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Te acompaño a llorar por Mari-Sponge

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– ¿Sucede algo, Kuro? –preguntó el teñido, al encontrar a su novio, sumido en sus pensamientos, por quinta vez en el día.

–No, nada –respondió automáticamente el moreno, antes de tomar a Kozume por los hombros, acercarle, y plantarle un largo beso en la frente. El menor se dejó hacer, con la duda en el corazón, fingiendo que le quitaba importancia al comportamiento de su novio. Los entrenamientos seguían su curso rutinario; las caminatas a casa, eran igual de siempre. Pero las noches juntos, cada vez eran menos. Las excusas se volvían cada vez más patéticas con el paso de los días; hasta que Kenma decidía despedirse con un beso, antes de que Kuroo se rompiera la cabeza pensando en qué le impedía quedarse esa noche.

Y las citas de compensación, comenzaron. Idas al cine, paseos en los parques de diversiones; incluso más de una vez lo arrastró a cafeterías a comer pay de manzana. – ¿Te ocurre algo? – soltó como bomba el teñido, con los ojos fijos en la pantalla del televisor. Kuroo permaneció en silencio, en donde el sonido del videojuego era lo único que resonaba en la habitación. El timbre que anunciaba el fin del juego, le sacó de sus pensamientos. – ¿De qué hablas? Estoy perfectamente bien –replicó con una sonrisa, tratando de sonar normal. Pero el gesto se esfumó momentáneamente de su rostro, mientras Kenma le miraba fijamente a los ojos, mientras señalaba la pantalla. El Scyther de Kuroo, miraba al suelo apenado, mientras el rótulo de cuarto lugar, se posaba sobre él. –Eres malo, pero no tanto –la voz de Kozume le hizo voltear a verlo.

El menor quedó sin palabras ante el beso tan demandante que Tetsuro le había robado. –Te digo que no me pasa nada, Gatito –susurró sobre sus labios, antes de volver a besarle. –Ya es tarde. Apaga eso y vamos a dormir –el capitán del Nekoma se estiro, soltando un bostezo demasiado fingido, aunque Kenma le restó importancia. – ¿Te quedarás hoy? –una sonrisa ladina apareció en el rostro de Kuroo. –O podemos ir a mi casa, lo que prefieras.

–No. Prefiero quedarme.

–Mis padres no están.

–Que no.

– ¿Por qué no?

–Es noche, hace frío.

–Gatito flojo.

–No lo soy.

–Lo eres.

–Que no.

–Si.

–No.

Por un momento estuvieron peleando así, hasta que Kenma comenzó a guardar todo, al ver como Kuroo insistía en apagar la televisión. –Vamos, sabes que no me gusta que pases tanto tiempo con esas cosas mientras estoy contigo.

–Estábamos jugando juntos –se excusó el menor, frunciendo el ceño, mientras enredaba el cable del control. –No, tú jugabas, yo apretaba botones –siguió molestando el moreno, mientras guardaba la consola en el cajón correspondiente. Kenma soltó un gruñido, antes de dejar escapar un grito de sorpresa, al verse atrapado por los brazos de Kuroo. –Ya, enojón. Vamos a dormir.

Los siguientes días, eran como antes de aquel partido. Las semanas pasaron, y Kenma juraba que todo volvía a la normalidad. Nunca estuvo tan equivocado.


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