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Conquistando al chico perro (KibaNaru) por Kiba Monster

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Ambos chicos se encontraban en el parqueo buscando la motocicleta del mayor. No había duda, exactamente en ese espacio habían aparcado cuando llegaron. La cara de preocupación se hizo evidente en Kiba de inmediato, se arrancaría la cabeza si perdía ese objeto por el cual tanto luchó en conseguir.

— ¡Mi moto! ¡¿Dónde está mi moto?!

El castaño se tomaba de los pelos mientras Naruto no sabía que decir, tenía algo de miedo de que la furia de Kiba se desatara contra él.

— ¿¡Quién se la pudo llevar!?

— No... no tengo idea Kiba...

— ¡Vaya, vaya, vaya! ¡Pero si el dueño está reclamando su juguete! — Surgió desde atrás una voz que se acercaba cada vez más. Se trataba de un chico peliplateado, alto y de lentes redondos. También portaba una chaqueta negra de cuero y tenía una mirada prepotente. No recordaban haberlo visto antes. Se trataba de Kabuto Yakushi, un problemático ladrón y estafador de la aldea.

— ¡¿Quién demonios eres?! ¡Dame mi fucking motocicleta ya! — Vociferó.

— ¿Crees que lo haré? Mira, tu motocicleta me la llevé a otro lugar donde no la encontrarás

— ¡Desgraciado! — Apretando sus puños. Naruto se alejó dos pasos de Kiba, no tenía el presentimiento de que la cosa acabaría bien. — ¿Quién te crees?

— ¿Sabes? Tienes una linda motocicleta, apuesto a que es de calidad, además de que está muy bien cuidada. ¿Acaso era nueva? — En tono de burla. Kiba se enfadaba más y venas iban apareciendo en su frente. — No me mires tan feo, igualmente eres muy corriente para tenerla. Mira, nada más dame tus llaves y no armaremos tanta bronca.

— ¡¿Acaso me crees imbécil?! ¡Dame mi moto o lo lamentarás!

— Muy bien, si no negociamos con palabras lo haremos a la fuerza.

Ambos adolescentes se colocaron en posición amenazante sin importar quien los pudiese observar. Uno quería recuperar lo que le pertenecía y el otro quería ganarse algunos billetes con una reventa. ¿Naruto debía correr? ¿Pedir ayuda? ¿Ayudar a Kiba? ¿Llamar a la policía? Estaba muy nervioso.

— Anímate, perro bravo. Todos sabemos que perro que ladra no muerde.

Kiba se lanzó hacia el chico con toda la adrenalina disuelta en su sangre y en todo su cuerpo listo para mandar puñetazos. El primer golpe voló pero resultó que Kabuto era bastante ágil y logró esquivarlo sin mayores problemas. El peliplateado se mantuvo en un rol defensivo como intentando dar a entender al castaño que su fuerza bruta era inútil hasta que un golpe certero lo sacó de sus plácidos pensamientos y lo mandó al suelo con un fino hilo de sangre saliendo de su nariz. Kiba sintió el mismo placer que cuando solía golpear el saco de box.

— Malnacido... la pagarás ahora muy caro. — Sacando un filoso kunai de un pequeño bolsillo. Naruto se preocupó al visualizar el arma, tenía un miedo tremendo a que se repitiera lo de aquel día. Kabuto se acercó decidido a terminar lo que se comenzó. Kiba ya se encontraba en una desventaja notoria así que su principal objetivo ya era esquivar esa arma blanca a como dé lugar.

El Inuzuka conseguía esquivar perfectamente el kunai pero cualquier error de cálculo bastaría para poner su vida nuevamente en la cuerda floja. En un movimiento de Kabuto donde estiró su brazo para clavar el arma a un costado, Kiba logró tomar su muñeca. Afortunadamente era más fuerte físicamente que el agresor así que una pequeña sonrisa salió de su boca ante la recuperación del control.

Kabuto se sentía desesperado. No permitiría que ese adolescente agrandado lo humillara ni le quitara la motocicleta. Si le quitaba el kunai estaría en serios problemas, así que se remitió a una medida cobarde de último recurso y sorprendió a Kiba con una fuerte patada en los genitales. Kiba se arqueó del dolor.

Naruto soltó un pequeño grito al ver a Kiba retorcerse. El castaño evidentemente soltó la muñeca de Kabuto y éste ya estaba listo para dar la estocada libremente. El rubio entró en pánico, no permitiría que Kiba sufriera de nuevo por ese idiota. Una gran rabia se apoderó de él, una furia de tal magnitud por estar jugando con la vida de alguien a quien realmente ama, por arruinar esa bella noche. Su sangre comenzó a aumentar la temperatura, presionó sus nudillos y miró fijamente a la amenaza. De este modo, con una increíble velocidad corrió hacia el peliplateado y con una fuerza mucho mayor a la que solía tener lo empujó al suelo dejando caer el kunai a unos seis pies de donde estaba. Naruto tenía una mirada penetrante y sus ojos estaban rojos color sangre. El rubio se subió sobre Kabuto y lo sujetó fuertemente para asegurar que no hiciera nada raro. El chico se intimidó para luego intentar zafarse pero era inútil, estaba siendo sujetado con demasiada fuerza.

Kiba logró superar el dolor que lo cegó por buen rato para sorprenderse y darse cuenta de que Naruto tenía todo bajo control. ¿Cómo hizo para medirse contra él solo? En fin, terminó de cuestionarse cosas que no venían al caso y tomó el kunai para lanzarlo muy lejos, no quería usarlo de arma pues si la policía llegaba no daría muy buena impresión estar apuntando con eso.

— Bien hecho Naruto, ahora déjamelo a mí. — Ordenó sin percatarse del estado del menor pues estaba enfocado en enseñarle a Kabuto a no meterme con ellos.

El Uzumaki puso a Kabuto de rodillas mientras le sostenía sus brazos por detrás. Le resultaba imposible soltarse. Kiba seguidamente se colocó delante.

— Ahora sí malparido, ¡dime de una vez dónde está!

— ¡No te lo diré sarnoso!

Kiba le dio un rodillazo a Kabuto sacándole todo el aire. Aún y con tremendo golpe se negaba a decirles.

— ¡¿Dónde está?!

— ¡Que no te diré!

— Muy bien, en ese caso...

De repente y sin previo aviso el castaño tomó los genitales de Kabuto en su mano derecha y comenzó a apretar progresivamente. Los ojos del chico se abrieron como platos, en primer lugar, ante la sorpresa del agarre y en segundo lugar, ante la deducción de que se vengaría de la patada que le proporcionó anteriormente que no fue para nada amistosa.

Kiba aumentaba la presión con que sujetaba esos delicados órganos como si de una esponja de cocina se tratase que poco a poco era exprimida. Ese característico dolor exclusivamente masculino se comenzó a tornar intenso y se comenzó a retorcer violentamente buscando instintivamente alguna forma de deshacer ese agarre, pero Naruto lo tenía bien sujetado. Kabuto no tenía opción, no aguantaría más.

— ¡Déjame! ¡Ya!

— ¡Dime!

— ¡Tu moto está al fondo del callejón a dos cuadras de aquí! — Con voz de dolor.

— ¡¿Quién me asegura que no mientes?! — Sin todavía soltarlo.

— ¡Lo juro! ¡Lo juro! — Suplicante.

En el rostro de Kiba se dibujó una sonrisa de satisfacción. Seguidamente, soltó el agarre. Naruto ya se había tranquilizado y bajado la furia. El Inuzuka se dio media vuelta para hacer lo siguiente que correspondía que era llamar a la policía para que ese vagabundo fuera encerrado, sin embargo, antes de que eso pudiese llevarse a cabo, Kabuto aprovechó la disminución del agarre del rubio para soltarse y lanzarlo contra el suelo poniéndole un pie sobre la espalda. El castaño se volteó ante el sonido contra el cemento.

— ¡Ahora sí imbécil! Si no quieres ver cómo rompo las vértebras de tu noviecito más te vale hacer lo que te ordene.

— ¡Ni se te ocurra tocarlo! — Con un miedo tremendo a que lo lastimara. Juraba que si le hacía algo lo mataría.

— ¿Y qué harás por él? ¡Ya estoy harto de ti!

Cuando Kabuto estaba a punto de incrustar el tacón de sus zapatos de cuero en la frágil espalda del Uzumaki, la suerte sonrió al par de chicos.

— ¡Policía de Konoha! ¡Deje al joven si no quiere que disparemos! — Aparecieron varios señores y señoras uniformados y armados los cuales los rodearon. Alguien había visto la pelea de Kiba y Kabuto y alertó a la unidad policial de Konoha.

Acorralado por varios oficiales, el joven ardiendo en su ser aceptó su derrota. Kiba suspiró aliviado. Su motocicleta podía valer mucho para él pero no más que Naruto.

Esposaron al peliplateado mientras lo introducían en una patrulla con el símbolo de la Hoja. Era hora de que pagara por sus múltiples robos.

— Malditos... ¡algún día me vengaré!

— ¡Ya lo veremos!

Finalmente la unidad policial se fue con el detenido dejando al par de adolescentes y a un pequeño tumulto de personas hablando del hecho en la zona de parqueo.

Kiba corrió hacia donde estaba Naruto ayudándolo a levantarse.

— Me alegro que estés bien Naruto.

— Igual tú. Luchas fenomenal.

— Para proteger lo que me pertenece y a la gente quien quiero saco uñas y dientes. — Sonriendo y palmeando la espalda del rubio.

— Vamos por tu moto.

Los chicos se adentraron cuidadosamente al callejón que Kabuto indicó y él lo más profundo de él se encontraba el vehículo junto con otros artefactos y paquetes. Kiba se sentía muy feliz de que ese idiota no se había salido con la suya.

Salieron del callejón y los dos se montaron para dirigirse a sus casas. Iban en dirección a la casa de Naruto mientras el menor abrazaba fuertemente al mayor y recostaba su cabeza en su espalda.

— Kiba...

— ¿Sí Naruto?

— Gracias.

— ¿Gracias por qué? — Confundido ante el inesperado agradecimiento.

— Por preferir estar hoy conmigo y no con todas las chicas que se mueren por una velada contigo. Pasé una noche espectacular.

Kiba soltó una pequeña risa.

— No tengo idea de qué es lo que tienes tú, pero algo en ti me hace siempre querer verte.

— Tú igual Kiba.

Ya era bastante de noche y acababan de llegar a la vivienda del rubio. El menor se mantenía algo pensativo.

— ¿En qué piensas Naruto? Si sé algo de ti es que no eres tan callado. — Ayudándole a bajarse. De inmediato Naruto invitó a Kiba a pasar adentro.

— Dime, ¿qué te perturba?

— Pues... solo que a veces me hubiese gustado haber nacido mujer.

— ¿Eh? ¿Pero qué estás diciendo?

— Si hubiese nacido mujer no tendrías limitaciones para estar conmigo.

— ¡Pero si el que seas hombre es lo que te hace diferente!

Inesperadamente Kiba besó con fuerza al rubio con un suave y delicado pero contundente beso mientras lo tomaba de la cintura. Ya no tenía por qué reprimirse más, solo deseaba una cosa y esa cosa era ese rubio que tenía en frente, sin darle más importancia de lo que tuviese entre las piernas.

— Me lo he negado mucho frente al espejo, pero me he dado cuenta de que los vacíos que deja el sexo solo se pueden llenar con cierta persona cuyo género no debe ser algo relevante.

— Kiba... a-acaso tú... ¿me aceptarías? — Con sus córneas brillantes.

— No solo eso, sino que también otra cosa.

Naruto no sabía a qué se refería el castaño. Kiba se separó un poco para después salir del apartamento y comenzar a buscar algo en un compartimento de su moto. La curiosidad mataba al rubio. Al momento el castaño volvió a entrar, se le notaba algo nervioso.

— ¿Qué andabas haciendo?

— Cosas... Oye rubio, ¿cuál es tu color favorito?

— ¿El mío? Pues... naranja supongo. ¿Y el tuyo?

— Rojo, pero no importa en este momento.

— ¿Por qué la pregunta?

— Por esto.

Sacó del interior de su chaqueta lo que parecía ser un tulipán azul. Era simplemente bello y su color recordaba intensamente los ojos cielo del menor. Había pasado a la floristería de los padres de Ino a comprarla y tenía planeado en algún momento dársela.

— Esa flor... ¿es para mi? — Incrédulo de lo que veía.

— Por supuesto que es para ti. Me recordó a ti porque tus ojos irradian la misma paz cada vez que te veo que esta flor, su fragancia recuerda la esencia de tu cabello rubio y su color azul representa el color complementario a tu color favorito, el naranja, pues quiero convertirme en tu complemento. — Intentaba decir bien las palabras románticas que Akamaru le recomendó. De todos modos, sentía muchos nervios pues todo venía de corazón.

— Kiba... es lo más lindo que alguien me ha dicho... — Tomando la flor y controlándose por no llorar.

— Naruto... — Tomando sus dos manos de los forma más delicada posible. — Te amo mucho, ¿te gustaría ser mi novio? — Mirándolo a los ojos. Naruto solo escuchaba su corazón latir y las manecillas del reloj de pared girar. Sus manos se enfriaron y se quedó sin habla por unos instantes. Se
quedó ido en los peculiares triángulos rojos de sus mejillas y el pensamiento de que esa realidad siempre había sido su sueño y su sueño se estaba convirtiendo en realidad. Kiba esperaba ansioso la respuesta.

— ¡S-Sí! ¡Por supuesto que me gustaría Kiba! — Con una amplia sonrisa y liberando unas lágrimas se lanzó al castaño en un gran abrazo. El mayor lo alzó muy alegre de haber vencido sus temores y haber dado ese gran paso. La euforia finalizó con un tierno beso y un segundo beso de Kiba en la frente del rubio. La luna observaba todo por la
ventana mientras reflejaba sus rayos de luz por la ventana en el rostro de ambos chicos. Eso sería el inicio de la relación que Naruto Uzumaki siempre deseó y Kiba Inuzuka nunca imaginó.


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