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My King | Kookmin por MiRoApril

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—¿Una hora? —Negó. — Necesitaré más que eso…

 

Su cuerpo ya se encontraba caliente gracias a las atenciones que le había entregado el menor mientras intentaba hablar con el anunciante, peor cuando le arrastro con él hasta la cama, donde se dejaron llevar por sus besos sin poder controlarse, es que a esas alturas ninguno de los dos tenía control, se deseaban. Podía detenerse si lo quería, no era como si antes no hubieran dejado a medias el trabajo, no siempre lograban acabar con lo que empezaban, de hecho el llegar al orgasmo mientras se masturbaban no lo consideraba un trabajo completo, para el completar el trabajo era unirse a Jungkook, pero lo había intentado tantas veces que espero finamente por el día en el que negarse, no podía.

 

—Déjame disfrutarte treinta minutos. —Susurro contra el oído del menor. Lo necesitaba, al menos donde intentara de alguna forma bajar esa excitación de su cuerpo, lo cual duraba lograr, pero con tal de pasar un tiempo entre sus brazos, todo servía. 

 

—¿Treinta? ¿No teníamos una hora? —Se quejó inmediatamente aferrándose al cuerpo del príncipe.

 

—No llegaría a la celebración si ocupamos la hora. —Sonrió con picardía. 

 

—Hm.. Tienes razón. 

 

—¿Entonces? —Pronunció en un tono más coqueto.

 

—Disfrútame treinta minutos. 

 

No quería pensar en aquella como la última noche que podría pasar tiempo con Jungkook, aunque no era literalmente la última, solo que no podrían pasar juntos como lo hacían en aquellos días. Le tomo tiempo entender que aun siendo casado, tendría a su guardia personal, por otro lado, solo quedaba esperar a la coronación para decidir quien de los guardias tomaría el puesto de guardia real a los reyes, si Jungkook o Hoseok. Seguirían estando juntos, menos tiempo, pero mientras la muerte no los separé…El matrimonio solo unía a dos príncipes, lo que le seguía era asumir como rey y eso, eso era lo que le alejaría por completo del menor, las malditas responsabilidades que debía tener un rey. Todo su reino no solo se componía de un pueblo, el pueblo en el que le conocían como Chim, era el más cercano, sabía que existían otras tierras más allá de las montañas, aquellas en las que los reyes no se acercaban por más de una razón. Primero, la lejanía, el viaje que existía de un pueblo a otro por más que fueran unas cuantas horas corrían un gran peligro, las personas de Gouryeo se encontraban ocultas en muchos lugares, cualquiera podría atacarlo e iniciar la siguiente guerra. Le seguía el hecho de obedecer a los malditos sabios o consejeros del rey, primero debía preocuparse por el pueblo más importante, el principal, pero todo lo que ellos deseaban era darle más a los que ya tenía y no a los que realmente lo necesitaban. 

 

La pobreza en los pueblos se veía en todo reino, pero claro, se encontraban en sectores que no fuera visible para extranjeros, no perderían la oportunidad de mostrar un atractivo a aquellos que visitaban por primera vez Silla. Era por ello que Jimin se había convertido en Chim, el enmascarado que ayudaba a los pobres. 

 

¿Cómo sería su vida cuando asumiera el puesto de rey? ¿Lograría salir una vez más como Chim? Aunque era clara su respuesta, probablemente el tiempo libre que considerara para visitar al pueblo lo distribuiría con Jungkook, de ese tiempo debía tomar en cuenta a su esposa, los deberes de rey…¿Qué tal si tenían un hijo? Ni siquiera quería pensar en el sexo, necesitaba a Jungkook, el menor debía ser quien le arrebatara lo que muchos llaman “Virginidad” 

 

No quiso llamar a las criadas cuando tenía al menor ahí, era lo único que necesitaba para acabar con los arreglos de su vestimenta. Desde que Jungkook había tocado su cuerpo, no quería que nadie más lo hiciera, por más que insistieran, no lo haría, prefería hacer las cosas por su cuenta. Era indignante que un príncipe, futuro rey, se vistiera por sí solo, las criadas no estaban haciendo su trabajo, pero prefería que estuvieran en otras áreas del castillo, a tener que prepararle todo a él, como mucho pediría un baño de tina caliente, más no. 

 

—¿Listo? —Pregunto Jungkook desde la puerta como un buen soldado, adoptando la posición recta, con su mano en la empuñadura de su espada lista para desenvainarla si era necesario. 

 

—Lamentablemente, sí. —No pudo evitar soltar un suspiro pesado, odiaba tener que ir a perder el tiempo en una celebración como esa, porque al final de cuentas, eso era, perder el tiempo. 

 

—Deberías cambiar esa cara. 

 

¿Cómo cambiarla? Si iba obligado a un lugar en el cual no quería estar. Estaba serio, inexpresivo, común en el príncipe para aquellos que no le conocían perfectamente, su sonrisa era para limitados. Jungkook se le acercó buscando tranquilizarlo, sintió el contacto con su mano en suaves caricias contra sus mejillas que solo provocaban un cosquilleo en su cuerpo. Lo hacía tan feliz que odiaba su maldita vida, pero de no ser príncipe, jamás hubiera conocido a tan hermoso caballero. 

 

—No quiero ir. —Confesó sin quitar la mirada de esos hermosos ojos. 

 

—Pero debes… Tienen todo preparado.

 

—Si. —Bufó con un nuevo suspiro. — Mujeres semidesnudas que se pasearan por todos lados intentando toquetearme y buscando una oportunidad conmigo aun sabiendo que estoy comprometido. 

 

El fin de tener una ceremonia como esa, era justamente el tener las mujeres que luego no tendría para él. La gran mayoría de los príncipes lo disfrutaban turnando una ronda con aquellas que le atrajeran, el no buscaba ninguna, mucho menos tocarlas, no era que no le atraía el cuerpo femenino, porque era un hombre, un humano y habían cosas que lo excitaban. Pero si no se trataba de Jungkook, difícilmente lograrían un efecto en él. 

 

Se apartó nada más unos segundos del menor para asegurarse de tener bien acomodadas sus telas superiores. 

 

—Esa parte de toquetearte no me gustó mucho…—Sonó la voz ronca del menor. 

 

—No debería gustarte. Tocarán lo que es tuyo. —Hizo una pausa. — Oh espera… —Jimin quito la mirada del espejo frente a él y giro esta hasta el moreno, el juego de sus labios, una costumbre que tenía de relamerlos inconscientemente pero en el momento correcto.—Aun no me haces tuyo…—Volvió a sacar el tema principal. 

 

Esperaba una respuesta del menor, algo seductor como lo estuvo haciendo en los últimos minutos, pero fue diferente. Así como se decía que las acciones eran mejor que mil palabras, Jungkook lo tomo por la cintura y le acercó hasta capturar sus labios. Si pensaba en un beso que callara nada más aquellas palabras que le recordarán lo que ambos esperaban, se equivocó una vez más. El menor le quito el aliento con ósculo que continuo incluso luego de ser interrumpido por la voz tras la puerta. ¿Ya había pasado una hora? 

 

—¿Cómo seguir si me interrumpen? —Se quejó el menor luego de gruñir sobre sus labios. 

 

—Tienes unas cuantas horas más... —Pronunció robando un último beso de Jungkook. 

 

Jimin se adelantó a abrir la puerta, cambiando inmediatamente su expresión, si antes tenía una sonrisa de aquellas que a Jungkook le enamoraba cada día más, a quien interrumpió le estaba mostrando un rostro inexpresivo. Se notaba a leguas que no estaba interesado en esa maldita celebración

 

El camino era más largo de lo que recordaba a ese maldito salón. Realmente no deseaba presentarse, no por preferir revolcarse en la cama con el menor sino porque no deseaba ser partícipe de una celebración que a él no le interesaba. La maldita razón de esa celebración era despedir su soltería, ver lo que no podría ver después, miles de cuerpos semidesnudos si no existía una que enseñara más de la cuenta, pero no, no era de su agrado. Se enamoró, no necesitaba que sus ojos observaran otros cuerpos cuando el que realmente deseaba ver estaba siguiéndole a un metro de distancia. 

 

Se paró frente a la puerta principal de lo que sería el salón de la celebración de aquella noche. Su nombre fue anunciado y las puertas finalmente se abrieron. No tuvo más que tomar aire e ingresar, aunque en su expresión nada había cambiado. 

 

Los invitados estaban esperándolo, todos estaban ubicados en las barandas con vista a un piso más abajo conducido por escaleras únicas, unas con la salida cubierta de un telar rojo mientras en la otra se encontraba su silla real al final de esta, donde claramente lo harían sentarse. Así fue. Termino sentado como tranquilo espectador al centro del salón. Las iluminación bajo, fueron encendidas otros tipos de velas rodeados de vidríales en colores oscuros para ambientar el lugar. Tras un golpetear del bastón del maestro de ceremonias contra el suelo, es que comenzó la música, un instrumental de arpa, salterio y viola en ocho con acordes graves y lentos. 

 

Sus hombres interrumpían el sonido armonioso de la música con golpes contra el barandal a la espera de las mujeres, ya que la gran mayoría de los guardias se encontraba junto a él en la celebración. Varias siluetas eran reflejadas contra el telar rojo, para esos hombres no era suficiente como excitación, necesitaban más, él en comparación buscaba la forma de reaccionar o más bien, fingir la reacción de lo que esas mujeres podrían buscar en él, algo que no llevará a su personal a crear rumores y mucho menos que notaran que las mujeres no conseguirían efecto alguno tocándolo. 

 

Los silbidos y obscenidades comenzaron a salir de las bocas  ajenas. Cinco mujeres exactamente salieron tras del telar, sus prendas eran mínimas, el rostro estaba más cubierto que el cuerpo de estas, era claro que no mostrarían su identidad por unas cuantas razones, una de ellas eran sus guardias y el que se paseaban por el pueblo cuando se les daba la gana, encontrarse con la mujer… Bien, lo dejaba a la imaginación de todos. El hombre siempre tenía el poder sobre la mujer. 

 

Podía sentir tras él la presencia del moreno, más deseaba tenerlo a su lado que como un guardia vigilando su espalda y siendo testigo de todos los movimientos de esas mujeres. Cuando los bailes individuales acabaron, estas comenzaron a acercarse a sus presas, dudaba que él no fuera una de ellas, sería demasiado equivocarse, pero estaba en lo cierto. Una de ellas llego frente a él para comenzar su trabajo de seducción. 

 

Era diferente, el tacto de las manos frías de la mujer contra su rostro no eran como las calientes y grandes manos del pelinegro, cerro sus ojos como si disfrutara de las caricias, pero más bien buscaba aguantar el contacto, no podía separarla de la nada. Otras dos se acercaron hasta el ofreciendo una copa de vino, al tenerla en sus manos todos los hombres alzaron la copa en señal de un brindis, y bebieron hasta la última gota. Así lo hizo el también, si debía soportar momentos como esos, necesitaba estar un poco borracho, quizás solo entonado, y todo apenas había comenzado. 

 

¿Cómo estaría Sunghee? ¿Cómoda? Si el no encontraba cómodo dudaba que la mujer estuviera en una posición diferente, en algunos aspectos eran bastante parecidos, así como su prometida era virgen, la ceremonia que llevarían a cabo con ella era más bien una purificación, donde pedían a Dios la salud para la portadora del siguiente heredero al trono. Existían muchas diferencias entre ambas celebraciones, estaba sobrevalorado el poder del hombre simplemente por ser quienes llevaban la vida al vientre de una mujer. Pero, ¿Y ellas? Ellas eran quienes soportaban nueve meses con ese vientre enorme fuera de lo normal en tamaño, dar a luz, preocuparse de la cría hasta que tuviera la edad donde las lecciones comenzaran, pero el rey no tenía mucho contacto con sus hijos, así lo hizo su padre y él esperaba ser diferente, muy diferente.   

 

De las cinco mujeres existentes, solo dos se encontraban en el centro del salón, quienes luego fueron cuatro, otras dos se habían sumado a la compañía de las primeras danzantes. Las copas iban y venían, así como las mujeres se acercaban a él en busca de reacciones, contacto y uno que otro susurro al oído. No le agradaba, odiaba cuando interrumpían su espacio personal a la fuerza, aunque no podía evitarlo, debía aguantar… Se supone que estaba de acuerdo con todo eso, comprometerse era aceptar los arreglos para un matrimonio, entre ellos, aquella fiesta, porque claro… Todos suponían que el príncipe Jimin seria completamente fiel a su esposa. 

 

La mayoría de los reyes se aprovechan de su poder, dejan a sus mujeres a un lado, aunque el título de reinas lo mantienen, tienen por otro lado más de una dama de compañía que son consideradas segundas o terceras esposas, el verdadero heredero al trono es siempre el hijo de la reina. Entonces es cuando se crean los conflictos y extraños asesinatos, ya que…¿Quién le sigue en el trono? Claro, los hijos de las segundas o terceras esposas. Nunca pudo entender por qué los reyes se dejaban llevar de tal forma que arruinaban todo, tener concubinas además de su esposa, ¿Dónde estaba el amor ahí? Lo peor era saber que el pueblo lo apoyaba, pero, ¿Qué ocurría con toda la previa antes del matrimonio? Porque claro, todo estaba en las manos de dios y en la conexión de los reyes, luego poco tomaban en cuenta los comentarios de la iglesia. 

 

Él jamás tomaría su poder para algo como eso, aunque iría en contra de sus mismas palabras al engañar a su futura mujer, porque estaba claro, él amaba a Jungkook y estar a su lado, significaba engañar a su esposa, estaba cayendo en lo que tanto odiaba. No podía pensar en algo diferente, era un engaño se viera de la forma que sea, amaba a Jungkook, pero era un amor que no podía existir en un mundo regido por la religión. 

 

—Basta. — Escucho la voz ronca tras él. — Toma tu distancia. —Amenazó su guardia personal. 

 

Necesito con gran fuerza evitar sonreír, era tan lindo saber que estaba celoso de cómo se le acercaban las concubinas al trono. 

 

—Estoy autorizada a acercarse a su majestad, solo por esta noche. —Respondió a la amenaza la mujer con pocas telas en el cuerpo.

 

—¿Estas yendo en contra de las palabras del guardia personal? 

 

No necesitaba girarse a ver el rostro de Jungkook, sabía que estaba molesto y seguro esa expresión amenazo aún más a la dama. 

 

—No señor, pero…—Ahí estaba, la mujer estaba nerviosa y asustada de su guardia. 

 

—Entonces, toma tu distancia. —Ordeno una vez más. 

 

—Sí señor. 

 

La mujer termino retrocediendo pero jamás dejo de mover su cuerpo frente al príncipe. 

 

Quizás no debió beber más de una copa de vino, lo necesitaba, así las horas pasarían más rápido, pero el efecto, no podía controlarlo. Su corazón estaba acelerado de solo saber que el menor se encontraba tras su espalda. Agradecía que este se deshiciera de la mujer, pero estaba prefiriendo tener que aguantarse el roce de su cuerpo con la dama antes que sentir nada más la presencia de Jungkook tras su espalda, el alcohol en su cuerpo comenzaba a hacer efecto. 

 

—¿Cómo estás? — Pregunto el menor apoyando su mano en su hombro. Lo sabía, estaba celoso. 

 

Dio un respingo sorprendido ante el contacto, aunque la sorpresa no fue precisamente la acción, sino el calor que recorrió su cuerpo al sentir esa mano sobre él. 

 

—E-Estoy bien… Bien. —El alcohol, el maldito alcohol.  

 

Su respiración era algo acelerada, intentaba regularla mientras inhalaba y exhalaba por la boca, pero no parecía dar resultado. 

 

—Deberías dejar de beber. —Aconsejo Jungkook en ese maldito tono ronco tan varonil. 

 

—Si, lo sé. Pero algo bueno tengo que hacer…—Su única opción era beber para mostrarse “alegre”  y evitar que los demás, crearan rumores de lo contrario. — ¿Cuánto tiempo debo estar aquí? 

 

—Todo termina cuando tú lo órdenes. 

 

Entonces, ¿Siempre estuvo al mando de todo? ¿Pudo acabar con el festejo desde un principio? 

 

Esa sorpresa no se la esperaba, inmediatamente paso por su cabeza mil formas de acabar con esa maldita celebración, volver a su habitación y tener finalmente a su guardia con él. No, a Jungkook con él, porque dejarían sus etiquetas fuera. 

 

—Mierda…—Maldijo para sí mismo. — ¿Qué opinas?... ¿Les arruinaría la velada? 

 

El menor nada más asintió a su lado. Era la verdad. 

 

Jungkook se inclinó a su lado para tener una mayor cercanía entre sus rostros, aunque deseará que fuera para algo completamente diferente, no podían hacer nada más que susurrarse, estaban siendo observados por la gran parte de hombres en el castillo, la mitad de sus empleados se encontraba en ese lugar. 

 

—Jungkook… Quiero irme. —Confesó. 

 

—Solo dime, y acabo con todo esto. 

 

Negó. 

 

—No quiero arruinar nada. —Su mirada recorrió el gran salón, la festividad iba muy bien para los demás, ese tipo de festividades no ocurrían a menos que fuera un matrimonio, por ende, ¿Arruinar su celebración?. —Míralos… Están disfrutando. Muchos de ellos realmente son solteros y quien sabe cómo les irá conquistando a una mujer…Parecen necesitarlo. 

 

—¿Entonces? 

 

El menor esta vez toco su mano, apenas un roce que se suponía debía ayudarlo a pensar mejor, fue todo lo contrario, termino retirándola rápidamente y llevándola contra su pecho.

 

—¿Qué? ¿Qué ocurre? 

 

—Es…El vino. —Pronunció con la respiración acelerada. 

 

—¿Estas….Borracho? 

 

—No. Claro que no. — Negó. No estaba mintiendo. —Pero…

 

—Pero, ¿Qué? —Podía ver la preocupación o más bien la curiosidad del menor. 

 

Jungkook lo sabía. Conocía el efecto del vino en él y estaba buscando una respuesta solo para avergonzarlo. Peor aún, para provocarlo. 

 

—¿No puedes pararte? —Pregunto esta vez acariciando una vez más su mano. 

 

El juego de sus manos fue acariciar sus pieles con apenas unos contactos de sus dedos,  roces de aquellos que nadie más notaba puesto que sus miradas no estaban en sus manos sino en los ojos del otro. 

 

Podía sentir su piel erizarse y tomar temperatura con el simple contacto de la mano del menor, se estaba volviendo loco. Con sus miradas conectadas, la temperatura solo empeoraba. Recorrió lentamente el rostro ajeno hasta dar con esos labios, ante la poca luz se veía más irresistible que nunca.

 

Trago en seco. 

 

—Jungkook. Sácame de aquí. Ahora. —Ordenó. No podía soportarlo más, lo necesitaba cerca. 

 

—¿Cancelo todo? —Preguntó Jungkook sin moverse de su posición.

 

—No, deja que se diviertan.

 

La sonrisa del menor solo provoco que sus nervios aumentaran, su corazón se acelerara y el efecto del vino empeorara.

 

Una vez más entro en el papel inexpresivo y fuerte que todos conocían del príncipe de Silla, pues debía actuar perfectamente para salir de ese lugar. Se puso de pie siendo observado por todos, la música se detuvo, las mujeres también y todas las miradas estaban puestas en él. El silencio no demoró en apoderarse del lugar, sus guardias y encargado de ceremonia se acercaron inmediatamente, como si su vida corriera peligro. 

 

—Su majestad. —Pronunciaron todos al unisonó. 

 

—Tranquilos…Sigan disfrutando. —Anunció con una gran sonrisa, intentando evitar que notaran el estado en el que se encontraba. 

 

—Señor, debemos detener todo si usted se retira. —Le comentaron. 

 

—No, no es necesario. 

 

—Su protección señor. 

 

Jimin negó. 

 

—Jungkook se encargará de mí. Pueden continuar. 

 

—Pero señor…

 

—Es…Una orden. —Interrumpió. 

 

Con sus últimas palabras, la música volvió a resonar en el lugar, y su presencia no hizo falta para continuar con el festejo. 

 

Cuando dio el primer paso, sus piernas flaquearon, se quedó estático en el lugar, eran los efectos del alcohol en su cuerpo y claro, el no moverse por un par de horas de su asiento. El movimiento menos indicado del menor fue tocar su cintura para sostenerlo. Su respiración se perdió, su corazón parecía estar en su garganta, y su cuerpo tomaba poco a poco temperatura. 

 

—Jungkook... —Susurro.

 

—¿Qué ocurre? —Preguntó inocentemente. 

 

Parecía que cada uno de los movimientos del menor iban en su contra, era eso o su cuerpo pedía a gritos ser poseído por el contrario. Así había estado más de una vez, momentos en los que su cuerpo reaccionaba al contacto de Jungkook, cuando deseaba que este tomara finalmente su cuerpo pero terminaba dando excusas para postergar la situación. 

 

Esa noche…

 

—Sácame de aquí. —Ordenó una vez más. 

 

No podía escapar.

 

Gracias al menor logro salir del lugar, aunque este no alejo de su cintura aquella mano que estaba aumentando cada vez más el calor en su cuerpo. Los guardias en el exterior no se sorprendieron de ver que Jungkook le ayudaba a caminar, era obvio que de ese salón no saldría ningún hombre que no estuviera borracho a excepción de su guardia personal. Jungkook no tenía permitido beber a menos que estuviera en su tiempo libre, en el cual este tampoco tocaba si quiera una copa, siempre se encontraba alerta, proteger su vida día y noche era su tarea. La excusa perfecta para pasar tiempo con él. 

 

 

Caminaron en silencio por un par de pasillos, estaban siendo observados por los guardias en ese momento, podía sentir la mirada de los hombres como si esperaran alguna escena de sexo frente a sus ojos. Muchos les observaban por una sola razón, desmentir los rumores que existían sobre aquella relación de amistad que tenía con el menor, más aun que se encontraba comprometido con la princesa de Baekje. 

 

Un paso en falso del príncipe y la corona podía ser de alguien más.

 

—Vamos… 

 

Termino jalando al menor de la ropa para girar rápidamente en uno de los pasillos. Se encontraban lejos de su habitación pero nada que la prisa no arreglará. Había aumentado su caminar solo por querer alejarse de las miradas de uno que otro guardia que estuviera en el lugar. 

 

—Tranquilo, apenas puedes caminar. — Le comentó el menor en un susurro. 

 

El que los pasillos estuvieran vacíos, solo provocaba que existiera un eco entra las paredes. 

 

—Estoy harto de que nos observen de esa forma. —Se quejó.

 

—¿De qué forma? —Se detuvo frente a Jimin. 

 

—Como si quisieran ser invitados a mi habitación. —Pronunció de mala gana. 

 

El pelinegro sonrió inmediatamente, era obvio a que se refería, ni siquiera hablaba en código, estaba siendo directo con Jungkook, con todo lo que deseaba. 

 

Adoraba esa sonrisa, la forma en la que mostraba su dentadura y movía esos labios lo incitaban a besarlo, pero ¿Era seguro? En un castillo donde todo se trataba de criadas y guardias como personal principal, ¿Podría arriesgarse? 

 

Con la temperatura de su cuerpo a tales grados, era imposible que te contuviera, estaba deseoso de sentir el cuerpo de este rozando el propio, así como hace unas horas atrás había prometido una vez más cumplir su palabra. 

 

—Jungkook. —Lo llamo mientras ubicaba sus manos en el pecho del más alto. —¿Cuánto tiempo necesitas? 

 

—Si me preguntas eso…No te casarías por la mañana. —Susurro sus últimas palabras. 

 

—¿Entonces?

 

—Toda la noche. 

 

 

La llegada a su habitación no había sido sencilla, escabullirse por los pasillos donde no les descubrieran besándose, era la parte más excitante de la noche. Gran parte de su cuerpo había sido alterada por el contacto de las manos ajenas, es más, estuvo aguantando jadeos en los solitarios pasillos por obvias razones, el eco que producía el contacto de sus labios era suficiente para llamar la atención, no necesitaba más que eso. Pero si, incluso ese sonido era excitante. 

 

Abrió la puerta de su habitación a duras penas. Ingreso retrocediendo sin soltar los labios ajenos, aquella forma de besarse era cual amantes deseosos y necesitados. No recordaba la última vez que tuvieron ese contacto, sin contar los apenas roces que ocurrieron antes de ir a esa maldita celebración. Solo roces y masturbarse el uno al otro era el punto que habían llegado, más allá no. Era el mneor quien siempre le detuvo con excusas de no estar preparado, aunque lo conocía bastante bien como para saber que la preparación estaba perfecta, era el miedo de hacerle daño lo que le detenía a continuar. 

 

Sus ropas se hicieron nada camino a la cama. En el trayecto, había pensado en crear una especie de seguro para las puertas, algo que impidiera el ingreso de las personas, aunque nadie podía ingresar sin anunciarse ni golpear, necesitaban una respuesta para abrir esas puertas, una respuesta de él, el príncipe, pero no estaba de más recordar que tenía criadas imprudentes que terminaban por las mañanas arreglando todo sin siquiera notar su ingreso. Como las odiaba. 

 

 

—Ah.. —Jadeo. — Quítate eso. 

 

Estaba tironeando parte del cinturón del menor, aquel que contenía su espada y afirmaba sus pantalones, lo quería lejos, necesitaba tocarlo y satisfacer su deseo. Su orden no demoro en cumplirse, Jungkook se deshizo de cada una de sus prendas, así como retiro las suyas hasta dejarlo desnudo. Una vez más habían llegado a un punto en el que pocas veces ocurría, masturbarse había sido una costumbre sin deshacerse de sus prendas, todo por miedo a ser descubiertos, pero, esa noche había anunciado ser cuidado solo por él, quien se atreviera a interrumpir…

 

Su respiración volvió a agitarse cuando su cuerpo se vio aprisionado bajo la piel del menor. El calor aumento en la habitación inmediatamente y los jadeos de su boca parecían no callarse, con el efecto del alcohol aun a flor de piel era imposible guardarse algún gemido por más simple que fuera el contacto con el pelinegro. 

 

—¿Regalo de bodas? —Pregunto en una voz seductora que solo calentó más su cuerpo.

 

—Solo uno…—Respondió sobre los labios de Jungkook. 

 

—Puedes pedirme lo que quieras. 

 

Sus cuerpos se rozaban a la espera del siguiente movimiento clave. 

 

—Debes acabar dentro de mí. 

 

Decirlo fue más excitante que pensarlo, aun cuando se había avergonzado, no se arrepentía de soltar esas palabras. Con la mirada avergonzada del menor por ser tan directo, aprovecho la oportunidad para tomar finalmente sus labios y devorarlos en una especie de señal para que este continuara. Sus manos como siempre terminaron entre sus cuerpos acariciando ambas erecciones con apenas unos lentos movimientos para no apresurar las cosas, mientras el solo se encargaba de arañar la espalda del menor y ahogar los gemidos contra su boca. 

 

Una de las cosas que odiaba del castillo, era ese maldito eco que ocurría con pequeños movimientos, y era exactamente porque el lugar era enorme, su habitación por más que la llenaran de cosas seguía permaneciendo vacía. El techo se encontraba a metros del suelo, y con metros no estaba exagerando en la expresión, era literalmente cinco veces su tamaño. 

 

—Shh… Nos van a oír. —Advirtió Jungkook. 

 

—No.. Ah.. No puedo Hm…—Pronunció entre gemidos.

 

Los labios de este se encargaban de su cuello dejando su boca sin tarea con la cual ahogar sus gemidos. No tuvo de otra que cubrirse con su mano para evitar un sonido más fuerte, aunque dudaba que fueran a escucharlos nunca debía quitar la posibilidad de ser descubiertos. 

 

—¿Quieres que te la chupe? 

 

—¿Eh? 

 

Jungkook acabo con el trabajo que había comenzado luego de escuchar sus palabras. 

 

—Eso… ¿Quieres que te masturbe? —Gracias a su cuerpo caliente, podía soltar ese tipo de comentarios, sumando la confianza que tenía en el menor, de lo contrario, dudaba que fuera posible hacerlo. 

 

—Pero acabas de decir…

 

—Si, con mi boca. 

 

Ese tipo de relación no era común. Ver a un hombre con otro iba contra la religión, así como solo por libros conocía una sola posición sexual en la que uno debía hacer el papel de una mujer y dejarse penetrar, fue su decisión aceptarlo, su curiosidad en la lectura le indico que podría ser tan placentero o incluso más que masturbarse, aunque nunca mientras se acariciaba llevo sus dedos hasta su entrada, era difícil de creerlo.  En ese momento paso por su cabeza algo tan alocado como meter en su boca la erección del menor, si las mujeres podían hacerlo, ¿Por qué el no? Y es que no quería quedarse cual estatua dejando que este hiciera todo el trabajo, deseaba recorrerlo, tocarlo, darle placer así como lo hacía con él. 

 

—¿Qué estas…?.—Jungkook se escuchaba excitado, lo conocía muy bien. 

 

—Jungkook, quiero comerte… —Confesó. 


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