Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

To Kibum. por ReedVIII

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Quién diría que el sol matutino podría ser tan destructivo y tan molesto a la vez. Para algunos podría ser la señal de que un gran día estaba por comenzar, pero para el rubio no era más que la condena de que sorpresa, aquel mal día no había sido un sueño. Que todo era tan real como los rayos del sol que le producían escozor en sus ojos, tan real como el dolor en su pecho. Tan real como las lágrimas derramadas sobre su húmeda almohada.

Tan real como que no sabía si en ése momento estaba vivo o no, porque no había ninguna señal que lo ayudase a comprobarlo. No sentía un latido en su pecho. No sentía emoción o sentimiento alguno. Si se podía argumentar que sentía algo era infinito y punzante dolor. Elevó con pesar su diestra, y sus dedos se aproximaron a su rostro. El ápice de sus dígitos rozó su mejilla, y confirmó que no se trataba de un alma en pena, un fantasma, o el producto del delirio de un esquizofrénico.

Él era real, y estaba ahí, penando.

 

           *               *                   *

Días antes, sala de ensayos, SMentrenamient.

 

Al girar sobre sus pies, se tropezó torpemente.

Bufó, más que molesto. Porque Jonghyun podría jurar a quien fuera que había algo en ése día que no lo dejaba concentrarse. Y sabía a la perfección el nombre de ése algo. Con su ceño fruncido, pasó con frustración su diestra por su frente, apartando los residuos de sudor que había en su rostro. Estaba jodidamente sudado, y se sentía estúpido, porque lucía muerto del cansancio, cuando en todo el día no había podido concentrarse, y no había podido hacer ni una mierda bien.

Agradecía profundamente que en ése día sólo estuvieran los cinco, sin los demás bailarines de apoyo, sin nadie que pudiese verlo justo ahora. Porque como pasaba en ocasiones anteriores, podía perder el control, y estallar contra todo y todos.  Y los rumores y habladurías no tardarían en llegar, y no estaba para ello. Ya bastante tenía para soportar algo más.

 

― Descansemos un poco. ― Se escuchó la voz de Jinki, intentando sonar calmado, pero sabía que en el fondo ya se estaba comenzando a hastiar de que no pudiera repetir dos pasos bien.

 

Se sentó en el piso, dejando sus rodillas al aire y escondiendo su cabeza entre ellas. Respiraba agitadamente. Su pecho subía y bajaba. Le estaba comenzando a doler la cabeza, y sabía que en gran parte era porque ésas últimas semanas para él estaban siendo un completo desastre. No dormía lo suficiente, no comía lo suficiente, y no tenía ni siquiera cinco segundos para poder pensar en la situación por la que estaba pasando, porque ya hace mucho que estaba así.

Levantó su vista un segundo, y ahí estaba Kibum, utilizando su móvil. Frunció su ceño. Se le veía tan relajado. Y quería pensar que el pelinegro sólo tenía montada una fachada. Que, en realidad por dentro tenía las mismas ganas que él de lanzarse a los brazos del otro, de abrazarse fuertemente, y nunca más soltarse. De olvidar la parte de las disculpas, y pasar a la parte que en verdad esperaban ambos; los besos. Las caricias furtivas. Las dulces palabras que sólo su boca sabía recitar con el otro. Le gustaba pensar en la idea de que ése níveo chico perlado en sudor por dentro le carcomían las ganas de devolverle la mirada con la misma o más intensidad en la que se la enviaba él.

Más se sorprendió cuando en efecto segundos después, Kibum alzó su mirada, chocando con la de Jonghyun. Ambos mantuvieron éste contacto, pero los ojos del azabache parecían tan relajados, tan neutrales. Cuando sin haber caído en cuenta de, los ojos del rubio destilaban amargura y cólera. Fue éste último quien rompió contacto, poniéndose de pie, y saliendo fuera de la sala se ensayos, dirigiéndose al fondo del pasillo para buscar un poco una bebida fría en una pequeña sala de descanso. Porque sentía cómo todo dentro de él ardía, y necesitaba refrescarse.

Entró, sin reparar en las personas que igualmente estaban en dicha sala. Sin siquiera saludar antes, se aproximó inmediatamente al refrigerador, sacando de éste sitio una cerveza fría, la cual después de abrirla la engulló, bebiendo un largo sorbo.

No había vuelto a hablar con Kibum desde que, frente a frente, ambos se gritaron, y las cosas empeoraron mucho más de lo que lo habían hecho por teléfono.

 

[ . . . ]

Llegó a casa finalmente. Era la una de la mañana y tantos minutos, pero a ésa hora fue que llegó después de haber atravesado por una semana tan dura, y de haber conseguido arduamente un medio que lo transportara desde Guangzhou a Japón. Había pensado por un momento que quizá ni siquiera lograría llegar a casa, porque el trabajo parecía que iba a agrandarse por un momento, pero se sintió infinitamente realizado cuando se le permitió irse. Era cierto que éste último año había estado tan ocupado con cosas del trabajo que podía contar con los dedos de sus manos las veces que pisaba su hogar en la semana. Y sólo necesitaba una mano, de hecho.  Inclusive para el mes.

Las cosas cada vez se volvían más duras para él, y era evidente para cualquier persona. Sus ojeras resaltaban más, su personalidad había cambiado, y estaba más delgado. Simplemente estaba cansado. Pero aún así, estaba feliz de volver a su hogar, porque hace dos semanas que no había podido ir y relajarse. Ocasionalmente, los fines de semana los tenía libres, y éstos días tenían nombre y apellido, eran reclamados por alguien.

Jonghyun con sus dos maletas en mano, abrió la cerradura de aquella gran casa clásica japonesa que había comprado después de tanto idealizarla. Dejó sus maletas en la puerta de entrada después de cerrarla, y se quitó el abrigo además de sus zapatos. Dejó las llaves en el bowl, y corrió en calcetines al piso de arriba, en dirección a la habitación.

Claramente que, en silencio. Una sonrisa continuaba en todo momento plasmada sobre sus labios. Era bueno volver a casa después de tanto estrés acumulado durante la semana, el momento en que en un buen fin de semana llegaba a casa después de tantas cosas que pasó, sus problemas parecían desaparecer, y podría argumentarse que se sentía totalmente renovado automáticamente al pisar el madero del piso. El olor a madera húmeda era tan relajante. Recorría el lugar con ansías de recostarse en la cama, rodeando un delgado cuerpo en especial, y siendo recibido por besos somnolientos. Junto con entrecortados por bostezos ‘te extrañé tanto’. Casi podía oler ése dulce perfume, y besar ésos acorazonados labios. Casi podía sentir lo cálido del cuerpo ajeno entre sus manos. Casi podía sentir lo bien y descansado que despertaría al día siguiente. Casi podía oler el café mañanero en al aire, junto con ésos panes caseros; porque cuando se trataba de cocinar, él era un caos, y siempre podía contar con que éste níveo chico cumpliese sus caprichos, y siempre era así, le consentía, porque lo echaba tanto de menos ésos días que no lo veía que Kibum no podía negarle nada al rubio al momento de estar con él. Casi podía escuchar su risa contra su oído. Casi podía sentirlo a su lado. Casi podía sentir las lágrimas del otro contra su rostro al apresarlo en un asfixiante pero hermoso abrazo. Y casi podía ya empezar a balbucear una vaga disculpa por su última discusión.

 

Más no supo qué hacer cuando entró en la habitación y vio la cama tendida.

 

Permaneció en la puerta unos segundos más, hasta que reparó en que el auto del susodicho no lo había visto en el garaje. Tampoco recordaba haber visto sus llaves en el bowl.

Sacó su móvil, e inmediatamente le marcó.

Una y otra vez.

Cientos de veces.

Pero cada vez que intentaba esto le mandaba al buzón automáticamente.

Llamó poco después a Taemin, quien le contestó después de que el tono sonara un par de veces.

 

― ¡Jonghyun!― se le escuchó un alegre saludo.

 

― Hey, Taemin. ― dijo, vacilando un poco, porque no sabía exactamente cómo formular lo que iba a decir. ― Kib.. ¿Tú..? Joder.. ― Maldecía, suspirando un poco, porque estaba comenzando a alarmarse. ― ¿Sabes dónde está Kibum?

 

― Sí, junto a mí. ¿Te lo paso?

 

Se quedó paralizado. ¿Qué hacía Kibum en Corea? Se suponía tendría que estar ahí, en Japón, en la casa de ambos. Compartiendo con él ahora que había llegado de su viaje.

 

― Sí, sí. ― respondió, tartamudeando un poco, inseguro. En este punto, ya estaba caminando de un lado a otro en la habitación. Se escucharon unos murmuros antes de que finalmente una conocida voz sonó.

 

― ¿Qué? ― contestó, en un tono extremadamente hastiado.

 

― ¿Qué haces aún en Corea? ― cuestionó.

 

― Aquí vivo, no sé dónde esperabas que estuviera.

 

Se sentó en el borde de la cama, con la boca abierta, y un sudor frío recorriéndole toda la espalda.

 

 

― ¿Qué estás diciendo? ― Interrogó nuevamente. Una broma, eso era, una especie de broma. ― Acabo de llegar a casa, y..

 

― Jonghyun, estoy en verdad ocupado. Si llegaste de tu viaje descansa, pero no molestes a quienes intentamos dejar de ser una maldita piedra en el zapato para los demás. Ya sabes, una constante molestia.

 

Y calló, porque ésas fueron exactamente las mismas palabras que había escupido vía telefónica en su última llamada, donde discutieron. Pero no había reflexionado en lo terrible que había sido ésta hasta el momento actual, donde no sabía qué hacer o decir, estaba totalmente perdido. Habían tenido miles de discusiones, algunas más fuertes que otra, así que no sabía por qué ahora el chico reaccionaba así.

 

― No actúes así. Hablemos. ― Inquirió, con una voz dudosa, como un niño disculpándose por algo que él mismo dudaba haber cometido. ― Lo siento, ¿vale?

 

― Ya me harté de eso. Cada vez que discutimos y tiramos cosas por los aires terminamos en un ‘Lo siento. Perdóname. Vale, está todo bien. ‘ Y sinceramente, me cansé del mismo cuento de siempre.

 

― Kibum, yo.. ― y fue interrumpido.

 

― No, ésta vez seré yo quien hable. ― dijo, haciendo una pausa. ― Me cansé. Y deberías tener en claro que ya no existimos.

 

Sintió una punzada en su corazón, y podía también sentir cómo poco a poco un nudo se le formaba en la garganta.

 

― Se acabó.

 

Y se cortó la llamada. Tenía náuseas, quería vomitar. A diferencia de las veces pasadas en las que discutían por teléfono, no respondió con insultos, o haciéndose con aires de superioridad, como era tan típico de él. Por el hecho de que había algo en el tono del azabache  que le decía que esa vez era mejor no vacilarle. Y había algo que no había en todas las discusiones pasadas; un tono seguro y firme, al menos por parte el níveo.

Sólo se recostó de la cama, mirando al techo, y recibiendo un fuerte y engañoso olor al perfume de fresas característico del otro impregnado en las sábanas de la cama que antes solían compartir.

Sin saber qué hacer, porque ahora sentía cómo todo el color y la vida fueron drenados de él tan repentinamente.

Sin saber qué hacer, porque ahora sentía un vacío, un doloroso vacío.

[ . . . ]

 

― Incluso cuando tratas de pretender que estás sobrio eres un desastre.

 

Levantó su vista, y vió ahí a Minho, acercándose también al refrigerador para acomodar unas botellas y unos vasos que había tirado el rubio al sacar la cerveza.

 

― No pretendo; estoy sobrio. ― contestó fríamente, observando como un sudoroso moreno se servía un vaso de agua, y le dedicó una mirada sarcástica, haciendo ademán hacia la botella de cerveza que cargaba el otro en sus manos. ― Es la primera del día.

 

― ¿Si? Eso no parecía cuando llegaste. Honestamente, hueles mejor ahora que al llegar; olías a puro alcohol. ― se quejó, regalándole un largo sorbo a lo que él denominaba un refrescante vaso de agua. Jonghyun chasqueó la lengua. ― ¿Has hablado con él? ― Al verle negar con pesar e ira en sus ojos, fue él quien ésta vez chasqueó la lengua. ― Taemin dijo que la está pasando mal. Y tú no te quedas muy atrás, luces terrible, más de lo que acostumbras.

 

― Gracias, eh.

 

― Deberían hablar.

 

― ¿Para qué? Es un crío infantil, no estoy dispuesto a tratar con gente así.

 

― Yo decía lo mismo, y mírame ahora, hablando contigo. ― espetó, con severidad. ― Mira, no te obligaré a ir y disculparte por lo que hiciste, pero al menos espero que sepas que la cagaste.

 

― Lo sé. ― respondió, con aires de pesadez.

 

― Él te dio tu confianza, y tú lo defraudaste.

 

― Lo sé. ―continuó.

 

― Nunca lo había visto así, en verdad lo lastimaste.

 

― Lo sé, Minho.

 

― Ha llorado, y es desgarrador verle así.

 

Jonghyun sólo se aferraba con sus labios a la cerveza, porque de repente un dolor se hizo vigente en su corazón. Sentía cómo fue aplastado tan de repente. Porque nunca le había gustado ver llorar a Kibum. Cada vez que discutían, y éste lloraba, se sentía tan culpable que no podía continuar. En ésos momentos sólo lo abrazaba, y le pedía disculpas. Su mente fue acribillada la imagen del azabache sorbiendo de su roja nariz, centrada entre sus dos rojas mejillas. Unos ojos cristalinos, con una mirada tan triste. Y unos labios fruncidos, intentando retener gimoteos. Se sentía tan culpable.

 

― Te quiero, sabes que sí. Eres uno de mis mejores amigos, pero sé abrir mis ojos, y como amigo te aconsejo que te disculpes. Es un poco egoísta que tú estés aquí bebiendo mientras él está allá pasándola tan mal, ¿no lo crees?

 

Repentinamente, las puertas se abrieron, dejando ver a dos chicas que pasaron al sitio, yendo a sentarse inmediatamente a los sofás. Jonghyun se quedó estático, y sentía cómo el sentimiento de culpa y odio se apoderaban de él. Quizá más odio que nada. Sí, estaba colérico, verdaderamente enfadado, y si el moreno no fuese su amigo, probablemente lo hubiese golpeado para así descargar la rabia que había en sí en él. Presionó la botella de cerveza entre sus manos, respirando pesadamente, y mirando con odio aquella puerta por la que Sunny y Tiffany acababan de entrar. No era el hecho de que odiara a una de las chicas, no era el hecho de que algo que hubiesen hecho le molestara. No era el hecho de que Minho dijo algo que le molestara, o alguna mentira. No, no era nada de eso.

Era el hecho de que en cuestión de un par de segundos, cuando éstas chicas abrieron la puerta y entraron pudo ver más allá por el pasillo a dos personas. Una de ésas era Kibum, y la otra era Woohyun, ambos riendo mientras parecían hablar de un tema bastante divertido. Desde hace tiempo conocía ya las intenciones de éste último con su compañero de banda, por eso fue que al verlo ahí con él en medio de la situación que atravesaban, le dolió tanto. Suspiró, terminando por darle otra larga calada a su cerveza, para después mirar a Minho. Hubiera querido que no resultara así, pero en sus ojos además de una iracunda molestia, habían lágrimas que amenazaban con rebalsar las comisuras de sus ojos.

 

― Yo no creo que la esté pasando tan mal.

 

*                                  *                           *

SHINee House.

O7:31 p.m

Recostado en su cama, no hacía demasiado, y era en verdad desesperante. Nunca le había gustado tener tiempo libre. Porque así tendría tiempo para pensar. Y su mente era un constante peligro para él y otros, quizá por eso ahora era que estaba tan sobrecargado de tareas y actividades.

Y era tan complicada la situación, porque en ese momento todo le recordaba a cierta persona. Incluso ésa simple ventana por la que entraba la luz de la luna en su habitación.

 

[ . . . ]

― Deberías ir y buscarme, podría perderme allá arriba. ― dijo Kibum, señalando a la luna llena que se dibujaba en el cielo.

 

― ¿De qué hablas? ― preguntó el rubio, observando atentamente a quien habló.

 

― De nosotros. ― musitaba, con una sonrisa entre sus labios. ― Tú me tienes allá. Tan alto. En la luna, rodeado de estrellas.

 

Ambos sonrieron, mientras que le regalaban un beso a los labios del otro mutuamente. Siendo interrumpido éste por sonrisas y risas, porque cuando ésos dos se juntaban podían ser tan infantiles. En la cama, el azabache le golpeó con una almohada. Porque era curiosa la forma en que en momentos así nunca podían mantener la seriedad.

 

― Te amo, Jonghyun.

 

― Y yo a ti, no sabes cuánto. ― respondió, observando ése preciado brillo en los ojos ajenos.

 

― Ah, ¿si? No, no sé. Cuánto, a ver. ― decía, acunando el rostro contrario entre sus manos. Ambos rieron nuevamente, y el preguntado miró a través de la ventana por la que anteriormente señaló el chico.

 

― De aquí a la luna más grande del planeta más grande de la galaxia más grande.

 

― ¿Y dónde queda eso?

 

― No lo sé. Pero prometo que iremos juntos.

[ . . . ]

 

Nunca supo qué hacer cuando la situación se salía de sus manos, y tenía algo de tiempo irremediablemente libre. Sus manos comenzaron a picar, nervioso. Necesitaba hacer algo, lo que sea. Ejercicio, tocar la guitarra, algo.

Se puso de pie, y antes de hacer cualquier cosa, escuchó la voz de Kibum rondando por los pasillos. Y no quiso salir, todo el deseo de abandonar ésa oscura y penumbrosa habitación había desaparecido, pero las ansías y el incrementado nerviosismo y pavor no tardaron en aparecer.

Quizá Minho tenía razón, y debía hablar con Kibum, si tan solo..

Acercó su mano al pestillo, y declinó esta idea inmediatamente. Era estúpido. No por el hecho de hacerle caso a Minho, que ya era bastante ridículo en realidad. Sino porque se conocía muy bien para saber que si llegase  a encarar al azabache no sabría qué decir, porque nunca supo expresarse con palabras. Siempre prefirió escribir. Escribir sobre lo que sentía le había resultado por mucho tiempo, a la hora de componer, de aclarar su mente, lo que sea. Escribir era vida para el joven rubio.

Escribir.

Abrumado por ésta idea, literalmente corrió al escritorio que se hallaba en su habitación, sacando papel y lápiz.

¿Cómo no había pensado en esto? Era una idea tan simple y estaba ante sus ojos, se sentía verdaderamente estúpido por no haberlo pensado antes. Con el lápiz en mano, comenzó a escribir, sin meditar demasiado, sin detenerse a pensar en si lo que escribía estaba bien o no. Porque en ese momento ya había perdido control sobre su propia mano; tenía vida propia. No era su cerebro quien ponía esas letras sobre el blanco papel. Era su corazón quien hablaba con fluidez. Estaba intentando aclararse, y ser sincero. Disculparse, de la manera en que sólo él sabía hacerlo.

Mediante una carta.

Porque puede que fuese algo minimalista, pero sabía que de ese modo podría expresarse con claridad, y hacerle saber cuánto lo sentía al azabache. Quería hacerle saber lo bendecido que se sentía al haber tenido una persona como él en su vida, y la suerte que sentía tenía al haber disfrutado de ése chico de una felina mirada. Quería hacerle saber que lo amaba con todo su corazón, y lo arrepentido que estaba de los errores que había cometido a lo largo de su relación. Quería hacerle saber que lo único que quería era volver a ser ‘nosotros’, y no sólo dos simples miembros de una banda.

Pasó por lo menos unos cuarenta y tantos minutos hasta que leyó la carta que acababa de ser creada, una y otra vez la leyó, asegurándose de no haber dejado ningún clavo suelto, asegurándose de haber tocado temas importantes, asegurándose de que fuera buena.

La dobló, y la guardó al final en un sobre, el cual selló, firmándolo descuidadamente. Y se precipitó al pasillo, corriendo  un poco más allá de la cocina, con la finalidad de llegar al otro pasillo, a la habitación del níveo chico, corría con una sonrisa en sus labios, pero no sabía por qué lo hacía cuando por dentro estaba tan nervioso e inseguro. Porque así era Jonghyun a fin de cuentas; inseguro. Y quería volver a esa seguridad que solo conseguía al lado de su amado Kibum. Donde era junto a él el único lugar feliz, su lugar seguro, y donde hallaba confortamiento.

Más se detuvo al haber estado cruzando la sala. Su sonrisa se dispersó, sintiéndose abatido.

 

― ¡Jonghyun! ― saludó felizmente Woohyun al rubio desde el sofá de la casa que compartía con los demás miembros.

 

 Tardó un tanto en contestar, porque no acababa de asimilar ésta idea. ― Hola..

 

― Me dijeron que harías comeback pronto. Suerte con eso. ― comentó, con una destellante sonrisa.

 

― Ya estoy list.. ― decía el azabache, acomodando su chaqueta, y se vio interrumpido cuando sorpresivamente se topó con el rubio. Le dedicó una suave mirada. No pudo actuar severo como le hubiera gustado, porque ahora Jonghyun tenía esa mirada perdida que tanto le rompía el corazón, pero supo pretender bien que le era indiferente. ― ¿Te ayudo en algo o estás de paseo por la casa? ― mencionaba, al cabo del rato al no recibir respuesta, desvió su mirada a la mano ajena, notando la carta que llevaba. ― ¿Vas al correo?

 

El rubio escondió su mano tras su espalda, con el estómago retorciéndose en sí mismo, como si hubiera comido algo podrido. Negó con la cabeza.

 

― Key, la reservación está a las ocho. ― se escuchó la voz de Woohyun al fondo, sacando a los chicos de su encuentro.

 

― Eh, sí. Vamos. ― contestó, dándole toda su atención al tercero en la habitación. ― Adiós, Jonghyun. ― escupió su nombre, como si le costara decirlo.

 

Con ello, el azabache y su presunta cita salieron por la puerta, dejando solo al chico en la inmensidad de la sala. Se sintió perdido realmente. Se sentía tan pequeño ahora.

La puerta volvió a abrirse una vez más, y dejó ver al níveo asomarse en dirección a él. Tenía la pequeña esperanza de que se hubiese arrepentido, y hubiera decidido quedarse junto a él esa noche, como tanto lo había estado deseando últimamente.

Pero no fue así.

 

― Sólo está Taemin aquí, y bien sé que ni tú ni él se acercarán a la cocina. ― comentaba en lo que parecía ser el intento de un tono relajado. Pero conocía a Kibum como la palma de su mano, y sabía que estaba realmente nervioso. ― ¿Quieres que te traiga algo de comer? No has probado bocado desde ayer por la mañana.

 

Y todavía sin poder mediar palabra, volvió a negar con la cabeza. Ambos se miraron, como si fueran un desconocido el uno para el otro. Como si todos ésos años que pasaron juntos entre risas, y lo que parecía ser una infinita felicidad ahora solo fueran un recuerdo muy distante, muy lejano, muy ajeno. Ambos querían hablar, pero ninguno podía espetar algo coherente. Pasó un largo rato hasta que se retiró nuevamente, con una triste expresión.

Y ahí entendió que quizá eso era lo mejor.  Por más que doliera. Por más que su corazón gritase que no, que corriera tras de él, y lo detuviese. O inclusive que vuelva a hacerlo sentir completo una vez más, sólo una última vez, y que con eso sería suficiente. Sin embargo, era lo mejor que todo quedase como estaba.

Sólo se quedó estático ahí, en medio de la sala, mientras sostenía con quizá demasiada fuerza la carta que con tanto esfuerzo había creado.

Una mano se posó sobre su hombro, y sintió cómo unos brazos lo rodearon en un abrazo. No pudo corresponder, porque estaba bastante concentrado en no desfallecer, porque sus piernas amenazaban con fallarle.

 

― Lo siento.. ― dijo con pesar Taemin, reconfortando al chico con ésa simple acción.

 

― Estoy bien. ― mintió, escupiendo dicha mentira como si fueran ácido en su boca.

 

― Puedes hablar con él cuando vuelva.

 

―  No, estoy bien.

 

― Aún puedes arreglar las cosas con él, no es demasiado tarde. ― insistía.

 

― No puedo ser tan egoísta.  ― sus palabras parecían salir a duras penas, porque no podía hablar con claridad.

 

― Jonghyun..

 

― Está bien si es feliz con alguien más.

 

― ¿Por qué dices ésas cosas? ― cuestionó de inmediato.

 

― Porque lo amo, con toda el alma.

 

―  ¿Cómo puedes abandonar algo que dices amar con toda el alma?

 

― Porque sé que no está bien hacerlo sentir tan mal después de cada idiotez mía. Después de cada pelea. Después de tantas lágrimas, no está bien seguir causándole daño. Porque lo amo, deseo más que nada el que sea feliz con alguien que le de la plenitud que él merece. ― musitó, frunciendo sus labios para retener un jadeo que amenazaba con salir en cualquier momento.

 

― ¿Estás seguro de lo que estás diciendo?

 

Observó a través de la ventana la forma en que el auto en el que había subido el pelinegro junto con su acompañante se iba del lugar. Y asintió.

Posteriormente yéndose del lugar, porque las lágrimas ya estaban en sus ojos, y se deslizaron rápidamente hacia sus mejillas. Porque su garganta tenía por lo menos tres nudos, y sabía que en cualquier momento ya no podría morderse más la lengua, y lloraría como un niño que perdió a su madre de vista en un centro comercial.

Cuando entró en su habitación, arrugó una hoja de papel con infinitos versos escritos en ella, y la desechó en la basura, mientras que se dirigía a su cama, donde se dejó caer, como si se tratase de peso muerto.

Porque en ése momento, había de todo menos vida en el cuerpo de Jonghyun.

 

.                              .                                .

 

‘’Para Kibum,

Ésta no sería la primera noche que no duermo pensando en ti, pero sí sería la primera en que dispongo a intentar escribir algo coherente, siquiera mínimamente sensato. Mis infinitas disculpas si al final de ésta carta termino siendo irónicamente, insensato e incoherente.

Llevas horas paseándote por mi cabeza, pero te diré que cada vez que te pienso me siento como un irracional e inexperto crío. Es bastante ridículo, y me hace sentir verdaderamente estúpido.

Mi Kibummie, mi dulce bebé. Quisiera pedirte perdón por todas aquellas noches que pasaste en vela, incluso llorando por mi indiferencia, mis palabras, o mis acciones. Quisiera pedirte perdón por haber prometido tanto y al final haber dejado tanto que desear, habiendo sido yo quien terminó cumpliendo tan poco. Tristemente, pese a que lo tenía en cuenta, nunca habría querido resultar el que peor daño te pudiera causar.

Debí haberte dicho cada día que te amaba. Debí haber mandado todos mis deberes al carajo, y haber aprovechado cada día contigo. Debí haber hecho tantas cosas. Pero no puedo expresarme con exactitud, lo que es un poco irónico si lo piensas, ya que el hablar claramente era el cometido principal de éste intento de carta. Me siento algo débil y expuesto justo ahora, perdona eso.

¿Sabes? La única cosa buena al final de esas semanas tan exhaustivas eras tú, los días de semana parecían ser tan largos e interminables. Parecían sólo querer acabar conmigo, y yo no se de dónde lograba sacar fuerzas para continuar. Pero cada vez que te veía tan feliz de recibirme sabía que todo había valido la pena al final. Los días antes de ti eran tan largos, sin embargo, el tiempo que pasaba junto a ti me resultaba tan corto.

Y el gran peso sobre mis hombros y corazón al final de cada fin de semana era tener que despedirme. El momento en que debía retirarme siempre asechaba entre las sombras, amenazando con llegar más temprano de lo esperado.

A mí solo se me escapaba el alma en suspiros cada madrugada en la que preferías pasar el resto del día con un dolor de cabeza y extremadamente somnoliento que desaprovechar el tiempo conmigo. No sabía qué hacer, y el sentimiento de tenerte entre mis brazos era tan latente. Porque encajas tan bien ahí como si pertenecieras a ese lugar.

Pero no es así. Por más que lo desee, no es así. Ni lo será. Porque no existimos, no más. ¿No es así?

Sería tan egoísta de mi parte afirmar algo como eso, por eso es que al menos aquí lo textualizaré como un simple deseo.

Porque todo lo que pasa por mi mente son deseos. Egoístas y poco empáticos deseos.

Es jodidamente estúpido el deseo de tenerte sólo para mí. Soy reacio a la idea de que alguien más te bese, te abrace, o te ame. Me rehúso a esa idea, y duele tanto. Odio pensar en otros brazos rodeándote. En otras manos tocándote. Odio pensar en ésa sonrisa tan hermosa que sólo guardabas para mí desnudarse a la vista de otros ojos que no sean los míos. Ésas delgadas y suaves manos entrelazarse con alguna otra que no sea la mía. Ése brillo tan único en tus ojos del que hubiera querido sólo ser testigo yo. Odio pensar en que alguien más pueda amarte como un demente, como yo. No. Odio pensar en que tú ames a ésta persona de vuelta. Pero sería tan egoísta. No te merezco, pero aún así no dejo de desearte.

Te amo. Lo digo honestamente, por favor, créeme, es lo único que te pido. Te amo con todo mi corazón. Te amo como jamás he amado a nadie, si es que acaso lo he hecho.

He sido un tonto, pero está bien. Éstos sentimientos desaparecerán pronto, espero.

¿Seguirás en la luna por mi causa o habré causado que te estrelles contra el frío y duro piso? Lo siento tanto, en todo caso.

Seré breve, porque creo que ya he escrito demás. No apelaré a las palabras, sino al recuerdo. Me harás mucha falta, pequeño. Día y noche. Para todo, para nada. Para reír o llorar. Pero esto es lo mejor.

Mereces todo el amor del mundo, ojalá lo hubiese hecho mejor. Ojalá te hubiese devuelto siquiera un tercio de lo que tú me diste a mí, porque nunca llegaría a ser tan maravilloso como tú.

Siempre velaré por tu bien.

Te ama,

                             Kim Jonghyun.’’


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).