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Conquistando al chico perro (KibaNaru) por Kiba Monster

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Ninguno de los dos chicos fue víctima del frío, la soledad o los malos pensamientos y preocupaciones esa noche. Naruto seguía sin explicarse cómo todo se estaba desarrollando tan perfectamente cuando más de una vez pensó que todo estaba perdido. Asimismo, le intrigaba el hecho de que Kiba lo hubiera mordido aquel extraño día, ¿acaso será el estilo de los Inuzuka para besar? ¿Qué pasaría si volvía a entrar el celo durmiendo con él?


La mañana comenzaba a hacerse presente. El oscuro celaje se aclaraba progresivamente hasta liberar hermosos tonos rosas y naranjas. Ahí fue cuando el rubio se despertó una hora antes de que sonara la alarma. Eso no era común en él pero ese día era diferente, alguien le estaba brindando calor. El menor seguía disfrutando de sentirse protegido entre los fornidos brazos de Kiba quien roncaba ligeramente junto a él con la boca abierta dejando ver sus excitantes colmillos. Sentía como algo duro lo estaba tocando por detrás, exactamente en su trasero. A lo mejor era la rodilla de Kiba, pero cuando viró su cabeza observó un prominente bulto mañanero apuntándolo peligrosamente. Quitó su vista bruscamente y comenzó a ponerse rojo mientras esa arma seguía estocando su entrada. El castaño seguía roncando pero al parecer le gustaba esa pose pues rozaba su paquete con las nalgas del menor. Naruto se estaba acalorando así que pensó que lo mejor era salir de esa situación tan incómoda, por lo que intentó pensar en una manera de salir de los brazos de Kiba sin despertarlo. Lentamente y con mucho cuidado comenzó a hacerse para abajo en la cama mientras iba sustituyendo su cuerpo por su almohada blanca. Por suerte Kiba no se despertó y exitosamente logró salir de la cama mientras el castaño se abrazó fuertemente al objeto. Al menor le parecía una conducta tierna que Kiba abrazara cosas dormido.


"Eso fue raro..." bajándosele un poco lo rojo y el calor. Vio el reloj y aún faltaba una hora para que sonara el despertador. "Rayos... aún es muy temprano y no sé qué hacer..."


Y en ese momento fue cuando le surgió la idea.


"¡Ya sé! Quizás podría prepararle un buen desayuno a Kiba"


Y así lo decidió. Ya lo tenía planeado: aprovecharía el tiempo extra que tenía en la mañana para hacerle un buen desayuno al castaño. Se dirigió de puntillas al baño para ducharse. Abrió la llave de la cual cayó un poco de agua helada en su espalda provocando que pegara un leve brinco, para después regular la temperatura poco a poco. Ya dentro, tomó la barra de jabón color rosa y se enjabonó todo su cuerpo, desde el cuello hasta los tobillos. El agua bajaba desde cada área de esa tersa piel canela. Después de quitarse el jabón se mojó el cabello con el chorro aplastándose de inmediato y luego lo lavó muy bien con su champú antilágrimas. Finalmente puso su cara al agua para quitarse el sueño remanente. Tomó una toalla y se secó su cabeza y cuerpo para seguidamente ponerse su ropa interior, unos shorts y un suéter gris por el frío mañanero. Aprovechó la oportunidad para sacarle una foto a Kiba dormido con su celular. Después caminó de puntillas hasta la puerta de la habitación, la abrió y ya fuera la volvió a cerrar con sumo cuidado.


El rubio entró a la cocina y revisó su nevera: huevos, tocino, mermelada, plátano. Tenía ingredientes para un desayuno decente. Haría unos huevos revueltos con tocino acompañado con tostadas con mermelada, el clásico desayuno continental.


En primer lugar decidió preparar las tostadas. Sacó el tostador que había comprado y colocó varias rebanadas de pan. Mientras se tostaban, sacó tres huevos de la nevera, dos para Kiba y uno para él. El castaño debía comer bien para mantenerse fuerte y sexy. Prendió el disco de la cocina y colocó un sartén naranja en él. Mientras se calentaba, en una pequeña tacita de vidrio rompió los huevos. Se frustró un poco cuando al romper el segundo se le fue un pedacito de cascarón y debió introducir el dedo para sacarlo. Agregó un chorrito pequeño de aceite de oliva al sartén y comenzó a cocinarlos. El olor a desayuno comenzaba a dominar la sala. Cuando los huevos estuvieron listos los colocó en un plato y comenzó a cocinar entonces el tocino. El rubio retiró el pan tostado cuando el aparato emitió un sonido para luego poner dos rebanadas más.


Dentro de la habitación ya comenzaba a colarse el olor de la comida. Kiba seguía dormido aunque su nariz se encargó de despertarlo.


— Mmm... lánzame otra vez la pelota Akamaru... — Somnoliento.


Cuando ya se logró despertar, su boca empezó a hacerse agua ante tales olores. El olor a tocino era el más delicioso de todos. El castaño pensó que estaba en su casa pero al reconocer la habitación recordó que había dormido con Naruto.


— Mmm, huele delicioso... ¿Qué estará haciendo el rubio ahora?


Se recostó en la cama aún con la almohada del Uzumaki entre sus brazos. Sabía que era la de él puesto que olía exactamente al aroma suave del rubio. Estaba feliz al no percibir dolor en su herida que ahora era solo una cicatriz. Nunca había conocido mejor médico que Tsunade.


No se demoró mucho en ver su gran erección de las mañanas como era costumbre, duro como un tronco. Solo pensaba en el rubio si lo pudo haber incomodado... pero bueno, solo supo que esa noche durmió fenomenal sin importar haberlo hecho al lado de un chico. Finalmente su erección bajó y se levantó. Abrió la puerta para entrar a la sala. Naruto al oírlo se volteó y ahí estaba el mayor en su ropa interior solamente.


— ¡Bu-Buenos días Kiba! ¿Cómo dormiste? — Algo nervioso mientras untaba las tostadas partidas por la mitad con mermelada de fresa.


— Bien gracias, ¿y tú rubio? Te levantaste muy temprano.


— Así es... Quería preparar algo rico para desayunar. — Algo sonrojado.


— Genial Naruto. ¿Necesitas ayuda?


— No, gracias. Ya estoy acabando. Si quieres puedes bañarte y dentro de poco estará el desayuno.


— Claro. — Obedeció.


El mayor se duchó rápidamente como solía hacerlo y salió del baño con una toalla en su cintura. Su pelo seguía húmedo y aplastado, dándole un toque frescamente sexy.


— Oye Naruto, ¿no tienes algo de ropa extra que me prestes?


— Creo que sí Kiba, en la gaveta de abajo fíjate si hay unos bóxers verdes nuevos. Puedes usarlos.


— Sí, ya los encontré rubio.


— Puedes ponerte cualquier camiseta mía, solo espero que te queden...


— No te preocupes. Muchas gracias Naruto.


El chico se encerró en la habitación y comenzó a vestirse. Buscó en el guardarropa de Naruto y se puso lo más grande que encontró, una camiseta negra tipo polo que aún así le quedaba algo ajustada de mangas. Se arregló un poco el cabello pues no se lo solía peinar mucho y antes de volver al comedor miró el escritorio del rubio vio un objeto algo peculiar...


Por su parte, Naruto sirvió la comida en dos platos y trató de presentarlo de la mejor manera posible. Finalmente y con algo de nervios, llevó ambos platos hacia la mesa. El que tenía más huevo se lo puso a Kiba. Del mismo modo, sirvió un chocolate caliente instantáneo que hizo en dos jarras azules. Kiba llegó al comedor y se sentó.


— Me sigues sorprendiendo Naruto... ¡esto huele y luce fantástico!


— Espero que te guste.


Ambos chicos comenzaron a tomar el desayuno sin conversar demasiado. No obstante, se sentían cómodos por lo que no importaba algo de silencio. A Naruto le conmovía verse a sí mismo comiendo en esa mesa de madera con otra persona, ni siquiera había logrado hacerse de un buen amigo que pudiese invitar a su apartamento de vez en cuando. Ambos chicos concordaron en que, ignorando el incidente, la habían pasado bien.


Cuando Kiba terminó su desayuno, Naruto iba a lavar su plato pero el chico se rehusó y él lavó los dos como agradecimiento. Había estado delicioso ese desayuno. El mayor no pudo más con la curiosidad y le preguntó al rubio sobre aquel curioso objeto.


— Naruto, ¿por qué tienes un disco en tu habitación?


— ¿Disco? ¿Qué disco? — Imaginando un disco de música.


El rubio intentó averiguar de qué disco le hablaba el castaño hasta recordarlo.


— ¡Rayos! ¡El disco! ¡No te lo di!


— ¿Eh?


El rubio se exaltó y corrió a su recámara. Tomó ese dichoso artefacto amarillo y corrió de regreso a la cocina. Kiba seguía confundido lavando los tenedores.


— ¿Sucede algo rubio?


— Ay Kiba... soy bien tonto. Se supone que este disco te lo iba a dar junto a la camisa pero olvidé forrarlo con ella.


— ¿Un disco para mí? ¿Tan perrón me veo?


— No tonto, ¡para Akamaru!


— ¿Le compraste algo a Akamaru?


— Sí. Si te compraba algo a ti debía comprarle algo a tu cachorro.


— ¡Qué noble de tu parte Naruto! De seguro que le encantará. Muchas gracias.


— Le dices que es de mi parte.


Kiba finalmente estaba listo para partir a su casa a recoger los útiles y saludar a su fiel amigo que seguramente se preocupó mucho por él. Se despidió muy agradecido de Naruto con un fugaz abrazo y una mirada prolongada en la que ninguno de los dos parpadeó para después marcharse.


Naruto se sentía muy feliz puesto que una sonrisa se dibujó en su rostro y un muy buen humor surgiría para el resto del día. Algo le decía al rubio que los tiempos malos estaban terminando. Se terminó de alistar y se dirigió a la escuela.


El Inuzuka llegó a su casa, saludó a su can quien lo saludó y lamió tanto como pocas veces lo hacía y le dio el obsequio que Naruto le tenía. Akamaru con un alegre meneo de cola y un ladrido ahora sí que amaba al rubio. Mientras comenzaba a morder el disco, Kiba lo acarició en la cabeza y se fue a la escuela con su mochila roja.


Naruto llegó a la institución y se encontró con sus amigos Chouji y Sai.


— ¡Hola chicos!


— ¡Hola Naruto! — Ambos saludaron. — ¿Por qué faltaste ayer? — Se adelantó a preguntar el Akimichi.


— Uno que otro inconveniente... ¿Y ustedes qué cuentan?


— Chouji y yo discutíamos sobre cómo será el chico nuevo.


— ¿Eh? ¿Chico nuevo?


— Oh, cierto, no lo sabes... Hoy llega un estudiante nuevo por intercambio.


— Eso no me lo esperaba, no es común recibir chicos nuevos el último año.


— La directora tendrá sus motivos.


— Es cierto.


— Por cierto... ayer también faltó Kiba.


— Casualidad. — Afirmó el rubio con una pequeña risa nerviosa.


La campana sonó y todos los chicos entraron. Había un asiento de más en la fila al lado de la puerta. ¿Quién sería ese chico nuevo del que todos estaban murmurando?


— ¿Qué dices Shikamaru? ¿Chico nuevo?


— Sí, ayer nos avisaron. A lo que tengo entendido por rumores es que viene de intercambio de la aldea de la Arena. — Sosteniendo su cabeza con su mano en señal de aburrimiento.


— ¿Aldea de la Arena? ¿Tan lejos?


— Recuerda que nuestra escuela es muy prestigiosa, Kiba. También hay otros estudiantes de otras aldeas en otros grados.


— Sí, lo sé.


— Por cierto, ¿cómo te sientes viejo?


— Totalmente recuperado. La Hokage me curó


— Me alegro, me tenías algo preocupado.


— ¿Tú?


— Pero solo un poquito. ¡Y quién lo diría! A quien le decías pechos grandes te ha salvado la vida...


— ¡Qué no te escuche!


Shikamaru se rió al ver a Kiba tan histérico. Años atrás solía descubrirlo viendo atentamente la delantera de la directora, pero ahora no se interesaría por alguien que le llevaba tantos años.


Mientras tanto, el maestro Asuma estaba preparando su clase de ciencias cuando notó a alguien en la entrada del salón. El docente se levantó e invitó al chico a pasar. Todos hicieron silencio.


— Pasa adelante muchacho.


El chico nuevo entró: alto, delgado, pelirrojo, de piel pálida, ojos pintados con bordes negros y un semblante reservado y serio. Al lado izquierdo de la frente tenía un tatuaje rojo. También llevaba puesto una sudadera violeta. Se colocó en medio del salón y se limitó a decir lo básico.


— ¿Cómo te llamas?


— Gaara. Gaara del Desierto. — Con un tono grave y misterioso. Ese chico iba al grano como en su día lo fue Sai.


— Muy bien Gaara, yo soy Asuma Sarutobi y seré tu profesor de ciencias. Allá se encuentra tu silla.


El nuevo sin decir nada más se sentó y colocó su mochila un lado. Quizás pensarían que parecía arrogante pero en realidad simplemente dio la impresión de que no se le daba muy bien eso de socializar.


— Estos chicos parecerán monstruos pero son buenas personas. — Bromeó el sensei.


Las chicas inspeccionaron al pelirrojo de pies a cabeza. Aunque lo vieron muy guapo quizás parecía muy introvertido para sus gustos. La clase de ciencias transcurría y Naruto notó cómo ese chico no había abierto la boca ni un segundo pues solo parecía una máquina de escribir.


"Vaya chico más centrado..."


Llegó la hora del cambió de lección y tocaba clases de arte con la profesora Kurenai.


— ¡Hola! ¿Cómo te llamas chico?


— Gaara.


— Mucho gusto, Kurenai Yuhi, profesora de arte.


Gaara inclinó su cabeza en señal de saludo. Asimismo, para evitarse la molestia de decir su nombre con cada profesor, tomó un pedazo de papel, escribió su nombre con marcador negro y lo pegó en la parte adelante de su mesa con cinta adhesiva.


— Muy bien, hoy practicaremos cómo combinar los colores fríos con los cálidos en una obra abstracta...


Naruto esperaba ansioso que la clase de arte acabara. Era pésimo dibujando y pintando. Solo Sai amaba esa clase como si fuera un ramen para el rubio. Hablando de ramen, Naruto ya estaba muerto de hambre.


Finalmente luego de tortuosos minutos de espera e intentos frustrados de pintar un dibujo abstracto que no lograba entender, la campaña sonó. Era hora de almuerzo.


— ¡Hola Naru! — Apareció Hinata, su novia. El chico seguía sorprendido de cómo había perdido la timidez y los balbuceos en tan poco tiempo.


— Hola Hinata, ¿qué tal?


— ¿Almorzamos juntos?


— Está bien — Sonrió.


"¡Maldita sonrisa hermosa de Hinata que se me hace imposible negarle algo..."


— Muy bien, calentaré mi almuerzo.


— De acuerdo.


Naruto por su parte compró almuerzo recién hecho en la soda puesto que olía muy bien. Con su plato en mano se sentó en un mesa solo mientras esperaba a su novia.


— ¡A comer!


Tenía mucha hambre como para esperar a Hinata, sin embargo, algo más lo detuvo. En la mesa adyacente se encontraba el chico nuevo comiendo solo. Quizás sería buena idea hacerle algo de compañía. Siempre el primer día era difícil, así que amistosamente se sentó al frente del pelirrojo.


— ¡Hola amigo! Mi nombre es Naruto, Naruto Uzumaki.


— Hola.


— Eres algo callado, ¿sabes?


— ¿Acaso viniste a comer conmigo? — Analizando sus intenciones.


— ¡Claro! ¿Por qué no?


— ¿No tienes amigos?


— Bueno... no tan cercanos pero sí. Pero sé que no es lindo estar solo.


El rostro de Gaara se iluminó por primera vez en el día con una sonrisa.


— A juzgar por lo que dices has sufrido de la soledad.


— Un poco... ¿tú también? — Preguntó inocentemente.


— Sí... — Mirando fijamente su plato. — Siempre fui aislado y molestado por mis compañeros, y mi familia no me presta atención. Me da temor hablar con las personas porque sus bocas luego cortan como navajas.


— Ya veo... Pues quizás podemos ser amigos. — Con una sonrisa simpática. El pelirrojo no percibió malas intenciones así que decidió abrirse más con el rubio, así que le devolvió el gesto.


— Al parecer ya la hablaste al chico nuevo Naru. — Se incorporó la ojiperla con su taza plástica púrpura que echaba humo y otra taza transparente con ensalada.


— Ya somos amigos. Nos comprendemos muy bien.


— Me alegro Naru. Yo soy Hinata Hyuga, mucho gusto. — Se presentó.


— Gaara del Desierto. Si te llevas bien con él entonces supongo que contigo también.


— De hecho yo soy su no...


— ¿Y tienes hermanos Gaara?


— Sí, dos mayores. Temari que es meteoróloga y dueña de una empresa de torres eólicas y Kankurō quien trabaja creando marionetas de madera.


Los tres chicos estuvieron hablando un poco y conociendo un poco los gustos de Gaara.


— Me encantan las películas de terror y de muertes sangrientas. Detesto la comedia.


— Otro que le gusta el terror... — Se quejó el rubio. — ¿Te gusta el helado?


— Por supuesto. Vender helados en el desierto en un gran empleo. Me gusta el helado de limón.


— ¿Limón? Mejor la vainilla. — Aseguró el Uzumaki.


— No, mejor el de fresa bañado en chocolate.


— ¡Pues claro Hinata!, si lo bañas de chocolate es mejor que cualquiera...


Y comenzaron a discutir sobre cuál era el sabor más delicioso de helado. Gaara era un chico muy tímido pero con Naruto se había logrado abrir como nunca antes con nadie. Se sentía muy cómodo y sentía que ese rubio tan carismático sería alguien importante en su vida.


Por otro lado, dos castaños comían su almuerzo a varias mesas del trío.


— Míralos Kiba, al parecer los novios ya son amigos del nuevo.


— Sí... — Con tono molesto.


— ¿Eh? Viejo, si no te conociera bien diría que estás celoso.


— ¿Qué? ¿Celoso? ¡Já! ¡Naruto puede hablar con quien quiera!


— ¿Naruto? ¿Por qué Naruto y no Hinata?


"¡Mierda! Me delaté solo..."


— Déjame en paz Shikamaru.


— Me ocultas algo Kiba.


— ¿Y qué si lo hago?


— Déjate de chiquilladas, nosotros siempre nos contamos todo. Hoy vendrás a mi casa a tomarnos unos tragos y que me cuentes qué demonios pasó y por qué actúas así. — Impuso sin importar si Kiba estaría o no de acuerdo. — Me parece raro que hayas estado ayer en la casa de Naruto... Y también has estado conmigo en los recreos y no besándote a una chica.


— ¡Eso no te incumbe!


— Ya veo, te gusta Naruto.


— ¡No digas estupideces! ¡Claro que no!


— Entonces te gusto yo.


— ¡Menos idiota!


— ¿Entonces dime por qué te alteras tanto al oír su nombre?


Kiba lo miró molesto por tenerlo acorralado. Cuando el Nara se lo proponía podía ser el más irritante y necio del planeta. Nadie era mejor manipulador que Shikamaru.


— Eres un idiota. Luego de clases nos vamos a un buen bar entonces. ¡Pero tú me invitas! ¿Oíste? — Sentenció.


— Qué fastidio... Solo porque tengo curiosidad te invitaré esta vez.


El de la coleta sabría de una vez por todas qué tenía tan raro a Kiba. Eran tan íntimos que un cambio de humor era notado por el otro, y tenía que descubrir qué le sucedía a ver si le podía brindar algo de ayuda.

Notas finales:

Espero que les haya gustado el capítulo :)
Espero sus comentarios queridos amigos. ¡Gracias por leer!


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