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UshiHina week (2018) por 1827kratSN

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Solos, en medio de la nada misma, aferrados el uno al otro en un abrazo que duró largo tiempo. El sol les iluminaba a través del follaje, las sombras creadas convertían al lugar en una pintura que cualquier artista desearía crear.

Sin palabras, sólo sus respiraciones.

Ushijima acariciaba los cabellos anaranjados del pequeño omega que al fin había calmado su llanto y ahora soltaba un perfume sutil pero dulce que reflejaba su estado pacífico y feliz. Hinata por su parte se encantaba con el latir ajeno, olvidándose por completo de la locura que hizo estas semanas por haber decidido desaparecer en esa montaña ya que no deseaba aguantar el desamor que creyó le dedicaban.

Pero ahora todo estaba bien.

 

—Es hora de volver —fue la orden de Ushijima quien deseaba salir de ese lugar lo más rápido posible pues ya tuvo suficiente de criaturas extrañas y de sus propias emociones que no podía controlar y ahogar como antes.

—Sí —fue su sutil respuesta mientras se separaba y curvaba sus labios en una sonrisa auténtica y tan brillante como en antaño—, Waka-chan —se animó a decirlo pues tenía la certeza de que recuperó a su amigo y primer amor de infancia.

 

Cuando bajaban aquella colina, uno junto al otro, el omega aferrado al brazo del mayor para no quedarse atrás, se encontraron con aquel espíritu que cuidó a Shouyo y quien guio a Wakatoshi en ese lugar inhóspito. La hermosa mujer materializada fue su escolta en ese espeso bosque, en silencio los orientó por un camino algo escabroso pero que los sacó de ahí cuando el sol estaba en lo más alto y simbolizaba el medio día. Ushijima ahora certificaba que la mujer usaba algún tipo de magia pues seguía siendo imposible bajar de esa montaña en línea recta y tan rápido, pero no dijo nada sobre aquello. Shouyo se despidió de la fémina con entusiasmo agradeciéndole por todo lo hecho, Ushijima sólo inclinó su cabeza en respeto al espíritu, pocos segundos le tomó a la pelinegra el desaparecer de su vista y dejarlos ahora en su mundo nuevamente.

Estaban de nuevo en la senda de vida que debían seguir.

Su llegada a la mansión de los Azumane fue tal y como debió ser. Ushijima fue el que dio la cara mientras Shouyo se escondía detrás pues al parecer al omega recién le golpeó el exceso de culpa por haberse alejado de su padre y seguramente haber colaborado con un escándalo que afectó a su familia. En realidad, fue Ushijima quien le contó que lo consideraban muerto y que el líder de los Hinata se resignó a la pérdida. Como fuere. Allí estaba Ushijima recibiendo un regaño monumental por su atrevimiento al huir de esos terrenos y generar la alarma del personal desde que Kageyama informó de su desaparición.

Había que acotar que al parecer en la montaña el tiempo era engañoso y tres días habían pasado desde que el alfa decidió internarse en esas tierras peligrosas.

Mas todo se detuvo cuando cierta personita, con un poquito más de coraje, decidió abandonar su escondite –había que agradecer su contextura pequeña que bien podía esconderse detrás del fortachón alfa guerrero—, y con voz temblorosa expresó un «Lo siento. Ya estoy de regreso». Silencio extendido por largo rato, hasta que el shock se les pasara a todos. Algunos gritaron para poder librar su cuerpo del sinfín de emociones, otros dieron un paso atrás pues creían que enfrentaban al fantasma de Shouyo, unos pocos cayeron de rodillas para llorar con amargura y al final estuvo el pelirrojo padre que a pasos presurosos se acercó para aferrarse a su hijo en un abrazo protector.

Fueron días largos, semanas difíciles, un tiempo de conversión para todos, pero terminaron.

Los Hinata, sus siervos y el par de alfas escoltas volvieron a las tierras natales. En la mansión de los pelirrojos hubo dicha, comida en abundancia, mimos, sobreprotección extremista, reclusión para el pequeño que no reclamó pues se sentía culpable por causar casi la desdicha total en su hogar, incluso sus dos hermanos mayores se quedaron con él para regañarlo y después mimarlo todo lo posible. Ushijima por su parte se vio recluido a los servicios de su señor junto con Kageyama puesto que debían retomar sus labores y cumplir con el trabajo acumulado por el largo tiempo de abandono.

Nada diferente dirían muchos, pero sólo pocos dirían que el cambio era notable.

 

—Ushijima-kun, te ves menos tenso y más… algo más —el shogun intentaba expresarse, pero no podía

—¿He hecho algo errado? —indagó con una ceja levantada

—No, claro que no —sonrió divertido por ese detalle pues su mejor soldado no cometía casi ningún error—. Es otra cosa, pero… no sé

—¿Desea que haga algo más?

—Claro que no. Has terminado con tus deberes pendientes, así que no debo pedir más… pero a eso no me refería —suspiró al no poder expresar ese extraño “algo” que percibía en su soldado—. Olvídalo, no es nada

—Entonces me retiro

—¿Quieres acompañarme en un juego de mesa? —se le ocurrió pedir aquello para ver la reacción de su compañero, y sin saberlo ahí estuvieron las respuestas que necesitaba

—Lo lamento, mi señor —Wakatoshi inclinó su cabeza en disculpa—, pero debo negarme en esta ocasión

—Oh —el shogun casi podía festejar porque creía haber descubierto lo que pasaba con Ushijima—, está bien, pero, ¿puedes decirme el motivo?

—Iré a visitar a Hinata-san y su familia —era su primer día libre en ese mes, obviamente iba a aprovecharlo bien, y, aunque no lo demostrara, estaba algo ansioso por empezar su travesía

—Sigues visitándolo —sonrió el shogun pues unió cabos—. Me parece bien, pero yo creo que deberías dar el siguiente paso

—¿A qué se refiere?

—Shouyo —cuando pronunció aquel nombre, vio un pequeño movimiento en la ceja derecha de su estoico guerrero. Raros eran esos pequeños placeres de la vida—, es un omega —ahora vio como el labio superior del chico se tensó y después se apretó contra el inferior formando una sutil línea— y cada año acumula mayor edad, mayor belleza —estaba disfrutando de ver pequeñas reacciones en el ajeno—, mayores pretendientes

—Lo entiendo —al fin pudo decir algo pues su señor se quedó en silencio

—Si no quieres algo serio con él, deberías dejarlo y no darle falsas esperanzas

—No puedo hacer eso

—Oh… ¿y por qué?

—Porque las esperanzas de Shouyo no son falsas y yo no puedo alejarme de él

—No creí que me responderías de esa forma —rió suavemente— entonces, ¿debo festejar que mi idea inicial fue acertada?

—No lo entiendo

—No importa —sonrió haciendo un ademán con su mano que señalaba la puerta—. Ten un buen día junto con el pequeño Shouyo, Ushijima-kun

—Con permiso

—Y no olvides pedir la mano del pequeño —habló antes de que su soldado desapareciera de su vista para después reír un poco. Ahora tal vez debería centrare en sus otros soldados para hallarles pareja, empezando por Kageyama. Sería divertido porque ya le llegó una oferta.

 

 

Fecha…

 

 

Paseaban como hacían desde hace tiempo, mas, el recibimiento por parte de Shouyo en ese día fue más efusivo que en veces anteriores y eso fue claramente notado por la mayoría de integrantes en ese hogar, tal vez por eso espiaban a la pareja que caminaba sin prisas por los largos jardines adornados por estanques que contenían decenas de pececitos coloridos o carpas de fina calidad. Estaban pendientes de lo que pasara con esos dos porque claramente, la sonrisa expresada por el joven omega era diferente a las usuales.

 

—Me dijeron entonces que podría dar pelea si es que fuera el caso pues mi manejo con la katana ha mejorado

—Así que me mentiste —fue la afirmación de Ushijima quien apreció como rápidamente el pelirrojo se tensaba y agitaba sus manos en muestra de que fue descubierto—, Shouyo —pronunció aquel nombre con suavidad, divertido al verlo girar lentamente mientras se rascaba la mejilla en signo de vergüenza

—Lo siento —avergonzado, sus mejillas ardiéndole y su mente recriminándole porque se le olvidara sus anteriores palabras—, pero… yo…

—¿Por qué?

—Quería compartir más tiempo contigo —jugaba con sus dedos, apartando la mirada y apretando sus labios—. Perdón

—¿Por qué ocultaste que me recordabas?

—Era obvio que tú me olvidaste —suspiró antes de seguir— y yo… no quería aferrarme a un recuerdo. Quería saber si es que podías quererme como soy ahora pues he cambiado y tal vez no te agrade ese detalle

—No has cambiado —con sus dedos acarició la mejilla ajena, deleitándose con la calidez de esa piel iluminada por el sol—, tu mirada sigue siendo la misma —repasó ese sonrojo con sus dedos tal y como hacía de pequeño por el simple placer de verificar que el calor aumentaba en esas regordetas mejillas

—Y tu inexpresividad también, Waka-chan —dijo divertido antes de sujetar la mano del mayor y apretarla contra su piel para no terminar con el tacto—, pero tu gentileza silente tampoco ha desaparecido

 

Ushijima se preguntó muchas veces si mirar la sonrisa de Shouyo bastaría como para iluminar su día, en esa ocasión verificó que así era. No necesitaba más que apreciar la felicidad ajena, tampoco necesitaba corresponder esa sonrisa con una semejante porque Shouyo parecía entender que su forma de expresarse era más física, como una caricia o un abrazo, si las combinaba era mucho mejor.

Pero había un detalle que resolver y tal como lo recomendó su señor, no pasaría de ese día.

Wakatoshi esperó a que el paseo acabara, compartió el almuerzo con la familia, practicó kendo con Shouyo y verificó que era bueno a pesar de que aparentara no serlo, lo escuchó contarle diferentes anécdotas de cuando estuvo aislado en el bosque, lo vio quedarse dormido mientras en silencio disfrutaban del sonido del agua removida por los peces a los que alimentaban, acarició esos cabellos levemente revoltosos antes de cargarlo y llevarlo a los aposentos correspondientes. Fue entonces que su visita tomó un giro más serio. Uno que tal vez muchos veían venir y por eso fue la propia sirvienta quien le indicó –sin que él preguntase-, que el señor de esas tierras estaba esperándolo en una de las habitaciones alejadas del ala donde reposaba Shouyo.

 

—He notado tu comportamiento actual, incluso desde la desaparición de mi hijo —fueron las palabras cuando ambos se hallaban frente a frente, sentados ante la pequeña mesita en la que reposaban dos tazas de té— y debo confirmar tus intensiones

—Mi deseo es tomar a Shouyo como esposo —inclinó su cabeza en muestra de respeto y pedido—. Y estoy aquí para pedirlo de manera formal

—No sabes cuán feliz me haces con sólo esas palabras —rio sin poder evitarlo y con el abanico, que devolvió a su posición original, tocó levemente el hombro derecho del guerrero en señal para que levantase la cabeza—. Has cuidado de Shouyo con tu vida, lo trajiste de vuelta cuando ya todos nos resignamos a la pérdida, lo has tratado con cariño y dulzura según cuentan mis sirvientas —sonrió — no tengo réplicas, por el contrario, hasta tengo la fecha en mente y sólo necesito de tu confirmación —ante el silencio ajeno pudo seguir—. Puesto que estamos en otoño y he averiguado la fortuna de ambos, el día once del mes que llega será propicio para celebrar su unión

—Me parece bien —Ushijima no se esperó que aquel hombre se levantara a abrazarlo, pero lo dejó, no quería arruinarle la felicidad que suponía tenían él y la familia, mismos que abrieron la puerta corrediza del otro lado de donde él entró y también se turnaron para abrazarlo. Fue raro.

—Sé que no tienes a tus padres para festejar con nosotros —siguió el pelirrojo acomodando uno de sus mechones canos— por eso el propio Shogun quiso tomar la responsabilidad por aquello. No te preocupes, ya lo hablamos hace unos días, todo estará bien… Nosotros nos haremos cargo de todo

—Está bien —no era como si le molestara

—Adoro estos pequeños placeres de la vida —reía el hombre mientras se volvía a abanicar a pesar de que el clima no era caluroso—, mi amigo también… Bueno, al fin puedo estar en paz

 

¿Hacerse cargo? Ushijima ni siquiera llegó a su habitación cuando el shogun lo solicitó en presencia pues tenía curiosidad sobre lo acontecido en el día. El alfa le contó lo pasado y lo siguiente que supo fue que le tomaban medidas para el kimono. Mientras eso pasaba, suspiró pues no pudo despedirse de Shouyo ya que éste seguía en el séptimo cielo cuando llegó su momento de partir de la mansión de los Hinata. Esperaba que con el pequeño no fuera un caos como el que él creía iba a experimentar pues las risitas enigmáticas de su señor siempre eran símbolo de caos —en el buen sentido, claro estaba—.

Pidió demasiado.

Griteríos incrédulos, felicitaciones, celebración entre sus compañeros debido a la noticia. En menos de una semana todo se volvió un caos y Ushijima no entendía por qué. Era normal que la gente se casase, no creyó que su futuro matrimonio fuera más especial que el del resto. Él no estaba consciente de lo raro que se les hacía a los demás que alguien tan sereno, apático, callado, estoico –entre otras cosas que mencionaban entre ellos—, fuera a casarse, y menos con alguien de alta casta, mucho menos con alguien que resaltara con sus expresiones variadas o con la energía sin límites como decían ser los Hinata. Como fuere. Hasta el shogun solía aparecer en medio de los festejos, se tomaba dos tragos, se reía de alguna cosa y volvía a sus aposentos sin que sus consejeros se enteraran de sus escapes.

Cuando Wakatoshi pudo visitar a Shouyo se enteró que el caos también se instauró en ese hogar y que los preparativos se aceleraban con respecto a la fecha establecida, mas, ellos pudieron pasear en paz sin ser conscientes de que dentro de poco sus vidas se unirían definitivamente y eso significaba un cambio total para ambos. Ellos estaban perdidos en sus pequeños momentos juntos, disfrutando de la compañía mutua sin más. Su felicidad era más simplista y sus expectativas no eran tan altas como para los ajenos. Lo único que tenían en mente era que serían felices estando juntos.

Y en menos de lo pensado el gran día estaba a la vuelta de la esquina.

Los novios eran preparados en dos estancias alejadas la una de la otra. El shogun dejó sus deberes para estar con quien vio crecer y consideraba un hijo más, pues se hizo cargo de Ushijima desde que los padres de éste murieron. Guiaba a su guerrero en las cosas necesarias para el ritual, le ofrecía consejos para la vida de casados, la noche de nupcias, bromeaba con cosas varias, deseaba dicha y prosperidad. La madre y padre de Shouyo se encargaban del pequeño quien se vio los últimos días impuesto a la preparación rígida para el gran día y se sentía incómodo pues sentía el roce de la tela con mayor intensidad que antes, pues parte de la preparación fue que le quitaran cada vello “feo” de su piel inmaculada –algo que obviamente detestó debido al dolor—, pero se quedaba quieto mientras el kimono blanco era colocado y el peinado adornado por brillos dorados era cubierto por el kanzashi. Ambos novios escuchaban con atención las palabras de sus guías mientras la ansiedad se iba acrecentando con el pasar de los minutos.

Fueron trasladados para el Shinto, ceremonia que se realizaría en sector principal del santuario y fue ahí donde se miraron. El impacto del momento los aturdió a ambos pues fue en ese lugar donde, con los trajes tradicionales mientras esperaban el rito de purificación antes de anunciar su matrimonio a las deidades y buscar su bendición, cuando sus alfa y omega interno saltaron de dicha y ocasionaron que sus cuerpos se llamaran entre sí para un mínimo roce que les certificara que en realidad estaban a punto de unir sus vidas.

Nerviosos, el uno casi en pánico, el otro calmando su ansiedad inusual. Apreciando a los invitados numerosos, casi incontables que los acompañaban en el rito y pensando en los muchos más que los esperarían para el festejo posterior. En ese momento desearon no dejar todo en manos de los mayores pues era demasiado para una boda que estaba destinada a darse.

Las manos de Shouyo temblaban cuando tomó la taza de sake, de refilón vio las grandes manos de Wakatoshi dudar un poco también y sólo eso logró calmarlo de forma efímera. Ushijima respiraba de forma acompasada, siempre pendiente del latir lejano de su pareja, percibiendo el nerviosismo del pequeño y calmándolo con sus propias feromonas. Bebieron los tres sorbos de la primera taza, la más grande, antes de darse una rápida mirada y sonreírse sutilmente. Acabaron con la segunda taza que disminuía en tamaño cuando se dieron cuenta de que sus feromonas estuvieron fuera de control, se dieron un tiempo para respirar y disminuir sus perfumes. Terminaron con la última y más pequeña taza de sake para al fin rozar sus manos cercanas y saber que se apoyaban mutuamente. Siguieron con las instrucciones, algo ceremonial y en donde su contacto debía ser nulo, pero eso no les impidió mirarse de vez en vez.

 

—Gracias por no haberme olvidado, Shouyo —fueron las palabras que componían sus votos matrimoniales—. Y aunque así hubiese sido, estoy seguro que el conocernos de nuevo hubiese sido cuestión de tiempo —simple, pero suficiente para que el rubor de su pareja y la sonrisa se mostraran

—Has cumplido con tu promesa —su voz temblaba un poco por la emoción—, me has cuidado y llenado de dicha, Wakatoshi-kun —sonrió por inercia—. Gracias —tal para cual. Sus votos no fueron extensos, pero enternecieron a los asistentes.

 

La ofrenda a la sucursal sagrada: sakaki. La salida del santuario. La llegada a sitio de la fiesta. Las miradas, los buenos deseos, los regalos, la comida. La dicha reflejada en la familia Hinata y en el shogun junto con la suya que se animaba a ofrecer sake.

Estaba hecho. Estaban unidos.

Fue entonces que, al fin, después de un largo día, la mano de Ushijima se entrelazó con la de Shouyo en el primer contacto físico como una pareja casada. No dijeron nada, sólo se acercaron más y siguieron con la fiesta hasta que tuvieron que despedir a algunos invitados, ceder recuerdos, acomodar a los que se quedarían en la mansión y al final ser separados para que los sirvientes los ayudasen a despojarse del ropaje tradicional y pudieran retirarse a su nuevo cuarto en un ala solitaria para comodidad en la primera noche.

Pero antes de que eso pasase, Ushijima se inclinó y depositó el primer beso en la frente de su pequeño Shouyo y recibiera a cambio una de las más bellas sonrisas acompañadas por la mirada cristalizada y emocionada del omega.

Se amaban sin necesidad de palabras. Así lo describieron quienes tuvieron la dicha de presenciar tan inocente muestra de cariño.  

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

Creo que llevo un mes en esto y no cumplí con la semana establecida ni haciendo milagros XD, lo siento, he estado ocupada

Krat les dará su siguiente y último capítulo lo más pronto posible.

Se divirtió mucho en hacer esta pequeña historia, así que les dará un regalo en el siguiente y con eso se despedirá.

Fue un placer leer sus comentarios.

¡Viva el UshiHina!

¡Y los pasteles!

Los ama: Krat~


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