admitió sentir aquella tranquilidad que hasta hace un tiempo sólo le ofrecían las pláticas con Enma. No se arrepentía de nada de lo que hizo, después de todo de esa forma logró tener un vínculo de esa magnitud con Fon. Confiaba en él, eso era definitivo.

 

—Aún puede hablarle —respiró profundo después de decir aquello.

—Creo que una tumba es una conexión con el alma de las personas, pero hubiese preferido habérselo dicho en persona.

—Puede hacerlo —Tsuna apretó los labios—. Aún se puede.

—Creo que ahora no te entiendo, Tsuna-kun.

—Fon-san —detuvo sus palabras y miró al azabache por un momento antes de decidirse—, ¿quiere hablar… con Dayane?

—¿Es un secreto más? —no podía ocultar su sorpresa, era obvio.

—Lo es.

—Me encantaría hablar con ella entonces —aceptó.

 

Los mismos pasillos, las enfermeras, los médicos, al menos eso esperó Fon en un inicio, pero algo se había desviado.

La sección de enfermería aún seguía siendo visitada sólo por personas autorizadas y un número mínimo de médicos pues la mayoría de cosas fueron de nuevo colocadas en la anterior localización en la mansión. Tsuna era el guía, ordenando algunas cosas a médicos que no había visto antes. Cruzaron puertas y recorrieron rutas que formaban una especie de laberinto, incluso cruzaron una trampa de ilusiones poderosa para llegar a un lugar concreto.

Una habitación que Tsuna dudó en revelar, pero que lo hizo. Una sola camilla dentro de esa estancia bien iluminada, con dos enfermeras que les dieron privacidad, cuadros acomodados en un mueble cercano, aparatos que resonaban cada cierto tiempo, tubos, agujas, sábanas blancas, y una sola paciente que reposaba con sus cabellos rubios bien peinados y esparcidos por la almohada.

Fon estuvo a punto de decir algo, pero sólo boqueó y guardó compostura. Apreció a la persona que se mantenía con los ojos cerrados, respiración artificial y varios instrumentos rodeándola. Era Dayane, no cabía duda, sin embargo, no era la figura que recordaba pues estaba más sana físicamente, cuidada, pero un poco más delgada. Ante él estaba la esposa de Tsuna.

 

—¿Alguien más sabe de esto?

—Diana —susurró Tsuna antes de invitar a Fon a acercarse a la camilla—, Enma, y ahora usted.

—¿Por qué? —al fin pudo preguntar aquello que le estaba inquietando.

—Es algo que sólo le incumbe a los afectados.

—Me refería —Fon suspiró—, ¿por qué fingir su muerte? ¿Querías protegerla de Petrov?

—No.

—¿Entonces?

—Es porque ella está muerta —Tsuna suspiró para no ceder al dolor latente, cerró los ojos, agachó su cabeza unos segundos antes de elevar su mirada y centrarla en Dayane—. Cinco médicos me lo han confirmado. Han reiterado una y otra vez su muerte cerebral.

—Lamento esto —susurró con impotencia porque de nuevo presenciaba cuán destrozado estaba su cielo.

—Tenía esperanzas… pero no hay caso —Tsuna acarició la mano que reposaba sobre el regazo de su esposa.

—Tsunayoshi… entiendo que no la quieras dejar ir totalmente.

—No puedo desconectarla —su voz tembló—, no soy capaz de hacerlo.

—¿Diana te ha cedido esa responsabilidad?

—Sí —respiró profundo para no ceder a las ganas de llorar—, y es por eso que está aquí… hasta que yo tenga el valor de dejarla descansar en paz.

—No te juzgo, Tsuna-kun.

—Debería hacerlo —limpió la lágrima que se le escapó.

—No lo haré —Fon se acercó al castaño para palmearle suavemente la espalda— pues no puedo siquiera imaginar el peso de esa decisión o el dolor que te causa todo esto.

—Gracias.

 

Fue una vez más en donde en silencio Fon reconfortó al castaño, fue un tiempo más que compartían juntos en medio de una dolorosa visión, era un secreto más que debía ser protegido.

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

Krat supone que en este punto saben por qué Tsuna manipuló sólo las cenizas de Ángelo y por qué no tuvo el valor de decir que su esposa estaba muerta en un inicio.

Poco a poco se revelan sucesos, pero supongo que aún les quedan dudas y estaría agradecida si me las dijeran en algún comentario.

Muchas gracias por acompañarme en esta pequeña locura y mil disculpas por la demora pues he estado algo ocupada y bloqueada XD (me pasa más seguido por el estrés, lo siento)

Krat los ama~

Besos y chocolates~


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