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Mi rojo cielo por 1827kratSN

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Estaba cansado, su cuerpo no quería moverse, su mente estaba aturdida… y aun así estaba riéndose por la bonita imagen que apreció en esa mañana cuando salió de su despacho, de la misma que participó poco después.

Cuando abrió esa puerta se quedó en silencio, buscando el origen de esa suave risita y del tarareo en un tono más grave y adulto que resonaba cerca. A paso ligero se movilizó hasta asomarse por el pasillo, terminó sonriendo al hallar a Fon y a su hija jugando cerca. No sería raro verlos jugar sino fuese por la pequeña falda de volantes que asemejaba a un tutú y que se mecía con los pasitos de su hija menor mientras bailaba algo que Fon entonaba.

Un saltito, dos vueltas algo temblorosas porque su pequeña heredó su descoordinación, la sonrisa ampliada cuando los suaves aplausos de Fon le daban guía para que saltara a ritmo a la vez que el propio hombre la imitaba.

 

—No puedo creerlo.

 

Parecían divertirse, por eso no les interrumpió y se quedó espiando en silencio, acuclillado en la esquina, semi escondido detrás de la pared, apreciando todo el baile de su pequeña hasta que Isabella llegó al final del pasillo y dio al menos tres giros en donde esa faldita se ondeaba a compás de los pasos desentonados mientras Fon daba rápidos giros alrededor de Bella. Un aplauso más, la risita de la pequeña, la felicitación de Fon, y Tsuna no pudo soportar más las carcajadas, incluso perdió el equilibrio y cayó de sentó hacia atrás.

No se estaba burlando, sólo que no sabía cómo más expresar el alivio que sentía por ver a su pequeña hija actuar nuevamente como la dulce bailarina que en antaño dedicaba sus actuaciones para Dayana y para él. No la había visto usar ese pequeño tutú hasta ese día, no la había visto tan brillante o siquiera tan centrada en esforzarse en cada giro. Sentía que estaba recuperando a su hijita, a la esencia que recordaba. Tsuna estaba feliz, y mucho.

 

—Buenos días, Tsuna-kun. ¿Estás bien? —Fon y Bella habían escuchado la caída y sin dudarlo se acercaron para averiguar qué sucedía.

—Sí —el castaño se limpió el rastro de lágrimas que no quiso dejar salir y sonrió—, pero lamento haber interrumpido su final —acarició la cabecita de su hija y recibió una amplia sonrisa y un abrazo.

—No hay problema, ¿verdad, Bella? —Fon miraba cómo la castaña negaba mientras trepaba al regazo de su padre y se aferraba al cuello del mismo—. Además, es grato escucharte reír de nuevo.

—¿Gracias? —divertido, Tsuna sostuvo a su pequeña entre sus brazos mientras Fon lo ayudaba a levantarse— No sé cómo responder a lo último que dijo.

—Sólo sonríe, eso es suficiente.

 

A veces Tsuna no entendía como alguien podía ser tan tranquilo, divertido, maduro, dulce, pacífico y feliz al mismo tiempo, por eso Fon le parecía fascinante. En realidad, muchos pensaban lo mismo que él, lo habían hecho desde que lo conocieron como el arcobaleno de la tormenta y rompió todas las expectativas y teorías. Como fuere, le alegraba que todas las cosas pasaran como lo hicieron porque de esa forma pudo acercarse más a Fon y hallar un medio de apoyo seguro.

Tsuna no se había dado cuenta de la hora hasta ese punto, se asombró un poco al saber que faltaba un poco para el almuerzo, y al final aceptó ser partícipe de la actividad de Isabella durante el tiempo que faltaba. Tal vez debería reducir el trabajo que realizaba en las mañanas pues al parecer su reloj interno debía sincronizarse con el real.

 

—En realidad Isabella me enseñó ese baile.

—Así que lo hizo —Tsuna miraba como su hija daba vueltas en la habitación destinada para los juegos—, pensé que lo había olvidado.

—Según me dijo, fue el baile que le enseñó Dayane.

—¿Ella habló? —la impresión fue tal que no pudo evitar elevar un poco su voz.

—No —Tsuna suspiró, Fon lo entendía—, pero me explicó con algunos dibujos y lo demás lo asumí.

—Me alegra que esté volviendo a retomar sus actividades favoritas. Me da esperanzas de que esté superando su trauma.

—Apenas han pasado meses desde aquel suceso —Fon palmeó suavemente la espalda del castaño—, dale más tiempo y seguro que sus palabras saldrán solas.

—Quiero confiar en que así será.

 

Tsuna en verdad necesitaba aferrarse a algo y en ese tiempo su punto de apoyo fueron las palabras de Fon porque era la persona más cercana que tenía. No menospreciaba a sus padres, tampoco a su cuñada y a Enma, pero los cuatro eran parte de su familia y mal o bien, con el pasar de los años, ese apoyo se volvió difuso, monótono e incluso a veces Tsuna pensaba que podría ser obligatorio o forzado. Pero al tener a alguien lejano, alguien que no tiene obligaciones familiares que lo ataban a él, eso en verdad le generaba una sensación de bienestar real.

 

No te aferres a nada. No te vuelvas dependiente de nadie.

—Pero a veces lo necesito, Reborn, porque el peso que cargo me asfixia y aplasta.

—Palabras de un cobarde —Tsuna vio disgusto en esa mirada negruzca que lo guio desde su juventud—, jamás lo vuelvas a repetir ante nadie porque un jefe de la mafia no debe mostrar debilidad alguna.

—Entonces tal vez no tenga aptitudes para ser un buen jefe

—No me vengas a decir que de nuevo dudas de la posición que has tomado.

—Sólo estoy diciendo que esto, a veces, me supera, y que necesito a alguien con quien hablar.

—Habla con tu familia, para eso está allí.

—No puedo —fue una frase que demostraba su desesperación— porque debo protegerlos y alejarlos de lo que les hace daño… y eso “algo” soy yo.

—Lo que creo que es que primero debes arreglar el conflicto interno que tienes, dame-Tsuna, y superarlo.

—Ayúdame a hacerlo, Reborn.

—No —esa negativa le dolió más de lo pensado— porque de ser así te volverás el mismo niño débil que conocí hace muchos años. Ahora eres el décimo jefe de Vongola, entonces sal de ese problema solo.

—Reborn —su voz se agudizó, pero también se ahogó tras percibir el enfado de su tutor.

—Me iré en la mañana.

—¿De nuevo?

—Tengo una vida que vivir —esa mirada serena, ese porte elegante en un cuerpo adolescente—. No puedo ser tu tutor para toda la vida.

—Por favor.

—No ruegues a nadie. No vuelvas a flaquear. Recuerda que toda una mafia depende de ti, dame-Tsuna.

 

Las palabras dichas por Reborn las recordaría por siempre, desde esa plática cuando decidió exteriorizar su pesar, su dolor, cuando le dijeron que no podía mostrar debilidad. Tal vez esas mismas palabras lo llevaron a un silencio doloroso y punzante. Tal vez las cosas hubieran sido diferentes si no hubiese seguido las órdenes de su antiguo tutor. Tal vez no debió dejar que los demás decidieran por él y lo llevaran a ese momento.

Pero el “tal vez” no cambiaba nada.

 

—Tsuna-kun, bailemos también.

—¿Qué?

 

Lo único que Tsuna tuvo en mente fue la mirada brillante de su pequeña quien agitaba sus manitos y asentía, para después percibir la mano de Fon que estaba extendida hacia él. Sonrió antes de aceptar el ofrecimiento. La música de fondo combinaba chelos, violines y flautas, ambos giraban imitando a la castañita que mediante señas básicas les mostraba como hacerlo. Nada complicado, sólo giros y saltos. Una pequeña diversión ideal para gastar algo de energías y calmar las ansias de la mente.

Y entonces la música cambió pues Isabella tenía toda una combinación de CDs exclusivos para su uso, cosa que la propia Dayane preparó para su niña artista. Un vals se entonó con entusiasmo y Tsuna tomó las manos de bella para empezar a girar y reír en medio del baile en donde su niña agitaba el tutú a la par que torpemente imitaba el video que se reproducía en la pantalla del fondo. Todo eso siendo observado en silencio por Fon, quien se centraba en la sonrisa tan parecida de esos dos.

 

—¿Qué quieres bailar ahora? —Tsuna miraba a su hija quien procedió a tomar su mano y guiarlo hacia el azabache que se mantenía de pie.

—Fue un bonito baile, Bella —halagó Fon cuando la pequeña se posó frente a él.

 

Isabella entonces señaló a Fon con una sonrisa y, para dar a entender su pedido, tiró de la mano de su padre para acercar a los dos adultos. Con esfuerzo logró sujetar la mano del azabache y saltar sus ojitos color caramelo entre Tsuna y Fon. La idea fue captada con prontitud causando dos reacciones muy diferentes en los adultos. Tsuna riendo algo divertido y Fon reconociendo que esa actividad quizá ya era tradicional entre los padres de la pequeña. Sin embargo, ninguno tenía algún problema con acceder a la petición.

 

—Veamos —la misma melodía se repitió una vez más cuando Tsuna se irguió frente a Fon—, pues… usted es más alto que yo, así que supongo…

—Estaré a tu cuidado para esta pieza.

 

Fon no preguntó, tampoco esperó aceptación, sólo colocó su mano izquierda en el hombro derecho de Tsuna y extendió su mano libre para que el castaño la sujetase. Sonrió al notar la sorpresa del décimo cielo quien boqueó intentando decir algo, pero al final le devolvió la sonrisa y sujetó su mano. El antiguo arcobaleno aceptaba que el toque de Tsuna en su cintura fue firme, pero a la vez muy delicado en muestra que estaba acostumbrado a ser quien guiara a su pareja femenina en cualquier danza. Debería halagar las tutorías de Reborn, porque de seguro fue su amigo el que obligó al castaño a aprender aquella técnica.

Si bien sus alturas no concordaban con los esquemas trazados para el baile, incluso sus ropas no estaban a la par con la música, ninguno de los dos se quejó porque hacían eso sólo para que la pequeña castaña que se sentó en uno de los sofás los mirara y se entretuviera. Empezaron con los movimientos suaves, dando pasos de derecha a izquierda, siendo Tsuna quien guiaba el ritmo, la distancia y la velocidad de cada movimiento. Fon se limitó a seguir aquello con la mayor naturalidad que su básico conocimiento en danzas orientales le proporcionaba, pero sin tener problema mayor que los roces con su propio quipao no adecuado para bailar. Giraban despacio, escuchando la risa susurrante de Bella quien empezó a aplaudirles a ritmo de la música.

Compartieron una pieza corta antes de que sus miradas chocaran y con eso se dieran cuenta de lo raro que sería para cualquiera que los mirase, pero era divertido.

Bella hacía ruiditos de modo que ambos adultos se giraron para verla y apreciar el cómo elevaba sus manos mientras saltaba. Tsuna captó la indirecta, pero dudoso miró a Fon en una pregunta muda a la cual recibió un ligero asentimiento en respuesta. Dieron un par de pasos antes de lo que se supondría una cargada, pero Tsuna no estaba seguro de si sería buena idea, por eso cambió el paso y tras girar con Fon en una vuelta entera, se detuvo. Con soltura apretó el agarre en la cadera del asiático y empujó la unión de sus manos hacia delante. Terminó inclinando a Fon hasta que éste se dobló hacia atrás de modo que la larga trenza tocó el piso y los ojos del antiguo arcobaleno se fijaron en la puerta que estaba a sus espaldas.

 

—¡Buen paso, Tsuna! —Iemitsu sonreía orgulloso de su hijo.

—Eso es un baile, ¡extremo! —apoyaba el guardián quien, fascinado por aquel último paso, se mantenía apretando sus puños levemente elevados—. Tienes fuerza como para soportar en tu brazo izquierdo el peso de un hombre más alto que tú.

—Sólo te había visto hacer eso con mamá —el rubio más pequeño se notaba sereno, como cualquier otro día—, pero me duele de solo verlo, Fon-san —pues la curvatura en forma de media luna que el azabache hacía, parecía dolorosa.

—En realidad es bastante sencillo —Fon señaló al castaño— si alguien te sujeta bien —ni se inmutaba por la imagen de cabeza que apreciaba desde su posición.

—Pensé que iban a demorar más —sin moverse mucho, Tsuna miraba a los tres presentes.

—Apuesto que fue idea de Bella —y como si la invocaran, la pequeña se lanzó contra su hermano mayor para abrazarlo—. Eres caprichosa, hermanita.

—¿Cuánto más puedes resistir? —Ryohei contabilizaba los segundos—. Tu brazo ni siquiera tiembla, Sawada.

—Creo que debo levantarlo —sonrió antes de ver a Fon.

—También tengo curiosidad de cuánto puedes soportar —pero el asiático parecía cómodo con el arco que formaba su propio cuerpo—. Vas bastante bien.

—Hace mucho que no me ejercito adecuadamente —Tsuna rió nervioso—, no creo soportar demasiado.

—Creo que tu mano se está soltando —añadió Iemitsu al poner atención al agarre en la cintura de Fon— Tsuna, ¡lo dejarás caer!

—Oh, rayos —así fue, sus dedos de pronto se soltaron y el cuerpo de Fon descendió al piso ocasionando un ruido sordo—. ¡Lo siento! ¿Está bien, Fon-san?

—Hum —el azabache no pudo evitar reír, soltando suaves carcajadas e ignorando su golpe por la caída—. Estoy bien.

—Le prometo jamás volver a hacerlo —pero Tsuna mostraba su arrepentimiento de una forma casi infantil, donde gesticulaba exageradamente con sus manos.

—No hace falta que prometas eso —sonrió antes de sentarse—. Fue bastante divertido y Bella lo disfrutó también.

—Además, debes enseñarme a bailar también, papá —exigió Taiki— y Bella también quiere.

 

Tsuna mentiría si dijera que no temía por las ideas raras que su padre, guardián e incluso Taiki se formaran por haberlo encontrado en aquella situación con Fon, pero a más de la curiosidad expresada por cada uno, nada más fue dicho. Estaba aliviado, pero inquieto, después de todo Ryohei ya había rechazado sus gustos una vez y sinceramente no quería volver a apreciar esa mirada llena de decepción hacia su persona.

«Un hombre como tú no puede gustar de otros de su mismo género. No lo creo correcto o normal.»

Cuánto le habían dolido las palabras dichas por el que consideraba su hermano mayor, fue peor con esas miradas extrañas o sus pláticas incómodas, pero eso ya era cosa del pasado. Y si bien se alejó de Ryohei por las mismas razones que con Takeshi, a eso se le sumó su miedo por volver a escuchar esas palabras. Cuán cobarde había sido, era y seguiría siendo porque no quería destrozar la relación que tanto le costó reparar de poco en poco. No quería volver de nuevo a ese aislamiento de años.

 

—Quiero decirte algo —Tsuna miró a Ryohei cuando ambos dejaron la habitación en donde Iemitsu y Fon empezaron con las improvisadas clases de baile para sus hijos.

—Podemos ir a mi despacho —sonrió, pero en el fondo temía por la seriedad en la mirada de Ryohei.

—En realidad es algo corto, así que está bien hablar aquí —sonrió, relajando así a su cielo.

—Entonces dime.

—No te juzgo, Sawada —se cruzó de brazos y asintió.

—¿A qué te refieres?

—La vez anterior te dije algo… malo… sí, malo —asintió de nuevo antes de mirar a su cielo— sobre tus gustos románticos.

—Ah… eso —Tsuna se mordió en la mejilla interna. No estaba preparado para eso.

—Pero, quiero disculparme adecuadamente por eso, ¡al extremo! —con sus ojos grisáceos brillando, sus cabellos blanquecinos alborotados y esa bandita nueva en la nariz, Ryohei se acercó hasta tomar al castaño por los hombros y sonreírle de cerca—. Yo… no entendía aquello, pero ahora lo hago.

—¿Por qué me dices eso ahora?

—Por Fon —asintió de nuevo, separándose antes de tomar una pose más relajada—, y lo que vi hace un rato.

—Oh no, no. Lo estás malinterpretando —Tsuna sabía que algo así podría suceder y sinceramente no quería meter a Fon en sus problemas.

—Entonces, ¿no? —hizo una mueca.

—No —Tsuna sonrió por la expresión meditabunda de Ryohei.

—No importa, eso me animó a hablar. Así que formalmente, me disculpo por lo dicho hace tiempo —se inclinó levemente.

—Ryohei —el castaño se dio tiempo para relajarse antes de elevar al mayor—. Gracias, onii-san —fue lo único que se le ocurrió decir para expresar su alivio.

—Yo te apoyo —sonrió antes de abrazar al castaño y golpearle la espalda en repetidas ocasiones—. Jamás volveré a decir algo malo de nuevo, por eso confía en mí otra vez.

—Yo confío en ti —sonrió ignorando que por poco le sacan el pulmón.

—Pues confía más. Confía al punto de ser ¡extremo!

—Lo haré —rió divertido porque no debía siquiera dudar de esas palabras ya que de entre su familia, Ryohei era el más sincero e ingenuo a la vez—. Pero habrá veces en que no podré contarte algunas cosas.

—Lo sé y es porque me he alejado bastante. Perdón.

—Gracias.

 

Tsuna a veces olvidaba que una simple plática, palabras cortas, un gesto, sólo eso bastaba para arreglar las cosas. Por eso adoraba a su familia, porque jamás dejaban de enseñarle algo nuevo o de sorprenderlo tanto como para dejarlo sin palabras.

Pero a veces también olvidaba que su propia familia podía ser su cruz a cargar.

 

 

Intento…

 

 

Iban a intentar subir a los niños al auto. Fon lo propuso, Nana lo apoyó, Iemitsu estaba preparado para cualquier imprevisto, y Tsuna se reía a veces por lo exagerados que podían ser sus padres. Nana había hablado con Taiki e Isabella durante toda la mañana, Iemitsu dio una clase rápida sobre la seguridad de los vehículos, incluso habían llevado a la psicóloga para una preparación extra. Sí, a veces eran demasiado exagerados. Después estaba Fon, quien se presentó ese día con la tranquilidad de siempre, esperando en la parte frontal de la mansión donde el vehículo estaba estacionado.

Su primer intento falló como era de esperarse, y si bien los niños toleraron estar alrededor del auto, incluso tocándolo y reconociendo que no lucía peligroso, no desearon subirse ni insinuaron siquiera tener una pequeña intención de hacerlo. Entre juegos, incluso en inspecciones de cada mínimo espacio en el auto, tanto Taiki como Isabella permanecieron alejados y al final aburridos por aquel evidente intento de rehabilitación.

Tsuna detuvo aquello cuando la hora del almuerzo llegaba, suspirando por lo intenso de su padre y por las risas de su madre, sonriendo porque fue Fon quien levantó el ánimo de todos al recordarles que el postre de esa tarde era un pastel chocolate.

Sonrisas, miradas, agradecimientos y después sus pasos presurosos para encontrarse con todos esperando en el comedor. Pláticas, peleas, órdenes y reclamos normales en su familia. Un ambiente más ameno, su propia tranquilidad fluida, de nuevo el calor familiar que tanto anhelaba, mismo que a pesar de no estar completo le generaba satisfacción. Fue por eso que decidió tomarse la tarde libre y participar en la práctica de Tai chi de sus hijos junto con Fon, de darse tiempo para tomar el té con el ex arcobaleno de la tormenta, platicar sobre banalidades y al final despedirse de él antes de ir con sus hijos para acompañarlos en sus sesiones con la psicóloga.

Un día normal, tranquilo, feliz y próspero que terminó en su rutinario insomnio que lo llevó a su oficina y al trabajo que debería estar haciendo el día siguiente.

 

—Herbívoro.

—Kyoya —Tsuna elevó su vista hacia el azabache que lo miraba desde la puerta—, pasa… Pero es raro que te reportes a esta hora.

—Hum.

 

Tsuna recibió entonces una pequeña carpeta que seguramente tenía la información detallada de la misión exitosa que le asignó hace una semana. En realidad, en ese momento se dio cuenta de que vio a Kyoya llegar en esa mañana, pero no lo vio compartir el desayuno, almuerzo o cena con el resto de la familia. Le restó importancia pues seguramente su nube aprovechó ese tiempo para hacer el informe o simplemente se relajó en soledad, algo muy común en su guardián.

 

—Es todo, puedes irte a descansar —el castaño se frotó los ojos antes de mirar a su guardián—. Es tarde y de seguro quieres relajarte.

—No.

—No, ¿qué? —se le hacía raro el que Kyoya se quedase por más de tres minutos en su oficina, pues generalmente dejaba el informe y se iba sin siquiera esperar la revisión rápida de la documentación.

—Lo que haces no es correcto —la mirada azulada estaba fija en el castaño que cada vez se mostraba más cansado de lo normal.

—Kyoya —Tsuna suspiró—, trabajar hasta tarde es parte de mi obligación.

—Ese carnívoro jamás será un buen reemplazo —entonces frunció levemente el entrecejo, sin dejar que su voz cambiara de tonalidad.

—¿Qué? —Tsunayoshi torció una mueca de incomprensión cuando fijó su mirada en la azulada de Kyoya.

—Tampoco esa mujer lo fue.

—Pero… — entonces dio sentido a las palabras de su guardián y tomó seriedad— Basta —advirtió en amenaza, ignorando que Kyoya también se puso a la ofensiva—. No digas más.

—Sabes que es verdad.

—¡No lo es! —enfadado, apretó los puños y se levantó para enfrentar a su nube.

—Nadie podrá ser mi reemplazo, herbívoro. Te estás engañando solamente.

—Retírate —señaló la puerta—. Ahora —frunció su ceño y dejó de mirar a su guardián. No iba a tolerar más de aquellas palabras.

—Hum.

 

Tsuna esperó hasta que la puerta de su despacho fuese cerrada como para torcer una sonrisa irónica y bufar. Se sujetó la cabeza, intentó quitar memorias que lo atormentaban, negó el haber escuchado aquellas palabras, incluso se dio el lujo de abrir su ventana y respirar el aire helado de la noche, pero no funcionó. La voz de Kyoya resonaba en su mente y el dolor en su pecho volvió.

 

—¿Por qué ahora? —se preguntó a sí mismo—. Ya habíamos zanjado el tema —masculló mientras dejaba todo de lado y se disponía a vagar por los pasillos de la mansión—. Creí que todo había sido olvidado —pero al parecer no era así.

 

Fue entonces que Tsuna se dirigió al único lugar en donde se sentía seguro. Se refugió de nuevo en la habitación donde Dayane permanecía en ese sueño eterno y profundo. Se aisló de todos para no ceder de nuevo a el arrepentimiento por los peores errores de su pasado.

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

Capítulo aburrido para continuar con un poco de la interacción entre nuestra pareja principal. Aunque debo acotar que de poco a poco más miembros de la familia van reconstruyendo su relación con Tsuna, y como dije en alguna ocasión, esto está destinado a la futura felicidad de nuestro castaño favorito.

Espero les haya gustado, aunque sea un poquito~

Los ama: Krat~

Besos y abrazos~

PD: Me quedé revisando pasos de baile, pero no encontré el nombre del que describí, sorry por eso.


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