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Mi rojo cielo por 1827kratSN

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Nunca imaginó que cada paso que diera fuera como una cuchilla caliente rajando su piel. Podía deberse a la desesperación del momento o simplemente a su mente jugando con la incertidumbre dada por la ignorancia sobre el estado de sus hijos…, pero nada pudo quitarle el malestar general en su cuerpo.

 

—Odio esto.

 

Cuando llegó al lugar donde Takeshi defendía en conjunto con un grupo de diez hombres, se sorprendió. El número de atacantes era considerable, los superaban, y peor que eso fue notar la experiencia de los individuos en combate puesto que Takeshi estaba teniendo problemas para derrotar a las tres personas con las que peleaba. Los ataques eran esquivados con maestría, como si ellos estuviesen bien informados de las habilidades de combate de su lluvia.

No era un simple ataque al azar.

Su intuición le decía que el objetivo de su atacante estaba bien definido.

No lo pensó dos veces cuando se colocó junto a su lluvia para empezar a derrotar a sus oponentes. No los mataría, necesitaba a algunos con vida si es que quería información sobre el atentado, aunque tampoco quería dañar a alguien si es que no fuese extremadamente necesario. Sin embargo, cuando un disparo le rozó la mejilla, entendió que el enemigo no pensaba en lo mismo que él.

Lo querían muerto.

 

—Tsuna —Takeshi lo miró por un segundo antes de colocarse en guardia—, ¿cuál es la orden?

—Necesito interrogarlos —sus labios se apretaron.

—Tsuna —soltó un jadeo lastimero porque no quería presionarlo y aun así tenía que hacerlo.

—Lo sé.

 

El pecho del castaño se estrujó a sabiendas de lo que era correcto en ese momento…, lo correcto en ese mundo caótico y sin paz total.

Respiró profundo antes de prepararse mentalmente para lo que venía. Miró sus guantes antes de encender sus llamas y respirar profundo. Escuchó a lo lejos la orden dada por Takeshi para que todos los Vongola retrocedieran a la vez que el enemigo intentaba acercarse lo más posible. También vio a dos hombres capturados, amordazados y claramente tachados como los que servirían para recabar información.

A veces odiaba tener el suficiente poder para voltear la batalla en su favor.

 

—¡Todos al suelo!

—Lo siento.

—¡Tsuna! —la voz de su guardián lo hizo decidirse.

X-Burner.

 

De nuevo consumió un número de vidas que en ese momento no quiso contar. De nuevo añadió peso sobre sus hombros y se sintió el malo de la historia. De nuevo jadeó preso del miedo y de la culpa porque ya no quería hacer eso. De nuevo se dijo a sí mismo que hacía eso por su familia, para cuidarla, para seguir con la paz establecida. De nuevo justificó su acto barbárico con cosas que a veces parecían mundanas.

 

—Iré a los otros frentes —aún bajo la influencia de su modo hyper mantuvo la serenidad y no dejó que su mente divagara en cosas innecesarias—. No dejen que más individuos ingresen al perímetro de este lado.

—¡Sí, décimo!

—Y recaben toda la información posible de los prisioneros —miró a los mencionados quienes temblaron en pánico por su gélida sonrisa—. Quiero nombres y su objetivo específico.

—¡Como ordene!

 

Pero a pesar de que, por un momento glorioso, sintió una ventaja en esa batalla…, pronto vio en el cielo más misiles dirigidos hacia su posición. Tenía que destruirlos si es que quería conservar la integridad de su hogar, pero más que eso… debían saber el nombre de los idiotas que osaron atacarlo para devolverles la cortesía.

 

 

Prioridad…

 

 

En su camino hacia los subsuelos se halló con todo el personal de limpieza y cocina quienes corrían con implementos básicos en manos. Fon vigiló que ninguno se quedase atrás y trataba de que todos mantuvieran la calma y disminuyeran la velocidad de traslado para evitar accidentes.

En brazos aún mantenía a los dos pequeños y aun así intentaba hacer varios trabajos a la vez.

 

—Fon-san —la desesperada vocecita no se había detenido hasta ese momento—, necesitamos ir con papá —exigía siempre lo mismo, una y otra vez sin rendirse.

—No, Taiki —respiró profundo porque incluso él quería ir con Tsuna—. Nosotros debemos ayudar a todos a ponerse a salvo.

—Pero quiero ir con papá —sus ojitos cristalizados por las lágrimas retenidas—, no quiero dejarlo solo… Quiero estar con él o de un momento a otro él también se irá —el miedo en ese iris color chocolate le rompió el corazón.

—No lo hará —Fon miró al pequeño con tristeza—, él vendrá por ti y por tu hermana.

—Permítame ayudarlo, Fon-sama —una de las sirvientas estiró los brazos, pero Isabella lanzó un gritito y se aferró aún más al pecho del azabache.

—Tranquila —negó suavemente— no los puedo soltar —y sinceramente no quería hacerlo tampoco—. Vamos, tenemos que llegar al sector de seguridad.

 

El subsuelo tenía algunos pasajes hacia diferentes zonas, pero sólo un par de esos tramos eran los destinados como ruta de emergencia. En esa ocasión todos se internaron a uno solo, incluso los médicos que trabajaban ahí estaban colaborando para que todos fueran al lugar correcto.

Fon se preguntó si todo el subsuelo estaba asegurado pues al ala hacia donde se dirigían era contraria a la parte adecuada para que Dayane reposara. Confiaba en que sí pues no podía ir a verificar, no con los niños a los que no iba a soltar.

 

—Chrome —miró a la chica que llegaba agitada y ella sólo le sonrió sutilmente.

—Ya todos los civiles están aquí —informó entre jadeos.

—¿Y Tsuna? —la mirada de los niños entonces enfocó a la niebla quien se mordió el labio ante su pregunta.

Boss, está bien —sujetó la compuerta metálica detrás de ella y procedió a cerrarla—. Está ayudando a todos en la defensa. No hay que preocuparse —miró a los dos pequeños y les dedicó una sutil sonrisa—. Boss es muy fuerte.

—Quiero ir con papá.

—Él dijo que bajaría en cuanto le fuese posible —Chrome miró a los niños y les acarició las cabecitas para reconfortarlos—. Él confía en que ustedes sigan con las instrucciones y cuiden de toda la familia —señaló a los empleados que tomaban asiento en las bancas y ordenaban todos los implementos que trajeron al refugio.

—Vamos, tomemos nuestros lugares también —Fon ignoró el leve temblor que comenzó de nuevo y suspiró—. Esperaremos tranquilamente a su padre aquí, ¿está bien?

 

Los niños no le contestaron, sólo miraron la enorme puerta metálica que dejaron atrás y vieron como la segunda puerta de seguridad era cerrada tras darse un sonido parecido a un crujido y un leve pitido.

No dijeron nada más pero tampoco quisieron soltarse de la persona que los cargaba a ambos. No quisieron alejarse mucho de las puertas y siempre estaban pendientes de la pequeña pantalla que mostraba el video de lo que sucedía detrás de las dos puertas de seguridad. Esperaban a su padre y a nadie más. Al menos no hasta que vieron a dos figuras que de pronto aparecieron en la pantalla que mostraba el video de la salida de la primera compuerta de metal.

 

—Abuelita, abuelito —Bella miró la pantalla y estiró sus brazos con desesperación.

—Chrome —Fon llamó a la encargada de todo y ésta presionó un comando para abrir la primera puerta y salir por aquellas dos personas.

 

Por la pantalla vieron cómo el rubio corpulento hablaba de algo que ellos jamás escucharían por la falta de sonido en el video, y después apreciaron a la castaña sostener las manos de su esposo mientras negaba. Poco duró esa escena, después Chrome ingresó al refugio junto con Nana.

Fue predecible que Iemitsu se fuera de ahí para poder apoyar en la defensa de la mansión, después de todo, formó parte de la Vongola activa hasta hace un tiempo. Era un especialista y su ayuda sería clave de ser el caso.

 

—¡Taiki, Bella! —Nana apareció de pronto detrás de algunas sirvientas—. Mis niños, me alegra verlos bien —los abrazó y besó con desesperación. Sus lágrimas aun cursaban la piel de sus mejillas y aun así intentaba sonreír.

—Nana-san —Fon le tendió a Bella quien en seguida se aferró al cuello de su abuela—, todo estará bien.

—Lo sé —sonrió a pesar de que sus labios temblaron—. Lo sé. Confío plenamente en mi esposo y en Tsu-kun —para este punto hasta la ingenua castaña ya debió haberse enterado de todo.

 

 

Defensa…

 

 

Jadeaba, sus ojos se sentían pesados, sentía sus dedos punzarle y su cuerpo temblar por el uso excesivo de energía. No le importó usar sus llamas hasta el límite con tal de librarse de la mayoría de misiles y de atacantes en dos de las alas de la mansión, pero parecía que sus esfuerzos no servían de nada porque seguía escuchado los disparos, gritos y metal crujiendo a lo lejos.

Sus guardianes y subordinados mantenían un perímetro de seguridad, seguían peleando para que el enemigo no ganara terreno. Los casquillos seguían cayendo en el césped, los cuerpos se marchitaban en el suelo, el aire contenía la esencia de quemaduras, y el humo se esparcía por doquier.

Parecía una zona de guerra pues lo que fue un bello jardín lleno de flores… ahora sólo era un conjunto de zonas quemadas donde cuerpos reposaban sin vida.

 

—Furume —Tsuna miró a Ryohei a su lado quien jadeaba mientras se limpiaba el sudor de la frente y la sangre de su labio—. Acabo de reconocer su insignia en muchos de mis oponentes.

—Ellos —tragó duro antes de ponerse en pie y mirar al cielo. Los misiles ya no llegaban, seguramente se les terminó la artillería pesada—. No puede ser.

—Pero hay algo más —miró a su cielo con seriedad—, vi algunos que no tienen insignia… parece que no pertenecen a una familia.

—Captura a uno, así sabremos quién lo contrató y por qué.

—¡Juudaime! —un jadeante Hayato se le acercó con prisa—. Hibari… está por llegar.

—Al fin —el castaño sostuvo su brazo tembloroso y lo apretó con fuerza—. Ordena que todos retrocedan y trasladen a los heridos a la zona de enfermería.

—La orden ya fue dada —respiró antes de girar levemente para verificar que Uri siguiese ayudando a los demás para ahuyentar a quienes seguían en pie—. Juudaime, puede dejar el resto en nuestras manos —sonrió al final.

—Gracias —sabía el significado de esas palabras, así que respiró profundo y apagó sus llamas—. Gracias —se giró hacia la mansión sin hacer caso al desastre de algunas zonas—, pero no bajen la guardia.

—Confía en nosotros, Sawada. ¡Lo defenderemos, al extremo!

 

Tsuna quiso reírse por un momento pues era gracioso ver el deplorable estado del impecable traje de sus guardianes. La tela rota, rasgada, quemada, rojiza, era una imagen muy extraña. Le trajo recuerdos, unos buenos y otros malos. Hasta sintió que podía confiar en ellos plenamente otra vez.

 

—¡Boss! ¡Invadieron el subsuelo! —todos se quedaron estáticos al escuchar la voz desesperada de Chrome por los intercomunicadores en sus oídos— ¡Los sistemas fallaron! ¡Las puertas se abrieron!

—Reborn —Tsuna apretó el botón para comunicarse con todos mientras empezaba a correr—, por favor —su antiguo tutor estaba cerca, él podría evitar una desgracia.

—Me adelanté, dame-Tsuna —la voz profunda del asesino sonaba algo cansada—. Que nadie más abandone sus puestos de batalla.

—Maldición —Tsuna no dejó de correr, le importó poco la orden indirecta que Reborn le dio. Estaba lejos del ingreso al área de seguridad, pero no iba a detenerse hasta llegar—. Maldición.

 

“Los sistemas fallaron”, era obvio que eso no pudo haber pasado con Spanner, Giannini y Shoichi a cargo de todo. Era indiscutible que algo más estaba pasando. Estaba claro que no sólo hubo infiltrados entre los Simon, sino también en Vongola.

Ahora se sintió estúpido por no prever aquel comportamiento en su enemigo.

«Pagarán»

 Juraba que iba a encontrar a todos los involucrados e iba a interrogarlos él mismo. Nadie se metía con su familia y seguía con vida así de fácil. No le importaba si tenía que destruir a un centenar de personas si es que con eso acababa con aquella estupidez de una sola vez. No le importaría sacrificar todo con tal de…

 

—Oh no —Tsunayoshi se detuvo cuando ingresó a lo que hasta hace un tiempo fue la entrada de la mansión—. Oh no —se sujetó de una pared y jadeó—. No puedo empezar con esto ahora —se recriminó por aquellos deseos oscuros que empezaron a invadirlo de repente.

 

Pero no tenía tiempo para autocastigarse por ese lapsus de oscura necesidad asesina. No. No cuando a lo lejos escuchó un grito femenino que imploraba por ayuda. No era momento de desconcentrarse, necesitaba llegar al lugar indicado lo más rápido posible.

 

 

Descontrol…

 

 

Había sido todo tan de repente. Las cámaras que daban vista del exterior de ambas puertas de seguridad se apagaron por dos minutos, las luces titilaron sin control hasta que incluso se quedaron a oscuras por unos segundos, y después un sonido parecido a engranajes resonó por un corto tiempo. Chrome apenas y pudo detener la puerta que los unía con el exterior para que no fuera abierta, Fon la ayudó de inmediato y el pánico general estalló cuando las luces normales se apagaron para después verse iluminados por un rojo intenso. Se escucharon las órdenes para que salieran de ahí dadas con tono grave por parte del grupo de hombres que estaban encargados de los sistemas de defensa.

Sin embargo, Vongola era un mar de sorpresas.

La voz de Giannini resonó por un pequeño parlante que brotó de una de las paredes, el hombre ordenó una evacuación de emergencia y una puerta se abrió en la pared contraria a la compuerta que Fon y Chrome sostenían para que no fuera abierta. Todos corrieron, las sirvientas escoltaron a Nana quien cargaba a Bella y una más tomó a Taiki en brazos a pesar de que éste protestó a todo pulmón.

Los dos pequeños no dejaron de gritar porque dejaban atrás a Fon y Chrome, pero no hubo tiempo para detener su pánico. Debían salir de ahí lo más antes posible.

 

—Cuando cuente tres… la soltamos y empezaremos el contraataque —Fon miró a Chrome asentir—. Uno… dos… —aflojó su presión y retrocedió un paso.

—¡Tres! —saltaron hacia atrás y se alistaron para el enfrentamiento—. ¡Fon-san! —pero eran diez personas armadas— ¡Retroceda!

—¡Chrome! —derribó al primer oponente con facilidad tras saltarle encima—. ¡Pide ayuda y protege a los demás! —se agachó para evitar los primeros disparos.

—¡Sí!

 

Pero antes de irse, la pequeña ilusionista hizo un movimiento clave para ayudar al antiguo arcobaleno de la tormenta. Metió a la mitad de los hombres en una ilusión que los hizo gritar y confundir a sus demás compañeros. Fon no desaprovechó esa ventaja y se lanzó al ataque casi al instante para deshacerse de los que aún estaban en pie.

No podía permitir que alguno de ellos fuera tras los civiles. No dejaría que uno de esos tipos se convirtiera en la amenaza de los herederos de Vongola. No iba a dejar que ninguno de ellos pasara. No mientras él pudiese seguir peleando.

 

—No contábamos con uno de ellos —portaban máscaras negras que cubrían casi todo su rostro, por eso Fon no pudo apreciar el desconcierto que los inundaba.

—Informa al jefe —su voz deformada hizo eco antes de que sus compañeros se levantaran.

—¿Quién es su jefe? —Fon estaba en posición de ataque mientras rodeaba cuidadosamente al grupo que logró desarmar—. Si responden, esto acabará rápido.

—Esto no es lo que se nos informó —bufó uno de los hombres que se quitaba los guantes dispuesto a dar batalla—. Un antiguo arcobaleno… —tronó sus dedos antes de toser—. ¡Maldición!

—Querrás decir dos —gélida, profunda, intimidante, la voz de Reborn resonó en la entrada invadida; después sólo se escuchó un golpe sordo debido al cuerpo que acababa de caer.

—Maldición —cuatro quedaban en pie, asustados porque sabían a quien se enfrentaban—. Escuadrón B239 —elevaron las armas recuperadas con cautela mientras el desconocido seguía informando—. Vamos a caer. Dos chupetes están en las instalaciones.

—Reborn, ¿me haces el honor? —Fon extendió su palma para señalar a sus oponentes.

—Veamos qué les puedo sacar antes de que los mate —acomodó su fedora antes de erguirse y mover sus hombros en círculos.

—Diviértete —el de trenza sonrió antes de girarse a la salida posterior de esa sección—. Yo iré por los niños.

 

Un disparo detuvo a quien tuvo intenciones de derribar a Fon antes de que éste abandonara el lugar. La sonrisa torcida del asesino dejó helados a los enemigos quienes temblaron al imaginarse lo que les esperaba. Ahogaron un grito cuando las puertas se cerraron y quedaron encerrados con ese hombre. No se dieron más de tres disparos y en menos de cinco minutos Reborn supo todo lo que debía saber antes de arrebatarle la vida a esos idiotas que creyeron poder dañar a su cielo.

Así de fácil y rápido.

Muy aburrido si le preguntaban. Incluso bostezó cuando atravesó las dos compuertas de seguridad que se suponían debieron resguardar a todos los civiles.

No era divertido dejarlo todo así, por eso se hizo de la vista gorda con el quinto sobreviviente de ese grupo. Quería saber qué haría un idiota como ese, aunque no sería algo demasiado significativo considerando que ni siquiera usó alguna llama durante la batalla. Sólo era una basurita que fingió estar muerta y que al verse sola en esa habitación tomaría la ruta que más le convenía.

Reborn supuso que esa alimaña iba a huir y con ello dejaría un rastro que los guiaría a la mente maestra de ese atentado. Ignoró la orden de Tsuna por detener al enemigo por completo. Cometió un pequeño fallo a propósito en pro de un bien mayor… y sería un error que le costaría caro.

Fon llegó con el grupo de escape tan rápido como pudo, mismo que constaba de no más de veinte personas. Se quedó junto a Nana quien abrazaba a Bella y cargó a Taiki para apresurar sus pasos. Se disculpó por el mal rato que les hizo pasar al dejarlos solos y siguió la ruta indicada por la voz de Giannini hasta que salieron a uno de los pasillos de la mansión en el primer piso.

La intención era salir del subsuelo, atravesar el ala Este y bajar a un túnel subterráneo que los llevaría fuera de los límites de la mansión, hacia el bosque detrás de ésta para ser exactos. Terreno de difícil acceso, pero por donde seguramente estaría llegando el equipo de CEDEF para ayudarlos con el escape final.

Simple, eficaz y una idea implementada por Spanner como segundo método de escape.

Fon iba casi al final, Chrome lideraba a todos trazando el camino a seguir. Ambos centrados en prevenir algún fallo y esperando a que todos sus compañeros estuvieran bien. Confiando ciegamente en que cada uno seguiría con su trabajo específico y coordinado.

Los disparos y demás seguían escuchándose fuera de la mansión que planeaban abandonar con sigilo, ignoraban el ruido y seguían con prisa. Al menos ya no temblaba y era un alivio para todos. Con cuidado hallaron la entrada al túnel que sería parte del último tramo, se sintieron dichosos porque ya solo faltaban unos metros para estar a salvo.

 

—Nana —Fon mantuvo la calma mientras cedía la custodia de Taiki a la mujer que estaba bajando por las escaleras verticales—, por favor cuide de él.

—Pero…

—Chrome —miró a la chica que al final de esas escaleras ayudaba a Taiki a bajar—, mantén la calma.

—¿Fon-san? —elevó su vista y conectó su mirada con la marrón de Fon antes de…

—¡Corran! —fue la única orden que les dio antes de tomar su nuevo rol.

 

Apenas pudo moverse para esquivar el disparo, incluso escuchó el silbido cercano de la bala que le fue destinada. Percibió a todos gritar en el túnel, a Bella llamarlo desesperadamente mientras Taiki pedía que no dejasen a nadie atrás. Fon los miró por una última vez antes de intentar cerrar la puerta de acceso a ese subsuelo, pero la lluvia de balas sólo le permitió rodar para alejarse.

Tenía que bloquear esa entrada lo más pronto posible, por eso tomó el primer mueble que vio y lo aventó a su atacante para poder acercarse de nuevo a la apertura en el suelo. Intentó cerrar la compuerta una vez más. Era su prioridad marcar un muro entre el enemigo y el legado de Vongola.

 

—No me pagaron lo suficiente —pero el enemigo fue rápido y el arma automática parecía no terminar con sus municiones.

—¿Qué es lo que quieres con exactitud? —respiró profundo antes de interponerse entre el tirador y el acceso por donde escapaban todos los demás.

—No tengo por qué responder —una nueva oleada de disparos, un oponente que se movía con rapidez esquivando las municiones y usando todo a su alcance como escudo—. ¡Deja de moverte! ¡Maldita sea!

—Si no puedes darme —Fon lanzó un jarrón antes de acercarse con pasos largos hacia el enmascarado— significa que eres un pésimo —pateó el estómago del individuo y tiró de la correa de aquella arma para lanzarla lejos— asesino.

 

Lo que Fon no se esperó es que antes de que pudiese dar el golpe final, un estallido se diera por encima de su cabeza. Esquivó los escombros como pudo, pateó cuantas piedras pudo para que no cayeran al ingreso del túnel y se forzó a llegar hasta la compuerta aún abierta. No bastó. Sintió a tres tiradores tenerlo como objetivo.

 

—Acepto que son sigilosos —añadió mientras detenía sus movimientos para no alterar a sus oponentes.

—Logramos llegar —sonrieron los dos recién llegados; dos rubios que parecían ser gemelos, aunque diferían en el color de sus ojos.

—Tardaron mucho… El otro casi me asesina, idiotas.

—Bueno, bueno… Ahora… Matemos a este y vamos por los mocosos.

—Así que buscan a los niños —Fon deslizó suavemente su pie para colocarse en posición de ataque.

—Era el plan…, pero creo que salió algo mejor.

 

Fon vio a uno de esos rubios apuntar al pasillo que él atravesó para llegar a ese acceso, no entendió bien hasta que escuchó un jadeo lejano y las pisadas presurosas de alguien que se acercaba. Quiso detener el ataque usando una roca para dañar la muñeca del tirador y lo logró, pero —como si esos dos estuvieran interconectados—, el otro suplió el lugar y disparó sin miramientos.

La detonación se dio a la vez que el primer enemigo desenvainaba una espada corta que escondió entre su uniforme. Fon soltó un jadeo, tomó impulso y atacó a los tiradores. Pero no podía ser lo suficientemente rápido para ayudar a todos y por eso escuchó a lo lejos la queja queda de quien cayó de espaldas tras recibir la bala.

Rogó porque en realidad la bala hubiese fallado.

 

—¡El pez gordo!

 

Fon sabía de quien se trataba, pero no pudo priorizarlo. No podía fallar. Tras deshacerse de uno de los rubios y lanzarlo lo más lejos posible, alcanzó el acceso al túnel y lo cerró con prisa esquivando apenas la primera bala del otro enemigo y sintiendo su carne abrirse por la siguiente munición detonada. Jadeó antes de rodar lejos, pero poco le importó el ardor en su antebrazo. Corrió hacia quien necesitaba su ayuda.

 

—Tsuna —jadeó.

 

El castaño apenas se había levantado y encendido sus llamas para activar sus guantes, con ellos evitó que el filo de la espada corta llegara a penetrar su cráneo. Respiraba agitadamente y su cuerpo aún estaba en shock por el disparo que esquivó gracias a su intuición —ni siquiera supo cómo logró salvarse de esa—. Empujó al enemigo y se preparó para un enfrentamiento a corta distancia, uno que no lo dejó ni siquiera procesar la información de lo que estaba pasando.

¿Cómo era posible que la zona —que se suponía debía ser una ruta de escape segura—, estuviese invadida de enemigos? ¿Dónde estaba Reborn quien se suponía custodiaría esa sección? Dudas que no se pudo responder porque Tsuna tuvo que defenderse lo mejor que pudo a pesar de lo cansado que estaba por haber usado sus llamas en pro de proteger la mansión. Lo único bueno era que Hibari seguramente ya puso orden fuera de ahí y que Hayato le avisó que los Simon arribaron también.

 

—¡Tsuna, aguanta un poco!

 

La voz algo alterada y cansada de Fon le hizo descuidarse un solo segundo, apenas y pudo verlo un poco más lejos enfrentándose a dos individuos, pero poco pudo hacer porque él tenía su propia afrenta.

¿Dónde estaban sus hijos? Esa pregunta le estaba apuñalando a cada segundo y por eso trató de terminar con todo de un solo movimiento.

 

Zero… —se alejó lo suficiente para calmar su estado— Point Break

—Juudaime, ¡¿dónde está?!

—¡SAWADA!

—Hayato —sus piernas temblaron porque sintió alivio, pero descuidó su postura—. ¡Ryohei!

—Que error tan brutal —su oponente soltó una carcajada y Tsuna volvió a centrarse, pero fue tarde— ¡Muere, Vongola!

 

En esa tarde se derramó la sangre de muchas personas. Algunas perecieron y otras se envolvieron en un letargo pasajero. Pero lo más importante fue que algunas heridas pudieron ser evitadas mediante la toma de decisiones exactas.

Y, sin embargo, no se podía creer en un “¿qué hubiese pasado sí…?”.

Las consecuencias de todo quedarían marcadas en la piel de “inocentes”.

 

 

Continuará…

 

 


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