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Mi razón por MADkriz

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Notas del capitulo:

¡Por fin llegó lo que estaban esperando, mentes sucias!(?)

Un poco de lemon para amenizar en fic, espero les guste, he tratado de hacer mi mejor esfuerzo en la adaptación de ésta parte, quitando cosas y poniendo mejores, en fin, traigan sus pañuelos que no son para llorar(?)

El tiempo se detuvo en aquella habitación, el mundo podía estar rodando o siendo completamente destruido, pero nada más me importaba, era increíble cómo un beso era capaz de revolucionar tantas cosas, poner de cabeza las emociones y complementar rompecabezas mentales. Uruha estaba en mis brazos, nuestros labios unidos en caricias no solo constantes, sino cada vez más necesitadas, pronto nuestras lenguas encontraron el camino hasta encontrarse entre roces insistentes, tampoco mis manos se quedaban quietas, querían conocer aquel cuerpo, descubrir esos rincones que nunca antes me habría dedicado a explorar, provocando en ambos la misma sensación que a momentos nos sofocaba, obligándonos a detener por instantes muy breves antes de comenzar de nuevo.

Poco a poco mi cuerpo ganaba terreno sobre el suyo, ni siquiera me había dado cuenta de los pasos que habíamos estado dando, sino hasta que su espalda llegó a la pared, acorralado, no planeaba dejarlo ir ya, aunque él tampoco parecía interesado en apartarse de mí. Una de mis manos se dedicó a recorrer su figura, cintura, costado, pasó por su pecho y fue, con la yema de los dedos, hacia su cuello y después la tentación de tocar su cabello fue demasiada; era tan suave que pude haber permanecido ahí entre besos y caricias por toda la noche. El aire ya no bastaba en ese momento, las pausas fugaces no eran suficientes y mis ganas por volver a ver su rostro por al menos un momento me hicieron detenerme por completo, fijando la vista en su hermoso rostro.

- ¿Qué pasa? – me preguntó en un murmullo, mas no respondí, el hermoso color con el que sus mejillas amenazaban con colorearse me tenía más distraído de la cuenta - ¿pasa algo? – insistió con la voz ligeramente temblorosa; no era mi intención, pero me estaba encantando tener ese efecto en él.
- Eres hermoso – terminé por murmurar, no había más que decir, esa era la razón por la que no podía dejar de verlo y claro que me causaba un poco de conflicto el sentirme tan atraído por un hombre, pero dicha atracción se sentía tan natural al mismo tiempo que no podía simplemente luchar contra ella o tratar de resistirme.
- Oh, vamos– reprochó con la voz adorablemente temblorosa, no me explicaba cómo aquel chico que caminaba junto a sus compañeros con aire, no solo tranquilo, sino imponente además, podía terminar en ello, aunque tampoco había mucho qué hacer conmigo y mis movimientos vacilantes.
- Me vuelves loco – concluí antes de no querer seguir esperando y atacar directamente su cuello con besos, mordidas y suaves succiones que concluían con mi lengua recorriendo el área ligeramente enrojecida.
- Y tú a mí – el leve gemido en el que fueron pronunciadas esas palabras terminaron por llevarse el último gramo de cordura que había permanecido intacto hasta ese momento, provocando en mí las ganas de ir mucho más allá.

Le llamé en un susurro, absurdamente parecía querer asegurarme de que seguía conmigo y no se trataba de un sueño, del mismo modo me respondió con la voz entrecortada, no sabría explicar la sensación que me llenaba el cuerpo cada que mi nombre era pronunciado en esos labios de voz agitada, amenazando con gemirme prácticamente al oído. Era tiempo de ir más allá, las barreras parecían derribadas por completo y lo único que nos quedaba era dejarnos llevar. Tomé su mano para atraerlo en un nuevo beso tan breve que, no puedo negar, me había dejado con muchas ganas de un poco más, pero la cama nos llamaba a ambos.

En medio del breve camino, las prendas iban cayendo una a una, pues sin importar cuán cliché podría sonar el hecho, las ganas llevan a ese punto en que no hay tiempo que perder, en que la urgencia por rozar la piel ajena es tanta que no es posible aguardar hasta llegar al destino. Terminamos en ropa interior, tirados sobre el colchón en medio de un beso tan desesperado como, quizá, no había tenido antes. No podía sino llamarlo en algunas ocasiones, necesitaba que supiera que era él quien me había provocado a ese punto, me urgía darle a entender de algún modo que me tenía a sus pies y entre el ajetreo no atinaba a nada más que eso; él también me llamaba del mismo modo, no podía pedir más que eso.

Una vez más me permití el atrevimiento de atacar su cuello en besos cada vez más subidos de tono, una de mis manos, aquella que no me servía de soporte para no apoyar el cuerpo entero sobre el suyo, acariciaba con deseo uno de sus costados, debajo de mi palma Uruha se sentía temblar, jadeante como lo estaba yo. Entre el movimiento logré sentir contra mi cadera algo que no había sentido antes, la firmeza de su miembro contra mí era algo que nunca antes había experimentado, se sentía tan erecto que mi curiosidad fue más fuerte que cualquier cosa y ahí estaba yo, frotándolo por encima de la última prenda que nos separaba de la total desnudez, provocando no solo algunos gemidos sino espasmos en todo su cuerpo.

Ya no podíamos besarnos, los sonidos que emitían ambas bocas lo imposibilitaban por completo, no obstante mis ganas de sus labios eran tantas que, como último recurso, no pude más que recorrerlos con la punta de mi lengua, sintiendo su aliento chocar contra mi boca, era como estar bebiendo sus gemidos para llenarme con ellos de un placer experimentado por primera vez. Me mantuve frotando, no estaba seguro de cómo continuar, pero fue la humedad en la prenda, justo donde el glande se marcaba, lo que me movió a desnudarlo por completo; la excitación había sido demasiada como para permitirle a nuestra última prenda seguir estorbando. No estoy seguro si podría atribuirle la hazaña al instinto, tampoco podría decir que en algún momento de mi vida había fantaseado con algo como ello, lo cierto era que, probablemente por gracia de alguna especie de revelación, mi cadera comenzó a marcar algunos vaivenes, provocando un roce delicioso de mi erección contra la suya, mientras que, sin intensión de darle tregua alguna a ese atractivo chico, volvía al sitio al que ya me hacía adicto, la cuenca de su cuello, ahí donde lograba hacerle estremecer un poco más.

Uruha gemía suavemente mi nombre y yo lo llamaba entre murmullos, parecíamos dos locos perdidos, pero, ¿qué sería del sexo sin esos momentos de poca lógica, sin los instantes repetitivos y desesperados que no demuestran sino el instinto de cubrir la apremiante necesidad? En un intento por revolucionar mis acciones busqué seguir el descenso hasta se capaz de apresar una de sus erguidas tetillas, preguntándome o tal vez suplicando mentalmente que mi acto no fuera incómodo para él, siendo un profundo gemido ahogado el que me dijera que lo había disfrutado. Seguí mi descenso, la piel de mi abdomen había estado rozando la propia con tal insistencia que no pude seguir haciendo de lado las ganas de recorrer el sitio con mi lengua antes de volver a subir, aferrándome a una de sus tetillas entre succiones y mordidas que apenas y le enrojecían un poco.

- Puedes… hacerlo si quieres… -susurró, separando las piernas lo suficiente como para darme espacio entre ellas y la imagen, junto al augurio de lo que estaba por ocurrir me dejaron petrificado, ¿qué tenía que hacer? Pues aunque no era realmente la primera vez en mi vida que disfrutara de los placeres que significan la sodomía, no podía evitar preguntarme, ¿qué había de un cuerpo masculino?, ¿sería exactamente lo mismo? No me permití darle más atención al asunto de la requerida y me dediqué a actuar, lubricando lo suficiente con un poco de saliva los dedos con que pretendía dilatar antes.

Jugué ahí el tiempo necesario mientras volvía al ataque en contra de sus labios, los sonidos que emanaban ahogados eran deliciosos y me dejaban claro que lo estaba haciendo bien, además de catapultar mi excitación a un punto tal en que ya no fue necesario pensar antes de actuar, pues el instinto llegó a hacer de las suyas. No pude estar ahí por mucho tiempo más, mi propio miembro se sentía latir en la desesperación que evidenciaban mis venas, por lo que no pude esperar más tiempo y, teniendo que dejar ir sus exquisitos labios, me reacomodé en busca de la mejor posición y por si creyera que ese chico no podía ser más sensual de lo que había estado mostrando, tomó una de sus piernas por la parte posterior de la rodilla para exponerse aún más al notar mis intenciones, fue suficiente, no había más que hacer o esperar; me encajé en su interior sin poder medir la fuerza, lo necesitaba con desesperación.


- Duele... – murmuró entre quejas cuando ya me movía en un vaivén lento, aunque algo profundo. Me detuve al instante, no sabía qué hacer en ese momento, si lo último que planeaba era hacer algo que le impidiera disfrutar al mismo grado en que yo lo hacía – perdón… - susurró de nuevo- no pares… - me tenía algo confundido, pero su petición, aún después de su primer queja me incitó a seguir. Se quejaba por lo bajo en cada entrada, aunque luego de algunos minutos imposibles de contar, cuando ya me sentía mover con mayor libertad, estaba gimiendo suave y, carajo, simplemente no pude ya hacerlo lento.

Sus manos se aferraban con fuerza, una a la sábana y la otra parecía querer perforar mi piel con sus uñas, la pierna que había separado me rodeaba, no parecía querer dejarme ir y yo no podía estar más satisfecho por ello. Noté como soltó su agarre de la cama y comenzó a agitar la mano, claro, de inicio no entendí muy bien lo que ocurría, pero un vistazo rápido al sur y mierda, qué imagen tan obscenamente erótica, Uruha se masturbaba a gran velocidad; no tenía idea de la razón por la cual aquello me había provocado tanto, pero mi cadera se agitó frenética en ese justo instante.

En poco tiempo me sentí llegar al límite, mi orgasmo estalló dentro de aquel precioso ser, provocándome más jadeos de los planeados. Apenas y me estaba empezando a detener al no poder más cuando mi miembro fue apresado en varias ocasiones, el interior de Uru me abrazaba al mismo ritmo en que algunos chorros blanquecinos salpicaban tanto su abdomen como el mío. Volví a besarlo, más suave, menos desesperado y lleno de algo, un algo a lo que no podría ponerle nombre tan fácilmente.

Me recosté a su lado, rodeando su cintura y volviendo a besarlo de forma superficial, no había manera de entender lo que me pasaba con esos labios, la atracción era demasiada, pero desgraciadamente, a pesar de querer disfrutarlos hasta el amanecer, sin darme cuenta en qué momento, me quedé dormido con su cabeza recostada en mi pecho como última imagen que recuerdo de esa noche.

Notas finales:

Si les gustó, no olviden hacérmelo saber, ¡hasta el siguiente capítulo!


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