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Mi dulce perdición por FujoshiWinter

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Notas del capitulo:

¡Hola! Nuevo cap, espero y les guste. 

-¿¡Dónde está?! ¿¡Por qué nadie me dice nada?!- Elena gritaba una y otra vez por los pasillos del hospital, la noticia del empresario que se convirtió en héroe llegó a oídos de toda la ciudad en poco tiempo. 
 
Mientras tanto, Damián charlaba con el extraño que acompañó al azabache en la ambulancia. 
 
-¿Por qué no permites que su novia lo vea? 
 
-Número uno: no es su novia, la odia a muerte. Número dos: como podrás ver, es una escandalosa y lo que menos necesita es oír su voz chillona. Y número tres: gracias.
 
-Ya me has agradecido varias veces, no hace falta que vuelvas a hacerlo. Ya te dije que no es nada- suspiró, Damián le daba las gracias repetidas veces y eso lo ponía incómodo. 
 
-Bueno- se sentía un poco avergonzado por su actitud, pero para él significaba mucho que un desconocido se tomara la molestia de cuidar a su mejor amigo mientras arreglaba los papeles en la recepción más el tiempo en que tardó en llegar y sacar a la prensa del hospital con ayuda de algunos guardias de seguridad -no nos hemos presentado, me llamo Damián- le extendió una mano para ser un poquito más formal. 
 
-Oliver- respondió el saludo del rubio y notó que su mano estaba muy bien cuidada, de hecho, jamás había conocido un hombre que tuviera así la piel y menos con ese físico de modelo de una revista: no era muy alto pero estaba en el promedio, sus ojos verdes desprendían un brillo cautivador, su cabello (aunque estaba despeinado) se veía igual de cuidado que su blanca piel, y su cuerpo era simplemente perfecto. 
 
-¿Sabes algo del niño?
 
-No, el médico dice que sigue inconsciente pero que está estable. 
 
Damián no habló más al ver al final del pasillo a la madre de Elena fisgoneando en las habitaciones. Oliver notó el desagrado en el rostro de su compañero. 
 
-Damián ¿dónde está Alex?- la mujer empujó a un lado a Oliver. 
 
-Oliver, vayamos por un café- contestó en un tono relajado e ignorando olímpicamente a la intrusa. Médicos y enfermeras dejaron de hacer sus actividades para observar a una mujer que insultaba y de vez en cuando alzaba la voz para decir una majadería a dos hombres que ni atención le prestaban. 
 
-¿No es esa la esposa del dueño de la marca de calzado Young?- una enfermera preguntó al médico que atendía al amigo del rubio. 
 
-En efecto, ahora deja de distraerte y termina de llenar el expediente.
 
La chica asintió y se retiró. Él debía de revisar de nuevo a su paciente, dio media vuelta y se encaminó a la última habitación del pasillo, donde él tomaba siestas y descansaba cuando no le tocaba guardia. El rubio le había pedido encontrar un cuarto donde nadie entrara sin pedir permiso, así que ofreció su propia habitación; en su vida había hecho algo así pero al ver la belleza del pelinegro no quiso desaprovechar la oportunidad. Damián no se opuso a la idea. 
Entró y cerró la puerta con llave, se acercó al cuerpo que descansaba en la cama y le acarició la mejilla. Sus ojos se deleitaban con cada centímetro de esa piel. Se sentía afortunado por tener tal tesoro para él solo, los chicos y chicas con los que había salido no eran nada comparados con el empresario. Deslizó sus dedos por los rosados labios de éste, imaginando que se unían con los suyos en un candente beso donde sus lenguas se entrelazaban pidiendo más. 
 
-Vaya, vaya. Doctor pervertido.
 
Maldijo por lo bajo a su compañero por haberlo interrumpido.
 
-¿Qué quieres, Iván?- alejó su mano del rostro del azabache, su inspiración se evaporó por completo. 
 
-Dime, Chris ¿Tan rápido te aburriste de mí?
-Tal vez.
 
Iván alzó una ceja, su doctor es travieso y eso le encanta, es tan depravado como él -No te enfades, divirtámonos un poco- se sentó en la silla que hace compañía al pequeño escritorio en el otro lado de la habitación. Miró con lujuria al castaño que dejó de prestar atención al azabache. Con lentitud se deshizo de su playera verde, su torso quedó desnudo y sus manos bajaban desde su pecho con movimientos provocativos hasta debajo de su abdomen. El castaño se acercó para plantarle un beso con brusquedad mientras sus manos recorrían su espalda y glúteos, lo pegó más a él pero el moreno lo apartó con los brazos. Chris estaba apunto de golpearlo por haber interrumpido de nuevo. 
 
-¿Quieres más? Siéntate entonces- el enfado del castaño se esfumó al suponer lo que estaba apunto de hacer su pervertido compañero. No replicó e hizo lo que le pedía. El moreno se hincó para  acariciarle los muslos, le separó las piernas y posó sus labios sobre el pantalón azul que apretaba la erección que pedía ser atendida.
 
-Nada de usar las manos- sentenció Iván, le encantaba someter de esa forma al castaño, hacerlo sufrir. Pasó sus manos por la tela azul y comenzó a deslizarla junto a la ropa interior para dejar al descubierto la piel aperlada, se deshizo de ambas y las lanzó al otro lado del cuarto. Tomó el miembro erecto y empezó a darle masajes, acto seguido lo metió en su boca, su lengua giraba alrededor del glande, saboreándolo. El castaño movía sus caderas hacia delante para hundir más su miembro en la garganta del otro, sus gemidos llenaban la habitación que, agradecía y estuviera al final del corredor. Iván se sentó a horcajadas de él, lo besó y al mismo tiempo comenzó a moverse de forma que sus genitales rozaban y el líquido que desprendían lo hacía más placentero. Sus respiraciones agitadas y gemidos callados por besos iban en aumento hasta que Chris le separó los glúteos para poder penetrarlo.
 
-Te dije que sin usar las manos- dijo entre jadeos, alejó las manos del otro y él completó lo que ambos ansiaban; movían sus caderas en perfecta sincronía, se apoyaba con las manos sobre los muslos de Chris para darle más intensidad al acto. 
 
-Ahh, eso es. M-Más profundo…- el castaño comprendió que había tocado el punto más sensible, no le importó lo que el moreno decía pues lo tomó por los glúteos y lo embistió de tal manera que éste soltó un gemido tan placentero que lo incitó a moverse más rápido y fuerte. 
 
-Mgh… Chris, eso es… ahhh, más...- no tardaron en llegar al clímax, terminaron en un beso y con caricias por parte de ambos en todo el cuerpo. Después de un rato de estar en la misma posición, decidieron vestirse para continuar con sus labores. 
 
-¿Crees que le gusten los tríos?- cuestionó Iván. 
 
-Lo descubriremos pronto- una sonrisa adornó su mirada pícara. 
El moreno le devolvió la sonrisa y salieron de la habitación sin percatarse de que el susodicho estaba consciente y por lo tanto había sido testigo de todo. Cuando escuchó la puerta cerrarse, abrió los ojos y observó el lugar, sintió náuseas al recordar las palabras y el sonido que la silla producía por soportar el peso de dos cuerpos.
 
Se incorporó con dificultad, deseaba con todas sus fuerzas que Damián atravesara el umbral y decirle que lo sacara de ahí, pensaba en decirle lo que había oído y que jamás volvería a ese hospital, el problema era que no sabía ni en qué piso se encontraba ni dónde se pudo haber metido su amigo. Quiso levantarse para caminar y de repente, la puerta se abrió dejando ver a un chico de uniforme verde, alto, piel bronceada y ojos negros que lo miraban con asombro.
 
-Vaya, ya despertó- esa era la voz de Iván, no hace falta deducir cómo lo sabía. 
 
-Sí, bueno, quiero hablar con Damián- se escuchaba algo nervioso. 
 
-De acuerdo, pero antes debo revisar que todo esté en orden- cerró la puerta y el corazón de Alex amenazaba con aumentar el ritmo si el moreno se acercaba. Tenía que obligarse a controlarse. 
 
-Veamos, por favor siga mi dedo- dijo mientras le revisaba los ojos -Excelente, ahora el pulso- el azabache se concentró en recordar el contrato que cerró días antes para distraerse del roce del enfermero.
 
-Muy bien- se levantó y dejó el expediente a un lado -iré a buscar a su amigo, por favor, no se mueva y no intente caminar o las heridas podrían abrirse. 
 
-¿Heridas?
 
-se fracturó dos costillas, ahora regreso- y se retiró sin decir nada más. 
 
-¿Dos costillas?- no se había percatado del dolor en su lado derecho. Se palpó con cuidado y sintió una punzada. Recordó entonces que alguien más lo acompañó en la ambulancia, no pudo apreciar bien su rostro pero sí su voz. La puerta nuevamente fue abierta y el enfermero entró acompañado de Damián y un desconocido que debía medir un metro ochenta, de pelo negro, ojos ambarinos que lo observaban con seriedad; iba con un pantalón de mezclilla, una camisa a cuadros y tenis casuales. 
 
-Alex ¿Cómo te sientes?- Damián estaba sentado a un lado suyo con una preocupación que no había visto desde hace tiempo. Iván se había marchado para dejarlos solos.
 
-Tranquilo, malo fuera que no pudiera ni sentarme- el rubio sonrío y le presentó a Oliver, para después contarle todo; tenía mucho que asimilar. 
 
 
 
 
 
 
Notas finales:

¡Gracias por leer! 


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