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Mi rojo cielo por 1827kratSN

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Skull adoraba ser el primero en el comedor porque así podía preguntar qué había para desayunar y elegir las porciones más grandes para entretenerse hasta que todos los demás llegasen a la mesa. Ya le criticaron ese hecho, diciendo que debería esperar a los dueños de casa y sus anfitriones, pero a ese par no le importaban esas cosas. Tampoco era como si él fuera muy adepto a las buenas costumbres y clases de etiqueta, o como si fuera un invitado nuevo en la mansión.

Como fuere, ahí estaba, viendo cómo los guardianes de Simon llegaban como de costumbre uno por uno, peleándose entre sí, riendo o con sus rostros serenos; después los niños mayores arribaban corriendo con las energías renovadas y compitiendo por ser el ganador; poco más tarde los dueños de casa llegaban en conjunto con los más pequeños en brazos y un par de niñeras que se aseguraban de que los príncipes estuvieran completamente bien vestidos y ubicados en la mesa.

Era tan divertido ver ese caos.

Se reía del desastre que eran ese par de niñas —la rubia más que la azabache—, al comer con sus cucharitas de plástico con ayuda de las niñeras, al pequeño Franco manoteando al aire mientras balbuceaba cosas, a los más grandecitos hablar de sus entrenamientos mientras se ponían chocolate en los panqueques, y a la princesita de Vongola quien insistía en sentarse a su lado porque le gustaba hacer caritas en el desayuno de ambos. No le daba pena decir que esa niña era su favorita, porque Isabella era dulce —como recordaba fue Dayane—, y en extremo amable como Tsuna. Era la heredera de lo mejor de sus padres. Le sorprendía que incluso después de tan grande trauma pudiera sonreír como un ángel.

 

—Tío Skull —susurraba Bella y Skull se acercaba para que la pequeña alcanzara su oído y le susurrase—, ¿hoy papá va a volver?

—Sí —se acercaba para secretearse también, susurrando en el oído de la castañita—, y vendrá con tu mami pacifista.

—¿Podemos esperarlos en la puerta?

—Claro, princesa —le acariciaba la cabecita—, lleva a tu hermano y a tu primo para que jueguen mientras esperan.

 

Skull era el primero en llegar a la mesa y el último en irse, porqué sí, le gustaba ver el caos y después disfrutar de la sagrada paz. Se despidió de un apurado jefe que iba a una reunión, de los guardianes escoltas, de los que harían reconocimiento o misiones, le hizo una broma a Adelheid al decir que sus pechos estaban aguándose —casi no puede evitar el cuchillo de mantequilla que le lanzaron—, despidió a los niños tras limpiarles la carita, vio a las niñeras llevarse a Luna y Dasha. Y finalmente se quedó admirando cómo Diana disfrutaba poco a poco de su desayuno. Se ofreció a cargar al pequeño Franco para que ella pudiese terminar de comer, pero no hizo falta porque una de las niñeras regresó para llevarse al bebé también.

 

—Eres bueno con los niños —comentó Diana mientras comía.

—Soy bueno en todo lo que hago —presumió mientras bebía su jugo de naranja—. No por nada soy el gran Skull, el inmortal.

—Puedo verlo —la rubia rio suavecito—. ¿Tienes hermanos, Skull?

—No —a veces olvidaba que esa mujer no sabía la historia completa de Vongola y Simon, era gracioso a veces—, al menos ya no vivos.

—Lo lamento —miró con pena al de cabellos violáceos.

—No te preocupes —ondeó su mano antes de terminar su bebida y suspirar—, no era como si hubiese vivido mucho tiempo con ellos o los amara.

—¿No te llevabas bien con tu familia?

—No todos tienen tu suerte —sonrió.

 

Skull miró el panqueque que Isabella no terminó e hizo una mueca. La princesita era muy cuidadosa al comer, no dejaría babas por ahí, así que no había riesgo. Colocó el plato frente a él, le colocó más miel y empezó a comer a la par de Diana quien por lo general —y debido al bebé que le exigía atención—, siempre terminaba de última en la mesa. Muchas veces eran ellos dos los que se quedaban ahí por largo rato, hablaban de muchas cosas, se entretenían con algo mientras se acompañaban hasta que terminasen su desayuno, y nada más. Pero en esa ocasión, reinó un silencio un tanto extraño.

 

—¿Puedo preguntarte algo, Skull?

—Claro —se sirvió más jugo, no le importaba que ya estuviera lleno, tenía sed.

—A ti… —Diana esperó a que Skull bebiera un poco y sonrió—, aun te gusta Enma, ¿verdad?

 

Skull escupió su jugo y tosió poco después porque sintió que parte del líquido se le subió por la nariz. Golpeó la mesa un par de veces antes de agarrar servilletas y cubrirse con ellas. Trató de respirar, de controlarse, pero tuvo que toser varias veces para quitarse esa sensación de ahogamiento, y a más de eso se sonó la nariz para verificar que no hubiera jugo en ella. Fue un desastre escandaloso, lo peor era que Diana se reía de su desgracia. Aquella rubia inicialmente intentó cubrir su risa con sus manos, pero terminó doblándose un poco para soltar carcajadas a viva voz.

 

—Eres tan gracioso —trataba de calmarse, pero era difícil.

—¡No es gracioso! —refutaba Skull tras terminar de limpiarse—. ¡Lo hiciste a propósito!

—Pero tu reacción no fue parte… del plan —respiró agitada, abanicándose con las manos.

—¿Y cómo quieres que reaccione si me preguntas eso tan de repente? —bufó mientras ondeaba su mano derecha en protesta mientras le apuntaba con su otra mano—. ¡Eres malvada, mujer!

 

Pocos sabían lo “malvada” que podía ser la esposa de Enma, Skull era uno de ellos, no por nada visitó esa casa muchas veces, es más, fue un invitado especial en la boda de esos dos porque Enma lo consideraba un gran amigo. Ah sí, conoció a Diana desde el inicio de todo eso, vio a ese par evolucionar en conjunto con Dayane y Tsuna, y fue testigo de la bonita historia de amor que se formó después. Si bien no fue tan cercano a Dayane, con respecto a Diana era un asunto aparte. Le agradaba esa mujer y los hijos de la misma…. Aunque eso no quería decir que con los hijos de las parejas la cosa no fuera diferente.

Había visto nacer a Leo, lo bautizó incluso, lo vio crecer entre sus visitas no tan frecuentes y después se había alejado de los Simon y de los Vongola por sus propios asuntos personales; por eso no le sorprendió que, al volver, ni Leo ni Taiki lo reconocieran, pero no fue difícil volver a llevarse bien con los niños. Pocos sabían de su interés en la familia Simon y su relación que no se había roto ni cuando la maldición de los arcobaleno se rompió. Cosas que pasaban, pero era cierto que había otras razones detrás de eso.

 

—Bueno —suspiró—, me iré con los niños a esperar a la pareja cursi —se estiró en su asiento y bostezó.

—Skull —Diana había terminado ya de desayunar—, aun no respondes mi pregunta.

—No hay nada que responder, mujer —chasqueó la lengua antes de levantarse.

—Te conocí desde hace mucho tiempo, poco después de que mi noviazgo con Enma empezara —sonrió al recordarlo—, eras un niño en ese entonces.

—Sí, sí, ya crecí —ondeó su mano—. Ahora soy un hombre guapo —se señaló completo—, gózame —sonrió orgulloso mientras caminaba despacio.

—¿Me vas a dejar hablando sola? —fingió estar dolida—. Qué malo.

—Bien, bien —se sentó junto a Diana, en el puesto que ocupaba Adel—. ¿A qué quieres llegar, manipuladora?

—¿Desde cuándo te gusta Enma?

—No me gusta.

—Mientes~ —canturreó divertida—. Tranquilo, esto quedará entre nosotros… Así que dime.

—Das miedo —Skull se deslizó un poco en su silla y jugó con una cucharita—. Lo bueno es que no me mandarás a matar después sólo por tus celos enfermizos.

—Podría hacerlo~.

—No eres como nosotros, mujer —sonrió divertido—. Así intentes fingir, no te sale.

—Estás desviando el tema.

—¿Si te lo digo, te olvidarás del asunto después?

—Te gusta desde hace muchos años —Diana afirmó amablemente—, mucho antes de conocerme…, pero no sé desde hace cuánto.

—Cuando conocí a Enma, era un niño debilucho que hallé para usarlo como mi peón —sonrió orgulloso de sus palabras—, pero demostró tener más valor del que yo imaginaba. Era un niño muy feo y despistado —rio a la par de Diana—. Una vez te lo conté, Enma era considerado un perdedor al igual que Tsunayoshi.

—Hablas de él con mucho cariño —sostuvo su mejilla con su mano.

—Ese niño junto con Tsuna fueron mi salvación —suspiró suavemente—, así que lo declaré mi aprendiz.

—¿Por qué un niño como tú tomaría como aprendiz a alguien diez años mayor?

—Oye —la miró—, ya te dije mucho, pero no te explicaré lo demás.

—Entonces sólo responde a mi pregunta —Diana se irguió en su silla para mirar atentamente al de cabellera violácea—. ¿Desde cuándo te gusta Enma?

—No lo sé —sonrió mientras pasaba esa cucharita entre sus dedos—, pero me di cuenta muy tarde.

—¿Cuándo Enma nos presentó?

—Sí —suspiró—, pero yo seguía siendo un niño. Además, jamás intenté sabotearlos por si te lo preguntas.

—¿Se lo dijiste alguna vez?

—Obviamente no —rio antes de arrojar la cucharita por ahí—. No le iba a arruinar la felicidad que tanto se merecía —golpeó suavemente un vaso—. Es un buen chico y es feliz contigo, hasta tienen dos mocosos muy simpáticos. Y más te vale que sigas haciéndolo feliz, Diana.

—Creo que tal vez… él…

—Oye, mujer —le picó la mejilla con su dedo—, sé egoísta y dime que jamás dejarás a Enma porque lo amas mucho —bufó y rodó los ojos—. Que alguien sienta pena por mí me aturde y desagrada, así que deja de verte tan… culpable.

—Yo… —sus ojos azulados se aguaron, porque en muchas ocasiones se había preguntado el cómo sería la vida de Enma y la suya si Skull… ¡Todo sería tan diferente! —… creo que… —tragó duro—, voy a llorar justo ahora.

—Oh no, no, mujer —Skull se acercó a ella y la abanicó con una servilleta—. No sé cómo tratar con mujeres que lloran, así que no lo hagas.

—Pero… —soltó un suave sollozo— no puedo evitarlo.

—¡Sólo me quieres castigar! —se quejó sirviendo jugo y cediéndole el vaso—. ¡No llores!

—Pero eres tan buena persona porque…

—¡Cómo si yo fuera bueno! —se ofendió y soltó una risita burlona—. Soy un mafioso muy maligno y te lo demostraré ahora.

—Skull —lo miró entre lágrimas.

—Este gamberro se larga y te deja sola con tus lágrimas —y sin decir más, se fue.

 

Salió corriendo de ese comedor, corrió por los pasillos sin importarle el rumbo, sólo quería ahogar aquella memoria que se centraba en el rostro de esa mujer llorando o de esas palabras. Skull quería olvidar cada cosa rara que se estaba forjando en su mente. Necesitaba centrarse en otra cosa porque ya superó ciertas etapas de su vida, demonios internos, deseos egoístas y arrepentimientos. ¡Maldita sea! Había enterrado todo eso, pero Diana gustaba de ponerlo en esas situaciones tan difíciles.

 

—No lo recuerdes, no lo recuerdes —se cubrió los oídos y siguió corriendo sin importarle que alguien lo viera —. ¡No recuerdes!

 

Pero fue en vano, porque a su memoria llegó el sonido de un devastado Enma que le contaba entre sollozos lo mal que fue tratado por el líder de los Caballone; recordó también que se dio el trabajo de ir a visitar al pelirrojo para consolarlo y decirle que no estaba mal gustar de los chicos.

No quería recordar lo mal que se sintió porque él mismo se negaba a aceptar que le gustaba Enma en aquellos tiempos y que tal vez por su culpa Enma sufrió tanto al creerse repulsivo. ¡Odiaba sentirse culpable! ¡Odiaba ser cobarde! ¡Odiaba no haber actuado de forma diferente en el pasado! ¡Odiaba a Reborn!

 

—Sí —se detuvo cuando ya no podía correr más porque llegó al límite de esa mansión—. Ahora recuerdo —frunció su ceño y apretó los labios—. Él fue quien… me detuvo esa vez.

 

La única vez en que quiso decirle algo a Enma, algo bastante específico sobre sus sentimientos, cuando repasaba en susurros lo que iba a decir y estaba trepado en un árbol cercano a la residencia de aquel pelirrojo, fue atrapado por ese sádico. Reborn se burló de sus intenciones, de sus palabras, de todo lo que conllevaba sus emociones, y lo detuvo. Porque según Reborn, eso sería una mala influencia para los líderes de tan poderosas familias.

 

—¡Te odio, senpai!

 

Gritó con fuerza, soltando toda la frustración que tenía guardada desde hace años. Porque era horrible saber que ese demonio arruinó la vida de dos personas que no se lo merecían. Porque Tsuna y Enma pudieron tener una vida muy diferente, sin tristezas ni lágrimas. Porque ese par pudo ahorrarse ese infierno.

 

 

Felicidad…

 

 

Le daba un poco de vergüenza mirarlo a los ojos después de lo que había pasado esa noche, Fon confesó sentirse del mismo modo, pero después de un rato incómodo, terminaron riéndose de lo tontos que se veían a esa edad abochornándose por “eso”. No fue nada del otro mundo, o tal vez sí lo fue, pero debían ser maduros con el tema y retomar su vida como cualquiera lo haría.

Lo malo fue que en ellos se notaba un cambio de aura o un brillo, algo intangible pero que algunos lograban captar. Los más astutos se dieron cuenta y un par más también. Y eso significaba que en su hogar también tendría que soportar miradas escrutadoras y sonrisas divertidas.

 

—¿Pasó algo bueno en casa de Enma? —Tsuna miraba a sus dos hijos quienes lo miraban a él y a Fon desde los asientos posteriores.

—No —sonrió Taiki antes de jugar con su cinturón de seguridad.

—Entonces ¿por qué están riéndose a escondidas? —pues los escucharon hacerlo hace poco, y los vieron cubriéndose las boquitas con las manos.

—No sé.

—Te ves más feliz, papi —Bella sonrió de forma que un leve hoyuelo se formó en su mejilla derecha— y mamá también.

—¿Pasó algo con ustedes? —Taiki miró a los adultos.

 

Tsuna miró a Fon quien tenía sus labios curvados en una sonrisa, observó a sus hijos que mantenían su curiosa mirada y después simplemente rio suavemente. ¿Tanto se notaba su pequeño cambio? Era vergonzoso.

Sus mejillas se colorearon y trató de negar una respuesta de forma sutil, desviando el tema a lo que harían en la mansión. No estaba listo para ser el objetivo de miradas en ese día… ni en los siguientes. En realidad, no se sentía listo para enfrentar a su familia y tratar de comportarse normal.

 

—El tío Skull nos ganó —señaló Taiki al ya no visualizar la motocicleta que hace no mucho les llevaba la delantera.

—Creo que a Skull también le pasó algo —Fon había notado algo raro en su amigo, pero no comentó algo hasta ese punto.

—¿Algo como qué?

—No sé…, pero le preguntaré después.

 

Fue raro, claro que lo fue; porque que Skull era —casi siempre—, el primero en notar los cambios en ellos y hacerles burla, pero en esa ocasión el gamberro sólo desapareció. Uno menos al que enfrentar.

Lo malo fue que en la mansión todos estaban esperando por él, preocupados porque no les avisó. En realidad, había apagado el teléfono y apenas se acababa de dar cuenta. Así que tuvo muchos pares de ojos sobre sí y Fon cuando salieron del auto. Sí, fue incómodo, muy incómodo. Pero no pudo decir más que un “ya estoy bien, lamento el haberlos preocupado”, y después escapó a su oficina.

Iba a fingir demencia por unos días hasta que su propio corazón se calmara.

Se sintió mal por dejarle a Fon el tema del interrogatorio, pero no pudo evitarlo. Si hablaba demasiado con alguno de sus amigos, iba a avergonzarse y explicar eso sería horrible. No iba a poder mentir o justificar su boba sonrisa, ni siquiera iba a poder decir que fueron a una cita normal y se quedaron hospedados en un hostal porque se les hizo tarde. No, claro que no.

 

—¿Estás bien? —ingresó a la oficina sin mostrarse ni un poco alterado.

—Sí —miró a Fon—, ¿cómo estuvo?

—Bien —se sentó en uno de los sofás—, preguntaron muchas cosas, pero no dije más de lo necesario.

—Gracias y lamento no haberte acompañado.

—No hay problema —luego de un pequeño silencio y una sonrisa incómoda por parte de Tsuna, Fon abrió los brazos—. ¿Quieres…?

—Sí —ni siquiera se lo pensó y dejó de lado su trabajo para acomodarse junto a Fon. Necesitaba disfrutar de un abrazo cálido y acogedor.

 

Adoraba ser cuidado tan devotamente por Fon, suspirar entre aquellos brazos, gozar del silencio o de las pláticas largas. Todo era definitivamente mejor si tenía a Fon a su lado.

Y con el pasar de los días, aquello que inició como un pequeño desliz debido a los deseos reprimidos, se convirtió en algo que disfrutaban a plenitud. Las caricias, los besos pasados de tono, el calor del momento, el tiempo juntos en medio de la noche. Se aprovecharon del abrigo nocturno, de la oscuridad absoluta para ceder ante el encanto dado por el tacto de sus pieles.

No lo hacían seguido, pero si lo hacían… lo disfrutaban cuanto pudiesen hacerlo.

Tsuna no lo dijo abiertamente, pero deshacerse en suspiros junto a Fon, era como su pequeña terapia. Era vergonzoso compararlo, pero sólo así podía definir “aquello”. Sus energías en exceso se controlaban, su mente se despejaba y todos los problemas parecían hacerse humo. Cada día amanecía de mejor humor, podía dormir las noches completas, su estrés desapareció y sólo quedaron los secretos que se guardaban mutuamente.

No habían pasado de los simples toques, pero parecía bastar hasta que fuera el momento correcto. Respetaban la lentitud de su progreso, se estaban conociendo y a sus cuerpos. Se centraban en sus días agitados por los deberes de esa familia, y poco a poco fortalecieron su amor propio. Fue maravilloso, hasta el punto en que Tsuna se dio cuenta de que ya no necesitaba aquellas pastillas que lo mantenían estable emocionalmente.

Había superado esa mala etapa.

 

 

Detalles…

 

 

—¿Cómo se siente besar a alguien?

 

Hayato escupió el agua que bebía en el almuerzo y Lambo se rió a carcajadas por esa reacción tan impropia ante la pregunta curiosa de Taiki. Takeshi sonrió mientras elevaba sus hombros para demostrar que no iba a responder, Ryohei fue el siguiente y uno a uno se miraron para elegir al más suave quien debería responder esa preguntita.

Nadie quiso hacerlo, unos por maldad, otros por inexperiencia. Lamentablemente no podían chantarle esa carga a Tsuna porque aún no volvía de su reunión con Enma, ni a Fon quien estaba en la enfermería junto con Isabella porque la pequeña amaneció con malestar y en ese momento tenía algo de fiebre.

 

—¿Por qué preguntas eso, pequeño heredero? —Mukuro miró al niño con interés.

—Mukuro-sama, por favor no diga cosas desagradables.

—Sólo tengo curiosidad, Chrome.

—Papá y Mamá Fon a veces se besan —Taiki siguió comiendo de forma tranquila mientras hablaba—, luego ellos se ríen y sus mejillas cambian de color.

—¿Se besan frente a ustedes? —Mukuro fingió estar horrorizado.

—Es normal, ¿no? —Taiki elevó una ceja antes de morder su pedazo de carne—. Ellos son novios.

—¿Ya lo sabías? —Hayato no creyó que los niños estuviesen enterados.

—Sí —bebió su jugo—. Mamá Fon vino a preguntarnos si podía ser novio de papá —se limpió con la servilleta— y unos días después papá nos dijo que ya era oficial.

—¿Y te sorprendiste?

—No —apartó un brócoli y siguió comiendo su carne asada—, porque ellos se quieren mucho y ya me estaba cansado de esperar a que los dos se casaran —hizo una mueca—. Aun no se casan, pero que sean novios ya es mucho.

—Eres muy maduro —Lambo sonrió—, al contrario de esa piña celosa.

—Los celos son para herbívoros —el rubiecito miró a Mukuro—, eso dijo el tío Kyoya la última vez que vino a la mansión. Tiene sentido, porque te llama herbívoro… y estás celoso de mi mamá —señaló a Mukuro con su tenedor—. Que feo —negó.

—Esa ave también está celosa, para que lo sepas, principito.

—No —el pequeño frunció su ceño—, no lo está. Él no tiene la misma aura que tú.

—El niño tiene instinto —se burló Lambo.

—Pero nadie responde mi pregunta —Taiki dejó los cubiertos al terminar —, ¿por qué no quieren responderme?

—¿No le has preguntado eso a tu padre, pequeño? —Takeshi le sonrió.

—No —lo pensó—, lo haré, pero siempre es bueno tener varias opiniones. Así que quiero que me respondan.

—Pues… es difícil de explicar —Ryohei se cruzó de brazos—, porque son muchas cosas.

—¿Qué cosas?

—Sientes felicidad —pensó Takeshi—, un poco de nervios, y creo que ansiedad también.

—A veces sólo es felicidad y ¡euforia! —acotó Ryohei antes de reír.

—Pero es algo que experimentas cuando lo haces —terminó Lambo.

—¿Tía Chrome no ha besado a alguien? —para Taiki no pasó desapercibido que ella no respondió.

—Una vez besó a tu papá —rio Lambo al recordarlo—, pero fue en la mejilla.

—¡Lambo! —la niebla menor enrojeció—. No digas eso.

—Entonces debo besar a alguien —asintió Taiki—. Bien.

—Oye, pequeño, no te hagas ideas raras.

—Besa a una niña bonita~ —aconsejó Mukuro.

—¿Niña? —arqueó una ceja antes de bajarse de su asiento—. No. Yo besaré a Leo —mencionó Taiki antes de dirigirse a la salida del comedor.

—¡Ey, espera! —Ryohei fue detrás del pequeño—, se supone que no debes besar a tu familia.

—¿Por qué no?

—No es correcto.

—¿Por qué?

—Pues… —¿cómo explicarle eso a un niño?

—Le preguntaré a mamá —suspiró cuando nadie pudo responder a su duda.

 

Para Taiki nadie era mejor para explicar cosas complicadas que Fon, y a veces su papá, pero confiaba más en Fon porque él no solía perder la calma. Bajó hasta la enfermería, revisó que su hermanita ya estuviera mejor y tuvo una plática larga con su segunda mamá, Fon, hasta que entendió que un beso puede variar su significado según la persona con la que se comparta, los sentimientos de ambos, el lugar del beso y muchas cosas más. Sí, esa tarde Taiki y Bella entendieron que había muchos tipos de besos y que ellos deberían esperar a la persona correcta para experimentar. Después se les unió Tsuna, quien se disculpó por su ausencia y prometió que dormirían todos juntos como compensación.

 

 

Iniciativa…

 

 

Había querido experimentar algo desde hace tiempo, aunque inicialmente descartó la idea por ser un tanto infantil o muy extremista, pero al final quiso hacerlo. Por eso esperó el momento correcto, cuando Hayato se fuera, estuviera seguro de que nadie estaba cerca de su oficina y que sólo Fon se encaminara a la misma. Hizo uso de su súper intuición para hacerlo en el momento justo. Tomó valor, respiró profundo, y abrió la puerta antes de que su invitado la tocase.

 

—Tsuna.

 

Sujetó el qipao de Fon en la zona del pecho y de un solo movimiento lo adentró a su oficina, cerró la puerta y acorraló al azabache. Todo con tal precisión que ni siquiera lo dejó hablar. Fue divertido, mucho más con la sorpresa pintada en ese rostro que acercó al suyo y besó con desespero. Escuchó la suave risita de Fon ahogada entre sus labios que se movían sin ritmo adecuado y fue ahí cuando lo rodeó con sus brazos para que se agachara un poco. Lo que no previó fue que Fon, en vez de agacharse, le rodeara la cadera con los brazos y lo elevara en el aire para después guiar sus piernas hasta que estas le rodearon la cintura.

Era un juego de dos.

Tsuna fue quien rio cuando estuvo por completo siendo cargado por el azabache quien se encaminó a paso torpe hacia la pequeña sala de estar en la oficina. No dejaron de besarse, suspirando entre respiros y disfrutando de su pequeña travesura a media mañana. Jamás eran tan descuidados, pero en esa ocasión se dejaron llevar por el momento y siguieron en su pequeño mundito entre besos franceses que poco a poco se iban calmando.

 

—Te digo que no es mi misión —Lambo agitaba la carpeta—, ésta ya fue asignada y se la dieron a Ryohei.

—Es tuya, vaca estúpida.

—Tienes mala memoria estupidera.

—Cuando juudaime lo confirme, restregaré la carpeta en tu cara.

—Vas a perder, chico bomba.

 

Pero se callaron cuando escucharon cierto ruido salido del despacho de su jefe. Fue algo parecido a un golpe, algo que se rompió y unos quejidos. Raro. Como siempre la tormenta fue la que entró en pánico pensando lo peor y, soltando los documentos que tenía en manos, corrió en dirección de la oficina; mientras Lambo, con mayor calma, sólo caminó con prisa. Era obvio que no era un ataque, sino las alarmas hubiesen saltado, así que sólo debió ser un… ¿qué hora era?

 

—¡Juudaime! —Gokudera pateó la puerta y esta se abrió de dos en dos, golpeando las paredes y causando un ruido seco.

—Tsuna-nii —Lambo sólo asomó su cabeza para analizar la situación.

—¿Qué pasó?

 

Ambos hallaron a dos personas recostadas y riéndose en el suelo, un vidrio roto desparramado cerca de esos dos, la estructura de lo que parecía una mesita de madera rota en varios pedazos, y nada más. Lo normal. El castaño era quien se reía más sonoramente mientras se sostenía el estómago, el azabache a su lado estaba más controlado y pudo sentarse para guardar compostura. No había sido su mejor escenario, pero no dejaba de ser divertido.

 

—¿Están bien? —Hayato ingresó más tranquilo al ver que su jefe estaba entero.

—¿Qué pasó aquí? —Lambo ingresó analizando todo, le recordaba a algo, pero… ¿a qué?

—Sí, estamos bien —Fon respiró profundo antes de girarse hacia el castaño que seguía recostado—. Sólo, tropezamos.

—Hace mucho que no tenía un accidente así —Tsuna respiró profundo antes de tomar la mano de Fon para sentarse—. Auch… creo que me golpeé más fuerte de lo normal —se sujetó la parte de atrás de su cabeza.

—¿Qué estaban haciendo para que rompieran la mesita del… centro? —Lambo notó algo muy interesante, la siempre pulcra vestimenta del castaño estaba desordenada, con el bléiser abierto —. Oh —entrecerró sus ojos y forjó una sutil sonrisa.

—No medí bien la distancia y tropecé con la mesa —Fon señaló el vidrio roto cerca de ellos y la madera destruida—, al menos eso creo.

—Fui yo quien saltó encima y la terminó por destruir —suspiró Tsuna—. Es un milagro que no nos cortáramos con el vidrio —se terminó de revisar y sonrió.

—Pero ¿qué hacían? —insistió Lambo con una sonrisa torcida.

—Lo que importa es que está bien, juudaime —Hayato ayudó a su jefe a levantarse—. Es un alivio.

—Bailábamos —Fon entendió la mirada insistente de Lambo y sonrió—, eso —una pequeña mentira no le haría daño a nadie.

—Como que no les creo —Lambo susurró antes de reír.

—Bailábamos, Lambo —segundó Tsuna antes de sacudir su traje—. Bien… Ahora tengo que reemplazar eso —miró la mesita.

—Mandaré al personal de limpieza, no se preocupe por eso, juudaime.

 

Lambo estaba feliz, muy feliz, extremadamente feliz, y con ello Chrome también lo estaba. Ambos sabían que su hermano cada día estaba mejor y que eso era sólo mérito de Fon. Adoraban ver a su jefe sonreír, a los niños volver a —casi—, asemejar a lo que eran antes de todo ese desastre en la familia, a los guardianes reunidos, y a Mukuro rindiéndose con cada día en que veía a Tsuna quedarse dormido en el hombro de Fon mientras veían una película en la sala.

Era perfecto.

Por eso… y sólo por eso —aunque también fue por una travesura bien planeada porque todo se puso a su favor—, idearon la próxima salida de su hermano mayor y jefe para que fuera la culminación de todo ese progreso. La reunión en Corea se llevaría a cabo pronto, duraría al menos tres días debido a que era como una rendición de cuentas de toda la alianza mafiosa, reunión que se daba en la semana pactada como neutral donde las afrentas se extinguían para dar paso a la armonía entre países.

Era una oportunidad que no debían desaprovechar.

Nagi se ofreció a quedarse en casa para mantener todo bajo control, además, sin ella todo se volvería un poco más natural, porque era bien sabido que Tsuna la sobreprotegía cuando trataban con familias ajenas ya que la belleza de Chrome a veces atraía a malas influencias. Por eso Lambo se ofreció a ser el escolta principal e hizo todo lo posible para que todos los demás estuvieran ocupados y Fon asumiera el segundo puesto para que viajara como el otro escolta. Hasta Skull ayudó y dijo que, para que los niños no sintieran tanto la ausencia de los padres, se los llevaría con Enma y Diana como en una reunión familiar.

 

—No destruyan nada, chicos —suspiró Tsuna tras detener la pelea dada entre Yamamoto y Hayato.

—Nos haremos cargo, no se preocupe, juudaime.

—Sí, claro —murmuró Lambo quien sacaba su equipaje—, si ya están peleando desde ahora.

—¿Dijiste algo, vaca tonta?

—¡Que eres feo! —le sacó la lengua antes de encaminarse al auto—. ¡Hoy conduzco! —y sin recibir respuesta se colocó en el asiento del piloto para presionar el claxon y reírse por el enfado de Hayato.

—Buen viaje, papi —Bella se trepó a la pierna del castaño—, vuelve pronto.

—Pórtate bien, princesa —la tomó en brazos para cargarla y besarle la mejilla— y cuida de tu hermano.

—Prometo no hacer travesuras —sonrió el rubiecito mirando a Fon.

—Diviértete —Fon le acarició la cabeza—. Y no beses a Leo.

—Está bien —se rio.

 

Iba a ser un viaje divertido, Lambo lo sabía y por eso canturreó durante la travesía. Trató de darles privacidad a esos dos, en el avión incluso se hizo “invisible” al cubrirse con un periódico que fingía leer y que bajaba lo suficiente para espiar sutilmente a la parejita que de vez en cuando se daba un besito mariposa o se cuchicheaban alguna cosa. Eran tan bonitos, como un par de adolescentes sin preocupaciones. Pero claro que les hizo burla también, porque su deber como hermano menor del décimo era molestarlo.

Acudió junto a su jefe y Fon a las reuniones, mantuvo la calma y la concentración cuando debía, fingió coquetear con alguna aliada para alejarse de la pareja y darles privacidad, comió lo que encontró, fue el guía de esos dos para pasear un rato por la ciudad. Actuó maduro y confiable ante los aliados y su primera reunión. Se mostró como debió mostrarse durante los días en donde se hospedaron en las mansiones de los aliados o de la propia Vongola mientras saltaban de ciudad en ciudad para las diferentes fiestas y reuniones. Fueron días agitados que culminaron ahí, en ese hotel, y donde casualmente hubo una confusión en la reserva.

 

—No hay problema —Lambo apuntó al cuarto individual—, yo uso ese y ustedes el matrimonial.

—Lambo, ¿no te dolía el estómago? —Fon miró al de rizos quien se tensó.

—Sí, sí —se sujetó la barriga e hizo una mueca—, y no quiero contagiarles nada. Así que se van a esa habitación —apuntó a la dichosa puerta.

—¿No quieres ir al médico? —Tsuna tocó la frente de Lambo para verificar si tenía fiebre—. Si te sientes mal podemos…

—¡No! —quería terminar eso rápido—. Sólo tengo que dormir un rato —suspiró antes de retroceder—. Como sea, buenas noches, recuerden que mañana nuestro vuelo sale temprano.

—Pero…

—¡Adiós! —y se encerró en su cuarto.

 

Era obvio que él y Chrome planearon esa confusión, una donde reservaron una suite matrimonial para ese par en pro de darles su espacio y privacidad, además, el cuarto individual para Lambo estaba en el otro extremo de ese pasillo y los demás cuartos tenían prohibido ser reservados. Les costó mucho lograr que Hayato o algún otro no descubrieran su plan, pero ahí estaban, triunfando como unos buenos estrategas en su travesura. Ahora sólo quedaba esperar a que Fon captara la intención o que el propio Tsunayoshi aprovechara la ocasión, y todo estaría mucho mejor.

Tenía que funcionar.

 

—Wow, la vista es bonita —Tsuna miró por el gran ventanal—, se ve toda la ciudad.

—Pero es una lástima que no se vean las estrellas.

—Desde la mansión siempre hay una linda vista del cielo despejado —sonrió Tsuna—, creo que ya la extraño.

—Ha sido un viaje largo.

 

Estaban cansados, era verdad, así que se recostaron con todo y traje sobre la cama. Descansaron un rato mientras hablaban por teléfono con los niños como todos los días, rieron al escuchar cómo le hicieron una fiesta improvisada a Skull porque se enteraron que era su cumpleaños y nadie lo sabía, se turnaron para darse una ducha y cambiarse antes de disponerse a mirar por la ventana un rato mientras bebían un poco de wiski que hallaron por ahí, y finalmente se recostaron para descansar. Hicieron lo rutinario, lo que siempre hacían.

 

—Lo planearon, ¿verdad? —Tsuna miró a Fon quien asintió—, ¿por qué?

—Privacidad —sonrió antes de acariciar la mejilla del castaño.

—Oh —asintió y lo pensó un poco—, ¿cómo para unas vacaciones?

—Algo así —se acercó hasta besar al castaño y abrazarlo. Le parecía tierno que Tsuna no entendiera ese asunto.

—Espera… —después de analizarlo un poco, entendió—. Crees que ellos planeaban… que… nosotros… —sus mejillas se sonrojaron y no pudo completar su frase.

—Creo que sí —susurró divertido ante esa adorable reacción.

 

Se quedaron en silencio, acunados por el ruido lejano de la ciudad, algo como un susurro que hacía eco a lo lejos. Se abrazaron un rato, fingieron no sentirse algo abochornados por lo que acababan de entender y esperaron a que pasase algo. Lo que fuera. Pero estaba claro que, si alguno no hablaba, se quedarían dormidos hasta el día siguiente.

 

—¿Y si lo hacemos?

 

Fue Tsuna quien se atrevió a decir eso, sintiendo de inmediato la tensión en el cuerpo ajeno y en el suyo propio, apreciando su vergüenza aflorar a niveles alarmantes hasta el punto en que sentía sus mejillas arderle. ¡Lo había dicho!

Pero lo que dijo era en serio, él lo quería, en verdad lo había estado pensando, incluso se había visto tentado a insinuarlo…, pero no había tenido la oportunidad o el valor, no hasta ese día. Y ahora, ya lo hizo, y sólo estaba esperando una respuesta a su propuesta.

 

—¿Estás seguro? —Fon se separó lo suficiente para mirar al castaño y se contagió de ese bochorno.

—Yo… —tragó duro—, creo que podemos… ir más lejos —su voz tembló.

—¿Lo quieres?

—¿Y tú? —se atrevió a mirarlo.

—Sí —besó la nariz del castaño antes de unir sus labios unos segundos.

—Creo que estoy nervioso ahora —trató de reír, pero no pudo, sólo se aferró a los brazos de Fon en un intento por calmarse.

—Podemos dejarlo para… otra ocasión.

—No —se escuchó desesperado, en sí lo estaba, pero no quería sonar de esa forma—. Sólo digo que… no hay muchas veces en las que… —sintió cosquillas en su vientre— tenemos tanto espacio y…

—Tsuna —Fon deslizó sus dedos por la curvatura del costado del castaño, fijándose en las líneas de las costillas y la suavidad de esa cintura—, va a tener que guiarme.

 

Un beso, un deseo, una simple aceptación. Tsuna perdió el hilillo de sus pensamientos después del tercer beso cuando su lengua se enredó con la de Fon en un ritmo ansioso, porque había tenido innumerables fantasías con ese momento. Se sentía tan seguro entre los brazos de Fon, era tan placentero percibir los mismos nervios y ansias en aquel hombre cuyo cuerpo fácilmente atrapaba el suyo entre las sábanas. Eran muy honestos y apreciaba eso, porque de esa forma fue fácil darse cuenta que ambos se habían estado limitando, mitigando, frenando.

Se deseaban y eso se notaba entre las caricias y besos que compartían.

Se aferraban entre sí para sentir el calor dado sin la estorbosa tela, se exploraban con paciencia en un toque delicado y dudoso al inicio, se entregaron al calor desbordante entre sus besos y roces, y aceptaron que los dedos del otro palparan hasta la más mínima imperfección en sus pieles. Fue idea de Tsuna el que encendieran la lámpara de noche, porque deseaba ver claramente la expresión de Fon mientras se acariciaban, y porque quería ser visto también. Quería que se sintieran cómodos con sus cuerpos y que se mostraran sin impedimentos.

Fue vergonzoso y a la vez muy bonito.

Fon dijo la verdad, necesitó de guía, y Tsuna la dio olvidando la vergüenza que revoloteaba en su estómago. El cielo fue el maestro en esa ocasión y gozó del destacado aprendiz que acunó entre sus brazos. Se guiaron mediante monosílabos cuando sus respiraciones ya no daban para hablar, se miraron mientras se unían como tanto habían deseado, y se besaron mientras sus dedos se entrelazaban para sostenerse de la cordura ajena. Desbordaron pasión, amor, confianza y ternura. Culminaron frente a frente, sin poder respirar, sintiéndose plenos y aferrados al cuerpo del otro.

 

—Yo te amo, Tsuna.

—Tal vez yo te amo más, Fon —rio suavemente antes de besarlo.

—No lo creo.

—Podemos discutir, pero no terminaríamos pronto.

 

Había sido una de las experiencias más bonitas porque su amor los había guiado en aquella exploración física. Se respetaron a cada momento, cuidaron del goce ajeno mientras aceptaban el propio, y se abrazaron para recuperar un poco de juicio después de haber alcanzado el cielo. Sonrieron mientras rodaban en su lecho para hallar comodidad, se besaron un poco más, se unieron una vez más y finalmente cedieron al cansancio de esos días.

Habían alcanzado la cima de su relación.

 

 

Continuará…

 

 

 

 

Notas finales:

 

AJSDNCJDFV me dio ganas de terminar la historia aquí, con todo el mundo de flores y colores. ¿Sería bueno hacerlo así? No sé. ¡Necesito ayuda!

Bueno, no sé si hacer del siguiente capítulo algo así como el epílogo, aunque creo que me estoy olvidando de explicar algunas cosas. ¡Necesito que me digan si hay algo que no les quedó claro, o si quieren saber detalles de algo en específico!

Aink, es que es tan bonito que en serio creo que merece un final todo feliz y sin más dramas.

Bueno.

Krat les da actualización al apuro porque está en jornada de trabajo :v

Los amo~

Besitos~


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