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Mi rojo cielo por 1827kratSN

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¿Cuántas veces habían sido ya? En realidad, no sabía, pero todo empezó después de la pequeña discusión que tuvieron en su oficina hace tiempo. Hibari revivió en él recuerdos, pesadillas, remordimientos, dudas y dolor. Tsuna nunca pensó estar tan enfadado con su guardián como en ese tiempo porque incluso, a pesar de los días que se volvían semanas y estas en meses, el acoso no cesó.

 

—¿Por qué haces esto? —frunció su ceño y respiró hondo para no ceder ante el enojo y elevar la voz.

—Haz que se vaya —exigió como en todas las veces anteriores.

—No —miraba los iris azulados de su nube y sentía una extraña combinación entre pena y furia—. Incluso si insistes, no lo haré.

—¡Estás comportándote como un herbívoro! —enfureció y golpeó su puño contra la pared a tan sólo unos centímetros del rostro de su cielo— Te aferras a algo como si fuera…

—¿Un salvavidas? —Tsuna miró con fijeza el ceño fruncido del más alto— ¿Y qué si lo es? ¿Te importa acaso? —silencio.

 

Esa extraña situación se le hizo tan familiar a Tsuna que era hasta una mala comedia.

¿Cuántas veces había sido acorralado contra una pared por su nube? Demasiadas veces para su gusto, todas y cada una tan incómoda como esa, pero se diferenciaban en una sola cosa. Antes, cuando sus ojos estaban siendo cubiertos por una venda de desesperada necesidad de cariño, lo que llegó a creer sentir fueron los nervios por la proximidad de su amor platónico… Pero en esos momentos reconocía que en realidad ese retorcijón en el estómago era causado por la incomodidad y las ansias porque eso terminara.

Era su intuición que le gritaba “peligro”. ¡Cómo había extrañado esas claras muestras de su buen juicio! Era buena señal. Su don regresaba progresivamente y se manifestaba en los momentos adecuados.

Empujó con fuerza el pecho del azabache y con un par de pasos se liberó de la prisión en la que lo mantenían los brazos de su nube para al fin respirar profundo y sentirse libre. No era más aquel niño temeroso o el adolescente patético… mucho menos era el adulto roto que buscaba cariño donde fuera incluso delegando su propia autoestima a un fantasma casi invisible. Ya no rogaba por amor, no mendigaba caricias o miradas, mucho menos suplicaba un toque cálido de un humano ajeno a sí mismo.

No se dejaría pisotear una vez más… y todo era gracias a esa persona.

 

—Es un espejo que me refleja.

—Jamás pensé que tú —Tsuna se giró para mirar a Kyoya— fueras capaz de decir eso.

—Es patético que uses a ese carnívoro como mi reemplazo actual.

—Debo suponer que lo dices por el físico que comparten —Tsuna acomodó sus mangas antes de seguir el camino hacia su oficina en esa media mañana—, pero eso no tiene nada que ver.

—Tú aun me amas, herbívoro.

 

Tsuna no le respondió en esa ocasión, pues sinceramente estaba harto de seguir el mismo patrón una y otra vez, uno en donde él negaba esas palabras y su nube le discutía otras cosas que no quería recordar. Se fue dejando a Kyoya con sus demonios porque él ya tenía los propios y eran demasiados como para tomar también los ajenos. Como fuere, no era un tema que le interesase tratar, así que simplemente fingiría que nada pasó y volvería a su rutinario vivir.

Una rutina que lo tenía clavado a las ganas de seguir respirando.

No era una buena forma de evitar sus pensamientos suicidas y su cansancio vital, pero al menos era una forma.

 

—Hayato, por favor asígnale una misión a Kyoya.

—Sí, juudaime —colocó un par de carpetas en el escritorio de su jefe para luego dirigirse a una pila de carpetas azules y sacar una en específico—. Nos servirá para la misión del norte.

—¿Cuánto demoraría?

—Siendo él —Gokudera soltó un gruñidito quedo que hizo a Tsuna sonreír por el evidente fastidio expresado—, no demorará más de dos semanas.

—Perfecto.

—Se lo comunicaré de inmediato.

—Gracias, Hayato.

 

Necesitaba tiempo sin esas confrontaciones inesperadas en los pasillos, mucho más ahora que su hijita estaba próxima a cumplir sus tres años y quería centrarse en el festejo solamente. Tal vez por eso también se liberó de Reborn, porque urgentemente necesitaban estar lejos el uno del otro durante un tiempo para que aquella relación fracturada que mantenían no se desquebrajara más aún.

Y era ahí en donde Tsuna se daba cuenta de lo idiota que había sido en esos años. Acumuló más problemas de los que debería tener una persona normal…, aunque claro, tan normal no era.

El cielo quería terminar sus pendientes lo más pronto posible, así que se centró en eso y pidió ayuda a sus padres, Lambo, Nagi e incluso a Ryohei para que cuidaran de sus dos pequeños durante la mañana. En la tarde Fon siempre llegaba a su oficina para saludarlo, dejarle algo de comer —se quedaba hasta los platos se vaciaran por completo—, y procedía a ayudar con los niños también. Así debieron ser las dos semanas completas previo al cumpleaños de su hija, aunque en uno de esos días sí tuvo que salir pues Taiki insistió en que los tres debían ver la primera nevada del año juntos a través de la ventana mientras tomaban chocolate caliente… tal y como solían hacerlo con Dayane.

 

—Bella, escucha —el rubiecito fue quien trajo un álbum de fotos para su hermana—, mamá y papá siempre estaban con nosotros en la primera nevada.

—Es cierto —Tsuna le sonreía a la castaña que apuntaba a una foto en donde Dayane cargaba un bultito de mechones castaños y él cargaba a Taiki siendo este más pequeño—, a tu madre le gustaba hacerlo.

—Tú no recuerdas bien porque eras chiquita —seguía Taiki con seriedad—, por eso mamá tomó fotografías —apuntó a otra en donde tanto él como Bella se veían más grandes— y hoy debemos tomar otra porque es un recuerdo que seguir colocando en el álbum.

 

Tsuna vio a su hija sonreír alegre al entender aquello, sonrió también porque en Bella veía la imagen viva de Dayane. Risueña, dulce, siempre dispuesta a participar en todo. Y a pesar de la ausencia de ese año, también existió una añadidura para la primera fotografía que una de las sirvientas tomaría. Bella fue quien insistió en traer a sus abuelos para la siguiente foto y después ella misma arrastró a Lambo, Nagi, Ryohei, Takeshi y Hayato para que se sentaran en medio de la sala y posaran para una foto más.

Su hijita trajo a todos los que consideraba parte de la familia, fue elección de ella y nadie más.

Dichoso fue al ver que, de nuevo y poco a poco, el calor de la familia que halló en su juventud, volvía a retomar su brillo inicial. Se sintió feliz al ser partícipe de ese alboroto por las múltiples voces que querían destacar en esa improvisada reunión y por las peleas que tuvo que detener antes de que alguien regara el chocolate caliente en la alfombra.

 

—Bella, ¿a dónde vas? —Taiki persiguió a la castaña que de pronto se bajó del sofá para dirigirse fuera de esa sala.

—Ahí —y sin detenerse apresuró su paso hacia la puerta.

—Pero ¿por qué vas a la puerta?

 

Todo cobró sentido cuando una de las sirvientas cedió el paso a alguien que sostenía un paraguas y portaba un grueso y largo abrigo que cubría la mayor parte de su cuerpo. Ambos niños sonrieron por la visita, trepándose cada uno a una de las piernas del azabache que apenas y pudo quitarse el abrigo antes de tener dos pares de ojitos examinándolo de pies a cabeza. Fon siempre pensó que la mirada de esos niños, de ambos, a pesar de que tenían un tono diferente de marrón, eran la viva imagen del padre y jefe de esa familia en reconstrucción. Le gustaba.

 

Ni hao, wanzhu —palmeaba la cabeza de ambos pequeños y les sonreía con dulzura.

Ni hau —coreaban con forzoso acento antes de corresponder a la sonrisa del mayor.

—No sabía que la princesa podía decir algo más que “papi” y “mami” —la mirada heterocroma se fijó en el asiático recién llegado—, tampoco tuve en cuenta que tú eras el culpable de ese progreso.

—Mukuro —reverenció ligeramente y sonrió—, no te había visto en días.

—Kufufu me han tenido en misiones últimamente, así que me he perdido de muchas cosas como esta —miró a los niños que se aferraban a las piernas del chino y arqueó una ceja.

—¿Tienes algo que preguntar?

—Sí —Mukuro se cruzó de brazos antes de sonreír—, pero creo que mejor lo dejamos así por el momento… porque me gusta observar cómo pasa todo sin intervenciones.

—¿Estás insinuando algo? —preguntó intrigado por la ambigua forma de hablar de aquel ilusionista.

—Nada extraño.

—Fon-san —Taiki fue quien cortó esa extraña plática tirando levemente de la manga del mayor— tomémonos una foto.

—Papi —secundó la castaña quien tomó la mano del azabache y tiró de este para que la siguiera—, papi, papi.

—Está bien —tomando la mano de Taiki, Fon se dejó guiar hacia donde la pequeña dirigía—, vamos a saludar a tu padre.

 

Un intruso en la mansión, o así lo veía la mayoría, y su orgullo se veía pisoteado porque aquel recién llegado era considerado un miembro más especial que muchos de los que vivían en esa mansión desde que la décima generación heredó el legado. Lo odiaban de diferentes formas y medidas, tenían sus motivos y sus caprichos, y sin embargo Fon tenía inmunidad absoluta otorgada no por el jefe de Vongola, sino por Taiki, Bella y Nana.

No podían hacer nada en su contra o saldrían perdiendo.

Todos tuvieron que ver como Bella se subía a los brazos de Fon mientras Taiki era cargado por Tsuna y sólo ellos cuatro eran retratados en una fotografía por la propia Nana y por un sonriente Iemitsu que en vez de la cámara digital usaba su celular porque seguramente quería presumir de su pequeña familia con sus antiguos colaboradores o con alguien más.

 

 

Luces…

 

 

Fon sabía perfectamente que dentro de esa casa se estaba adornando la sala y el comedor para el festejo de la pequeña Isabella, por eso intentaba mantener centrados a los dos pequeños en jugar con la nieve acumulada en esos días. No le era muy difícil pues con el tiempo aprendió a tratar con esos dos niños y dirigirlos en actividades diferentes cada cierto tiempo.

 

—¿Necesita ayuda?

—Nunca está demás una mano amiga —sonrió hacia el castaño que se agachó para acomodar la bufanda de Bella.

 

Fon solía disfrutar de esos pequeños momentos con el castaño, observándolo cada vez más animado y con mejor semblante, riéndose a la par que el otro pues bien sabía que la alegría del cielo era contagiosa. Se perdía en la plática sobre cosas banales y rutinarias, o en la mirada brillante de aquel padre que se enorgullecía de los progresos de su hija por pronunciar una palabra nueva, o los de Taiki que de vez en cuando soltaba una risita corta y perezosa como si estuviera acostumbrándose de nuevo a usar su garganta para expresar felicidad.

Fon admitió entonces que le encantaba apreciar las miradas marrones de esas tres personitas.

Cuando llegó el momento fue la propia Nana quien los llamó, y a partir de ese momento todo se volvió más ruidoso pero acogedor. La sala estaba llena de serpentinas y globos de color violeta y rosado. La festejada rio en brazos de su abuelo que la elevó en el aire y la llenó de mimos. Los invitados expresaron sus felicitaciones y mostraron los regalos que fueron colocados a mitad de la sala. Las sirvientas cedieron té, chocolate, café o vino para los presentes. Lal, Colonello, Skull arribaron de sorpresa —aunque fue porque Lal recibió un mensaje de Iemitsu quien le presumía de su nieta de cuatro años, y arrastró a los otros dos para no ir sola—, trayendo consigo un paquete grande para la festejada y algo de alboroto que animó el ambiente para los adultos. Enma, Diana y Leo llegaron poco después para completar la pequeña reunión.

Todo pasó con normalidad e Isabella parecía de lo más contenta mientras rasgaba el papel de regalo y veía el contenido de cada paquete mientras Leo y Taiki la ayudaban a abrir lo que ella no podía. Fue perfecto y lo más sencillo posible.

 

—Te has colado en la familia —fue el comentario de Skull quien tuvo la oportunidad de platicar con Fon alejados del alboroto.

—Me han permitido acompañarles, eso es todo.

—A mí no me engañas —lo miró acusadoramente a pesar de que Fon ni se inmutara.

—Así que por eso estas aquí —comentó divertido pues sólo hasta ese momento entendió la razón de sus antiguos compañeros para llegar a esa fiesta.

—Digamos que el senpai me contó algo —aunque lo correcto sería decir que lo escuchó bufar algo en la última ocasión en la que se encontraron junto con Lal, Viper y Colonello para beber.

—No tengo malas intenciones, por si te lo preguntas —bebió su té con tranquilidad a pesar de que el rostro de Skull estaba invadiendo su espacio personal.

—Entonces explícame por qué no dejas de mirar “disimuladamente” al décimo —sonrió a sabiendas de que había dado en el clavo con esa pregunta.

—Pues —rió bajito al ser descubierto— no tengo razón precisa para hacerlo.

—Deberías disimular un poco más… —se acomodó mejor antes de beber de su copa— sino Reborn-senpai te asesinará.

—Seré cuidadoso…, pero no dejaré de mirarlo.

—¿Por qué? —Skull enarcó su ceja derecha mientras también miraba a aquel castaño al que no le veía nada interesante.

—Porque así sabré qué tanto se ha recompuesto.

—¿De qué hablas?

—De una pintura que está siendo restaurada para que muestre su belleza original —sonrió cuando la mirada de Tsuna se topó con la suya y se le fue dedicada una sutil sonrisa.

—Odio las analogías que usas —rodó los ojos, ahora entendía menos del porqué Reborn estaba inconforme con la amistad de Fon y Tsuna.

 

No había razón especifica todavía, Fon no podía expresarla, sólo admitía que gustaba de ver a Tsuna progresar, sanarse, y adoraba el ayudarlo. No entendía bien aquello que formaba junto con el cielo de Vongola, pero lo disfrutaba sin hacerse muchas preguntas pues no quería complicaciones que afectaran el vínculo preciado que formó.

Sólo se quedaba en silencio admirando dormir al chico que al fin parecía descansar de sus pesadillas en gran parte de la noche, disfrutaba de la fragancia de los cabellos que a veces le hacían cosquillas por el movimiento, del calor que Tsuna desprendía al dormir, o miraba de lejos el como padre e hija se reconfortaban en medio de las pesadillas de la más pequeña mientras se abrazaban con fuerza. Era un testigo silente con privilegios.

 

—Creo que quiero ser el causante de una de tus risas.

 

Sí, esa podría ser la razón de su constante atención hacia el castaño padre de familia. De eso se dio cuenta en las noches previas a navidad mientras ayudaba a colocar los adornos respectivos en la chimenea junto con los niños y Tsuna. Y no pudo evitar reírse de sus palabras antes de soltar un leve suspiro y fijarse que había pensado en voz alta. Aunque tampoco le causaba conflicto el expresar claramente lo que deliberaba.

 

—¿A qué se refiere con eso, Fon-san?

—A que ese podría ser mi deseo navideño, Tsuna-kun.

—¿Se refiere a que quiere hacer reír a Taiki? —miró a su hijo quien también miraba a Fon con curiosidad.

—Hum —rio por lo dicho y por las tres miradas que lo tenían por objetivo—, sí.

—Ese es un raro deseo —el pequeño rubio ladeó su cabeza un poco.

—No lo es —Fon tomó uno de los adornos y sonrió— pues si vuelves a reír como en antaño, todos en la mansión serán felices… y el objetivo de la navidad es ese, ¿no es cierto?

—Si lo veo así —el pequeño encogió sus hombros— está bien.

 

La forma en que la vida progresaba y los futuros se entrelazaban era extraña, pero debía tener sus razones de ser. Fon no se quejaba de que su vida se encaminara en el rumbo que estaba fijándose, por el contrario, lo apreciaba porque de esa forma pudo encontrar un tesoro que obvió desde que lo vio por primera vez. Se sentía afortunado de muchas formas diferentes.

 

—¿Se tienen que poner más de esas cositas? —Taiki se fijó en el adorno que colgaba del techo y al que su hermana apuntaba.

—Oh, es un muérdago —Tsuna miró aquel adorno y se fijó en su posición específica: en una esquina junto a la chimenea; un lugar poco accesible a su parecer.

—Tal vez alguien lo colocó ahí a propósito —Fon cargó a la pequeña que quería mirar más de cerca.

—¿Para qué? —Taiki exigió también ser acercado al adorno de plástico y Tsuna fue el encargado de cargarlo.

—Se dice que, si te paras debajo de un muérdago junto a otra persona, ambos deben besarse. Es una tradición occidental, creo.

—Supongo que alguien deseaba aprovecharse de eso.

—Beso —Bella rio divertida antes de mirar a su hermano y lanzarse hacia este para besarle la mejilla—. Beso.

—Está bien —el rubio besó también la mejilla de su hermana—. ¿Feliz? —Bella sólo asintió con efusividad entre risas.

—Yo creo que es un lindo detalle —Fon miró a la castaña y sonrió— para expresar cariño.

 

Y fue así que empezó. Fon besó la mejilla de la castaña que reía animada antes de devolverle el gesto. Bella tiró de su hermano para besarlo de nuevo y trepó a brazos de su padre para hacer lo mismo con este. Entre risas Tsuna correspondió al gesto de sus hijos, animado porque hasta Taiki expresó su afecto sin vergüenza. Y al final los pequeños miraron al único que se había quedado sin participar en aquel pequeño acto familiar, siendo Bella quien exigió la cercanía. Fon rio bajito por la inocencia de ese par, les dio un beso a cada uno ante la atenta mirada de Tsuna quien parecía contento, y al final también unió sus labios con la mejilla del décimo cielo quien al parecer no se esperó aquello y dio un paso hacia atrás por auto reflejo.

Risas. Fon rió a la par de los niños quienes hace mucho dejaron de ver la expresión avergonzada de su padre, misma que en ese instante estaba acentuada por un sonrojo algo más intenso causado por el reflejo de las suaves flamas que ardían en la chimenea. Al final, el escape más rápido fue compuesto de tres palabras.

 

—¿Quién quiere pastel?

—¡Yo!

 

Los niños se bajaron de brazos del castaño antes de correr en dirección a la cocina, Fon ocultó su diversión por la clara huida del cielo, y al final ambos adultos decidieron quedarse callados mientras caminaban uno junto al otro para seguir los pasos de los pequeños. Nada más que sana diversión.

 

 

Abismo…

 

 

Nada, absolutamente nada raro en los festejos finales de ese año medianamente desastroso. Era como si todo se diera un respiro, un lapso de tranquilidad que Tsuna apreció porque de esa forma pudo fingir que todo estaba bien y mostrarse ante todos como el cielo imponente que debía ser. Incluso tuvo tiempo para estar con Dayane y cuidarla en medio de ese sueño interminable que cada vez pesaba un poco más en su conciencia.

Su alma se estaba curando de a poco, pero también un trozo de la misma se estaba separando de su ser.

Era irónico de cierta forma.

Se había sentido pleno en esos días de año nuevo, intentando mentalizarse las mejoras que tenía que aplicar en su persona y en la familia, disfrutando de la compañía de sus hijos e intentando dormir adecuadamente sin la compañía de aquel asiático que por temporada había viajado a visitar a sus allegados. Aunque debía admitir que extrañaba dormir las noches enteras ya que sin Fon las pesadillas lo despertaban a la madrugada y el sueño se iba junto con su paz mental.

 

—No debería.

 

Se regañaba cada que recordaba las innumerables veces que despertó aferrado al pecho del antiguo arcobaleno de la tormenta, acurrucado en medio de esos brazos que le transmitían paz y se daba cuenta que la calidez reconfortante provenía de aquel hombre. No debería seguir con eso, ni permitir que Fon siguiese durmiendo a su lado en muchas de las noches, pero estaba su dependencia de aquella seguridad nocturna que lo llenaba de energías para seguir despertando cada mañana.

Tenía un conflicto que resolver y sinceramente no sabía cómo.

Era peor cuando tenía que enfrentar la mirada acusatoria de Reborn en el desayuno, o la de Kyoya quien de alguna forma también se enteró de lo que sucedía entre él y Fon. Sí, debía encontrar un arreglo para eso o Fon saldría afectado y no quería causarle más problemas de los que ya causó.

 

—Gracias por la comida.

 

Seguía almorzando con todos cuando se podía, sintiendo a veces algunas miradas clavadas en su persona y que ignoraba lo mejor que podía, riéndose de las ocurrencias de Lambo o de sus hijos, accediendo a todo lo que su madre quería hacer en la mansión, deteniendo las locuras de su padre cuando deseaba aumentar el entrenamiento de Taiki y Bella. Tratando de mantener todo bajo control y agradeciendo a su intuición que había vuelto a mantenerse estable y avisarle de todos los peligros que podrían envolverlos.

 

—¡Juudaime!

—Oh no.

 

Le sirvieron una copa de vino y por distracción se le resbaló. Intentó agarrarla para que no se rompiera, cosa poco probable porque estaba a pocos centímetros de la mesa, pero no pudo y la copa cayó derramando el líquido color rojizo en el mantel. Tsuna soltó un suspiro antes de tomar la copa y levantarla, pero al hacerlo, el vidrio se trizó en sus manos y poco después se deshizo en varios pedazos. Un trozo de cristal quedó en su mano y lo miró con detenimiento por lo raro que fue el suceso.

Las sirvientas se alborotaron e intentaron limpiar el desastre, Hayato preguntó por si estaba herido, algunos se levantaron para colocar sus servilletas y absorber el líquido rojo que seguramente mancharía todo a su paso.

Pero por la mente del cielo sólo pasó una palabra que estaba relacionada con el color del líquido en su mano derecha que machó el cristal también.

 

—Enma.

 

Con terror miró el desastre por unos momentos y luego fijó su atención en su mano nuevamente antes de que el aire se le fuera y su pecho se estrujara. Su piel se erizó, sintió náuseas y percibió el aroma fantasmal agridulce de la sangre. Tembló de miedo.

 

—¡Hayato! —Tsuna alzó su voz para que todos detuvieran sus acciones y lo miraran— Contacta a Enma.

—¿Qué?

—¡Hazlo ahora! Trata de llamarlo al celular, a su mansión, donde sea, sólo ubícalo —con prisa soltó el vidrio, pero se cortó en el proceso y eso sólo le generó un poco más de pánico.

—De inmediato, juudaime —sin más Gokudera salió corriendo mientras marcaba el número del mencionado y trataba de llegar al teléfono de la mansión para marcar a la de los Simon.

—No armes un alboroto de la nada, dame-Tsuna —reclamó aquel azabache asesino que vio todo sin inmutarse, pero agobiado por tanto griterío repentino.

—Papá, ¿qué pasa? —Taiki sintió claramente el miedo de su padre, en su pecho también se instauró una rara sensación desagradable.

—Mamá, por favor cuida de mis hijos —suplicó Tsuna antes de envolver un pañuelo en su mano y encaminarse a la salida.

—Tsu-kun —y a pesar de eso, Nana cargó a Bella quien quiso ir tras su padre.

—Hijo, ¿estás bien? —Iemitsu se levantó para intentar detenerlo—. Espera, estás muy pálido.

—Quédate con mamá —jadeó antes de buscar con la mirada a sus guardianes correctos—. Takeshi, prepara el auto. Ryohei, pide apoyo a la central y trata de ubicar el auto de Enma.

—¿Qué está pasando? —exigió saber Reborn.

—Una… corazonada —exteriorizó antes de caminar con prisa hacia la salida junto con los demás.

 

Tsuna trató de guardar calma mientras se preparaba todo para su salida, respiró profundo como aprendió de Fon, contó hasta veinte y se dio tiempo para cerrar los ojos. Estaba teniendo la misma reacción en su cuerpo de cuando ocurrió el atentado contra Dayane y sus hijos, pero no podía dejar que algo grave pasara… Esta vez iba a evitarlo y hacerle caso a su intuición.

Y no se equivocó.

Sus guardianes y colaboradores llegaron al momento justo para evitar el desastre. Acabaron con la tropa que se trasladó en cinco autos que rodearon el transporte de Enma, protegieron a la familia principal, y capturaron a dos de los atacantes, uno de los cuales se suicidó en medio del traslado a la mansión de los Simon donde sería interrogado por una fúrica Adelheid cuyo orgullo fue pisoteado ya que la alejaron de su puesto y no pudo salvaguardar la integridad de Diana.

Pero no pasó a mayores y Tsuna pudo suspirar aliviado por eso.

Leo dormía en brazos de Enma. El líder Simon mostraba algunas heridas sin importancia a causa del combate repentino en contra del enemigo que le superaba en número, el pequeño pelirrojo aun hipaba entre sueños y se aferraba desesperadamente a su padre. Tsuna tuvo que respirar profundo para no dejar que sus peores memorias llegaran y cediera a un ataque de ansiedad de nuevo.

 

—Ella estará bien —soltó cuando logró calmarse.

—Lo sé —Enma le sonrió—. Llegaste a tiempo. Gracias, Tsuna-kun.

 

Se miraron un momento antes de levantarse y girar hacia donde el médico estaba listo para darles el reporte. Nada más allá de una muñeca rota, Diana estaba sana y Leo despertó justo a tiempo para correr a brazos de su madre y ser mimado hasta que tanto él como la rubia se quedaron dormidos.

Muchas emociones para un solo día, mucha coincidencia como para obviar aquel ataque enemigo pues si bien eran mafiosos y los ataques eran su pan de cada día, no era común que dos agresiones diferentes tuvieran la misma estructura de operación y ejecución.

 

—Fueron por Diana directamente —Enma bebía café junto a Tsuna, ambos sentados fuera de la habitación donde Diana y Leo descansaban.

—Adelheid le sacará toda la información que pueda a ese tipo —apretó un poco más su taza.

—Lo sé y aun así estoy preocupado.

—¿Ocurre algo más?

—Yo… por primera vez dejé que Diana me acompañase a un evento, era uno pequeño, apenas si un almuerzo con la familia que intenta formar alianza con nosotros y Vongola —suspiró agotado mientras miraba su café y su reflejo en este.

—¿Alguien sabía que la ibas a llevar?

—Nadie más que mis guardianes.

—¿Traidores? —susurró porque ni siquiera él quería pensar en algo así.

—No —Enma negó efusivamente—, ellos no lo harían.

—Entonces alguien planeaba atacarte a ti y cambiaron de planes al final puesto que vieron a tu esposa en el auto.

—Tsuna-kun… creo que estás pensando en lo mismo que yo, pero no te animas a decirlo —se miraron un momento antes de apretar los labios.

—Intentan desestabilizar a la familia principal y a su aliado más poderoso —Tsuna se rascó la nuca—. Para eso… deben asesinar a nuestra familia más cercana, nuestro legado, nuestro apoyo incondicional.

—Diana está embarazada —Enma arrojó su café al basurero después de soltar esa información—, nadie más que el médico familiar lo sabía y aun así… —cubrió su rostro con sus manos antes de despeinar su cabello— el hombre que la atacó intentó apuñalarle el vientre.

—Empecemos por ahí —Tsuna palmeó la espalda de su amigo para tranquilizarlo y animarle a seguir—. El médico y todo el personal debe ser interrogado.

—Ya lo ordené —chasqueó su lengua.

—Por cierto —Tsuna sonrió con sutileza a sabiendas que debía aligerar el ambiente—. Felicidades, Enma —palmeó con fuerza la espalda del pelirrojo a su lado.

—En realidad no creo que sea un buen momento para eso —suspiró antes de golpear el brazo de su amigo.

—No trates de hacerte el duro… La idea de ser padre siempre te lleva a las nubes y te vuelves más despistado —rieron a la par porque era una verdad que compartían.

—Puedo decir lo mismo de ti.

—Lo sé… —respiró profundo antes de dirigir su mirada hacia al frente—, pero ahora dejemos eso de lado y enfoquémonos en la prioridad.

—No divulgues esta información, Tsuna-kun.

—No lo haré… es más, nadie sabrá que hay un patrón en el ataque, sólo lo diremos cuando certifiquemos el nombre del autor de este complot —se relamió los labios y ocultó su temor—. Por hora esto sólo será considerado como un atentado común y corriente.

 

Continuará…


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