Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Conquistando al chico perro (KibaNaru) por Kiba Monster

[Reviews - 8]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

El rubio salió de la habitación de huéspedes donde el castaño descansaba para disponerse a prepararle algo de comer. Aunque lo que más abundaba en la alacena eran sopas de ramen instantáneas quería hacerle algo más elaborado, algo especial, así que le prepararía un ramen hecho por él. Al ser su comida favorita aprendió a prepararla gracias a unos libros de cocina que compró en el supermercado. Tomó los ingredientes de la nevera que necesitaría para no olvidar agregarlos después y comenzó a cocinar el platillo cuidadosamente.

— ¡A Kiba le va a encantar esto! — Sonriendo mientra cortaba los vegetales.

Mientras tanto, el Inuzuka quien estaba despierto se encontraba en esa cama analizando lo que había pasado.

— ¿Quién pudo ser?

No se imaginaba a alguien tan loco como para que intentara asesinar a Naruto. ¿Acaso Sasuke? No, no creía que llegara a ese punto... Además si lo deseaba no lo querría matar. Eso sí, si de algo estaba seguro era que el rubio ya no se encontraba seguro. Seguía pensando en cómo reaccionó para salvar al chico de ese kunai, simplemente no lo pensó dos veces.

— Nunca pensé que daría mi vida por ti, rubio problemático. — Riendo mientras imitaba a Shikamaru.

Ahora estaba totalmente a cuidados de Naruto. Su herida aunque estaba mucho mejor no dejaba de ser una molestia.

Aproximadamente una hora después la nariz del castaño comenzó a percibir unos deliciosos aromas que se filtraban por debajo de la puerta. Su estómago comenzó a sonar en señal de hambre y antojo. ¿Qué estaría cocinando el rubio? Olía más o menos similar al aliento del rubio pero delicioso.

— ¡Al fin despiertas! — Abrió Naruto la puerta y con él traía un tazón repleto de ramen preparado con el mayor cuidado del mundo. Olía y lucía tan bien como los de los restaurantes.

— ¡Huele muy bien! — Inhalando fuertemente.

— Deberás comértelo todo si quieres recuperar fuerzas.

El rubio se sentó al lado del castaño y le ayudó a sentarse pues aún estaba un poco débil.

— No sabía que cocinabas...

— La abuela Tsunade me ha enseñado un poco, pero generalmente prefiero lo rápido y fácil.

El castaño se dispuso a tomar su tazón de comida pero Naruto se la alejó, a lo que Kiba lo miró extrañado.

— ¿Qué pasa rubio? ¿Acaso no me darás el ramen después de enloquecerme con ese olor?

— Este... lo que pasa es que tú estás todavía muy débil por la falta de descanso. Por eso, mi deber es cuidarte y hoy te voy a alimentar para que no te esfuerces mucho.

Kiba levantó una ceja tratando de leer la mente del rubio, quizás estaba débil pero no tanto como para ser incapaz de comer solo.

— ¡Son órdenes de la abuela!

¡Qué más daba! Kiba suspiró y finalmente aceptó y un nervioso Naruto preparó el primer bocado controlándose para que su pulso no le temblara. Kiba abrió su boca y el rubio delicadamente lo comenzó a alimentar. Al Inuzuka le parecía cursi pero se dejaría si eso hacía feliz al menor.

— Hmm, ¡está delicioso rubio! — Saboreándose los labios lo cual le pareció tierno a Naruto.

— M-Me alegro que te guste... ¡Lo preparé especialmente para ti! — Sonrió sonrojado.

— Eres una gran persona Naruto, siempre estás dispuesto a ayudar a quien sea.

— No-No es nada... ¡de veras! Solo quiero que te mejores rápido. — Aún más rojo.

Kiba le sonrió sinceramente y siguió comiendo mientras volvía a observar esos apasionantes ojos azules. Naruto ya se encontraba más tranquilo.

El castaño se acabó todo el tazón de ramen el cual había sido el más delicioso que alguna vez probó. El rubio se disponía a volver a la cocina y lavar el plato y los trastes que ensució.

— ¡Prométeme que algún día me harás ese ramen de nuevo! — Guiñándole el ojo.

— ¡C-Claro! ¿Por qué no?

— Gracias rubio y oye, ¿te puedo hacer una pregunta?

— ¡Dime Kiba!

— ¿Acaso te agrada tocar a las personas cuando están durmiendo? — Levantando nuevamente su ceja y mostrando sus colmillos. La cara del rubio comenzó a palidecer y sus ojos demostraban pánico.

— ¡No sé de qué hablas! — Huyó de inmediato de la habitación y cerró la puerta, dejando a un castaño muerto de la risa que no podía reírse a gusto por la molestia.

El rubio estaba realmente acongojado por lo que dijo pues significaba que cuando lo estuvo tocando el chico estaba en realidad despierto. Un momento, si estaba despierto entonces... ¿por qué no hizo nada al respecto? Esa era la incógnita.

Cuando se le pasó la risa a Kiba, recordó como los dedos y luego las manos del rubio pasaban por su abdomen, subían hasta su pecho y comenzaban a curiosear por su torso, con roces suaves y delicados que inclusive llegaron a inspeccionar su ombligo. Tuvo que contenerse mucho para no soltar un gemido o un movimiento producto de las cosquillas que sintió. Solo ya tenía algo muy seguro: le gustaba que esas suaves manos lo tocaran.

Kiba veía el techo de la habitación y se puso a pensar en el detalle que tuvo su amigo en cocinarle y cuidarlo. También estuvo pensando en ese extraño sueño que tuvo, en el que la piel se le enchinaba del escalofrío de solo recordarlo. Todo ese sueño había sido una pesadilla hasta que recordó que en algún punto Naruto apareció y lo rescató, ¿acaso todo eso tendría algún significado? El castaño no era supersticioso ni nada, pero ese sueño en particular lo tenía con una gran espina.

La día fue transcurriendo muy tranquilamente. Nadie había ido a visitar al castaño hasta el momento gracias a que la abuela Tsunade mantuvo todo en silencio. Luego de la hora de almuerzo llegaron un hombre junto a una mujer a instalar la puerta nueva, una lujosa puerta de madera que quién sabe cuándo duraría hasta ser destrozada por la abuela.

Llegada la tarde alguien tocó el timbre. Naruto se levantó de su sofá para ver de quién se trataba. Era una chica alta, castaña, piel blanca, ligeramente mayor y con unos singulares triángulos rojos en las mejillas. No sabía quién era pero definitivamente era una del clan Inuzuka.

— Disculpa, ¿eres Naruto? — Preguntó amablemente.

— ¡Así es! ¿En qué le puedo ayudar?

— Me dijeron que mi hermano Kiba estaba aquí, que lo habían herido. Vengo a verlo.

La chica realmente trataba de mantener la calma y no lanzarse dentro del apartamento sin educación pues solo deseaba ver al castaño cuanto antes.

— Oh, ¡claro! Pasa. Está en el cuarto de huéspedes.

El rubio la guió hasta la habitación correspondiente y se encontró con Kiba.

— ¡Hermano! ¿Qué te pasó? — Viendo la herida y acercándose preocupada.

— Hola Hana, nada grave, solo un kunai. — Entre risas.

— ¡Kunai que casi te mata! En cuanto me contó la Hokage vine para acá de inmediato.

— ¡No te preocupes hermana de Kiba! La abuela Tsunade lo sanó y ha estado a mis cuidados. — Con una sonrisa y sus manos detrás de su cabeza.

— Mi nombre es Hana. Te lo agradezco mucho. — Estrechando la mano del menor.

— No es nada, ¡de veras!

Luego de una pequeña plática entre los tres y Naruto conocer más a Hana, la chica se despidió para dejarlo descansar. De todos modos por órdenes de la abuela debía quedarse ahí esa noche aunque al día siguiente debían volver a la escuela si mejoraba.

— Adiós Kiba, ¡cuídate y no nos pegues esos sustos!

— Nada pasará Hana... no seas dramática.

La chica suspiró ante la tranquilidad de su hermano, pero de por sí desde que recuerda Kiba siempre ha amado las travesuras y meterse en problemas.
Luego de marcharse y dejar un poco de cosas de la farmacia, Naruto volvió con Kiba.

— Oye Kiba... si deseas ver a alguien debes saber que te pueden venir a visitar... — Ofreció con algo de molestia.

— No hace falta rubio, ya mi hermana me visitó, mi madre no está y al único que me interesaría ver que es a Shikamaru le dije que estoy bien y que lo veré mañana. Te lo agradezco.

El rubio traía consigo un algodón y un poco de alcohol. Kiba abrió sus ojos como naranjas.

— ¡¿Qué vas a hacer rubio?!

— Voy a desinfectar tu herida.

— ¡No! ¡Alcohol no de verdad!

— Kiba... sé que arde mucho pero son órdenes de la abuela.

— ¡Sí pero...!

— ¿Acaso no eres tan macho para aguantarlo? — Con una sonrisa pícara que ruborizó ligeramente al castaño. Naruto había dado en el clavo de su ego.

— ¿Crees que no? ¡Échame lo que sea que yo aguanto! — Se transformó mientras inflaba su pecho en aires de valentía.

— Ya veremos... ¡Aquí vamos!

El rubio mojó el algodón en ese alcohol azul y lo colocó en la zona. Kiba se arqueó y apretó sus dientes producto del ardor pero no se quejó. Debía demostrarle a Naruto que eso no era nada para él.

Terminada la limpieza, los dos chicos se pusieron a hablar de cosas graciosas que habían pasado años anteriores mientras comían algo de fruta.

— ¡Aún recuerdo cuando en la primaria le habías puesto un balde de pintura arriba de la puerta a Iruka-sensei!

— ¡Cómo olvidarlo! ¡No sé si estaba rojo por la pintura o rojo de la cólera!

— ¡Eras un terremoto Kiba!

Ambos chicos recordaban eso entre carcajadas.

— ¡Y también recuerdo cuando en tercer grado corriste desnudo por toda la escuela y saludaste a la abuela Tsunade mientras los profesores te perseguían.

— Ay rubio... ¡no pensé que te acordaras de eso! ¡Pensé que ese día me expulsarían!

— ¡Ese día le provocaste la tercera arruga de la frente!

— ¡Que no te oiga Tsunade-sama rubio! — Sin parar de reír.

Aunque Kiba fuera medio presumido en la escuela, ese rato que habló con él le pareció sumamente agradable. Era un chico humilde aunque nunca aceptara la derrota. Naruto se sentía como en una piyamada.

Finalmente cuando cayó la noche, el timbre del apartamento sonó por segunda vez. ¿Quién podría ser? El menor se levantó de la cama del castaño y al abrir la puerta nueva vio a una ojiperla con el pelo recogido y un suéter púrpura llegar.

— ¡Hola cariño! — Dándole un beso.

Era Hinata, aquella que aparecía cuando su novio comenzaba a olvidarse de su existencia.

— ¡Hi-Hinata!

— ¿Te encuentras bien Naru? Me preocupé al no verte llegar hoy a clases.

— ¡S-Sí! ¡Todo bien conmigo! — Nervioso.

— ¿Por qué faltaste hoy?

— Este... surgieron algunos problemas hoy y me fue imposible ir.

— Pues para que no te preocupes y te pongas feliz, ¡mira lo que te traje! — Mostrando el contenido de una bolsa.

Naruto vio que dentro de ella había cajita pequeña y unos cuadernos.

— ¡Te he traído unos dangos muy sabrosos! — Muy sonriente. — ¡Ah! ¡Pero no comas muchos que tienen mucha azúcar y no es bueno para la salud!

— Oh, ¡qué rico! Te lo agradezco. ¿Y los cuadernos?

— Te he traído los apuntes de hoy para que no te atrases amor.

Naruto sentía una gran culpa por dentro, se sentía una escoria de ser humano. No era justo que alguien tan buena y pura como Hinata estuviera envuelta en un juego del rubio.

— Hinata... ¡Digo Hina! No debiste traerme todo esto... ¡de veras!

— Lo hago con gusto por el chico a quien amo. — Lanzando un beso a los labios del rubio quien se mantuvo como una estatua. La Hyuga seguía convencida de que era que aún le faltaba confianza.

— Oye... creo que deberíamos hablar sobre... — Se atrevió a proponer hablar sobre ellos pero una voz los interrumpió.

— ¿Hinata? — Apareció Kiba de repente en la puerta de la habitación. Ya se había puesto la camiseta.

— ¿Kiba?

La chica no entendía que hacía el chico en la recámara del apartamento de su novio. Hinata miró extrañada al rubio quien tragó grueso.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).