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Amandonos en el mar por Ghost princess Perona

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Notas del capitulo:

Espero que les guste...

“Nos volvemos a ver, señores” comentó Hashirama desde su trono, observando atentamente a las dos personas que se arrodillaban delante de él. eran los mismos dos enviados de la vez anterior, que se acobardaron ante su presencia. No esperaban que un hombre que se enfrentaba al poderío de España fuera tan… tan imponente. “Realmente espero que me tengan noticias buenas, como que su rey ha decidido escuchar a razones y me devolverá ese pedazo de tierra pacíficamente.”

“Majestad, nuestros aliados españoles han instado a nuestros soberanos a ser cautos, ya que una guerra con ustedes causaría muchos problemas” señaló uno de ellos, frotando sus manos. “Por eso, le han extendido una última oferta. Le devolverán la mitad de esas tierras y…”

“No les daré siquiera la mitad. Si quieren conservarlas, tendrán que pelear por ellas” sentenció el soberano. Tras muchos intentos de negociación, fue imposible llegar a un acuerdo y los representantes se retiraron con la advertencia de que si no cedían se iniciaría una guerra. “Como si no lo supiera ya.”

“Querido, debe haber alguna manera de retrasarlos…”

“No hables de lo que no entiendes” le espetó antes de retirarse en estampida de la sala del trono, insatisfecho por no haber mantenido la paz. No era una persona violenta, lo único que deseaba era poner fin a las guerras, pero… parecía que los otros no entendían. Simplemente no podía permitirse quedar como un cobarde. “Diablos, tanto trabajo y a la porra. ¿De verdad van a hacer esto?”

“Mi señor...” Mito se acercó temblorosa, tratando de calmarlo para que salieran a cabalgar juntos. Sorpresivamente, él aceptó la invitación. Era necesario que lo vieran en compañía de su esposa mientras estaban en paz, así confiarían en ella como su representante en el trono, más que como la extranjera que era.

“Mira bien todo, mujer, porque en mi ausencia estas tierras serás responsabilidad tuya” le señaló, haciendo que observara bien a las personas que vivían en la villa. “Durante mi reinado han sido bien atendidos, bien alimentados. Si esto no continúa, perderán la fe en sus monarcas y podemos tratar con algo más peligroso que una guerra. ¿Entiendes la importancia de la labor que dejo en tus manos?”

“La entiendo, esposo” ella asintió, sin entender realmente. La habían criado para ser una buena compañía para un monarca, no una buena gobernante. Pasarían muchos años antes de que aprendiera la importancia de un buen soberano y lo que podía pasar si uno de esos, uno que contaba con la lealtad de su pueblo, cayera. “¿Cuándo parten para la guerra?”

“Pronto” señaló él, negando con la cabeza y girando al caballo. Volvieron al castillo un poco cansados, sólo para ser recibidos con un montón de sirvientes asustados.

 “¡Majestad! ¡Apareció de la nada y nosotros…!”

“No importa” Hashirama negó con la cabeza, sabiendo exactamente a quién se estaban refiriendo. “Yo lo convoqué” avanzó por los pasillos, encontrándose con la fuente de toda la conmoción. Madara se estaba sirviendo vino fino de una charola, como si estuviera en su casa. “Ven conmigo”

“Qué pena, estaba justo poniéndome cómodo” el pirata se quejó, levantándose de su sitio. Se llevó la copa a los labios, tragando el líquido lentamente. La verdad es que desde hace un tiempo estaba tratando de hacer algo diferente. Sensualidad era concepto extraño para él, pero… en realidad era un experimento gracioso. Tan solo ver las reacciones de su amante hacía que valiera la pena.

“Me alegra que estés aquí” dijo, cerrando la puerta de la habitación secreta. Madara se acomodó en la cama con aire juguetón, más pronto se dio cuenta de que estaba pasando algo serio. “Tengo que decirte algo.”

“Suena a que no voy a divertirme mucho hoy” apartó su cabello de su cuello, mostrando un poco la cadena de lágrimas de Freya que colgaba de su cuello. “¿Qué ha pasado?” el otro se acercó, sentándose a su costado, jugando con una bolsita de terciopelo. “Me estás asustando, ¿Qué diablos ocurre?”

“Voy a ir a la guerra” anunció, no viendo razones para retrasar más las explicaciones “contra un país aliado de España” esto sorprendió al pelinegro, que casi se atora con un poco de vino. “No esperamos que sea larga, sólo… sólo quiero evitarla, pero parece perseguirme como un perro negro” casi se dejó caer. “Tengo que ir al campo de batalla”

“¿Contra España? Esa no será una batalla será una masacre. Y naval” el otro se dejó caer en el colchón, sintiendo el temor. “No serás capaz de vencerlos, no sin ayuda. Te atacarán desde el mar… y tienes mucha costa para que ataquen.”

“Gracias por recordarme que estoy en desventaja” también se recostó, cogiendo un mechón y jugando con él, enredándolo entre sus dedos. “No pienso morir, ¿sabes?”

“¿Qué bueno saberlo?”

“Esperaba otra clase de reacción”

“¿Exactamente qué? ¿Qué puedo decirte cuando estás a punto de embarcarte en una misión suicida contra una de las más grandes potencias navales del mundo? Hay muchas cosas que podría imaginar que pasara, pero perder mi corazón en medio de una guerra es lo último que me vendría a la mente” se giró un poco. “Me haces sentir querido, eres… eres lo único que me ancla a tierra ahora mismo. Sin ti…”

“Una razón más para seguir vivo” siguió jugando con su cabello. “No voy a morir, aún hay muchas cosas que hacer. Tengo que… tengo que mostrarte muchas cosas, convencerte de permanecer en tierra, donde puedas estar cerca de mí…”

“Eso ni soñarlo, soy del mar. La tierra por mucho tiempo me parecería una prisión”

“Lo dices porque no la has gozado” señaló, dejando su cabello para tocar su rostro. “Podría mostrarte mil parajes fantásticos, todos nuestros. Y si quieres un nuevo faro, te haré uno. Uno que brille como una estrella en medio de la oscuridad y tenga esas rosas que tanto te gustan, una planta enorme que llegue hasta la parte de arriba y no se marchite sin importar lo que pase…”

“Ya estás soñando… ¿O acaso piensas regalarme un faro con rubíes? ¿O zafiros?” levantó la ceja, abriendo un poco su camisa para que viera su piel ya curada de las marcas que le había hecho la vez pasada. “Porque ahora las rosas son azules, ¿verdad?”

“Ambas” lo besó en los labios. Tras hacerlo añadió una cosa más. “Sabes, cuando vaya a la guerra mi mujer se encargará del país” uno de los ojos de Madara tembló. “Gobernará, pero sólo hasta que regrese. Y tendrá limitaciones.”

“¿Querrías no mencionar a esa mujer mientras estás en la cama conmigo?” se apartó, cerrando su ropa. La escena le pareció muy cómica a Hashirama, que se levantó al mismo tiempo que el otro se sentó, cerrando su camisa. “No tengo que escuchar un permanente recordatorio que de cara al público ella es tu mujer y la que está a tu lado. Ese sapo rojo no te merece y nunca lo hará”

“Vaya… ¿detecto celos en ese tono?” lo fulminó con la mirada, señalando que estaba en lo cierto. “Por dios, estás celoso” se rio, causando que el otro lo empujara de regreso al colchón de plumas. “Vamos, no te pongas así, es natural que te sientas celoso de ella. Y es un halago saber que puedo poner celoso al marinero más candente de todos.”

“¿Y te has acostado con muchos?” seguía molesto por su comentario. Claro que no estaba celoso… ¡por supuesto que no! Simplemente la reina le caía muy mal. Siempre estaba colgando del brazo del su amado, frotándose contra él como perro en celo. ¡ERA SUYO! ¡¿Qué no podía entender eso?! Además tampoco podía sacarse de la cabeza que, mientras Hashirama había sido su primero, ella había yacido con él antes e incluso le dio unos cuantos hijos. Eso sí que le ponía rabioso.

“Sólo contigo” se acercó por atrás, abrazándolo fuertemente. “Anda, no te pongas así. Ella no significa mucho para ti y tú lo eres prácticamente todo. Aparte, no eres el único que está celoso. A veces yo me siento así respecto al mar, porque siempre te roba de mi lado.”

“Es estúpido sentirse celoso de un montón de agua salada” comentó, sin resistirse a la muestra de afecto. Finalmente suspiró, pensando en lo que vendría. Una guerra… quizás no tuvieran mucho tiempo. “Sólo trata de mantenerte con vida, ¿sí?” puso una mano sobre sus brazos. “Vuelve a mí vivo.”

“Quizás ni siquiera necesite ganar la guerra para volver a verte” le dijo al oído con voz juguetona. Una idea había empezado a gestarse en su cabeza desde hace mucho tiempo y se negaba a abandonarlo. Tal vez era tiempo de utilizarla. “¿Te gustaría ayudarme?”

“¿Que tienes en mente?” una expresión maquiavélica comenzó a expandirse por su rostro cuando le comentó acerca de cómo pensaba acabar con la marina española. Y eso en verdad podría funcionar. “Tentador, muy tentador… conservar la plata del siguiente tesoro real español será sin duda un incentivo para mis amigos.”

“¿Lo harás?”

“Creo que lo haré” le aseguró, entrelazando los dedos con él. “Te avisaré si los convenzo, para que prepares la trampa” se movió un poco. “ahora… estábamos a punto de hacer algo que me gusta mucho, así que olvidemos que mencionaste los celos, a esa mujer y esa maldita guerra que tanto te obsesiona y comencemos.”

“Antes de que lo hagamos, te tengo una sorpresa” Madara rodó los ojos, esperando que no fuera un faro enjoyado. Hashirama abrió la bolsita y sacó dos anillos. Uno tenía pequeños zafiros y el otro, esmeraldas legitimas. El primero tenía una pequeña jolly roger grabada en el interior, la segunda el emblema de la casa real. “Los mandé a hacer cuando la guerra se puso en mi camino.”

“Esto… esto es…”

“No pienso ir al campo y quizás morir con mi anillo de bodas… si es que lo hago, será con un anillo que me conecte en verdad con la persona a la que amo” el pirata se debatió por unos momentos, pensando en lo increíblemente cursi que era esto con la cara roja como un tomate, pero al final el rey consiguió lo que quería. Su dedo anular pronto quedó decorado con el adorno de esmeraldas. “Te queda perfecto”

“Es estúpido, ni que fuera un anillo de bodas” el de zafiros fue puesto en la palma de su mano, a lo que el moreno respondió ofreciéndole su mano izquierda. Tras unos momentos de ofuscación, el pelinegro colocó la joya en su sitio. “Estás loco, ¿lo sabías?”

“Nadie me ha llamado así nunca” comentó, observando cómo lucían las piedras en la oscuridad. “No me importa lo que me hayan obligado a prometer, ni la imagen que debo mantener. En la guerra, en la vida y en la muerte, el único nombre que llevaré en mis labios será el tuyo.”

“Realmente eres cursi” los dos anillos que los conectaban, una prueba más de amor… del periodo que tenía para vivir en el amor antes de morir. Pero realmente no importaba, ¿verdad? Porque prefería morir temprano a vivir mil años sin haber conocido esa sensación. “¿Qué harías si alguna vez el que no regresara fuera yo?”

“Creo que moriría del corazón partido”

-Unos meses más tarde-

“Hay que frenar a la armada” Hashirama se estaba acomodando la armadura, mirando a la playa que se extendía en frente de ellos. La guerra iba muy bien, gracias a los ejércitos de mercenarios contratados para la tarea, pagados con plata robada a España. El reino vecino estaba a punto de caer, a punto de convertirse en una provincia más del suyo propio… pero para eso tenía que destruir las naves que estaban a punto de destrozar sus costas.

“Espero que el plan funcione” Tobirama, que había estado trabajando en la estrategia para la misión, señaló donde estaban sus propias naves, ocultas entre la niebla. Y justo como planeó, cuando los barcos españoles estuvieron a punto de ser avistados por los guardias, estos se prendieron en llamas, chocando contra los grandes buques y causando graves destrozos junto con otras naves que hacían agujeros en las zonas más debilitadas. “Van a retirarse. ¡Los de la retaguardia se retiran!”

“No lo harán… no enteros” el ataque desde atrás no se hizo esperar. Madara se presentó en la lucha, acribillando con sus cañones a los mal posicionados barcos, que en un intento de responder se dispararon entre ellos. El grupo de piratas siguieron disparando hasta que ninguno quedó en pie, una grata sorpresa para los soldados en tierra. “Ahora ya no pueden prestarle ninguna ayuda a sus aliados.”

“¿Cómo conseguiste que te ayudaran esos perros de mar?” preguntó Tobirama, siguiendo a su hermano. Si se había atrevido a prometerlas tierras o títulos…

“El siguiente tesoro real de Lima es completamente suyo, sólo eso” el albino asintió. Era un precio pequeño a pagar por una victoria de semejante tamaño. Además, el reino que acababan de conquistar era muy rico, sin duda traería grandes ingresos a la corona. “Tardaremos algunos años más en recuperarnos del gasto de la guerra, pero vale la pena.”

“Es verdad” el príncipe guardó la espada, volviendo la vista hacia el mapa. “Las tropas de Kawarama tienen cercada la capital” señaló en el mapa. “Las paredes son muy altas y gruesas. Vamos a necesitar catapultas para traspasarlas.”

“Es una pena que no estén cerca del mar, esos corsarios podrían hacernos un pequeño favor con sus cañones” el rey se montó en su caballo para partir de regreso con las tropas de su hermano. Tardó unos días en llegar. Cuando lo hizo le esperaba una desagradable sorpresa, la peor de todas.

“No pudimos hacer nada” Kawarama señaló, arrodillándose junto a ellos frente al cadáver del menor de los hermanos, Itama, envuelto en un estandarte de la casa real. “Nos atacaron en medio de la noche. Le ordené que se quedara en la carpa, no me hizo caso. Estaba tan desesperado por ayudar que salió y uno de los caballeros le clavó la espada en el pecho” apretó los puños. “Lo siento”

“Tranquilo, no es tu culpa” Hashirama se obligó a sí mismo a tragarse sus sentimientos. No era momento de llorar, sino de liderar sus tropas en la batalla final de esa guerra. “Atacaremos al amanecer. ¿Está listo el ariete?”

“Sí, majestad”

“Bien” salió del carruaje que partiría pronto para llevar a su hermanito a su lugar final de descanso. Mientras tanto, se centró de lleno en la venganza. Echándole un vistazo al anillo que lo conectaba con su amor, ordenó que dispararan en contra de la ciudad. Las murallas cayeron a pedazos gracias a las enormes rocas y el ariete comenzó su labor de perforación en la gran puerta de madera dura. “¡Tírenla! ¡Venguen a nuestros compañeros!”

“¡Por el príncipe Itama!”

“¡Tírenla!” los gritos se hicieron más fuertes conforme aumentaba la expectación. Finalmente consiguieron tumbar la puerta e ingresar. El rey mismo se unió a la batalla, moviendo su espada como un endemoniado. Ningún caballero, joven o viejo, podía contra él. La gente corrió por el lugar, tratando de esquivar la tropa de invasores que se dirigía hacia el castillo, la última fortaleza que les quedaba.

“Que rindan el castillo” pidió el moreno. “Díganles que rindan el castillo. No hay manera de que puedan acuartelarse ahí mucho tiempo. Y de todas maneras el país está perdido. Que rindan el castillo y entonces los dejaré vivir, incluso al rey que osó desafiarme. Denles el mensaje ahora.”

“Señor, se han negado a claudicar desde antes de enviarles el mensaje” Hashirama sintió ganas de frotar su cabeza, tan contrario como era a las matanzas. Señaló a sus hombres que continuaran de todas formas, tenían que terminar con lo que empezaron. Tras unas horas de intenso trabajo, consiguieron tirar las puertas del castillo.

“Kawarama…”

“¿Sí, hermano?”

“Quiero la cabeza del caballero que mató a nuestro hermano, en una bandeja si puedes encontrarla” ordenó. “Pero no vayas a correr riesgos innecesarios. No deseo tener que enterrar a otro hermano cuando regrese a casa.”

“No lo harás” prometió el joven, marchándose a toda prisa. el moreno se perdió en medio del fragor de la batalla, venciendo enemigos en su marcha por los salones principales del castillo. Dejando un reguero de muerte a su paso, sus hombres detrás de él, llegó a las puertas de la sala del trono. Se las abrieron dos de sus caballeros, inclinándose.

“Majestad, el reino es suyo” estos le dejaron pasar. Dentro del lugar estaban el rey, la reina y damas de la corte, acobardados por el poderío del enemigo. Confiaron demasiado en el poder de un aliado lejano y ahora perdían todo lo que una vez poseyeron. Hashirama se adelantó hacia el soberano rival, que levantó una espada enjoyada que de seguro había pertenecido a su familia por generaciones. Él tomó la suya y en un par de pases la desarmó. Tobirama recogió el arma, pasándosela a su hermano.

“Se dice que las tres estrellas han protegido este reino desde sus inicios” comentó el Senju mayor, observando los tres enormes diamantes incrustados en el pomo. Serían unos anillos perfectos para Madara, pensó brevemente antes de volver a la realidad. “Ahora sólo son bonitas decoraciones.”

“Mi señor, por favor…”

“Le ofrecí una rendición pacífica, majestad, y usted decidió no tomar la oportunidad. Sin embargo, no soy un carnicero” el rey y sus hermanos se adelantaron. “Respetaré a las vidas de su pueblo, se lo prometo”

“Las vidas de la familia real no pueden salvarse, aniya” le recordó Tobirama, sacando su arma antes de que dijera otra palabra. Él levantó la mano, deteniendo su movimiento. Sus ojos estaban fijos en una chica joven que se refugiaba en los brazos de la reina. Sus ojos azules asomaban entre los mechones chocolate de esta con miedo.

“No de todos” caminó hasta el trono sin ser detenido por la aterrada familia real. “Planeo nombrar a Kawarama lord de esta provincia, pero necesitará ayuda para hacer que el pueblo lo acepte” el mencionado estuvo a punto de replicar, pero su hermano lo silenció. “Lo sé, sé que eres competente, no lo estoy poniendo en duda. Sólo digo que la lealtad no surge de la noche a la mañana” señaló, sentándose en el trono. “Por eso declaro que la princesa de este reino caído se case con mi hermano lo más pronto posible… para asegurar su lealtad.”

“Muy bien” el albino entendió la estrategia y no puso pegas. La chica estaba ya en edad casadera, así que podrían llevar a cabo la ceremonia inmediatamente. Además, era muy bonita, seguro que su nuevo prometido no pondría pegas. Inmediatamente la arrancaron de los brazos de su madre y la condujeron a otro salón, resistiéndose. Unos días después, apenas levantados los escombros cerca de la catedral, los dos jóvenes se casaron. Hashirama se sintió sumamente culpable al verla, con los ojos llenos de lágrimas entrando de la mano con su hermanito a la alcoba nupcial. Pero habían sacrificios que debían hacerse… sobre todo por la paz.

-Unos meses más tarde-

“¿Se le ofrece algo, su majestad? ¿Quizás unas joyas para la reina?” Hashirama le entregó una corona y una espada, ambos trofeos de guerra, al joyero. El arma tenía tres enormes diamantes de diferente color en el pomo.

“Quiero que conviertas estos” los señaló. “En anillos. Los más esplendidos anillos que hayas forjado para las tres estrellas que protegerán a la persona más importante para mí.”

Notas finales:

¿Que les pareció? Creo que Madara se convertirá en el pirata más mimado del mundo, ¿verdad? Bueno, todavía quedan muchos regalos por entregar antes de que Mito siquiera se de cuenta o se le colme la paciencia. ¿Ya han adivinado cuales son? Review!!!


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