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Qué esperar cuando se está esperando por Aranel Poli

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Unos días después, Mu y Saga habían decidido hacer un pequeño día de campo festejando las ventas del nuevo libro y aprovechar la función del autocine de esa noche.

Llegaron hasta el conocido parque acomodando la manta que llevaban y sacando los aperitivos, y claro, una botella de champaña que Saga dejaría casi vacía.

-¿Qué película proyectan hoy?

-El resplandor- respondió Mu sirviendo una copa para su esposo, pero también había una copa más sorprendiendo un poco al peliazul.

-Genial, esa me gusta.

-Quiero que brindemos juntos, cielo.

-No has bebido nada en dos años, amor- Mu frunció sus labios formando una sonrisa extraña mientras asentía.

-Es que… deberíamos dejar de intentarlo y disfrutarnos un rato- soltó alzándose de hombros.

-De acuerdo, brindaré por eso- sonrió el mayor no muy convencido con la decisión de su esposo. Por él no había problema, pero sabía cuánto lo deseaba su esposo.

-Bien, entonces salud por nosotros- sonrió el pelilila alzando su copa.

-Salud- estaban a punto de chocar sus copas cuando Mu retiró su mano a punto de hablar.

-Y si no funciona probaremos invitro.

-Claro- y de nuevo a chocar sus copas y de nuevo el menor interrumpiendo el brindis.

-Y si no funciona, hay que adoptar, porque no tengo ningún miedo a genéticas diversas- dijo sonriendo despreocupado.

-Lo sé, amor- sonrió el griego ante la obviedad.

-Por nosotros.

-Porque nunca se apague la flama- sus copas chocaron, sonrieron y le dieron un gran trago a su copa, aunque Mu siguió bebiendo hasta terminarla ante la mirada de sorpresa de su esposo.

-Ay, por Dios, te acabaste toda la copa, amor.

-Estoy desatado, es tan rico, ¿Cómo duré dos años sin beber?- sonreía el pelilila sirviéndose de nuevo.

-¡Mira! “El cerdo infernal” está aquí- dijo Saga con una gran sonrisa mirando hacia la entrada del parque en donde había un gran camión de comida que conocía muy bien.

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-¡Pasen a la mejor comida del parque!- gritaba desde la ventanilla un joven peliazul de piel bronceada de nacionalidad italiana mientras jugaba con las espátulas en la plancha. Saga se acercó para ordenar de esa deliciosa comida repleta de cerdo y grasa.

-¡Oigan! Chicas, la mejor comida está aquí- sonreía el italiano a un par de jóvenes que pasaban a un lado de la fila, pero ya llevaban sándwiches en sus manos.

-Díselo a mi panini de tocino, es casi un orgasmo- sonrió la joven con un gran bocado en la boca y señalando detrás de ella. El italiano borró su sonrisa algo desconcertado sabiendo a la perfección quién era el causante de ese panini.

El camión de peliazul no era el único en el lugar, era obvio, pero era bien sabido que era el único que vendía carne de cerdo en su totalidad, aunque sabía quién era capaz de sabotearlo, así que caminó directo a ese camión que estaba a unos metros del suyo y en donde vio a ese peliturquesa de ascendencia sueca atendiendo la gran fila que tenía fuera.

-¿Qué quieres ordenar?- preguntaba el joven poseedor de una increíble belleza que se resaltaba al sonreírles a sus clientes.

-Un panini de tocino.

-Gran elección.

-¡Oye! ¿Qué crees qué estás haciendo?- llegó el italiano a colarse al principio de la fila y mirando a ese sueco intruso, quien tenía una sonrisa socarrona en el rostro.

-Has fila si quieres ordenar.

-Lo que ordenaré es que evites servir puerco, solamente yo lo vendo- el peliturquesa se rio con el ceño fruncido moviéndose hacia la plancha ante la mirada retadora del peliazul.

-¿En exclusiva?

-Sí, así es- soltó entre dientes siguiéndolo por las ventanillas de la van.

-¿Lucharemos toda la noche por el cerdo?

-Tú eres el de los quesos, quédate con los quesos.

-¿En serio? Y ¿Por qué sirves jalapeños fritos con queso?

-Porque son estupendos y yo los inventé. Debería tener al menos una estrella Michelin.

-Es sólo queso ricota, en cambio mis paninis son increíbles- sonrió orgulloso- Durazno, queso roquefort y tocino, y también los inventé yo- finalizó girándose yendo hacia atrás por una botella de agua dejando a su compañera Shaina a cargo mientras discutía con ese tonto italiano.

-De acuerdo, hagamos un trato, tu especialidad contra la mía, quien venda más hoy, gana- soltó DeathMask asomándose por la puerta trasera.

-Bien.

-Si yo gano tomarás una copa conmigo y si tu ganas, tomarás tres copas conmigo.

-Qué lindo, ¿Para que vuelvas a plantarme, DeathMask? No, gracias.

-Eso fue como hace cinco años, Afrodita, pero es dulce que no me olvides, me impresionas- sonrió el peliazul tocándose el pecho con falsa ternura en la mirada.

-Adiós.

-Te venceré en la batalla- sonrió DeathMask caminando hacía su camión no sin antes guiñarle un ojo al sueco, quien le hizo una seña con el dedo medio.

-¡Ya, vete!

El sueco negó tomando sus espátulas, entonces Shaina notó que por fin alguien había logrado que Afrodita no lo enviara a la mierda a la primera palabra.

-¿Quién es?

-Un compañero de la escuela, es un presumido- dijo el joven restándole importancia. La peliverde le sonrió con picardía.

-Yo lo presumiría- dijo con coquetería haciendo que su amigo pusiera los ojos en blanco.

-No, y es la última palabra.

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La película de El Resplandor estaba en el clímax, pero había un par sujetos que al parecer también lo estaban detrás de unos arbustos sin importarles dejar atrás su manta, sus copas y esa botella de champaña ahora terminada.

La gente se retiró en cuanto la película terminó yendo enseguida a los camiones de comida para poder terminar esa noche con una deliciosa cena.

Afrodita estaba cerrando el camión cuando de pronto apareció DeathMask con un par de cervezas en la mano y una sonrisa.

-Gané.

-¡Te veo en la casa, Shaina!- gritó el joven a su amiga, quien sonrió mirándolo por la ventanilla.

Afrodita negó con una sonrisa tomando esa cerveza y yendo hacía donde estaba el estacionamiento del parque cumpliendo esa estúpida apuesta.

-¿Y que creíste que iba a suceder?

-Te invité al baile ¿Recuerdas? Y me dijiste que tal vez irías, así que decidí invitar a alguien más.

-Eso no fue así, te dije que le preguntaría a mis padres, por Dios, tenía quince años, DeathMask y tú estabas en tercer año.

-Pues como haya sido- sonrió el italiano burlón- Invité a alguien más, pero después me dijiste que sí, así que intenté ir con ambos ¿Tiene algo de malo?

-Que eres un cínico- reía el menor sentado sobre el pasto a un lado del peliazul y bebiendo de su cerveza.

-No sé por qué lo hice.

-No importa, bloqueé la mitad de lo que pasó en la escuela- dijo el sueco alzando los hombros y dándole un sorbo a su botella. El peliazul miró con atención la mano de su acompañante, precisamente la muñeca donde tenía un pañuelo atado.

-¿Cómo te hiciste eso?

-Discutí con mi parrilla y ella ganó- soltó mostrándole su mano.

-¿Para qué pelear si sabes que siempre ganará?

-Todos adoran mis cicatrices.

-¿Ah sí? Mira esto, es una horrenda quemadura haciendo caramelo- dijo DeathMask mostrando su antebrazo donde se veía ahora sólo una mancha más oscura que su piel.

-Los caramelos son traicioneros.

-Jamás volveré a hacerlos, lo juro, pero nada se compara con esta, me la hizo un ex novio- sonreía bajando un poco su playera y mostrando una ligera cicatriz en la clavícula.

-Si alguien te hizo eso, lo merecías.

-Qué malvado, ¿Así eres siempre?- Afrodita alzó los hombros con una sonrisa mientras se miraban, y se miraban… y se miraban. Y ya había durado bastante ese incómodo momento. DeathMask quería besarlo y él lo sabía.

-Y ahora… todo se complica, mejor me voy- susurró Afrodita frunciendo los labios y levantándose del pasto.

-¿Quieres irte?

-Me estoy yendo, fue lindo. Adiós- sonrió el sueco caminando hasta la salida del parque.

-Oye, espera- se levantó DeathMask alcanzándolo mientras el peliturquesa se giraba para encararlo con el ceño fruncido y una media sonrisa. -Fue increíble, Dido.

-Sí, claro, y no me llames así- sonrió el menor estrechando su mano mientras el italiano sonreía extrañado.

-Vaya, que formal eres. Deberíamos chocar nuestros puños y después…nuestros autos de comida- dijo arrinconándolo contra uno de los autos mientras el peliturquesa lo miraba nervioso.

-Sí… ah… esa es mi cintura.

-Sí, tienes un hermoso cuerpo y yo tengo manos muy traviesas- sonrió DeathMask acercándose más a Afrodita y posando sus manos en esa estrecha cadera mientras el otro desviaba la mirada con un ligero rubor en las mejillas por las divertidas, pero sugerentes palabras del italiano.

-Creo que es el auto de mi primo- dijo de pronto frunciendo el ceño mirando el espejo del auto de donde colgaba un lindo borrego lila del retrovisor.

-¿Qué?

-Estoy seguro que es de Saga.

-Bien, tendré que besarte para que dejes de decir esas cosas- y Afrodita se quedó sin palabras mirándolo con intensidad. Por fin esa tensión sexual de años estaba rompiéndose. -Si no dices nada, lo haré- y al no decir nada los labios de DeathMask tocaron los dulces labios del sueco en una primera vez después de tantos años conociéndose.

El beso se hacía cada vez más demandante mientras el italiano tenía sus manos sobre la cintura del menor y este posaba sus brazos en el cuello ajeno.

De pronto, DeathMask alzó a Afrodita para colocarlo sobre el cofre del auto haciendo que la alarma se escuchara y decidir mejor terminar aquello en la casa del peliazul.

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-Creo que se me atascó el zipper.

-Si quieres yo te ayudo- dijo el pelilila con picardía saliendo de entre los arbustos vistiéndose al igual que su esposo.

-¿Es nuestra alarma?- preguntó enseguida Saga escuchando la alarma de su auto escucharse.

-No, no es nuestro.

-Sí, cielo, es nuestro auto- dijo antes de salir corriendo hasta el lugar donde estaba su auto y que efectivamente, la alarma estaba encendida.

Notas finales:

Besos inmensos mis bebesitos!


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