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UshiHina week (2018) por 1827kratSN

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Habían estado retrasando su celo para el gran día, eso le dijeron a Shouyo en los días previos a su boda, por eso hasta hace casi veinticuatro horas había tomado infusiones de hierbas —que sabía fatal—. Sin embargo, en esa mañana no le dieron nada.

Tenía miedo, era verdad, un miedo a lo desconocido pues si bien sabía que un matrimonio significaba la unión de dos personas para una convivencia por el resto de sus vidas y que por ende engendrarían cachorros, no tenía ni una mínima idea de qué pasaba en “la gran noche” como la llamaban las sirvientas que lo ayudaban a despojarse del kimono de seda blanco, tampoco entendió eso a lo que su madre llamaba “la unión definitiva”.

 

—Tranquilo, cariño

—Podrías explicarme más acerca de “eso” —hizo énfasis en la última palabra, pero como respuesta recibió la risita nerviosa e incómoda de su madre y ciertos pequeños suspiros extraños de las sirvientas que le acomodaban una blanca yukata sencilla y ligera

—Tu esposo cuidará bien de ti. Tú sólo cierra los ojos y quédate quieto —desplegó su abanico y lo usó para disminuir el calor de sus mejillas o al menos intentarlo

—Mamá —reclamó porque ahora estaba entrando en pánico

—¡Suficiente! No hay tiempo —agitó sus manos— debes llegar primero a tus aposentos y esperar a tu esposo

—¿Y ustedes seguirán en la fiesta?

—Pero claro

 

Shouyo recordaba que una vez fue atacado cuando su celo apareció sin previo aviso y no pudo llegar al cuarto de su padre a tiempo, pues fue la orden del mismo que dictaba que buscara siempre su protección cuando el calor llegaba a su cuerpo. Recuerda el horror cuando un alfa se le interpuso y lo agarró fuertemente de los brazos antes de arrastrarlo a una habitación vacía. Recuerda también que gritó pidiendo auxilio porque la mirada de aquel tipo –nuevo sirviente en esa época—, le daba miedo y peor aún fue cuando intentó arrancarle el obi. Lo que pasó después de sus gritos y de que ese tipo intentara callarlo con sus manos, fue el ingreso de los guardias de la casa, la captura del alfa —del cual jamás volvió a saber—, y el cómo su padre lo abrazaba para darle consuelo.

Ahora tenía más miedo que antes.

Nunca se planteó qué rayos quería aquel tipo con él en medio de su celo, ni porqué del ataque repentino, mucho menos entendió la insistencia de algunos alfas que querían tomarlo como esposo, tampoco comprendió las palabras de sus padres justo en el momento previo a la primera noche de su matrimonio.

Y ahora que lo pensaba con cuidado, ¿cómo rayos se hacía un bebé?

Sabía que de alguna forma debía darle hijos a Waka-chan, pero no sabía exactamente cómo o qué se hacía para poner al bebé en la pancita de la madre. Cuando era niño lo preguntó y en respuesta recibió un «es bendición de los dioses». Tal vez tendría que ofrecer tributos y ya… Se le iba a preguntar a Waka-chan y esperaba que él sí le respondiera con sinceridad.

Pero de nuevo le llegó la incertidumbre, nerviosismo y aquella rara sensación que se originó después de que su madre le diera de beber un brebaje con sabor a rosas y miel antes de que la fiesta empezara. Genial, ahora no podía quedarse tranquilo. Mucho menos cuando las sirvientas le desearon buena noche y lo dejaron en medio del futón en su nuevo cuarto iluminado solamente por unas cuantas velas y perfumado con el aroma sutil del incienso.

¿Y era normal que de pronto sintiera calor? Bueno, lo adjudicaría al cansancio de tan agitado día y a sus nervios a flor de piel mientras esperaba.

Cuando escuchó pasos cercanos sus mejillas ya tenían el calor suficiente como para parecer –seguramente—, una cereza bien madura. Respiró profundo, tocó su pecho, cerró los ojos y agachó la cabeza. Sentía que iba a explotar si es que tenía que esperar más tiempo. Escuchó susurros, una palmada –suponía—, y luego vio la silueta característica de su ahora esposo. La puerta se corrió despacio, como si el recién llegado no quisiera emitir ruido alguno. La madera suspiró y un leve “pum” se dio cuando fue abierta en totalidad.

Wakatoshi, al igual que él llevaba una yukata sencilla y blanca, pero a diferencia de él, el alfa parecía tranquilo y sin rastro de rubor alguno. Ahora Shouyo se sentía tonto porque dormir juntos no debería ser la gran cosa, ¿o sí? Pues… sólo iban a dormir, ¿o no? … Ese solo pensamiento lo hizo desviar la mirada hacia el suelo y temblar debido a la ignorancia de su pequeña mente.

El silencio se extendió un momento antes de que los pasos del mayor sobresaltaran al resonar del tatami. Shouyo apretó los labios y cerró los ojos, mas, poco después sólo sintió una leve caricia que elevó su rostro, y al separar sus párpados vio a la figura adulta de su primer y único amor quien curvaba los labios en una casi inexistente sonrisa. Él no sabía que podía ocasionar ternura en un corazón tan rígido como el de Ushijima.

 

—Estás nervioso —su gruesa voz sacó a Shouyo de sus pensamientos

—Sí —respondió con prisa sosteniendo su pecho con fuerza— y tengo calor, demasiado… No creo que sea normal —seguía diciendo cosas mientras se conectaba con la mirada ajena y apreciaba aquella piel que era iluminada de forma tenue por las flamas de las velas

—Creo saber por qué —bien reconocía ese exceso de perfume que se desprendía del cuerpo menudo de Shouyo, algo tan exquisito que alteraba hasta a su bien entrenado ser y que lograba que su alfa interior le causara estragos en su mente y cuerpo

—¿Estás cansado? —fue lo único que se le ocurrió preguntar

—Un poco

 

Silencio. Ushijima se dedicó a acariciar la mejilla derecha de Shouyo, deslizar sus dedos libres por el cabello ajeno y a embriagarse por la esencia del celo que empezaba a florecer en ese cuerpecito que se apegaba a su toque como lo hace un pequeño felino a las caricias de su amo. Se dio el tiempo para memorizar cada fina línea del rostro ajeno, cada expresión mostrada y el cómo la respiración de Shouyo se irregularizaba. Pero su pequeño esposo no parecía darse cuenta de lo que pasaba, sólo estaba ahí, callado, con el cuerpo algo tenso, con los ojos entrecerrados.

 

—Jamás has sido alguien que se queda callado o quieto —lo miró con curiosidad

—Me dijeron —suspiró porque escuchar a Waka-chan con los ojos cerrados fue extraño, su piel se erizó por la melodía que captó— que… cerrase los ojos y me quedase quieto

—Oh —lo entendía, las cosas eran así según sabía. La educación de alfas y betas varones era diferente a la de mujeres beta u omegas; mientras a los unos les informaban detalladamente sobre ámbitos carnales, los otros vivían con la duda—. Tranquilo

—Pero… —respiró profundo y sintió una pequeña oleada de calor en su cuerpo entero, pero se concentró sólo en aquellos ojos que lo observaban con atención— yo… no sé qué debo hacer ahora

—Mírame —susurró al acercarse de a poco al rostro de su amado pues no quería asustarlo—, sólo eso

—Waka-chan —murmuró al sentir el aliento ajeno chocando contra la piel de su mejilla— ugh —Shouyo sintió un beso en su mejilla y tembló instintivamente pues sus acercamientos hasta ese punto sólo habían sido abrazos y el fugaz beso en la frente que el mayor le dio antes de separarse hace unos minutos

—Lo que pasará ahora —murmuró besando la mejilla contigua y mirándolo con atención—, será nuestra unión

—¿Cómo? —murmuró ansioso al sentir los labios ajenos tan cerca de los suyos

—Te marcaré —se acercó hasta que sus labios se posaron sobre los ajenos y el aroma de Shouyo estalló con potencia mientras sus alfa y omega internos se expresaban en las feromonas que emitieron para mezclarse en el aire. Ambos cerraron sus párpados instintivamente por tan extraña experiencia.

 

Era el primer beso que ofrecían en sus limitadas vidas, era el primer gesto de amor que expresaban hacia la persona a la que decidieron serle fiel por el resto de sus vidas, era la primera unión simplista que daban como un matrimonio.

Shouyo sentía como los labios del mayor atrapaban el inferior suyo y soltó un suspiro largo mientras sus temblorosas manos buscaban soporte en el suelo pues se estaba sintiendo débil, mareado, pero feliz. El toque siguió, continuo o a veces fugaz, uniendo sus pieles en besos mariposa que generaban un sonido gracioso al separarse. Ushijima tenía el suficiente autocontrol como para ser sutil, delicado, siendo quien debía enseñar y a la vez aprender de forma práctica lo necesario para lo que esa noche debía llevarse a cabo.

Aunque aquello no era mucha ciencia, sólo debía dejar que sus instintos los guiaran.

Suspiros llegaron cuando el alfa se aferró al cuerpo ajeno y deslizó sus dedos por encima de la tela para relajar el tembloroso cuerpo de su omega en pleno calor del celo. Gemidos sutiles salieron de aquellos labios rojizos, humedecidos por la esencia de ambos seres, sensibles ante el más mínimo tacto. Los nervios habían desaparecido, la vergüenza también y sólo quedaron ellos dos con el calor desbordando, la respiración ya alterada y los deseos carnales surgiendo de a poco.

 

—Tranquilo —fueron las palabras de Wakatoshi cuando sujetó con fuerza la cintura de Shouyo y, usando su propio cuerpo, empujó al contrario para recostarlo en el futón

—¿Waka-chan? —suspiró cuando al fin su cuerpo entero pudo hallar una superficie firme en la que apoyarse y así poder centrar su mente que por alguna razón no estaba del todo clara

—Te ves hermoso —susurró mientras deslizaba sus dedos por la mejilla rojiza y repasaba los labios que adoró saborear hasta hace poco

—Me siento extraño —murmuró para sí mismo mientras entrecerraba su mirada y enfocaba al dueño de aquella voz

 

Con cautela y prudencia Wakatoshi se inclinó lo suficiente hasta que el cuerpo de Shouyo quedó debajo del suyo. No quería alterarlo así que empezó de nuevo a repartir besos en el rostro ajeno, para terminar en un acto donde sus labios se movían con inexperiencia para acariciar los ajenos y robarse el aliento de ambos. Pronto la necesidad de un toque más intenso hizo que los dedos del alfa se deslizaran por la cintura, cadera y pecho del pequeño que empezaba a jadear y gemir alternadamente mientras apretaba las piernas y las removía para rozarlas entre sí.

Instintos.

Pronto el calor del menor era tal que deseó ser despojado de cada tela estorbosa, pero al estar aferrado al yukata de Wakatoshi fue a él a quien desacomodó las prendas en su vano intento por aliviar su sofocante estado. Ushijima se vio entonces seguro de deslizar sus dedos a la atadura y quitarla para así deslizar sus falanges por sobre la piel de su esposo, apartando la tela que le impedía tal glorioso sentir. Poco a poco, entre caricias, besos, susurros y suspiros, la yukata fue abierta, dejando ver la figura original de Shouyo quien apenas si podía concentrarse en respirar adecuadamente para no ahogarse en su propio celo.

Hermoso.

El alfa definía a su omega como la figura más sublime en totalidad. Cintura estrecha, caderas vistosas, aquel abdomen que subía y bajaba debido a los leves temblores que el cuerpo de Shouyo tenía, el pecho que se elevaba mostrando altivamente el par de pezoncitos erguidos del pequeño, los hombros tensos, los brazos extendidos a cada lado del rostro rojizo y sudoroso, las piernas que se flexionaban juntas en un intento de recato, los cabellos sobre el blanco futón desordenados o pegados a la piel que exudaba atractivo carnal. Wakatoshi repasó aquellas piernas con dos de sus dedos en una caricia que generó más de un gemido tímido en Shouyo quien negaba sutilmente al darse cuenta de su desnudez.

Tal vez no se merecía tanta belleza para él. Y eso dejaba de ser importante en ese momento.

El alfa se inclinó sobre Shouyo a la vez que abría su propia yukata y la deslizaba lejos de su cuerpo. Agitado y soltando gruñidos profundos y extendidos, expresaba el sentir de su cuerpo que reaccionaba ante el celo del que reconocía como su pareja eterna. Sintiendo la incomodidad en su intimidad, su vientre que se tensaba cada que escuchaba el suave gemido de su pequeño omega quien temeroso de lo que pasaba entre ellos cerró los ojos y sus piernas. Wakatoshi sintió ternura y algo extraño surcar su propia espina dorsal.

Besos y roces.

Atendió cada parte en las firmes piernas de su amado, besándolas, acariciándolas sin prisa y cuando Shouyo reconoció que debían confiarse mutuamente, se permitió mostrarse a su alfa por completo. Se miraron uno al otro, de la forma como vinieron al mundo, reconociendo la diferencia de tamaños en sus cuerpos enteros, dándose unos segundos para avergonzarse, pero ofreciéndose en cuerpo y alma para lo que debía suceder.

 

—Waka-chan —su voz tembló mientras extendía sus brazos hacia el rostro ajeno y veía a su alfa acercarse— confío en ti — murmuró temeroso, pero disfrutando del beso en la frente que le cedieron

—Se sentirá bien —afirmó mientras sus dedos recorrían uno de los muslos que se rozaba con su cadera—, y trataré de ser cuidadoso —respiró profundo antes de que esos ojitos marrones le expresaran ternura y esa sonrisa le diera el permiso que necesitaba.

 

Sin más deslizó sus dedos por el interior de aquellas piernas, los hundió hasta aquella parte que jamás se mostró ante el sol y escuchó un largo gemido que se escapó de la garganta de Shouyo quien avergonzado se sujetó de los brazos de su alfa. La intimidad del pequeño estaba erguida, el lubricante natural se derramaba de entre las nalgas del omega. Los dedos de Wakatoshi acariciaron la superficie viscosa con algo de ansiedad porque su cuerpo pedía unirse lo más pronto posible.

Pero no quería dañarlo.

Acarició la entradita que se contraía ante el toque, observaba las diferentes expresiones de Shouyo para darse guía. Cuando lo sintió más relajado, se atrevió a introducir uno de sus dedos y, en respuesta, un quejido sutil fue dado. Besó los labios del menor, le susurró que se calmara, le confesó cuanto amor sentía por él mientras jugaba con aquella húmeda cavidad hasta el punto de lograr meter otro de sus dedos y hundirlos con delicadeza en las entrañas ajenas. Gimió también por sentir como sus dedos eran apretados y empapados con la dulce esencia de su omega. Cuando Shouyo sólo gemía y abría sus piernas en busca de más roces, metió el tercero de sus dedos.

 

—Wa… Waka… toshi —sollozó debido al placer que le generaba la invasión en su ser y movió sus caderas para exteriorizar su desesperación.

—Un poco más —gruñó bajito mientras ingresaba sus dedos con profundidad y veía a su pequeño arquearse y derramar pequeñas lágrimas.

—Ah… yo no… yo —no podía decir lo que sentía, ni siquiera podía recordar qué palabras debía usar, sólo rasgaba la piel de esos brazos, miraba con súplica a su alfa para que lo ayudase a calmar el calor de su cuerpo, gemía sin control ni pena.

—Respira —fue lo único que dijo al retirar sus falanges y escuchar la queja de quien se deshacía entre sudor y gemidos sobre el futón que los acunaría como un matrimonio

 

Wakatoshi besó delicadamente aquellas piernas y rozó el miembro ajeno con sus dedos humedecidos antes de colocarse en medio de su pequeño. Respiró profundo para controlarse pues quería seguir sin dañar a Shouyo. Lo miró unos segundos en medio de su desnudez y ansiedad, le brindó una sutil sonrisa y luego sólo un gruñido largo. La unión debía hacerse. Se introdujo despacio, con cuidado, sintiendo aquellos anillos apretar su virilidad a cada movimiento y escuchando las suaves quejas de su pequeño, las cuales podía interpretar como dolor y excitación combinadas.

Unidos.

Respiraban entrecortadamente, se detuvieron hasta que cada uno se adaptó a lo que pasaba, se miraron entre cristalinas visiones, se besaron pausadamente para menguar la desesperación de sus cuerpos y corazones. Susurraron un «te amo hoy y cada mañana siguiente», se fundieron en un delicado abrazo antes de dejar que su alfa y omega tomaran riendas de aquella noche compartida. Primera de muchas otras.

Cada embestida generaba un sollozo entremezclado con gemido, un gruñido exhalado en medio de un suspiro. El chapoteo generado por el lubricante que el más joven generaba para facilitar el acto, sonido vergonzoso y pecaminoso. Rasgaron sus pieles, mordieron sus labios para soportar el placer que desconocían y era nuevo en sus seres. Se hundieron en el desenfreno causado por el celo que afectaba a ambos individuos. Su instinto gritaba por un lazo que ambos querían formar.

Un giro brusco se dio cuando Wakatoshi abandonó el acogedor y cálido interior de su omega y de un solo movimiento dejó al pequeño con la mejilla reposada sobre el futón. Gruñó perdido en el picor de sus encías que demostraban ya los extendidos colmillos que anhelaban dañar el cuello del omega quien aún agitaba sus caderas, insatisfecho por el abandono de sus entrañas. El alfa levantó esas caderas, las rasguñó mientras separaba las nalgas y se introducía con fuerza hasta que su propio falo desapareciera entre los músculos ajenos. Shouyo gritó en queja por el rudo acto, pero gimió a la par que se aferraba a las mantas porque su cuerpo tembló de placer; derramó lágrimas, soltó gemidos entrecortados, cerró los ojos y se tensó al tener la respiración de su alfa tan cerca de su cuello.

Una marca.

La lengua de Wakatoshi repasó aquella piel inmaculada mientras daba una fuerte estocada que causó una súplica inentendible que brotó de labios de Shouyo. Su nariz repasó la zona que iba a dañar antes de aferrarse de aquella cintura pues estaba a un punto culmine. Su cuerpo temblaba, su miembro crecía a la par que Shouyo movía sus caderas a compás con las fuertes estocadas. Sus orgasmos los cobijaba a ambos por igual mientras los dientes de Ushijima hacían el amague de morder el cuello ajeno.

El éxtasis hizo que los colmillos se incrustaran en la carne, que el omega gritara agudamente y ambos seres derramaran su semilla de forma instantánea y coordinada. La esencia del omega manchó el futón, la del alfa se hundió en el cuerpecito que temblaba, el nudo los dejó ambos unidos y así estarían por un rato. La herida en el cuello ajeno sangraba y era la lengua del mayor la que acariciaba esa zona para reconfortar al herido.

Agitados, se recostaron sobre el cobertor, Ushijima aferrado a la cintura ajena, Shouyo casi al borde de la inconciencia mientras que de sus labios escapaba una delgada línea de la saliva que no pudo tragar.

Estaban unidos de por vida.

Así eran las ceremonias, así eran los matrimonios, así eran las expresiones físicas de algo que va más allá que el mundo físico. Sus almas se habían unido esa noche con un simple vínculo que se acrecentó con el lazo alfa-omega.

Aferrados el uno al otro durmieron un par de horas hasta que el cuerpo se recuperó y una nueva oleada de calor estalló. Feromonas e instinto invadió al menor de ellos y encendió la chispa del alfa cercano. Un acto carnal empezaba nuevamente siendo ambos los seres que disfrutaban con aquello. Así fue esa noche, así fueron los siguientes días con periodos cada más pequeños entre calores; desenfreno cada vez más difícil de controlar. Se entregaron por completo en esos días especiales donde “una flor se abre para madurar”.

 

—¿Estás bien? —fue la pequeña interrogante que Wakatoshi tuvo cuando el celo del pequeño terminó y al fin podía hablarle coherentemente sin dobles intenciones

—Sí… bueno… no —la vergüenza le podía más, así que su voz temblaba. Se aferró con desesperación a la manta que cubría su desnudez y la que elevó hasta que cubriera incluso su nariz

—Lo siento

—Yo… lo… consentí… creo —Shouyo no podía ver al mayor por mucho tiempo—, bueno… sí lo hice

—Te ayudaré a asearte —tocó la mano que sostenía la manta y recibió una negativa inmediata

—E-espera… no, no —agitado se negaba a descubrirse ni a mirar mucho el pecho desnudo de su esposo—. Es que… no quiero… Es decir

—Perderás la vergüenza de a poco —Wakatoshi sonrió sutilmente antes de besar la frente descubierta de su omega—, pero ahora quiero curar la herida de tu cuello

—No me duele… mucho… en realidad sí —no le podía mentir y su cuello exigía algo que aliviado el dolor… otras partes también lo hacían

—Ahora seré tu apoyo y tú serás el mío. Debemos confiar en el otro

—¿Puedo preguntar algo? —arrugó la manta entre sus manos antes de seguir

—Sí

—Así es como se hacen los bebés… ¿verdad?

—Sí

—Hum… ¿serías feliz con uno?

—Sí

—¿Me amas tanto como dijiste? —sus mejillas se encendieron en un carmín intenso al decir aquello

—Tal vez un poco más

—Yo… yo también, Waka-chan

 

Shouyo entendió muchas cosas después de esos días iniciales en su matrimonio. La primera fue la razón por la que su cuarto estaba en un ala alejada, la respuesta era el ardor en su garganta por las múltiples veces que gritó sin contemplación mientras sentía su cuerpo derretirse por el calor propio y ajeno. La segunda fue que su omega se calmaba en extremo después de un celo y un lazo. La tercera fue que tenía demasiada hambre. La quinta fue que su madre ya preparaba la cuna de su nuevo nieto. La sexta fue que su padre y el shogun bebían más de la cuenta para un festejo y que son la chispa para generar el caos, o que le preguntasen a las decenas de katanas de madera destrozadas. La última… que sería feliz junto a su Waka-chan.

 

 

Familia…

 

 

Acariciaba los suaves cabellos anaranjados de su pequeña primogénita. La veía hacer gestos mientras dormía o la escuchaba suspirar entre sueños. Tenerla en sus brazos era su forma favorita de pasar sus días libres, así que ahí estaba, cargándola e impidiendo que se chupara los dedos en medio de sus fantasías. Esperaba a que Shouyo regresara con la merienda de ambos y hasta que eso pasara se entretenía acariciando los cabellitos de su hija.

No pedía más, no se arrepentía de nada, no creía poder tener mayor alegría que esa.

 

—Waka-chan —sonreía ampliamente mientras se posaba junto a su esposo y mostraba las bolitas de arroz adornadas por algas que formaban una carita feliz

—Gracias

—¿Sigues embelesado con Mi-chan?

—Sí

—Es muy bonita —Shouyo acariciaba la manito apretada en un puño y reía al verla hacer una mueca rara

—Lo es —sonrió sutilmente

—¿Quieres que la cargue para que puedas comer?

—No es necesario —para cargarla usaba un sólo brazo pues su niña era pequeña. Tomó una de las decorativas bolitas de arroz y la consumió sin prisa, contrario a Shouyo quien devoró una de un solo bocado

 

Callados, uno junto al otro, apreciando la brisa y escuchando el revolotear de algún pájaro. Así debería ser cada día de sus vidas. No necesitaban más que a su pareja, su hija, su familia y paz.

Tal y como lo prometieron de niños, se esforzaron para vivir juntos durante el resto de sus días.

 

 

 

 

FIN

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Krat hizo un lemon… vaya, creo que se me pasó la mano un poco, peeeeerooo para justificarme es uno de los pocos que hago últimamente así que quise darle más detalle y por eso se extendió tanto. Espero les haya gustado, sino pues algún día me reivindicaré alv

Fue un placer participar en esta actividad del grupo Mundo UshiHina.

Me divertí, se divirtieron (espero) y todos felices~

Yey~

Les daría pastel, pero no comparto mis dulces XDDD

Ok no.

Krat se despide con besos y abrazos~

Muchas gracias por llegar hasta aquí~

Los ama: Krat~


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