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Mi rojo cielo por 1827kratSN

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Diana, esposa de Enma Cozato, partió en la madrugada de un día miércoles. Salió acunada por la brisa fría, acompañada por dos escoltas —uno de ellos P-shitt—, a recoger las cenizas de su madre en la fecha de aniversario de la muerte de la misma para trasladarlas al cementerio de su elección. Esa fue la información que instauraron en sus filas, y que filtraron disimuladamente hasta la frontera de Francia donde los informes dictaban que algunos espías estaban intentando ingresar a los barrios bajos para perpetrar en las filas de Vongola.

Se suponía que Diana —al igual que lo fue Dayane—, no sabía sobre la mafia que lideraba su esposo, o al menos no tenía conocimiento exacto… cosa que había cambiado desde hace tiempo, pero que nadie sabía. Por eso el enemigo debía suponer que el líder Simon no pudo negarse a un capricho de su esposa para no darle pistas de lo que ocurría detrás de la paz fingida en Italia.

Eso se suponía.

Pero el enemigo no era tan estúpido.

Y la intuición Vongola jamás fallaba.

 

—¿Qué sucede? —Diana temblaba. Su pregunta salió por inercia a pesar de que conocía la situación tras ese paro abrupto dado por el auto.

—Mi señora —su segundo escolta salió sin vacilación—. No salga del auto.

—Shittopi-chan —logró sujetarla del brazo antes de que esta se alejara—, no te arriesgues.

—Por mi orgullo —sonrió al observar la duda de la rubia—, no perderé contra esos tipos.

—Pero…

—Recuerde que usted es la carnada —le guiñó el ojo—, así que atraiga a nuestro cazador.

 

Dos cosas sucedieron a la par en ese día y casi al mismo tiempo, pero en dos diferentes lugares.

La primera fue el evidente atentado hacia Diana, mismo que fue enfrentado por los Caballone en conjunto con los Simon; una lucha de la cual evidentemente Diana tuvo que enfrentar a un pasado que creyó sepultado y que la llevó a ver de frente a su progenitor.

 

—Shittopi-chan —jadeaba debido a la huida presurosa que tuvieron que improvisar a pie cuando la batalla frontal se dio y los Cavallone les dieron ventaja—, no te dejaré atrás.

—Corre —fue la única orden mientras empujaba a su rubia jefa—. Lo más rápido que puedas y yo la alcanzo después.

—No —la sostuvo con fuerza antes de tirar de ella para huir—, no tienes idea de lo que te hará Akim si es que te atrapa.

Llamar a tu padre por su nombre no sólo es una falta de respeto, es una blasfemia y se paga con la muerte —aquella voz grave, llena de mofa y satisfacción hizo que Diana soltara un jadeo. Además, su idioma natal siempre le generó malos recuerdos.

—¿Akim Petrov? —la guardiana de la llama del pantano se colocó frente a su jefa—. No se parece en nada a Diana.

Has sido la peste que trata de infectarme —pero aquel hombre canoso de mirada azulina ignoró totalmente a quien no fuera Diana, una de sus primogénitas.

—Un virus —Diana sintió el peso de su pasado reflejarse en la mirada de aquel hombre—. Soy el virus al que tienes que eliminar.

—Debo decir que al menos admiro tu buena memoria, Diana…, y tu inteligencia pues te hiciste de un esposo con poder. Al menos algo hiciste bien.

Si quieres tocarla, pasarás sobre mí —olvidó que odiaba ser ignorada para enfrentar a su enemigo, pero parecía ser invisible ante esos ojos azules.

Le abriste las piernas a la persona correcta —Akim sonrió con prepotencia—. Dos hijos varones, estoy complacido.

—Ni siquiera pienses en tocarlos —tenía miedo, ni siquiera podía mantenerle la mirada por mucho tiempo a ese hombre, temblaba, y aun así cuando sus hijos fueron mencionados tuvo el valor para elevar su voz—. ¡No te atrevas, Akim!

—Si tan sólo tu madre me hubiese dado un varón —bufó—, pero sólo me dio dos mujerzuelas sin valor.

—¡Misógino sin valor! ¡Asesino imbécil!

 

Diana por primera vez en su vida tuvo el valor para elevarle la voz a su progenitor, por primera vez dejó el miedo de lado y expresó su mayor pesar, y fue también la primera vez que vio la cólera pura fulgurar en la mirada de aquel hombre que sin pensárselo dos veces disparó a matar. Gritó, lo hizo muy fuerte a la vez que intentaba detener a P-Shitt quien al ver su oportunidad se lanzó al ataque.

Akim no tenía defensa, no la necesitaba, tenía al menos a cinco hombres que podían libremente defenderlo desde posiciones escondidas cerca de su ubicación. Fue así que con horror Diana pudo apreciar el rojo sangre, escuchar los disparos varios, admirar un par de vidrios romperse y sentir las manos de su padre sobre su garganta mientras ella daba lucha con las fuerzas ganadas por el miedo de dejar a sus hijos y a Enma solos.

Fue una batalla que debió enfrentar para que lograsen tomar prisioneros y con ello obtuvieran la información necesaria para ganar esa guerra.

No hubo opción.

La segunda cosa que sucedió en ese día fue el intento de los Yasen por asesinar a Nana Sawada cuando ella salió junto a su esposo de compras rutinarias. Se dio en medio de un paseo tranquilo, en una calle concurrida y con Iemitsu parcialmente despistado debido a la risilla de la castaña que disfrutaba de un espectáculo callejero.

Ambos hechos causaron la respuesta inmediata por parte de Vongola, Simon, Caballone, Giglio Nero y demás aliados.

Fue un sacrificio bien pensado, estructurado y aplicado.

Uno que Simon y Vongola supieron aprovechar.

Uno que se pudo conservar.

Akim no logró hacer más que poner su integridad física en riesgo al tratar de apuñalar a Diana. Su intento de asesinato provocó una pequeña guerra cuya balacera terminó destruyendo un sector público, tomando la vida de al menos diez personas —entre ellas tres inocentes—, incendiando lo que se pudo e hiriendo a casi todos los participantes que quedaron en pie. P-shitt fue quien evitó que su jefa saliera mal parada e hirió al líder Yasen de gravedad. Se logró la retirada del enemigo y se festejó la captura de al menos cinco subordinados bien informados sobre Yasen. La conclusión a la que llegaron al evaluar su accionar fue que Akim moriría, y si no lo hacía, al menos no podría tomar el mando de los Yasen, por lo que el control pasaría a manos de Ivano, hijo y heredero de la mafia rusa.

Nana no salió herida, ni siquiera tuvo un rasguño, eso debido a la precaución de su propio hijo quien envió como escolta y guardaespaldas a cierto antiguo arcobaleno de la nube. Guardián quien, haciendo uso de las llamas de niebla de un compinche, logró pasar como un civil cualquiera y detuvo la bala a mitad de trayectoria. Skull estancó aquello que denominó como un “tonto atentado” y lo trasformó en un ataque y captura del enemigo. Su resultado fueron cinco miembros de elite en Yasen a los que dejó en manos de Mukuro, Hibari y Reborn para que fueran interrogados.

Fue perfecto.

Tenían parte de la guerra ganada con la información recolectada.

Por eso se decidió intentar obtener la rendición del enemigo y así evitar más bajas.

 

—¿Vas a venir por mí, Vongola? —lograron tener una videoconferencia con el líder enemigo.

—Te voy a dar la oportunidad de rendirte, Ivano —Tsuna detalló al muchacho de mirada azul y cabello de un rojizo claro—. Así no cobraremos tantas vidas y…

—Así que eres uno de esos cobardes que evade una afrenta cara a cara —sonrió.

—Pienso en las vidas perdidas y en las que se perderán.

—Bien —la sonrisa del joven de no más de veinte y tantos años que ahora lideraba a los Yasen era torcida y su mirada un tanto demencial—, pues bien.

—Vas a rendirte y cederás a mis demandas —afirmó con seguridad—. La primera será…

—¡Me parece que no me entendiste! —la mano de Ivano se elevó mostrando una pequeña radio portátil con un par de botones.

—Ya basta, Ivano —el castaño elevó un poco más su voz—, si seguimos así tu gente morirá. No valdrá la pena seguir con esto.

—Suenas como mi padre —rio suavemente—, pero ahora él ya no está… y soy yo el que toma las decisiones.

—¿Qué vas a hacer?

—Ustedes son muy aburridos y quieren simplemente ganar poder sobre mi familia…, pero yo quiero algo más que eso.

—Ivano, no entiendes lo que pasará después de la estupidez que creo vas a hacer —apretó los puños.

—O te destruyo…, o no sirve de nada, Vongola —sonrió mostrando sus blancos dientes antes de presionar uno de los botoncitos de la radio para generar ese ruidito característico antes de entablar comunicación—. Ahora —dijo y alejó el dichoso aparato.

Sí, señor —fue la respuesta del otro lado.

 

Esas simples palabras algo recortadas por la interferencia causaron que la piel del décimo Vongola se erizara de inmediato, su estómago se revolviera y sintiera una simulada puñalada en su pecho. Su ansiedad llegó tan de repente que hasta su visión se distorsionó y tuvo que sujetarse de la mesa para no caer. No sólo era su intuición saltando, era todo su cuerpo que dictaba algo malo, era su propia consciencia que le gritaba la verdad que se negaba a aceptar.

 

—¡¿Qué has hecho?!

—¿No quieres pelear, Vongola? —se cruzó de brazos—. Pues te obligaré a hacerlo.

—¡Ivano! ¡Esta guerra debe terminar!

—¡No hasta que uno de los dos muera y sus familias caigan con ello!

 

Tsuna estuvo a punto de hablar, gritar, intentar persuadir a su enemigo cuando la puerta de su salón se abrió de golpe e ingresó uno de sus ingenieros. Jadeando, cansado, pero desesperado, fue Shoichi quien ni siquiera traía bien colocado los lentes. Toda la atención fue puesta en el recién llegado que por el esfuerzo no podía siquiera hablar, aunque se lo exigieran… casi ni respiraba bien. Fue el segundo en arribar, Spanner, pálido y tembloroso quien daría la respuesta a la interrogante.

Ivano sonreía en la pantalla, Tsuna sintió ese apretujón en su pecho mucho más fuerte que el resto del día…, y no estuvo preparado para eso.

 

—¡Décimo! Nuestros pelotones en la frontera con Rusia fueron bombardeados. El noventa por ciento murieron.

—¡Ivano! —Tsuna miró a la persona que fingía sorpresa y horror en la pantalla.

—Eso no es todo —Shoichi apretó los dientes y reunió fuerzas para hablar—. Los hospitales… y los orfanatos que administraba Vongola en los países adjuntos…, incluso en los de Japón, han sido destruidos por completo. Ningún niño, anciano o trabajador sobrevivió. Todo sucedió progresivamente desde hace una hora y ahora… no queda nada.

—Te dije —silencio— que íbamos a tener una verdadera guerra, Vongola.

—Eran niños —susurró Enma.

—Eran peones usados para arrinconar a la reina y obligarla a actuar —Ivano elevó sus manos en modo de victoria—. Ahora —sonrió— ven por mí e intenta matarme, Tsunayoshi Sawada.

—¡Tú!

—O yo mataré a cada miembro de tu familia y dejaré a tus hijos como mi platillo final —luego de eso, la trasmisión se cortó.

 

No había opción, no le dieron opción.

Si ese niño seguía siendo el líder de Yasen perderían más inocentes, más subordinados, más vidas que pudieron conservarse y…

¿A quién engañaba?

¡Acababan de hacerle perder los estribos!

 

—Yasen caerá —Tsuna miró la pantalla apagada con los ojos bien abiertos—. ¡Debe caer!

—Décimo.

—La nueva orden es: matar a todos los Yasen.

Juudaime.

—¡Matarlos a todos sin excepción!

 

No sería ni la primera ni la última vez que ordenaba la destrucción total de una familia, pero sería la primera vez que la masacre sería a nivel colosal. Esa mafia era casi tan grande como la Vongola y aun así nadie protestó, por el contrario, Enma le dio total apoyo porque estaba tan indignado como él. Todos sus familiares no pudieron argumentar algo significativo como para detener la orden o menguar la gravedad de la misma. Nadie pudo siquiera controlar la furia de su líder quien dejó de ser el cielo bondadoso y pasó a oscurecerse sin remedio.

 

—Quien fue capaz de asesinar a sangre fría a tantos niños… debe tener el mismo final.

 

Tsuna se auto convenció de que no había otra forma, no si quería mantener con vida al máximo de personas posibles en sus filas aliadas y propias. Debía terminar con la vida de Ivano, Akim y todo aquel perteneciente a esa casta, porque le demostraron no tener moral ni corazón.

Pero le iba a pesar en la conciencia.

Lo iba a destruir sin opción.

Al mirar a sus hijos, al notar la mirada preocupada de su madre, al contarle lo sucedido a Fon —a quien le negó la oportunidad de acompañarlo—, al sentir la presión sobre sus hombros…, se dio cuenta de que después de lo que planeaba hacer… su alma terminaría por dividirse en dos.

Y, aun así, no iba a retractarse.

 

—Yo estaré aquí para cuando regreses —la promesa de Fon sonó tan sublime.

—No sé si… podré con esto.

—Yo te ayudaré a superarlo como la vez anterior, es lo único que puedo ofrecerte.

—Es más de lo que yo pediría, Fon-san.

 

Fue así como el líder Vongola junto con el líder Simon tuvieron que liderar el ataque frontal a los Yasen en la frontera de Rusia. Partieron la mañana de un lunes sin tener fecha de retorno concreta y dejando sus bases en manos de sus manos derechas en conjunto con un arcobaleno como defensor extra, siendo que en la mansión de Vongola se quedaron el doble de responsables: Skull y Fon como líderes de la defensa.

Familiares y civiles vieron partir a esos dos, sin embargo, Diana —quien aún seguía presa de la ansiedad y el miedo—, decidió que los niños no debían estar presente en esa despedida.

Creyeron que iba a ser una misión más, pero no fue así.

 

 

Caos…

 

 

Iban avanzando con cada día, pero cada mañana y con cada base que destruían para acercarse a la central de los Yasen, admiraban un horror más. No sabían si así había sido desde que los Yasen tomaron el control de Rusia o si antes fue mucho peor, pero era insoportable.

No sólo era la pobreza de los habitantes en ciertas zonas y la riqueza en otras, eran las niñas que hallaron en centros de comercio sexual, de los niños obligados a trabajar desde que apenas tenían cinco años, y de los adultos usados como esclavos en varios mercados negros.

Y cada vez se ponía peor.

Lo drogadictos que convulsionaban en media calle, el tráfico de drogas evidente en las zonas más pobres, la delgadez de mucha gente, los problemas de salubridad en comunas aisladas al perímetro de las grandes ciudades. La marca de los Yasen estaba en los sectores más ricos y en los hombres que asesinaron en las zonas más pobres, gente inocente que cargaban con armamento pesado, pero no tenían formación militar.

Debían acabar con todo eso.

Ivano les dejaba mensajes en cada base, les daba pelea, frente, batalla, armaba guerras incesantes a donde quiera que fueran y terminaban por ahuyentar a sus habitantes más vulnerables. El líder se reía y divertía, asesinaba sin piedad, usaba escudos humanos y huía.

La conclusión a la que llegaron era que el único heredero de Akim Petrov tenía un desorden mental que se volvía un peligro extremo con todo el poder heredado por el padre fallecido.

Debían asesinarlo antes de que más cosas se salieran de control.

 

—No mires, no es… bonito.

 

El último regalo que Ivano les dio fue la gota que derramó el vaso, porque nadie debería ser tan cruel. Nadie podía jugar así con almas angelicales que no tenían nada que ver en el conflicto que armaron adultos ajenos a su familia. Era sólo abuso de poder y genocidio. Era brutalidad injustificada. Era… Era la peor tortura.

Era un niño de la edad de Taiki y una bebita que no sobrepasaría los dos meses quienes estaban colgados de cabeza, con sus rostros hinchados debido a golpes y en cuya piel tenían escrito un mensaje tallado con la punta de un arma blanca.

Todos los presentes pudieron leer “Muere Vongola” y “Yo soy el nuevo Yasen”.

 

—No más —ya no podía con eso—. Ordena un ataque simultáneo.

—Esto se tiene que terminar.

 

Y así lo hicieron. Porque tanta porquería debería terminar. Porque era una guerra sin sentido que sólo traía desdicha, horror y muerte. Por eso atacaron a todos los francos conocidos y mandaron decenas de escuadrones a buscar y destruir las bases de las que no tenían conocimiento. Todo mientras Tsuna y Enma se adentraban a la mansión principal para buscar a su más grande enemigo…, al que hallaron en el despacho central y que les dio una dura batalla.

Batalla de la cual huyó cuando estaba a punto de perder.

Tsuna no lo dejó, lo persiguió donde fuera y Enma lo ayudó a cortarle camino por la vía alterna de escape. Y, aun así, cuando Ivano lo tenía todo perdido, usó una última estrategia, la más vana y miserable: se encerró en el cuarto donde dos cunas daban refugio a dos pequeñas que no sobrepasarían los dos años y meses más de edad.

Lo peor fue que las apuntó él mismo con sus armas mientras reía porque…

 

—Si me voy, ellas se van conmigo —en ese punto entendían por qué Akim jamás mostraba a su heredero en público o dejó el mando de los Yasen a pesar de su edad.

—Tsuna —Enma se preparaba para usar sus llamas y así detener las manos de Ivano, sólo necesitaba una señal para que Tsuna usara las suyas para acabar con el enemigo.

—Espera —no era tiempo, no si había rehenes tan frágiles.

—Dijiste que ibas a acabar con todos los de mi estirpe… —Ivano sangraba abundantemente por el lado derecho de su cabeza, pero aun así reía—. Ellas también lo son. Son Petrov. Llevan mi sangre y son parte de Yasen —con el cañón de su arma tocó la cabecita de la más pequeña.

—Déjalas —Tsuna podía escuchar a esos infantes llorar, y estaba a punto de ceder a un ataque de ansiedad…, pero no podía darse ese lujo.

—Te presento a Dasha y a Luna —señaló a cada infante que lloraba a vivo pulmón por el miedo y la falta de sus madres—, nietas de Akim…, huérfanas de mis tan insoportables hermanas —ondeaba sus manos sin cuidado, sin ser consciente de que podría disparar por error— y despreciables mujeres que jamás podrían heredar el puesto que por ser varón me pertenece.

—¿Qué hiciste?

—Al contrario de ti… Mis lazos sanguíneos me importan poco.

—Eres un monstruo.

—El monstruo es quien mandó a destruir a todo Yasen —sonrió— porque los niños se incluyen en esa orden. Y por si no lo sabían… los hijos de subordinados son Yasen automáticamente.

 

Todo sucedió tan rápido que Tsuna no fue consciente de lo que hizo de forma automática en pro de salvar al menos una vida. En un segundo Ivano iba a disparar a la pequeña de rizos y al otro lo vio caer de sopetón al piso mientras él usaba sus llamas para terminar con todo eso. Jadeó mientras procesaba los hechos, las palabras de su enemigo y una muerte más que le pesaba sobre sus hombros. Sintió su aire cortarse cuando se dio cuenta de lo que significaba la orden dada por su propia voz y la condena otorgada por el difunto Ivano.

Quiso gritar, pero su voz no salió y….

 

—¡Tsuna-kun!

 

Sus tímpanos zumbaron un rato hasta que sintió el zarandeo dado por Enma que lo sujetaba por los hombros y le rogaba volver con él. No podía decaer en ese instante, no si tenía el poder suficiente para detener, aunque sea un poco de todo ese caos. No si había que verificar el estado de esas niñas y que nadie atentó contra su familia en Italia o en algún otro país. No podía dejar de ser fuerte mientras aun tuviera que actuar como jefe.

 

—¿Quién? —quiso saber a qué niña salvó, pero escuchó dos vocecitas que gritaba presas del pánico por el ruido.

—Las dos —Enma soltó un suspiro a la vez que se limpiaba el sudor de la frente—. Salvamos a las dos.

 

Tsuna no entendió o captó muchas cosas sucedidas después de eso, porque aún estaba en shock, porque aún no podía procesar que alguien fuera capaz de acabar con la vida su propia familia por motivos vanos como el poder o las riquezas. Sólo supo que de sus labios soltó la orden de “los niños no” mientras cargaba a la que parecía la heredera mayor y veía de refilón a Enma tomar a la restante.

Se centró en el llanto de la niña que asustada temblaba y se negaba a ser cargada, la consoló como pudo mientras murmuraba la canción de cuna que Dayane adoraba, besó la cabecita de la niña condenada a criarse en ese infierno y luego sólo supo que aquella pequeña se durmió entre sus brazos. Dasha era la pequeña de rizos, Luna era la bebita que se quedó aferrada a la camisa de Enma. No supo nada más que eso cuando Reborn le dijo que ya todo había acabado y que podían tomar todo el territorio de los Yasen para recomponerlo como se debía.

Enma dio las órdenes restantes sin dejar de cargar a la pequeña niña que aún estaba asustada entre sus brazos. Tsuna sólo podía mirar a Dasha y compararla con las memorias que tenía de su pequeña Isabella. No dejó el shock ni cuando llegó a su casa y a paso calmado se adentró a la sala donde una sola mirada lo recibió. No pudo decir más que el nombre de la pequeña cuando la dejó en brazos de Diana y se alejó de ahí.

Necesitaba de un tiempo a solas para procesar lo ocurrido.

 

—¿Qué sucedió?

—Ganamos —Enma miraba a Diana sin expresar algo concreto, perdido en las memorias y cansado en extremo.

—¿Akim? —Diana dejó que el castaño se fuera, sabía que necesitaba estar solo, se centró en su pelirrojo esposo que parecía querer desvanecerse pronto.

—Tu hermano Ivano —se sentó junto a su esposa y miró a las dos bebitas que confundidas y temerosas no sabían que hacer, si volver a llorar o sólo quedarse aferradas a la persona que las cargaba—, porque Akim murió antes.

—Ellas…

—Tus sobrinas —sus ojos se aguaron de repente y soltó una risita ahogada por un sollozo—. Tus… sobrinas.

—Enma —susurró con dulzura.

—Ellas… —se inclinó hasta que sintió el abrazo de Diana— fueron… dejadas atrás.

—¿Me quieres contar?

—No —sollozó antes de cubrir sus ojos con una de sus manos—. No ahora… No mañana. Tal vez nunca… porque… —Tsuna no fue el único afectado por todo ese espantoso acontecimiento.

—Está bien —Diana besó la frente de Enma antes de mirar a las niñas—. No me tienes que decir nada…, sólo sus nombres.

—Sí —forzó una risita antes de carraspear y menguar su llanto dado por el recuerdo tan cruel—. Dasha —miró a la pelinegra de rizos— y Luna —miró a la rubiecita que los miraba con atención.

—Yo las cuidaré… hasta que sus madres….

—Ellas no tienen a nadie más que a ti… —su voz se quebró— y a mí.

 

 

Secuelas…

 

 

Ya era de noche cuando Enma y Tsunayoshi llegaron en conjunto con cuatro de sus guardianes, quienes coordinarían los últimos detalles de ese caos en conjunto con los que se habían quedado en la zona de guerra para administrar la reconstrucción de todo. Las gotas golpeaban las ventanas, a lo lejos se escuchó un trueno, los pasos de las sirvientas se vieron alterados porque debían acomodar el cuarto de los recién llegados y avisar a los que aún no sabían del arribo de sus jefes.

Fon le agradeció a la sirvienta que le avisó, sonrió porque fue una hora ideal para un retorno ya que los niños acaban de dormirse y así tanto Tsuna como Enma tendrían un tiempo para descansar. Ya al siguiente día esos dos podrían despertar a sus hijos con energías renovadas. Revisó que los tres niños estuvieran cubiertos y la pequeña luz estuviese encendida, así como que Franco durmiera correctamente en su cuna antes de disponerse a bajar para recibir a Tsuna. Lo hizo con calma a sabiendas de que todo sería un pequeño caos con la llegada.

Pero en la sala sólo halló a Dina y a Enma.

En silencio se alejó para darles privacidad mientras él buscaba a la persona que añoró por esas largas semanas. Y si bien muchas veces tuvo esa necesidad de ir a apoyar al castaño en la batalla, cumplió con su promesa en totalidad y se quedó ahí hasta ese día. Sin embargo, no podía simplemente menguar su ansiedad por ver a Tsuna y verificar su estado…, porque sabía que su cielo estaría destrozado puesto que muchas vidas más las tomaría en sus manos y añadiría culpa a su alma.

Necesitaba darle apoyo y a la vez aliviar su propia angustia.

 

—¿Has visto a Tsuna?

—No —Skull se rascó la nuca—, y es raro porque según las sirvientas llegó con Enma.

—Seguiré buscando —suspiró.

—Ya revisé el ala oeste y la del sur, y no lo hallé, Fon. Deberías buscar en los jardines tal vez.

 

Llovía. La mansión ya fue revisada. El castaño no estaba. Fon sintió que ese escenario ya lo vivió antes y por eso salió a los jardines a pesar de que el cielo oscuro lloraba con intensidad. No lo halló. Sintió su pecho estrujarse al darse cuenta de que su querido cielo había sido manchado de nuevo con memorias que él no podía ni imaginar y que tal vez estaría tan frágil como aquella vez en donde lo vio manchado de sangre. Y por eso salió de los límites de la mansión y caminó sobre los pasos que siguió hace tanto tiempo para volver a buscar a Tsunayoshi.

Estaba ansioso, desesperado, temeroso de que algo malo sucediera nuevamente.

Y, aun así, sus pasos eran su guía porque si nadie vio a su cielo salir, era porque Tsuna también se alejó a pie.

Tanta fue su desesperación que en cierto punto empezó a correr sin importarle la oscuridad que bordeaba ese sendero que iluminaba apenas con una lámpara que logró agarrar antes de salir, tampoco le importó el frío que calaba sus huesos o del peso del agua sobre su qipao que le dificultaba un poco dar los pasos sobre el mojado camino que transitaba hasta que vio las primeras luces de la ciudad más cercana.

No se detuvo, no se detendría hasta hallar a su cielo.

 

—Tsuna.

 

Lo nombró muchas veces mientras se adentraba en la ciudad cuyas calles estaban vacías debido a la fuerte lluvia y al frío. Buscó entre callejones, edificios y espacios públicos. Corrió con desespero a sabiendas de que cada segundo era esencial. Y casi, como si fuera una broma, como última opción recordó aquel edificio que Tsuna había dicho conocer a la perfección porque lo eligió como cuna de suicidio. Fon jadeó. Sus piernas se apresuraron en esa dirección.

 

—Tsuna.

 

No quería creer que el castaño cayó de nuevo en ese abismo mental tan peligroso, no quería creer que llegaría tarde o que Tsuna elegiría otro sitio para cometer… No quería imaginar nada, sólo se centró a correr con desesperación entre esas calles iluminadas por los altos postes. Y finalmente, no se imaginó que lo hallaría en medio de los caminos que lo dirigían a un parque que en el día era el más hermoso pues estaba adornado por árboles frondosos, pajarillos y flores de todo tipo bien cuidadas, pero que en esa noche se veía melancólico y tétrico.

 

—Tsuna —Fon jadeó mientras se daba fuerzas para acercarse cada vez más—. ¡Tsuna! —insistió cuando diferenció el impecable traje, los pasos lentos y el cabello castaño que por el agua se había domado un poco—. ¡Tsunayoshi!

 

No recibió una respuesta por más que insistió, pero eso no le impidió tomarlo del brazo, darle vuelta y sujetarle las mejillas para verificar el estado de su cielo antes de abrazarse al cuerpo helado de aquella persona. Sólo lo vio unos segundos y supo que estaba tan o más destrozado que la vez anterior cuando le frustró un intento desesperado por aliviar su carga. Respiró profundo intentando regular su propia respiración mientras apretaba más su abrazo contra Tsuna sin recibir una respuesta al mismo. Cerró los ojos y admiró el cielo negruzco por las nubes que ocultaban el esplendor de las estrellas, para agradecer su rapidez y llegar antes de que algo sucediera.

Se aferró al castaño del cual se enamoró perdidamente.

Le acarició la espalda, los cabellos, lo acunó en su pecho y le susurró mil veces que le alegraba verlo, todo mientras la ciudad entera seguía llorando sobre ellos. Dejó que el agua se mezclara con su voz y que sus manos se aferraran fuertemente al castaño que no respondía a ninguno de sus intentos por iniciar una plática. Desesperado era poco para describir el cómo se sentía en ese punto.

 

—Ya no puedo.

 

Fueron las primeras palabras después de largos minutos en ese abrazo unilateral. Las manos del castaño se aferraron al pecho del antiguo arcobaleno de la tormenta y lo empujó un poco antes de elevar su rostro y mostrar que dos pequeños ríos se deslizaban por esas mejillas a la par que el agua que se derramaba con fuerza en conjunto con ruidos lejanos de autos y personas. La mirada de aquel castaño se hallaba perdida, vacía, confundida… y sus ojos rojizos daban muestra de un colapso emocional.

 

—¿Qué sucedió?

—No quiero vivir más en medio de… tanto odio y maldad.

—Tsuna, no decaigas —Fon no sabía qué más decir porque no sabía con detalles lo que pasó en Rusia.

—Usted no vio lo que yo vi, no arrebató tantas vidas como yo en estos días, no fue testigo de lo que alguien con demasiado poder puede hacer por capricho o egoísmo.

—Tsuna mírame y cálmate —suplicó desesperado.

—No vio como, por un momento…, me vi reflejado en ese tipo —Tsuna se sujetó el rostro y respiró irregularmente—. Tanto poder, tanto porte y altivez… Tantas ansias por acabar con el enemigo sin importarle el costo… Tanta mafia reflejada en una sola persona y el resultado de todo eso.

—Pero tú no eres de los que usa su poder para algo malo.

—¡Pero podría! —desesperado se apretó los cabellos— ¡¿Quién dice que no?! ¿Quién dice que un día no me vuelva tan loco como Ivano? ¿Quién me asegura que podré seguir soportando tanta carga sin colapsar mentalmente y…?

 

Fon lo abrazó, no sabía qué más hacer, no sabía qué decir ni qué podría usar para calmar el alma o la mente enredada de Tsuna. No quería soltarlo porque sentía que, si dudaba un momento y lo dejaba ir, tal vez jamás volvería a verlo o tocarlo una vez más. Estaba asustado como pocas veces en su vida, y el escuchar el llanto desconsolado de Tsuna sólo incrementó ese pesar en su cuerpo.

 

—No te dejaré —le susurró cerca del oído—. No dejaré que caigas en un abismo sin retorno.

—No quiero ser como él… —sollozó con fuerza— y aun así he manchado mis manos tantas veces.

—Tsuna no sé qué paso allá, no sé por qué te duele tanto…, pero pase lo que pase yo no te soltaré ni dejaré que te conviertas en algo que no eres.

—¿Cómo puede estar tan seguro de eso? —lo empujó porque se estaba ahogando con sus propios sollozos y necesitaba de espacio. El agua que entraba a sus labios y los sonidos a su alrededor, todo lo estaba asfixiando—. ¡¿Cómo puede?!

—Déjame curar tu alma —acercó sus manos, pero no pudo tocarlo.

—¿Cómo lo haría?

—No lo sé…, pero quiero hacerlo.

—No puedo confiar en algo tan incierto.

—Sé que todo parece perdido ahora, pero no tomes decisiones apresuradas en este momento.

—Quiero morir —Tsuna miró a Fon con desesperación mientras sus manos temblaban—. Quiero irme para siempre.

—No —sostuvo el rostro del castaño con mucho cuidado, con miedo de romper esa alma de cristal—. No digas eso.

—Ya hice lo que debía hacer, ya manché mis manos para que todos estuvieran a salvo… —apretó los dientes con rabia— ¡Ya cumplí con mi deber!

—Hay mucho que hacer aún.

—¿Qué más? —sujetó lo hombros de Fon con desesperación, le incrustó sus uñas y lo miró a los ojos— ¡Ya no queda más! ¡Ya he hecho suficiente! ¡Ya no soporto este peso! ¡Quiero renunciar!

—Puedes hacerlo sin dejar tu vida de lado —no podía dejarlo hundirse de nuevo.

—¡Quiero paz y morir es la única forma de obtenerla! —rebatió con firmeza y convicción.

—¡No es la forma!

—¡No hay nada más que me ate a este maldito mundo lleno de oscuridad!

—Piensa en tu familia, en tus hijos, en…

—Ellos pueden vivir bien sin mí —sus labios temblaban a la par que sus lágrimas seguían surgiendo—, les he dejado la vía libre para eso.

—Entonces piensa en mí —sus propias lágrimas afloraron porque estaba desesperado por oír tanta desdicha en su cielo—. Piensa en mí.

 

Fon se vio reflejado en la mirada de aquellos iris chocolates, se dio el lujo de repasar las mejillas heladas del castaño con sus pulgares y soltar un leve sollozo que resonó a la par que un trueno lejano. Dejó que sus lágrimas se deslizaban en combinación con el agua de lluvia. No sabía que más hacer para que esa persona tan hermosa dejara de lado esas ideas y se quedara a su lado.

 

—Piensa en mí —repitió como un mantra porque de esa forma vio algo de lucidez en Tsuna—. Piensa en que yo no sabría qué hacer si tú te vas.

—Se repondrá —habló con firmeza.

—No lo haré… —apartó los cabellos de la frente de Tsuna—, porque ni siquiera pudimos empezar algo.

—¿Empezar? —susurró.

—Yo estoy enamorado de ti, Tsuna —suspiró antes de carraspear ligeramente para retomar compostura—. Yo te necesito porque te has vuelto importante y necesario para mí. Yo no podría simplemente dejarte ir porque ni siquiera pude estar en paz mientras estabas en esa misión —le acarició la mejilla con suavidad—. Yo te necesito, Tsuna.

—No es cierto.

—Lo es... y si necesitas una razón para no dejarte morir… considérame una opción.

—Me miente.

—No me dejes, por favor… —deslizó sus dedos por la mejilla derecha de Tsuna—. Te lo estoy suplicando, Tsuna... No me dejes.

—Entonces porqué nunca dio el paso faltante para ese “algo” —su reproche fue osco y sin tacto.

—No lo sé.

 

Tsuna enfureció. No sabía bien porqué de ese enfado que lo recorrió de pies a cabeza o siquiera si tenía derecho de enojarse con quien estaba deteniendo sus pasos. Tal vez incluso confundió su estado de ánimo con el enfado, pero necesitaba desquitarse con alguien… Necesitaba al menos dar rienda suelta a sus impulsos para verificar que estaba vivo…, porque desde que mató a Ivano no sentía nada más allá de un gran hueco en su alma.

Con rabia sujetó parte del qipao de Fon y tiró de él hasta que el rostro ajeno estuvo a su altura. Acababa de recordar que le enojaba muchísimo ser más bajito que la mayoría de sus allegados y eso sólo empeoró su estado. Acercó a Fon tanto como pudo para mirarlo, para repetir un “¿por qué?” sin medir si estaba siendo muy brusco o siquiera si su accionar era aceptable. Se vio reflejado en esos ojos rojizos o marrones que le hacían dudar de muchas cosas, y al final se acercó tanto por un impulso destructivo hasta que unió sus rostros para simular un maldito beso.

Un jodido beso.

Fue algo brusco, sin tacto, ni siquiera pudo considerarse un beso. Unió sus labios con los ajenos con tal violencia que cualquiera consideraría que fue un simple golpe mal calculado. Sus dientes chocaron con su propio labio superior y escuchó una leve queja proveniente de quien estaba siendo violentando. Tsuna no cerró sus ojos, ni siquiera disfrutó del contacto de segundos, tampoco supo por qué carajos hizo eso o porqué estaba tan enojado consigo mismo.

Sólo quería desquitarse y ya.

Pero todo dio un vuelco cuando, al separarse, Fon se elevó con prisa e hizo un leve gesto adolorido antes de llevar sus dedos a su labio. Tsuna vio ese rojo carmesí brotar del labio superior de Fon y resbalarse sobre la piel hasta combinarse con el agua de lluvia que los había estado empapando desde hace mucho tiempo. Despabiló al entender que él fue quien hirió de esa forma al azabache y que lo hizo intencionalmente.

 

—Fon —jadeó y elevó sus temblorosas manos hasta que sus dedos estuvieron muy cerca de la sangre—. Yo… —boqueó—, perdón —asustado se alejó.

—Tsuna.

—Lo lastimé —dio un paso atrás, pero Fon se acercó de inmediato—. Lo herí.

—Tsuna espera.

—No.

—No importa —logró sujetarlo por los hombros y lo obligó a detenerse—. No es algo grave.

—Pero… yo…

—Tienes razón… —curvó sus labios ligeramente—. No fui capaz de dar el paso y tuviste que hacerlo tú.

 

Fon negó antes de limpiar la leve marca en al labio de Tsuna causada por su sangre, lo miró por un instante antes de limpiar sus labios también. Repitió por dos ocasiones que no fue culpa de nadie y que era una herida menor, pero su cielo estaba en un estado de shock tan grande que no parecía entender las cosas. Por eso decidió que arreglaría eso de otra forma.

 

—Esta vez algo más suave. ¿Bien?

 

Sonrió sutilmente antes de ser él quien se acercó al castaño con cuidado hasta que sus respiraciones chocaron, con sus dedos cerró los párpados ajenos y unió sus labios en un toque muy suave. Le acarició la mejilla antes de separarse por unos segundos y volver a besarlo inocentemente en un roce sutil e ingenuo. Repitió el acto tres veces más antes de sentir como las manos de Tsuna le sujetaban los costados y ese menudo cuerpo se relajaba de a poco.

 

—Deja que intente curar tus heridas.

 

En medio de esa lluvia que no pensaba parar, en medio de las lágrimas que Tsuna no pudo soportar y del frío clima que soportaban, Fon repartió besos mariposas por los labios, mejillas, quijada y frente de Tsuna. Se dio el lujo de abrazarlo, acariciarle la espalda, besarlo cuanto quiso y susurrarle muchas veces que estaba enamorado de él. Se dedicó a reparar un poquito de aquella alma rota y vulnerable. Se tomó todo el tiempo necesario hasta que el cansancio le ganó al castaño y lo vio desvanecerse entre sus brazos.

 

—No te voy a dejar, Tsuna. Y no permitiré que me dejes ahora.

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

Salió más largo de lo que planeé, es más, lo iba a cortar de nuevo, pero al final me arrepentí XD. Bueno, con respecto a la trama sobre esta “guerra”, obvio no iba a ser tan detallada porque bueno… de eso no se trata el fic XD, pero espero se haya al menos captado la tensión y la suciedad de esos actos.

La verdad estaba preparando un drama más antes de darle fin a este fic…, pero ustedes dirán. ¿Hago ese dramón? ¿O simplemente ya les dejo ser felices por siempre? Dependiendo de sus respuestas veré cómo desarrollo el romance entre estos dos, porque desde ahora sí habrá romance XDDDD.

Krat los ama~

Besitos~

 


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