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UshiHina week (2018) por 1827kratSN

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Irían a caballo para no llamar mucho la atención y para facilitarse el transporte por las largas rutas donde los caminos no estaban bien marcados y la hierba alta dificultaba la movilización. Se preparaban para aquello sin apuro, repasando la ruta a seguir y los planes de contingencia en caso de tener algún problema en medio del viaje. Ushijima fue elegido como el líder de ese pequeño grupo de resguardo para los dos Hinata que viajarían, siendo estos el señor de la familia y el segundo hijo del mismo. El motivo del viaje sería una visita formal a una familia amiga con la que empezarían un nuevo negocio en pro de ampliar el mercado entre sus tierras.

Simple, conciso, sin dificultades o secretos.

El más emocionado por el viaje era Shouyo y no solamente porque al fin saldría de casa para conocer un nuevo lugar, costumbres, gente, paisajes, sino porque su escolta sería aquel alfa serio con el cual estaba encantado pues, a pesar de los años, la esencia del niño que conoció en la infancia estaba presente. Estaba ilusionado pues fue su padre mismo quien le contó que Ushijima insistió en ser el escolta a su cargo, su felicidad no se comparaba con nada y la expresaba a través de esa sonrisa esplendorosa que todos en ese grupo podían ver.

 

—Mi señor, todo está listo y Ushijima-san ha decidido que es buena hora para partir —un pelinegro se inclinaba ante el poseedor de hebras rojizas entremezcladas con canas debido a la edad

—Kageyama-kun —sonrió el hombre, devolviéndole la reverencia al que sería su escolta— entonces quedo a tu cuidado

—Será un honor el ser su escolta, Hinata-sama —con respeto bajaba su mirada y cabeza hasta que sintió la palmadita en su hombro que le dictaba el permiso para proceder con su trabajo

—Vamos, Shouyo

—Sí, padre —el menor sujetaba su kasa con entusiasmo antes de caminar detrás de su progenitor, deslizaba sus dedos por el área cónica y jugaba con los filos para calmar su emoción

 

Shouyo veía de lejos al alfa de cabellos olivas quien estaba esperándolo junto a los caballos que usarían. Sonrió sin poder evitarlo cuando estuvo junto a él y lo saludó, mucho más feliz estuvo cuando Waka-chan lo ayudó a colocarse correctamente su kasa de bambú con suaves adornos negruzcos en los filos, el cual evitaría que su piel se dañara debido a los rayos del sol. Subió a su caballo y vio a los demás hacer lo mismo. Su viaje empezaba.

Claramente se podía diferenciar quienes eran los guardias y quienes los protegidos, tan sólo hacía falta notar ciertas cosas: el kasa de los soldados del shogun eran de cuero, los que estaban a servicio de los Hinata usaban unos hechos de bambú, pero de color oscurecido por alguna tinta, y el de Shouyo y su padre eran de un cremoso color rojizo; además, la contextura física de los protectores era más marcado. Lo único similar que tenían eran las katanas que todos cargaban anudadas al obi.

El alba los acunaba cuando partieron, hacía un leve frío, pero aprovecharían aquello para que los caballos no se cansaran tan rápido y se alejaran de la ciudad sin ser vistos por demasiadas personas y así evitar que la información sobre su partida se esparciera por medio de los chismes de la gente que no tenía nada más que hacer. Lo hacían por precaución ya que nunca se sabía si alguien deseaba atacar a una familia de alta clase, ya fuere para robarles o para atentar contra su seguridad por motivos varios.

Los caballos galopaban a compás. Dos eran los hombres a servicio de los Hinata, mismos que se ubicaban al frente y en la parte posterior para cuidar de sus señores, los escoltas iban a la par de sus protegidos y el silencio reinó hasta que media mañana llegaba y con ello se daban un pequeño descanso para que los caballos, y ellos mismos, se hidrataran. Habían llegado ya al perímetro que separaba el terreno fácil con los montes a atravesar, pocos árboles les daban la bienvenida, aunque después habrían más. Se daban cortas pláticas entre todos, pocas bromas para matar el tenso ambiente y se reconocía la seriedad de quienes fueron criados para la guerra.

 

—Se ve que eres un chico serio, ¿todos son así en el hogar del shogun? —uno de los siervos se acercó a ofrecer algo de comer al par de soldados

—Supongo que sí —Kageyama respondió tras agradecer el bollo y darle una mordida a tan apetitoso manjar

—Debe ser todo muy tenso —acotó el otro—. Ahora agradezco no haber sido enlistado en esa sección

—No todos somos así —Ushijima recordó a cierto pelirrojo amigo que tenía— después de todo la variedad existe en todo lado

—¿Por qué dos de los mejores soldados se ofrecieron como escoltas?

—Servir a las familias de alta clase es un honor —el pelinegro terminaba con su ración antes de mirar a sus dos señores quienes platicaban mientras el menor de ellos metía las manos en el pequeño riachuelo que los acompañaba en su ruta—. Quien sea designado debe ser agradecido

—Así que es como un trabajo que te da buenas referencias —acotó el primer muchacho antes de mirar a sus señores—. Bueno, supongo que eso es normal, muchos hacen de todo por llegar a servir a la familia de Hinata-sama

 

Ushijima se preguntaba si todo aquel siervo en las casas de gente adinerada sería así: pensando siempre en como parecer felices, hablando, bromeando, expresándose sin temor. También se preguntaba si todo aquel que llegaba a esas casas lo hacía por mero interés y no por deseos más puros. Los soldados que llegan a servir al shogun lo hacían por lealtad y por honor, por gratitud a su señor y a sus tierras, pero el sacrificio era la dura crianza y preparación para algún día ser parte de los batallones en defensa de sus creencias. Además, si bien los soldados como él eran serios y de tendencias enfocadas mayoritariamente a volverse fuertes y superarse, había quienes nunca perdían su forma calmada y bromista de ser… se preguntaba el por qué él creció para ser así: apático

 

—¿Por qué no sonríes Kageyama?

—Me es innecesario hacerlo —fue la respuesta sincera de su compañero, al que eligió porque a pesar de todo era uno de los mejores soldados que existían a servicio del shogun. Tobio era fuerte, decidido, audaz en cuanto a estrategias se refería… pero igual de apático que él—, ¿y usted?

—Pienso igual —Ushijima respondió sin prisa mientras se acomodaba el kasa y ataba el cordón debajo de su barbilla

—¿Por qué la pregunta?

—Me he dado cuenta de la diferencia entre nosotros y ellos —apuntó a los siervos quienes acomodaban los caballos de sus señores, y a los propios pelirrojos que agradecían con una sonrisa para proceder a montar sus corceles

—Supongo

 

En el camino venidero Ushijima tuvo tiempo para rememorar las pláticas con el shogun o con otros compañeros que eran más “alegres” que él. Se enfocó específicamente en las sonrisas sinceras que emitían cuando hablaban de su familia, sueños, planes y demás; cosas que a él no le importaron nunca y que ahora le daban curiosidad. El shogun le había dicho que él, Kageyama y otros más necesitaban conocer a una persona que les brindara el brillo que ellos perdieron después de participar en batallas desde muy jóvenes, pero él nunca lo creyó necesario, seguía sin hacerlo.

Le daba curiosidad el saber que todo hombre o mujer pensaba en formar un hogar y completar su felicidad en ese mundo. ¿A qué se referían? ¿Qué era lo que le faltaba y él no se daba cuenta? No lo entendía, tampoco hacía empeño en entenderlo… y tal vez le era innecesario hacerlo

 

—Ushijima-san —esa vocecita lo sacó de su meditación y giró levemente para hallarse con la mirada brillante de aquel omega con fragancia a naranjas—, ¿está bien?

—Sí

—Es que se veía más serio de lo normal —acotó Shouyo antes de sujetar las riendas de su caballo con ambas manos y apretarlas un poquito—. Creí que estaba enfadado o algo así porque fruncía su ceño

—Sólo pensaba

—¿En qué?

—En una familia —siempre respondía con sinceridad y esa no sería la excepción

—¿Por qué pensaba en eso? —intrigado y un poco ansioso intentó seguir con la plática a pesar de que sobre el caballo era un poco difícil hacerlo, porque el resonar de los cascos al chocar con el suelo les impedía escucharse perfectamente

—Todos parecen anhelarla

—¿Y tú, Ushijima-san?

—No lo hago

—¿Por qué?

—Porque no la necesito

 

Después de esa pequeña plática el silencio volvió entre ellos, eso a pesar de que el pelirrojo mayor y los siervos de los Hinata parecían entretenerse en una plática graciosa en la que incluso Kageyama pareció aportar, a pesar de que éste no riera. Ni una palabra más, tampoco miradas, sólo el movimiento de los caballos que los transportaban y abrían paso entre las altas hierbas malas que les impedían ver bien el camino trazado por la tierra en un sendero curvilíneo por el bosque

Ushijima no hablaba porque no era algo que él hiciera normalmente, mucho menos sabía cómo iniciar una plática o el interpretar la inquietud ajena. Shouyo apretaba los labios de vez en vez y ocultaba su mirada apagada gracias al sombrero de bambú que llevaba. Acomodaba su kasa para que le cubriera parte del rostro pues bien sabía que sus expresiones lo volvían un libro abierto, y respiraba acompasadamente para controlar que sus feromonas no brotaran como en ocasiones pasadas.

Estaba desilusionado y hasta dolido, pero nadie debía enterarse.

Shouyo no podía evitarlo porque esas palabras le dolieron y le hicieron preguntarse el qué estaba haciendo. Si Ushijima no quería una familia, entonces él, ¿qué debería hacer? Inicialmente estaba molesto por la idea que su padre le comunicó: el de casarlo con el mejor soldado mejor del shogun, después estuvo ilusionado cuando vio nuevamente a Ushijima y supo que éste era quien fue enviado como pretendiente suyo, al final estaba feliz porque fue el propio soldado quien dijo disfrutar de sus pláticas y paseos por los jardines cuando el alfa tenía días libres. Al final… ¿qué pensar?

El camino que les restaría para llegar a su destino les tomaría un día y medio, por eso al llegar la noche buscaron refugio en una casona en la que rentarían habitaciones, comerían, descansarían. Donde podrían convivir más si era necesario o donde establecerían relaciones de amistad dignas de quienes compartían tareas pues era propio del ser humano el interactuar con otros de su mismo tipo, aunque sea de forma temporal.

El señor Hinata iniciaba la plática cuando empezaban con su cena, conocía la vida de los soldados, bromeaba con su hijo quien le seguía con el mismo tono entusiasmado y alegre, los siervos parecían cómodos con sus señores y seguían las bromas, las risas, las canciones e incluso cuando se dieron un tiempo para beber un poco de sake. Eran personas como cualquier otra

 

—El joven amo no bebe —reía uno de los beta siervos quien impedía que Kageyama le sirviera al jovencito de hebras anaranjadas—. No es adecuado para él

—Ustedes tampoco deberían beber y lo están haciendo —respondió el pelinegro quien llenó la coma del pelirrojo mayor

—Tranquilo, Kageyama-kun —sonrieron los betas—, son sólo dos copitas. No beberemos más, sabemos que nuestro deber es la protección y no el placer de un viaje

—Beban muchachos —animaba el mayor de los Hinata quien servía una copa y la colocaba frente a Ushijima

—Me disculpa, pero no lo haremos —negó Wakatoshi—. Tenemos que hacer guardia en la noche, así que no es conveniente

—¿Incluso de noche? —Shouyo había recuperado su ánimo y ahora sonreía como cualquier día— Eso es admirable, toman su trabajo muy enserio

—Joven amo —acotó otro de los siervos—, nuestro trabajo siempre es serio, incluso nosotros sólo bebimos un par de copas porque debemos estar listos ante cualquier imprevisto

—Ya veo —Shouyo consumía agua sin apuro—. Bueno, en realidad no sé nada sobre su trabajo

—Es porque el joven amo no sale mucho de casa

—Y por eso disfrutaré este viaje —con ánimo respiraba hondo y veía las estrellas que adornaban el cielo a través de la puerta abierta que daba al jardín que rodeaba su estancia—. ¡Lo estaba esperando desde hace tiempo!

—Si no te saco, es porque temo por ti, Shouyo —acotaba el padre mientras acariciaba la espalda de su hijo—. No me reproches por eso

—No lo haré, padre —sonrisa sincera y cariñosa, así era Shouyo

 

La noche los acunaba como era debido, los sueños invadían al par de siervos que descansaban hasta que les tocara hacer guardia, los señores reposaban también, los soldados se mantenían atentos a cualquier movimiento cercano a los aposentos y se turnaban para caminar por los alrededores. O eso era lo que deberían hacer, pero siempre hay alguien que rompe la regla por placer o por fuerzas mayores como el insomnio

 

—Deberías dormir —Ushijima miraba al muchachito que estaba sentado en una de las rocas que rodeaban un pequeño estanque y miraba al cielo—, es más, no deberías salir de la habitación que compartes con tu padre

—Lo siento —se había asustado y casi caído de su improvisado asiento—, pero no me asuste así

—No debes salir sin escolta —reprochó antes acercarse al chico—, aunque tampoco debí confiarme y dejar tu habitación sin protección

—No es necesario hacerlo —sonrió mientras regresaba al pasillo de madera donde Ushijima se había sentado—, sólo quise venir a ver el cielo y saber si era diferente del que veo en casa

—Es el mismo siempre... lo único que cambia es el clima que oculta las estrellas o la luna, incluso en tiempo de guerra el cielo es el mismo

—Ushijima-san —Shouyo miró al cielo estrellado—, ¿tu vida sólo se ha enfocado en la guerra?

—No —se quitó la katana y la dejó de lado, esperaría junto al jovencito hasta que Kageyama diera una ronda por los alrededores—. No siempre fue así pues como cualquiera tuve una familia y ellos eran mi enfoque

—¿Esposa e hijos? —preguntó intrigado y con un leve sabor amargo entre dientes, pues si la respuesta era afirmativa entendería el por qué en esa mañana fue rechazado de cierta forma

—No, pero sí un padre y una madre

—¿Ya no los tienes contigo? —cuando Shouyo vio al mayor negar sintió un leve alivio, pero un dolor más grande porque jamás se atrevió a preguntar por la pareja de sirvientes que un día se alejaron ya que se trasladarían a las tierras del shogun— ¿Qué pasó?

—Su hora llegó y abandonaron este mundo cuando yo era apenas un jovencito iniciado en la formación como guerrero

—Lo siento

—Se fueron juntos —acotó sin mostrar dolor—, defendiendo al señor que les dio una vida pacífica. Su muerte fue honorable

—¿Es por eso que no quieres tener una familia?

—No lo sé

—Debe haber una razón —Shouyo se fijó en la seriedad de su acompañante, quien parecía pensar bien su respuesta

—Dicen que para formar una familia se necesita amor

—Es verdad —acotó Shouyo— y el amor viene junto a la persona con la que pasarás tu vida

—Debe ser por eso que no me es necesaria una familia —con frialdad respondía

—¿No sientes algo por alguien? —apretó la tela de su ropa, pero no apartó la mirada del alfa— ¿O lo has hecho antes?

—No —sintió un incómodo pesar en su pecho, pero no supo por qué, tampoco entendía la razón por la cual su alfa interior gruñía enfadado como reclamándole algo—. No me he enamorado de alguien hasta hoy

—¿Y por qué aceptaste visitarme en casa? —estaba dolido sí, pero no quería demostrarlo y continuó con la plática. Tal vez sería la única oportunidad que tenía para saber si el alfa sentía, aunque sea un mínimo interés en él. Necesitaba tener algo por lo que luchar, una esperanza a acunar  

—Por pedido de tu padre y consejo de mi señor —miró al jovencito

—No tienes que seguir con eso, Ushijima-san —Shouyo le sonrió, mas no se atrevió a mirarlo y se enfocó en el cielo estrellado y oscuro—. Mi padre y el shogun quieren arreglar un matrimonio, pero no es obligación suya el aceptarlo

—Lo sé

—Si sigue visitándome sólo les dará ilusiones falsas —en su mente sólo estaba la idea de que su amor no era correspondido, que el amor que alimentó desde niño en base del recuerdo de su primer amor de infancia no era correcto y que tampoco quería forzarlo

—¿Quieres que deje de visitarte? —su alfa interno gimoteó en desacuerdo, protestó, pero él decidió ignorarlo

—Sí —sonrió a pesar de que no quería hacerlo— porque yo no quiero forzarlo a algo para lo que usted no está bien dispuesto —su omega interior empezaba a sollozar, pero no podía hacer algo para remediarlo

—Tú parecías contento cuando te visitaba

—Y lo soy, incluso ahora —Shouyo sonreía porque estaba diciendo la verdad—. Su compañía es agradable, pero como ya dije… está alimentando una falsa ilusión

—Si le explico a tu padre y al shogun que yo no quiero un matri…

—No es necesario —le cortó porque no quería que las palabras sinceras de Waka-chan le lastimaran sin intención de hacerlo—. Sólo… dejemos esto aquí

—Shouyo —lo vio levantarse y estirar sus manos al cielo. Su alfa le exigía que parase las palabras del joven omega, que le sujetara de la mano y no lo dejase alejarse… pero su cuerpo no respondía a eso

—Fue muy lindo el tener a alguien con quien hablar y que me visite en casa. Será muy lindo el compartir con usted este viaje… pero después ya no es necesario que se fuerce a verme

—No me fuerzo, ha sido agradable acompañarte

—Gracias… pero por mi propio bien y el suyo… esto debe parar

 

Shouyo no quería alimentar más una ilusión, no quería causarle problemas a su primer amor, no quería sufrir un rechazo cuando fuese el momento, prefería terminarlo todo antes de que la herida fuese más grande. Quería evitar el “crack” en su pecho

 

—Si así lo quieres, así será, Shouyo

 

 

 

 

 

Notas finales:

Krat se disculpa por no actualizar el miércoles, pues he estado ocupada. Pero aquí sigo, con la idea de cumplir con los siete capítulos con la temática propuesta XD

Por cierto, si Hinata es demasiado formal es debido a la época en la que se da la historia, eso dificulta mi narración ya que creo que se está saliendo de su personalidad. ¡Es tan difícil! ¡Maldición!

Nos veremos mañana si me es posible~

Besos~

 


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