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Amandonos en el mar por Ghost princess Perona

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Notas del capitulo:

Espero que les guste este capítulo, ahora alguien va a recibir un mensaje muy inesperado.

“¡Galeón español a la vista!” Madara gritó desde su lugar en el puente, detrás del timón del navío de carga. El pelinegro movió la rueda enorme, ordenando que los cañones apuntaran. Su larguísimo cabello negro se agitaba con la brisa marina, como imitando las velas negras de su enorme barco, el Uchiwa Gunbai. “¡A la carga, perros sarnosos! ¡El botín nos espera!”

“¡Yoho!!!”

“¡YOHO!!!!” el capitán respondió, también blandiendo su espada. Su cuerpo temblaba por la excitación de conseguir un atajo de deslumbrante plata directamente desde Lima, el tesoro más grande en el cual cualquier pirata pudiera posar los ojos. Claro que para hacerlo primero tenía que superar a la orgullosa marina española… pero si no arriesgas no consigues nada, ¿verdad?

“¡Capitán, barcos de escolta nos apuntan!” el vigilante le gritó, aterrado. “¡Será mejor dar la vuelta! ¡Nadie puede saquear el tesoro real de Lima! ¡Es simplemente imposible!”

“¡Silencio, brumete! ¡No creo en la palabra imposible y ustedes tampoco deberían! ¡A la carga, camaradas!” ordenó, disparando sus fuertes cañones. Sonriendo mientras la gente a su alrededor caía por las brutales explosiones que estremecían el mar, dejó el timón para correr hacia la borda, desde la cual sus compañeros se balanceaban en cuerdas hacia uno de los barcos escoltas. Otros tomaron sus relevos. “¡A la victoria!”

“¡A la victoria!” lo repitieron mientras la matanza se esparcía a su alrededor. Cuerpos caía de los navíos, volviendo rojas las aguas por un momento y llamando a hambrientos tiburones al festín del cementerio de agua salada. El cuerpo del capitán se movía como en un vals, coronando cada uno de sus movimientos con un grito de agonía de algún contrincante. Tomando otra cuerda abordó con sólo un puñado más de hombres el segundo barco y a continuación el galeón más grande, que le estaba disparando a sus propias escoltas en un intento desesperado de librarse de los saqueadores.

“¡MUERAN, SUCIAS RATAS DE MAR!” les gritaba el capitán español a voz en cuello, asustado por el abordaje. El tesoro que llevaba era demasiado importante para permitirse que unos piratas lo capturaran… ¡el tributo para el rey de todas las colonias en el Nuevo Mundo! ¡El sueño de cualquier señor! Si no llegaba a España, entonces terribles cosas pasarían en las colonias.

“Vaya fea manera de hablar” Madara le dijo antes de atravesarlo con pereza. Había llegado al puente de mando dejando una reválida de cadáveres detrás de sí. “Uno pensaría que los caballeros tienen mejores modales” Tomó el timón de la nave mientras sus compañeros terminaban con los soldados reales. Finalmente escaparon, dejando a los dos escoltas medio hundidos por la cantidad de balas de cañón disparadas. “Parece que hemos acabado aquí”

“Señor, el gunbai nos sigue, misión cumplida”

“No hasta que hayamos esquivado completamente a la marina española, mi querido primero de abordo” murmuró Madara a Ishikawa. El hombre era mucho mayor que él, más le obedecía por el respeto de sus miles de botines ganados. Depositó una pistola a los pies de su capitán. “Aún no es hora de los tributos.”

“Es otra cosa” él suspiró. “En el próximo puerto quiero bajarme del gunbai y no volver a subir. Mi vida como pirata se acabó para siempre.”

“Se acabó, ¿eh?”

“Mira nada más toda la plata dentro del galeón, no te bastaría la vida para gastarla. Es suficiente para poder comprar tierras y otras cosas en…”

“Creo que primero tenemos que contar los lingotes de plata” se bajó del barco en la primera isla desierta que pudo encontrar. En ella se encargó de revisar las bodegas, encontrando una autentica fortuna en plata, además de los prisioneros que sus hombres habían llevado a lo profundo del navío, las cárceles para los desertores. “Es un botín sumamente grande” el pirata jugueteó delante de los soldados con uno de los lingotes. “Una auténtica fortuna”

“¡Sí, jefe!” uno de los mayores de la tripulación comentó. “¡Con eso podremos retirarnos a vivir como reyes en cualquier parte! ¡Incluso usted no tendrá que preocuparse más por sus rentas con tamaña fortuna!”

“Incluso yo… no tendría de qué preocuparme, ¿verdad?” el pelinegro comentó ausentemente, como restándole importancia. Era en verdad un tesoro inmenso, digno de un rey. “Dejar esta vida…” se volteó hacia los prisioneros, enseñándoles el lingote. “¿Qué dices ustedes?” les preguntó retador. “¿Me retiro?”

“¡Maldito pirata!” uno de los más vehementes oficiales se adelantó hacia él, vociferando y escupiendo. “¡No importa a dónde vayas, la justicia de nuestro santo rey te encontrará! ¡Serás colgado del cuello y tus restos vagarán por el mar insepultos como trozos podridos de carne! ¡Nunca te escaparás de la marina!”

“Justo lo que pensaba” atravesó el pecho del soldado con la espada, sobresaltando a su tripulación y a los prisioneros. Dejó caer el cuerpo, clavando a continuación la espada en el piso. Observó a sus camaradas con una expresión en blanco. “Esta es la razón” paseó la vista “esta es la razón por la que no voy a retirarme, como ustedes tontamente han puesto” Madara dio un paso, ellos retrocedieron. “Para un pirata no existe eso.”

“Jefe…”

“No importa donde estemos” el Uchiha siguió. “No importa si nos apartamos de esta vida, si vivimos una vida respetable, si tenemos una familia… estos malditos vendrán a por nosotros y nos colgarán del cuello como los piratas que somos” recuperó su espada. “Esta es la vida que hemos elegido… para siempre. Para un pirata no existe el retiro, ni la vida después. Una vez pirata, siempre pirata. ¿Lo entendieron?”

“Sí… ¡YOHOOOOOOOOOO!”

“¡YOHOOOOOOOOOOOOO!” respondieron todos, convencidos y temerosos de su capitán. Este le lanzó el lingote de plata a otro antes de repetir el grito de sus compañeros, uniéndose a ellos. Metió el tesoro en el gunbai, dejando a los marinos en un galeón hundiéndose. Luego trazó el curso hasta su isla secreta, donde depositó cuantiosos tesoros.

“Vamos, hay que ir a Tortuga a celebrar” señaló él, tomando unas cuantas monedas de oro. Los piratas se mostraron mucho más receptivos a cooperar al mencionar el puerto favorito de todos… más bien el puerto al que todos los criminales del mar iban a anclar sus barcos. La ciudad sin ley. Como siempre, esta los recibió con una algarabía propia de las cantinas. “Vaya lugar, ¿no lo creen?”

“Podríamos visitar mejores” comentó su segundo de abordo, dirigiéndose directamente a la taberna. Con sus sueños de retiro esfumados, lo que le quedaba era el alcohol.

“Anímate, amigo, al menos somos ricos” comentó él alegre, tomando una taza de vino. Bebió el alcohol de un trago, pidiendo más a la sirvienta que pasaba. Esta era una mujer gorda, con la cara llena de granos y sarna en los brazos, facciones deformadas por la viruela que en sus tiempos debieron ser atractivas… antes de que los hombres de paso y tener tantos hijos la arruinaran. En fin, él no estaba interesado.

“Sí, así somos” Ishikawa se levantó. “Creo que iré a gastar mi dinero con la primera prostituta que vea en las calles. Es lo único en lo que gastaré mi dinero ahora que tus entusiastas palabras convencieron a todos de no retirarnos.”

“¿Qué querías que hiciera? Si nos retiramos vamos a tirar nuestra vida por la borda de la manera más literal posible. Tú lo sabes” tomó otro vaso que le pertenecía a un comensal borracho. “Además esta vida es demasiado divertida para dejarla.”

“Hay cosas mejores” el Kamizuru comentó, deteniéndose antes de pararse. “Estar con la familia, por ejemplo” bajó los ojos. “Mi mujer y mi hijo me esperan en mi pueblo natal. Yo sólo… esta era mi gran oportunidad de volver a su lado y acabas de arruinarlo con tu gran bocota.”

“Yo no te pedí que los dejaras” tomó otro sorbo. “Si tanto querías estar con ellos entonces debiste haberte quedado en tierra.”

“No tenía muchas opciones en ese momento, ahora las tengo” salió de la taberna. “Sé lo que has dicho, pero no puedes vivir de esto para siempre. Incluso tú deberías saberlo” tomó la bolsa del borracho “¿No tienes familia a la cual volver?”

“Muertos… todos ellos”

“Al menos alguien te debe quedar”

“Un primo que me dispararía nada más verme” confesó Madara, bebiendo incluso más. “Vete con tu puta, que la necesitas. Sólo piensa que es tu amada esposa y te sentirás mucho mejor. Quizás incluso te dé otro hijo al que querer.”

“Siento pena por ti, capitán” esto hizo que el pelinegro levantara la mirada. “No tener a nadie a quién volver tiene que ser muy solitario.”

“Vete con tu puta” el pelinegro le ordenó. No era alguien que agradeciera la piedad, de echo escupía en ella. No necesitaba la piedad de nadie, ni su simpatía. Era un pirata, un criminal completamente curtido.

“Hola, guapo” una de las prostitutas del bar se le acercó con una sonrisa seductora. El vestido rebelaba sus pechos más de lo que debería, aunque no lo suficiente como para que viera la sarna en su piel. Él no era una persona de putas. Es más, las detestaba. Su olor a pescado podrido y sus partes flácidas y flacas… “¿Quieres venir a divertirte un rato?”

“Piérdete” le ordenó, empujándola. Esta se marchó ofendida mientras él terminaba su licor, saliendo del bar a continuación. Madara disfrutó de la brisa fría de la noche durante un momento, cerrando los ojos. Esto le hacía recordar un poco a su pueblo natal y a su casa de la infancia cerca del faro… y la gran ciudad detrás de las colinas verdes.

“Nii-san…” aquella vocecita llamándolo a casa aún cuando sabía que su dueño se había ido y que no iba a volver. “Nii-san…”

“Estoy aquí” abrió los ojos, rodando apoyado contra una barandilla en medio de la noche. “Quizás ya va siendo hora de que vuelva” su sonrisa traviesa delató sus intenciones. “Sí, ya es hora de que regrese a darles una buena lección a los burguesitos de esa ciudad. ¿Lo recuerdas, Izuna?” estiró los brazos. “Te prometí que un día todos los tesoros de ahí adentro serían nuestros…” se metió en la taberna de nuevo por una copa más. “¡Bien, perros sarnosos! ¡Salimos en la mañana!”

“¿Ya ha decidido nuestro siguiente golpe, capitán?” preguntó uno de los hombres, que besuqueaba el cuello de la puta de antes.

“Claro que sí, siempre lo hago”

-Unos días más tarde-

“Espérenme aquí” les dijo a los de galeón, que se escondía entre las colinas cercanas al pequeño puerto. Él se bajó con un bote y remó hasta una zona lo suficientemente superficial como para que pudiera poner un pie en tierra sin tener que nadar. Comenzó a caminar por la arena y luego llegó al pasto al que tanto estaba familiarizado… aunque ya no tanto. No tanto como el mar.

“Miren nada más quién está aquí” alguien salió del faro con una pistola en la mano. “¿Qué estás haciendo aquí, Madara?” puso la mano en el gatillo. “No eres bienvenido”

“Tranquilo, no estoy aquí por ti” lo apartó de un empujón. Sabía que no iba a jalar del gatillo, Hikaku no tenía las agallas de matarlo. Ni a nadie. El Uchiha siguió avanzando hasta un pequeño cementerio rural con lápidas a montones. Se detuvo delante de una de ellas, arrodillándose frente a ella. “Izuna…”

“Ya presentaste tus respetos, ahora vete” Hikaku, que lo había seguido, espetó. El pirata no lo escuchó, simplemente se quedó rezando delante de la lápida. Era la única situación en la que rezaba, en presencia de su hermanito de cuatro años, asesinado por la ignorancia de la gente. “¿Por qué te molestas siquiera en aparecer? Ya han pasado siete años desde que pisaste este sitio por última vez.”

“Una promesa” puso una bolsa de monedas de plata sobre la tumba. “Ahora puedo pagar una tumba como te la mereces” acarició la lápida. “¿Recuerdas esos días de nuestra niñez en los que hablábamos de hacernos con fama y fortuna? Lo he conseguido… pero es una victoria vacía si no estás tú.”

“Por favor…”

“Silencio” levantó un dedo. “No todos los días puedo conseguirme un par de minutos de tranquilidad para hablar con mi hermano muerto” volvió a colocar su mano sobre a piedra desgastada. “Veo que reconstruiste el faro” sonrió. “No debió haber sido nada fácil con lo desgastado que estaba después de ese ataque. Espero que mi contribución te haya sido de ayuda.”

“No cogí ni una sola de tus cochinas monedas” mintió descaradamente el otro Uchiha. A él no le importaba, así que dejó a su primo conservar su orgullo. Hikaku se puso rojo, apartando la mirada. Ambos sabían que no había otra manera de reconstruir el faro que usar el dinero del pirata. “¿Por qué no te largas de una vez?”

“Tengo otros planes”

“¿Qué demonios vas a hacer?” ahora temía por la villa. Ellos habían sido los culpables de que el niño de cuatro años enterrado frente a ellos estuviera ahí junto con sus padres y demás hermanos. La familia que vivía en el faro cayó enferma, ellos pensaron que era la peste y quemaron el lugar hasta sus cimientos. El único miembro sano de la familia había ido por medicinas y regresó demasiado tarde para impedirlo.

“Los veo todas las noches… en mi cabeza” apretó las manos y los dientes. “A Izuna golpeando esa ventana mientras se asfixiaba” extendió una mano. “Intenté llegar a ellos. Hasta el último momento traté de salvar a mi familia… tenía siete años, ¿recuerdas?”

“A cada momento” se cruzó de brazos. “Una de las razones por las que ya no vivo en el pueblo, ¿te enteras?” suspiró, finalmente sentándose a su costado. “Ellos no hubieran querido esto para ti, Madara, reacciona de una vez” puso una mano en su hombro. “No sé siquiera por qué te fuiste para hacerte pirata…”

“No fue por esto, te lo aseguro” se sentó más cómodamente. “Me quedaré unos días… visitaré la ciudad” le confesó. “Y luego me marcharé. No puedo quedarme. Ya sabes, pirata por siempre” levantó una mano. “Usa eso para comisionarles unas buenas lápidas a mi familia, ¿quieres?”

“¿Por qué no quieres quedarte?” le preguntó. “Retírate, aún puedes corregir tu vida.”

“Estoy anclado a esto… no, más bien estoy atrapado en la vida que elegí” se rio. “Si me quedo en tierra la armada me buscará hasta encontrarme. Pondría en peligro a cualquiera que tenga cerca… simplemente es imposible dejar el mar hasta que muera.”

“Pues vaya problema en el que te metiste” se apartó de él. “Si surge un perdón por ahí que puedas usar, recuerda que estoy aquí todavía. Te quedarías en mi casa…”

“En el viejo faro, que encantador” se levantó. Comenzó a caminar hacia el agua para reunirse con su tripulación. “Evita la ciudad esta noche”

-Más tarde-

“¡Jajajaja!” uno de los piratas tenía a una mujer atrapada contra la pared mientras que otro tiraba explosivos a diestra a siniestra. Madara simplemente tomaba otro trago de vino sobre el cuerpo del gobernador, que yacía en el suelo. Recogió la placa que tenía en su pecho, la misma que Izuna admiraba cada vez que lo veía por la ciudad. Después la pondría en su tumba, como recordatorio de su hermano.

“Parece que lo disfrutas” una mujer se adelantó hasta él. Tenía una pinta muy extraña para ser una citadina, con largas faldas de tul y muchos velos con lentejuelas. Estaba herida, pero cargaba el cuerpo de un niño en sus brazos con mucho cuidado. “¿Cómo puedes disfrutar matando a tantos inocentes?”

“Es una venganza… y una promesa” la observó, divertido de encontrar a alguien que no le temiera. “Veo que no eres de por aquí” caminó hacia ella con la espada en mano. “Y que no me temes” le puso la hoja en el cuello. “¿Se puede saber por qué?”

“Uno no debe mostrar miedo ante la cara de la muerte” contestó la mujer. “Mi gente estaba aquí de paso, sólo por unos días… pero ustedes cayeron y la muerte se los llevó a todos” ella se lamentó. “A nosotros que ni siquiera teníamos dinero…”

“Una pena, realmente, que se les acabado la suerte”

“¿Suerte? No me hables a mí de suerte, que sé todo de predecirla”

“¿Ah, sí?” él siguió divirtiéndose a su costa. “¿Puedes predecirla para mí? Si lo haces bien incluso podría considerar dejarte con vida para que me la digas otra vez.”

“No será necesario, tu tiempo se está acabando, Madara Uchiha, el terror de los mares” él no se sobresaltó, muchos conocían su nombre. “Pero si tanto lo quieres entonces puedo decirte tu fortuna si me enseñas la palma de tu mano.”

“¿Por qué no?” levantó la mano que no estaba utilizando.

“Ohhhhh, sí… lo veo” ella comenzó. “Tu línea de la vida es tan corta… se te está acabando el tiempo en este mundo” la adivina gitana trazó una línea. “Unos cuantos años más… pero aguarda, hay más de tu destino escrito.” Puso un punto en el aire. “Amor, un amor tan puro que una persona como tú no lo merece. Sí, antes de morir conocerás el amor verdadero y vivirás un tiempo en la más grande de las alegrías. Esa persona te hará un regalo, uno que te llegará al fondo del corazón y pasará a tus familiares… los descendientes de tu primo.”

“¿Cómo diablos…?” paró. “Continúa”

“Ese amor será tu ruina también” ella siguió. “Intentarás escapar de él por todos los medios posibles, pero sobre el corazón no se manda… pronto no podrás vivir sin tu otra mitad. Te harás a la mar una y otra vez sólo para regresar a sus brazos. Entonces sobrevendrá la calamidad, alguien más querrá vengarse de los dos. Alguien con el corazón roto y un nuevo antiguo amor en mente”

“¿Nuevo antiguo amor? ¿Eso siquiera existe?”

“Es lo que tu palma dice” lo fulminó con la mirada.  “Tras la muerte quedarás insepulto y volverás al océano, vagando como alma en pena, incompleto sin tu otra mitad. Pero esa persona no podrá seguirte, varada en tierra, en una sepultura de piedra por muchos años. Dos almas infelices que no pueden partir hasta que se hayan reunido… amándose en el mar.”

“Bonito cuento” la atravesó. “Mala suerte que yo no crea en el amor” sacó la espada, dejándola en el suelo. “Mi corazón murió hace mucho tiempo.”

“Eso es lo que tú crees” la mujer gruñó mientras apretaba su herida, muriendo. “El amor te acabará… sólo lamento que no te vayan a olvidar cuando finalmente partas de este mundo, porque es justo lo que mereces. El amor te precipitará al infierno y el amor te dará la inmortalidad… definitivamente más… de… lo que… mereces.”

Notas finales:

Espero que les haya gustado, ¿qué les pareció la profecía de la gitana? No pueden haber historias de piratas sin maldiciones, ¿verdad? Review!!!


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