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Chispitas de Chocolate Blanco por cancion del viento

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Notas del capitulo:

Buenas...

Después de que María saliera del hospital y regresaran a la mansión con el pequeño Tony en brazos y cubierto con un cobertor como si fuera un tamal, María era quien lo llevaba cargando mientras Howard venía cargando una pañalera. Entraron a la mansión y de inmediato el personal se acercó a felicitar a los esposos, Jarvis fue el último que se acercó.

-Es una linda beba. –habló Jarvis con una sonrisa mientras veía como el pequeño dormía.

-Es un niño. –afirmó María. –Su nombre es Anthony...

-Bienvenido a la familia Stark. –con ternura el mayordomo acarició con el dedo índice la mejilla el bebé.

-¿Verdad que se parece a mí? –habló con orgullo Howard.

-Dicen que los niños se parecen a su mamá y las niñas se parecen a su papá. –comentó Jarvis mirando al pelicafé. –Pero en mi opinión se parece a los dos.

Los meses pasaron, una tarde en donde Howard todavía no regresaba del trabajo, el personal de la mansión ya se había retirado a descansar, Jarvis por lo regular siempre estaba en la primera planta por si llegaban visitas y María veía como el pequeño Tony de 6 meses jugaba con sus manos mientras estaba recostado en su cuna, el castañito veía a su madre y no podía evitar sonreírle y sacar uno que otro sonido gutural.

La mujer lo observaba con determinación, todos estos seis meses se había controlado para no lastimar a su hijo, solamente le dio pecho los primeros tres meses y solo cuando Howard estaba presente de ahí en más fue formula lo que le dio. Los ojos oscuros de la mujer no se separaban del menor, y lo único que expresaban eran puras emociones negativas.

-No debiste haber nacido. –ya no lo soportó y le comenzó a hablar a su hijo de esa forma, tenía que sacarlo o de lo contrario ya no se podría controlar y posiblemente terminaría matando al pequeño tamalillo. –¿Por qué no moriste tú en vez de tú hermana? –le daba coraje que Tony sonriera, pero eso no significaba que no sintiera todo ese desprecio de su madre, que la conexión madre e hijo estaba ausente.

Cada vez que Howard llegaba del trabajo, lo primero que hacía era ir al cuarto de su pequeñín, si estaba dormido lo veía por un rato, si éste estaba despierto lo cargaba y le demostraba todo su amor, María solo se limitaba a mirar la escena. Las oraciones de Howard hacia el bebé eran: “¿Cómo está el bebé más hermoso del mundo?”, “Papá ya regresó del trabajo”, “Ven acá campeón ¿Te portaste bien? Porque Jarvis me dijo que le dejaste un regalote en el pañal”, “Papá te ama”, etcétera, etcétera.

El tiempo transcurrió y el pequeño Tamalillo dejó de serlo y ahora era un niño de dos años, para su corta edad ya había demostrado señales de que sería muy inteligente, aun así el pequeño era demasiado inquieto, siempre estaba de un lado para otro, no podían dejarlo solo porque en una de esas y Tony caía por las escaleras, se golpeaba con algo o se le venía encima un objeto grande o un mueble y lo aplastaba, como quien dice era una pequeña maquinita peligrosa.

Un día en la tarde María estaba en el segundo piso y Tony se encontraba en la primera planta con Jarvis. –Javis. –habló el pequeñín. Daba ternura que no pudiera pronunciar la “r”. –itina.

El mayordomo le sonrió al su señorito. –Por supuesto señorito, hoy hice gelatina de limón, su favorita. –caminó hacia el refrigerador y sacó la gelatina posteriormente agarró una cucharita. –Muy bien señorito. –el menor se le acercó para que éste pudiera darle las cucharadas de gelatina y en cuanto daba el bocado se alejaba de Jarvis y recorría la sala como si buscara algo, cuando quería más regresaba por otro bocado mientras Jarvis le hablaba sobre cualquier cosa apta para la edad del castañito.

-Ashte peyo shusho. –el pequeñín pateó la pelota que le estorbaba en su camino, Jarvis no sabía si reír o llorar, realmente era adorable ese niño.

Se acercó al menor y lo cargó en sus brazos. –Señorito ¿Quién le enseñó eso?

-Papi. –sonrió el menor, chiquito pero honesto.

-Sí, se la creo... –suspiró divertido el más grande.

-Mamá... –se quejó el castañito.

-¿Quieres ir con tú mamá?

-Shi, mami.

El mayordomo se encaminó hacia la biblioteca de la mansión en donde suponía estaría María, en el camino el niño hablaba sobre cualquier cosa, unas palabras entendibles y otras que eran un misterio. Llegó a la biblioteca y entró buscando a la señora de la casa, cuando la visualizó, bajó al menor y le dijo. –Anda, ve y sorprende a tú mamá. –el castañito solo se limitó a obedecer lo que mencionó el mayordomo.

-Mami. –corrió Tony directo a María y le abrazó las piernas ya que ésta leía un libro.

La mujer solo hizo un pequeño tic por lo que hizo su hijo pero reprimió sus deseos de alejarlo de ella solo porque el mayordomo más fiel y leal a la familia Stark o mejor dicho a Howard estaba presente. –Señora, Tony quería venir a verla.

-Gracias Jarvis... –le dijo a los ojos.

-Gashas Javis. –repitió lo mismo que su madre, eso sin duda enterneció al mayordomo.

-Bueno, si me disculpan, me retiro. –finalizó Jarvis y se retiró de la biblioteca.

En cuanto la mujer notó que Jarvis ya se había ido, sin dudar bajó a su hijo alejándolo de ella, entre más pasaba el tiempo más repudiaba al pequeño. –Vete a jugar por ahí, no quiero verte.

Tony la miró con sus enormes ojos achocolatados, sin pensarlo se acercó a ella para que lo cargara de nuevo pero María simplemente lo apartó de ella. –No quiero verte. –se levantó de donde estaba sentada y salió de la biblioteca con Tony caminado detrás de ella, la estaba siguiendo. –Deja de seguirme. –poniéndose a discutir con un niño, que maduro de su parte, siguió caminando.

-Mami. –y Tony la siguió nuevamente.

Cuando Howard llegaba, Tony de inmediato se emocionaba, dejaba lo que estaba haciendo y corría en dirección a la puerta principal a abrazar a su padre. –¡Papi! –casi casi se le abalanzaba a su padre.

Por el contrario, Howard de inmediato hacía de lado sus cosas y se arrodillaba para abrazar a su hijo para posteriormente cargarlo y besar su mejilla. –¿Cómo está mi bebé hermoso? ¿Te portaste bien?

-¡Shi!

Y así pasaron otros dos años y ahora Tony tenía los 4 años de edad, fue en esa edad donde explotó María por primera vez, fue en esa edad donde la vida de Tony se volvería un caos.

Ese día María estaba en su cuarto donde solía pintar para despejar su mente y así poder estar más relajada. Tony entró por la puerta muy emocionado. –¡Mami! ¡Mira lo que hice! –le enseñó un dibujo que él mismo había hecho. –Aquí está papi, mami, Jarvis y este de aquí soy yo.

Lo único que María no soportaba es que Tony se metiera al lugar donde creía podría relajarse, lo miró seriamente. –Anthony ¿Qué te he dicho de entrar a esta habitación?

De inmediato la sonrisa del castañito desapareció, él esperaba que su madre lo abrazara o le diera algún cumplido y tal vez después de eso y si quería el regaño, pero ni siquiera notó su dibujo, aquel dibujo en el que se había esforzado, su error fue mostrárselo a su progenitora. –Lo siento mami... –bajó la mirada y apretó la hoja de su dibujo, coloreado con crayolas.

-¿Para qué te disculpas? ¿Eres un niño estúpido o qué? –María comenzó a sacar toda esa ira que resguardaba, explotó con un ser inocente, lo peor de todo es que ese niño la amaba después de todo es su madre. Se acercó hasta su hijo y so sujetó fuertemente del brazo para zangolotearlo.

-¡Mami, me lastimas! –comenzó a llorar, estaba asustado.

De un momento a otro la mujer aventó a Tony al piso, lo único que veía era rojo y el castañito estaba en el peor lugar posible, su madre se desquitaría con él, se posicionó sobre su hijo y comenzó a pegarle en el pecho con la caja de madera en donde guardaba varios de sus útiles con una fuerza peligrosa para un niño de 4 años, éste solo le decía a su madre que se detuviera.

Howard todavía no regresaba del trabajo y Jarvis estaba en el primer piso, la habitación donde Tony y María se encontraba en una de las partes más retiradas de la mansión.

Cuando María regresó en sí, se dio cuenta de lo que había hecho, su hijo había quedado inconsciente, se levantó y vio con horror el cuerpecito de su hijo, temió por la vida del pequeño, pero no porque le importaba sino porque ella había sido la culpable y lo más seguro es que Howard no se lo perdonaría.

No pasaron muchos segundos cuando se acercó al menor para comprobar que estaba vivo, y así fue, lo cargó y rápidamente lo puso sobre la mesa que se encontraba en la habitación, suspiró hondo. –Necesito hacer que parezca un accidente... –caminó hacia el estante y lo empujó para que éste cayera al piso y así sucedió... muchas cosas se rompieron, después se agachó en el estante e hizo como que lo movió para que pareciera que había sacado a su hijo de ahí.

Cargó a su hijo de nuevo, bajó las escaleras y cuando vio a Jarvis su actuación fue demasiado increíble, tanto que el mayordomo se la creyó sin dudar. –¡Jarvis! ¡Tenemos que ir al hospital!

Al instante el mayordomo se preocupó. –¿¡Qué sucedió!?

-El estante se le cayó encima a Anthony... –sollozó la mujer.

Ambos partieron al hospital con un Tony lastimado, al llegar de inmediato se llevaron al niño a emergencias, no pasó mucho tiempo cuando el doctor que había atendido al menor se hizo presente, María le había dicho a Jarvis que le avisara a Howard sobre lo sucedido mientras ella hablaba con el doctor, el mayordomo sin dudarlo siguió las ordenes de la señora de la casa.

María se puso seria con el doctor, lo observó con ojos fríos. –Ambos sabemos que usted ya se dio cuenta... sé lo que va a decirme... que Anthony fue golpeado y no fue un accidente.

-Entonces debo suponer que es usted la responsable ¿Verdad?

-Exacto, así que... ¿Cuánto quiere para mantener su boca cerrada y se invente otra cosa? –preguntó sin rodeos.

-¿Está tratando de sobornarme? –el de blanco estaba incrédulo.

-¿Acaso parece que estoy tratando de coquetear con usted? –habló con sarcasmo la mujer. –Ya dígame ¿Cuánto quiere?

-No voy a aceptar eso. –se enojó. –Soy un doctor respetable y mi paciente es un niño que usted lastimó, necesita ayuda, y no sé si su padre esté enterado o no pero llamaré a protección infantil.

-De acuerdo, quise ser amable. –frunció el ceño y sonrió de forma burlona. –Si usted piensa decir una palabra de esto, entonces solo debo callarlo.

-¿Me está amenazando?

-Por favor, deje de preguntar lo que es obvio. –suspiró cansada y fastidiada. –Le tomará por lo menos media hora para que llegue protección infantil o lo que sea que quiera llamar, en ese tiempo puedo mandar a alguien para que se encargue de que uno de sus familiares muera... ¿Tiene hijos? ¿Esposa? Piénselo...

El doctor se puso nervioso, no le quedó de otra que aceptar. –De acuerdo, pero no le haga nada a mi familia...

-Es un trato...

Ese día Howard llegó demasiado preocupado por su hijo, debemos admitir que María actuó muy bien para evitar sospechas, el doctor les explicó sobre la lesión que había sufrido su hijo y las consecuencias que podría tener en un futuro no muy lejano.

Cuando María entró a la habitación de su hijo y quedaron a solas, éste ya se encontraba despierto. –Anthony... –le dijo seria.

-Mami... lo siento, ya no me portaré mal... –le dijo triste a su mamá, a cualquiera se le hubiera partido el corazón pero a María no sintió nada.

-Escúchame Anthony. –se acercó a su hijo. –Ni una palabra de lo que sucedió o te irá peor ¿Entendido?

-Sí mami... –Minutos después Howard y Jarvis entraron para ver como se sentía el pequeño, María se había encargado de irle metiendo miedo al castañito para que no dijera nada ni una sola vez.

Semanas después de ese accidente, Tony jugaba en el jardín de la mansión, era un sábado soleado y Howard se había tomado el fin de semana completo para descansar, es jefe después de todo, el pelicafé jugaba con su hijo cuando una de sus peores pesadillas se hizo realidad, de un momento a otro su adorado hijo de estar corriendo cayó desmayado al pasto mientras se convulsionaba.

Y de nuevo fueron al hospital, en donde el doctor Vincent que había atendido al pequeño Stark, les dio la noticia sobre el estado del corazón Tony, a partir de ese momento todo cambió para la familia Stark. Lo único que deseaba Howard era que su hijo viviera... que tuviera una vida feliz y sana, era lo único que pedía.

Final de los recuerdos de María.

-Y eso fue lo que pasó, Obadiah. –María le dio un trago a su bebida.

-Vaya, no sé qué decir... –finalizó Stane, ya que por fin había descubierto el porqué del odio de María hacia Tony, sabía que había una razón, uno no puede odiar a nadie sin ninguna razón.

Notas finales:

Gracias por leer.

¡Nos vemos!

(≡^v^≡)/


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