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Por Siempre Contigo por Miniikusa

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Traspasados de Amor




 

 


Al fin de cuentas, Gaara estuvo en el hospital cinco semanas, gozado casi de la ínfima tranquilidad del lugar y mirando a las tranquilas aguas de la bahía cercana y, en cierto modo, evitando el pensamiento de que tenía que encontrarse con Naruto. A nadie le había dicho a que hospital iría para que lo chequearan, excepto al hombre que se encargaba de sus asuntos legales, y las postales trabajosamente escritas por Naruto que a diario recibía y le eran enviadas por mediación de la oficina de dicho hombre; no quería que lo llamaran a su celular si no era por alguna urgencia, así que le pidió a Minato que solo le enviaran cartas. Se notaba que Minato había ayudado bastante a escribirlas, pero la letra era la de Naruto así como la fraseología. Las postales quedaban guardadas amorosamente en una cajita sobre la mesita de luz junto a su cama.

 

 

Durante las dos últimas semanas de su estancia ahí, Gaara nado bastante en la piscina del hospital y jugo un poco de tenis con sus vecinos de cuarto, acostumbrándose deliberadamente a los movimientos bruscos y al ejercicio. También planeo salir a algunos lugares con Naruto en el tiempo que le quedaban de vacaciones, como ir a una galería de arte y escuchar cuales eran las opiniones de Naruto al respecto o visitar un templo, o ir al desierto de Suna. Y pensó bastante en ciertas cosas, como cual sería la reacción de Ino al enterarse de su boda, si es que no se había enterado ya, o mejor dicho, que haría. A veces sentía un poco de pánico y un miedo terrible recorrerle la espina dorsal al imaginar que intentaría quitarle a Naruto por cualquier medio o si se atrevería a aparecerse e intentar golpearle hasta el alma. Pero luego ese miedo y pánico pasaban; ella no podía hacer casi nada legalmente, así que solo quedaba esperar y quizás en un futuro intentar arreglar las cosas, aclarándole todos los malentendidos e intentado que Naruto recuperara a su antigua hermana. Además que, cuando formara una familia más grande con Naruto, le gustaría que su o sus hijos conocieran a su tía; y el solo pensar en eso hacía que se sonrojara hasta la punta e sus orejas. 



Cuando al fin abandono el lugar era ya entrada la noche, se sentía como si nada hubiera sucedido y el conducir hasta su casa no le significo esfuerzo alguno.

 

 

La casa de la ciudad era una brillante luz cuando Gaara metió el automóvil en la cochera y entro por la puerta del frente. La señora Chijo era una mujer sin duda muy atenta, pensó Gaara, ya que la anciana le había prometido que iba a cuidarla y mantenerla como si estuviese habitada. 

 

 

Gaara dejo en el suelo su valija a rueditas y se saco el suéter, dejándolo en la mesita del pasillo mientras se quitaba el calzado dejándolos a un lado; luego, entro a la sala de estar. El teléfono parecía agrandarse como un  mostro frente a sus ojos, pero no llamo a Minato para avisarle que ya estaba en casa: había tiempo de sobra para eso; lo haría el día siguiente, o el otro, o al tercer día.

 

 

En la sala predominaba todavía el color gris, pero ahora ya había en las paredes varios cuadros y detalles en un vivo color rojo rubí, como carbones encendidos de un fuego disperso, se veían en toda la habitación. Sobre la repisa de la chimenea había un florero de cristal de un rojo encendido y una alfombra pequeña de un rojo rubí se extendía sobre parte de la alfombra más grande como un lago de sangre. Era muy agradable estar de vuelta en el hogar, pensó Gaara, contemplando aquel inanimado testimonio de su riqueza y su buen gusto, pronto lo estaría compartiendo con Naruto, quien había tenido gran participación con la generación de todo eso; pronto, pronto… Pero <¿De veras deseo compartirlo con él?>, se pregunto, recorriendo la habitación arriba y abajo. ¡Qué extraño y rápido era todo!, mientras más se acercaba el momento de que él entrara en su vida, más se resistía a que ocurriera. No porque no lo amara, estaba más que claro que si lo hacía; pero sentía miedo, un gran e inmenso miedo. Terror. Pánico. Miedo de flaquear, de no ser fuerte para sobrellevar el drama de la vida. Terror por fallarle alguna vez y pánico de lo que la gente podía decir o hacer y en lo que afectaría eso a Naruto.

 

 

El sol se había puesto ya hacia una hora y Japón estaba tan oscuro como el resto del mundo, pero las luces de la ciudad se reflejaban en las nubes bajas dándoles un tono rojizo. Sin embargo, la lluvia había caído más al oeste, dejando al norte  expuesto al polvo del verano. <¡Que lastima!>, pensó, <Sería bueno que lloviera por aquí; mi jardín lo necesita>. Entro por la oscura cocina y miro por la ventana sin encender las luces de la cocina ni del patio de atrás, tratando de ver si había alguna luz en la casa de la señora Chijo. Sin embargo, los laureles le estorbaban la vista; tendría que salir al patio para poder ver mejor.

 

 

Sus ojos ya estaban bien acostumbrados a la oscuridad cuando salió por la puerta trasera, caminando como un gatito, como siempre, y por un instante se detuvo, inhalando el perfume de las primeras flores del verano y el lejano olor de la tierra mojada, que lo llenaba deliciosamente. ¡Era tan hermoso estar en casa!... Si no fuera porque en un rincón de su mente lo estaba consumiendo el espectro de Naruto.

 

 

Casi como si de una manera consiente pudiera formar su imagen en sus pensamientos, la silueta de la cabeza y el cuerpo de él se destaco contra el cielo distante y lloroso. Estaba sentado junto al barandal de la terraza, aun desnudo y salpicado de agua de su baño nocturno, con el rostro alzado a la noche sin estrellas como si, embelesado, estuviera escuchando la cadencia de una música que estaba más allá de las limitaciones de los oídos de Gaara, tan apegados a la tierra. La poca luz que aun quedaba se había fundido en su cabello brillantemente dorado y se aferraba en tenues líneas iridiscentes en los contornos de su rostro y del torso, donde la aterciopelada piel se estiraba lisamente sobre los quietos músculos dormidos. Hasta los parpados eran visibles, cerrados por completo para esconder sus pensamientos de la noche.

 

 

Un mes… Más de un mes a pasado, pensó Gaara; ha pasado más de un mes desde la última vez que lo vi, y aquí esta, como una ficción de mi imaginación, como un narciso, atrapado en sus sueños, asomándose a su estanque. ¿Por qué siempre me golpea su presencia con tanta fuerza cuando vuelvo a verlo después de un tiempo?

 

 

Camino en silencio sobre las losas y se puso detrás de él, viendo como la columna de tendones de uno de los lados de su garganta brillaba como un pilar de hielo, hasta que ya no le fue posible resistir ni un momento más la tentación de tocarlo. Los dedos se le cerraron suavemente en el hombro desnudo y se inclino hacia adelante hasta descansar el rostro en su espalda, casi llegando a su nuca que era recorrida por pequeñas gotitas de su cabello húmedo, con los labios rozándole apenas la piel.





-Naruto… Es muy lindo que estés aquí, esperándome – murmuro.





La llegada de Gaara no lo sorprendió y, por lo tanto, no se movió, queriendo sentir más de ese contacto; era como si hubiera sentido su presencia en la quietud, como si lo hubiera sentido detrás de él en el ceno de la noche. Pasados unos momentos, Naruto se inclino hacia atrás un poquito; Gaara siguió posando su mano en su hombro y paso su otro brazo por la cintura, estrechándolo apenas contra él. Los músculos del abdomen se estremecieron cuando la mano de Gaara los acaricio para abrazarlo, y luego se quedaron totalmente quietos, como si él hubiera dejado de respirar; Naruto giro la cabeza hasta que pudo mirarlo a la cara. Había una remota calma en él y los ojos azules que investigaban a Gaara con tanta seriedad, tenían el velo plateado que siempre lo dejaba fuera al mismo tiempo que lo aprisionaba, como si vieran en él al doncel, a un ente maravilloso, pero no a Sabaku No Gaara.

 

 

Cuando la boca de Naruto toco la de él, Naruto alzo las dos manos para aferrarse al brazo que se había cerrado sobre su cintura. Esta vez el beso fue muy diferente a los anteriores que le había dado, lleno de una delicadeza tan sensual que a Gaara le pareció extraña y cautivante, como si la creatura a la que había sorprendido pendida de una ensoñación no fuera Naruto sino la personificación de la suave noche de verano. Incorporándose del barandal en el que había estado reclinado, Naruto lo estrecho en sus brazos y lo levanto, sin miedo ni titubeo.

 

 

Con Gaara en brazos se interno en el jardín, con el césped produciendo un sonido casi inaudible bajo sus pies desnudos. Medio inclinándose para protestar y pedirle que regresara a la casa, Gaara hundió el rostro en el cuello de Naruto y apretó los labios, rindiendo su razón al propósito de él, extraño y silencioso. Lo bajo delicadamente hasta apoyar sus pies en el pasto y lo beso con más pasión y fogosidad, sin soltarlo ni dejarlo respirar; luego, lo hizo sentarse en la hierba, en la densa sombra de los laureles que desprendían débiles lucecitas por las luciérnagas, y se arrodillo a su lado; sus dedos empezaron a explorarle delicadamente el rostro suave y blanco. Gaara se sentía tan traspasado de amor por él que parecía no poder ver ni oír y se dejo hacer como un delicado muñeco desacomodado y tocado por un suave toque de dedos, con las manos levantadas intentando débilmente llegar hasta ese bronceado brazo y la cabeza ladeada hacia un lado. Naruto lo mantuvo así, hurgándole el rojizo cabello hasta que este quedo completamente desacomodado con mechones sobre su blanca frente, y las manos de Gaara descendieron hasta quedar, inútiles, sobre los muslos.

 

 

Después del cabello, Naruto se ocupo de las ropas de Gaara, quitándoselas tan tranquilamente y con tanta seguridad como una niña desvistiendo a una muñeca, doblando con todo cuidado cada prenda y colocándola a un lado. Gaara se había encogido sobre sí mismo, tímido, con sus mejillas tiernamente sonrojadas y con los ojos cerrados. En cierta manera, los papeles se habían cambiado y, como muchas veces, Naruto era el que dominaba la situación.

 

 

Terminada la tarea de desvestirlo, Naruto lo acostó, hizo que los brazos de Gaara le rodearan el cuello y el mismo lo abrazo estrechándolo contra su cuerpo; caliente y húmedo. Gaara suspiro con miedo; por primera vez en su vida sentía un cuerpo desnudo, tan intensamente varonil, a todo lo largo del suyo y no había nada que hacer sino abandonarse a la sensación que ese cuerpo le comunicaba, cálido, ajeno e intensamente vivo. Naruto le beso el cuello y luego lo observo desde arriba, mirando su rostro y su cuerpo, que era iluminado tenuemente por la luz de la luna y las pequeñas luciérnagas de los laureles. Sus ojos dilatados, los parpados levemente caídos, ese tierno rubor en las mejillas balacas y sus desordenados cabellos rojos. Todo era hermoso. Bajo con una mano, acariciando la suave piel blanca, delineando delicadamente las costillas que en esta se formaban y posando su mano sobre la pequeña cintura, apretándola, conteniendo el deseo de fundirse con él en ese instante; en cierto momento levanto levemente su cintura, llevando su mano hacia atrás de esta, acariciando su espalda y delineando la línea de su columna, descendiendo y tocando fuertemente los glúteos, apretando y acariciando; respirando profundamente. 

 

 


Era una sensación inexplicable la que sentía en esos momentos, consciente de que estaba tocando el cuerpo desnudo de Gaara, deleitándose con el rose de sus pieles y con los besos húmedos. Y así, con sus manos bajo por su pierna y luego volvió hasta el muslo interior, separándolo del otro y posicionándose en medio, sintiendo las delgadas piernas apretar débilmente su cadera. Gaara acaricio su cuello, bajando hasta el fuerte pecho y tocándolo, delineando con las dos manos los músculos marcados y rodeándolo para acariciar también su espala, tan ancha y firme. La persona que estaba arriba suyo era un hombre, un hombre completo, viril y totalmente pasional. Tan sexual hasta la punta de todas sus extremidades; y ese hombre lo tenía atrapado entre su cuerpo. Atrapado y excitando.

 

 

Se tocaban y besaban como si no hubiera un mañana, ambos poseídos de una nueva y creciente sensación tan sofócate como adictiva. Naruto beso los pequeños hombros blancos y comenzó a descender hasta su pecho y su vientre el cual se contraía por placer, hundiéndose entre los huesos de sus caderas; lo besaba y marcaba, subía y saboreaba de nuevo sus labios, chocando sus lenguas y recorriendo cada parte de la cavidad contraria, poseídos por una danza tan candente y pasional, conociendo cada parte erógena de sus cuerpos y sus expresiones al amar.

 

 

Naruto acariciaba sin contención la zona más intima y delicada de Gaara, no resistiendo la tentación y atracción que ese débil cuerpo le daba, mientras Gaara solo podía soltar suspiros y gemidos ahogados entre besos furtivos. El trance como de ensueño en el que se sentía sumido Gaara se fundió en un sueño más agudo y más real que todo el mundo que había fuera  de la oscuridad  de los laureles; sintió un gran dolor cuando Naruto metió en él parte de su cuerpo; en ese momento su voz se entrecorto y su cuerpo tembló. tan grande y caliente, tan húmeda y excitante. Un dolor muy placentero. La sedosa piel que Gaara sentía bajo sus manos cobraba forma y sustancia; era la piel de Naruto; no había nada más que eso bajo las estrellas, nada más que la vida le ofreciera, sino el sentir a Naruto dentro de sus brazos, nada sino la boca de Naruto en su cuello y, nada sino las manos de Naruto en su cuerpo, los hombros y el sudor de Naruto goteando sobre él. De pronto se dio cuenta que él también temblaba, de que el intenso placer que lo desbordaba era a causa de él mismo, de que no importaba que la suya fuese una piel frágil y de un doncel, nada importaba mientras Naruto fuera el que estuviera encima, dentro de sus brazos y dentro de su mismo cuerpo, mientras fuera él, Gaara el que le estuviera dando eso, ese placer tan puro e irracional al que Naruto llegaba como una bestia desencadenada, libre de ataduras y de pensamientos más de los que tenia por el virgen cuerpo de Gaara, el cual abría su corazón, su alma y su cuerpo para que él entrara. Placer y amor, un deleite de la carne y el alma combinados para hacer enloquecer a ambos entre movimientos fuertes y bruscos, embestidas que parecían querer partir a Gaara, penetrándolo hasta donde su miembro llegara, hundiéndose en sus entrañas, besándolo sin dejarlo respirar y tocándolo hasta memorizar cada parte de su ser, cada parte de su cuerpo. Marcándolo; haciéndolo suyo para siempre; obligándolo a soltar gemidos de placer y sollozos de desesperación.

 

 

Mientras lo embestía y besaba lo abrazo, pasando sus brazos sobre los delgados de Gaara, apretándolo y pegándolo aun más a su cuerpo, casi inmovilizándolo por completo, separándose luego para levantar un poco su torso y apoyando las manos a los costados de Gaara, queriendo verlo gemir y llorar mientras lo penetraba.


 

 

 

-Aah humg ¡Ah! Na- Naru ¡Aah!



 

 

 

El fin estaba llegando para ambos, sus cuerpos ya no resistían más el penetrar y el ser penetrado. Comenzaron los espasmos y una desesperación más grande. Abrazo de nuevo el pequeño cuerpo que se contraía bajo suyo y lo embistió con todas sus fuerzas para luego, derramar su líquido dentro de él, mientras el otro lo hacía entre sus vientres y pecho.

 

 

Permanecieron ahí, temblando y abrazándose, recuperando poco a poco la razón, sin separarse ni moverse. Solo sintiéndose. Luego, se miraron a los ojos y se besaron con tranquilidad.



Cuando la noche avanzó y la oscura lluvia del oeste desapareció tras las montañas, Gaara se separo lentamente de él y, luego se apretó contra su pecho, haciendo que Naruto lo abrazara nuevamente, recostados sobre el césped y mirando como la oscuridad llegaba a su fin.





-Naruto… Debemos entrar –  murmuro, acariciando su fuerte pecho y cerrando los ojos – Ya falta poco para que amanezca… debemos entrar ahora.


 

 

 

Naruto se incorporo sin dejar que se escapara de sus brazos y, cargándolo con cuidado lo llevo adentro inmediatamente, olvidándose ambos de las ropas de Gaara en el jardín. Las luces seguían encendidas en la sala; estirando el brazo por encima del hombro de Naruto, las fue apagando una a una hasta que llegaron al dormitorio. Naruto lo deposito en la cama y lo hubiera dejado solo si Gaara no lo hubiera detenido, atrayéndolo con los brazos.


 

 

 

-¿A dónde vas, Naruto? – interrogo y se hizo a un lado haciendo espacio para él – Ahora esta es tú cama.





Naruto se acostó a su lado, y le rodeo la cintura y la espalda con los brazos. Gaara coloco la cabeza en uno de sus hombros y, con una mano sobre su pecho, empezó a acariciarlo suavemente. De pronto ceso el pequeño, tierno movimiento y Gaara se endureció contra el cuerpo de Naruto, con los ojos muy abiertos y lleno de miedo. Era demasiado para poder soportarlo; se incorporo sobre un codo y, pasando un brazo por encima de él, dirigió la mano a la lámpara que había sobre la mesita de luz.
Desde su silencioso encuentro en el jardín, Naruto no había hablando una sola palabra y, de pronto, su voz era lo único que deseaba oír; sí el no hablaba, Gaara sabría que, en cierto modo, Naruto no había estado ni estaba con él.

 

 

Naruto estaba con los ojos muy abiertos, mirándolo sin siquiera parpadear cuando la luz lo alumbro y lo inundo de improviso. El rostro tenía una expresión melancólica y un poco seria y tenía un aire que Gaara jamás le había visto antes, una especie de madurez que jamás había notado. ¿Sus ojos habían estado ciegos, o el rostro de él había cambiado? El cuerpo ya no le era extraño ni le estaba prohibido y Gaara podía mirarlo libremente, con amor y respeto porque encerraba a una creatura tan viva y tan completa como él mismo. ¡Qué azules eran sus ojos, que bellamente formada era su boca, cuan lindo el pliegue de sus labios! ¡Qué hombre era… que hombre!

 

 

Naruto parpadeo y dejo de mirar el infinito de los ojos de Gaara para mirar por completo su rostro; sus ojos se detuvieron un instante para contemplar todo de él, y luego en la pequeña boca levemente abierta y rosada, tan saciada de sus besos que los labios estaban hinchados.





-Naruto – pregunto Gaara - ¿Por qué no me hablas, hum? ¿Qué sucede? – Su garganta se apretó - ¿Te desilusione?





Naruto tenía los ojos llenos de lagrimas y estas le rodaban por el rostro y caían en la almohada, pero en sus labios amaneció una enorme sonrisa adorable. Única en él.

 

-Una vez me dijiste que un día me sentiría yo tan feliz que lloraría y, mira. ¡Gaara, estoy tan feliz que estoy llorando, dattebayo! ¡Estoy llorando!

 

 

-¡Pensé que estabas enojado conmigo! – Respondió Gaara, haciendo un puchero y conteniendo él las lagrimas; se derrumbo de nuevo sobre el pecho de Naruto, débil de tan aliviado que se sintió. 

 

 

-¿Contigo? – una de sus manos se deslizo hacia la nuca del más pequeño y ahí se entretuvo, jugando con los rojos cabellos, y la otra lo apretó más contra si sosteniéndolo de la cintura – Jamás me enojaría contigo, Gaara. Ni siquiera me enoje contigo cuando pensé que yo ya no te gustaba.

 

 

-Entonces – dijo, haciendo un puchero y levantando la cabeza para verlo a los ojos, con los suyos llenos de lagrimas y sus mejillas sonrojadas - ¿Por qué no me hablabas, hum?


 

 

Naruto pareció sorprendido; bajo el brazo que tenia sobre su cintura y lo puso en sus glúteos, levantándolo hasta que Gaara quedo recostado a su altura, con sus rostros muy cerca uno del otro.





-¿Es que tenía que hablarte, dattebayo? – Pregunto confundido – No creí que tuviera que hablarte. Cuando llegaste no pude pensar en nada que decirte. Todo lo que quería era hacer las cosas de las que me hablo Itachi y Oto San mientras estabas en el hospital, y cuando llegaste solo quería hacerlas, no podía detenerme a pensar.


 

 

 

Gaara se sonrojo aun más.


 

 

 

-¿Tú papá e Itachi te hablaron de eso?

 

 

-Sí, primero le pregunte a Oto San si aun era pecado besarte ahora que estábamos casados y me dijo que no era pecado. Y un día, fue Itachi a visitarnos y hablaron mucho con Oto San mientras tomábamos sake y se reían de las cosas que decían y luego, entre los dos me hablaron de otras muchas cosas que podía hacer. Itachi me dijo que debía saber cómo hacerlas porque, si no lo sabía, te lastimaría y llorarías. Yo no quería lastimarte y que llores, Gaara. Aunque si lloraste, ¿Te lastime, Gaara, por eso lloraste?


 

 

 

Gaara sonrió, abrazándolo.


 

 

 

 

-No, Naruto; no me lastimaste, y no llore por eso. Pero si estaba asustado porque pensaba que un día a mi me iba a tocar hacerlo todo y yo no sé nada y, no sabía si iba a poder hacerlo. Me alegro que seas tú el que se adelanto.

 

 

-¿De veras no te lastime, Gaara? Se me olvido que Oto San e Itachi me dijeron que no te lastimara.





Gaara escondió su rostro en el cuello de Naruto.





-No, Naruto; estuviste muy bien – susurro – Te amo, Naruto.





Naruto rio y lo abrazo con más fuerza.


 

 

 

-Me gusta mucho esa palabra y más cuando me la dices a mí. Esa es una palabra mejor que gustar, ¿Verdad? La voy a guardar especialmente para ti, Gaara. Solo me gusta decírtela a ti. A todos los demás les diré que me gustan pero solo te amo a ti. ¡Te amo, te amo, te amo!





Gaara levanto la cabeza y riendo se besaron tiernamente, profesándose así su interminable amor.





Cuando la madrugada entro sigilosamente en el dormitorio y empezó a alumbrarlos con la clara y tierna novedad del día, Gaara se quedo profundamente dormido entre los fuertes brazos que lo protegían de las pesadillas y era Naruto el que, con los ojos abiertos, miraba en dirección a la ventana, teniendo mucho cuidado en no moverse para no despertarlo.

 

 

¡Era tan pequeño y tan suavecito! ¡Olía tan bien y su cuerpo era tan calentito! Lo abrazo aun más, acurrucándolo en sus brazos, sobre su pecho, cerrando los ojos y sonriendo felizmente. Hubo una época en la que él acostumbraba, cuando estaba en la cama, a dormir con un osito de peluche, pero Gaara era algo vivo y también podía abrazarlo y pegarlo a él; eso era mucho mejor. Cuando le quitaron el osito de peluche diciéndole que ya era bastante grande y ya no tenía que dormir con él, había llorado semanas enteras con los brazos vacios apretados contra el pecho, como llorando la muerte de un amigo. En cierto modo él había comprendido que Oka San no quera quitarle su osito, pero en una ocasión que regreso del trabajo llorando y les conto que Kiba y Lee se habían reído de él porque dormía con un osito de peluche, Oka San había decidido quitárselo y esa misma noche el osito había ido a parar en el cubo de basura. ¡Oh, la noche era tan grande, tan oscura y llena de sombras que se movían misteriosamente, que se levantaban, con garras, con hocicos y colmillos largos y afilados! Mientras él había tenido el osito para poder ocultar la cara en el cuerpo del peluche, las sombras no habían intentado acercarse más que hasta la pared de enfrente, pero había necesitado mucho tiempo para acostumbrarse a tenerlas alrededor, apretándose contra su rostro indefenso y pinchándole la nariz. Después que Oka San le había dado una lámpara más grande para que la mantuviera encendida por las noches, la situación había mejorado un poco, pero hasta la fecha aborrecía la oscuridad, estaba mortalmente llena de amenazas, plagada de enemigos listo para emboscarlos.

 

 

Olvidando que no tenía que moverse para no despertarlo, separo un poco su cabeza para poder verlo mejor y luego levanto la almohada hasta que quedo a un nivel más alto que él.

 

 

Fascinado, lo estuvo contemplando largos minutos a la luz del día, cada vez más intensa, asimilando su ajeno y hermoso aspecto. Lo destapo tranquilamente, mientras en el proceso le acariciaba la suave piel. Su cuerpo, el contorno de sus glúteos, su rostro, su delgadez, todo lo atrapaba; no podía separar los ojos de él; en solo pensar en Gaara desnudo lo llenaba de excitación. Era como si las diferencias que había entre ellos hubieran sido inventadas precisamente para fascinarlo a él; no tenía ninguna conciencia plena de que Gaara era como muchos otros donceles, pero absolutamente más hermoso y esbelto que cualquier otro. Él era Gaara y su cuerpo le pertenecía tan totalmente como él osito de peluche le había pertenecido; era suyo, únicamente suyo para aferrarse a él en la noche amenazante y defenderse del terror de la soledad.

 

 

Oto San e Itachi le habían dicho que nadie lo había tocado jamás, que lo que le haría iba a ser para Gaara algo ajeno y extraño y él había comprendido la magnitud de su responsabilidad mejor que un hombre con todas sus facultades mentales completas, porque había poseído muy pocas cosas ¡Y eran tan pocos los que lo habían respetado! En el desatado ardor del ciego impulso de su cuerpo, no había podido recordar todo lo que Oto San e Itachi Sama le habían dicho, pero, mirando hacia atrás, se prometió que lo recordaría todo mejor la próxima vez. Su devoción para con Gaara era totalmente desinteresada; parecía provenir de alguna parte fuera de él mismo y estaba compuesta de gratitud, una seguridad profunda y reconfortante y de un gran e inmenso amor tan fuerte que a veces pensaba que se desbordaría de aquel sentimiento tan sofocante. Cuando estaba con Gaara jamás sentía que era juzgado por que le faltaba algo.

 

 

 

<¡Que hermoso es!> Pensó, observando las facciones del rostro dormido y la piel tersa y blanca, sin encontrar en él nada feo o indeseable. La verdad era que Gaara no tenía nada feo e indeseable. Naruto lo contemplaba con unos ojos llenos de amor total y, por lo mismo, suponía que todo lo que había en Gaara era hermoso y le pertenecía a él.

 

 

Al principio, cuando Oto San le había dicho que tenía que ir a la casa de Gaara de la ciudad y esperar solo ahí a que Gaara regresara, no había querido. Pero Oto San lo había obligado y no le había permitido regresar a la casa. Había esperado una semana entera, podando el césped, arreglando las flores y recortando los arbustos todo el día, y luego vagando por la casa vacía por las noches hasta cansarse de tal modo que se dormía en cuanto ponía la cabeza en la almohada, pero con todas las luces encendidas para expulsar a los demonios fuera de la oscuridad sin forma. Naruto ya no pertenecía a ese barrio, le había dicho Oto San, y cuando le había rogado a este que lo acompañara, se había encontrado con una negativa rotunda. Recordando todo eso mientras el sol se levantaba, llego a la conclusión de que Oto San sabía exactamente lo que iba a suceder; Oto San siempre sabía.

 

 

Esa noche el trueno había retumbado en el oeste y había un penetrante olor a lluvia en el aire. Las tormentas siempre lo habían asustado cuando era niño hasta que, un día, Oto San le había mostrado cuan rápidamente desaparecía el miedo si uno salía afuera a mirar lo hermoso que era todo, con los relámpagos cruzando la noche de tinta y los truenos bramando como un invisible y gigantesco toro. Así pues, él se había dado la ducha que acostumbraba todas las noches y, desnudo, había salido al patio a ver la tormenta, turbado e inquieto. Dentro de la casa los duendes se habían precipitado a caerle encima desde todos los rincones, pero en el patio, con el viento húmedo alisándole la piel desnuda, no tenían ningún dominio sobre él y Naruto había derivado hasta una insensible unidad con las creaturas no pensantes de la tierra. Era como si pudiera ver cada pétalo en cada oscurecida flor, como si los cantos de todos los pájaros del mundo inundaran su ser con una música sin sonido.

 

 

Al principio solo se había dado cuenta de su presencia de una manera confusa, hasta que aquella adorada y pequeña mano le había quemado el hombro y lo había llenado de un dolor que no era dolor. Él no necesitaba poder razonar para adivinar el cambio que había tenido lugar en Gaara, al admitir que a Gaara le encantaba tocarlo tanto como él le gustaba hacerlo y anhelaba aun más. Se había recostado hacia atrás para sentir el cuerpo de él contra su espalda; la mano que le había pasado por la cintura lo había sacudido y electrificado y había contenido la respiración por miedo a que Gaara solo fuera un sueño y se desvaneciera esa noche. Aquel primer beso de hacía meses ya lo había hecho temblar con un deseo que no había sabido como saciar, pero desde el beso de esa noche, lo había llenado de un extraño poder triunfador, armado como ya estaba con lo que Oto San le había dicho. Había deseado sentir la piel y los glúteos de Gaara y solo se había encontrado con una parte de la misma, obstaculizado por las ropas, pero se las había arreglado para dominarse hasta tal grado que había hecho lo que había que hacer: quitárselas con mucha delicadeza para no asustarlo.

 

 

Sus pasos lo habían llevado al jardín porque él odiaba la casa de la ciudad, que no sentía tan suya como la casa de campo, y no sabía donde tomarlo. Donde poseerlo. Solo en el jardín se sentía en su casa, así que se fue al jardín. Y en el jardín había sentido por fin su cuerpo y sus glúteos, en el jardín donde él era simplemente una creatura más, podía olvidar que no era normal y perderse en la dulce y penetrante tibieza del cuerpo de Gaara. Y se había perdido de esa manera durante horas, encendido con el inmenso e inexplicable placer de sentirlo y de saber que Gaara estaba con él todo el tiempo en cada parte de su ser.

 

 

La tristeza había llegado cuando Gaara le había pedido llevarlo al interior de la casa y él había comprendido que tenía que separarse. Se había aferrado a Gaara tanto como había podido, y lo había llevado en brazos con el dolor de pensar que tenía que soltarlo, preguntándose cuanto tendría que esperar para que lo maravilloso volviera a suceder. Había sido terrible depositarlo en la cama y el volverse para salir del dormitorio; cuando Gaara lo había retenido y lo había hecho que se acostara a su lado, él había obedecido lleno de asombro y alegría, pues no se le había ocurrido preguntarle a Oto San si ellos tendrían que portarse como papá y mamá, y dormir juntos siempre toda la noche.

 

 

Ese fue un momento en el que él supo que realmente pertenecía a Gaara, que al fin podía dormir seguro bajo la tierra, en un sueño interminable, libre de temores, porque Gaara estaría por siempre junto a él, en la oscuridad. Ya nada podía volver a asustarlo; había conquistado el terror final al descubrir que ya jamás estaría solo.

 

 

Su vida había sido siempre solitaria, desterrado del mundo pensante, siempre en algún perímetro exterior, mirando y deseando entrar en ese mundo y sin poderlo hacer. Pero ahora ya no importaba. Gaara se había aliado con él de la manera última y más reconfortante. Y él lo amaba, lo amaba, lo amaba… 

 



Volviendo a deslizarse en la cama puso su cara en el cuello de Gaara simplemente para sentir aun más su suavidad. Gaara despertó con una especie de ronroneo, abrazándolo tiernamente. Naruto deseaba volver a besarlo. Lo deseaba ardientemente, pero en vez de eso se sorprendió echándose a reír.





-¿Qué es lo que te da tanta risa, nee? -  pregunto Gaara somnoliento, estirándose con deleite pegado al cuerpo de Naruto.

 

 

-¡Eres mucho más bonito que mi osito, Gaara! – contesto él, riendo y mirando el cuerpo de Gaara, como se marcaba cada costilla y su perfil como se volvía cada vez más delgado, para luego volver a su forma natural.

 

 

-¿Tenias un osito?


 

 

 

Naruto no se había despegado aun de su cuello, y ahora estaba deseoso de besarlo y tocarlo nuevamente. Y así lo hizo; separo su rostro del suave cuello y lo beso y toco posesivamente, sin llegar a más.


 

 

-Sí – contesto cuando se el beso finalizo – era muy bonito, pero tú eres mucho más bonito que él, Gaara.

 

 

-jeje, gracias Naruto. Yo también tenía un osito, pero lo perdí. Se llamaba Teddy. Pero tú también eres mucho más bonito que él.


 

 

 

Naruto lo miraba a los ojos, en esos estanques que le encantaba sumergirse hasta perderse en sus interiores. Luego recordó algo.


 

 

- Itachi y Oto San me dijeron que eres un doncel – dijo – y me dijeron que significa. Que eres más delicado y frágil que los hombres y que también puedes tener bebes como las mujeres. Y yo me sentí muy feliz, Gaara. Eso significa que podemos tener bebes y ser papá y mamá. ¿Verdad?


 

 

 

Gaara lo miro cariñosamente.


 

 

 

-Sí, Naruto; pero aun no. Aun es muy pronto para tener un bebe. Primero tenemos que pasar un tiempo juntos y luego decidir cuándo tenerlo, ¿No crees?

 

 

-Mmm… Supongo que sí, dattebayo. Porque Oto San me dijo que sería una gran responsabilidad y que te tengo que cuidar mucho a ti cuando eso suceda.

 

 

-Sí, así es. 

 




Naruto volvió a quedar pensativo.


 

 

-Cuando me dijeron que había más donceles como tú, pensé y pensé quienes más podrían ser así y se me ocurrió que Deidara y el Teme también eran donceles, y se lo pregunte a Itachi y me dijo que Deidara si lo era pero el Teme no lo era, solo era más pequeño que lo normal y parecía, pero los donceles son más lindos y pequeñitos como tú.


-¿Teme? – pregunto Gaara, sorprendido y confuso de que llamara a alguien de esa manera.


 

 

Naruto frunció las cejas y endureció su rostro, poniéndose serio y abrazándolo sin medir la fuerza con la que lo apretaba.


 

 

-¡Ese Teme de Sasuke! – respondió, enojado.

 

 

-Naruto… Me aprietas – dijo con dificultad, para luego poder respirar cuando Naruto aflojo el agarre, sorprendido de lo enojado que se había puesto en un instante – Naruto, ¿Por qué te enoja tanto? ¿Por qué lo llamas así?

 

 

-¡Porque ese Teme te quiere robar! ¡Quiere apartarte de mí!

 

 

-¿De qué hablas, Naruto? Explicarme que paso por favor, porque no entiendo.

 

 

-Cuando te fuiste al hospital y yo volví al Hotel, Hable con todos y me divertí, de veras que si. Pero después se acerco ese Teme y me dijo que no podía creer que tú te hayas casado conmigo, que era un dobe y que él te había visto mucho antes, y que cuando yo haga alguna estupidez y tú te enojaras conmigo, él te vendría a buscar para llevarte con él -  Naruto se volvió a enojar visiblemente - ¡Ese Teme! ¡Me dan ganas de golpearlo y tirarlo a un rio, dattebayo! ¡Es un Teme!


 

 

Gaara volvía a sentirse preso por Naruto, pero no con tanta fuerza como hace unos momentos. Estaba sorprendido de que Naruto fuera tan celoso y posesivo. Pero eso ya lo sabía desde antes, cuando se puso celoso de su propio padre, era de esperar que lo hiciera aun más por un desconocido.

 

 

Sabía porque Sasuke le había dicho todo eso. Desde que él había llegado a la compañía, era acosado por muchos y sobre todo Itachi, pero había sabido sobrellevarlos a todos con naturalidad y paciencia. Hasta que una vez, Sasuke fue de visita a la oficina de su hermano para llevarle unos documentos y otras cosas más referentes a la compañía, cuando lo vio; desde el principio el hermano menor de Itachi había sido un gran obstáculo y un acosador de primera, y desde ese día, iba todos los días y Gaara tenía que esquivarlo en los pasillos o esconderse en el baño hasta que Sasuke desapareciera de la compañía. 

 


Un día, ya no aguantando más, le dijo a Itachi que cuando fuera su hermano, que por favor, lo tuviera en su oficina, que no lo dejaba hacer su trabajo como era debido y que si era necesario, llamaría a seguridad para que estuvieran a su lado mientras Sasuke paseaba por la compañía. Y desde ese día, Itachi le prohibió a su hermano, con todo el gusto y malicia posible, que no pisara la compañía si no era por asuntos del trabajo.

 

 

No era que Sasuke fuera una mala persona o lo haya acosado hostilmente, pero si cansaba y lo hacía poner nervioso cada vez que se le quedaba mirando con esos ojos negros que parecían querer devorarlo. En realidad, le parecía una persona agradable con la cual podía mantener una conversación agradable, pero, lamentablemente, Sasuke también había decidido acosarlo.

 

 

Pero dentro de todo en pelinegro era una buena persona, quizás le había dicho todas esas cosas a Naruto para asegurarse de que lo cuidara, o quizás lo había dicho en serio. No sabía, aunque se inclinaba por la segunda opción, ya que conocía por Itachi el “orgullo Uchiha” que tenía su pequeño hermano menor y de seguro se había sentido muy frustrado al saber que un chico retrasado mental le había ganado a Gaara. ¡Era imperdonable!


 

 

-No te preocupes, Naruto. Yo jamás te dejare ni me enojare contigo. Sasuke es un amigo y de seguro te dijo todo eso para que me cuidaras y nada más – lo tranquilizo – no te enojes con él.


 

 

Naruto lo miro entre tranquilo y celoso.


 

 

-Hum – murmuro, desviando la mirada y posándola en un objeto inanimado.

 

 

-jeje, no te enojes – pidió Gaara, jugando con sus narices y riendo divertido. De pronto, Naruto lo abrazo fuertemente y hundió nuevamente el rostro en su cuello, respirando profundamente.

 

 

-Gaara, de veras que no quiero que nadie te separe de mi. De veras que no quiero.


 

 

 

Con sus brazos lo separo de su cuerpo levemente y lo beso tiernamente.


 

 

 

-Ya te dije que eso jamás va a pasar Naruto... Estaré por siempre contigo.






..-..-..-..-..-..-..-..-..-..-..-..-




 

 

Notas finales:

Espero que les gustara c:



 



Próximo capitulo = Martes. ♥


 

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