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Amandonos en el mar por Ghost princess Perona

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Notas del capitulo:

Espero que les guste este capítulo...

“Urghhhhh” Madara abrió los ojos sintiendo una pesadez propia de una resaca y un dolor de cabeza que no lo dejaba en paz. Tan pronto como pudo pensar, supo que había algo diferente en él. no sabía qué era, pero algo diferente sí que había. Trató de sentarse en la cama para averiguarlo, más un dolor horrible en la base de la espalda lo detuvo. Demonios, ¿Qué diablos le había pasado?

“No deberías intentar sentarte” Hashirama se desperezó sintiéndose muy satisfecho por lo de la noche anterior. “Es muy doloroso después de la primera vez” con cuidado lo ayudó a recostarse nuevo, intentando besarlo, pero el pelinegro volteó la cara. Aún estaba un poco turbado, recordando lo que había hecho anoche. Contrariado, el rey se levantó de la cama. Era un poco tarde, de todas maneras, así que tenía cosas que hacer. “Pase lo que pase, no vas a poder deshacer lo que ha pasado. Pasó y no me arrepiento de eso.”

“Pues deberías” respondió el pirata, cubriéndose un poco más. “Esto…” señaló. “no debió pasar. Está estrictamente prohibido por más de una razón” cerró los ojos. “Tanto para los de tu clase como para los de la mía.”

“Nadie tiene por qué saberlo…”

“Algo como esto jamás se mantiene en secreto, por más que lo intentes” apretó los dientes. “Los demás tienen formas de enterarse, además… dos hombres… ¿en qué estás pensando? Tú puedes querer experimentar con tu cuerpo, pero yo no tengo ninguna gana de ser tu…”

“¿Es que no puedes plantearte siquiera por un momento que no lo estoy haciendo por eso?” a medir vestir, se colocó encima del otro de nuevo, forzándolo a mirarlo a los ojos. “¿No puedes creer que te amo?” se expresión era sumamente dolida. “Te quiero, desde hace mucho tiempo te quiero” le confesó. “Más de lo que he querido a alguien.”

“Esas palabras las deberías guardar para tu esposa” volteó la cabeza una vez más para evitarlo. Un dolor en el pecho y una sensación maravillosa originada en el mismo lugar lo invadían. Y él no podía detenerlos. En cierta forma, también celos se formaban en el interior de su cuerpo, al saber que la reina era la única a la que pertenecían esas palabras.

“Mi esposa” se rio el otro, como si se tratara de una broma. “Mi querida esposa, la mujer que eligieron para mí cuando claramente no estaba interesado en ellas, aquella se entusiasma con palabras baratas sacadas de cuento como una niña tonta, aquella que, por desgracia en cierto modo, ya ha cumplido su misión” bajó el tono hasta que casi era un susurro. “No puedes imaginarte lo poco que me interesa esa mujer…”

“Aunque no te interese, hay cosas que no se deben hacer” Madara trató de rehuirlo de nuevo. “Tú sabes que esto no debe pasar, que dos hombres no…”

“Grrrrrrr” Hashirama gruñó y salió de ahí completamente enfurruñado. Terminó de vestirse a toda prisa, yéndose a su oficina. Al llegar ahí tiró un par de cosas para sacarse el coraje mientras que pensaba en la rotunda negativa del pirata a aceptar su amor, a pesar de que claramente le correspondía. Respiró hondamente, recordando que no estaba en la habitación privada de antes y que, fuera de esa habitación, era simplemente el rey. Y ¿Qué era el rey? un servidor de su pueblo.

“¿Pasa algo, majestad?” un sirviente se preguntó, entrando con una copa de vino. La reina pedía una audiencia para preguntarle por qué no lo había encontrado en sus aposentos tras la fiesta, pero envió una copa de vino primero para amenizar el ambiente.

“En lo absoluto” se paró muy derecho. Observando a la persona que esperaba detrás de la puerta. “No necesito eso, muchas gracias” lo despidió, moviendo una mano. “Y dile a la reina que la veré luego.”

“Mi señor, su esposa sonó muy dolida después de que…”

“Mi esposa ya sabe que lo nuestro siempre puede esperar hasta que haya terminado de atender a mi pueblo” dijo en un tono muy seco, dirigiendo su mirada hacia la mujer que esperaba en el atrio. Ella se acobardó en seguida. “¿No es así, querida?”

“Es… es verdad” ella retrocedió un par de pasos. “Lo… lo lamento, mi señor, yo… no quería ofenderos” la pelirroja se inclinó ligeramente. “Yo… yo sólo pensaba que… podría… podríamos pasear antes de que llegaran tus invitados… o…”

“No son invitados, esposa, y tengo que ser puntual. Se ofenden con facilidad” se volteó, cogiendo la puerta. “Si quieres pasear, te sugiero que vayas a buscar a tus damas de compañía y caminen por los patios o vayas a cabalgar al pueblo” con esa última sugerencia él le dedicó un ceño. “Han pasado muchos meses desde que te dejaste ver por el vulgo o por la nobleza más allá de tus allegados y este ha empezado a dudar del compromiso de su reina con su país.”

“Yo… lo siento, majestad” Mito apretó los dientes. “Me encargaré de remediarlo ahora mismo. Nadie más dudará de mi compromiso con nuestra nación.”

“Bien” le cerró la puerta en la cara, haciendo que algunas lágrimas cayeran de sus ojos. De todas maneras fue a hacer lo que él le había pedido, para demostrarle lo comprometida que estaba con su papel. Quizás así volviera a quererla. Mientras tanto, él le dio la bienvenida a una delegación nueva. “Buenas tardes, caballeros”

“Buenas tardes, majestad” el hombre saludó, una bolsa de terciopelo en las manos. “Me alegra que me recibiera. Verá, queremos hacer negocios con usted ahora que parece tener tanta bonanza…”

“Ahora que me he hecho con corsarios sumamente fuertes, querrá decir” el rey se sentó en frente de él. “Sí, sé que todo el mundo lo sabe. Y también sé que comentan que pago muy bien sus servicios” en especial los de uno, pensó. “En fin, ¿Qué tiene su compañía para ofrecer que las demás a mi servicio no tengan?”

“No se arrepentirá, majestad” sacó de su bolso un puñado de metal con un raro color rojizo. El rey lo examinó, quedando casi al momento convencido de que era oro. “Es un tipo de oro muy poco común. Lo encontramos hace poco. Los nórdicos lo llaman “Lágrimas de Freya” por la diosa de la belleza y el amor.”

“Es un metal interesante” comentó él, haciéndolo rodar una de las menas entre sus manos. “Sin duda se venderá con facilidad… eso si me es útil” miró el mineral en sus manos. “Verificaré con algunos joyeros si es verdaderamente un material conveniente. Pronto tendré una respuesta a su propuesta de negocios.”

“Sí, mi señor, muchas gracias” se inclinó, saliendo rápidamente de la habitación. Hashirama se pasó el día atendiendo consultas de sus nobles, concediendo audiencias y trabajando en el papeleo. Para cuando pudo regresar al cuarto secreto, ya se había hecho de noche… y su amor ya había desaparecido del lugar.

“Sólo quería darte tiempo para que lo pensaras, no que te fueras” susurró para sí mismo, cayendo al suelo. Ahí, sólo, lloró hasta que hubo agotado sus sentimientos sobre la misma cama en la que lo había tomado. Se levantó al amanecer del día siguiente, dispuesto a seguir con su trabajo. Personalmente fue a ver al maestro joyero para preguntarle acerca del mineral.

“En efecto, son “Lágrimas de Freya”, qué inusual” el hombre dijo tras una corta inspección. “Este tipo de oro es un poco difícil de tratar, pero las artesanías que se pueden lograr con él se venden por el doble de dinero que las de cualquier otro tipo de oro” acarició las pepitas. “Puedo mostrarle haciendo algo para la reina… gratis, claro está. Al menos esta primera pieza de muestra.”

“Claro” dejó el material, que estaba muy bien pesado, en manos del hombre. “Quiero que me hagas unos aretes para ella, con estas piedras” le entregó otra pequeña bolsa de rubíes. “y otra cosa” le señaló. “quiero que me hagas un collar con este símbolo” se lo entregó. Era la jolly roger de Madara, cuyo recuerdo quería mantener vivo en mi mente. Lo había dibujado durante el día en un papel en blanco, casi sin pensarlo. “Del mismo metal… una orden discreta, por supuesto.”

“Como ordene, majestad” esperaba que algún día eso alcanzara la persona para la que sería hecho.

-Dos años más tarde-

“Haremos lo mismo de siempre” Madara instruyó a sus hombres, que cargaban el tesoro desde el barco. “Ustedes irán a entregarle su parte al rey, yo los acompañaré hasta la entrada para asegurarme de que no se roben nada”

“Como digas” Ishikawa bostezó. Llevaban años con la misma pantomima, lo que sólo había conseguido que se alzaran las sospechas. ¿Qué diablos había llevado a que de repente esos dos se distanciaran? Parecían ser muy buenos amigos la última vez que se vieron. Además… su capitán espiaba siempre para ver si podía captar al menos un vistazo del rey. “Sabes que puedes venir siempre que quieras, ¿no es así?”

“¿Por qué tendría que acompañarlos? Ya les dije que hacer” se volteó, fingiendo estar ofendido. La verdad es que sí que tenía muchas ganas de acompañarlos, para volver a ver a esa persona. Desde hace un tiempo pasaba algo curioso con él… algo de lo que no quería hablar y mucho menos acordarse.

“Se nota a leguas que quieres volver a ver a tu viejo amigo”

“Métete en tus asuntos” caminó con ellos, observando el tesoro con cuidado. Una vez estuvieron en la entrada del palacio y estuvo seguro de que ninguno de los hombres podía sacar siquiera una moneda del arcón, se marchó. Durante su retirada sus ojos captaron la imagen de un hombre ricamente vestido, mirando en misma dirección. Sus ojos se encontraron durante un segundo y su corazón se saltó un latido…

“¿Capitán?”

“Tengo que irme” no debió haber pasado más allá de la puerta, se dijo a sí mismo en voz alta. Corrió hasta el puerto, pensando que había cometido un error. Ahí entró en la primera taberna que encontró, comprando una botella de ron. Tomó un gran trago. Desde la noche que pasaron juntos, no podía… simplemente no…

“No se ve muy bien, capitán” uno de sus hombres comentó, apestando a alcohol y con una puta del brazo. Habiendo probado el sexo una vez, Madara se había interesado en él durante sus viajes, pero no pudo ir muy lejos. Ni con hombres, ni con mujeres. Le resultaba algo… desagradable.

“¿De verdad puedes hacerlo con alguien como ella?” preguntó algo borracho el pelinegro, haciendo un gesto con la cabeza hacia la mujer, un auténtico esperpento. “Pensaba que mejor sería hacerlo con alguien mejor… quizás esperar al adecuado…”

“No encontrarás a nadie más adecuado que Maxine. No será bonita… ¡pero te deja satisfecho como ninguna!” se rio el hombre sin entender. Fastidiado por su actitud y por la tontería romántica que acababa de salir de su boca, el hombre se levantó para salir del bar. Dio un último trago a la botella y la tiró por la calle, sorprendiéndose de que ya fuera de noche. Sorprendido, pensó en que había pasado toda la tarde dentro de ese lugar. Se frotó la frente, dispuesto a regresar a su barco… hasta que alguien lo agarró del brazo, jalándolo dentro de un viejo granero.

“No sé con quién crees que te has…” sacó su pistola, más el desconocido no se alertó. Llevaba una capa larga de color negro, con capucha que le hacía parecer cómicamente a uno de los personajes de una obra. “¿Y quién se supone que eres? ¿Un actor venido a menos?”

“Sólo alguien que no quiere ser reconocido” se bajó la capucha, revelando a Hashirama. “Te vi más temprano. Después de dos años era la visión más grata que pudiera haberme dado el destino” comentó, avanzando un poco. El otro retrocedió, sin saber cómo reaccionar. “No te asustes, estoy aquí para hablar.”

“No deberías estar aquí” le respondió, un poco incómodo. Desde aquella noche cuando estaban en presencia el uno del otro su corazón se comportaba de una manera extraña. “Y yo tampoco. Tenemos que alejarnos y…”

“Me resultaría imposible alejarme de ti, siempre estás en mi mente” le dijo, dando un paso adelante lentamente para no asustarlo. Cuando estuvo lo suficientemente cerca le quitó la pistola de la mano y la tomó entre las suyas, examinando los blancos dedos. “Debemos hablar, nuestro…”

“No hay nada de qué hablar”

“Yo creo que sí”

“¡No es verdad!” prácticamente gritó. Luego agradeció que el granero estuviera vacío y que las paredes pudieran ahogar el sonido de su voz, desesperada al no poder contener esos sentimientos que había intentado mantener ocultos tras dos años de distanciamiento. El otro esperó paciente, dejando que se desahogara. “Además… ¿de qué podríamos hablar? Somos tan diferentes como el cielo y el infierno.”

“Ambos lugares son opuestos y la vez similares en algunos sentidos.”

“Claro que no, son completos opuestos no se parecen en nada” el alcohol que había ingerido horas antes le ayudaba a hablar, cubriendo con la bruma del olvido la predicción de la anciana adivina de hace unos años, sobre el amor y su perdición. “Como nosotros dos, ambas cosas son tan diferentes que…”

“Y sin embargo, ambos son lugares a los que solo la gente muerta llega”

“¡Deja de intentar confundirme!” le espetó. Hashirama se quedó tranquilo, a pesar de que jamás nadie había estallado contra él. hacer algo así delante del rey era considerado una ofensa capital, así que estas reacciones eran nuevas para él. “¿De qué podríamos hablar, eh? ¡¿Ehhh?! ¿De cómo la pasamos esa noche en tu habitación secreta del castillo? ¿De cómo fuiste el primero en enseñarle a mi cuerpo que podía haber ese tipo de sensación? ¿Cómo se siente hacerse uno con otra persona?”

“No tenemos que conversar de eso si no…”

“¡Cállate!” ahora estaba soltándolo completamente, tras haberlo contenido suficiente. “Desde aquella noche… desde aquella noche he estado deseándolo tanto… pero no puedo… no puedo… con nadie más” se frotó los brazos. “Quiero sentir lo mismo que esa noche… pero nadie más es así… mi cuerpo no acepta… el sexo otro no…”

“Shhhhh, cálmate”

“Cada noche sueño con eso y me levanto… me levanto deseándolo más… cuando lo intento… no puedo consumarlo… me asquea… y se siente tan frío” tan diferente, se abstuvo de decir. “Me toco también… sólo cuando recuerdo cómo lo hiciste… no hay otra manera de… de… conse… conse…”

“Ya, entiendo” le aseguró, jalándolo levemente contra su cuerpo, poniendo despacio los brazos alrededor de él para apretarlo contra él. “¿Sabes por qué no es igual? ¿Por qué no puedes encontrar la misma sensación con nadie más?” le susurró al oído. “¿Puedes adivinarlo siquiera?”

“¿Qué me hiciste?”

“No sólo tuvimos sexo, hicimos el amor” declaró, con su mayor sentido romántico. “Es diferente hacerlo con sentimiento y hacerlo de la manera fría, vulgar, como todos esos de tu tripulación con putas, sólo para divertirse. Hacerlo con alguien que amas y que te ama es una experiencia que te lleva aún más alto. Lo sé muy bien, he tenido suficientes amantes con los que sólo deseaba satisfacer mis necesidades o divertirme. Contigo… contigo es muy diferente.”

“Para…”

“Justo como te dije aquella noche, lo que quiero de ti no es sólo tu cuerpo, es mucho más” le aseguró. “Quiero tu corazón. Esa parte de ti que sólo entregas a la persona indicada… y quiero ser merecedor de eso”

“Deja de hablar ya…”

“Te amo” le repitió, posando sus labios con suavidad sobre los suyos, besándolo profundamente como cuando estuvieron los dos solos en la habitación secreta del castillo. Madara se sintió mareado, como falto de oxígeno. Su cabeza daba vueltas. No supo en qué momento empezó a responder, pero ya no pudo parar. Sus manos se colocaron en su espalda, apretándolo más contra él. “Te amo”

“Y… y yo a ti” finalmente confesó, sintiendo su pecho a punto de estallar. Se quedaron así abrazados durante un momento más, hasta que se dejaron caer sobre un montón de paja, aún enredados el uno con el otro. “Tengo frío” el pelinegro se apartó un poco. “Tengo frío… aunque… todavía…”

“Tranquilo, no hay ninguna prisa” Comprendió él rey, acariciando su cabello. “Podemos simplemente dormir aquí juntos” le dijo, notando que la plática lo había dejado agotado. “Seguro que te encantará”

“Hummmmmm” sus ojos se cerraron y se acurrucó para dormir. Nunca había hecho esto con nadie, a la única persona a la que le había permitido dormir contra él era Izuna… bueno, suponía que ahora Hashirama también contaba. Las palabras de la adivina cruzaron por su cabeza durante un momento más no le importaba. Amor… se sentía demasiado bien como para alejarse. Delicioso y adictivo. “Hummmmm”

“Buenos días” el rey lo saludó cuando despertó a la mañana siguiente, aún en sus brazos. Miró a su alrededor, viendo por las rendijas la luz del sol entrar. “Ha amanecido hace unas horas, te dejé dormir de largo porque parecías demasiado…”

“¡¿Qué?! ¡Mierda!” se levantó a toda prisa, arreglándose un poco antes de que alguien de la tripulación pudiera enterarse de sus actividades. “Demonios, demonios, demonios… se supone que teníamos que zarpar a primera luz… ¡¿Por qué no me despertaste?!”

“Disfrutabas demasiado sobre mi pecho, no tuve corazón para hacerlo” el otro le dedicó una mirada de disgusto que hizo que soltara una carcajada. “Espera, antes de que te vayas” se llevó las manos al cuello y desató una fina cadena de oro. La puso alrededor del cuello del otro y la aseguró detrás de la cabeza. Madara admiró el dije. Era su… “Fue un pedido especial, para ti. Lo llevé conmigo por dos años.”

“No debiste” era prácticamente era declarar su amistad con un pirata. Lo admiró, el brillo rojizo muy inusual le llamó la atención. “¿Qué tipo de metal es?”

“Lágrimas de Freya” contestó suavemente, tomando su mano. “El oro más valioso… para la persona más valiosa para mí.”

“Debes de decirle eso a tu esposa todo el tiempo” bromeó con la voz cargada de sarcasmo. Sabía a quién pertenecía ese hombre. “He dormido muy bien, pero seguro que fui el único. La próxima vez aceptaré tu invitación a la habitación secreta. Ahí tenemos una cama de plumas donde podrás dormir bien.”

“Qué va, dormí como bebé, he dormido en sitios mucho peores” confesó el otro. “Campañas militares, ¿creías que eran un paseo por el campo?”

“Vaya, conque alguien guardaba algunos secretos” se besaron de nuevo antes de que se alejara hacia la puerta. “Tendrás que contarme acerca de alguna de ellas. Seguro que me mataré de la risa.”

“Si lo hago tendrás que darme algo a cambio… ¿Qué te parece si te desvistes lentamente para mí? Como en un baile exótico…”

“Jaja” lo cortó. “Ni aunque pudieras volver todas las rosas azules lo haría”

Notas finales:

¿Les gustó? Bueno, espero que les haya hecho ilusiones. La pregunta es, ¿cómo le hará Hashi para volver las rosas azules? Porque si Madara pidió aunque sea en broma una rosa azul, seguro que querrá dársela. ¿Qué dicen? Review!!!!


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