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Mi rojo cielo por 1827kratSN

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He sido un juguete…, una herramienta también.

—Jamás te consideres algo tan simple, Tsuna.

—Es porque soy simple, esa es la realidad.

—Simple no es una palabra que te defina —sonreía—. Te conozco apenas, pero créeme que te considero un tesoro.

—¿Por qué me tratas así de bien?

—Porque te lo mereces.

—No bromees conmigo, Alex.

—¿Y si me dejas quererte? Déjame mostrarte lo preciado que eres, déjame tomar tu mano y pasear sin tener límite de tiempo.

—¿Por qué haces todo esto por alguien como yo?

—Porque me gustas, Tsuna.

 

Despertó agitado, manoteando al aire y sentándose abruptamente, como todas las madrugadas en las que no tenía a alguien que lograra reconfortarlo entre sus pesadillas. Se sujetó del pecho, agachó su cabeza, pestañeó incontables veces hasta que al fin supo que estaba en medio de su cama, solo en ese enorme cuarto, sintiendo el frío del venidero invierno. Tsunayoshi soltó una queja queda mientras apretaba los labios y trataba de ahogar el dolor en su pecho y el nudo en su garganta porque no debía llorar, ya no, no más, estaba cansado de hacerlo. Pero era difícil porque a través de esas pesadillas rememoraba sus heridas más ocultas.

Un recuerdo que debería ser considerado bonito siempre se transformaba en una pesadilla brumosa y oscura; porque detrás de aquellos ojos platinados y esa sonrisa risueña y juvenil que rondaban entre sus sueños menos recurrentes, estaba la culpa. Le hizo daño a una persona que ni siquiera estuvo involucrado con él por mucho tiempo, y no sólo fue Alex el afectado, sino que la familia del mismo y hasta a la anciana a la que el castaño cuidaba en secreto porque quedó sola en esa vida difícil.

Tsuna guardaba a Alex como su secreto más oscuro, ni siquiera Dayane supo de él… Sólo una persona aparte de él conocía esa desdicha.

 

—¿Por qué ahora?

 

Y tras despertar por completo recordó lo sucedido en ese día miércoles que seguramente ya acabó, mismo que tardó demasiado en terminar. Bufó y decidió entonces dar un paseo por la mansión hasta que el sol saliera y tuviera que empezar de nuevo con un itinerario algo menos agitado porque el trabajo acumulado ya no existía. Suspiraba entre pasos, intentaba no recordar la plática que tuvo con Reborn, pero era difícil el no estar molesto por el nuevo regaño dado porque estaba “manchando su reputación”.

A veces no toleraba que Reborn siguiera intentando controlar su vida.

Pero después recordaba todo lo que aquel azabache hizo por él y se decía a sí mismo que “era por su bien”; por más que deseara no podía enfadarse con su antiguo tutor, al mismo que veía como a un padre estricto. Decidió entonces olvidarse de aquel asunto pues de todas formas no era algo que pudiese ser tomado en serio ya que ni él ni Fon estaban haciendo algo malo, por el contrario, sólo estaban buscando una forma por la cual superar todo el conflicto interno que tenía consigo mismo.

 

—¡Sawada!

—¡Hiiie! —jamás se esperó ese grito salido de la nada y a sus espaldas. Tsuna tenía la guardia baja y por eso no pudo evitar caerse de sentón debido al susto—. Ni… Ni-san —jadeó cuando volteó en medio del pánico y vio a su guardián del sol a pocos pasos.

—¿Qué haces paseando por los pasillos tan tarde?

—¿Y qué haces tú en la mansión a estas horas?

—Hana tiene un viaje de negocios y me quedé aquí porque no puedo cocinar —se cruzó de brazos denotando su trabajado torso aún por encima de ese pijama de rayas azules.

—Ya veo —el castaño rió bajito debido a la seriedad que expresaba el rostro de su sol. Cosas no cambiaban ni con el tiempo, como aquel entusiasmo o esa sinceridad casi infantil.

—¿No puedes dormir?

—Pues…

—Hum —la mirada escrutadora de aquel hombre le dio mala espina a Tsuna—. Sabes, hacer ejercicio agota la mente y el cuerpo.

—Ni-san, no creo que…

—¡Tengamos un combate al extremo!

—Ay no —sollozaba internamente porque de verdad no quería hacer ejercicio.

—Así podrás dormir después porque estarás cansado, ¡al extremo!

 

En parte Ryohei tenía razón, pero, por otro lado, desde el punto en que comenzaron con su combate “amistoso” faltaban sólo dos horas para el amanecer. Al final Tsuna no pudo dormir, su agotamiento se triplicó, sus hijos despertaron con las energías multiplicadas por dos, tuvo que ir a una reunión de dos horas y seguir con el día completo sin haber siquiera dormido lo suficiente. Y todo eso justo cuando su cuerpo estaba empezando a acoplarse a las ocho horas que lograba dormir si Fon cuidaba de él.

Fue un duro cambio drástico que le complicó las cosas. Lo único bueno que Tsuna vio al final de ese día fue que Fon regresaría más pronto.

 

—¿Quieres que te ayude a cuidar de los niños?

—Lambo —el castaño miró al más joven de sus guardianes, cuya cabeza era la única que asomaba detrás de la puerta de su despacho.

—Te ves atorado.

 

Y no era para menos. Bella estaba sentada sobre sus hombros, balanceándose mientras sostenía una muñeca entre sus manos y simulaba bailar; Tsuna apenas y podía sostenerla de la cintura para que no cayera. Taiki era otro caso un poco más complicado, pues entre sus manos sostenía una de las piernas de su padre y se negaba a soltarlo porque también quería atención y ser partícipe del juego que su hermana menor practicaba con Tsuna —cosa que no era cierta, pero a veces Taiki era testarudo y terco—.

A veces parecía que el universo lo odiaba y se llevaba lejos a toda persona que podía ayudarle con el cuidado de sus hijos si es que estaba ocupado. A veces.

 

—Por favor —suplicó mientras intentaba no perder el equilibrio.

 

Sus padres habían salido de compras, algunas de sus empleadas salieron por los suministros de comida para esa semana, el personal estaba limitado, sus guardianes o estaban en misiones o lo tenían que ayudar con el papeleo y tenía que llamarlos, Fon estaba de viaje y… ¡cómo suplicó por un pequeño ángel! Mismo que en ese día tuvo el nombre de “Lambo” quien regresó pronto de su misión asignada. Con ayuda todo fue un poco más sencillo, incluso sus hijos se calmaron un poco.

 

—Extrañaba jugar contigo —Lambo sonreía con nostalgia por el simple hecho de estar sentados en medio del despacho, rodeado de juguetes y con un plato de galletas entre ellos.

—¿Hace cuánto que dejamos de hacerlo? —Tsuna reía por las mejillas regordetas de su princesa que masticaba lentamente las dos galletas que se metió a la boca.

—No lo sé.

—Ahora me siento viejo —pues Lambo había crecido tanto y ya casi nada quedaba del pequeño niño caprichoso que cuidó en su adolescencia.

—Te ves más joven de lo que crees… —se inclinó un poco hacia atrás para mirar al techo—, y ahora más puesto que ya no se te notan tanto las ojeras.

—No lo creo —negó sin ganas.

—Si no me crees… —estiró sus brazos antes de volver a su posición inicial—, pregúntale a todas las mujeres que se mueren por salir contigo, Tsuna-nii —sonrió de lado al recordar a las pretendientas de su hermano. Era divertido contarlas durante las fiestas a las que asistían.

—¿Qué mujeres? —la vocecita de Taiki causó que Lambo hiciera una mueca de pánico. Olvidó que los niños estaban ahí—. ¿Y por qué quieren salir con papá?

—Pues —Lambio rió nervioso porque en su vida había lidiado con eso.

—Lambo habla de las mujeres que veo en las reuniones a las que asisto —Tsuna mantenía la calma absoluta, contrario a lo que Lambo imaginó.

—Y, ¿a qué se refiere con que se mueren por salir contigo? —la mirada chocolate del niño mantenía a los adultos como objetivo, ni siquiera pestañeaba.

—Pues… —el castaño torció sus labios en una mueca antes de mirar a Lambo—, ¿a qué te refieres?

—¡No me chantes el problema a mí! —se quejó, pero Tsuna sólo se rio.

—Bella también quiere saber —Taiki miró a su hermanita que tiraba de la manga de su padre para llamar la atención.

—Es que las mujeres están locas y… —Lambo rodaba los ojos mientras buscaba una excusa creíble para los niños, pero no tenía ni idea de qué decirles.

—A veces ellas quieren invitarme a comer —Tsuna ayudó a Lambo después de disfrutar unos minutos de incomodidad para su guardián—, pero a mí no me gustan los restaurantes caros que a ellas sí, así que las rechazo y ellas se ponen tristes.

—¿Y eso las mata o qué? —arrugaba levemente su entrecejo antes de elevar una de sus cejas.

—Eso sólo es una forma de expresarse —sonrió Tsuna—, es como una mala broma.

—Pues ya me había preocupado —Taiki encogió los hombros—, pensé que se morían y sus familias se ponían tristes.

—Mami —murmuró la pequeña castaña.

—Sí —Taiki miró a su hermanita—, como nosotros con mamá.

—Nadie merece sufrir lo que nosotros —Tsuna peinó los cabellos de su hijo con sus dedos y después cargó a su hija en brazos—, pero a veces es inevitable.

—Quisiera que la gente no muriera —Taiki mordió otra galleta.

—Eso no se puede, Tai.

 

A pesar de lo triste del tema, no pasó a mayores, los tres Sawada siguieron con lo suyo, comiendo y concentrándose en el rompecabezas que armaban en medio del pequeño descanso tras jugar a las atrapadas. Pero para el joven guardián fue diferente. Para Lambo escuchar a Tsuna hablar con nostalgia y tristeza, a más de notar claramente lo cambiados que estaban los pequeños que vio crecer fue un duro golpe.

Aceptaba que se había alejado de ellos tras la muerte de Dayane, es más, poco fue el contacto con los tres Sawada después del trágico suceso, pero eso no le pesó tanto como en ese día.

A su mente llegaron los recuerdos de la familia de su hermano mayor, la completa, en la que Dayane se incluía. Las risas matutinas de Dayane quien solía elevar a Bella en brazos y dar vuelta por los pasillos mientras la castañita gritaba que la elevaran más alto, y Taiki quien reía a todo pulmón y las perseguía aun con los cabellos desordenados y medio adormilado. Recordaba como Tsuna siempre se mostraba contento mientras Dayane y los pequeños estuvieran con él en las comidas familiares. Recordaba los festejos incontables, las historias antes de que Taiki durmiera, los bailes de Bella. Recordó esos meses en donde la pancita de aquella rubia risueña crecía y la medida era registraba con una cinta métrica en el diario del tercer bebé de los Sawada.

 

Escuché que consideras a Tsuna como tu hermano mayor, Lambo.

—Así es.

—Entonces te pediré un favor —esa sonrisa y esos hermosos ojos azules que brillaban como el cielo despejado—. Cuida siempre de él. Cuida siempre de tu cielo.

—Lo prometo.

—Entonces…, ya que me demostraste que eres confiable…, te pediré otro favor.

—¿Y qué es?

—¿Puedes ir a comprar una torta de chocolate en esta cafetería? … Es que tengo un antojo.

—Eso es manipulación.

—Yo no te estoy manipulando —Dayane solía reírse con dulzura—, el bebé es el que nos está manipulando a los dos.

 

En esa época Lambo era feliz, no por completo porque estaba alejado de Tsuna, pero al menos compartía la felicidad de su cielo y esa pequeña familia.

Aun recordaba lo ilusionado que estaba él con el nacimiento del tercer hijo de su hermano mayor, porque en cada nacimiento todos se reunían y festejaban al nuevo miembro de la familia. Le gustaba cuando Dayane le presentaba al bebé y lo dejaba en sus brazos, adoraba cargar al pequeño infante y presentarse como su tío. Lambo admitía que quiso mucho a Dayane, y lloró durante días debido a su muerte. Incluso en ese instante se sentía culpable porque él no pudo hacer nada por salvarla, porque no cumplió con su promesa de cuidar a su cielo, porque era torpe e inmaduro todavía.

Dolía ver que las sonrisas de Taiki desaparecieron, así como esa aura llena de felicidad y bondad. Sentía una opresión en su pecho porque Isabella no hablaba o sólo decía “mami, papi” en contadísimas ocasiones. Sus ojos ardían porque no pudo cambiar los pañales de Ángelo tal y como hizo con Taiki y Bella. Sentía sus lágrimas acumularse porque apenas y pudo ver al pequeño bebé que se caracterizaba por una pequeña mota de cabellos alborotados y rubios, mismo que reposó en la incubadora, entubado y con cables en sus diminutos bracitos mientras los doctores intentaban salvarlo. Se sentía miserable porque no podía calmar un poquito del sufrimiento de Tsuna, de su cielo, de su hermano mayor.

 

—Lambo… ¿por qué estás llorando? —Tsuna se alteró al notar aquello.

—Pues… —no pudo controlar su voz quebradiza e hipó—. Yo… —limpió sus lágrimas, pero sus manos temblaban y sus ojos se aguaban con rapidez.

—¿Te duele algo? —Taiki lo miraba preocupado, Bella se trepaba a su regazo.

—¿Estás bien? —la mirada de Tsuna fue la gota que derramó el vaso y cedió ante el llanto.

 

No le importó parecer de nuevo un niño, Lambo sollozó en brazos del castaño, siendo abrazado por ambos pequeños, desahogando su frustración y dolor en base a sus lágrimas. Se dejó acariciar los cabellos y juntó su frente con el pecho de su hermano mayor. Se quedó así hasta que logró contenerse y sólo hipaba de vez en vez.

 

—Extraño a Dayane —reveló finalmente.

 

No era el único que extrañaba a la mujer que de pronto llegó a Vongola para colarse en sus vidas de forma abrupta. A la que consideraron como una amenaza al inicio pero que después les mostró ser una pequeña estrella que se revelaba a su naturaleza y brillaba en medio del cielo despejado en la mitad de la tarde. En mayor o menor medida, muchos se encariñaron con Dayane, la progenitora de sus nuevos cielos. O al menos eso pareció siempre.

 

 

Contrario…

 

 

Tsuna había lanzado un comentario al aire, sin mayor intención que seguir con la charla animada de su madre mientras desayunaban en ese nuevo día, expresando su gusto por la idea de tener a Fon de nuevo como maestro de los niños pues gracias a él, y a la dedicación de sus padres, tanto Taiki como Bella ya toleraban al menos estar cerca de los autos sin sufrir un ataque de pánico como en ocasiones pasadas. Eran sus pensamientos expresados en palabras audibles mientras sus labios forjaban una sonrisa sutil, cosa normal en él y causante de problemas en ocasiones.

 

—No sigas con eso.

—Seguiré, pues si lo he hecho hasta ahora —Tsuna miraba con extrañeza al azabache parado frente a su escritorio, quien curiosamente aventó su fedora a un sofá lejano— significa que no está mal.

—Hay cosas que haces y que están mal.

—Pero son decisiones mías y que por lo general no afectan a nadie más que a mí.

—En este caso afectan a la familia entera.

—¿Seguro? —el castaño dejó su trabajo de lado para mirar a Reborn—. Dime, ¿qué es lo que está afectando a todos?

—Tu extraña relación con Fon.

—No de nuevo —susurró antes de bufar resignado y girar un poco en su silla—. No puede ser que tú también me vengas con eso, Reborn.

—Si ya somos dos los que criticamos este mal accionar, quiere decir que es un asunto serio.

—No, no lo es —refutó antes de mirar a su antiguo tutor.

—¿Quién más criticó tu relación con Fon?

—Eso no tiene importancia —Tsuna se despeinó los cabellos antes de mirar al joven de aproximadamente veinte años que estaba cruzado de brazos—. Mejor explícame por qué tú ahora criticas mi amistad con Fon-san.

—¿Amistad? ¡Ja! —ese tono de burla hizo que las alarmas de Tsuna se activaran y retomara a aquella seriedad dada para un buen jefe mafioso.

—¿Por qué dudas de mis palabras?

—Lo he visto salir de tu cuarto a escondidas —frunció el ceño—, ha permanecido contigo toda la noche por varios días.

—No lo niego.

—¡Y tienes el descaro de aceptarlo! —frunció el ceño.

—¿Descaro? —Tsuna elevó una ceja pues si bien ya habían discutido sobre eso, jamás llegaron al punto de revelar información tan específica—. No estoy haciendo algo malo si es que eso es lo que te preocupa.

—Lo haces —chasqueó su lengua—. El hecho de que dejes a ese chino dormir contigo es…

—Tú dormías conmigo cuando eras mi tutor —mantuvo la serenidad.

—Es diferente —negó antes de descender sus brazos.

—Es igual, pues Fon es una especie de tutor para mí actualmente.

—¿Acaso repasaron sus respuestas? —chasqueó su lengua— Porque están muy coordinados.

—Reborn —Tsuna se relamió los labios—, ¿has notado algún cambio en mí desde hace unas semanas?

—¿Que estás más osado? ¿Que ahora simplemente haces cosas que pueden afectar a la familia y no te interesa?

—¿Que duermo mejor? —suspiró antes de entrelazar sus dedos y apoyar sus manos sobre la mesa— Fon me ha estado enseñando técnicas de meditación para que yo pueda dormir.

—Como si eso fuese verdad —se burló.

—Ni siquiera has preguntado el por qué no podía dormir —el castaño negó levemente antes de levantarse—. No seguiré con esta plática pues veo que no estás dispuesto a escuchar, Reborn.

—No vuelvas a dejar a Fon dormir en tu habitación.

—¿Por qué no?

—Tu sabes bien porqué.

—No lo sé.

—No debes tener un amante varón —la mirada de Reborn era fría y calculadora, una mirada que Tsuna odiaba—. Eso jamás.

—¿Por qué? —soltó una risita irónica— ¿Porque ser gay sólo me traerá problemas? ¿Porque eso es antinatural? ¿Porque un jefe con estatus no debe mostrar tal comportamiento aberrante? —Tsuna apretó los labios y frunció el ceño—. Si quieres puedo seguir.

—Es bueno que lo recuerdes.

—¿El sermón que me diste cuando descubriste que me gustaba Hibari? —soltó una risilla seca— ¿Cómo olvidarlo? Me sentí escoria por semanas después de eso, lloré en brazos de Enma a la par que él se lamentaba el desprecio que Dino también nos mostró a través de palabras más hirientes que las tuyas —se mordió el labio inferior ante el recuerdo.

—Sólo te estoy abriendo los ojos —perdió un poco de su aura amenazante ante el claro dolor en la voz de Tsuna.

—Acepto que has hecho muchas cosas para ayudarme a madurar, crecer y convertirme en lo que soy ahora…, pero esto de rechazar mis preferencias —Tsuna miró directamente a Reborn—, esto no sólo es erróneo, sino que también es despreciable.

—Es tu reputación y la de Vongola la que está en juego.

—Es mi vida.

—Tu vida es Vongola —insistió.

—¡Ya hice lo que quisiste por años! —Tsuna elevó su voz sin poder evitarlo— Ya seguí tu guía —estaba indignado—. Me casé con una buena mujer y tuve hijos, herederos que podrán seguir con el legado de esta familia.

—Mujer que no te convenía —recalcó Reborn con desprecio.

—¿Por qué le buscas un “pero” a todo? —se acercó un poco a Reborn— ¿No te demostró Dayane que no sólo fue una excelente madre, sino que también era la compañera ideal para estar a mi lado?

—Dayane, una mujer que sólo fue una carga, a quien no podías llevar a reuniones porque no querías exhibirla, un cristal que protegiste hasta el extremo porque es la bastarda de un mafioso enemigo de la familia —Tsuna no respondió, el silencio adornó el cuarto por el largo rato que Reborn tomó antes de continuar—. La mujer que incluso ahora que está muerta te sigue causando problemas.

—No oses a hablar mal de Dayane —enfurecido, incluso sus ojos se tiñeron de un leve rojo—. ¡No denigres al recuerdo de la madre de mis hijos y mi esposa!

 

Tsuna miró al azabache por unos segundos, desafiando a su maestro, retándolo a que lo enfrentase con palabras o acciones. Pero nadie habló. El silencio se extendió el tiempo suficiente para que el ambiente fuera pesado, pero Tsuna no deseaba quedarse ahí. A paso calmo, el cielo se alejó de aquel sol cuya luz en alguna ocasión le pareció cálida y agradable pero que en ese momento la sentía enceguecedora e insoportable. Se retiraba de su oficina porque no quería dañar la bonita imagen que tenía de su tutor.

 

—Todos saben que Dayane fue sólo un reemplazo, una máscara para las apariencias —sus palabras venenosas detuvieron los pasos del jefe de familia en la salida.

—No es verdad —suspiró para guardar calma.

—Pero elegiste mal esa máscara. Ella no calzaba en el puesto que le diste.

—No digas más, Reborn, o perderé todo el respeto que siento por ti.

—No la amabas —su voz se hizo más ronca, emitiendo odio por motivos que Tsuna desconocía.

—Lo amé más de lo que piensas —abrió la puerta de su despacho—. Tanto… que hubiese sido capaz de armar una guerra contra Yasen con tal de darle paz y seguridad —dio dos pasos para salir de su oficina.

—No dejes a Fon entrar a tu cuarto nunca más —insistió.

—¿O si no qué? —se giró para mirar directamente al par de pozos negros y opacos de su antiguo maestro.

—Tomaré medidas —frunció el ceño.

—¿Lo desaparecerás? —Tsuna rio con burla— ¿Tal y como lo hiciste con todos mis pretendientes hombres y mujeres por igual? ¿Como lo hiciste con Alex?

—Si debo hacerlo —Reborn se acercó al sofá en donde reposaba su fedora y torció una macabra sonrisa—, lo haré.

—¡¿Lo matarás al igual que hiciste con Alex?! —enfadado, Tsuna apretó los puños y volvió a cerrar su puerta con fuerza para poder quedar en privacidad con aquel hombre— ¡El chico tenía dieciocho apenas! ¡Era un niño trabajando arduo para mantener a su familia! ¡¿Cómo pudiste?! —cedió ante la furia dada por algo que se calló por años.

—Era un obstáculo más que desaparecer.

—Si no te hubiese descubierto esa vez… —Tsuna se sostuvo de la pared cercana para no caer—, ¿lo hubieses seguido haciendo?

—Sí.

—Eres un monstruo —acusó mirándolo y tratando de percibir, aunque sea un mínimo de arrepentimiento, pero no existía algo parecido.

—Uno que se preocupa por ti.

—¡No quiero esa clase de “preocupación”!

—Sólo intento mantenerte… bien —Reborn dudó de sus propias palabras.

—Deja de hacerlo… te lo ordeno.

—No lo haré.

—¡¿Por qué rayos sigues insistiendo en protegerme cuando ya puedo hacerlo solo?! Ya puedo decidir mi vida, puedo escoger un camino y enfrentar las consecuencias, ¡puedo seguir viviendo sin tu protección, Reborn!

—¡No puedes! —perdió todo rastro de compostura porque las palabras acusadoras de su cielo lo apuñalaban. La verdad le causaba un leve remordimiento.

—¿Por qué tanto ahínco en eso? —respiró profundo para no desfallecer y al fin poder entender las acciones de Reborn— No tenemos lazos sanguíneos, y el afecto que nos une sólo dependía de tus tutorías.

—Porque no quiero que nadie más se te acerque —declaró antes de tomar su fedora y jugar con ella—, nadie más que los necesarios.

—¿Y tú te incluyes? —se burló.

—Sí.

—Entonces, ¿por qué cuando más te necesitaba, te fuiste? —bufó ante el recuerdo de esos terribles días— Me abandonaste… Estaba desesperado y supliqué para que te quedes, pero no me hiciste caso y te marchaste.

—Porque me estaba negando a una realidad.

—¿Qué realidad? —silencio, horrendo silencio— Explícame porque ya no soporto todas estas incógnitas, Reborn.

—Me negaba a aceptar que, al igual que todos esos estúpidos, me vi cautivado por mi cielo —con orgullo elevó su mirada.

—¿Cómo que cautivado?

—No te das cuenta de lo que generas en los demás —sonrió divertido y frustrado a la vez—. No notas los celos, las miradas, el cariño, las dobles intenciones. ¡No tienes noción de nada!

—¿Y por tu parte qué he ignorado?

—Mi amor insano por ti.

 

Un secreto, una verdad, algo que pocos sabían y temían desde hace mucho tiempo. Sospechas levantadas por la protección extrema que Reborn brindaba a su alumno, por los celos que a veces no podía ocultar, por acciones extrañas y otras cosas más. Era un “algo” que incluso Reborn quiso negar, destrozar, ahogar en el fondo de su miserable existencia. “Algo” que despreció hasta el punto en que hirió los sentimientos de su amado cielo. “Algo” a lo que le tenía miedo y por eso rechazaba con firmeza. Pero al final nada pudo borrarse y aceptó verbalmente que se enamoró de otro hombre, y no de cualquiera, sino de su antiguo alumno, el mismo que en ese momento lo miraba con rencor. Hizo las cosas mal y lo sabía, pero se negaba a aceptar su error. Quería remediarlo a pesar de que ya no era posible hacerlo.

 

—Pues si ésta es la clase de amor que me profesas... lo rechazo, lo niego, lo repudio —enfadado, Tsuna apretó los puños y con uno de ellos golpeó la pared—. Y no sólo porque has matado a gente inocente o por haberme enseñado a negar lo que yo era en realidad… ni siquiera te guardo rencor por tu abandono, tus masacres… sino porque has manipulado mi vida al punto en que creo que has sido el causante de dos de mis intentos de suicidio.

—¿De qué hablas? —el dolor acabó en segundo lugar tras escuchar la palabra “suicidio”.

—Ahora puedes irte, desaparecer, salir de mi vida como lo hiciste una vez —Tsuna ondeó sus manos y apuntó a la puerta—. Puedes seguir negando tu clara orientación sexual semejante a la mía, puedes seguir aparentando cosas que no eres, ¡puedes hallar a otro al que manipular! —jadeó preso de la ira—. Porque tu oportunidad conmigo ya se arruinó, y tú mismo fuiste el que lo arruinaste, Reborn.

—No me iré.

—¿Sabes qué es lo peor? —rió secamente— Que seguramente en la tarde yo me retractaré de mis palabras, te perdonaré, te diré que puedes quedarte porque al fin y al cabo tú formaste parte de mi vida siendo la imagen del verdadero padre que yo necesitaba.

—¡No soy tu padre! No quise serlo y la sola idea me causa náuseas.

—Mi cariño es diferente al tuyo, Reborn…, pero si hubieses jugado bien tus cartas, pudiste haberte convertido en… el algo que yo necesitaba para sentirme vivo —ahogó sus lágrimas—. Pero gracias al cielo que no fue así, porque tenerte como pareja pudo haberse convertido en un infierno.

 

Ahogado, al borde de un ataque, sintiendo su cabeza punzar debido a toda la información recibida, analizada; Tsuna se encaminó a su habitación con urgencia, con pasos pesados y acelerados, jadeando y sintiendo el aire casi bloquearse en sus pulmones.

Memorias vividas llegaron a su mente, lo estaban aturdiendo y apenas pudo llegar a su cuarto, asegurarlo y correr al baño para poder vomitar hasta que ya no tuvo más que devolver y sintió el ácido recorrer su lengua y llegar hasta su nariz. Jadeaba, estaba mareado, sus lágrimas recorrían sus mejillas, pero logró llegar a la tina y meterse dentro para fingir que era su refugio para escapar de la realidad.

Pero recordó todo de nuevo.

Aquella cafetería que encontró por casualidad emergía en su mente a través de innumerables imágenes, rostros, sonidos, olores. Todo llegaba con prisa. Y al final estaba Alex, un jovencito en la flor de la edad, cabeza de una familia de tres personas —él, su madre y su abuela—, trabajador, risueño, muy gentil. Un chico que supo brindarle chocolate caliente y compañía en esos días donde él no quería volver a la mansión porque nadie estaba para esperarlo o brindarle una sonrisa. Un salvavidas cuando más lo necesitó, una efímera ilusión que se acabó prematuramente.

Aún recuerda al chiquillo que en tres meses logró colarse en su marchita alma y hacerlo reír. Recuerda también las miradas brillantes que le dedicaba, las caminatas dadas en días de descanso, las palabras y ánimos. También rememoró las veces que el niño le confesó su interés, de las súplicas por una cita a las cuales al final Tsuna cedió. El niño que demostró su bisexualidad abiertamente y sin tapujos, la envidia que le tenía a esa alma tan joven. Recuerda todo lo bueno del niño que llegó a considerar su ilusión. El beso que Alex le robó, uno inocente, y otro más osado dado días después. Recuerda las mejillas del chico, rojizas cual cerezas, pues su piel lechosa hacía que destacara el rubor.

Y después todo lo malo.

No notó que Reborn sospechaba, que lo seguía, que Lambo era el espía en secreto e informante del mismo diablo. No pudo predecir que, con cada visita a la cafetería donde Alex trabajaba, ponía más al descubierto su dicha y a la vez incrementaba el riesgo para el niño. No pudo hacer nada en ese día horrible y que seguía atormentándolo en sus pesadillas.

Fue en una tarde cuando su intuición saltó y lo obligó a ir por Alex a pesar de que lo había visto hace apenas una hora. Lo buscó en todos los lugares imaginables pues conocía todo de él ya que el chico le confió los detalles de su corta vida. Jamás creyó hallarlo en una casa abandonada al borde de la ciudad junto a Reborn. Nunca pensó siquiera en llegar justo cuando Alex acababa de exhalar su último aliento tras una muerte rápida, silenciosa y cruel.

El arma de Reborn aun dejaba escapar un leve rastro de vaho dado tras la detonación tras el silenciador, los ojos de Alex lo miraban porque sus párpados no se habían cerrado. Ni siquiera tuvo tiempo de llorar o reclamar porque estaba en shock y sólo notó que Alex aun vestía su uniforme de mesero y Reborn acomodaba su fedora.

 

No lo vuelvas a hacer —suplicó.

—Entonces deja de conseguirte amantes de esta clase.

—¿A cuántos más has asesinado?

—Es mejor que no los sepas.

—¿Por qué?

—Por tu bien, dame-Tsuna.

—Promete que no lo volverás a hacer… por favor… promételo.

 

Tantos recuerdos que lo llevaban una y otra vez a experimentar ese ataque de ansiedad. Tardó una hora en regular su estado anímico y sentirse preparado para enfrentar la realidad. Se levantó con dificultad, lavó su cara, aflojó su corbata y se desparramó en el suelo junto a su cama, miró el techo hasta que el sueño le ganó. No durmió más de una hora pues las pesadillas se volvían su cruz a cargar, una en donde Alex le hablaba mientras aquella bala incrustada en su frente seguía ahí y esa piel pálida le causaba terror.

Todo el progreso que había tenido, se fue a la basura.

 

 

Susurros…

 

 

—¿Cómo pudiste dejar viva a tus hijas bastardas, papá?

—Cállate que no tienes ni la edad ni la experiencia suficiente para criticarme.

—Pues ahora te estoy ayudando a reparar este error, así que me quejaré si quiero.

—Dame la información.

—Y dejar que llegaran tan alto y se aliaran con esos… dos idiotas.

—¡Calla! —arranchando los papeles que sostenía su único heredero, respiró profundo para tener paciencia.

—No hay puntos ciegos… y casi nunca salen de la mansión.

—Cometerán un error… lo hará tarde o temprano.

—Mata a la niña.

—Tienes una mente muy simple, por eso es que aún no te convierto en mi sucesor.

 

 

Retorno…

 

 

Reborn no se había ido, Tsuna no dijo nada sobre el asunto y todo pasó al olvido. Y si bien los demás notaron la tensión entre ese par, no lo expresaron en medio de sus pláticas porque previeron desde hace tiempo que el par en algún punto iba a discutir. Nadie sabría la destrozada relación que antiguos maestro y alumno estaban soportando.

Y todo empeoró cuando Fon retornó a su rutinaria visita diaria.

Reborn enfrentó al antiguo arcobaleno de la tormenta, Tsuna se interpuso cuando descubrió aquella afrenta, después el silencio adornó la mansión y al final la clara lejanía entre los arcobalenos y entre sol y cielo. Fue duro. Demasiado. Pero era algo que no se iba a remediar así de fácil.

 

—¿Puedes explicarme lo que ha pasado en mi ausencia?

—No quiero hablar de eso, Fon.

—Entonces…, ¿me dirás por qué estamos aquí? —el de larga trenza miraba el letrero del hogar de ancianos.

—¿Sabe, Fon-san?

 

Tsuna lanzó un largo suspiro antes de mirar la puerta del lugar, misma que estaba abierta y dejaba ver un amplio jardín donde enfermeras empujaban las sillas de ruedas en las que reposaban personas marchitas físicamente y que dependían de otros. Personas que volvían a ser niños al llegar a su vejez.

 

—Yo… conocí a un chico en una cafetería —Tsuna sonrió—, risueño, lleno de vida, sincero.

—¿Un reflejo de ti en tu juventud?

—Algo así —se relamió los labios—. Su nombre era Alex.

—Lo mencionaste entre tus pesadillas una vez, pero no quise preguntar porque respeto tu pasado… y tampoco te quiero obligar a explicarte ahora —pero Tsuna negó.

—Alex fue uno de esos amores de primavera…, pero también es y siempre será mi pecado.

—Lo mencionas como el pasado —Fon miró a Tsuna antes de continuar—, debo concluir que él… está…

—Fue asesinado por Reborn —habló con prisa para no quebrarse en medio de sus palabras.  

—Pero, ¿por qué? —estaba impactado por la noticia.

—Porque Alex estaba enamorado de mí e intentaba que yo le correspondiera.

—Pero Reborn no tenía el derecho a… —Fon apretó los labios pues enlazó muchas de sus memorias y dedujo lo que pasó—. Lo siento mucho, Tsuna-kun.

—¿No preguntará si sé el por qué Reborn mató a Alex?

—En realidad… creo saber el por qué.

—Reborn tiene razón en algo… —rio bajito—, no me doy cuenta de las cosas que pasan a mi alrededor… pues incluso usted ya dedujo lo que pasó.

—Los celos de un asesino pueden ser fatales.

—Y por eso estamos aquí —suspiró.

—Alex dejó a alguien.

—En realidad dejó a dos —Tsuna se encaminó a la puerta junto con Fon—, a su madre y a su abuela.

—¿Ambas están aquí?

—La madre de Alex murió un par de meses después que su hijo… —se mordió el labio—. No soportó el dolor de la pérdida.

—Pobre mujer.

—Y la abuela quedó sola —Tsuna miró a la enfermera que se encargaba del registro de visitas y sonrió.

—¡Señor Alex! —la mujer parecía encantada por la llegada del castaño y enseguida extendió una hoja para que fuera llenada—, es un gusto tenerlo aquí de nuevo —entonces miró a Fon—, y trajo a alguien más.

Ni hao, señorita —reverenció y le correspondieron de forma automática.

—Dentro de poco traeré a su abuela para la visita, no se preocupe por nada, Alex —agitó sus manos antes de dejar su puesto.

—Tsuna —Fon vio a la mujer desaparecer y se giró hacia el castaño—, ¿te haces pasar por Alex?

—Es la única forma para que Reborn no descubra que sigo visitando a la abuela de Alex, además… —firmó con un par de curvas y una letra “a” cursiva— la señora cree que soy su nieto.

—¿Tuvo secuelas por la muerte de Alex?

—Sí… algo parecido a demencia leve creo. No sé, pero al final decidí sólo seguirle la corriente y fingir ser su nieto.

—El que la cuides es algo noble —quiso reconfortarlo.

—Soy lo único que le queda —el castaño miró a lo lejos a una enfermera que empujaba la silla de ruedas en la que iba una mujer de cabello blanco y largo, cuyas manos temblaban, y poseedora de arrugas que adornaban cada centímetro de piel hasta el punto que incluso sus párpados se caían un poco y su mirada se hallaba entrecerrada—. Y ella es lo único que me queda de Alex. Es como un castigo autoimpuesto… porque yo fui el causante de todo este desastre.

—Tsuna…

—¿Hago muchas tonterías no? —rió bajito.

—Haces muchas buenas obras, Tsuna.

—¡Aquí está su nieto! —la enfermera le hablaba al oído y la mujer elevaba su rostro para sonreír.

—Alex…, mi niño —la enfermera sonrió antes de alejarse para seguir con sus otras labores.

—He venido a verte, abuelita —hablaba con dulzura, tal y como hacía cuando charlaba con Timoteo.

—Y trajiste a Tomás —emocionada sonreía con entusiasmo.

—No, abuelita, este no es papá —Tsuna golpeó suavemente el brazo de Fon para pedirle algo de ayuda.

—Soy un amigo de su hijo —se presentó de inmediato—. Mi nombre es Fon.

—¿Seguro no es tu novio? —la señora reía roncamente— Porque es muy lindo. Tienes buen gusto.

—No, abuelita —Tsuna sonrió algo incómodo por la forma tan directa y pícara de hablar de aquella ancianita.

—Pero puede serlo —Fon rio por el comentario—, y así yo podré estar feliz… porque mi niño encontró su felicidad.

—Vamos a pasear y me cuentas qué has hecho —Tsuna dejó todo de lado antes de tomar la silla de ruedas y empezar a empujarla.

—Esperar… siempre espero… No sé qué espero… —la mujer sonreía mientras miraba al cielo—, pero nunca me canso de esperar.

 

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

Krat les da un capítulo largo —de nuevo—, para compensar su ausencia. Espero les haya gustado pues yo me la pasé llorando durante su creación :’v… aunque en la corrección no me pareció tan duro. Ustedes dirán.

Muchas gracias por su paciencia.

Krat los ama~

Besos~


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