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My King | Kookmin por MiRoApril

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—Señor... Uno de los lideres... 


¿Uno de los lideres?... Uno de ellos...Hoseok o Jungkook...


Recordar cómo habían escapado de ese castillo era épico, seguramente sería escrito en un nuevo manuscrito, como el príncipe de Gouryeo había salvado al guerrero real de Silla con la ayuda de un hombre, sería un sueño que lo escribieran de esa forma, puesto que ya imaginaba otros títulos completamente diferentes, el cómo arriesgo su vida para salvar al príncipe y que el 'gran Jeon' como le llamaban, seguía con vida. Era una historia digna de ser contada, como el hombre aun con una daga atravesando su cuerpo logro luchar por su vida. El moreno llego a rastras hasta el bosque donde silbo en llamado de los caballos, por otra parte se encontraba Taehyung con su compañero luchando con aquellos soldados que les seguían, con arco y flecha evitaban que les siguieran, pero eso no quería decir que estaban por completo a salvo; desde el mismo castillo eran atacados por igual forma, fue gracias a los árboles que lograban ocultarse, mientras él por su parte solo permanecía apoyado contra el tronco de uno regulando su respiración, estaba débil. 


Su visión era borrosa, estaba mareado, su sangre seguía manchando sus telas aun cuando la daga permanecía en su cuerpo, cada movimiento dejaba que el filo de la hoja era un nuevo corte en el interior de su cuerpo, a esas alturas no sabía que era mejor, si mantener la daga clavada a su cuerpo o retirarla, de ambas formas terminaría muriendo. Tenía que soportar hasta el campamento, aun cuando el llegar significara vendar su torso y unirse a la guerra, era de saberse que Gouryeo lucharía al enterarse de la perdida de los prisioneros, sobretodo el heredero al trono. 


—Resiste un poco más...—Soltó Taehyung quien intentaba mantener la mira a los caballos que no se acercaban obviamente por la diferente caída que tenían las flechas. 


—Jungkook. —Pronuncio a duras penas. — Mi nombre es Jungkook. 


—¿Jeon?¿Jeon Jungkook? —Pregunto de vuelta con esa mirada de sorpresa.


—¿Si? —Respondió algo dudoso, con un tono de voz apenas audible producto del dolor. — No sabía que me conocían en tus tierras. 


—Todos conocen a los Jeon, pero tu historia atravesó los muros, había hablado con mi guardia personal para ir en entrenamiento contigo. Pero Namjoon no es de esos que apoyen las salidas del castillo. —Tomo una pausa. —Es todo un honor estar en presencia de tan buen guerrero. 


'Gran guerrero' ¿Por qué le consideraban un gran guerrero? Apenas había comenzado a mostrar sus habilidades en esa guerra, pero resultaba ser que todo el mundo se había enterado de lo hábil que era con la espada.


—¿No deberían hablar esto en otro momento? —Aclaro su compañero. 


—¡Los caballos! —Apunto el príncipe. Los animales no podían acercarse más producto del ataque, por lo que obviamente debían de avanzar a ellos. 


—Rápido, no podemos evitar todo el tiempo las flechas. 


Se acercó a su caballo apoyando su mano contra el lomo, era peligroso incluso realizar una fuerza como el subirse a este, podía desgarrar más su cuerpo, más Jungkook sabía cual era su fin, solo debía de llegar al campamento para morir en paz. 


—Tú debes guiar a Taehyung. — Ordeno a su compañero. — No creo poder resistir. 


—Cállate Jungkook. — Por primera vez su compañero le falto el respeto. — Ya estás aquí, no te dejaré morir. 


El hombre se acercó ayudándolo a subir al caballo, mientras él seguía sin entender cómo podía cuidar la espalda de un insignificante guardia real. Se apoyó contra la espalda del príncipe quien se encontraba ya al mando del caballo, era obvio, él no podía dirigirlo en el estado en el que se encontraba. 


—¿Por qué?... —Pregunto a duras penas, cuando más debía de guardar silencio el solo podría continuar hablando. — Debiste dejarme morir en el cuarto de armas...


—No hay mejor guerrero en nuestro reino, aún tengo mucho que aprender de ti. Estamos ganando la guerra por ti... Tienes que ser recibido como el héroe que eres. 


—Eres un idiota. —Dijo en una leve risa. 


Taehyung movió las cuerdas del caballo para así emprender camino. Lo único que podía observar desde su posición sin moverse más de la cuenta, era como los soldados de Gouryeo intentaron alcanzarlos, pero sus pies no eran más rápidos que las patas de un caballo, por ende, no lograron su cometido, más eso no quito el riesgo que corrieron sus vidas cuando estos les apuntaron de todas formas con los arcos. El haber tomado cierta distancia los salvo, además de los árboles que impidieron que esas flechas los alcanzaran.


Los gritos de victoria de su compañero sacaron una sonrisa de sus labios, mientras sus ojos comenzaban a cerrarse, podía ser el cansancio, estrés, su cabeza había estado funcionando a mil por hora, también, podía ser el hecho de haber perdido tanta sangre. Podía sentir el movimiento que realizaba el caballo al correr, arriba y abajo, su cuerpo se mecía, mantenía su cabeza recargada contra la espalda del príncipe de Gouryeo. Si tenían al príncipe, la mitad del trabajo estaba lista, por ello, la guerra no estaba lejos de acabar.


Llego completamente inconsciente al campamento, solo pudo sentir el fuerte dolor de su herida siendo tratada por el médico que les acompañaba en la lucha. Los implementos no eran demasiados, tampoco tenían todo lo necesario para mantener con vida a alguien como él, los principales se encontraban en el castillo, prácticamente se encontraban con cuidados prehistóricos. No estaba en sus todos sentidos para decir que el arma aún se encontraba atravesando su cuerpo, probablemente yacía con su sangre derramada por toda la zona de esa tienda. Moverse no era una opción, sentía su cuerpo, más no tenía la fuerza para moverlo. 


Con sus ojos apenas abiertos logro divisar la silueta de Hoseok a su lado. Estaba arreglando la armadura y las armas, y con arreglarlas se refería a prepararse para volverlas a utilizar, la guerra volvería a comenzar, podía escuchar el sonido metálico afuera de la tienda, Hoseok no era el único alistándose para acabar finalmente con esa batalla. Pero el guardia de la reina no estaba solo, a su lado se encontraba el príncipe de Gouryeo utilizando una de sus armaduras, el símbolo de Silla se encontraba en el pecho al lado izquierdo, casi parecía una traición a su propio reino, más era parte de su plan infiltrarlo entre sus soldados para llegar a su padre, el único que podía matarlo, era él. El futuro heredero. 


Esa era la otra parte del plan. El rey de Gouryeo ya por asumir su victoria, se encontraba entre los soldados para reclamar la nueva tierra de Silla como suya. Jimin lo había previsto, el hombre estudio todos esos meses sus movimientos, utilizo a hombres de su pueblo como carnada para estudiarlos, habían muerto tantos en esa guerra y a ese tipo seguía sin importarle nada. Ese era el último movimiento, con todos sus estudios realizados, atacarían directamente a sus debilidades, acabarían con ellos y tomarían el reino. Lo que ese rey no sabía, era que ahí, se encontraba el legítimo heredero de Gouryeo, quien debería encontrarse en ese trono hacía años atrás. 


Ahora, lo tomaría a la fuerza. 


—¡Despertó! —Hablo Hoseok acercándose hasta él luego de ese ruido metálico al dejar parde de su armadura a un lado. — ¿Estas bien? ¿Jungkook? 


—Jungkook. — Hablo a su lado Taehyung. — Qué alivio...—Lo vio tomar aire y soltar un suspiro.— Descansa, nos encargaremos del resto. —Taehyung formo una sonrisa cuadrada con intento de mantenerlo en calma. — Hoseok ya me explico el plan. Terminaremos todo esto... 


—Jungkook, se fuerte. —Sintió la mano de Hoseok tomar la propia con fuerza. Por primera vez sintió que alguien era más fuerte que él, pero claro, solo por encontrarse en un estado de debilidad.— Nuestro rey te espera. —Dijo lo último en una voz más suave. Pero tampoco era una frase que podía ser malinterpretada por cualquier persona, tenía sentido. Jimin era su rey. 


De todos modos, negó. 


—No...—Intento volver a tomar aire, junto con esto a realizar un leve movimiento que le permitiera al menos moverse.— No puedo...—Dijo entre dientes.


—Shh...Calla, no te esfuerces. — Hablo Hoseok. — El medico está haciendo todo lo posible. Esa herida pudo infectarse, agradece que llegaron antes de eso. 


—¡Señor! —Ingreso uno de los soldados. —¡Las tropas avanzan! 


—Es hora. —Hablo Taehyung. 


—Acabaremos con esto. —Dijo Hoseok antes de tocar su frente. — Se fuerte... Por Jimin... Confía en nosotros. 


Nada, no pudo decir nada, no pudo moverse. Inútil, así se sentía, un inútil que había completado la misión más peligrosa, arriesgo su vida, llego con nada más que una daga clavada en su hombro, mantuvo a sus compañeros vivos... Y aun así, se consideraba un inútil. 


Tras ese susurro, sus ojos se cerraron. Jimin, su rey, lo esperaba en el castillo. Finalmente la guerra estaba acabando y él se encontraba en ese lugar, inútil, a punto de morir, inútil, podía escuchar los quejidos del médico, no había solución, lo sentía, era su cuerpo, la herida estaba demasiado abierta, seguro tenía otras más internas por el movimiento de la hoja mientras el intentaba huir y la sangre, había perdido mucha sangre.


—Señor...—Hablo el hombre con dificultad. — No hay...


—Lo sé. —Pronunció tranquilo. 


¿Ese era su fin? ¿No volvería a ver a Jimin? Después de tanto tiempo, después de esa promesa, estaba muriendo lentamente. Había sido una buena vida, aunque se odiaba por no confesarse antes, ¿Qué hubiera sido de sus vidas si Jimin correspondiera sus sentimientos desde mucho antes? Lo hubieran disfrutado más, pero la historia estaba escrita, si su deber era morir ahí, lo haría en toda la gloria, había logrado acabar la guerra. No le interesaba volver como un 'héroe' al reino, le interesaba que su rey entendiera que todo lo hizo por su futuro. 


Sufriría incluso luego de la muerte si veía alguna lagrima caer del rostro de Jimin, siempre estaría a su lado cuidando de él, ya era consciente de cuanto lo amaba, aunque el mundo no pudiera enterarse, aunque no tuviera la oportunidad de demostrarlo, lo amaba, y aun después de la muerte lo seguiría haciendo. Solo esperaba que Jimin no cumpliera su palabra y siguiera su vida como el rey que era, el reino de Silla merecía tener finalmente un rey que realizara un cambio y ese era Jimin. No podría soportar el saber que acabaría con su vida si él no estaba a su lado, sería el final de Silla, no podía ser tan imprudente, todo lo que hizo era por el reino, al menos debía darle una muerte digna y no en vano.


Pero, estaba muriendo y esa guerra aun no acababa, ¿Quién le aseguraba que ese plan funcionaría? Podía dejar todo en manos de esos dos, más no significaba que las cosas salieran mal en algún momento, como ocurrió con él, la daga jamás fue parte de ese plan. Todo estaba en las manos de Hoseok, por lo que no sabía si todo su esfuerzo había sido en vano o no, ¿Cómo saber que había hecho un bien? ¿Y si moría y la guerra no acababa?


—Nhm...—Se quejaba aun manteniendo su mejilla descansada en el... ¿Dónde le tenían? ¿En el suelo? ¿Sobre qué? Su estómago se encontraba comprimido por el peso de su cuerpo, respirar no era más dificultoso de lo que fue el llegar hasta ahí, de todos modos no era una respiración tranquila. Boca abajo, sobre una tela dentro de la tienda de los líderes, ahí estaba Jeon Jungkook dando sus últimas respiraciones en vida.


¡Jimin! ¡Jimin correría peligro! No podía dejarlo sin protección, ¿Quién sería su guardia? ¿Quién mejor que él? Esa herida tenía que cerrarla de alguna forma, acabar el sangrado, pero los implementos no estaban ahí y el hombre con apenas una punta de metal estaba tardando en unir su piel.


—¿Tiene fuego? —Pregunto con la respiración entre cortada girando su cabeza hacia el médico.


—¿Fuego? Si.. —Soltó buscando entre sus cosas el artefacto apenas creado para dar fuego con facilidad a las velas. — Pero...¿Señor? No querrá...


Asintió.


—Hazlo. —No tenía otra opción. 


Su corazón se detuvo cuando escucho las palabras del hombre. ¿Qué había pasado con uno de sus líderes? No quería escuchar, quería hacer oídos sordos, no quería saber la realidad, no quería derramar lágrimas en frente de todos, no podía, un rey no podía llorar, un hombre, no podía hacerlo. La carroza con más arreglos finalmente ingreso, esta no se dirigió hasta los establos sino directamente a él y aun su acompañante no hablaba, ¿Cuál era la noticia? ¿Hoseok? ¿Jungkook? Había guardado silencio mientras observaba el ingreso de cada uno de los guerreros a su castillo, como si necesitara que el rey lo mirara a los ojos para recibir la autorización de hablar.


—Esta muerto. 


No. Era imposible. Lo prometió, prometió que volvería, Jungkook no podía morir. Su corazón se partió en pedazos, el miedo lo inundo. Sus ojos de inmediato se llenaron de lágrimas hasta el punto en el que su garganta parecía estar comprimida mientras el intentaba evitar que alguna lagrima cayera por su mejilla. Los soldados se acercaron hasta la carroza y como era de costumbre se inclinaron en despedida de un guerrero. No podía ser una broma si todos se encontraban ahí incluso heridos despidiendo al soldado. Cuando se trataba de un gran guerrero, existía una posición clave para honrarlo. Solo podían inclinarse ante un rey, lo único que los superaba era honrar a un gran guerrero, y así, los soldados que habían llegado en un estado óptimo, se ubicaron de tal forma que Jimin no podía siquiera creer que eso era un sueño. Se lo estaban confirmando. Uno de ellos estaba muerto. 


Sus lágrimas no demoraron en salir, fuera Jungkook o Hoseok, ambos eran importantes para él, Jungkook... Su amante. No podía perderlo, no quería sonar egoísta, ni menos por tratarse de Hoseok como el otro guerrero, pero estaba preocupado de saber si se trataba o no de Jungkook, su corazón no soportaría tanto. ¿Sonaba egoísta? ¿El amor lo era? Pero si pensaba en Hoseok, cierto alivio lo alcanzaba, apenas, Jungkook podría seguir vivo pero el padre de su hijo, el amado de su esposa... No...


Las puertas se abrieron de golpe. El cuerpo vendado de un hombre bajo de la carroza. Tenía su torso descubierto con esas telas que debían de ser completamente blancas cubierto lo que era una herida producto de las manchas rojizas en el casi blanco más parecido a un gris de esas vendas. Tras bajar fue quien ayudo a tomar el cuerpo del gran guerrero, aun con esa parte de su cuerpo vendado, no pudo hacer más que ver la expresión en su rostro sin soltar quejido alguno, más sabía que el dolor era insoportable, de todos modos, ese guerrero valía un poco del dolor. Dejo ver el otro cuerpo recostado en las maderas, inerte, sin vida alguna...El guerrero muerto.


Su respiración se aceleró y obviamente sus lágrimas recorriendo sus mejillas. Bajo los escalones uno por uno mientras los veía acercarse. Luego de que los soldados se hicieran cargo de sostener las maderas con el cuerpo del reciente fallecido, aquel herido estuvo completamente solo para acercarse y explicarlo todo. Pero él...


—J-Jungkook...—Sus brazos lo rodearon de inmediato sin importar el público con el que se encontraban, pero poco tiempo duro el acto.


Jimin solo necesitaba asegurarse que no estaba imaginando nada, que no era su imaginación, que no era un alma que se encontraba vagando en el mundo en despedida antes de irse para siempre. Sólido como una roca, fue lo necesario para continuar. Tal y como lo sintió antes, el alivio no había sido nada en absoluto y las lágrimas solo podían seguir saliendo de sus ojos.


El cuerpo en el interior no era nadie más que Hoseok. 


—No pude... —Intento excusarse el menor. Jungkook apretó su mano en un puño con fuerza, bajo la mirada, estaba tan decepcionado de sí mismo, porque ese cuerpo no debía de ser el de Hoseok, sino el suyo. 


Con sus mejillas humedecidas, sabiendo que luego llegarían comentarios por parte de los ancianos en todo el reino para juzgar al rey de un débil al llorar por un guardia personal. No sabían nada, no tenían sentimientos, eran unos fríos tipos de mierda que siquiera merecían vivir. Mientras ellos se encontraban a salvo en sus casa, ese hombre había salvado a su reino. Perdió a uno de los guerreros más importantes del reino, el padre de su futuro hijo y amante de su esposa. 


—¡No! ¡Su majestad! ¡No se mueva de esa forma! —Las voces de más de una criada gritaron alertaron la presencia de su esposa en la entrada. 


Sunghee era dura de cabeza, con la noticia no hizo más que moverse y aplazar el parto, podían haber sido unos minutos, pero ella ya se encontraba en trabajo, y aun así, estaba ahí, presente. Seguía con las telas del vestido mal ubicadas de seguro por no dejarse retirarlas, pero la entendía, él estaba igual de ansioso por saber de su amante, solo que no pensó encontrarse con tal escena, más sentía el dolor de Sunghee, mucho menos de lo que ella viviría, lo sentía. 


Con sus ojos llenos de lágrimas al lado de Jungkook solo pudo indicarle un mal suceso a su mujer que le miraba desde esa altura de las escaleras. Movió su cabeza de derecha a izquierda repitiendo el acto un par de veces, con la mirada baja, sus lágrimas aun cayendo, ni su voz había logrado salir. Podía ver en su rostro el miedo, la tristeza. Los malos movimientos para bajar las escaleras lo obligaron a acercarse para tomar su cuerpo antes de que cayera, estaba débil y no solo por las contracciones de su vientre, su hijo estaba naciendo y Sunghee seguía ahí, de pie. 


—No...—Pronunció en una voz baja mientras se dejaba caer sobre sus rodillas mientras era sostenía por sus brazos. — ¡No! ¡No, no no! —Las lágrimas de Sunghee se hicieron presente junto con los gritos desgarradores. Su voz de esa forma lo rompía por dentro, dolía, pero aun así Sunghee no dejo de ver el cuerpo sostenido por los soldados, cubría su boca para no dejar ver su expresión de sufrimiento, más podían verse de todos modos.


Podía sentir el dolor, se identificaba, después de tanto hablar e imaginar el futuro de ambas familias juntas, el dolor era insoportable, le tenía demasiado cariño a Sunghee para verla de esa forma, no podía verla sufrir y menos ahora que se encontraba a nada de tener a su futuro hijo, que de hecho, debía de estar siendo atendida en ese mismo momento. Si, había sido egoísta al pensar primero en Jungkook, Sunghee pensaba igual, era el uno o el otro, cuando ambos estaban enamorados era difícil apoyar a la pareja del otro aun cuando se entendían entre si, solo existían dos líderes, ambos importantes, ambos con un amante. 


—Su majestad, debe volver. —Hablaban las criadas intentando tomar el cuerpo de su mujer. — Él bebe no aguantará mucho tiempo si se resiste. Podría morir. 


—Cariño, vamos... —Soltó Jimin intentando levantarla, pero el cuerpo de su mujer se había hecho más pesado de un momento a otro. —Estas en proceso de parto, no puedes...


—No...¡No!—Volvió a llorar contra su hombro aferrándose con fuerza. — Déjame morir, por favor...—Pidió con desesperación, su voz era desgarradora. — No quiero vivir... Mátame... Déjame ir con él...


El dolor podía sentirse en las palabras de la mujer, le recordaba a unas que el mismo dejo salir antes de dejar ir a Jungkook a la guerra, una de tantas veces que le recordó como acabaría todo si llegase a morir, él también lo haría. Apenas logrando ser articuladas, no eran palabras que vinieran solo con aire, venían desde el corazón y el sufrimiento que estaba sintiendo, un desgarrador dolor. 


—No, no te perderé a ti también. — Tomo el rostro de la contraria entre sus manos. — Debes volver, vamos... Él bebe... Su hijo, Sunghee... —Susurro estas últimas palabras. 


Se dio el tiempo de poner de pie a su esposa, el peso era el doble por ende con trabajo duro y ayuda de las criadas habían logrado levantarla. Jungkook por su lado permanecía lejos de ellos, la escena lo tenía igual de afectado o peor, pues el era quien había visto morir al guardia de la reina. El rostro de Sunghee iba entre el dolor de lo que estaba sucediendo a el dolor de las contracciones que seguro estaba sintiendo en ese preciso momento, pues el bebe estaba en trabajo y ella se encontraba ahí. 


Las criadas habían logrado subir las escaleras junto a la reina con dificultad, escalón por escalón, la mujer se quejaba con fuerza, en gritos. Jimin se preocupó tanto que no demoro en subir para ser de ayuda, ningún hombre además de Hoseok y él podían acercarse a la reina, más no terminaron el proceso de llevarla al interior del castillo. 


Las puertas de otra carroza se abrieron con fuerza, no fue el ruido de estas lo que les alerto, de hecho el ruido era demasiado normal para todo lo que estaba ocurriendo, fue el relinchar de los caballos les advirtieron del intruso. Un hombre armado con un arco portando el símbolo de Gouryeo había salido de una de las carrozas y se dirigía directamente a ellos, mantenía la flecha lista y preparada para disparar, su dirección solo era una, Jimin.


—¡Intruso! —Gritaron sus soldados. 


Nadie creería la descripción de la escena desde los ojos de Jimin. Vio como todo ocurría en una velocidad reducida, bastante. El intruso apuntando la flecha y lanzándola poco antes que sus propios arqueros apuntaran en dirección al hombre, ya era tarde para cuando este disparo la flecha, otra imagen que vio a la misma velocidad. Lentamente acercándose a él mientras intentaba moverse del camino, pero la velocidad de su cuerpo no era mayor a lo que estaba viendo.


¿El destino podía ser tan cruel? ¿Qué le esperaba al mundo con pensamientos tan cerrados como los que tenían los humanos actualmente? Ambición, riquezas, poder, todo lo que un humado deseaba cegaba la visión de una posible vida alegre y feliz sin necesidad de tener todo en sus manos. Existían cosas que él no había pedido vivir, no pidió nacer en una familia rica, menos ser parte de una familia real, tener sangre azul, sangre real, así como los pueblerinos no pidieron nacer en un lugar como ese, bajo la pobreza, enfermedades y problemas naturales. El destino era cruel, los de arriba querían estar abajo y los de abajo querían estar arriba. 


¿Por qué los buenos se iban y los malos continuaban con vida? ¿Qué error cometieron para tener un destino tan cruel? ¿Dónde estaba el supuesto ser divido que admiraban todos? Que mentira más grande era mantener a los humanos cegados de un ser todo poderoso que vendría a salvarlos, ¿Cuánto tendrían que esperar por él? 


Volviendo a las escenas que estaban pasando segundo tras segundo en una lentitud increíble. Jungkook comenzó a correr en su dirección, la flecha venía directamente a él, ¿Podía esquivarla? Hacerlo ponía en riesgo la vida de sus criadas, acompañantes y claro, su esposa, pero aun intentando mover su cuerpo, era imposible evitarla. La mano de Sunghee tironeo de su cuerpo obligándolo a caer, movimiento que salvo su vida, puesto que apenas cayo logro ver como esa flecha ya a una velocidad normal paso sobre su cabeza. Apenas había logrado dar un par de parpadeos cuando la flecha paso. Logro ver como sus soldados habían conseguido acabar con el hombre atravesándolo con más de una flecha. El cuerpo cayó al suelo con un notable sonido, pero no había sido el único sonido que lo saco de aquel trance.


—¡Ahhhh! 


Los gritos de sus criadas se escucharon con fuerza, el cuerpo de Jungkook tomo el propio pero no con el fin de cubrirlo, sino para alejarlo y recibir el cuerpo de su mujer entre sus brazos. No fue hasta que la vio caer en los brazos del menor que vio el sacrificio que había realizado. 


La flecha había atravesado el pecho de su mujer. 


La respiración de Jimin era acelerada, no era para menos, si había estado por ver la muerte frente a sus ojos, aun con el cuerpo de Hoseok presente y ahora ver a su esposa con esa flecha clavada directamente en su pecho. 


—¡Sunghee! —Grito antes de acercarse a ella, tomando el lugar junto a Jungkook. — ¡Sunghee! ¡Sunghee contesta!... 


—J-Jimin...—Habló con dificultad.


—Si, aquí estoy...—Hablo intentando calmarla. — ¡Rápido! ¡Un médico! 


¿Cómo calmarla cuando el mismo estaba alterado? Esa sensación, ese miedo, su corazón destrozándose, estaba perdiendo una parte de él, otra vez. Hoseok... Sunghee... ¿Por qué ellos? ¿Era Hoseok? ¿Había venido a buscar a Sunghee? ¿Por qué no le permitió vivir un poco más? 


Sus hombres de inmediato comenzaron a moverse. Las armaduras sondaban de un lado a otro, la protección en el castillo comenzó así como las criadas buscaban la forma de hacerle llegar la atención lo antes posible. No había que ser un idiota para saber que esas mujeres solo estaban interesadas en tomar esos últimos minutos de vida de la mujer para traer al mundo al heredero de Silla. No era su intención, sino por órdenes de muchos años ya inculcados en sus cabezas, la vida de la reina no importaba, menos cuando en su vientre estaba el futuro heredero. 


—¡Rápido! ¡Traigan lo necesario! —Ordeno una de criadas, aquella que mantenía el liderazgo.


—Jimin...—Hablo su mujer. 


— No hables, no... Se fuerte, por favor. —Le pidió a su mujer acariciando su rostro apenas, pues Jungkook la seguía manteniendo entre sus brazos. 


—Salva a nuestro hijo...—Hablo a duras penas con sus parpados cayendo lentamente, apenas lográndolos abrir de vuelta. — Déjame... Déjame ir con él, por favor.


¿Por qué no tenía una expresión de dolor en su rostro? ¿Cuándo cambio la expresión de su esposa? ¿Por qué estaba tan tranquila? ¿Dónde estaba el dolor? Esa expresión en su rostro lo tenía inquieto. Sunghee estaba dando su vida por él, ya la había dado ¿Por qué dejarlo vivo? ¿Por qué morir? Esa flecha debía matarlo a él no a ella, ella no tenía la culpa de nada y aunque el tampoco, era la cabeza del reino, debía pagar por todos ellos y sus malditos antepasados. 


La mano de Sunghee apretó con fuerza la propia, podía sentir como se resistía a morir solo por salvar a su hijo. ¿Era posible? ¿Qué se sentía estar al borde de la muerte? El solo recordaba los raspones de niño, cuando jugueteaba con Jungkook, uno que otro al entrenar, más luego se le impidió hacerlo y como Chim, nunca nadie le había tocado un pelo. Sunghee quería morir para encontrarse con su amado, así como él en su momento había tomado la decisión de morir si Jungkook no volvía a él. 


Él hubiera hecho lo mismo. 


Las mujeres se movieron más rápido de lo que creyó, fueron capaces de alzar telas alrededor de su mujer para alistarla por completo. Solo un médico en el interior mientras él estaba observando la situación como si se hubiese perdido en un sueño. Necesitaba despertar y creer que todo era una mentira, una más de sus pesadillas, había tenido tantas que aseguraba ser una más y la peor de todas. Entre esas telas se llevaba a cabo lo que el supuesto dios de todos llamaba algo divino. Un nacimiento, pero a su vez se llevaba una vida. 


¿Qué podía hacer? El cuerpo de quien ataco a su esposa yacía en el suelo, con todas las flechas clavadas en él. ¿Por qué quería vengarse? Quería que ese hombre estuviera vivo solo para matarlo con sus propias manos, pero terminaría siendo lo mismo que el otro reino quería, un rey que fuera capaz de matar sin piedad. ¿Qué tal si solo era una orden? Más aun siendo así, la orden seguía siendo sacrificarse, porque obviamente, solo un hombre contra ese reino, era que terminara muerto. 


Su mirada fue hasta el cuerpo de Hoseok, pudo sentir el mismo dolor que Sunghee una vez más, ¿Qué tal si hubiera sido Jungkook? Pero aun con su amado intacto, casi, sentía que el dolor no quería dejar su cuerpo, así como sus lágrimas las intentaba contener lo más posible para mantenerse fuerte. Lo estaba odiando, odiaba esa sensación en su cuerpo, odiaba sentir dolor, odiaba sentir el deseo de acabar con todo, alejarse, ser un rey solo traía problemas, ¿Por qué? ¿Por qué arriesgar vidas inocentes por poder? ¿Qué conseguían con eso? Fue tan poco tiempo el que compartió con Hoseok, cerca de dos años, sonaba a bastante tiempo pero si el recordaba todo, se hacía tan corto, aún faltaba tanto por vivir y estaba perdiendo a dos pedazos de él. 


—Me salvo...—Hablo Jungkook tras su cuerpo. Ambos se encontraban con la mirada baja observado nada más que la sombra, la masa de sombra bajo los pies de las criadas que aun mantenían la zona cubierta con las telas.— Hoseok me salvo. —Volvió a repetir el menor tras el causando un cosquilleo en su espina dorsal. —El rey de Gouryeo intento matarme. — Tomo una pausa donde Jimin pudo notar como tomaba aire por la dificultad que tenía al hablar. — Estaba herido, apenas podía moverme y de todos modos salía luchar. Cuando me rodearon los soldados ...Él...—Tomo una pausa una vez más. — El ataco al rey con Taehyung como lo habíamos planeado. Acabaron con él y uno de sus soldados... —Bajo la mirada. — No pude detenerlo... 


Vida por vida.


Jimin giro para encontrarse con la mirada ajena. Pudo ver en ella como sus lágrimas comenzaban a recorrer sus mejillas, apenas sabía una parte de todo lo ocurrido, siquiera sabía cómo habían ganado la guerra, tampoco el acuerdo al que habían llegado, era información irrelevante al momento, con su mujer a punto de morir y el cuerpo de Hoseok descansando a su lado, nada más le importaba, no podía darle importancia a un tema como ese cuando dos personas importantes, realmente importantes, le estaban siendo arrebatadas. 


El sonido de un llanto, los quejidos de un bebe se escucharon. Ambos terminaron girando su mirada en dirección a las telas ¿Estaba bien? ¿Su hijo estaba vivo? ¿Qué debía hacer? No podía estar feliz por un nacimiento cuando estaba perdiendo a su mujer, el dolor era tan grande que siquiera logro acercarse a la pequeña tienda que formaron sus criadas. ¿Felicidad? ¿Dolor? Una vida por otra. 


Las telas cayeron lentamente, más no dejaron ver el cuerpo de su esposa, en realidad, fue cubierto por estas tras dejar salir al médico con un ensangrentado bebe en los brazos, aquel que gracias a sus criadas ya preparadas, tomaron al pequeño y limpiaron su cuerpo con una otras de las telas. Claramente no lograrían quitar todos los rastros de esa piel a menos que fuera limpiado como era debido, pero como era de esperarse, se acercaron a entregar a su hijo en sus brazos. El primero en verlo debía de ser él, el rey, su supuesto padre. 


—Feli...cidades su majestad. — Soltó la chica algo incomoda al referirse a un sentimiento que no se daba por completo, menos cuando se estaba perdiendo a la reina en ese momento. — Tenemos una princesa. 


Pequeña. Se le hizo difícil estirar sus brazos para tomarla entre ellos. Frente a ellos se encontraba el cuerpo de su mujer cubierto con las telas, algunas manchas rojas comenzaban a notarse justamente en la zona donde el medico debió de retirar la flecha antes de dejarla descansar en paz. Ni despedirse pudo, ni agradecerle la vida que le dio, nada. ¿Cómo se suponía que debía resistir? Sus lágrimas de nueva cuenta salieron, no era algo que pudiera soportar. Era peligroso incluso tener un cuerpo tan delicado entre sus brazos. Se sentía débil, podría dejarla caer, a su pequeña hija. 


—Señor... 


Los ojos de todos estaban puestos en él. Querían el gran anuncio, no solo de la princesa, sino que también de la muerte de su reina, de su guerrero, de todos los soldados. El guardo silencio, los observo a todos y a cada uno de ellos que mantenía su mirada en él, siquiera importaba que la bebe comenzara a llorar, él tampoco sabía que debía de hacer, pero el dolor, la tristeza, obligo a todos a tener los oídos sordos. El silencio reinó, solo se escuchaban los quejidos de su hija en sus brazos, mientras el resto de las personas se encontraban inclinados en despedida. 


Ese día no perdieron uno, sino dos guerreros. 


El reino se vistió de negro, cuando deberían de hacerlo en 'rosa' en honor a su hija, la princesa de Silla. No lo permitió, no celebraría un nacimiento cuando había aun que dar honor a las perdidas. Su hija estaba protegida, viviría a su lado, crecería, que pasaran un par de días no quería decir que la ignorara, de hecho, su papel de rey iría más allá aun siendo juzgado. A esa pequeña la criaría el, sus criadas, su madre, lo ayudarían, pero no la dejaría jamás, no permitiría que alguien se llevará lo único que le quedaba de Sunghee y Hoseok. La misma promesa, Jungkook la realizo. 


Que difícil era, procesar todo lo que había ocurrido. Era una mala pesadilla, una de las tantas que tuvo cuando de tanto pensar en estrategias terminaba recostado junto a su esposa, cansado, quejándose, con un dolor ligero de cabeza y obligándose a dormir en mal estado, pesadillas.


La puerta de su oficina sonó en un par de golpes, suaves, había ordenado el silencio absoluto, no quería ruido, no quería un grito, quería paz por al menos unos días. No necesito hablar cuando la puerta se abrió, agradeció que así fuera, puesto que ni de su boca quería escuchar algo. Solo había una persona en el reino que podía ingresar de esa forma, sin anunciarse, ahí estaba Jungkook, quien cerro con la misma suavidad la puerta tras su cuerpo. Aun cuando escucho los pasos de este acercarse no detuvo el escribir con su pluma sobre ese papel, el menor tendría que perdonarlo, pero esta vez había trabajo mucho más importante y era la única forma de plasmar sus sentimientos. 


¿Qué existía más allá de la muerte? ¿Sunghee podía verle? ¿Leería lo que escribía para ella? No pudo evitar llevar su mano hasta su collar que sostenía no solo el anillo de matrimonio de su mujer, sino el collar son el símbolo de Baekje que ella misma traía cada día hasta el día de su muerte, uno muy preciado para ella y que había tomado en su memoria. 


—¿Lo conservaras? —Pregunto el menor en una voz ronca al hablar tan bajo con tal de mantener ese silencio.


Asintió. 


—Es algo que quiero entregarle a mi hija cuando crezca y entienda lo que hizo su madre por ella. —Sería difícil contarle a su hija sobre su madre, en algún momento la pequeña se lo preguntaría. Odiaba tener que pensar que crecería sin su madre así como él lo hizo 'sin su padre', un rey jamás le prestó atención a los hijos, solo se encontraba ahí la reina, el cambiaría las cosas.


—Sabía que dirías algo como eso. —Jungkook volvió a hablar en el mismo tono de voz, se acercó apenas a él. El menor podía entender, porque a él también le dolía. 


—¿Soy muy predecible? —Soltó desanimado apenas alzando su mirada a los ojos contrarios. Jungkook podía ver en la mirada ajena el dolor.


—No. —Negó. — Eres de sentimientos honestos. Siempre fuiste así.


Con suerte logro formar una suave sonrisa, una sincera. Soltó un suave suspiro, dejo la pluma a un lado sin quitarle la mirada a Jungkook. 


—Todo está listo. —Confirmo el menor. 


Asintió. 


—Ya es hora...


Tomo aire una vez más y cerro el papel en varios pliegues para llevarlo a su bolsillo. Había pensado en dejar en la mano de su esposa el anillo de oro en señal de mantener una unión entre ellos, una unión simbólica nada más, como lo habían hecho con el matrimonio, pero gracias al comentario del menor retiro la idea. Conocía a su pueblo, conocía a los humanos, de saber que se encontraba una pieza de oro en una de las tumbas, llegarían a ella de una forma u otra. Quería un descansar tranquilo para su mujer y su amante, no dejaría que llegaran a ellos por simple ambición. Aun cuando podía darle protección a sus tumbas, solo conseguiría que los humanos más la desearan. 


—¿Lo tienes? —Pregunto al menor tras salir de su escritorio y finalmente acercarse a él.


—Aquí esta. 


Jungkook acerco hasta su escritorio un anillo de plata que llevaba Hoseok en su mano, portaba el símbolo de Baekje, era el mismo anillo que tenía Jungkook pero la diferencia existía en los símbolos del reino, el anillo solo significaba algo, todo el mundo lo sabía, ese anillo era de un guardia personal de la realeza. Para Jungkook guardia de Jimin, para Hoseok, guardia de Sunghee. 


Tomo el anillo y lo llevo a un cofre que se encontraba ya en el escritorio. En el mismo, luego de retirar del collar que colgaba de su cuello, ubico el anillo de su esposa, los ubico a ambos juntos, como una pareja y lo cerro bajo llave. Si no podía tener una simbología entre los cuerpos de ellos lo haría entre sus joyas, solo Jungkook y él sabían su significado. 


—Siempre permanecerán juntos. —Dijo mientras observaba el cristal que reflejaba ambos anillos juntos. —Era difícil. Su mano se empuño poco a poco sobre ese cristal hasta cerrarse por completo. —'Lo siento'. — Pensó. 


—Nos esperan. —Jungkook había decidido no interrumpir en ningún momento los movimientos de su pareja, de todos modos el también sentía ese dolor al ver a Jimin. No fue cercano a Sunghee, pero Hoseok significo mucho para él en ese poco tiempo. Él fue quien le salvo, entrego su vida por él aun cuando insistió en que debía ser él quien debía volver. 


—Así es... —Jimin hablo en un suspiro, era difícil hablar cuando solo quería llorar. 


Una vez más tomo aire pero esta vez, al girarse se acercó hasta el menor como debió de hacer desde un principio. Frente a él no pudo evitar abrazarlo con fuerza, no había podido mostrar otra señal de afecto durante el día, había sido un fuerte despertar, toda una mañana de sufrimiento el día anterior, lleno de emociones, sin poder descansar por la noche. Solo un día había pasado desde la pérdida de su esposa y Hoseok. No estaría tranquilo hasta dar una despedida como era debida. Jungkook no pudo hacerle compañía, debía tratar sus heridas y el... Él deseaba llorar todo lo que no pudo hacer frente a sus soldados, solo, en su habitación que anteriormente compartía con su esposa. 


Como rey, cumplió la orden de realizar la ceremonia en el interior del castillo, en los jardines que tanto disfrutaba ver Sunghee, en ese mismo lugar dejarían un símbolo en su nombre y a su lado estaría Hoseok. Pareció sorpresiva la decisión, muchos estuvieron en su contra, ¿Cómo sepultar dos cuerpos en los jardines? ¿Y por qué no? ¿Qué harían? Por tratarse de la reina y su acto heroico nadie se opuso al dar sus razones, el conseguiría lo que quería, lo haría por ellos. ¿Por qué junto a su guardia? Era otras de las preguntas que llegarían y que él se negaría a responder, era un tema que a nadie más que a él debería de importarle.


La ceremonia comenzó con una gran masa de personas. Dio un largo discurso en memoria a ambos, era impresionante como debía de controlarse para no derramar lagrima alguna frente al reino entero. Pero era humano, no pudo evitar dejarlas salir en medio de su hablar, jamás olvidaría lo que su esposa hizo por él, ni menos lo que Hoseok hizo por el reino, por su amante, lo salvo, sin él... Jungkook... Su Jeon Jungkook no estaría ahí, parado detrás de él como solía hacer siempre, cuidando su espalda con sus heridas recientemente tratadas.


Descubrieron ambos monumentos, dos inscripciones. 


'Guardia real: Jung Hoseok' 


'Reina de Silla: Kim Sunghee'


No paso mucho tiempo para que ambos se llevaran de flores. Una fila de personas se organizó para iniciar la entrega, una por una dejando frente a los monumentos, en un inicio, luego a su alrededor, cada flor en memoria de ellos. La inclinación duro más tiempo de lo normal. La despedida aun cuando culmino, él seguía en el lugar observando, perdido en sus pensamientos y tras él, el cuerpo del menor cuidando cada uno de sus movimientos.


Ordenaría plantar flores en el lugar, para mantenerlos siempre con hermosos colores, le recordaría lo felices que eran juntos y lo que debían estar ahora que finalmente estaban juntos sin reglas que seguir. Se había cumplido el deseo de su esposa, ir al lado de su amante, tal y como él hubiera hecho. Ahora entendía a lo que Jungkook se refería, era difícil, creer que podía acabar con su vida por la de él, pero el dolor, sería el mismo que Sunghee vivió, insoportable, desgarrador. 


—Espero que estés realmente feliz ahora. — Hablo a la 'nada', eso sería para cualquiera, para Jimin, era hablarle directamente a su mujer. 


Finalmente, se acercó hasta la tumba de su esposa y realizo un pequeño agujero con su mano, tras mover un par de flores que le impedían la vista de la tierra. Fue ahí donde dejo la carta y la cubrió entre césped y reorganizando las flores sobre esta. 


—Seguro que está muy feliz ahora...—Hablo Jungkook a su espalda, finalmente rompiendo su formación para acercarse hasta su rey ubicándose a su lado. 


—Quiero creer...Que esto es aún un sueño. —Dijo en una voz suave y apagada. — ¿Crees que pueda ser un sueño? —Giro su mirada a su amante. Jungkook aún tenía en su rostro con ungüentos sobre los raspones. 


—Yo espero lo mismo. —Jungkook soltó en un suspiro igual de apagado. — Pero siempre creí que tendríamos otro tipo de sueños si estábamos en el mismo. 


—Prefiero esos sueños a algo como esto. —Ambos podían estar hablando de un tema que siquiera correspondía a un momento como ese, pero en sus tonos de voz no parecía ser un tema de 'esos'. — Parece un mal chiste. 


El menor finalmente elevo sus manos hasta tocar los hombros contrarios. 


—¿Cómo está tu herida? —Llevo su mano a la contraria aun permaneciente en su hombro. —El médico me conto la locura que hiciste...— Con todo lo que había ocurrido, Jimin no había tenido tiempo de hablar con Jungkook, no sabía del estado de su hombro, menos de cómo se encontraba esa herida, una que ahora tenía una marca permanente gracias a esa gran locura. 


—Era la única forma de volver. —Soltó en una voz suave. — A veces creo que no debí de hacerlo. Pero vuelvo a preguntarme, de no ir hubieran muerto más soldados, pero de no ir, Hoseok estaría vivo. — Si, Jungkook se culpaba por la muerte de Hoseok. 


—Cerrar una herida quemando tu piel. —Jimin realizo una mueca en sus labios y soltó un suspiro pesado, podía imaginar la marca que tenía el menor en su piel. — También estuve por perderte, ¿No? —Su voz volvió a apagarse, a bajar la mirada, a contener una vez más las lágrimas. — ¿Qué hubiera hecho si te pierdo? 


Podía parecer el rey más sentimental de todos, el que más demostraba sus emociones, quizás verse débil, pero solo él sabía lo que sentía tras ese rostro calmado que intentaba mostrarle a todo el mundo y esa ligera sonrisa de 'todo estará bien'. Necesitaba desahogarse, llorar el resto de dolor que quedaba en él, dejarlo salir todo para ser capaz de enfrentar lo que el futuro le preparaba. Llorar ambas perdidas, llorar la casi perdida de su amante, llorar todo lo que estuvo guardando esos días del miedo. Solo así volvería a descansar en paz. 


Ocho años más tarde...


—Llegaremos tarde. — Soltó en un suspiro caliente contra la boca contraria. 


—Aún tenemos tiempo. —Respondió el menor como acostumbraba a hacer con tal de convencerlo, esa voz ronca que salía de él al susurrar, le excitaba. 


Tener sus labios conectados era un verdadero problema, más con el tiempo en su contra, los guaridas vigilando su puerta, no podían hacer más que rozar sus cuerpos, acariciarse y demostrarse amor con simples caricias, que para ellos, era toda una tortura. Un beso no solo era una demostración de amor, para ellos era el inicio de un juego lujurioso. ¿Qué podían hacer? Ambos eran hijos del pecado mismo en persona. 


La lujuria era su debilidad, su pecado capital y había encontrado con quien calmarla, en comparación a otros reyes que buscan a más de una mujer, engañan a sus esposas, no era algo que fuera con él. Además, el menor tenía todo lo que necesitaba para estar completamente saciado. Termino soltando un jadeo contra sus labios, tener esos roces por sobre el escritorio eran una verdadera tortura, más por la ubicación en la que se encontraban, el rodeando el cuerpo ajeno con sus piernas con tal de mantenerlo rozando su entrepierna contra su trasero. Esos besos habían dejado de ser inocentes, estaban entrando en un ambiente verdaderamente caliente y él no tenía control o al menos, más que Jungkook. 


—¿Recuerdas cuando evitabas hacer este tipo de cosas en lugares así? —Dijo Jimin burlándose de su pareja. 


—Ya estoy acostumbrado. —Rio leve sobre la boca ajena, una risa no impediría que siguiera tocando los labios del mayor.


—Te tomo bastante tiempo acostumbrarte, ¿Eh? 


—Calla... Déjame besarte. — Exigió el guardia personal. 


Le encantaba como el moreno tomaba su cuerpo como todo un experto, después de tantos años Jungkook sabía exactamente lo que le gustaba y sabía cada una de sus debilidades, las cuales terminaba usando en su contra. Desde tomo ser tomado hasta por donde comenzar a besarlo, lo que era peligroso en algunas oportunidades, como esa. 


—Agh... Jungkook. —Gimió contra sus labios, aprisionándolos ligeramente más de lo normal, todo por resistir que ese sonido saliera con más fuerza. — Ya detente... Llegaremos tarde. — Volvió a soltar un suspiro caliente contra su boca. 


La respiración del moreno se encontraba igual que la propia, completamente descontrolada, agitada, caliente, podía notar que ninguno sabía controlarse, necesitaban más práctica aun con todo el tiempo que había transcurrido. 


—Recuérdame porque tengo que dejarte ir...—Dijo Jungkook en una sonrisa pícara buscando convencer a Jimin de quedarse más tiempo a su lado.


—Por Hee...Nhm...—Volvió a gemir. Jungkook sabía muy bien porque debía dejarlo ir, pero al menor le encantaba buscar excusas para hacerlo hablar mientras gemía.— Su cumpleaños... Nhm... 


Toc-Toc 


El sonido de la puerta los detuvo, más no los separo, llevaban años realizando los mismos encuentros, sus guaridas conocían las reglas, nadie podía ingresar a menos que él lo autorizara, por ende les daba más tiempo para recuperar el aliento, de lo contrario seguirían jugando. Salir del escritorio, arreglar sus ropas, intentar bajar el color de sus labios, arreglar su cabello, era toda una rutina mientras Jungkook realizaba la misma y se paraba a una distancia prudente de él sosteniendo su espada a un lado aun afirmada por el cinturón, manteniendo el símbolo de Silla en su anillo al sostener el arma.


—¡Señor! —Anunció el guardia desde la puerta. —La princesa solicita su presencia en su habitación. 


—Te lo dije. —Dijo en una sonrisa victoriosa tras mirar a su pareja.


—Esta noche no te salvas. —Advirtió el menor atrapándolo una vez más entre sus brazos luego de ver a Jimin dar un par de pasos hasta la puerta con la intención de salir. 


—Eso depende de Sunghee —Dijo entre risas tomando las manos contrarias para darle ligeras caricias mientras lo mantenía atrapado. — Ella no se duerme temprano los días de su cumpleaños. — Sonrió pícaro.


—No...—Jungkook susurro al oído de este. La excusa, más bien la técnica que Jimin usaba para excitarlo siempre funcionaba. — Pero se quién puede entretenerla abriendo los obsequios... —Dijo sonriente, victorioso, Jungkook tenía siempre un plan.


—Siempre con un plan B. —Realizo una ligera mueca como niño travieso.


—El plan B siempre funciona. —Susurro esta vez Jungkook a su oído antes de buscar sus labios. 


El menor volvió a unir sus bocas en un beso lento, nuevamente largo aun cuando sabía que el control que quedaba en ambos era prácticamente nulo, Jungkook le gustaba jugar con su libido. 


Toc-Toc 


—¿Señor? —Insistió el guardia en su puerta. 


Se separó de inmediato. 


—¡Voy en seguida! —Si, lo había olvidado.


Jungkook volvió a reír victorioso, es más, robo un nuevo beso de sus labios para luego dejarlo libre de una vez por todas. Complicado pero lo había conseguido, ahora le quedaba atar sus manos para dejarlo ir con su hija.


—Te veo en la fiesta. —Dijo en despedida con otro beso, si, el menor no se cansaba de ellos.


—¿Iras por Seokie? —Pregunto mientras se acercaba a la puerta, obviamente seguido de su guardia personal.


—Si. — Soltó animado, Jungkook estiraba su cuerpo un poco, le venía bien, más después de tanta tensión sexual. —Te dije que era mala idea obsequiarle una espada. —Se quejó.


—Ya era hora que lo dejaras tener una. Está a un año más tarde de lo que tu comenzaste a entrenar. — Arqueo la ceja tras girarse a su pareja. — Sabes lo que el quiere... 


—Las de madera estaban bien. — Insistió Jungkook quejándose una vez más. 


Negó.


—¡Hey! —Lo regaño dando un ligero golpe contra el hombro del menor. —Nuestra hija necesita protección. 


—¿Y planeas que su hermano la proteja? —Jungkook rio. Mantenía una sonrisa idiota cuando ambos hablaban de sus hijos con tanta naturalidad, siquiera eran de ellos como pareja pero así los habían dejado. No importaba necesitar una mujer para tener hijos, ellos podrían ser dos padres con dos hijos. 


—Recuerdo que a esa edad mi guardia personal era menor que yo. Y...—Jimin canturreo un tanto para seguir regañando a su pareja. — Quería protegerme a como de lugar... 


El menor rio, asintió como el baboso enamorado que era y se retiró de la oficina, tras guiñarle el ojo a Jimin. Se había adelantado, girando sus cuerpos para evitar el siguiente golpe del más bajo, lo terminaría regañando siempre con temas como esos, lo conocía demasiado bien. Su rey. 


Tras arreglar sus ropas, calmar su respiración, salió siendo escoltado por dos de sus guardias hasta la habitación rosa, así la nombro Sunghee. Con ocho años de edad se estaba convirtiendo en toda una mujer, tal y como a su esposa le hubiera gustado verle crecer. Comenzaba a ver en ella el carácter de su esposa fallecida, fuerte como ella, traviesa, rebelde, a esa edad sabía lo que quería.


Sunghee, el mismo nombre de su reina. Tras su perdida no dudo en llamar a su pequeña princesa en su nombre, su hija llevaba el nombre de una guerrera y la heroína del reino, aquella que dio su vida por el rey. El valor de su esposa fue de ayuda para darle más voz a las mujeres y no olvidar que ellas también pueden hacer más que simples tareas caseras, así le tomaron más el valor a sus órdenes, aquellas que había dado cuando su mujer estaba a su lado. 


—¿Cariño? —Toco la puerta. — ¿Estas lista? Te esperan en el salón. 


—¡No! —Se negó la pequeña. Esa voz, estaba encaprichada. 


—¿Por qué no? —Dijo desde la puerta en una sonrisa mientras negaba, su pequeña era toda una ternura cuando se quejaba. 


—¡Hobi no vino por mí! —Volvió a quejarse. Podía imaginarla cruzando sus brazos sobre su pecho con ese ligero puchero en sus labios. La voz de su princesa sonaba amurrada, tal y como una niña pequeña cuando no obtenía lo que quería. 


—¿Quieres que Hobi venga? —Pregunto de vuelta en la misma posición.


—¡Si!, el debería llevarme a la fiesta.


—¿No puedo hacerlo yo? —Tomo una pausa. — Soy tu padre. 


—¡No! 


Rio. 


—Quiero a Hobi. —Insistió. 


Termino abriendo la puerta para ver a su pequeña hija amurrada sentada en la cama con sus brazos cruzados. Traía un vestido en diseño del mismo hombre que confecciono los últimos trajes de su esposa, telas en tonos rosas diversos y telas brillantes en dorado, además de los pequeños zapatos que traía en color blanco. Como toda princesa, debía llevar el símbolo de Silla y esta lo tenía en un prendedor en su vestido en el lado derecho de su pecho, desde hace dos años que le entrego el collar no había querido reemplazarlo de su cuello, además de siempre presumirlo, era el collar de su madre. A eso debía de agregarle la corona de su pequeña, un accesorio que no era de sus favoritos pero que esta sabía por ley que debía de ocuparlo de todos modos. 


En cuanto a sus características físicas. Sunghee tenía razón, era su hija. El parecido a él y su mujer era impresionante, era una versión femenina de él y rasgos de su madre como el color de sus ojos, la delicadeza de sus manos y el color de su cabello. Aun así, veía en ella parte de Hoseok, quizás no físicas, sino en su tímida personalidad y bromista, como aquel que no deseaba ser llamada como Hee frente a otras personas, sonaba muy dulce para ella. 


—Cariño, Hobi y Jungkook nos esperan en la fiesta. —Soltó en una voz suave mientras se acercaba a su pequeña, obviamente tras cerrar la puerta. 


—¡No! Hobi debería venir por mí. Es mi guardia...—Se quejó una vez más.


—Hobi está entrenando para ser tu guardia. —Explico con calma. — Si el viene por ti tiene menos tiempo de entrenamiento. ¿Quieres que no esté preparado para asumir su puesto? 


La pequeña negó mirándole a los ojos. 


—¿Cuándo pasara eso? —Pregunto más emocionada, al menos ubicando sus brazos a cada lado de su cuerpo deshaciéndose del cruce sobre su pecho. 


—Cuando cumplas doce años, Min será nombrado tu guardia. —Jimin se acercó hasta sentarse a su lado, donde tomo la mano pequeña para acariciarla con suavidad.


—Pero todos dicen que ya lo es. —Realizo un puchero. 


—Porque él es un Jeon, y todos los Jeon siempre son nuestros guardias. 


—¿Cómo el tío Jungkook? 


—Así es cariño...—Sonrió al escuchar el nombre de su pareja. Tio, así había decidido llamarle, no podían siquiera sus hijos saber de su relación. — Jungkook es mi guardia desde hace muchos años... Hobi también será el tuyo, solo debes esperar. ¿Si?


—Falta mucho tiempo...—Volvió a formar un puchero en sus labios. 


—Pero no llegara el día si no soplas las velitas de los ocho años. —Comento en un nuevo intento de convencerla. —Entonces, ¿Vamos?


La pequeña formo una 'o' con sus labios y luego asintió más animada. 


—¡Bien! —Dijo animado. — Entonces vamos a soplar las velas de los ocho años, así pasaran más rápido..


Sus palabras fueron lo suficientemente animadas para llevar con él a su hija. Le encantaba el sonido de los zapatitos de su pequeña resonando en los pasillos, más cuando esta iba saltando de lo feliz que se encontraba. Nunca habían realizado algo como eso, el rey en busca de su hija o el rey en la fiesta de su hija, el era diferente, estaba criando a su pequeña con sus propios métodos, ser humilde siempre. 


Como en toda celebración, las trompetas sonaron al ingresar al salón anunciando la llegada de la realeza, ya sea él o su pequeña, en ese caso para ambos. Su pequeña princesa traía su corona al tamaño adecuado a su cabeza, así como los otros príncipes y princesas de los reinos más cercanos, entre ellos el príncipe de Gouryeo, príncipe y princesa de Baekje, entre otros más de otros reinos. Silla era un festejo actualmente, todo en rosa gracias al color favorito de su pequeña. Jimin sabía que no solo era una celebración del cumpleaños de su hija, sino que también un honor a su esposa, la reina.


Ya era una costumbre tener a los príncipes en el castillo, Hee tenía buenas amistades, era muy diferente a lo que habían vivido años anteriores, quería algo diferente y agradecía que los otros reyes comprendieran su punto de vista. Las generaciones debían de cambiar, tenían que tener nuevas formas de interacción entre sus reinos y esa era la mejor, teniendo de vez en cuando una visita de la realeza al castillo como ellos debían de ir al resto. 


¿Cómo llegaron a un acuerdo con Gouryeo? 


Desde que Taehyung asumió el puesto, sus reinos estaban en paz, increíblemente el gran cambio lo realizo el heredero. Taehyung tenía una visión ya lista para su reinado, había sido su padre el que impidió tomar el trono solo por su sed de poder. Ahora eran tres reinos en la península coreana completamente unidos y esperaba que sus hijos entendieran el valor que les estaban entregando. Gracias a eso, no existieron problemas en esos ocho años y esperaba que no existieran en los próximos, pero como lo había pensado, todo iba en la educación de sus hijos, los futuros reyes. Debían enseñarle lo que era tener paz. 


—¡Hobi! —Su pequeña hija salió corriendo de inmediato hasta el pequeño.


Jungkook era tan estricto como sus padres, todo por mantener el apellido Jeon y es que fue hasta el momento en el que se convirtió en padre que le tomo el peso a todo lo que le estuvieron enseñando desde pequeño. 


El menor no tenía parecido alguno con Jungkook, porque no era un hijo biologico de él. Tras la guerra Jungkook y los escuadrones salieron en ayuda a los pueblos cercanos que se vieron afectados por los combates, muchos de ellos fueron utilizados como refugios, por ende se encontraron entre cenizas y derrumbes por los ataques de Gouryeo en los avances. El menor al volver, trajo consigo un bebe envuelto en sus telas de la capucha, conto sobre el encontrarlo en brazos de una anciana que intentaba cuidar de él, fue el lloriqueo del bebe lo que le guio hasta encontrarlo. La mujer no se encontraba en condiciones de cuidarlo, su vida estaba casi terminada y no tenía la edad para mantener a un pequeño de apenas unos meses de nacido. Fue entonces que Jungkook asumió el cargo como padre. Realizar una ley que lo permitiera fue difícil, criar a un hijo que no era suyo como un hombre sin una mujer a su lado le complico las cosas a los Jeon, fue una charla que llevo bastante tiempo, incluso diría que meses, pero el pequeño jamás dejo al menor, ya había asumido una paternidad y ninguno de los dos se cansaría hasta conseguirlo. Por otro lado, los Jeon eran justamente los que no aceptaban la decisión de su hijo, de no ser por la madre de Jungkook no lograrían convencer al consejo, al nuevo, con dos integrantes más en reemplazo de sus nuevos ángeles. Desde ese día el pequeño se convirtió en Jeon Hoseok, con fecha de cumpleaños como el día en el que fue encontrado.


—Su majestad. — Dijo el pequeño inclinándose a su pequeña hija, la princesa.


Jimin se había acercado hasta el trono, como correspondía, para tomar asiento y ser vigilado por su guardia personal. Jungkook ya se encontraba en su posición a su lado, el gran guardia personal del rey, Jeon Jungkook, así le conocían todos. 


—¡Yah! — La menor se cruzó de brazos frente a Hobi. — Te dije que no me llamaras así...—Se quejó Hee. 


—Papá me dijo que debo hacerlo. —El pequeño hablo tal y como Jungkook solía hacerlo cuando eran pequeños, siempre dándole la razón a sus padres, a las enseñanzas. — Además estamos con público, no puedo tratarte de otra forma. — Esta vez hablo entre dientes, pudo notarlo, en realidad todos. Para los guardias era algo de todos los días. 


—No me gusta... —Hee rodo sus ojos desviando su mirada de su guardia. 


Jimin no pudo evitar reírse. Era una hermosa forma de recordar el pasado. Elevo la mirada al menor a su lado, sabía que estaba escuchando atento la conversación como él, esa sonrisa no se la podía sacar nadie y era interesante, puesto que Jungkook acostumbraba a mantenerse serio en festividades como esa. 


—Esto me recuerda algo. — Pronunció Jungkook bajando finalmente la mirada a su pareja. Mantenía su mano en la espada listo para cualquier ataque, era una costumbre del menor hacerlo y siempre recto, con la mirada en alto. Hobi lo imitaba, estaba tomando a su padre como modelo a seguir, podía verlo en cada una de sus acciones, era una admiración hacía Jungkook. 


—¿Por qué se lo exiges? —Pregunto Jimin en una sonrisa. — Yo también lo odiaba. —Rio leve. 


—Porque soy un Jeon, el es un Jeon y debemos tener respeto por nuestros superiores, mi rey. —Se inclinó. 


Ahí estaba, su guardia personal, su amante, pareja, novio, el hombre con quien compartía la cama, quien le hacía gemir su nombre y poco tiempo atrás le estaba besando y frotándose contra el sobre el escritorio. Como siempre Jungkook buscaba provocarlo, el menor siempre conseguía lo que quería... Lo amaba, porque ya conocía todo de él. 


—No parecías tener mucho respeto en la oficina. — Susurro tras ponerse de pie y obviamente a su lado. Por su estatura era la única forma de que ese susurro sea solo escuchado por él.


—Y no olvides que hoy te veo en nuestra habitación. — Jungkook sonrió con malicia. 


—Shh... Calla. — Exigió. 


¿Por qué lo hacía? Sabía que sus mejillas se encenderían con un comentario así, lo hacía todo a propósito. Pero lo amaba. Nadie dijo que enamorarse sería fácil, tampoco quería asegurar que el futuro se mantendría así, con tanta calma, con tanta felicidad. ¿Algún día lograrían estar con tranquilidad sin ocultarse? ¿Algún día las personas entenderían que el amor no era malo? ¿Qué podían amar a quien su corazón aceptara? No tenía que importar el sexo, hombre o mujer, si el corazón latía en su llamado, solo debían de responder. 


Él era feliz. Muy feliz. 


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