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Sueño primaveral por 1827kratSN

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—¿Crees que será él quien salve a Tsunayoshi? —susurraban dentro de la casa mientras miraban por la ventana como Colonello practicaba lucha cuerpo a cuerpo con Reborn quien cursaba sus encantadores catorce años

—Obvio, sí —Viper chasqueó su lengua—. Hasta parece que nació para ese papel

—Yo creo que no —murmuró Luce con una sonrisa

—Colonello me apoya en esto… —la miró de refilón antes de sonreír de lado— ¿quieres apostar?

—No

—Tuviste una visión —acusó sin sorprenderse

—No

—Me fastidia cuando te pones enigmática, Luce —frunció su seño

—Lo sé —sonreía divertida

—¡Lo haces a propósito!

—No —Luce reía bajito ante el enfado ajeno

 

 

No eran los únicos que dudaban, es más, lo habían discutido desde hace años, pero no había forma de saber cuál de ellos tendría el maleficio sobre sí, por eso se criaron de forma igualitaria, como debió haber sido por el simple hecho de ser los herederos varones de dos reinos poderosos. Ellos debían saber pelear, razonar, juzgar, ser instruidos para gobernar con firmeza y equidad. Ambos fueron capacitados para eso. Criados en medio de los bosques para cumplir con su destino porque sus protectores tenían fe en que llegarían a cumplir los dieciséis años sin que Bermuda los encontrara y sin que el maleficio se llevase a cabo.

 

 

Ellos tenían una misión que cumplir, pero otros querían impedirlo.

 

 

Había un lugar en donde las hadas destinadas a crear y brindar felicidad no podían ingresar, mejor dicho: si se arriesgaban a hacerlo perecerían de la peor forma. La montaña de oscuridad, residencia de Bermuda, el más poderoso usuario de magia negra, pactado con el propio Lucifer y dedicado solamente a generar caos y destrucción, ese era el lugar prohibido.

Caos. El mayor deseo de ese hechicero era esparcir ese caos y miedo por los amplios dominios de los humanos normales y por eso buscaba ser el soberano de esas tierras, con ellas tendría parte de la región y poco a poco seguiría conquistando los reinos más alejados hasta formar un mundo donde él se sintiera satisfecho. Quería instaurar su propia ley retorcida en donde sólo el pánico alimentara las almas de los habitantes. Sólo una cosa le impedía avanzar en su plan, mejor dicho, dos; y era la existencia de esos dos herederos a los que no podía hallar.

Frustrado, así se hallaba desde hace catorce años, los había contado uno por uno, los tatuó en parte de su piel para no olvidarlo y por ello ni siquiera había podido dormir tranquilo, pero era tiempo… Dos días lo separaban de su meta, de la primera oportunidad de acabar con al menos un reino: el de los Argento.

 

 

—Reborn —susurró con ira mientras miraba al cuervo a su lado quien se limpiaba las plumas negras— ya cumplirás dieciséis años… morirás entonces —Bermuda sonrió de lado—. Por eso me es necesario encontrarte… quiero verte perecer, exhalar tu último aliento, condenar a tu reino con tu simple muerte —podía saborear su victoria, porque creía firmemente en que nadie podía interferir en sus planes.

 

 

Sus secuaces habían estado buscando por los territorios de ambos reinos durante todos esos años, y no sólo a los dos niños, sino a las hadas también porque era obvio que la desaparición de esos bebés estaba directamente relacionada con el nulo accionar de esas hadas. Pero los desgraciados eran tan escurridizos que nada parecía funcionar como para hallar una ruptura en su plan de escape.

Un par de veces capturó a Verde, intentó sacarle información, pero fue un fracaso porque esa hada no dijo nada y al final terminaba escapando de sus manos con el precio valorado en la destrucción de la mitad de su castillo principal. Verde era un sapo sabio que podría hacer pociones casi con cualquier cosa y sus especialidades eran las explosiones a gran escala. Menuda basura híbrida con la que tratar.

 

 

—Mi señor, los exploradores del área sur han llegado —era uno de sus subordinados, envuelto en tantas vendas como el propio Bermuda

—No te atrevas a decirme que no hallaron nada —no lo miró, pero su voz era suficiente advertencia

—Lo lamento, mi señor —inclinó su cabeza

—¡INÚTILES! —bramó con furia causando que su adorado cuervo se exaltara y graznara agudamente

—Hemos buscado en cada casa, callejón, risco, montaña, ríos, praderas, cunas, camas, incluso se infiltraron en el castillo… y nada —Jager y sus cabellos alborotados cada vez se agachaban más para no admirar la furia en su amo y señor.

—Dime que no cometieron la estupidez de buscar a dos bebés durante todos estos años —apretó los dientes y esperó la respuesta

—Claro que no, mi señor, pues hemos tomado en cuenta cada año que han crecido los príncipes

—Entonces —apretó sus puños— ¡¿Por qué no hallan nada?!

—Es mi fallo y debo ser castigado —se postró ante su señor

—No, Jager —Bermuda susurró con malicia porque de repente otra gran idea surgió en lo más recóndito de su mente—. ¿Sabes?… Hay algo interesante que hemos recolectado en estos tiempos: la falta de magia o rastros de ella por esta tierra. Esas hadas no han usado ni un poquito de sus habilidades o claramente dejarían un rastro que seguir y que nosotros no pasaríamos por alto

—Entonces, ¿cuáles son sus órdenes, mi señor?

—Reborn cumplirá dieciséis años, así que prioricen la búsqueda de alguien con cabello negro, ojos tan oscuros como la noche sin luna y con patillas rizadas cual cola de camaleón

—Desplegaré las fuerzas para una nueva búsqueda

—Del resto… yo me encargo —ignoró la inclinación que le hicieron y acarició la cabecita de su cuervo

—Saldrán al amanecer

—Y más les vale que busquen bien —advirtió Bermuda—, preferible en las zonas donde el bosque es más espeso y amplio

—¡Sí, señor!

 

 

Bermuda se levantó de su trono, empezó con una travesía por los pasillos de sus dominios mientras escuchaba el alboroto de sus hombres quienes se preparaban para la próxima exploración. Sonreía al sentir a su fiel compañero posarse en su cabeza y levantaba su mano para acariciarle la cabeza emplumada.

¿Qué podría ser lo suficientemente bueno como para obligar a esas tontas hadas a usar su magia? Era fácil: debía poner en apuros a gente inocente. Lo bueno de Bermuda era que no tenía decencia, así que sacrificar a una docena de personas no acarrearía mayor problema. Ya había usado algo parecido en ocasiones anteriores, pero fue solamente un juego porque estaba aburrido, pero ahora lo haría en serio. El desastre sería tan grande que esas estúpidas hadas se mostrarían.

 

 

—Mi pequeño —le hablaba a su cuervo que se posaba en su báculo adornado en la parte superior por una esfera grisácea que brillaba cuando iba a usar su magia—, en ti confió para esta tarea —le acarició las plumas de las alas—. Busca a ese estúpido príncipe porque seguramente saldrá a salvar a quien lo necesite, también toma en cuenta a las hadas: si usan su magia tú veras un brillo parecido a la escarcha que no se perderá hasta un día después del hechizo, si son descuidadas —le dio una última caricia—. Ve, pequeño

 

 

Vio a su ave volar con ahínco y sonrió. Tenía un plan que ejecutar.

Bermuda elevó sus manos y el báculo teñido de marrón oscuro, la esfera que lo coronaba brilló intensamente mientras una espesa bruma adornaba las manos del hechicero. Reía estrepitosamente mientras hacía que las nubes sobre él se llenaran de relámpagos y que el viento empezara a agitarlas con violencia. Las iba a dirigir por sobre varias zonas en los bosques pues tenía el presentimiento de que ahí estaban escondidos. Haría que lloviera a cántaros, que los ríos se acrecentasen y desbordasen, y, por último, abriría un portal y se trasladaría a un poblado cercano al sur en donde ubicaría a dos familias que mandaría a dos zonas distintas de los bosques y las dejaría a su suerte en medio de la tormenta que él mismo provocaría

Era perfecto.

 

 

—Se condenarán por su propia bondad —Bermuda sonrió divertido cuando dejó a esas personas distribuidas por el bosque cerca de los ríos y una suave lluvia empezó—. Espero que salgan con prisa o ellos morirán

 

 

Su desastre, su pequeño cuervo que podía multiplicarse para buscar en zonas amplias, y sus subordinados en plena búsqueda, todo eso cubriría la totalidad del reino Argento y parte del Sawada. Si no hallaba a Reborn en esos días, sólo significaría que fracasó, pero claro, eso no iba a pasar. Él era el más grande mago oscuro, nadie podría igualarlo

Verde una vez le dijo que su hechizo falló, pero eso no podía ser cierto porque su magia negra era mucho más poderosa que la que usaban esas tontas hadas. Sólo querían hacerlo dudar, pero él no les daría ese placer.

 

 

Entonces…

 

 

—Tengo un poco de frío —el castañito se abrazaba a sí mismo incluso en el sueño—, debe ser por la lluvia que empezó ayer —mostraba su cuerpo adolescente con catorce primaveras por cumplirse, delgado, pero no tanto, levemente curvilíneo, aun conservando la piel en su tono original

—¿También llueve en tu hogar? —hace demasiado que ya consideraban que el otro existía, es más, según parecía no estaban tan lejos el uno del otro, pero claro, ellos no podían ir más allá de cierto límite impuesto por sus familiares. Pese a todo, no iban a decepcionar a su preciada familia.

—Empezó como una llovizna, pero al pasar el rato se convirtió en una tormenta. Mis tíos me han dicho que duerma porque no pasará a mayores

—¿Tienes miedo? —Reborn acarició los alborotados cabellos castaños y recibió una sonrisa sutil en respuesta

—Un poquito —Tsuna a veces se perdía en la mirada oscura del más alto, en otras se sentía intimidado por la altura y la amplia espalda que tomaba forma con los años, pero lo que más sentía era: seguridad.

—¿Por qué?

—No lo sé, pero la lluvia que empezó hoy… no me gustó

—Yo no creo que pase nada, así que está bien —siguió admirando el rostro del más joven pues le gustaba ver qué detalles cambiaban con el pasar de las semanas, lo hacía en silencio.

—Oye —murmuró el castaño con un poco de duda— llevamos años hablando en sueños… bueno… y yo… —jugaba con sus dedos

—No vayas con rodeos, sólo pregunta y sabes que responderé —Reborn era así, directo, sin miedo de decir lo que pensaba y esperando a que los demás fueran iguales.

—Bueno —el castaño suspiró intentando no sentirse avergonzado—, ¿cuál es tu nombre? —debía ser algo ridículo preguntar eso a esas alturas de su vida.

—Pensé que jamás lo ibas a preguntar —Reborn sonrió de lado—. Pues te lo diré sólo una vez, así que memorízalo

—Bien —Tsuna lo miró con impaciencia, esperando que esos labios emitieran lo que tanto quería saber.

—Pues… —se detuvo cuando a lo lejos escuchó una voz. Suspiró, seguramente Viper era el que lo llamaba. Era horrible que interrumpieran su sueño

—¿Qué pasa? —al ver que el otro se había distraído, decidió llamar su atención de nuevo— ¿No me vas a decir?

—Me están llamando. Debo despertar

—Creo… creo que también me llaman —el castaño frunció los labios al escuchar el eco de su nombre a lo lejos, algo que claramente sólo él podía escuchar—. Debo irme, hablaremos después

—Oye —Reborn sostuvo la mano de ese castaño antes de que su sueño acabara—. Cuídate

—Lo mismo digo —emitió una sonrisa cálida y dulce antes de volver a la realidad.

 

 

Tsuna abrió los ojos con pesadez, pero antes de que siquiera despabilara sintió como era cargado y con apuro se encaminaban a una esquina donde sus tíos recogían algunas cosas y las empacaban en bolsas. Skull apenas le dijo: «Tenemos que irnos, el río se desbordó y pronto estas tierras se verán afectadas. Debemos irnos a un lugar más alto, lejos del río». Tsuna entendió el significado de esa mala vibra que sintió cuando empezó a llover con fuerza antes de irse a dormir; ver la desesperación de Lal y Fon al empacar lo necesario lo confirmó. Eso no era bueno y esperaba que su amigo azabache, al que sólo encontraba en sus sueños, estuviera bien.  

 

 

—Debemos partir ahora —jadeaba Skull mientras le colocaba a Tsuna un sombrero amplio de modo que su rostro no se viera afectado por la lluvia tormentosa y le posibilitara ver— Tsuna… no te separes de nosotros —pidió casi con súplica mientras le sostenía las mejillas

—No lo haré —Tsuna por inercia abrazó a su alocado tío con gustos extravagantes, quería tranquilizarlo un poco y lo logró

—Pequeño Tsuna —fue lo único que susurró Skull antes de respirar hondo y jurarse que el idiota de Bermuda no tocaría a su protegido.

—Es él, ¿verdad? —susurró Lal quien abría la puerta y veía la negra noche que les esperaba— Nos quiere obligar a salir

—Sí. No hay duda de eso —Fon suspiró—, pero debemos resistir

—Mantén una mano en tu varita —advirtió Lal cerca del oído del azabache—. Recuerda que Tsuna es prioridad

—Qué bueno que las devolvimos a su forma original— sonrió Fon tanteando su varita en el pecho, ahora estaban hechas de madera fina

—Bueno —Skull palmeó su pecho para verificar que su más preciada herramienta estuviera ahí— Vamos.

—¿A dónde iremos? —susurró Tsuna antes de sostener la mano de Fon y la de Skull para salir

—Lal nos guía —respondieron antes de enfrentarse al tormentoso clima.

 

 

Reborn enfrentaba un panorama parecido al de Tsuna, la única diferencia es que él tenía ya dos centímetros de agua dentro de su hogar. Todo era un caos, pero él sabía perfectamente que hacer: recoger provisiones de alimento, intentar mantener un poquito de madera seca en una bolsa, cubrir su cabeza y la mayor parte de su cuerpo para no ceder ante el frío, pero no exagerar como para que al agua le pesara y no pudiera avanzar, confiar en que Colonello sabría guiarlos y mantener a Luce entre ellos por ser la única mujer del grupo y priorizarla ya que últimamente parecía haber decaído un poco en su salud.

Salieron con prisa, sosteniéndose de los brazos ajenos para hacer una cadena y no separarse. Intentaron seguir el paso a los demás en medio de la penumbra de ese cielo lleno de nubes de tormenta a la vez que se dirigían al norte porque la tierra era alta allí. Se gritaban entre ellos para evitar algunos obstáculos, se empujaban cuando uno caía y se obligaban a seguir la ruta. Tenían que salir de ahí con prisa porque el río estaba cerca y la inundación los alcanzaría con rapidez.

Pero Reborn se detuvo a medio camino y se negó a avanzar porque a lo lejos, en un árbol elevado, vio a una mujer pedir auxilio. Señaló su avistamiento que no estaba a más de veinte metros y se lograba diferenciar a pesar de la oscuridad ya que al parecer tenía una lámpara de aceite que aún seguía encendida, sabrá el cielo porqué. Sus tíos no se negaron. Al ser hadas no podían negarse a ayudar porque era su naturaleza el forjar el bien en pro de la vida humana.

 

 

—¡Bien! ¡Hagámoslo rápido! —el viento les hizo jadear porque los obligaba a esforzarse un poco más para alcanzar a la mujer

—Viper, cuida a Reborn… iré a por ella-kora —Colonello respiraba agitado mientras cedía sus cosas a Luce

—Apúrate

—Iré contigo —exigió Reborn indignado porque seguían tratándolo como a un niño a pesar de que ya casi cursaba sus dieciséis años.

—No —Colonello lo empujó— tú te quedas con Luce

—Maldición —bufó, pero no se quejó, era verdad que su tía era su prioridad por el momento— ¿estás bien? —preguntó un tanto preocupado

—Lo estoy —Luce acarició la cabeza de Reborn quien la protegía sin saber que él era la prioridad para todos los demás.

 

 

Colonello trepó a ese árbol con habilidad, cargó a la mujer en su espalda y bajó casi resbalando un par de veces y siendo ayudado al final por Viper. Revisaron que esa mujer pudiera caminar y la llevaron con ellos. Perdieron tiempo, era cierto, el agua ya les llegaba a los talones y el río bramaba furioso a lo lejos. Los rayos que iluminaban su camino en ocasiones, les generaba desconcierto porque uno de ellos podría alcanzar el suelo con facilidad, pero estos sólo caían en árboles lejanos a su posición.

Esa mujer no fue a la única persona que ayudaron, encontraron a un niño y a un hombre joven que estaba inconsciente. Con tres cargas era obvio que llegaría un momento en que se vieran presionados a revelar sus habilidades

 

 

—¡El árbol! —vieron el rayo caer en un árbol ya viejo que se trizó y amenazó con caer

—¡Luce! —ordenó Viper, la mencionada se aferró a Reborn y a los desconocidos que salvaron para que se agachasen y no vieran nada

—¡Ayúdame-kora! —Colonello sacó su varita, una real siendo de madera oscurecida, y la agitó con brevedad para desaparecer el tronco que por poco cae sobre ellos

—Maldición— Viper usó su magia para que el resto del tronco cayera lejos de ellos y al final lo habían hecho: dejaron un rastro de magia, pero no había tiempo que perder, confiaban en que la tormenta borrara sus hechizos simples.

—Ya podemos seguir —susurró Luce antes de empujar a Reborn y a los demás para correr hacia donde Viper guiaba

—¿Qué pasó? —Reborn intentó averiguarlo porque él sí vio que el árbol les iba a caer encima, pero solo recibió una caricia en la mejilla por parte de Luce y un empujón de Colonello para que siguiera el camino

 

 

Poco a poco se acerca la hora de la verdad. El reencuentro con sus orígenes se daría al día siguiente en donde aquel azabache que cargaba al niño que ya no podía seguir caminando, cumpliría sus dieciséis años.

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

Krat tiene achaques por esos días duros, pero les deja este capítulo para que disfruten de su día. Tal vez actualice otra historia si es que tiene fuerzas para seguir.

Con mucho amor y dolor~

Siempre suya: Krat


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