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Mi rojo cielo por 1827kratSN

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Habían sido unos tres meses muy interesantes de cierto modo. Fue un tiempo en donde se dio el lujo de reconocer que su visión hacia Tsunayoshi había cambiado hasta el punto en que una sola sonrisa sutil por parte de aquel cielo lo dejaba cautivado. Sinceramente no pensó en que, con sólo darle nombre a aquella admiración por alguien, le hiciera cambiar tanto su forma de ver las cosas. Pero pasó.

Y por eso estaba ahí.

 

—Yo creo haber descubierto lo que te fascinó de él.

 

Tenía permiso para estar en esa habitación cuidando de aquella persona que permanecía en ese mundo sólo por medio de un cuerpo físico. Le sujetó la mano con delicadeza y admiró el anillo que brillaba por sobre los delgados dedos y esa piel clara. Suspiró y le sonrió antes de acomodarle un mechón de cabello rubio.

 

—Pues también he sido cautivado por eso.

 

Fon miró por largos minutos a Dayane, lo hizo como en cada visita después de hablarle sobre cualquier cosa, con la esperanza de que aquella linda mujer le respondiera o abriera los ojos para que así Tsuna brillara de felicidad y volviera a ser el de antes… Estaba dispuesto a dejarlo ir si es que por casualidades del destino Dayane despertaba, incluso les preguntó a los médicos por la posibilidad de que un milagro pasase, pero obviamente su deseo era imposible.

 

—Perdóname —apretó aquella mano y agachó su cabeza—, pero me he enamorado de él —suspiró sintiendo un nudo en el estómago y su garganta—. Y, sin embargo, sé que tal vez mis sentimientos jamás lleguen a ser tan grandes como los tuyos.

 

Se sentía culpable y esa era la razón para que no hubiese dado siquiera un paso evidente en pro de obtener más atención por parte de aquel cielo que estaba aprendiendo a elevarse en alto nuevamente. Todos podrían considerarlo un idiota por no aprovechar las ventajas que él poseía, y eran pocos los que entendieron sus razones, pero Fon sabía que no podía ir más allá que simplemente admirar en silencio. No lo creía correcto. No cuando la confianza que Tsuna tenía en él era absoluta y su amistad era tan sincera.

 

 

Superación…

 

 

Tsuna sostenía el par de manitos que temblaban ligeramente en esa ocasión. Los miraba y les daba fuerza con una sonrisa; les estaba ayudando a superar un trauma; les daba fuerza para que se recuperaran y a la vez se ayudaba a sí mismo para también recuperarse. Sus dos lucecitas habían progresado tanto con ayuda de todos y por eso en esa ocasión estaban haciendo un pequeño viaje a la ciudad, uno corto.

 

—Lo hicieron muy bien —los abrazó cuando el auto se detuvo, les besó en la frente y recibió una sonrisa nerviosa en respuesta.

 

Hayato fue quien condujo el auto en esa ocasión, la velocidad no sobrepasó los cuarenta kilómetros por hora, a veces incluso fue más despacio para no alterar a Taiki o a Isabella, y fue muy cuidadoso para que todo fuera calmado.

Tsuna bajó a cada uno de sus hijos, los felicitó por el valor que mostraron al aceptar viajar hasta ahí, y como recompensa los llevó a una de esas heladerías con decoraciones coloridas y letreros llamativos donde muchas familias solían pasar el rato.

 

—Princesa —Gokudera reverenció levemente a la castañita y le ofreció la mano tras sonreírle. La niña aceptó feliz y dio un saltito.

—Hayato, aquí no digas eso —regañó sutilmente—. No queremos llamar la atención —Tsuna suspiró porque a pesar de sus diez advertencias, al final Hayato falló.

—Ah, ¡perdón, juudaime! —en pánico, el de cabellos platas reverenció a su jefe llamando la atención de una pareja que caminaba cerca de ellos.

—Ay, no —suspiró rendido golpeándose la frente con ligereza, pero ¡qué más daba! —. No importa. Ahora vamos.

—Quiero un helado de durazno —Taiki tomó la mano de su padre antes de tirar de él levemente para apresurarlo.

—Pero creí que te gustaban los de chocolate.

—Pero a mamá le gustaba el durazno —fue la simple respuesta del rubiecito que a diferencia de su hermana caminaba con calma—, quiero comer uno de los que a ella le gustaba.

—¡Yo! —Bella elevó su manito también y Tsuna no pudo evitar sonreír.  

—Claro…, yo también quiero uno.

—Si me permite, juudaime, también quiero uno de ese sabor —añadió Hayato y sonrió—. Dayane siempre tuvo buen gusto… así que quiero probarlo.

—¿Ese fue un halago hacia mí? —Tsuna miró a su tormenta cuando sus hijos corrieron al mostrador donde se exhibían los tipos de helados y sabores— ¿O algo más?

—Yo no… —el de ojos verdes elevó las manos para negar fervientemente—, no quise decir nada raro. ¿Se dio a entender algo? Es que lo dije sin pensar —hablaba con prisa.

—Hayato —Tsuna negó mientras reía bajito— estoy jugando. Vamos. Te compraré tu helado… Hoy yo invito.

 

Y ahí estaban, dos hombres vestidos con jeans y sudaderas —el plus de Hayato fueron las cadenas y anillos de calaveras que completaban su atuendo—, junto a dos niños que en seguida escogieron una mesa junto a la ventana. Nada raro, nada llamativo. Eso si es que no hubiesen bajado de un auto de lujo con vidrios polarizados que tenía por adorno de capó el símbolo de Vongola. Tsuna no pudo convencer a Hayato para usar un auto menos llamativo, uno sencillo, pues el que usaron ese día estaba reforzado para soportar balas y demás ataques.

¡Dios! A veces no podía con tanta sobreprotección.

Y, sin embargo, agradecía que su familia se tomara las molestias por protegerlo a él y a sus hijos con los mejores inventos de sus ingenieros. Le prometieron que nada les pasaría y lo habían cumplido hasta ese momento. Eran muy amables cuando se lo proponían e insoportables en ocasiones, pero era su querida familia.

 

 

Protesta…

 

 

Había cosas que se combatían desde las sombras, una de ellas era el acuerdo mutuo por la ejecución silente de lo que llamaron “el proyecto: paz mundial”; acuerdo dado ente algunos habitantes de la mansión interesadas en que Fon cumpliera con su palabra y no hiciera algún avance con su cielo. En este grupo estaban Mukuro, Hayato, un muy alejado pero pendiente Kyoya…, y el ser más astuto de esa mansión, el fundador de ese pequeño complot.

 

—Tenemos que hablar, Iemitsu.

—¿Qué sucede? —se rascó la nuca porque no era normal que Reborn lo abordara de la nada— ¿Le pasó algo a mis nietos? —se alteró casi instantáneamente.

—No.

—¡Entonces a mi hijo!

—No te alteres —frunció el ceño—, sólo quiero hablar.

—Pues me estás asustando —sintió un escalofrío por la gélida mirada del asesino.

—Entonces es perfecto —sonrió de lado.

 

Iemitsu admitía que a veces odiaba a Reborn, también que le tenía un poco miedo, pero ese era otro asunto. En ese momento le estaba ganando un poco el odio, pero aun así se cruzó de brazos y escuchó todo lo que el asesino tenía que decirle.

Miró un informe que le fue lanzado, vio las fotos en donde su hijo estaba retratado junto con el antiguo arcobaleno de la tormenta y sus nietos. Escuchó un largo sermón de las negativas contra todo eso y después hizo una mueca que al parecer desesperó a Reborn.

 

—¡Di algo!

—No sé qué —el rubio movió sus brazos y después dejó la carpeta a un lado—. ¿Qué quieres que haga? —en realidad no estaba entendiendo a qué iba todo ese incómodo asunto.

—Sabes que esto es algo malo para la familia, para dame-Tsuna, para los herederos y para todo el mundo.

—Sabes —movió erráticamente los brazos y elevó un poco su labio superior—, yo no creo que esos dos estén…

—Fon es una amenaza que debemos alejar —la seriedad en cada palabra de Reborn era intolerable.

—Sabes… —frunció su ceño y decidió terminar con esa estupidez—, veré que hacer.

—Tengo razón —miró una vez más al rubio idiota que usaría para su beneficio—. Habla con tu hijo y después deshazte de Fon.

—Haré lo que deba hacer —bufó porque estaba muy mayorcito como para que le dieran órdenes.

—Sé un buen padre por una sola vez en tu vida —y antes de que el rubio le armara un drama, completó—. Sabes que tengo razón.

—Me estás culpando por esto —afirmó indignado.

—Digamos que alguien que ha crecido con un padre tan idiota como tú tiene mayores posibilidades de descarriarse que cualquier otro.

—Jamás te había visto tan fuera de control, ¿qué tienes, Reborn?

—Estoy viendo a mi mejor alumno caer en un charco de lodo y tú no haces nada para evitarlo. Eso tengo.

 

Iemitsu se quedó con la palabra en la boca mientras el azabache se alejaba con pasos pesados antes de azotar la puerta, dejándolo solo. Era un muy enfadado padre que tenía toda una oficina con la cual descargar su ira, una emoción negativa dirigida hacia sí mismo porque Reborn tenía razón en muchas cosas.

Él siempre supo que fue un mal padre, uno de los peores, pero que se lo gritasen en la cara era mucho peor de lo que imaginó.

 

 

Miradas…

 

 

Fon dejó en la pequeña mesa colocada en la oficina de Tsuna, los materiales para que los dos herederos Sawada pintaran en silencio; esa era su forma de acompañar al décimo en la horrible tarea de revisar y firmar una pila de documentos.

Los niños eran felices de esa forma, centrados en su tarea distractora mientras escuchaban música a bajo volumen y garabateaban en hojas de papel que luego cubrirían de colores con témperas. Fon era un espectador, aunque a veces también dibujaba algo con tinta por petición de la pequeña Bella que adoraba sus dibujos de cerezos o dragones.

 

—Papi —la pequeña vio al mayor levantarse de su lugar y caminar hacia la puerta.

—Vuelvo en seguida, Bella.

 

Solos, continuando con sus actividades iniciales, con la única diferencia de que una pregunta muy simple y común brotó después de que Taiki dibujara a una osa que guiaba a su osezno. Fue algo que causó un leve malestar en Fon, no porque no quisiera o no pudiera responder… fue sólo porque no creía que tuviera derecho de hacerlo.

 

—¿Usted cree que papá olvidó a mamá?

—Él jamás la olvidaría, Taiki.

—Mami —Bella apuntó al dibujo de su hermano y luego miró a Fon.

—Sabe, Fon-san —el rubio dejó de lado su lápiz y suspiró—. A veces no sé qué es exactamente una mamá o lo que mi mamá hacía, y eso me pone triste.

 

El azabache sabía que esos largos meses tuvieron repercusiones, el suceso en donde Dayane fue atacada también causó que las memorias de los niños se vieran desfiguradas. Se iba a completar muy pronto el año de aquello y supo premeditadamente que en algún punto algo así iba a pasar, después de todo, la memoria humana es frágil y más si se trata de un niño.  

 

—No puedo decirte qué exactamente hacía tu mamá, eso deberías preguntárselo a tu padre —le acarició los cabellos con dulzura.

—No quiero preguntar —el pequeño se sinceró, agachando su mirada y jugando con sus pies— porque cuando menciono a mamá, papá se pone triste y a veces parece querer llorar.

—Pero él es el único que puede responder a tus dudas porque fue el más cercano a Dayane.

—Entonces —se enderezó antes de mirar al azabache—, ¿podría decirme qué hacen las mamás? Así yo tal vez pueda recordar con más claridad lo que mi mamá hacía —el pequeño era listo y por eso Fon no se sorprendió por el pedido.

—Bueno —se tocó el labio inferior mientras intentaba escoger las palabras adecuadas—. Una madre es la persona que te cuidó desde que eras muy pequeño, quien te cargó en brazos por primera vez, quien te alimentó y cuidó de cada aspecto relacionado contigo.

—Me acuerdo de cómo mamá alimentaba a Bella mientras papá me alimentaba a mí —curvó levemente sus labios—. ¿Qué más?

—Una mamá te cuida de todos los peligros —apuntó a la osa dibujada en el papel—, quien te guía y te enseña todo lo que es necesario saber.

—Como hablar y caminar —completó Taiki—, aunque el osito no puede hablar —Bella sonrió apuntando el dibujo del osezno que seguía a su madre.

—Es verdad —les sonrió—, pero eso es porque ellos son animales y aprenden sólo lo que es necesario aprender. Para nosotros algunas cosas son diferentes.

—Como, ¿qué?

—Bueno una mamá… a nosotros nos viste, nos compra cosas, nos enseña a diferenciar colores, números, letras, canciones y otras cosas. Una madre cuenta un cuento antes de dormir, los cobija en las noches, deja una luz prendida para que no les de miedo la oscuridad, les besa la frente y las mejillas como señal de cariño. Nos cuida cuando nos enfermamos, nos consuela. Ella siempre está ahí cuando lo necesitamos.

—También cocina cosas —Taiki y Bella se miraron un momento—, te cuida cuando te caes, te abraza cuando estás triste y se ríe cuando nosotros estamos felices… ¡como la abuela!

—Es porque Nana-san fue madre también.

—Uhm… ¿Todas las madres usan vestido y falda? —preguntó interesado.

—Pues no siempre, pues hay quienes no gustan de usar eso.

—Entonces pueden usar pantalones.

—Sí.

 

Fon miró con interés como Taiki parecía pensar en algo y Bella también, después se vio excluido de una pequeña plática que el par de niños tuvieron en susurros. Le daba gracia saber que Taiki podía ser uno de los pocos con los que Isabella hablaba usado frases completas. Le causaba ternura que ese par de hermanos se tuvieran tanta confianza y amor entre ellos como para secretear algo importante.

Se quedó ahí, esperando a que ellos decidieran contarle sobre el tema de su plática susurrante, intrigado porque ese par de ojitos lo miraban de vez en vez. Le daba curiosidad esa habilidad infantil por analizar cosas tan básicas como lo que platicaron. Estaba interesado y un poco intrigado por el lío en el que se metería cuando esas dos personitas volviesen a hablar.

 

—¿Sabe una cosa, Fon-san? Bella y yo llegamos a una conclusión —asintió con decisión.

—¿Sobre qué? —contuvo una risita al verlo de esa forma.

—Mamá —Bella señaló el dibujo de la osa que su hermano dibujó y luego miró al adulto—. Mamá —repitió cuando su pequeño dedo índice señaló a Fon.

—¿Eh? —se apuntó a sí mismo— ¿Yo?

—Bella dijo que usted hacía cosas que una mamá hace, y yo la apoyo —con toda la seriedad del caso, Taiki tomó una expresión seria y cruzó sus brazos—. Usted es como una mamá.

—Sinceramente no me esperé eso —rio bajito por lo dicho con tanta seguridad.

—Mamá —Bella repitió aquella frase y sonrió.

—Sí, Bella tiene razón —el rubio asintió antes de mirar fijamente a Fon—. Usted parece nuestra mamá.

 

¿Cómo debería responder a eso? ¿Cómo sentirse ante eso? No estaba seguro si se sentía halagado, enternecido o un poco incómodo. Halagado porque era un honor que el par de pequeños lo tuvieran en una imagen tan íntima como la de una madre. Enternecido por aquel análisis largo, la meditación, el complot del par de hermanos, las sonrisas cómplices, y esas miradas decididas que lo enfocaban esperando una respuesta. Y finalmente un poco incómodo porque sentía que estaba tomando un lugar que no le pertenecía a él sino a Dayane, eso a pesar de que nunca fue su intención hacer aquello.

 

—Usted se ha convertido en nuestra mamá —esa vocecita tan decidida lo sacó de sus meditaciones.

—Su madre siempre será Dayane —les dijo con dulzura antes de acariciarle los cabellos al par de hermanos—, pero es un honor el que me consideren alguien tan cercano.

—Fon-san —Taiki volvió a tomar seriedad, aunque también parecía algo ansioso—, ¿usted podría ser nuestra mamá?

—¿A qué viene esa petición? —había pasado tiempo desde que se sintió tan nervioso ante una pregunta así de sencilla.

—Bella es pequeña todavía y creo que ella necesita una mamá que la cuide un tiempo más —hablaba como alguien de mayor edad, el pequeño maduró muy rápido por razones fuera del control—. Y papá también necesita de una mamá.

—¿Por qué lo dices?

—Papá siempre sonreía cuando mi mamá estaba aquí, se veía más feliz y brillante con ella —a veces era impresionante que los niños se fijasen en cosas como esa—, pero desde que mamá se fue… papá ya no es el mismo. Por eso creo que si tenemos una mamá que también cuide de papá, él volverá a sonreír siempre y será feliz —sonrió—. No quiero que papá siga triste.

—La tristeza de tu padre es normal —sintió una punzada dolorosa en su pecho, suponía era empatía por el par de pequeños que lo miraban fijamente planteando sus soluciones en pro de ayudar a Tsunayoshi. Estaba seguro de que serían un par de cielos inigualables— porque, al igual que ustedes, perdió a alguien muy especial y que no puede ser reemplazado —les acarició las mejillas—. Yo no puedo tomar el lugar de su madre.

—Ya veo —ambos parecieron desilusionados—. Entonces, ¿usted se irá?

—¿Por qué me iría?

—Escuché a Mukuro decir que papá debe buscar una nueva madre para nosotros —Bella entristeció al escuchar a su hermano—, y que todos los que no sean buenos en eso deberían alejarse de papá y de nosotros. Dijo que ellos iban a alejar a todos como siempre hicieron.

—No quiero —la pequeña castaña hizo un leve puchero y estiró sus manos para sujetar la mano de Fon—. No te vayas.

—Ellos no tienen derecho a alejar a nadie —Fon guardó la calma, pero tomó como anotación el hablar de nuevo con algunas personas para que dejasen esas ideas tontas de lado—. Ustedes y su padre son los que deciden a quien alejar y a quien no.

—Pero queremos estar seguros —Taiki respiró profundo—. Fon-san, ¿por qué no quieres ser nuestra mamá?

—¿En verdad quieren eso? —ambos asintieron— ¿Por qué?

—Nos agradas mucho, nos cuidas también y es divertido estar contigo. Papá es feliz contigo también, sonríe más —Taiki apretó sus labios un poco—. ¿No nos quieres?

—Claro que los quiero.

—Entonces, ¿por qué no quieres ser nuestra mamá?

—No he dicho eso —les sonrió con dulzura—, pero no me creo en derecho de ocupar un lugar que siempre le pertenecerá a Dayane, su madre, la única. Su madre jamás se podrá reemplazar con nadie —ese era uno de esos momentos que no sabía cómo enfrentar—. Ustedes no deben reemplazar los recuerdos que tienen de ella con las memorias de alguien más —estaba intentando explicarse para que ese par de niños le entendieran correctamente, pero era difícil—. Ustedes no deben olvidar a Dayane.

—Nosotros no queremos olvidar a mamá —esas simples palabras aliviaron el corazón del azabache—. Mamá siempre estará con nosotros aquí —ambos niños se tocaron el pecho—, papá nos lo dijo.

—Es verdad —Fon picó el pecho de ambos niños con sus dedos índices y los escuchó reír bajito—. Ella vivirá en sus corazones por siempre.

—Pero la abuela y el abuelo también nos dijeron que a veces llegan personas a las que queremos mucho y podemos darle un lugar parecido al de alguien que queremos también. Como Leo que ahora es nieto de la abuelita y tío Enma que es otro hijo también.

—Tienes unos abuelos muy sabios —sonrió pues no se imaginó que alguien más ya explicó todo lo que él no sabía cómo hacerlo.

—Por eso Bella y yo queremos que tomes el lugar de nuestra otra mamá —miró al mayor tras tomar la manito de su hermana—, para que te quedes con nosotros y con papá.

—Muchas gracias —había sido la plática más difícil y larga de su vida, Fon se sentía por completo agotado… pero feliz también—, es un honor que ustedes me consideren de esa forma.

—Fon-san, ¿quieres ser nuestra otra mamá?

—Yo… —Fon creía que esa fue la ausencia más larga de Tsuna, rogó porque llegara a salvarlo de esa plática, pero al parecer eso no iba a ser posible y debía decidir—, espero hacer un buen trabajo —sonrió—. Creo que aceptaré su propuesta.

—Entonces, ¿sí? —Taiki entrecerró sus ojos pues al parecer estaba inseguro de las palabras ajenas.

—Sí.

 

Fon rio cuando el par de niños lanzaron un gritito antes de levantarse y rodear la pequeña mesa para abrazarlo, les correspondió con dulzura porque el pedido de los pequeños fue sincero y puro. ¿Cómo iba a negarse a esos dos infantes? Aunque no estaba seguro de cómo iba a tomar Tsuna esta noticia, o cómo le iba a explicar ese asunto sin revelar que en el fondo estaba muy feliz por aquello. Sería un reto.  

Y también…

¿Cómo le iba a decir a Dayane que él iba a intentar tomar su rol porque adoraba a esa pequeña familia?

Muchas dudas, muchos sentimientos, mucha ansiedad.

Mucha felicidad que se resquebrajó con un solo sonido.

 

—¡Fon-san! —las manitos de los niños se aferraron a él con fuerza.

—¿Qué sucede?

 

Un estruendo, un estallido, algo pasó fuera de esas paredes e hizo temblar las columnas de la mansión hasta el punto en que algo lejano crujió. Fon olvidó toda esa felicidad momentánea para abrazar a los dos pequeños que gritaron ante el nuevo sacudón.

Algo estaba mal ahí, algo no iba bien, algo arruinó la paz de Vongola.

 

—Tranquilos —no iba a esperar a saber qué pasaba—. Estaremos bien.

—Papi —la más pequeña lo miró horrorizada, con sus pequeños ojos bien abiertos.

—Fon-san —Taiki se aferró más al pecho del azabache ante un nuevo temblor—, ¡tenemos que ir con papá!

—Primero los pondré a salvo —los cargó a ambos como pudo antes de correr a la puerta—. Ustedes son mi prioridad.

 

 

Treta…

 

 

Uno de sus documentos estaba errado, un error simple, pero de todas formas tenía que decírselo a Hayato para que éste tuviera más cuidado cuando redactaba el informe. Lo encontró en una de las salas de entrenamiento junto con Lambo y tuvo que detener la pelea que se daba entre esos dos.

Algunas cosas no cambiaban, la diferencia era que causaban más destrozos pues Lambo —siendo adulto ya—, se defendía con todo.

 

—¡Ya verás a la próxima, vaca estúpida!

—¡Ya te dije que yo no lo hice!

—Ustedes dos, ¡ya basta! —de nuevo se interpuso entre ambos y suspiró pesadamente masajeando su sien—. Hemos perdido mucho tiempo en esto, ¿saben?

Juudaime, ¡yo lo siento! —reverenció agachando su cabeza.

—Siempre me pareció que eras un gato arisco —comentó Lambo con burla.

—¡Mocoso!

—Ya paren… o tendré que castigarlos a ambos —cuando los dos se detuvieron, Tsuna al fin pudo acomodarse el traje y respirar profundo.

Juudaime, ¿para qué me necesitaba?

—Estos documentos tienen una falla.

—Lo corregiré en seguida, mil disculpas.

 

Tsuna iba a sonreír, de verdad quiso hacerlo, pero de pronto un escalofrío le recorrió desde la base del cuello y se extendió por todo su cuerpo hasta que incluso tembló y sacudió su cabeza. Se alteró, sintió el peligro inminente como en ninguna otra ocasión y por eso corrió a la salida de esa habitación y lanzó un solo grito poderoso.

 

—¡ACTIVEN EL MECANISMO DE DEFENSA!

 

Lambo y Hayato lo siguieron sin dudar y él corrió por el pasillo para asegurarse de que una de las sirvientas que pasaba cerca corriera la voz para que todos se resguardaran en el subsuelo, tal y como ensayaron en los múltiples simulacros que hicieron durante todos esos años.

La mala sensación en su estómago se volvía más insoportable con cada segundo, era como si asemejara a un temporizador para el desastre. Sus manos le temblaban y su ansiedad estaba por estallar porque sus hijos se quedaron en el segundo piso. ¡Necesitaba ir por ellos! Pero también tenía que coordinar todo.

 

—¡Hayato! —llamó en medio de su pánico y de la horrible sensación que no podía tolerar.

—Sí, juudaime —ya tenía el celular pegado a la oreja y cuando le contestaron dio la orden—. Mecanismos de defensa, todos listos, es un código rojo.

—¡Lambo!

—¡Voy al frente!

 

Alguien lanzó un grito desde el jardín, fue una mujer que intentó avisarles pero que no llegó más allá de la puerta cuando un estallido hizo al piso vibrar y cayó al suelo. Más gritos se unieron al primero, de hombres y mujeres que entendiendo la situación se colocaron en la posición que les correspondía.

Los civiles corrían al refugio, los profesionales iban a defender el frente y los demás francos.

Apenas lograron activar los mecanismos que tratarían de eliminar al enemigo antes de que cruzaran el perímetro de seguridad. Tsuna sabía que si su intuición hubiese tardado un poco más en reaccionar hubiesen perdido a la mitad de sus subordinados. Sintió un alivio momentáneo de cinco segundos antes de que las explosiones continuasen de forma rítmica y se diera cuenta de que estaban siendo atacados por armas de largo alcance, misiles tal vez.

 

—Contacta a Hibari.

—Sí, juudaime.

—Iré por mis hijos… ¡Quedas a cargo, Hayato!

 

Mientras daba largos pasos en su agitada carrera hacia el segundo piso a la vez que intentaba no caer por los diversos temblores, analizó su estado actual. Todos sus guardianes estaban en la mansión, lo que quería decir que alguien averiguó eso y quiso acabar con todos de una sola vez; además, Hibari estaba en la sede de CEDEF y tardaría en llegar con refuerzos, por lo que sus enemigos tenían una ventaja de al menos media hora si es que no era más. Los Varia tardarían mucho más en enterarse del ataque, así que contar con ellos era inútil.

 

—Enma —jadeó antes de teclear el marcado automático y rogar por una contestación—. ¡No! —pero su comunicación no fue posible.

 

Alguien debió haber interferido en la señal de todo aparato de comunicación externa. Estaban enjaulados en la mansión y con un ataque a larga distancia con el cual sus enemigos tenían ventaja. Pero confiaba en sus técnicos e inventores, así que sabía que la mansión soportaría un tiempo hasta que todos se refugiaran en las plantas subterráneas. Nadie sería dañado si llegaban al sector de refugio.

 

—Taiki. Bella. —jadeó tras haber tirado la puerta, pero al revisar su despacho no los halló y por poco entra en desesperación hasta que recordó a la tercera persona—. Fon.

—¡Boss! —la voz aguda y desesperada de su niebla lo hizo voltear—. Necesitamos ayuda en el este.

—Yo… —frunció el ceño—. Está bien, vamos —dio un último vistazo y ahogó su miedo, confiaría en Fon—. ¿Estás bien?

—Sí…, pero son muchos y Takeshi no resistirá demasiado.

—Yo iré hasta allí —corrían a la par en medio de ese descanso de las vibraciones—, tú ve al refugio y protege a todos.

Boss, quiero ayudar.

—Sabes que el cargo que te asigno es el más complejo —la retó tomándola por los hombros—. No dejes que nadie salga herido…, y cuida de mis hijos.

—Lo haré.

—Fon te ayudará —la soltó con rapidez para seguir con su carrera—. ¡Confió en ti, Chrome!

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

Notas finales:

Ya se vino lo chidori, alv.

Espero les haya gustado el capítulo. Estoy algo desacostumbrada a las escenas de acción así que me disculpo si no tiene tanto impacto como debería, me esforzaré para que todo quede decente.

Krat los ama~

Besitos~ 


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