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Mi rojo cielo por 1827kratSN

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La felicidad es relativa. Las mentiras son relativas. Los deseos son relativos. Las buenas intenciones son relativas.

Todo en ese bastardo mundo es relativo.

Tsuna estuvo consciente de que el presentar a Dayane como su prometida le acarrearía problemas, mas, los enfrentó con la frente en alto porque no estaba haciéndole daño a nadie, a ninguno de sus amigos, y eso era lo que deseaba: apartar el daño a cualquier miembro de su familia. Pero encaminó ese daño hacia una persona ajena a su mundo, a quien se convertiría en su cómplice. Se sentía un bicho rastrero, pero lo aceptó.

 

 

—No apoyo ese matrimonio —contras directas

—Esa mujer no es de mi confianza

—Acaba con esta niñería, dame-Tsuna —y otras más dañinas

—Todos sabemos para qué lado pateas, Tsunayoshi-kun

 

 

Dolía. Estaba claro.

Tsuna ignoraba esas palabras salidas de los labios de sus más cercanos, eso dio a entender cada mañana mientras seguían esos comentarios sin tregua en su contra y en la de su prometida. Fueron muchos días en donde probó su paciencia, pero estaba harto, cansado.

Quería paz y calma. Quería sentirse amado y dejar de lado cada desprecio sufrido desde la infancia. Quería sentir que era necesario para alguien. Quería… ¡quería ser feliz! Quería eso que le privaron desde que tomó el rol más pesado en Vongola. Quería olvidar la amargura y aferrarse a algo tan insignificante como la sonrisa sincera y sin mancha de Dayane. Así de simple

 

 

—Estás yendo demasiado lejos, Tsunayoshi-kun

—¿Y ustedes? —fue una mañana como tantas cuando los miró y al fin se dignó a responder a las ofensas hacia su persona y hacia quien eligió para un noviazgo formal

—Nadie aquí está de acuerdo con ese futuro matrimonio. Nadie —era cierto, todas las miradas lo confirmaban. La intuición de Tsuna le decía que no mentían

—Lo repetiré —el castaño bebió un poco de agua antes de seguir—, ¿y ustedes? —su sonrisa se había perdido desde hace mucho, al menos su sonrisa sincera porque desde hace años que sólo curvaba los labios e imitaba, casi a la perfección, su feliz expresión de antaño

—¿A qué te refieres dame-Tsuna? —incluso él se había vuelto un residente estable en la mansión desde la noche en que Dayane llegó a la vida de Vongola. Quien diría que Reborn haría algo así  

—¿Qué tan lejos han llegado ustedes? —los miró con seriedad—, ¿me pueden responder?

—Juudaime —Hayato fue el primero en bajar la cabeza, apretar los labios y quedarse en silencio. Habían pasado muchas cosas, cada uno de los presentes lo sabía

—¡Esa mujer no entrará en esta casa! —incluso Hibari estaba en contra

—Y no eras tú quien me dijo que buscara a alguien que en realidad me amara —se cansó de mantener la máscara y los secretos. Iba a restregarles todo en la cara porque ya estaba harto de ese comportamiento infantil—, alguien que no buscara sólo un juego —silencio—. Alguien que no fueras tú, Kyoya

 

 

Muchos se quedaron con la boca abierta ante la afirmación de Tsuna. Lo más rápidos concluyeron al menos dos teorías, los más lentos miraron el dolor en ojos de su cielo y después mataron con la mirada a la nube que se mantenía con el ceño fruncido y una mirada gélida. Fue una puñalada para cada uno. Fue una herida más que ellos añadían a sus registros.

 

 

—No fuiste tú, Reborn, el que me decía que un matrimonio heterosexual me generaría beneficios, incluyendo herederos tan necesarios para preservar Vongola —de nuevo las miradas escrutadoras en el mencionado intercaladas con la inspección a su cielo

—Las apariencias cuentan mucho, y lo sabes

—Entonces te preguntaré algo más —apretó los puños— ¿Dónde está el cuerpo de Alex? Jamás pude hallarlo… —dolía recordar algo que decidió enterrar hace mucho—. Hiciste un buen trabajo al alejarlo de mí

—Sabías que no era bueno involucrarte con un hombre como ese. No en esta sociedad

—Sólo era un muy buen amigo

—Era un peligro —a Reborn ni siquiera le importó el horror en la mirada de Ryohei o la expresión dolida de Lambo

—Ya —aguantó la maldición que en su mente cursó y decidió seguir. No pararía—. No fuiste tú, Hayato, quien me negaba un consejo y agachaba la cabeza en un silente desprecio —ignoró las réplicas de su ex tutor, siguió con sus revelaciones

—Yo no… —pero la mirada de su cielo lo calló. Porque la acusación era real, con fundamentos.

—Perdiste la oportunidad —suspiró— y fui lo bastante paciente como para aguantar cada rechazo durante estos años

—Así que el perro faldero también, kufufu

—Mukuro —Tsuna lo amenazó mientras apretaba sus puños— ¿quieres que hable?

—Yo sólo te di un consejo y tú decidiste seguirlo. Fue un placer servirte como fuente de exploración kufufu —sonreía altanero dando a entender que él inició eso, pero no dando demasiadas pistas como los demás

—Cada uno de ustedes, cada miembro presente en esta mesa me ha dado la espalda progresivamente —Tsuna apretó el vaso de agua con demasiada fuerza—, cada uno de ustedes me ha mostrado desprecio en mayor o menor medida… Cada uno de ustedes me ha hecho pagar el daño que les causé con creces… pero creo que mi deuda está saldada y no debo ceder más.

—No es así, Tsuna — Yamamoto intentó parar esas palabras, esas acusaciones que incluso él las sentía clavarse en su espalda

—Ya no quiero ser un cielo solitario; ya no quiero recibir muestras de cariño por obligación; ya no quiero ver el resentimiento en sus miradas… —quiso llorar, pero se tragó sus deseos—. Ya quiero ser libre porque me lo merezco

—Tsunayoshi, ¿no estás diciendo estupideces? kufufufu

—Dímelo tú, Mukuro… Pregúntaselo a Chrome de paso —miró a la muchachita que agachaba su cabeza en rendición porque era sensata y desde hace mucho no dio contra o protesta

—¡Ya basta! Eres un jefe mafioso, compórtate como tal —renegó el mejor asesino en esa sala

—Lo hago y por eso —Tsuna sacó una tarjeta de su bolsillo, un documento doblado también— soy quien les cede un informe del estado de la siguiente familia a visitar… y de la invitación a mi boda

—¡No! —No decía mucho, pero Hibari expresaba su contra mejor que los demás

—¿No han espantado a todo hombre que se me acercaba? —Tsuna hablaba con resentimiento— Me guiaron entones a buscar a una mujer… pero incluso a ellas las han desaparecido… Ya no me quedaré callado sin hacer nada

—Todo fue por tu bien —Hibari mentía, la mayoría en ese sitio lo hacía

—Son mi familia —dolido, curvaba sus labios en una sonrisa vacía— los quiero acompañándome ese día

—¡No!

—He elegido a mi compañera de vida y deseo que ustedes la acepten, pero si no es así… entonces —los miró con expresión serena— se los ordeno —y antes de que protestaran siguió—. Me lo deben

 

 

Se lo debían desde el mismo día en que lo dejaron solo, cuando decidieron que su cielo debía estar solo. Se lo debían desde el punto en que lo vieron como una amenaza y no un aliado. Se lo debían desde que se olvidaron de él por completo para centrarse en sus propios objetivos egoístas. Se lo debían desde que lo usaron para tener estatus y dejaron de lado los ideales por los que lo siguieron a esa vida.

Ellos eran los culpables de muchos días de llanto y desesperación. Eran los culpables de que el cielo atentara contra su vida en dos ocasiones, en la segunda casi lo logró pues quiso ahorrarles el dolor a sus guardianes y tomó una guerra sobre sus hombros la cual enfrentó él solo. Ellos… lo usaron, lo dejaron, lo despreciaron, todo porque se tuvieron que manchar de sangre ajena para seguir con lo prometido a Timoteo y a todos los antiguos líderes de esa familia mafiosa.

Tsuna tenía una historia con cada uno, una más dolorosa que la otra, pero se calló todo hasta el punto en que no pudo más y, sólo cuando estaba en su lecho de muerte, sus amigos reaccionaron. En esa ocasión los perdonó, olvidó todo y siguió. ¿Pero de qué servía si su único capricho no era complacido? ¿De qué sirvió cuidarlos con tanto esmero si ahora sólo querían cumplir con lo que ellos deseaban y no lo dejaban tener un poquito de luz en su vida?

Dolía.

 

 

Cielo…

 

 

No los dejó intervenir más en su vida. No estaba dispuesto.

Vivió su noviazgo como deseó, como cualquier otra persona lo haría. Llevó a Dayane, Diana y a Enma a casa en muchas ocasiones, salía a pasear, demostraba que en verdad era feliz con su elección. No mentía ni fingía, al fin podía sentirse pleno y libre

 

 

—¡Tsu! ¡Ven conmigo! —brillaba con tan sólo una sonrisa y todos en esa mansión la declaraban como amenaza

—Espera, Dayane —Tsuna dejaba todo de lado en el almuerzo y se disponía a salir

—Tienes pendientes, dame-Tsuna —pero aun con eso, seguían insistiendo en interferir

—Los aplazaré. Por favor, Hayato, encárgate de eso —sentía las cálidas manos de Dayane sujetar las suyas y arrastrarlo a la salida

—Perdón, pero me lo llevaré hoy. No ha estado durmiendo bien, así que hoy me ocuparé de él —sonreía como cualquier niña que iba a cumplir un capricho o una travesura—. Lo traeré en la tarde —las hebras doradas centellaban, esas mejillas se sonrojaban al despedirse con la mano

—Adiós, chicos —y lo que más les dolía era ver que esa muchacha era capaz de hacer sonreír a su cielo

 

 

No sólo era ese detalle, sino que, en las contadas oportunidades en donde Dayane estaba en la mansión, la veían cuidar al castaño con esmero. Tsuna se veía demasiado calmado a su lado, incluso recuperaba un poco de vida. Muchas veces lo vieron dormir en el regazo de la muchacha mientras ella tarareaba algo y acariciaba la mata de cabellos castaños. Otras veces escuchaban claramente la música salir del despacho de su jefe mientras las risas adornaban una danza que la italiana enseñaba con paciencia. Incluso si era solamente la compañía mutua y silenciosa, Dayane ocasionaba que Tsunayoshi derrumbara la pared que forzaba a su alrededor y revelaba que aun podía verse tan feliz como un adolescente cuya única preocupación era la escuela.

 

 

—Ya no molesten a Tsuna-nii —fue ese el pedido del más joven de los guardianes—. ¿Acaso no ven que está mejor así? —él expresó lo que la mayoría quería ignorar

 

 

Se lo debían, Tsuna tenía razón: ellos le debían apoyo incondicional; por eso callaron y apenas un mes después tuvieron que presenciar la unión de su cielo con una desconocida para ellos. Mas, Tsuna jamás deseó hacerlos pasar un calvario, por eso, en las sombras y desde hace mucho, seleccionó a la mujer a la que se uniría, la más gentil flor de primavera. Todos en la mansión tuvieron que aceptarlo cuando, obligados, tuvieron que empezar a conocerla.

Dayane era una mujer de valores pulcros, de pasado blanco, de sonrisa amable, alma bondadosa, era el reflejo del antiguo cielo, el que ellos mismos marchitaron con sus acciones estúpidas.

En Dayane vieron la esencia de Tsuna en sus años juveniles. En Tsuna vieron sólo la sombra marchita de una rosa roja que un día fue la más valiosa en esa tierra.

Cada uno se dio cuenta del daño irreparable que le hicieron a su jefe, líder, amigo, hermano, familia. Por eso… sólo por eso… dejaron de protestar y se guardaron sus errores en el pecho.

 

 

Tiempo y heridas…

 

 

—Tsu —la voz suave y femenina hizo eco en la cabeza del líder quien había estado mirando un documento por más de tres horas sin moverse—, ¿estás bien?

—No —contestó sin ganas mientras sonreía sutilmente para darle autorización a su esposa para pasar. Ella brillaba en esplendor porque no había tenido ninguna influencia de la mafia, Tsuna se aseguró de encerrarla en una burbujita de paz y calma en donde ella y sus dos hijos se encontraran en paz— aunque debí decir que sí —Dayane estaba a salvo, sabía lo menos posible aunque siempre la tenía a su lado para un apoyo incondicional cuando era necesario

—Tsunayoshi —la rubia suspiraba cansinamente porque claramente veía la realidad: su esposo no estaba bien. Se sentaba en una silla dispuesta en frente del escritorio del jefe mafioso y se colocaba en su tan extraña faceta seria—, te he dicho que debes decirme la verdad en todo momento —lo miró unos instantes antes de sonreír con dulzura—así que ese “no” estaba correcto

—Dayane —suspiró cuando colocó su pluma en el escritorio y se dio el lujo de mover sus brazos para destensarlos—, son cosas sin importancia

—Pues me las vas a tener que contar

—No es necesario

—Sabes, Tsuna —sonrió como siempre. Ella mantenía una faceta brillante para compensar el pesar del castaño—, cuando me enamoré de ti estabas marchito —se levantó de su asiento y rodeó el escritorio para dirigirse hacia su esposo— aún recuerdo tu mirada perdida, dolida. Tu ser, tu alma, en pedazos

—Debí haberme visto muy patético

—No —Dayane sostuvo la mano de Tsuna entre las suyas y la besó—. Estabas siendo una persona normal que ha pasado por muchas cosas —con lentitud se acomodó en el regazo ajeno, sentándose de lado para así poder posar su mejilla en el pecho del castaño, lo hizo sin soltar aquella fría mano—, y me dije a mí misma que yo ayudaría a que volvieras a ser lo que alguna vez debiste haber sido

—¿Cómo puedes decirme eso? —sonrió abrazándola, acariciándole la espalda con cariño extremo, con la delicadeza que se da a un cristal de colores

—Porque es la verdad —cerró sus ojos—. También recuerdo que fui yo quien te pidió ser tu esposa para ayudarte con el peso que tu cargo ejercía

—Tal vez no debí aceptar eso —besó la frente de aquella rubia que pasó de ser su amiga y confidente, a su esposa—. Te merecías algo mejor

—Tú eres lo mejor que me ha pasado, Tsunayoshi

—Te he condenado a una vida en el bajo mundo… No te merecías esto… Ahora mismo deberías estar junto a un hombre trabajador que te brindase el amor, seguridad y la comodidad que te mereces, Dayane

—¿Has escuchado la frase que dice: tengo suficiente amor para ambos? —sonrió mientras balanceaba sus piernas suavemente de modo que su vestido se agitara con delicadeza— Sigo teniendo lo suficiente para ambos —acarició la mano de Tsuna

—Lo siento —apretó sus labios— yo no…

—¿Me quieres? —interrumpió esas palabras melancólicas

—Sí

—Eso me basta —reía con amabilidad—. No es necesario que me ames, sólo que me quieras. No pido más

—No eres un deseo caprichoso —acarició los largos cabellos mientras susurraba—. No eres una venganza en contra de ellos —siempre que tenía oportunidad lo aclaraba

—Lo sé… —jugaba con los botones de la camisa de Tsuna—. Yo soy Dayane, la que quiso acompañarte en tu vida difícil y la que te ofreció un cariño desinteresado.

—Eres muy importante en mi vida. No tienes reemplazo —también sonrió mientras la apretaba un poco más para acercarla a su cuerpo

—¿Lo ves?… Soy muy afortunada —elevó su rostro para besar a Tsuna y sonreírle como sólo ella podía hacerlo—, aunque tu familia sigue pensando que sólo soy una máscara de presentación ante los demás —rió bajito. Con los años aprendió a tomar las palabras indirectas como bromas

—Discúlpalos —suspiró— por esto y por todo lo que te hicieron pasar al inicio

—Ya lo hice —Dayane volvió a acomodarse en el pecho del castaño—, pero yo aún no los perdono por hacerte tanto daño

—Debes hacerlo porque yo fui quien los dañó primero —le contó todo a Dayane, quiso ser sincero porque ella lo había sido. Quiso en realidad corresponderle como se lo merecía, pero más de lo que le daba no podía ofrecer—. No les guardes rencor

—Está bien —se separaba para volver a ponerse seria. Era hora—. Y ya que hemos hablado y te he distraído lo suficiente —sonrió con diversión al ver la confusión en su esposo—. ¡Cuéntame!… ¿Qué tienes que firmar y no has podido? —ella lo conocía demasiado

—Dayane, sabes que no… No quiero que lo sepas

—En estos seis años he sido la buena esposa que te apoya cuando debe y no pregunta nada demasiado profundo. La que te ha escuchado y reconfortado cuando decaes, la que te ha dado dos hijos, ¡dos! —dijo elevando sus dedos para recalcar el número—. Creo que es hora de que te ayude con las decisiones difíciles también

—Dos —Tsunayoshi rió porque sinceramente nunca se planteó la idea de formar una familia tan numerosa, en realidad pensó jamás tener hijos, y en ese momento tenía a un varoncito de cinco años y una princesa de dos—. ¿No te sorprende?

—No —picó la mejilla de Tsuna con delicadeza—, pero no me cambies el tema. Tsuna, ¡confía en mí!

—Es un peso que debo cargar solo

—¿Es algo grave? ¿Como cuando mandas a uno de tus guardianes y regresan con heridas de bala?

—Sí

—Tsuna, no soy idiota; sé lo que la mafia hace para mantener la estabilidad —suspiró— dime qué es lo que te aqueja ahora

—Es una orden para —dudó— un asesinato masivo —apretó los labios al mirar el papel en su escritorio—. Hay una familia que causa problemas a gran escala y…

—No es la primera vez que enfrentas esto, ¿verdad? —acarició la mejilla un poco pálida de Tsuna— Pero siempre lo has hecho solo —suavizó aún más su mirada; no era pena, era preocupación— De este tipo fue el primer daño que ellos recibieron, ¿verdad?

—Sí

—Bien —deslizó su dedo por la mejilla del castaño—, pero ahora me tienes a mí

—Dayane, en serio… No quiero involucrarte en esto

—¿Dónde debes firmar? —ignoró la negativa. Ella tenía un rol que cumplir

—No, por favor —suplicó

—No asumas la culpa solo. Yo la asumiré contigo

—Son demasiadas vidas que estarán en mis manos

—En nuestras manos —corrigió—. Yo compartiré el peso de esas almas

 

 

Dayane sostuvo la mano derecha de Tsunayoshi entre las suyas y la acercó al documento a firmar. Tomó la pluma dorada e hizo que Tsuna lo tomara, se miraron un instante antes de que ella dirigiera el movimiento. Tsuna se aferró a la cintura de Dayane mientras posaba la punta de la pluma en el papel. Temblaba otra vez. Intentó negarse, pero no pudo. Era necesario ordenar que esas vidas se extinguieran, era el peso que tenía el líder de Vongola, mas, la compañía de Dayane lo aliviaba un poco.

La mano de su esposa siempre estuvo sobre la suya, lo estuvo hasta que el último trazo fue realizado y el sello de Vongola fue puesto.

 

 

—Ahora soy tan culpable como tú —Dayane apretaba la mano de Tsuna. Su presión bajó y ahora tenía frío, pero a la vez se sentía mejor que cuando sólo velaba los sueños de Tsuna y fingía no saber de los trabajos que realizaban en esa mansión—. Ahora también seré culpable por esas muertes

—Nunca quise que hicieras algo así

—Y yo siempre quise quitarte un poquito del peso que llevas sobre los hombros, Tsuna

—Nunca podré pagarte esto —posó su quijada en el hombro de Dayane, respiró hondo. Se sentía miserable por tenerla en ese mundo, pero también se sentía dichoso porque su soledad se había ido. Estaba seguro de que su esposa no se iría de su lado a pesar de los horrores que sucedieran bajo su mando.

—Sí puedes —rió bajito mientras posaba su mano por sobre la de Tsuna, la misma que estaba posada sobre su vientre—. Cuida de nuestros tres hijos y todo estará bien —lo dijo con ánimo, olvidándose de lo que acababa de autorizar hace poco

—Lo ha… Espera —su voz tembló—, ¿qué?

—Siempre quise tener una familia enorme —sonreía mientras tomaba el teléfono de Tsuna y marcaba un número que se sabía de memoria

—Da-Dayane

—Ahora, Tsuna —se giraba para mostrar que la llamada se estaba realizando—. Avísale a tu madre. Ella se pondrá muy feliz por su nuevo nieto o nieta.

 

 

¿Cuánto le duraría esa felicidad? Tsuna se lo preguntaba cada mañana mientras desayunaba y veía de refilón a su familia pelearse como era normal, a su hija menor, Isabella, ser atendida por Dayane mientras que él mantenía a Taiki entre sus brazos para ayudarlo a comer sin que se manchara demasiado. No sabía, pero rogaba internamente porque nunca acabara

Aunque a muchos les costase aceptar, Dayane fue el nuevo cielo que los unió a todos. Y si lo perdían, sería el detonante de la separación inminente.

 

 

Continuará…

 

 

Notas finales:

 

Hay lectoras que no les gusta el hétero en los fics con temática BL, ni siquiera como mención, tampoco les gusta que los protagonistas tengan ya un pasado amoroso bastante significativo en sus vidas. ¡Pero vamos! Soy Krat, conmigo todo vale, y por si no lo sabían también shipeo hétero XD (no lo escribo porque me da penita, aunque no me lo crean XD)

No arena a la esposa de Tsuna. No a la arena en contra de los pasados. Hay que aceptar la variedad que se presenta en el fanfiction, incluso en gender bender (creo que así se escribía).

¿Quieren saber de Fon? Pues en el siguiente cap bbs

¿Teorías? Póselas aquí uwu

Muchos besos para los arriesgados que me leen

Los ama: Krat~


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