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Mi rojo cielo por 1827kratSN

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Se cumplía un año, aun no podía creerlo. Y aunque era verdad que el cuerpo de Dayane dejó de estar vivo hasta hace poco, su muerte fue declarada un año atrás y para todos era la fecha de aniversario para la difunta esposa del décimo Vongola. Fon también quiso respetar esa fecha para despedirse correctamente —puesto que no pudo participar en la ceremonia con las cenizas en el mar—, y charlar un poco con aquella dulce estrella que dejó de titilar. Por eso pisaba el césped de ese cementerio mientras buscaba el sector correspondiente a la última morada de Dayane.

En sus manos se hallaba un ramo de margaritas blancas, violetas y amarillas; un detalle sencillo y colorido para mostrar respeto hacia la madre de dos niños sumamente cariñosos. Sonrió. Tsuna en alguna ocasión le dijo que tanto Taiki como Isabella heredaron la sonrisa de Dayane, y Fon deseó que en algún momento se hubiese fijado más en ese detalle pues ahora viviría con la incógnita de si esa comparación era cierta o no. Pero jamás pensó que la esposa del décimo Vongola sería tan especial para él también.

Acomodó el pequeño detalle en uno de los floreros de metal que rodeaban la lápida que dictaba el nombre de Dayane Sawada, quitó las flores marchitas que se hallaban en el florero adjunto y también limpió parcialmente los alrededores de la placa. Suponía que Tsuna y los niños aun no llegaban, así que les dejaría el resto de esa tarea porque seguramente planeaban limpiar todo ellos mismos. Sonrió al detallar el símbolo de Vongola tallado —seguramente a mano—, y finalmente suspiró.

Quiso hablar con ella a solas por un momento…, pero en ese instante no supo qué decir.

Tenía algunas cosas que contarle con la esperanza de que su espíritu lo escuchara, pero no sabía qué tema escoger o si era conveniente de tratar. Se creía un poco culpable pues él había presenciado detalles de los hijos de Dayane que tal vez ella quiso vivir. Se sentía algo incómodo también pues se había enamorado de la persona que Dayane amó incondicionalmente en vida. Irónicamente esos eran los temas a tratar.

 

—Lo siento.

 

Lo sentía de verdad porque de cierta forma se robó una partecita de la vida que Dayane debió vivir, o al menos eso le pareció. Las sonrisas de Bella y de Taiki, las frases que la pequeña daba de forma completa, los sueños que Taiki expresaba a través de dibujos, la bondad que ambos pequeños mostraban en cada gesto, la madurez que adquirieron poco a poco, y la evolución de Tsuna quien ya podía mantenerse firme al enfrentar su vida como líder de Vongola…, todo eso debió verlo Dayane y no él.

 

—No quiero tomar tu lugar, Dayane —juntó sus manos y las posó sobre su abdomen para respirar profundo. Centró su mirada en la placa con el nombre de ella y se decidió a pronunciar su pedido—. Y aun así…, permíteme formar parte de sus vidas.

 

Era uno de los pocos deseos egoístas que Fon tenía, uno comparado con aquel que lo llevó a cuidar de I-pin y convertirla en una poderosa guerrera, aunque por diferentes cuestiones se convirtió en algo diferente. La vida era caprichosa y a veces jugaba sucio, pero no podían manipularla a antojo. Sin embargo, en esta ocasión, ¿estaría bien el insistir en un capricho propio? No estaba muy seguro y no tenía forma de conocer la respuesta dada por alguien más, pues no confiaba tanto en un ajeno como para volverlo su consejero.

Era divertido en parte.

Fon, como todos sus antiguos compañeros de maldición, siempre se guardaba las cosas para sí mismo pues no confiaba en nadie, mejor dicho, no podía confiar en ajenos. Su pasado aún les pesaba a todos y siempre lo hizo. Suponía era su castigo por haber hecho daño a personas que no se lo merecían. Ni siquiera cursando esa segunda vida —iniciada siendo apenas un bebé con la maldición revocada—, no todos lograron terminar con esa soledad que los condenaba. Al menos Fon lo creía así.

Por eso envidió a Reborn en cierta medida, porque él se unió a Vongola y formó parte de una bella familia. También envidió a Luce, pero por razones diferentes que involucraban la paz del alma.

 

—¿Debo seguir alejándome? —apretó los labios ante la pregunta lanzada— Porque sinceramente eso es… doloroso.

 

¿Sería el único sintiéndose así? Esperaba que no porque añorar a alguien que no te es recíproco sólo te lleva al desastre. Fon rio suavemente en medio de ese silencio meditabundo y acarició las flores que recién colocó. Era extraño volver a sentir esa necesidad de poseer lo que deseaba sin importar las consecuencias y ya no sabía qué hacer con esa sensación extraña que no lo dejaba respirar en paz ni meditar como se debe.

 

—¿Fon-san?

 

El azabache se espantó a tal punto que su cuerpo se puso rígido y dio un paso hacia atrás. Fue muy gracioso el saber que nuevamente podía bajar la guardia hasta ese punto. Se sintió como un niño de nuevo, uno que había sido descubierto haciendo una travesura. Y tal vez fue por eso que no contestó y se giró lentamente hasta que pudo presenciar a las tres personitas de ojos marrones que lo miraban.

No calculó bien el tiempo. Su intención sólo fue visitar a Dayane y retirarse para dejarle privacidad a los Sawada…, pero al parecer a ellos también les gustaba madrugar.

Fon logró sonreír y reverenciar ligeramente antes de que los más pequeños corrieran a su encuentro y se aferraran a sus piernas. Había extrañado esas caritas sonrientes y emocionadas. Y también añoró ver la curva ligera en labios del décimo cielo junto con esa mirada que brillaba con inocencia nata. Con sólo verlos olvidó la culpa que lo había estado azotando últimamente y marchitó las dudas también.

 

—No me esperé el encontrarlo aquí.

—Quise ofrecerle a Dayane una oración al menos.

—Me hace feliz el verlo aquí.

—Pensé que vendrías con tus padres y el líder de Simon.

—Ellos vendrán después. Nos dejaron adelantarnos para que pudiésemos arreglar las tumbas de Dayane y Ángelo nosotros mismos.  

 

Arreglar la última morada. Sonaba algo que requería silencio y lágrimas, pero no fue así.

Fon no habló más de lo necesario, pero en el caso de los niños y del propio Tsuna fue todo lo contrario. Ellos platicaron con Dayane como si la tuvieran en frente, como si no fuera ya un alma intangible, sino como si viviera y estuviera junto a ellos. Escuchó a los niños contarle a su difunta madre sobre lo que habían hecho esa semana, de sus abuelos, las clases que tomaban junto a Tsuna y sus deseos por seguir con Vongola para proteger a todos. Los vio sonreír al dejar las flores y finalmente los acompañó en la oración hacia la, por siempre, estrella de Vongola.

No hubo lágrimas, ni siquiera Tsuna se lo permitió.

Sólo hubo amor y devoción hacia la memoria de la persona que amaban.

Iemitsu y Nana fueron los siguientes en llegar. Fon se sorprendió por la calidez del saludo y por el abrazo sorpresivo —y para qué mentir, un tanto rudo—, dado por Iemitsu. Después vio a Diana llegar junto con Enma, misma que se sujetaba fervientemente del brazo de su esposo y caminaba despacio debido a su vientre ya notable; y a Leo que se lanzó a saludarlo con entusiasmo pidiéndole casi al instante que en alguna otra ocasión también le enseñase Tai-chi pues sus primos le habían dicho que era divertido.

Era una hermosa familia.

Pero no era toda la familia.

Fon se quedó por petición de Nana y los niños, así que no se sorprendió cuando recibió tres pares de miradas que le enviaron un mensaje claro de reproche, sin embargo, también recibió saludos cálidos y sorprendidos dados por los más jóvenes guardianes o efusivos por los que parecían más brillantes con cada día. Y al final se volvió parte de esa familia que completó el arreglo floral en las tumbas de Dayane y Ángelo Sawada.

Y también fue arrastrado a la mansión para el almuerzo familiar.

 

—¿Cómo te escapaste? —Reborn era el más enfadado con su presencia, eso se notaba claramente y era raro porque su amigo siempre se caracterizó por su calculadora personalidad.

—¿Por qué me colocaste un guardián?

—No eres bienvenido aquí, Fon —no podía ser más directo.

—Reborn, es mejor que respires y te calmes porque estás perdiendo los estribos. Y por si lo dudabas, no planeé esto.

 

En serio que no lo planeó, en realidad hasta el día anterior se hallaba en una de las montañas más altas de China, meditando como planeó desde que viajó tras el cumpleaños de Taiki y riéndose por las quejas de Skull por lo aburrido que estaba. Pero al ver el calendario y darse cuenta de las culpas que no lo dejaban en paz, sólo decidió irse.

Perder a Skull no fue fácil pues, a pesar de que todos lo consideraran como el más débil de los antiguos arcobalenos, tenía habilidades destacables como los demás. Fon tuvo que pelear un poco con el inmortal, escapar, despistarlo con rastros falsos y al final pagarle a alguien para que distrajera al vándalo por unos minutos. Después sólo tomó el primer avión disponible, ni siquiera esperó a descansar un poco del viaje y se dirigió al cementerio. Su plan impulsivo fue tal que en ese momento sólo tenía la muda de ropa que usaba, su cepillo de dientes y una pequeña pasta dental, además de sus documentos y tarjetas para comprar el boleto de regreso.

Hace tanto que no era así de imprudente.

Pero al ver las caritas felices de los niños, de sentirse incluido en la conversación de todos, de haber platicado con Dayane durante un momento, y de sentir que sus preocupaciones fueron absurdas, reconoció que su imprudencia fue correcta. Además, Tsuna parecía sinceramente contento y su estado de ánimo se contagiaba en todos los demás.

A pesar del día que simbolizaba un año de dolor, todo pareció regresar a la normalidad dada antes del desastre.

Terminaban el postre en tranquilidad pues muchos se habían retirado a seguir con sus labores o simplemente se fueron con los niños a jugar; Fon no siguió a los pequeños en esa ocasión pues por error comentó que no había siquiera tomado un respiro desde que llegó a Italia y lo dejaron. Fue así como se dio la oportunidad de hablar con Tsuna a pesar de que tenían un par de vigilantes…, en realidad eran cinco.

 

—Lamento haber interrumpido su ritual.

—No es un ritual, Fon-san —Tsuna relamía la cuchara del helado—, sólo fue una visita más.

—Es un aniversario —la voz de Gokudera fue tranquila, explicativa, era el único que siempre se mantuvo en un margen estricto—, por eso juudaime y los niños fueron primero al cementerio.

 

Fon miró a Tsuna y éste hizo una leve seña negativa simbolizado que en realidad nadie más aparte de los más cercanos —quienes conocieron el estado de Dayane antes de su desconexión—, sabían la fecha real del deceso. Lo entendía. Tsuna tenía derecho a guardar secretos como cualquier persona normal y Fon no sería quien revelara detalles que no le competían.

 

—No seas grosero, estupidera —Lambo y Chrome se mantenían sentados en esa mesa a pesar de que fueron de los primeros en terminar con su almuerzo—. Fon sabe más detalles que tú, así que recalcarle que es el aniversario es muy…

—¡Cállate, vaca tonta!

—Ahí van —suspiró Tsuna dejando su copa y la cuchara de lado, esperando por la pelea venidera.

—Ya que el gato arisco empezó con las groserías, kufufu —no había duda que Mukuro era uno de los más problemáticos, y eso que no estaba Hibari para completar el desastre—, yo debo preguntar directamente —miró a Fon torciendo una sonrisa maliciosa—, ¿cuándo se va el intruso?

—Mukuro —advirtió Tsuna, pero sólo escuchó la risita de su niebla mayor.

—Eso no le incumbe, Mukuro-sama —Nagi habló con mayor elevación de la que acostumbraba—, además, eso no debería afectarle pues usted se va de misión mañana.

—Mi pequeña Chrome se ha puesto en mi contra… —fingió llorar—. Me duele.

—Me iré pronto —Fon decidió terminar con eso—, en cuanto compre el boleto de vuelta a China.

—¿China? —Fon había olvidado que jamás dio un lugar exacto de estadía—. ¿Por qué allá?

—Hay alguien esperándome —sonrió al recordar a Skull—, y si no vuelvo lo meteré en problemas.

—Ya está en problemas —añadió Reborn mirando al azabache de trenza—. Secundo a Mukuro, ¿cuándo te vas?

—Un aliado poderoso, kufufu.

—Pues… —Fon estaba pensando en las palabras correctas a usar para no arruinar esa conversación arisca ni ese día especial.

—¿Es importante lo que está haciendo allá? —Tsuna pareció no notar el tenso ambiente dado en contra de Fon—. Lo digo por su estadía tan corta aquí.

—Pues…

—Sí, es muy importante y debe irse, dame-Tsuna.

—No te lo está preguntando a ti, ¡estúpido Reborn! —todos se sorprendieron por el repentino cambio de humor en Lambo quien incluso golpeó la mesa—. Ah, sí, lo siento, Chrome —miró a la muchacha a su lado—, me alteré.

—Habrá un muerto para la cena —Mukuro sonrió de lado porque todo se estaba poniendo muy interesante.

—Si quiere puedo ayudarlo a conseguir un vuelo, Fon-san —Gokudera jugó con sus dedos y ejecutó la estrategia recién creada en su mente—. O si el juudaime lo permite, podemos dejarle el avión privado…

—¿Por qué no se queda? —la propuesta de Tsuna fue inesperada y calló a la mayoría—. Incluso puede decirle a quien le espera que venga, y pueden terminar sus pendientes aquí.

 

Lambo se tensó, analizó la posición de todos en el comedor y le murmuró a su amiga un «Chrome, alístate» porque era obvio que las cosas estaban hirviendo en ese momento. Su cielo había encendido la llama del caos y los celos; tal vez ni siquiera se dio cuenta de lo que hizo, pero era muy tarde para remediarlo, para detenerlo. Y Fon, él al parecer estaba tan sorprendido por la repentina propuesta que se quedó en silencio, o tal vez lo estaba analizando.

 

—No quiero molestar.

—No lo haría, Fon-san —Tsuna sonrió—. Los niños lo extrañan, incluso Leo quiere que usted le imparta algunas clases, así que sería agradable tenerlo por aquí permanentemente.

 

Chrome sonrió sutilmente a la par que Lambo soltaba una carcajada porque no sabían si su cielo estaba o no consciente de esa obvia excusa dicha, y a la vez se enternecieron porque de alguna forma la reacción de Fon no se la esperaron. Tal vez el azabache tampoco fuera consciente de algunas expresiones que sólo dejaba brotar cuando estaba junto a Tsuna, y la de ese momento era una de ellas: una sonrisa dulce y un leve matiz rosado en las mejillas.

Chrome y Lambo creían seriamente en que debían tomarles una fotografía que llamarían: “antes de que se dieran cuenta”.

 

—Puedo… considerarlo, Tsuna-kun.

—¡No! —al fin la voz de Reborn se elevó incluso dejando atrás a la de Mukuro, porque el enfado superó su razón y sus puños apretados se tornaron blancos—. ¡No lo considerarás y te irás inmediatamente!

—Al fin estalló —murmuró Lambo a la vez que se preparaba por cualquier cosa.

—Lamento contrariarte en este momento, amigo mío —Fon no perdió la calma ni por la sorpresa generada por la reacción de Reborn—, pero no haré lo que me estás ordenando puesto que no tengo por qué obedecerte.

—Te irás ahora con Skull, te mantendrás alejado y ¡no quiero negativa alguna! —golpeó la mesa y empujó su plato hasta que este cayó y se trizó en el suelo.

—Reborn —Tsuna miró a su antiguo tutor con una ceja levantada—, ¿estás bien? No te había visto perder los estribos… jamás.

—No más —se levantó sin dejar de mirar a Fon—. Fue suficiente.

—¿De qué hablas, Reborn?

—¿No estabas de luto aún, dame-Tsuna? ¿No fue eso lo que nos dijiste?

 

Tsuna lo recordaba muy bien pues no fue una experiencia bonita ni una plática amigable la que tuvo que mantener con Gokudera, Mukuro y el propio Reborn en la privacidad de su despacho hace algunos días. Es más, pudo considerarlo como uno de los peores momentos de su vida. Pero fue necesario porque ya no soportaba las insinuaciones cada vez más claras de esos tres, quienes intentaban por todos los medios tener más tiempo con él o simplemente invadir su espacio personal.

Los tuvo que detener porque lo que Lambo dijo fue verdad y esos tres se estaban peleando por “conquistarlo”. Jamás se enfadó tanto con los tres, pero después de verlos pelearse por “¿a quién le tocaba galantear?” tuvo que darles un ultimátum de su negativa a aceptar algún tipo de propuesta sentimental. Les dijo directamente que los coqueteos sólo lo estaban incomodando pues su luto estaba aún muy latente y lo respetaría el tiempo necesario hasta que su corazón sanara…, porque siempre amaría a Dayane y aun no estaba listo para empezar de nuevo.

 

—Dijiste que respetáramos tu luto y parásemos…, y eso hicimos Tsunayoshi-kun —Mukuro se cruzó de brazos y frunció el ceño—. Pero al parecer tu “luto” no aplica con todos.

—Mukuro —Tsuna se enderezó antes de fruncir levemente su ceño—. No sé de qué me estás hablando, así que explícate con claridad.

—Lo sabía —Chrome se mordió el labio, ella estaba segura de que su jefe hacía o decía cosas sin darse cuenta.

—Se refiere a Fon, juudaime —Gokudera mantuvo su pote sereno, delicado, pasivo ante su jefe, ocultando su pesar—. Ellos hablan de que a nosotros nos ha puesto un alto, pero a Fon le ha cedido libertad.

—¿Qué?

—¡Fon está enamorado de ti y tú le permites cualquier maldito galanteo! —Reborn ya estaba fuera de sus límites de paciencia.

—Fon-san no está… —Tsuna soltó un bufido sutil.

 

Pero cuando giró hacia el mencionado y lo miró, se dio cuenta de lo que sucedía. Fon apretaba los labios y desvió la mirada un momento antes de suspirar. Le devolvió la mirada y con sólo un vistazo el castaño pudo notar algo de vergüenza entremezclada con culpa en esos ojos marrones. Tsuna se dio cuenta de que las palabras de su padre, las bromas de Lambo y Chrome, los reproches de Mukuro y Reborn…, tenían fundamentos y eran mayormente verdaderos.

 

—Lo siento —fueron las palabras del antiguo arcobaleno de la tormenta—. No quise que te enteraras de esta forma, Tsuna-kun. Yo iba a esperar un tiempo prudente y buscar el momento adecuado porque sé que aún es doloroso para ti el haber perdido a Dayane. De verdad, lo lamento.

—Es en serio —afirmó sintiendo algo doloroso en su pecho.

—Pero Reborn se equivoca en algo… —Fon no podía dejar su explicación incompleta—, yo nunca tuve la intención de galantear o algo parecido. Yo quise seguir siendo tu amigo, Tsuna-kun, y nada más que eso.

—¡Mientes! Es evidente que mientes, Fon —reprochó Reborn al punto en que dio dos pasos para acercarse al mencionado—. Todos nos hemos dado cuenta de las cosas que haces y dices… Hemos visto todo.

—¡Eres un idiota, Reborn! —Lambo se levantó furioso porque nada tuvo que tomar ese rumbo, no, las cosas tuvieron que darse de forma lenta y delicada.

—No me vas a sermonear, vaca estúpida.

—Eres un jodido imbécil que arruinó algo ¡muy hermoso! ¡¿Qué rayos te pasa?!

 

Empezó una pelea entre gritos y amenazas. Un caos que Tsuna no quiso volver a ver y menos si era generado por su causa. Mukuro elevó su voz a la par que Hayato quien intentaba detener eso. Lambo peleaba con Reborn, Chrome detenía a Mukuro para evitar que se saliese de control. Se lanzaron insultos e improperios, incluso quisieron pasar a los golpes.

¿Todo había sido una farsa?

Tsuna se preguntaba si la paz que vio en su familia, que aquella felicidad que creyó estaba volviendo a cada uno de sus guardianes, que la armonía que deseaba volver a tener, ¿fue falsa? ¿Todo fue sólo una mentira generada por los intereses personales de esos tres por conquistarlo? Fon… ¿también había buscado beneficios a través de su trato amable?

 

—Tsuna —el castaño miró a quien le hablaba y notó preocupación sincera en los ojos marrones de Fon—, no creas en cosas erradas y sólo guíate por tu intuición.

—Me estaban mintiendo, ¿verdad?

—No —sintió el toque amable de Fon debajo de la mesa y lo dejó—. Ellos sólo están alterados porque su orgullo nubla su mente y distorsiona el cariño que sienten por ti.

—¡Aléjate de él! —Fon esquivó la primera bala e interrumpió su toque— ¡Vete! Y no vuelvas.

 

El ruido fue ya evidente, el disparo el detonante de la preocupación y fue por eso que Yamamoto y Ryohei ingresaron alterados, intentando entender lo que ocurría, pero no hicieron nada más que prepararse para separar a quienes pelearan. Nadie se movió porque la mano de Tsuna se levantó en señal de que se detuvieran.

 

—¡Ya basta! —la voz autoritaria de su cielo los dejó un poco pasmados—. ¿Acaso no entienden lo importante que es para mí este día? Y no sólo para mí, ¿sino para mis hijos y mi familia?

—Todos somos tu familia, kufufu… Excepto ese —Mukuro señaló a Fon.

—Por como actúan dudo que así sea —Tsuna apretó los labios—. Los quiero lejos, ahora.

—No somos niños a los que castigar, Vongola…, y no nos iremos a nuestros cuartos, kufufu.

—¡Les dije que se fueran!

—Si no te has dado cuenta, él es quien inicio este caos —Reborn apuntó a Fon—. Él debe irse.

—Tu escena de celos no me causa ninguna gracia, Reborn —el décimo cielo se levantó y respiró profundo—. En realidad, los celos de nadie me causan gracia.

—Te descubrieron —sonrió Lambo en burla y Yamamoto apenas pudo sujetar a Reborn para evitar que disparara.

—Actúa como un jefe, libérate de lo que es perjudicial para tu familia.

—Lo haré —Tsuna los miró antes de encender la llama de su frente y dar a entender que sería capaz de congelarlos a todos si fuese necesario—. Hayato, Mukuro y tú se irán de misión por tres meses. Usen su tiempo para reflexionar pues es la única oportunidad que les daré para que reconsideren su actitud, o no tendré más opción que aplicarles la misma alternativa que a Hibari.

—¿Nos quedamos o nos vamos? —Mukuro bufó—. ¿Es en serio?

—¡Sólo porque te has acostado con él —las palabras de Reborn estaban cargadas de ira y la mirada del mismo podría fácilmente amedrentar al más valiente—, ¿vas a darle prioridad?!

 

El silencio adornó el comedor. No porque esas palabras hicieran mella en la mente de los guardianes y los hiciera dudar, sino porque todos estaban conscientes de que era absurdo. Su cielo jamás haría algo así. Tsuna respetaba su luto, era de las personas que mantenía su palabra por sobre todas las cosas, quien aplicaba sus creencias sin pensarlo. Tsuna era su dulce y amado cielo, incapaz de hacer tal tontería en medio de su doloroso pesar.

Ese era el pensamiento de todos, incluyendo Fon.

 

—¿Celoso? —la voz de Tsuna adquirió un tono más ronco y burlesco, casi semejante al de Reborn cuando planeaba un entrenamiento espartano, incluso sonrió sutilmente por unos segundos.

—Más vale que lo niegues, dame-Tsuna.

—Jamás creí verte en un comportamiento tan inmaduro e infantil, Reborn —respiró profundo manteniendo la calma—. Serán seis meses para ti…, eso sólo porque hasta antes de nuestra conversación en privado jamás diste muestras de celos o de interés hacia mí —se acomodó las mangas ignorando la expresión furibunda del azabache de patillas—. Tus errores son mínimos y te daré el beneficio de la duda, Reborn.

Dame-Tsuna —bramó furioso.

—¡Jamás vuelvas a usar ese apelativo conmigo! —su mirada fría y calculadora sorprendió a muchos—. No te lo permito porque soy tu jefe. Y lo seguiré siendo si es que no decides dejar la familia.

—Reborn —Lambo se rio bajito—, sabes que Tsuna-nii no haría eso que dijiste, ¿verdad? Es más, se acaba de enterar de que Fon está enamorado de él… —siseó en burla—. Uy, qué fea metida de pata.

—Lambo —advirtió el castaño—, no digas más —el mencionado se encogió de hombros, pero siguió riéndose.

—¿Lo eliges por sobre todos los demás?

—No —miró directamente a su tutor—. Sólo estoy actuando como un jefe. Elimino la discordia, amenazas y problemas… —extendió su mano y señaló a los tres problemáticos hasta que se centró en el antiguo arcobaleno del sol—, y ahora tú eres mi mayor problema, Reborn. Haz perdido estabilidad y si no la recuperas tendré que deshacerme de ti —miró a su tormenta y niebla— y de ustedes.

—¡Somos tu familia!

—Mi familia jamás me ocasionaría tanto dolor —habló mordaz—. Mi familia no me haría acusaciones falsas o asesinaría a mis allegados. Mi familia —le apuntó con el dedo—, entendería que puedo rehacer mi vida con la persona que decida y debería aceptarlo.

—No sé qué le hiciste —Mukuro miró a Fon quien se mantuvo en silencio hasta ese punto—, pero te reconozco que el cambio es aterrador.

—Fuera —Tsuna les dio una última mirada—. En dos horas los quiero en la puerta de la mansión con sus cosas y sus misiones designadas a la mano.

—Así se hará, juudaime.

—De ti es de quien estoy más decepcionado, Hayato —lo miró por unos segundos—. Creí haber aclarado nuestro asunto hace mucho tiempo.

 

Ya todos los faltantes se enteraron de que las reacciones sobreprotectoras de Reborn siempre fueron por celos, además, por primera vez lo vieron salirse de sus casillas y armar un alboroto. Digna escena a rememorar por un tiempo, pero de la que no hablarían. Y fue así que en esas dos horas dejaron a su cielo en paz, para después despedir a los que se irían de misión extendida.

Se lamentaron que ese día que debió ser especial y calmado hubiese terminado de esa forma, pero no pudieron evitarlo.

Y, aun así, de alguna forma también fue bueno.

Sin esos tres la calma volvió a la mansión, se lo notó tan sólo a los diez minutos de ausencia. Es más, Lambo hasta dijo que se estaba aburriendo, pero que lo prefería antes de tener que soportar más estrés al intentar detener los planes de sol, tormenta y niebla. Incluso Ryohei se sintió más en paz a pesar de que junto a Takeshi tuvo que tomar las labores de la mano derecha del décimo y de los colaboradores faltantes.

 

—Al menos los niños estaban jugando en las habitaciones de entrenamiento.

 

Y no sólo los dos niños, sino que Nana y Diana también, aunque Iemitsu sí salió y presenció parte de todo aquello, pero decidió no decir nada y mantener a sus nietos entretenidos hasta que Tsuna los buscara. Ya luego lidiaría con Reborn que le reclamaba por mensajes el hecho de no haber “encaminado” a Tsuna al buen sendero. Ahora entendía el porqué de esa insistencia y agradecía que su hijo no se fijara en Reborn porque hubiese sido terrible.

 

—¿Estás bien?

—Sí.

 

Fon se había mantenido vigilante cerca del despacho de Tsuna. Le dio su espacio y aun así se quedó cerca por si algo sucedía. Su preocupación fue tal que, al verlo salir, sin pensarlo se acercó a él. Tsuna había llorado, Fon estaba seguro de eso, pero no dijo nada e ignoró el leve rastro del llanto en los ojos y nariz de Tsuna; sólo le sonrió y reverenció con respeto.

 

—Lo siento mucho. He arruinado tu día.

—Usted no arruinó nada, ellos lo hicieron.

—No debí haber venido —suspiró—. Creo que debí quedarme con Skull en China.

—No —sonrió con sutileza—, al contrario, le agradezco que viniera porque con todo lo que pasó pude darles un alto definitivo.

—Aun así…, no fue agradable y me siento culpable.

—Fon-san —Tsuna lo miró—, ¿lo de hace rato fue verdad? —había estado pensando en eso y quiso sacarlo a la luz antes de que se deprimiera por el lio anterior.

—Sí —el azabache sonrió apenado y desvió un poco la mirada—. Pero como dije, yo respeto tu luto y nuestra amistad, Tsuna-kun.

—Lo sé… y lo aprecio. Aunque estoy sorprendido, he de confesar.

—Sé cómo se siente eso —Fon rio bajito porque él también experimentó un shock cuando Reborn le dio nombre a una de sus incógnitas.

—Entonces… —el castaño se rascó la mejilla porque se sentía incómodo en ese silencio de segundos.

—Me iré. Es mejor que nos demos un respiro para asimilar la noticia.

—Por esta vez… lo apoyaré. Y sin embargo…, no quiero que se aleje de mis hijos porque ellos lo quieren demasiado.

—No lo haré, tenlo por seguro, porque también los quiero mucho.

 

Ambos desearon que las cosas hubiesen sido diferentes. Porque tal vez así, el enterarse de esos sentimientos, hubiese sido grato y no doloroso.

 

 

Continuará…

 

 

Notas finales:

 

Ya se viene el último desmadre y la conclusión de esta historia. Krat lo planea muajaja.

Muchas gracias por leer este pequeño gran proyecto~

Muchos besos~

Krat los ama~

 


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