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Mi rojo cielo por 1827kratSN

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Se quedaron callados, admirando como el castaño tragaba saliva sin dejar de ver la pantalla apagada sin una pisca de emoción en el rostro. Intentaban asimilar esas palabras y los hechos, además de justificar a su cielo, quien acababa de declarar que dejaría morir a sus dos hijos en pro de Vongola. Y a pesar de que entendían el tamaño de ese sacrificio, su moral les llevaba también a sentirse culpables de dos vidas pequeñitas y sin mancha que posiblemente se perderían.

 

—Tsunayoshi-sama —habló uno de los que manejaban las computadoras—, rastreamos la videollamada, tenemos la ubicación.

—No hagan nada —la voz de Tsuna tembló y fue ahí donde todos se dieron cuenta del estado devastado de su cielo.

—Pero…

—Francesco no se arriesgaría a estar en el mismo sitio que mis hijos —su voz se quebró al final y tuvo que carraspear—, sigan buscando a Taiki y a Isabella.

—Pero él dijo… —insistió.

—Es muy poco tiempo como para que Francesco esté seguro de que tiene a mis hijos —Tsuna cerró sus ojos y respiró profundo para seguir en esa faceta desinteresada—, tal vez sólo se lo informaron, y ahora mis… pequeños… —tragó duro— están siendo trasladados.

—¿Y si no los encontramos? —fue Takeshi quien se atrevió a decir eso—. Si él cumple con el plazo y…

—¿Y a estas alturas dudan del buen juicio de su líder? —esa voz resonó desde la puerta, firme, serena—. Para nadie debe ser un misterio que su jefe tiene una intuición envidiable, así que cada decisión la pensó muy bien hasta este punto.

—Reborn-san —Takeshi cerró los ojos y agachó un poco su cabeza en símbolo de arrepentimiento por sus palabras y dudas—, tiene razón. Perdón, dudé por un momento.

—Tsuna —el azabache recién llegado miró al castaño quien no se movió—. No decaigas —ni siquiera pudo acomodarse bien en su habitación cuando le informaron de aquel suceso. Del secuestro de las dos grandes joyas de Vongola.

—No lo haré —Tsuna cerró sus ojos y aguantó sus ganas de llorar—. Confío en todos y sé que saldrá bien.

—Usa la cabeza y no el corazón —sonrió Reborn antes de quitarse la fedora—. Deja el resto en nuestras manos —reverenció sutilmente a su jefe, antiguo alumno, y objetivo de su respeto incluso en ese instante.

—Yo sé… que no me fallarán.

 

Reborn llegó en buen momento, como casi siempre hacía. Llegó para ser aquel apoyo silente que Tsuna necesitaba en ese momento, para ser la mente fría y razonante que actuaría a la par que su líder. Llegó en el momento justo para apreciar qué tan fuerte era la relación de su antiguo alumno con su antiguo compañero de maldición. Porque después de esa declaratoria dada sólo por un monstruo sin alma que es capaz de dejar a su suerte a sus propios hijos…, pocos serían los que siguiesen creyendo en Tsunayoshi Sawada.

 

—¿Tanto te fías en él? —comentó cuando se sentó junto al castaño.

—Tanto —susurró mientras apretaba sus manos porque le temblaban sin control—, que le cederé la vida de mis dos hijos.

—Espero no te equivoques —se acomodó la fedora.

—No lo hago, Reborn.

 

Para algunos fue algo obvio, para otros pasó desapercibido, pero era un detalle que todos debieron ver. Poco después de que la videoconferencia iniciara, que la declaratoria en negativa del pedido enemigo se diera, y de que la ubicación de Francesco fuera descubierta, una persona abandonó la sala de forma silente y decidida.

Fon se perdió entre pasillos y habitaciones. Se fue sin decir algo. Tomó riendas de su propio plan en paralelo con el de Tsunayoshi.

Dividieron fuerzas.

Lo hicieron para tener más oportunidades de triunfar.

 

—Enma… necesito que me ayudes.

Me adelanté —del otro lado de la línea se diferenciaba el ajetreo de quienes se movilizaban—, hallamos una pista, pero no estoy seguro de quién es.

—¿Puedes hacerte cargo de eso?

—Sí, no hay problema… Tú ve por la otra ruta.

 

 

División uno…

 

 

Fue un caos, un real desbarajuste cuando se dieron cuenta de que dos personas sospechosas los estaban siguiendo. Hayato le informó a Skull y este siguió como si nada mientras trataban de alejarse de sus perseguidores. Pero al final tuvieron que separarse, cada uno llevando consigo a un heredero para protegerlo con su vida. Y desde ahí fue una carrera a contrarreloj, porque tenían que escapar a la vez que intentaban contactar con la mansión y avisar del atentado.

 

—Taiki… —jadeaba arrodillado frente al pequeño—, escóndete en los baños.

—Pero tengo que ir por Bella —soltó al fin la mano del guardián de su padre.

—Skull prometió cuidarla —lo sostuvo por los brazos para mirarlo directamente—, y sabes que él es fuerte.

—Está bien —suspiró el rubio intentando calmarse, recuperar su aliento después de aquella carrera—, pero el baño no es buena idea.

—¿Por qué?

—Ellos están allá —apuntó a la dirección de los aseos—, y allá —apuntó a las escaleras eléctricas—. Hay uno allá también…, creo —dudó un momento.

—¿Cómo lo sabes? —arqueó una ceja.

—Papá dijo que confiara en la sensación de mi pecho —se apretó la zona y respiró—, pero estoy preocupado por mi hermana y no estoy seguro de que eso funcione.

—Vas a ser un líder tan grande como juudaime —Hayato sonrió y despeinó los cabellos rubios de Taiki—, por eso confío en que tu intuición nos guiará a la salida.

 

Puso su confianza entera en el niño de siete años que le dictaba qué camino era el correcto, se puso a órdenes del futuro jefe de la mafia mientras él mantenía en la mira a sus perseguidores. Tuvo ocasionalmente que dejar a Taiki escondido en algún lado para él enfrentar a esos idiotas y dejarlos inconscientes en algún lugar oculto. Pero parecía que su persecución no tenía fin, porque cuando al fin salieron del parqueadero… se hallaron con una emboscada armada compuesta por seis hombres y una camioneta.

No tuvieron opción.

Taiki se mantuvo lo más sereno posible, sin soltarse del mayor que era su custodio porque obviamente era un niño y estaba asustado. Hayato mantuvo la calma cediendo a las exigencias de esos idiotas y deshaciéndose de todas las armas que llevaba encima. Su prioridad era la integridad física del rubio entre sus brazos, por eso se calmó, no peleó y se dejó trasladar en esa camioneta en donde un tipo lo mantenía fijo en la mira de un arma. Lo peor era que no tenía forma de saber si Skull salió libre de esa.

 

—¡Tenemos un obstáculo!

 

Taiki se aferró al cuello de Hayato preso del pánico tras escuchar eso, susurrando que tenía un mal presentimiento. El de cabellos platinados decidió entonces aferrarse al cinturón de seguridad, al niño y cubrirlo con su cuerpo lo mejor que pudo. Sintieron un movimiento brusco dado tras un sonido chirriante, todos se agitaron, un par de sus custodios salieron volando hacia adelante y quien les apuntaba disparó por error antes de que el auto diera muchas vueltas sin control.

Pero Hayato jamás soltó a Taiki.

Todo sucedió muy rápido, sin entenderse bien, pero dejando aturdidos a los del auto. Se escucharon ruidos, voces, gritos y disparos. Hayato se quitó el cinturón y se deslizó por los asientos hasta cubrir el cuerpo del niño con el suyo propio y así protegerlo del tiroteo. Ni siquiera se dio cuenta de que ya tenía una herida de bala que sangraba en su lado derecho. Le importó más la seguridad de Taiki, a quien tomó de la mano y guio hacia la puerta donde esperaba no hubiese enemigos.

Apenas lograron salir y Gokudera verificó que estuviese despejado. No le importó saber qué pasó allí, si fue una pelea o un accidente, no quiso saber detalles, sólo tomó la mano del rubiecito y empezó a correr hasta una intersección. Se agacharon por un momento cuando escucharon más disparos, pero siguieron escapando poco después. Taiki tiraba de la mano del mayor para guiarlo, Hayato empezaba a sentir los estragos de la sangre perdida y maldecía porque no pudo llevarse su arma al menos.

 

—Aquí, espera… —jadeó el pequeño—. Aquí, aquí.

—Debemos seguir —hizo una mueca de dolor antes de apretarse la herida.

—No, no —Taiki jadeó antes de agitar su mano y saltar, pues había visto a alguien.

—No hagas eso —ya hasta veía borroso.

—¡Estoy aquí! —elevó su voz y saltó de felicidad—. Tío Koyo, tío Enma… ¡estoy aquí!

—Taiki —fue el llamado lejano que Gokudera apenas pudo escuchar.

—¡Hayato está herido! —el rubio señaló a quien acababa de caer de rodillas preso de un mareo repentino—. ¡Ayuda!

 

Tsuna no pudo describir el alivio que sintió cuando tuvo a su hijo en brazos, no pudo controlar el llanto y terminó sollozando mientras se aferraba al pequeño que le acariciaba la cabeza en forma de consuelo. Nadie imaginaría el terror que el líder abarcó desde el mismo instante en que se negó a cumplir o escuchar las demandas de su enemigo. No podían siquiera visualizar esa “pequeña” crisis que Tsuna tuvo que experimentar en silencio para no alterar más a sus subordinados.

Fue un alivio pequeño.

 

—Lo siento —fue la disculpa que el castaño dio cuando ya pudo serenarse lo suficiente como para responder a las preguntas de su hijo.

—Papá, ¿aún no encuentras a Bella? —el pequeño se limpiaba sus lágrimas para centrarse en lo importante.

—No —tragó duro—, aún no.

—Sabes, papá… —ahogó un hipido, porque aún seguía siendo un niño, pero sabía que debía ser maduro y confiar en los demás—, ella se fue con Skull y el tío me prometió que la cuidaría.

—Lo sé —besó la frente de su pequeño antes de abrazarlo otra vez.

—Yo creo que Skull la va a cuidar —limpió su nariz con la manga de su suéter.

—Lo sé.

—Así que no hay que preocuparnos… Debemos esperar.

—Es gracioso —Tsuna sonrió antes de besar la frente de su hijo y respirar profundo—, soy yo el que debería consolarte y darte calma.

—No —rio suavemente—, ese es trabajo de mamá, pero ya que no está aquí…, yo lo hago.

 

 

Segundo sendero…

 

 

Escapar le fue imposible, en realidad ya se lo vio venir, pero al menos esperaba que la tormenta gritona de su cielito tuviese mejor suerte. Trató de escabullirse por todos lados, atravesando tiendas y demás con Bella en brazos, mientras le decía que todo estaría bien y la pequeña asentía sin alterarse más de lo necesario. Admiraba que esa chiquilla tuviera más temple que su propio hermano mayor, era una niña muy valiente o tal vez era algo más que eso.

 

—Ya no puedes escapar, antiguo arcobaleno.

—Bien, bien —suspiró Skull mientras hacía que la pequeña se escondiera en su pecho—. Ya me atraparon —levantó su mano libre.

—Danos a la niña —exigieron sin dejar de apuntarle.

—Obviamente no lo haré —bufó—. Ustedes no saben cuidar de una princesa, estoy seguro de eso. Así que no dejaré a esta pequeña en manos de ustedes, bola de bárbaros.

—¡Dije que nos la des!

—Esta señorita es sumamente delicada, así que, si van a secuestrarla, yo entro en el paquete —sonrió prepotente—, ¿quién mejor que yo para cuidarla en el cautiverio?

—Déjenlo. No tenemos tiempo. ¡Súbanlos a ambos al auto!

 

Skull no dejó que ninguno de esos idiotas tocara a la pequeñita castaña que se mantenía serena, mientras ingresaban a la parte trasera de lo que parecía ser uno de esos camiones blindados que transportan dinero de los bancos. Dos personas ingresaron con ellos, pero Skull los ignoró para enfocarse en la tranquilidad de la castaña que miraba todo a su alrededor. Eran presa fácil en ese momento, desarmados, sin poder dar su ubicación, en un camión que no los dejaba ver a donde iban y sin opción a reclamo.

No era su mejor día.

 

 

Penitencia…

 

 

Dos días eternos, así le parecieron a Tsunayoshi, quien ya no podía siquiera pegar un ojo mientras apreciaba a todos los de su equipo trabajar y movilizarse. Debía admitir que sin Reborn manteniéndolo a raya en sus ataques de histeria cuando le informaban del fracaso de una nueva búsqueda y de dotaciones de vino o café, habría colapsado desde las primeras seis horas. A veces Taiki se le unía para tratar de calmarlo, siendo el pequeño quien lo distraía un momento antes de que volviese a la tensión de esos días.

Francesco lo había contactado sólo una vez más aparte de la primera, obviamente para reconocerle la habilidad de rastreo y recuperación de un prisionero, pero también se jactó de tener a la pequeña heredera y hasta le envió imágenes que delataban la veracidad. La amenaza se volvió más firme y palpable y por poco Tsuna se doblega…, pero la sola idea de que todo el mundo se viera perjudicado, lo mantuvo firme. Se negó con frialdad y, manteniendo su porte altivo, actuó como el líder sin escrúpulos que debía ser.

Pero se estaba resquebrajando de a poco.

Su padre se había unido a la búsqueda de Bella, sus aliados de igual forma, pero no había resultados concisos, sólo un par de pistas que no venía al caso. Taiki ayudó al dar descripciones de los tipos que vio tras ellos, o de detalles que ayudaran, por más insignificantes que fueran. Todos aportaban su granito de arena porque debían compensar la ausencia de Fon, del que no habían tenido información y cuyo paradero era un misterio. Algunos no sabían cómo Tsuna podía confiar tanto en alguien que ni siquiera intentó darles alguna información desde su partida.

 

—Es la última oportunidad, Vongola.

—Es tu última oportunidad también —Tsuna miró a Francesco con seriedad, jamás odió tanto una pantalla—. O me devuelves a mi hija… o destruiré a cada miembro de tu familia.

—No te creo capaz —rio con prepotencia—, porque con una sola orden mía, tu hija puede morir.

—No te veo ordenando nada —se burló el castaño.

—No me tientes, Vongola.

—Te doy un día para que me la devuelvas y olvides esta estupidez.

—A veces eres gracioso… Aquí soy el único que pone condiciones.

—Entonces que sean doce horas —Tsuna se cruzó de brazos—. Te haré sufrir, Francesco.

 

Muchas palabras, pocas acciones. Era una negociación sin punto final. Eran sólo dos líderes probando que podían ser mejor que el otro. Era una competencia por poder de la que nadie iba a ganar si es que no se tomaba un punto de ventaja. Eran dos contrincantes frustrados porque cada uno estaba limitado en lo que podían hacer.

Francesco soltaba su furia con su gente quien le mantenía informado que sus intentos por separar a la niña del antiguo arcobaleno eran inútiles, y que ya perdieron a dos hombres en sus intentos. Skull era una rata dura de matar o hacerle siquiera daño grave, la niña era una pequeña astuta y escurridiza que fue capaz de engañar a uno de los hombres custodios para quitarle la llave dela celda y así darse una oportunidad de escape del encierro. Por poco no logran atraparlos antes de que salieran del perímetro, Francesco debía reconocerle eso a ese par.

 

—Señor.

—¿Qué?

—Skull dice que la niña se siente mal, que necesita un médico.

—¿Y ustedes le creyeron? —bufó.

—No, pero de todas formas lo informamos.

 

Skull mecía a la pequeña entre sus brazos, sonriéndole e ignorando esos ojitos caramelo que no se apartaban de la venda improvisada que cubría su hombro derecho. Por más veces que le decía a Isabella que esa herida era insignificante y que él era inmortal, la pequeña no se calmó y seguía insistiendo en que necesitaba ir al médico. Como fuere, ahí estaban, de nuevo fingiendo necesitar ayuda externa a esas cuatro paredes blancas en donde los tenían enjaulados. Obviamente no iba a funcionar, pero al menos así mataban el tiempo.

 

—Skull —la pequeña susurró antes de sentarse correctamente y pegar su mejilla al pecho ajeno.

—Deja de decir que necesito un médico —bufó antes de rodar los ojos—, mejor dame ideas para salir de aquí.

—Pero tengo una sensación rara aquí —se apuntó al pecho.

—Me da miedo pensar en que es tu intuición.

—Taiki dice que la intuición de algo malo se siente feo, como dolor —suspiró antes de mirar al mayor—, yo no siento eso.

—¿Entonces?

—Es algo bueno —sonrió—. No sé qué sea, pero es algo que me da calma.

—Dices cada cosa rara —la miró sin saber qué más hacer—, ¿será que tu madre te heredó algo raro también?

—No sé —la castaña sonrió divertida por la mueca de Skull—, pero sería bueno.

—¿Por qué?

—Porque así tendría a mami conmigo.

—No sé si decirte rara —Skull sonrió antes de rozar la cabecita de la pequeña con la suya—, o simplemente perfecta para este mundo extraño.

 

Skull se puso alerta cuando escuchó ajetreo fuera de esa habitación, acunó mejor a la castañita y le ordenó hacerse a dormida para que su escena de “me duele la pancita” fuese más creíble. Entró en personaje de niñera preocupada y exigente mientras la perilla se giraba, y respiró profundo antes de pensar en qué carajos les iba a gritar a los guardias para sacarlos de quicio… Pero cuando ya empezaba a exigir un médico y de paso un poquito de asado de ternera, diferenció cierto rostro conocido que les saludaba con la mayor de las jodidas calmas.

Fue gracioso de verdad, pero no lo aceptaría en voz alta.

Fon ingresó sin hacer ruido, pidiendo silencio mientras se arreglaba el qipao, y borraba las evidencias de la lucha que dio hasta ese punto para lograr infiltrarse en ese sitio, aunque el leve rastro de sangre que tenía en su costado no pudo quitar. Se acercó a un Skull quien empezó a reclamar cosas en susurros y tocó la cabecita de la pequeña que abrió los ojos un poquito.

 

—Lamento la demora, Xiao gongzhu.

—¡Mamá! —Isabella sonrió ampliamente antes de saltar de brazos de Skull hacia los de Fon.

—No entiendo cómo carajos entraste —Skull lo miró con los ojos entrecerrados—, ni cómo nos hallaste, pero mejor nos vamos antes de que se den cuenta —señaló a la cámara del techo.

—Tenemos unos diez minutos —Fon caminó despacio—, y tranquilo…, dejé dormidos a la mayoría de los guardias.

—¿Cómo carajos? —el gamberro vio a los hombres que los custodiaban, regados por el suelo— ¿tú solo? —miró incrédulo al azabache.

—No —Fon sonrió antes de acunar a Bella en su pecho para que no viera el desastre que dejó antes de llegar—, Lambo me ayudó.

—Oh, genial —rio Skull mientras buscaba un arma que le ayudase de ser necesario—. Así que la vaca esa sabe jugar también.

—Mamá —Bella sujetó levemente el qipao de Fon—, ya quiero ir a casa —susurró—. Papá debe estar preocupado.

—Eso me recuerda —Fon buscó algo entre sus mangas hasta sacar un pequeño aparatito parecido a un esfero del cual presionó un botón—. Lambo… ya los encontré… Puedes avisarle a Tsuna y empezar con el contraataque.

¡A la orden, mi mamá generala! —Fon sonrió divertido.

 

En ese día Italia y países cercanos aprenderían que “jugar” con Vongola era un riesgo demasiado grande con consecuencias nefastas. Porque Tsuna podría ser compasivo, amable, comprensivo, pero también tenía escondido deseos de venganza cuando alguien importante para él era dañado.

El mundo de la mafia era así, el poder se demostraba a través de ataques masivos. Porque en un mundo torcido como ese… sólo la violencia dejaba en claro lo que se podía y no hacer en contra de sus grandes líderes. La sangre derramada a veces era la única solución.

 

 

Traditore…

 

 

—Y así fue como Skull me defendió —contaba Bella mientras comía su pastel de fresas junto con su familia—, y ese hombre se durmió.

—Yo no diría dormir —Skull también comía, porque en su encierro la comida era un asco y ahora debía compensar—. Yo diría que… noquear le queda mejor.

—No es una palabra que Bella deba aprender —Tsuna acariciaba la cabecita de su hija.

—Vive en medio de la mafia —Skull ondeó su tenedor—, tarde o temprano aprenderá lo que significa eso y muchas cosas más.

—Lo sé.

 

Tsuna lo sabía, pero no lo quería aceptar. Para él sus hijos no debían pasar por cosas como esa, deberían ser unos niños como cualquier otro, con experiencias normales y una vida tranquila lejos de la violencia de ese mundo. Quería alejarlos de eso…, pero eso significaría abandonar todo lo que construyó y dejar desprotegidos a todos los demás. No podía hacer ni uno ni lo otro, y si bien inicialmente pensó que podría darles una vida plena a sus pequeños…, después de aquel incidente ya nada le parecía fácil o realista.

En realidad, todo le parecía mal.

¿Cuántas veces más tendría que pasar por eso? ¿Cuántas veces más sentiría ese dolor en su pecho y estómago por la incertidumbre de no saber qué pasó con su familia? ¿De cuántas cosas más se tendría que ocupar? ¿Cuántas vidas más pesarían sobre sus hombros? ¿Cuántas crisis tendría que superar para tener paz indefinida? ¿Cuándo se terminaría todo eso? ¿Podría cuidar de la inocencia de sus hijos si seguía liderando a Vongola?

 

—¿Sabes que es lo peor, Fon? —se aferraba a la persona que amaba y ni así podía sentirse en paz.

—Dime.

—Que no puedo escapar de esto.

 

Fon no pudo contradecirlo, porque era verdad. Tsuna no podía escapar de las consecuencias de su cargo, y por ende sus hijos tampoco. Él podría darle apoyo infinito, acunarlo cada que necesitase, besarlo las veces que fueran necesarias para calmarlo y evitar que desfalleciera, pero nada sería suficiente y Tsuna tendría que seguir envuelto en todas esas cosas que lo estaban destruyendo moralmente. Porque Francesco, Ivano y Akim, no serían ni los primeros ni los últimos enemigos que atacarían a su cielo para quitarle poder, porque habría más familias que ganarían fuerza e intentaría lo mismo.

Podían intentar darles a esos pequeños una vida más calmada, encerrarlos en una burbujita de protección, pero eso sería contraproducente. No podían. Debían enseñarles que su ambiente social es difícil y por eso debían obligatoriamente aprender a defenderse, entrenar tan arduo como para que jamás volviesen a ser secuestrados y usados como chantaje. A futuro Bella y Taiki deberían aprender sobre los negocios de la mafia, lo que eran las alianzas, apariencias a guardar para ganar aliados, y de las traiciones tan comunes.

 

—No quiero eso para mis hijos —suspiraba.

—Lamentablemente no puedo darte una solución, Tsuna.

 

Los meses seguían pasando, los niños seguían aprendiendo, las peleas seguían naciendo debido a la avaricia de terceros. Cumpleaños festejados, misiones completadas a cabalidad, aprendizaje de todo tipo, reuniones eternas, viajes, sonrisas y lágrimas. Era un ciclo que no se podía detener, era algo que no podían controlar.

Y sin darse cuenta, un año más pasaba, y los pequeños estaban más conscientes de su deber en ese mundo mafioso. Algunos se adaptaban, como Leo quien tenía en claro que heredaría el cargo de su padre en Simon y estaba feliz por eso… Pero otros eran como Isabella quien soñaba que las reuniones que estresaban a su padre se terminaran.

 

—Feliz cumpleaños, pequeño príncipe —Mukuro sonreía al ceder su obsequio.

—¡Gracias! —sonreía mientras se sentaba en el suelo para romper cuidadosamente el papel y revelar su regalo—, pero… ¿qué es? —miró el objeto con interés.

—Tu primer catalizador de llamas de voluntad —sonrió la niebla mayor mientras señalaba la pulsera—, si logras que la serpiente se mueva y muerda su cola, sabrás que ya puedes usar tus bonitas llamas de la última voluntad.

—Impresionante —el rubio miró interesado el artefacto.

—¿No es muy pronto? —opinó Takeshi.

—Ya tiene nueve años. Ya puede empezar, kufufu.

—Qué rápido pasa el tiempo —susurró Tsuna al ver a su hijo colocarse la pulsera e intentar activar sus llamas.

 

Fon había visto a Tsuna brillar, era verdad, se sentía feliz por eso…Pero a la vez estaba frustrado porque no sabía cómo darle paz a esa alma que cada mañana suspiraba pensando en lo que sería de su familia si tomaba alguna mala decisión en una reunión. Quería alivianar el peso que Tsuna llevaba en hombros, pero no sabía cómo. Era consciente de que el amor que se tenían el uno por el otro no era suficiente, tampoco lo era la confianza incondicional que los guardianes tenían en su cielo.

Estaban estancados.

Tal vez por eso cedió ante las pláticas que tuvo con Iemitsu. Tal vez por eso reconsideró todas esas palabras y terminó compartiendo opinión con aquel rubio que, al igual que él, se preocupaba por la salud emocional y mental de Tsuna. Porque los años pasaban, pero ese cielo jamás pudo superar el miedo de perder a sus hijos en un nuevo atentado.

 

—Llévatelo lejos.

 

La súplica de ese rubio sonó tan lastimera que Fon no pudo responder, sólo escuchó la que sería su última plática en mucho tiempo. Entendió las razones de aquel hombre al que los años le estaban pesando de a poco, aceptó las condiciones, y finalmente aceptó la potencial locura que estaban planeando cometer.

Y, aun así, no se arrepintió.

Fue en una mañana de mayo, cuando todos dormían cómodos después de una fiesta dada en aniversario de la posesión de Tsuna como décimo jefe, cuando las guardias estaban bajas y el camino despejado. Fue en esa precisa mañana, casi madrugada, cuando Fon secuestró al tesoro de Vongola y se volvió un traidor.

El mejor traidor.

El más feliz traidor.

El más afortunado… traidor.

 

 

 

Notas finales:

 

No le he puesto “continuación”, porque weeeeee, se supone que este es el final. Un final feliz. Y al inicio lo iba a dejar aquí sin más, PEEEEEEERO yo sé que todos deseamos saber qué pasó con nuestros bbs.

La siguiente semana les daré el epílogo~

O si me animo (y puedo) se las daré domingo. No sé. Me da pena terminar con esta historia que inicialmente era un proyecto pequeño XD.

Espero les haya gustado~

Muchos besitos~

Krat los ama~


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