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Mi rojo cielo por 1827kratSN

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Lo iba a arriesgar todo.

Podía perder todo.

Y cuando admitió sus miedos más grandes frente a la persona que amaba…, se derrumbó.

Tsunayoshi se aferró a Fon con desesperación mientras sus manos temblaban y sus lágrimas brotaban. Admitió todo aquello que no le había dejado dormir por días, dio a conocer las razones por las que se había alejado tan de repente, detalló sus mayores pesares y se sintió más ligero. Abrió su alma reconstruida ante la persona por la que estaba dispuesto a ser valiente. Le dijo la verdad a Fon.

 

—También podrías ganar —susurró el azabache sin dejar de acariciar esos cabellos revoltosos.

—¿Cómo? —murmuró con su voz un poco ahogada por estar oculto en el pecho del antiguo arcobaleno.

—Podrías lograr que las apariencias ante la mafia ya no fueran necesarias.

—¿Y si no pasa eso?

—Entonces al menos alejarás a todos los que te hacen tanto daño.

 

Tal vez hace mucho que no había dormido tan plácidamente como en esa noche, cuando Fon le acarició la espalda hasta que cediera al agotamiento mientras lo besaba de vez en vez. Y tal vez no se sintió tan seguro como en esa mañana cuando despertó junto a sus dos hijos quienes dormían a su lado aferrados a su pecho.

Quería dejarles como herencia un mundo más sano.

No era sólo su deseo de dar a conocer que era feliz con la persona correcta, el de no tener esa sensación amarga al estar preocupado porque alguien lo descubriera, era también una lucha que dejó olvidada desde hace tanto. Era una pequeña carga abandonada sobre sus hombros.

En la mafia las apariencias lo eran todo. Los herederos y un matrimonio “normal” valían más que todos los actos de un buen líder. Había querido olvidar esos detalles, pero en ese punto se fijó en que no podía simplemente cerrar los ojos y fingir que no había nada por lo cual seguir preocupándose.

 

—Ya no hay marcha atrás —los había reunido al fin, a su familia—, no puedo simplemente dejar esto como un secreto.

—Pues creo que es genial —sonrió Takeshi—. Todos te apoyamos, Tsuna.

—Quise esperar a que todos aceptasen mi relación con Fon —el castaño miró a Mukuro y a Kyoya por inercia—, pero estoy consciente de que no puedo seguir así.

—Lo que pasará allá fuera después del anuncio será algo semejante a lo que pasa aquí —Spanner jugó con el palito vacío de su piruleta—. Muchos te aceptarán…, otros rechazarán. Así que estaremos preparados para enfrentar a los que no acepten esto.

—No es sólo por mí —Tsuna sonrió con melancolía—, sino por todos los que han sido obligados a ocultar su verdadero “yo”.

—Es algo muy noble, Vongola —Mukuro jugó con su tridente antes de mirar al castaño—, pero espero que te prepares porque nos atacarán.

—Por eso, primero quise informarles lo que haré.

—Será divertido —la sonrisa sutil de Kyoya fue el reflejo de los que pocos creían—. Nos libraremos de algunos herbívoros.

—Empecemos contigo, alondra-chan —sonrió Mukuro—. Envidioso y closetero, kufufu.

—Te morderé hasta la muerte.

—Inténtalo si puedes.

—Yo creí que también eras de clóset —se burló Hayato mirando a Mukuro.

—Me ofendes —se tocó el pecho—. Pues yo, muy al contrario de otros —rodó sus ojos—, jamás oculté mi interés carnal por Tsunayoshi-kun.

—Uh —Lambo reía en medio de aquella obra maestra—, justo en las verdades.

 

Fue un caos que reflejó el verdadero desastre que sucedería después. Pero hubo algo bueno en esa ocasión. El alivio se notó claramente en su hogar, porque ya no había esa aura tensa o dudosa, ya no había más rencores o problemas, sólo eran ellos, todos, como un reflejo de la familia que fueron hasta antes de que todo el desastre de su lejanía sucediera. Volvieron a ser la antigua Vongola escandalosa y animada.

Excepto por Skull, él siguió siendo el mismo amante del caos por diversión propia.

 

 

Reacción…

 

 

Se prepararon con antelación, reforzando su seguridad, tramando planes de emergencia, discutiendo todos los posibles escenarios que podrían darse tras hacer oficial la noticia. Todos pusieron su granito de arena para apoyar incondicionalmente a su jefe y juraron mantener a Vongola tan en alto como hasta ese punto. A pesar de que aún había algunas diferencias entre sus miembros, todos priorizaron la felicidad de su cielo.

 

—¿Me besas?

—¿Aún estás nervioso? —Fon se acomodó junto al castaño.

—Mucho —juntó su nariz con la del azabache—. Demasiado —confesó antes de besarlo.

 

Era la noche antes de la reunión con todos sus aliados, eran las horas previas a su declaración oficial. Iba a enfrentar a todo el mundo mafioso para decir que era bisexual, y no sólo eso, sino que también revelaría que sostenía una relación estable con el antiguo arcobaleno de la tormenta. Iba a mandar al carajo generaciones y generaciones de tradiciones impuestas para los jefes mafiosos de todo el mundo. Iba a decirles a todos en la cara que no había nada de malo con enamorarse de una persona de su mismo sexo. Iba a representar a todos los reprimidos de esa clase social.

Y lo hizo.

No dio rodeos, fue claro, usó las palabras que creyó correctas, los miró de frente y con la cabeza en alto, se mostró seguro y se apoyó en Fon y Hayato quienes fueron sus escoltas en ese día. Enfrentó con tranquilidad aquellas miradas impresionadas, recriminatorias y reprobatorias. Escuchó con paciencia las protestas, los reclamos, las ofensas y el apoyo que muchos le dieron. Estuvo claro que convivió con víboras por mucho tiempo y que tendría que deshacerse de muchas de ellas.

 

—Nuestra alianza se termina.

—Nuestra familia también rompe lazos con Vongola.

—Son unos ignorantes de mierda. Por supuesto que nosotros seguiremos apoyando al Décimo como hasta ahora, a diferencia de estos idiotas.

—No tengo problemas con su vida personal, Vongola.

—Esto es una aberración. ¡Nosotros nos largamos!

 

Cosas más, cosas menos. Tsuna vio a algunos dejar esa reunión después de romper su alianza, se quedó con quienes aceptaron su anuncio de buena forma, y toleró a quienes consideraba lobos vestidos de oveja porque así los denominaba su intuición. Dio palabras de agradecimiento, memorizó la lista de quienes consideraría analizar por un tiempo y juzgarlos, y se retiró con calma. Con porte y elegancia fue escoltado hasta abandonar ese lugar testigo de una pequeña lucha.

Pero eso fue sólo el comienzo.

Muchos de sus negocios se fracturaron, sus comercios se vieron afectados, los rumores que lo tachaban como un “fenómeno” —palabra muy suave con respecto a las usadas en su contra— se esparcieron como pólvora, vio incluso desertores de sus propias filas. Soportó todo el rechazo y se preparó para los ataques frontales dados apenas una semana después. Rompió convenios con aliados de años, su intuición estaba al tope estallando en alertas que le evitaron varios enfrentamientos que, si bien podía ganar, ocasionaría la pérdida de muchos subordinados.

 

—Sabía que sería así —mordió su labio inferior—. Que se pondrían en mi contra.

—No decaigas, Tsuna-kun.

—Lo que más me duele… —miró a su familia reunida para enfrentar ese caos—, es que los más afectados son ustedes.

 

Las batallas se dieron en las calles porque las roturas de sus alianzas significaron peleas por territorios y el renacimiento de negocios chuecos en los barrios más bajos. Cada día tenía un reporte nuevo sobre secuestros, heridos, ataques vandálicos a comerciantes pequeños bajo protección de Vongola y muchas cosas innombrables. Papeleo que se volvió interminable, reuniones que finalizaban en disputas o salidas que desembocaban en enfrentamientos con los enemigos.

No entendía por qué actuaban así.

Tuvo que resguardar a los más pequeños de la familia en su mansión, siendo así que por fin empezó a entablar relación con Luna y Dasha quienes se veían envueltas por segunda vez en una especie de guerra campal entre mafias. No quería que sus pequeños hijos y sobrinos se vieran afectados, pero fue inevitable que incluso ellos tuvieran que enfrentar un atentado a su mansión.

 

—¡Papi, no te vayas! —suplicaba Isabella aferrada al cuello del castaño que la alejó del ruido horrendo de disparos y gritos.

—Tengo que liderar a nuestros subordinados —le acarició la espaldita—, pero no tardaré mucho y no saldré de la mansión, princesa.

—¿Puedo ayudarte? —Taiki se aferraba a la pierna de su padre, tirando levemente del fino pantalón para llamar la atención—. Puedo pelear a tu lado —respiraba agitado por la ansiedad—, ¡soy fuerte y estoy capacitado!

—No —Tsuna se agachó para mirarlos, sintiéndose culpable por darles ese tipo de vida—. Tú eres el mayor de todos —miró a Leo, Franco, Dasha y Luna quienes estaban resguardados por las niñeras y Diana—, tienes que cuidar de los demás.

—Pero si no te ayudo, ¿cómo me voy a asegurar de que nada malo te pasará?

—Porque yo estaré ahí —Fon apareció en la puerta de aquel búnquer subterráneo, donde estarían seguros que nada les pasaría a los niños—. Así que quédate aquí y cuida de los demás.

—Pero, mamá —insistió.

—Nada malo pasará, lo prometo —Fon abrazó al pequeño y acarició la cabecita de la castaña.

 

Tsuna juró que no sería como la última vez, estaba seguro de eso, porque confiaba en sus ingenieros, en sus guardianes, sus refuerzos y aliados. Estaba preparado para esa estúpida afrenta que sería la última. Porque derrotando a sus enemigos reunidos en un grupo de ataque justificado por el desacuerdo con la sexualidad del líder Vongola, acallaría todas esas estúpidas voces que intentaban desacreditarlo, humillarlo y destruirlo.

Iba a detener todo eso ahí.

Ordenó que no matasen a sus enemigos y sólo que los capturasen, dirigió a los escuadrones de defensa, se mantuvo en primera línea teniendo por seguro que Fon le cuidaría la espalda en conjunto con los demás, y peleó por algo tan simple como su propia libertad. Y después de ese día, levantó su voz en exigencia por respeto hacia su vida privada, les gritó en a cara a todos los líderes para que dejasen esa estupidez y aceptaran que el tener un líder gay no era el fin del mundo. Les demostró a todos que seguía siendo el poderoso Décimo heredero de la voluntad de Vongola.

Terminó con cada protesta con ayuda del poder que acunaba entre sus manos.

Pero no guardó rencores.

Devolvió a los prisioneros después de una clara advertencia para que no osaran volver a ponerse en su contra o no sería tan piadoso por segunda vez; pactó acuerdos de paz con cláusulas específicas que dictaban que, al menor error, Vongola tomaría medidas; volvió a retomar el poder que le correspondía; y al final brindó con champagne a la par con los verdaderos aliados que se quedaron a su lado.

 

—Al fin acabó —esa noche, cuando pudo darse un baño largo y caliente, se sintió libre—. Por fin —suspiró mientras secaba su cabello y se dirigía hacia la ventana de su cuarto.

—Lo hiciste muy bien —Fon le sonrió desde la cama que compartían—. Usaste las amenazas correctas, la fuerza que te corresponde…, pero no dañaste a casi nadie.

—Fue inevitable que hubiera un par de bajas… —se dejó caer en su cama junto al azabache—, pero hubiese deseado evitarlas.

 

Se dejó de quejar cuando Fon lo invitó a sentarse y después amablemente le secó los cabellos. Dejaron aquel asunto horrendo de lado para aferrarse a la calmada estancia nocturna. Se besaron en silencio, riéndose entre sus abrazos y planes para el día venidero, jugando con sus dedos y mirándose con cariño.

Tsuna reía cada vez que en su cuello era depositado un beso tierno, rozaba su mejilla con la ajena mientras enredaba sus pies con los de Fon, rodaron en esa cama entre las cosquillas que se intentaban provocar, y al final terminaron recostándose frente a frente para secretearse palabras llenas de dulzura y robarse besos entre sus interminables sonrojos.

 

 

Esa noche durmieron en paz.

 

 

Esa mañana se quedó admirando el rostro durmiente de aquel azabache, denotando el mismo estado pacífico que el suyo, pensando en por qué Fon se quedó a su lado después de todas las inseguridades que mostró y su debilidad extrema en ciertos aspectos, imaginándose si su vida hubiese sido diferente si es que Fon se hubiese presentado antes en su camino. También se preguntaba porqué lo amaba tanto, o qué le gustaba más de Fon.

 

—Papi —fue el susurro que lo alertó—. Papi… ¿estás despierto?

—Bella —se sentó con cuidado para no despertar a su novio—, es muy temprano para que estés despierta.

—Tuve un sueño feo —la pequeña de ahora cuatro, casi cinco años, entró despacio, caminando de puntitas. Tsuna no creyó que su hija lograra girar a perilla.

—¿Quieres contarme? —quiso bajarse de la cama, pero Bella corrió a detenerlo y en vez de eso se trepó a su lado.

—No recuerdo —miró al azabache—. ¿Mamá tiene un buen sueño? —preguntó al ver al durmiente sonreír sutilmente.

—Tal vez —Tsuna rio bajito—. Ven, nena —la acomodó a su lado, en medio de Fon y él—, sólo no te muevas demasiado, ¿vale?

—Mamá está cansada —la castañita giró su cabecita y estiró su mano para acariciarle la mejilla a Fon—. Duerme, duerme.

—Tú también deberías dormir, princesa —Fon entreabrió sus ojos y sonrió.

—Buenos días —susurraron a la par los castaños—, lamentamos despertarte.

—Siempre es bueno despertar junto a tu familia —rio bajito antes de abrazar suavemente a la castañita que reía.

—Falta mi hermanito —Isabella miró la puerta—, pero está dormido como un tronco.

—Familia.

 

Eran una familia. A Tsuna, esa palabra lo envolvió en una inmensa felicidad, porque la familia era algo que él tenía como prioridad. Esa era su familia, pequeña y algo rara, pero suya. Tenía esa familia que se destrozó de a poquito, de la que un trocito le fue arrebatado, pero que logró encontrar un complemento adicional que perfeccionó su existencia. Esa era su familia y estaba orgulloso de ella.

Sintió ganas de llorar, pero no lo hizo. Prefirió recostarse junto a la castañita para quedarse en silencio y escucharla platicar con Fon.

Tsuna fue quien tuvo que despertar esa mañana a Taiki, de quien sospechaba se estaba quedando hasta muy tarde leyendo un libro en secreto porque descubrió una lámpara mal escondida debajo el colchón. Fingió no darse cuenta y lo ayudó a despertar tras un baño matutino y la promesa de ir al parque el fin de semana.

Fue de la mano de su hijo mayor a desayunar, sonrió al verlos a todos reunidos y ocupó su lugar de la misma forma en que hizo cada que pudo. Apreció a su familia ampliada, disfrutó del caos y comió despacio para admirar como uno a uno se excusaba para irse a trabajar. Se quedó hasta que sólo sus guardianes y los dos antiguos arcobalenos quedaron en la mesa.

 

—Te ves muy feliz, Tsunayoshi-kun —la mirada analítica de aquella niebla a veces era incómoda—. ¿Algo interesante que contar? Kufufu.

—Estoy feliz porque todo ese lio terminó.

—Esa es noticia vieja —agitó su mano en negativa—. Yo me refería a algo más reciente —entrecerró sus ojos y torció una sonrisa maliciosa—, como en tu descanso nocturno… Pues todos suponemos que cada quien celebró a su manera.

—No entiendo a qué te refieres —Tsuna siguió comiendo su fruta.

—Uh, uh —Skull agitó su mano—, ya entendí —dejó su tenedor de lado—. Sí, sí, yo también quiero saber.

—¡Ustedes dejen de hablar ahora mismo! —Hayato no soportó su creciente enfado ante la osadía de ese par.

—Cálmate, gatito huraño —Mukuro rio—, pues debes tener la misma curiosidad que los demás.

—Hasta yo tengo curiosidad —rio Yamamoto—, ¿de qué hablan?

—Del ejercicio que hicieron ayer el par de…

—¡¿Entrenaron?! —Ryohei se levantó de un salto— Debieron llamarme, ¡al extremo! —golpeó al aire con uno de sus puños vendados.

—¡Cállate, cabeza de césped!

 

Caos, mucho caos que Tsuna quiso evitar y fue por eso que trató de comer más a prisa mientras, con la mirada, revisaba que Fon también estuviese por terminar. ¡Claro que entendió a qué quería llegar Mukuro! Esa indirecta por saber “algo” en específico fue evidente. Algo que no pasó, cabe recalcar. Así que ignoró la pelea de sus guardianes, las burlas de Lambo y Skull, los sonrojos de Chrome y fingió demencia mientras picaba con su tenedor el banano bañado en yogurt.

 

—¿Y cómo se siente ser el de abajo?

—¡Skull! —Tsuna casi se atora, pero logró tragar para elevar su voz.

—Todos tenemos curiosidad, no te hagas —rio bajito mientras masticaba su fruta.

—No preguntes esas cosas en medio de nuestra reunión para desayunar —reprochó mientras decidía si dejar lo demás de su plato y salir de ahí.

—No sean tan recatados, todos somos adultos aquí, kuufufufu —Mukuro pareció más animado, intrigado y a la vez dispuesto a obtener la información que deseaba a como dé lugar—. Queremos saciar nuestra curiosidad por su asuntito —apuntó a Tsuna y Fon con sus dedos.

—Mukuro-sama es un atrevido —comentó Chrome.

—Acabo de entender a lo que se refieren —Ryohei miró a todos antes de ubicarse correctamente en su silla para admirar todo en silencio.

—Quiero saber si no es malo ser el de abajo —continuó Skull, porque nadie le iba a amargar esa oportunidad.

—Skull, estás siendo muy atrevido —advirtió Tsuna.

—No te estaba preguntando a ti —Skull ondeó su mano antes de apuntarle con su tenedor a su víctima—, se lo decía a Fon.

—¡Skull! —Hayato fue quien intentó pararlo esta vez.

—¡Son cosas privadas! —acotó Chrome con las mejillas rojas.

—Pero el morbo supera todo, kufufu.

—Esto se pone interesante —Lambo bebía su jugo despacio para evitar atorarse si es que algo lo hacía reír.

—¡Vamos! —Skull golpeó la mesa con su dedo índice—. Queremos respuestas.

—Se quedarán con la duda —Tsuna dejó todo de lado, su fruta quedaría ahí, sólo bebería su jugo.

—¿Quién es el de abajo y el de arriba? —insistió el de piercings.

—¿Quién es el pasivo?

—¡Skull, Mukuro, ya basta! —advirtió Tsuna.

—¡Ustedes! —gruñó Hayato antes de elevar su puño derecho.

—Pues… —Fon jugaba con lo último de su vaso— diría —lo miraron— que de las dos formas se siente muy bien —soltó de forma clara y rápida para no ser interrumpido.

 

Lambo y Tsuna escupieron su jugo con la única diferencia que Lambo lo hizo para así poder reírse a viva voz y Tsuna porque por poco se atora. Los rostros de Chrome y Takeshi enrojecieron; Skull estaba que no se la creía y reía entre sus manos porque casi escupe su papaya; Ryohei no dijo nada, pero en su mente anotaba que debía investigar un par de cosas; Mukuro por poco se cae de la silla; y Hayato simplemente se quedó con una palabrota en la boca.

 

—¡Fon! —las mejillas de Tsuna se encendieron al contactar con aquellos ojos marrones-rojizos enigmáticos.

—Vaya, vaya —Skull rio suavemente antes de mover su tenedor—. Ustedes sí que son interesantes.

—¡No puedo creerlo! —Mukuro expresó lo que todos querían decir—. ¡Ustedes… son…!

—¡Ya basta! —Tsuna miró a Fon quien se reía quedito ocultando sus labios con la manga de su qipao—. ¡Lo dijiste a propósito! —recriminó coloreándose un poco más.

—Lo siento —Fon se excusó sin sonar sincero—, pero fue divertido. Debes aceptarlo.

—¿Entonces es mentira? —Lambo jadeó porque por un momento creyó haber descubierto la verdad.

—Jamás lo negó —acotó Takeshi.

—¡Les prohíbo hablar de nuevo sobre ese tema! —Tsuna golpeó la mesa antes de levantarse—. O los castigaré.

—Míralos. Qué traviesos —reía Skull a la par que Lambo.

—O sólo curiosos —segundó el rayo.

—¡Fon! —Tsuna miró al mencionado antes de apuntar a quienes hablaban—. Ve lo que causaste.

—¿Estoy castigado? —intentó no sonreír.

—¡Sí!

 

Revuelos, dudas y muchas hipótesis que no pudieron concretarse porque el asunto debió ser zanjado definitivamente si es que no querían ser congelados indefinidamente. Sí, fue tanta la vergüenza de su cielo que él mismo plasmó esa amenaza y uno de los dos chistosos que no cerraron la boca —Mukuro— fue quien pagó las consecuencias. Lo único bueno de todo eso fue que el tema era tan incómodo que muchos fingieron no haber estado en esa plática y siguieron con su vida.

 

 

Plaga…

 

 

Algo que los niños adoraban hacer, era salir a pasear; siempre con sus respectivos escoltas para su seguridad, pero era algo adicional que muchas veces no era raro para los niños que se criaron en ese ambiente. Taiki y Bella, al ser los herederos de uno de los jefes máximos de la mafia, siempre serían tratados como dos miembros de la realeza y para nadie era raro verlos siempre acompañados por dos hombres de traje cuando era debido, o simplemente con dos adultos que intentaban no verse muy formales pero que de todas formas evidenciaban su trabajo en mayor o menor escala.

 

—¿Por qué no podemos ir a una escuela como esa? —Taiki miraba a través de su ventana hacia un edificio en el que a esa hora los niños salían con sus mochilas coloridas.

—Es porque usted no es como esos niños —explicaba Hayato mientras revisaba en su tableta el itinerario que debía seguir en ese día.

—Pero a Bella y a mí nos gustaría jugar en un lugar así.

—Tener más amigos —acotó la pequeña que también miraba por la ventana.

—Es un precio que hay que pagar —Hayato los miró con pena pues él también tuvo esas mismas inquietudes a esa edad—, la gente como nosotros simplemente debe tener una vida un poco diferente a los demás.

—¿Por qué?

—Porque es peligroso —decidió ser sincero—. Alguien podría querer hacerles daño o a su padre, por eso ustedes no pueden asistir a un lugar con tan poca seguridad.

—¿Algún día podré ir a una escuela normal? —Taiki dibujó un círculo en la ventana con su dedo.

—No lo sé —suspiró y sus ojos verdosos mostraron pena—, tal vez podría preguntárselo a su padre.

—Lo haré.

—Pero por ahora debemos apresurarnos para llegar al centro comercial —les sonrió—. Skull los espera ahí para llevarlos a patinar.

—¡Bella quiere patinar! —la pequeña elevaba sus manos emocionada, olvidando su anterior tristeza.

 

Habían sido un par de meses muy calmados, Tsuna los consideraba así. Festejaron el cumpleaños de Isabella sin contratiempos, sus alianzas eran firmes, se recompuso en cierta medida las relaciones con aquellos con los que Vongola rompió pactos de paz, asistió a las reuniones de la época y en ese momento estaban por darse un descanso largo previo a la navidad y año nuevo. Estaba preparando las últimas cosas del año, haciendo balances, archivando todos los documentos, apartando los pendientes que quedarían para el nuevo año, y empezaba a disfrutar del aroma dulzón en la mansión.

 

—Te traje chocolate caliente, Tsuna-kun.

 

La nieve conllevaba al frío y al uso de calefacción en las estancias más concurridas, pero aun así Tsuna prefería acomodarse entre los brazos de Fon para relajarse un momento y darse un pequeño descanso de su trabajo. Se acomodaban en el sofá, cubrían sus piernas con una manta y platicaban mientras degustaban de unas galletas y del chocolate humeante. Era simplemente perfecto, de esos pequeños momentos que gozaban infinitamente y que eran adornados por besos robados en medio de sus descuidos.

Sí, podían ser muy cursis a veces.

Ya no tenían que preocuparse mucho por si alguien entraba y los encontraba de esa forma, casi todos ya se habían hecho a la idea de la pareja en las nubes que podían llegar a ser, así que trataban de no ser inoportunos. Hasta Lambo aprendió a dejar sus comentarios malintencionados cuando ellos dos tenían sus pequeños momentos de convivencia. Los visitantes a la mansión ya dejaron de sorprenderse por encontrarlos juntos en la oficina, ayudándose mutuamente en el trabajo o con los niños y hasta a veces se limitaban a tratar el tema esencial para no hacer perder el tiempo al jefe máximo; tiempo que el castaño prefería gastar en su familia.

 

—Taiki y Bella se estarán divirtiendo ahora.

—Hayato me llamó para contarme algo que mis hijos dijeron —Tsuna acomodó lo usado en la mesita del centro antes de sentarse correctamente—, y me siento culpable.

—¿Por qué?

—Desearía darles una vida normal a Taiki e Isabella —jugó con la servilleta—, pero con todo esto de la mafia…, simplemente no puedo.

—Hablas de algo normal como… ¿una escuela?

—Sí —suspiró—, pero no puedo dejarlos ir sin más a un sitio así.

—Lo sé.

—Tal vez pueda… —ondeó sus manos y arrojó la servilleta a la mesita—, no sé… Darles libertad para ir a un internado en el extranjero.

—Podría no ser tan buena idea —Fon lo meditó—. Ellos te extrañarían y tú a ellos, así que podría ser una opción terrible.

—Entonces, ¿qué hago?

—No lo sé —Fon besó la sien de Tsuna—, pero no te martirices ahora. Podemos pensar en algo tranquilamente puesto que ellos aún son pequeños.

—Creo que les estoy impidiendo crecer socialmente —suspiró antes de inclinar su cuerpo hasta que su cabeza reposó en el hombro de Fon.

—Puedes empezar por llevarlos a las reuniones con los aliados —sonrió—. Podrías pedir que los demás lleven a sus hijos y así puedan convivir con otros niños.

—No lo creo —habló firmemente.

—¿Aun desconfías de uno de ellos?

—Sí… y esa sensación de que me va a apuñalar por la espalda, no se va.

—Deberías cortar lazos con él.

—No —suspiró—, quiero saber de qué es capaz y qué quiere de Vongola.

 

Era arriesgado, lo sabía, pero muchas cosas en esa vida lo eran. Estaba preparado para todo, tenía planes de acción para cualquier ataque, su seguridad estaba reforzada y no había huecos, además, había fechas consideradas neutrales y el fin de año era eso: neutral. Tal vez por eso no se previó para lo que ocurrió…, o tal vez sólo se confió demasiado al creer que él mismo sería el objetivo de cualquier ataque.

Todo fue normal hasta casi las seis de la tarde en donde la hora de retorno de sus hijos se acercaba. Tsuna tenía una sensación extraña en su pecho, de esas que le advertían del peligro y no pudo simplemente ignorarla. Advirtió a todos para que estuvieran listos, les dio las órdenes pertinentes, estuvo listo para cualquier cosa mientras se comunicaba con Enma para que tuviese precaución. Su estrés estaba aumentando y eso desencadenó en que su cuerpo adquiriera un tic donde su codo saltaba a veces.

 

—No hay señales de ataque —informó tranquilamente, pero el castaño parecía perdido en sus pensamientos— ¿Tsuna? ¿Estás bien?

—Fon… —cuando las seis y diez minutos se dio, Tsuna lo supo—, no es un ataque contra nosotros.

—¿A qué te refieres?

—Fon… —le sujetó del brazo—. No me odies por lo que haré —sus dedos temblaron y su garganta se sentía seca—. Por favor —suplicó.

—Hagas lo que hagas… yo te apoyaré —Fon notó claramente que algo malo pasaría—. Yo jamás dejaría de amarte —declaró finalmente cuando su cielo entrecerró los ojos.

—Confía en mí…, así como yo confiaré en ti.

 

Una llamada se dio cuando ninguno de los encargados de la seguridad logró localizar el auto que abandonó la mansión junto con los herederos, los teléfonos de la residencia vibraron a la par en todas las estaciones interconectadas, quien atendió la llamada fue Takeshi y quien habló detrás del teléfono fue un jadeante Koyo. Cada palabra que se fue dicha fue grabada automáticamente mientras los ingenieros de la mansión empezaron a trabajar a contra reloj. El líder fue informado, las medidas de seguridad aplicadas y finalmente la frase que lo cambiaría todo fue dicha.

 

—Vongola ha sido atacada… —Takeshi informó todo con neutralidad, ocultando su malestar—. Taiki e Isabella Sawada han sido tomados como prisioneros de nuestro enemigo.

 

La previsión de Enma no fue suficiente, Koyo llegó poco después de que el desastre en el centro comercial se diera. Aquel chico de cabellos verdosos hizo lo que pudo y con la poca información que pudo sacar, logró deducir el reporte que dio a la Vongola y Simon.

No había rastro de Hayato, Skull, Taiki y Bella; encontraron el auto en el estacionamiento y a un guardia muerto. No había muchos rastros de desorden y todo fue dado con la mayor discreción posible, pero una tienda fue atacada y un par de testigos dijeron ver a unos hombres extraños persiguiendo a un chico que cargaba con una niña.

No tenían nada más que eso.

El líder tomó compostura mientras daba las órdenes necesarias y evitaba entrar en pánico. Tsuna se mostró firme, neutral y sereno. Se hallaba en la habitación donde todos sus ingenieros hackeaban los sistemas de seguridad de la ciudad en busca del rastro que dejaron sus hijos, pero fue inefectivo porque muchas de las cámaras fueron reportadas como fuera de servicio.

No fue algo improvisado, no, eso fue planeado paso a paso desde hace mucho, pues la perfección fue tal que incluso los guardias del centro comercial no se dieron cuenta de que seis hombres vestidos de traje portaban armas y se desplazaban con sigilo en ese lugar público.

 

—¡Décimo! —fue la palabra de uno de sus subordinados—. Alguien está intentando conectarse con nosotros.

—Quiero que lo dejen conectarse.

—¡Sí!

 

No fue una llamada, fue algo más descarado: una videoconferencia. Tsuna vio a su actual aliado sentado detrás de un escritorio, sonriente, jugando con un pequeño lápiz bicolor. En ese instante certificó que su intuición no falló, aunque en realidad su intuición no fallaba desde hace mucho.

Se sentó también para que la cámara lo enfocara adecuadamente, colocó sus manos sobre la mesa, miró fijamente a la imagen de su actual enemigo y se sintió estúpido por no seguir los consejos de Fon que le dictaban romper lazos con Francesco. Fue descuidado y puso en riesgo a su mayor tesoro.

 

—Yo soy el autor del secuestro de tus dos hijos, Décimo Vongola.

—Lo sé —mantuvo serenidad—, por eso, evitémonos los formalismos y amenazas —miró fríamente a aquella imagen—, y dime, ¿qué es lo que quieres?

—¿No preguntas por la salud de tus primogénitos? —sonrió en burla.

—Sé que los mantendrás con bien porque de eso depende el que puedas manipularme.

—Qué cruel te oyes justo ahora.

—Y tú te ves patético intentando algo que terminará mal.

—Tengo dos rehenes —se relamió los labios— y aun así te comportas tan prepotente.

—¿Qué quieres? —elevó un poco más su voz para mostrar su poca paciencia.

—Que dejes el cargo de Vongola —siseó al final.

—¿Y por qué te beneficiaría eso?

—Porque voluntariamente me lo cederás.

—No lo haré —Tsuna claramente sintió las miradas de sus subordinados y guardianes sobre sí—. ¿Algo más que decir?

—Te doy dos días antes de que decida matar a tu hijo mayor —Francesco habló con una sonrisa—. Deja el cargo y yo…

—No hay trato —el castaño ondeó su mano para que le entregaran el control de la pantalla y por ende de la conexión de esa videoconferencia.

—¿Estás hablando en serio, Vongola? —bufó antes de reír—. No te creo… porque tú no eres un monstruo.

—Dejar mi cargo en Vongola y dártelo —miró a su enemigo—, significaría la destrucción de una utopía que ha acabado casi totalmente con los negocios más oscuros de la mafia —se mordió el interior de su mejilla—. Y eso…, no lo vale —sentenció.

—Son tus hijos.

—Y mi cargo evoca la vida de millones de personas en el globo —elevó sus manos y señaló al vacío.

—Te daré dos días —advirtió Francesco con mayor seriedad.

—No hay trato —Tsuna amenazó con apagar la pantalla.

—No creí que fueras tan cruel.

—Vongola no caerá, no la dejaré caer —le habló con seriedad—. Y si tengo que volver a mis dos hijos, los mártires para la salvación de esta familia mafiosa… —curvó sus labios en una sonrisa un tanto macabra—. Así se hará —acentuó cada sílaba.

—Dos días… —Francesco frunció el ceño—, veamos si sigues diciendo lo mismo después…

—¡No hay trato! —apretó los labios al final.

—No eres de esa calaña, Von…

 

Tsuna presionó el botón que interrumpía la conexión, apagaba la pantalla, lo separaba del mundo exterior y lo dejaba a él y a las múltiples personas que lo acompañaban en esa situación tan burda. Muchos se atrevieron a mirar al castaño que lanzó el control sobre la mesa, otros ahogaron una queja y miraron a sus respectivas pantallas para seguir con las órdenes de búsqueda, unos pocos salieron de la oficina para seguir con las labores en las otras habitaciones.

Nadie se atrevió a preguntar.

Nadie cuestionó esa autoridad.

Pero todos se sintieron unos monstruos.

Porque iban a sacrificar dos vidas tan preciadas en pro del bienestar general.

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

Subo esto medio dormida, cansada, estresada, con ganas de lanzarme a mi cama durante dos días sin moverme T-T.

But, espero que les haya gustado el capítulo.

Tengo previsto que el siguiente será algo así como el final, y el que le sigue el prólogo de la historia.

Espero sinceramente que cumpla con sus expectativas~

Krat los ama~

Besitos~


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